Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La huelga de profesores es tan absurda como la huelga de periodistas que glosara Julio Camba, y por las mismas razones: a) los alumnos no necesitan para nada las escuelas; y b) las escuelas no necesitan para nada a los profesores.
–Desde que salí de la escuela, no he vuelto a pensar en nada –le decía a Ullán el pintor Juan Soriano–. En realidad, yo pensaba cuando salía de la escuela. Los libros escolares estaban muy mal escritos; así que los cerraba y me compraba otros en las librerías. En la escuela los niños eran cabroncísimos. Y, sí, también yo era tremendo… No sabía apenas nada, pero sabía lo que los maestros querían oír. ¡Qué cosa lo de los maestros! Sólo te sirven un ratito, pero te enseñan un ritmo.
Lo que promueve en Madrid el ministro de Educación no es, pues, una huelga de profesores, que no existen, sino un “agit-prop” profesoral que meta algunos votos en el macuto de Rubalcaba, ese lince que tiene de cerebro a Elena Valenciano y que le ha robado al Caudillo el lema electoral del referéndum del 66: “Franco, sí”.
El ministro es un farfullador nato y, como buen ex corazonista, laico sin fisuras, pero laico a la moderna. Y es que, como recuerda Revel, el concepto de laicismo se modeló en el diecinueve para combatir la ideología en la enseñanza y afirmar el principio de la “neutralidad” del conocimiento.
–¡Hoy se enarbola ese principio para exigir exactamente lo contrario de lo que significaba!
Y como signo infalible de que el adoctrinamiento es el genio malo de la instrucción señala a las sociedades totalitarias, que le han consagrado lo esencial de su sistema educativo:
–Todo lo que, de cerca o de lejos, afecta a la esfera ideológica, es objeto de la censura y de la mentira. El sueño de los nuevos pedagogos consiste en transformar la escuela en herramienta de destrucción de la sociedad, por la mentira y la ignorancia.
Este ministro es aquel rector que hizo doctor “honoris causa” a Carrillo, el humanista que en “Lui” dijo a Vilallonga, el marqués, que a Carrero lo mató la derecha, y a todos los demás, también:
–Los actos terroristas de que usted habla son obra de la derecha. Siempre la derecha. Todos los crímenes de tipo fascista están firmados con el mismo sello: la muerte de innumerables inocentes deja perfectamente fríos a aquellos para quienes el fin justifica los medios. No importa qué medios.
No veo a quién pueda importar hoy una huelga de profesores chusqueros que tienen a Gabilondo de ministro, y de escritores canónicos, a Lindo y a Millás...
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Abc
La huelga de profesores es tan absurda como la huelga de periodistas que glosara Julio Camba, y por las mismas razones: a) los alumnos no necesitan para nada las escuelas; y b) las escuelas no necesitan para nada a los profesores.
–Desde que salí de la escuela, no he vuelto a pensar en nada –le decía a Ullán el pintor Juan Soriano–. En realidad, yo pensaba cuando salía de la escuela. Los libros escolares estaban muy mal escritos; así que los cerraba y me compraba otros en las librerías. En la escuela los niños eran cabroncísimos. Y, sí, también yo era tremendo… No sabía apenas nada, pero sabía lo que los maestros querían oír. ¡Qué cosa lo de los maestros! Sólo te sirven un ratito, pero te enseñan un ritmo.
Lo que promueve en Madrid el ministro de Educación no es, pues, una huelga de profesores, que no existen, sino un “agit-prop” profesoral que meta algunos votos en el macuto de Rubalcaba, ese lince que tiene de cerebro a Elena Valenciano y que le ha robado al Caudillo el lema electoral del referéndum del 66: “Franco, sí”.
El ministro es un farfullador nato y, como buen ex corazonista, laico sin fisuras, pero laico a la moderna. Y es que, como recuerda Revel, el concepto de laicismo se modeló en el diecinueve para combatir la ideología en la enseñanza y afirmar el principio de la “neutralidad” del conocimiento.
–¡Hoy se enarbola ese principio para exigir exactamente lo contrario de lo que significaba!
Y como signo infalible de que el adoctrinamiento es el genio malo de la instrucción señala a las sociedades totalitarias, que le han consagrado lo esencial de su sistema educativo:
–Todo lo que, de cerca o de lejos, afecta a la esfera ideológica, es objeto de la censura y de la mentira. El sueño de los nuevos pedagogos consiste en transformar la escuela en herramienta de destrucción de la sociedad, por la mentira y la ignorancia.
Este ministro es aquel rector que hizo doctor “honoris causa” a Carrillo, el humanista que en “Lui” dijo a Vilallonga, el marqués, que a Carrero lo mató la derecha, y a todos los demás, también:
–Los actos terroristas de que usted habla son obra de la derecha. Siempre la derecha. Todos los crímenes de tipo fascista están firmados con el mismo sello: la muerte de innumerables inocentes deja perfectamente fríos a aquellos para quienes el fin justifica los medios. No importa qué medios.
No veo a quién pueda importar hoy una huelga de profesores chusqueros que tienen a Gabilondo de ministro, y de escritores canónicos, a Lindo y a Millás...
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