Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Herir al capitalismo en el corazón, era el ideal de aquel diablo de caseta de títeres que fue Mitterrand. Y para eso se echaron a los cajeros los muchachos de la Revolución. La consigna era extraer exactamente 155 euros, que colapsarían el corazón del sistema financiero con la misma precisión que el Efecto 2000. Junio, en Madrid, con 155 euros en el bolsillo y una tienda de campaña en la Puerta del Sol, Baden-Baden, que diría el marqués de la Valdavia, aunque él pensaba en los martinis de Balmoral, no en los calimochos de Sol, que hasta ese punto ha ido degenerando esta democracia que ya no los representa y que los tiene recitando a Gramsci y a José Antonio sin saberlo. La sociedad, en efecto, es cada día más injusta. Sólo con llamar a «herir al capitalismo en el corazón», Mitterrand llegó a presidente de la República francesa, a pesar de sus colmillos de Drácula de película de Jesús Franco. En cambio, los muchachos de Sol, además de tener que interiorizar esa frasecilla, han de poner 155 euros y, encima, jugarse la vida, pues la Puerta del Sol es una ratonera, circunstancia que a nadie parece importarle, y menos que a nadie a Rubalcaba, el Jaruzelski de Ferraz que aspira a convertirse en el Lotso (el osito fresón) de «Toy España», y anda demasiado ocupado jugando a «Yo, Claudio» con los cortinajes de La Moncloa para preocuparse de la mugre revolucionaria, que antes las revoluciones se hacían con sangre, mientras que ahora sólo corre la mugre...
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Herir al capitalismo en el corazón, era el ideal de aquel diablo de caseta de títeres que fue Mitterrand. Y para eso se echaron a los cajeros los muchachos de la Revolución. La consigna era extraer exactamente 155 euros, que colapsarían el corazón del sistema financiero con la misma precisión que el Efecto 2000. Junio, en Madrid, con 155 euros en el bolsillo y una tienda de campaña en la Puerta del Sol, Baden-Baden, que diría el marqués de la Valdavia, aunque él pensaba en los martinis de Balmoral, no en los calimochos de Sol, que hasta ese punto ha ido degenerando esta democracia que ya no los representa y que los tiene recitando a Gramsci y a José Antonio sin saberlo. La sociedad, en efecto, es cada día más injusta. Sólo con llamar a «herir al capitalismo en el corazón», Mitterrand llegó a presidente de la República francesa, a pesar de sus colmillos de Drácula de película de Jesús Franco. En cambio, los muchachos de Sol, además de tener que interiorizar esa frasecilla, han de poner 155 euros y, encima, jugarse la vida, pues la Puerta del Sol es una ratonera, circunstancia que a nadie parece importarle, y menos que a nadie a Rubalcaba, el Jaruzelski de Ferraz que aspira a convertirse en el Lotso (el osito fresón) de «Toy España», y anda demasiado ocupado jugando a «Yo, Claudio» con los cortinajes de La Moncloa para preocuparse de la mugre revolucionaria, que antes las revoluciones se hacían con sangre, mientras que ahora sólo corre la mugre...
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