CARLOS MENESES
Escritor
Escritor
Alfredo Valenzuela
Abc de Sevilla
Compartió parrandas y redacciones con el Nobel Mario Vargas Llosa en su juventud limeña, estudió en la URSS y emigró a España, donde localizó la tumba olvidada del poeta peruano Oquendo de Amat.
—¿Le satisface que uno de los personajes de «Conversación en la catedral» se inspire en usted?
—En «Conversación» no aparezco con mi nombre, calculo que soy Rojas. Me agrada estar con amigos de Mario Vargas Llosa que también lo fueron míos: Norwin Sánchez y Carlos Ney Barrionuevo.
—¿Y sabe ya cuándo se jodió el Perú?
—Haciendo cálculos matemáticos supongo que empezó con la muerte de Atahualpa, siguió con la de Túpac Amaru y estalló con la llegada al poder de Fujimori.
—¿España va también camino de joderse?
—No creo que llegue a tanto, el problema que tiene es la UE, que es como un cepo para todos sus miembros.
—¿Cómo son sus relaciones con Vargas Llosa?
—Yo le escribo de vez en cuando y Mario me responde de cuando en vez.
—¿Cuáles son los mejores recuerdos de cuando ambos compartían las mismas redacciones?
—Él tenía 15 años y estaba en «La Crónica», yo 20 y trabajaba para «Última Hora». No hablábamos de periodismo. Eso fue lo mejor.
—¿Es cierto lo que cuenta Armas Marcelo de cómo se les hacía de día cuando salían de juerga después de cerrar la redacción?
—Juancho Armas dijo que yo llevaba a Mario a los burdeles del Callao. No, fue a uno de Lima, bastante destacado. Y no lo llevaba, a él y a mí nos llevaban los mayores, que tenían 21 o 22 años.
—¿Cómo eran aquellas veladas en el Negro Negro?
—El Negro Negro quiso ser una incrustación del París de los años 20 y 30 en el centro de Lima, y a veces lo conseguía. Tenía una animadora «pied noire» y el pianito de ese local sonaba como el de muchas tabernas parisinas.
—Usted no sale en «El pez en el agua». ¿Eso es bueno o malo?
—Posiblemente no salgo en «El pez en el agua» porque soy pésimo nadador.
—¿Y escribirá sus memorias?
—Los malos amigos me insisten en que las escriba porque saben que no tengo nada interesante que contar.
—Usted estudió en la URSS. ¿Ya vio entonces signos de que aquello se venía abajo?
—No, no pude ver esos signos, soy bastante ciego, me han operado siete veces y ahora veo con un solo ojo.
—¿Trató al poeta Javier Heraud? ¿Cree que su obra debería conocerse en España?
—Era un muchacho encantador. Estaba hecho de lo que Sartre decía que era un lujo, la pureza. Por supuesto que debería conocerse su obra en los cinco continentes.
—Un amigo peruano dice que en ese país todo es siempre susceptible de empeorar ¿lo cree así?
—Me parece que con Fujimori tocó fondo, así que ya no ha posibilidad de empeorar más.
—¿Se hubiera imaginado a Fujimori liberado, por su hija, presidenta?
—Me lo imaginé y me parecía una pesadilla, ahora la realidad electoral peruana me ha quitado, por fortuna, esa pesadilla.
—Ha publicado más libros en América que en España, pese a vivir en este país desde 1961. ¿Es difícil darse a conocer como escritor en España?
—No, he publicado muchos más en España. De los 31 títulos la mayoría han salido en ciudades como Barcelona, Madrid, Valencia y otras ciudades, en América Latina sólo he publicado en Lima y en México.
—Es autor de un ensayo sobre Borges en Mallorca. ¿Qué es lo más interesante que hizo Borges en la isla?
—He publicado cuatro libros sobre Borges. Con respecto a Mallorca introdujo el ultraísmo, y gracias a él se recuerda a los poetas mallorquines de los años 20. Y se enamoró de dos chicas, y como de costumbre no les dijo nada.
—Estudió en la Universidad de Madrid tras hacerlo en la de San Marcos de Lima. ¿Cuál era la principal diferencia entre una y otra?
—En Madrid me suspendieron mucho menos que en Lima.
—Fue el primero en escribir un ensayo sobre Rafael Barret. ¿Cómo se siente ahora que es una figura reivindicada y hasta se empieza a reeditar su obra?
—La investigación previa a la escritura del libro es fascinante, pero deja de serlo cuando saquean lo que se ha conseguido. Me agrada que se recuerde a Barrett. Su vida lo merece.
—¿Cómo encontró en España la tumba del poeta peruano Oquendo de Amat?
—Con un poco de deducción al estilo Sherlock Holmes, otro de intuición heredado de mis tías Oquendo, y tenacidad sin descanso.
—¿El fracaso es más puntual que el éxito?
—Tengo una especie de pacto con el fracaso. No sé qué haría sin él. Por eso le he dedicado mi último libro: «El fracaso llega puntual».
Abc de Sevilla
Compartió parrandas y redacciones con el Nobel Mario Vargas Llosa en su juventud limeña, estudió en la URSS y emigró a España, donde localizó la tumba olvidada del poeta peruano Oquendo de Amat.
—¿Le satisface que uno de los personajes de «Conversación en la catedral» se inspire en usted?
—En «Conversación» no aparezco con mi nombre, calculo que soy Rojas. Me agrada estar con amigos de Mario Vargas Llosa que también lo fueron míos: Norwin Sánchez y Carlos Ney Barrionuevo.
—¿Y sabe ya cuándo se jodió el Perú?
—Haciendo cálculos matemáticos supongo que empezó con la muerte de Atahualpa, siguió con la de Túpac Amaru y estalló con la llegada al poder de Fujimori.
—¿España va también camino de joderse?
—No creo que llegue a tanto, el problema que tiene es la UE, que es como un cepo para todos sus miembros.
—¿Cómo son sus relaciones con Vargas Llosa?
—Yo le escribo de vez en cuando y Mario me responde de cuando en vez.
—¿Cuáles son los mejores recuerdos de cuando ambos compartían las mismas redacciones?
—Él tenía 15 años y estaba en «La Crónica», yo 20 y trabajaba para «Última Hora». No hablábamos de periodismo. Eso fue lo mejor.
—¿Es cierto lo que cuenta Armas Marcelo de cómo se les hacía de día cuando salían de juerga después de cerrar la redacción?
—Juancho Armas dijo que yo llevaba a Mario a los burdeles del Callao. No, fue a uno de Lima, bastante destacado. Y no lo llevaba, a él y a mí nos llevaban los mayores, que tenían 21 o 22 años.
—¿Cómo eran aquellas veladas en el Negro Negro?
—El Negro Negro quiso ser una incrustación del París de los años 20 y 30 en el centro de Lima, y a veces lo conseguía. Tenía una animadora «pied noire» y el pianito de ese local sonaba como el de muchas tabernas parisinas.
—Usted no sale en «El pez en el agua». ¿Eso es bueno o malo?
—Posiblemente no salgo en «El pez en el agua» porque soy pésimo nadador.
—¿Y escribirá sus memorias?
—Los malos amigos me insisten en que las escriba porque saben que no tengo nada interesante que contar.
—Usted estudió en la URSS. ¿Ya vio entonces signos de que aquello se venía abajo?
—No, no pude ver esos signos, soy bastante ciego, me han operado siete veces y ahora veo con un solo ojo.
—¿Trató al poeta Javier Heraud? ¿Cree que su obra debería conocerse en España?
—Era un muchacho encantador. Estaba hecho de lo que Sartre decía que era un lujo, la pureza. Por supuesto que debería conocerse su obra en los cinco continentes.
—Un amigo peruano dice que en ese país todo es siempre susceptible de empeorar ¿lo cree así?
—Me parece que con Fujimori tocó fondo, así que ya no ha posibilidad de empeorar más.
—¿Se hubiera imaginado a Fujimori liberado, por su hija, presidenta?
—Me lo imaginé y me parecía una pesadilla, ahora la realidad electoral peruana me ha quitado, por fortuna, esa pesadilla.
—Ha publicado más libros en América que en España, pese a vivir en este país desde 1961. ¿Es difícil darse a conocer como escritor en España?
—No, he publicado muchos más en España. De los 31 títulos la mayoría han salido en ciudades como Barcelona, Madrid, Valencia y otras ciudades, en América Latina sólo he publicado en Lima y en México.
—Es autor de un ensayo sobre Borges en Mallorca. ¿Qué es lo más interesante que hizo Borges en la isla?
—He publicado cuatro libros sobre Borges. Con respecto a Mallorca introdujo el ultraísmo, y gracias a él se recuerda a los poetas mallorquines de los años 20. Y se enamoró de dos chicas, y como de costumbre no les dijo nada.
—Estudió en la Universidad de Madrid tras hacerlo en la de San Marcos de Lima. ¿Cuál era la principal diferencia entre una y otra?
—En Madrid me suspendieron mucho menos que en Lima.
—Fue el primero en escribir un ensayo sobre Rafael Barret. ¿Cómo se siente ahora que es una figura reivindicada y hasta se empieza a reeditar su obra?
—La investigación previa a la escritura del libro es fascinante, pero deja de serlo cuando saquean lo que se ha conseguido. Me agrada que se recuerde a Barrett. Su vida lo merece.
—¿Cómo encontró en España la tumba del poeta peruano Oquendo de Amat?
—Con un poco de deducción al estilo Sherlock Holmes, otro de intuición heredado de mis tías Oquendo, y tenacidad sin descanso.
—¿El fracaso es más puntual que el éxito?
—Tengo una especie de pacto con el fracaso. No sé qué haría sin él. Por eso le he dedicado mi último libro: «El fracaso llega puntual».