viernes, 12 de noviembre de 2010

Las cosas de Melquiades, el esquilador (XIV)


CÓMO MELQUIADES HABLA A VECES COMO JESUCRISTO

Francisco Javier Gómez Izquierdo

Los primeros meses de Melquíades en Francia los pasó en buscarse el “chusco” como más le gusta: de aquí para allá. Siempre a cielo abierto. Su inadaptación al sedentarismo pasó la prueba de fuego cuando fue padre. Ni mudando estado mudó costumbres y D. aceptó lo que su novio era por natura. De vez en cuando, la pareja bajaba a Burgos con Ma. muy chiquito y D. nos explicaba dulcemente lo que todos sabíamos:

-Melquiiiii es el hombre más libre del mundo. Imposible dos díasssss en casa.

Un fin de semana del 84, cercano a S. Martín, Melquíades se presentó con un jabalí descomunal en la cantina de Sta. Cruz de Juarros.

-Hey, majos..... Educad mejor a vuestra fauna. Se ha chocado conmigo a la entrada del pueblo. Lo voy a guisar y está invitado todo el pueblo, además de todo Salgüero, a comer y cenar el sábado. Eso sí... la bebida hay que pagarla, que como bien sabéis los taberneros tienen que vivir.

Melqui pasaba quince días en España arreglando la furgoneta, o veinte... o los que hicieran falta. Sin prisas. Sin obligaciones ni cuidados. Nos explicaba la “maña” que se daba esquilando y Pik le ponía mucha atención por ser La Piedra -su patria- abundante en churras.

-La lana de la oveja churra no vale para nada, Pik. La buena lana, merina. Lo mejor de la churra, los corderos.


Melquiades, maestro de ceremonias

Paseaba por Burgos con sombrero y cachava y su figura y andanzas eran conocidas no sólo en Gamonal, si no en toda la capital.
En 1985, un servidor vivía en Pamplona convertido en lo que las madres y vecinas entienden como un hombre de provecho. Había aprobado oposiciones y huyendo del caos de Madrid preferí Pamplona a otros destinos. Mi novia de por entonces había ido a pasar los Sanfermines y esperándome en el piso de Monasterio de Fitero en el Barrio de San Juan, llamaron a la puerta.

-Hola. Soy Melquíades. ¿Está Javi? No me conoces, pero soy amigo suyo.

-No hay duda. Eres tal cual me han hablado.

Melquíades siempre aparecía sin avisar y siempre venía de un lugar distinto.

-Estoy en la Foz de Lumbier esquilando y he venido a hacer bocadillos a una chozna de abertzales... Allá el rollo de ellos. Yo les curro la cocina, me pagan y santas pascuas... Eso sí... Les he dicho que tengo que correr dos encierros.

Melquíades corría el tramo de Estafeta, porque es donde hay que correr, conforme a una teoría de un abuelo de Lumbier que tenía que ver con alardes ante las mozas.

-Voy a ir a Nueva Zelanda. Cuando vuelva, todo el mundo va a querer que esquile sus rebaños.

-Melqui..., a veces hablas como Jesucristo.

Viviendo ya en Córdoba –90 ó 91- sonó el teléfono un anochecer.

-Javi, soy Melqui. Estamos D. y yo en la Mezquita. ¿Cómo voy a tu casa?

-¡En Córdoba y no avisas! Espera que voy a por ti.

Melqui ya tenía una Mercedes y una libreta para apuntar recados, pero seguía sin maletas. En un escuálido bolso iba su hato junto a una bolsa más grande de D. y a una caja de herramientas. Melquíades cargó con la caja y cerró la puerta de la furgoneta.

-Subo a tu piso lo que de verdad vale.... no sea que algún gracioso le de por abrir el coche al ver matrícula francesa.

A principios de los 90, Melquíades alcanzó la celebridad esquiladora que le acompaña “a do quiera que va”.


La Foz de Lumbier

Introducción
Capítulo I. La fiesta de Melqui
Capítulo II. ¿Son las ovejas más tontas que las personas? Video
Capítulo III. "Segovianos, segovianos, / somos gente cocinera..."
Capítulo IV. "Soy Javier Rupérez y me acaban de liberar"
Capítulo V. Cuando volvió a Burgos a mirar 'lo de la mili' lo hizo vestido de juglar
Capítulo VI. "El Melqui es un rejoío. ¡Cómo guisa el recondenao!"
Capítulo VII. Melquiades, enamorado
Capítulo VIII. Melquiades en el nido del cuco feminista
Capítulo IX. Cocinando y en la procesión
Capítulo X. Dejad que los niños se acerquen a esquilar
Capítulo XI. Tres mil duros y un cordero al ganador de los bolos
Capítulo XII. Melquiades progresa con la dulzaina
Capítulo XIII. El amor se lleva a Francia a Melquiades