viernes, 5 de noviembre de 2010

Las cosas de Melquiades, el esquilador (XI)



TRES MIL DUROS Y UN CORDERO AL GANADOR DE LOS BOLOS

Francisco Javier Gómez Izquierdo

En los pueblos burgaleses que rodean la capital hay una disciplina deportiva que si cayera en otras manos sería considerada elemento cultural diferencial. Hablo del juego de bolos, en modalidad muy parecida a la que practican las gentes de la Montaña de Santander. Los puntos de los distintos juegos -Diabla, Castrodiabla, Mano, Castromano y Pasabolo- se contabilizan de modo que no recuerdo y en toda fiesta que se precie ha de haber un Campeonato que traiga visitantes al pueblo. En el contrato de arrendamiento de la cantina se nos obligaba a comprar una bola y dos o tres bolos.

-Javi, vamos a organizar un Campeonato de bolos del Copón. Que tengan que venir todos los jugadores de todos los pueblos.


Melquíades, alma de la fiesta en Salgüero

Melquíades vió que en julio había muchos veraneantes en los Juarros y hasta agosto no había fiestas en ninguno. La manera de llevarlos todos a nuestra cantina era tirar bolos con ánimo de ganar un buen premio. Creo recordar que dábamos dos o tres mil duros y un cordero al ganador, además de otros premios hasta el quinto clasificado.

-Todo el pueblo tiene que ayudar, apuntando y cobrando las inscripciones, haciendo de jueces, llevando la clasificación...

Salgüero entero se echó las manos a la cabeza cuando vio los premios en los carteles, pero mucho más sorprendido quedó cuando empezaron a llegar coches con jugadores desconocidos, además de los ya conocidos: los Revilla de Castrillo del Val, Bonis de Sta Cruz, el Alegre de Cuzcurrita, los vascos de Urrez, los de Burgos...y los de Ibeas... también.
Salgüero se volcó en nuestra ayuda y me consta que se sintió orgulloso e importante de ser por una semana una cooperativa sin ánimo de lucro.


Bolos franceses que provocaron la hilaridad de Melquíades

Como quiera que el fin de semana se entregarían los premios, Melquíades decidió montar un baile. Llamó a un conductor de autobuses que tocaba el tambor y éste se encargó de buscar tres músicos más.

-Oye, Leonis... Según vendamos, así os pagaremos. Os ponemos la cena... y me tenéis que dejar tocar dos piezas con mi dulzaina.

Tengo contado que el alcalde y los vecinos no daban crédito cuando vieron llegar al electricista de Palazuelos a “enganchar la luz”. Y vinieron los músicos y muchos coches, y las radios llamaban a los burgaleses a ir de fiesta a Salgüero...

-Y nosotras sin vestido nuevo... ¡Con toda la de gente que hay!

Las damas venían a reprocharnos, incrédulas y entre risas, la falta de previsión ante tamaño acontecimiento, pero todas estuvieron a una con sus cantineros. Aquella fiesta fue apoteósica y aún se recuerda como una de las hazañas de Melquíades que más honda huella ha dejado. El segundo fin de semana de julio se sigue celebrando en Salgüero lo que Melquíades inventó y como corresponde a cabal fundador acude religiosamente al lugar sin encomendarse a santos secuestrados para la ocasión. Hoy, aquel ramalazo de ingenio es la tradicional Fiesta del Esquileo, a la que acuden esquiladores de muchas naciones y visitantes de muchos pueblos y capitales.


Pasabolo en los Juarros


Introducción
Capítulo I. La fiesta de Melqui
Capítulo II. ¿Son las ovejas más tontas que las personas? Video
Capítulo III. "Segovianos, segovianos, / somos gente cocinera..."
Capítulo IV. "Soy Javier Rupérez y me acaban de liberar"
Capítulo V. Cuando volvió a Burgos a mirar 'lo de la mili' lo hizo vestido de juglar
Capítulo VI. "El Melqui es un rejoío. ¡Cómo guisa el recondenao!"
Capítulo VII. Melquiades, enamorado
Capítulo VIII. Melquiades en el nido del cuco feminista
Capítulo IX. Cocinando y en la procesión
Capítulo X. Dejad que los niños se acerquen a esquilar