Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Recibo carta de Mondeño, que no se figura la importancia que uno puede darse con eso.
–Yo también me quedaba quieto delante del toro y además en guapo. Mi abuela Pepa decía que yo era el torero más bonito que había en los 60. Le recuerdo que los de Puerto Real somos más guapos y tenemos más salero que los de Galapagar o Brazatortas.
La carta de Mondeño obra aquí como en Proust la madalena de su tía: en alguna poza del río de la infancia se bañaba Mondeño, y se bañaba dos veces en el mismo río, de modo que no sabe uno si Mondeño era el torero que se metió a fraile o el fraile que se metió a torero, cuando uno sólo quería ser o torero o fraile, igual que hoy bailarín de “Fama” o mochilero de Oenegé.
A Mondeño no lo deja hacerse misionero su abuela Pepa, que rompe en anticlerical, como Antonio Gala, con más salero.
–Mi padre no era malo, pero era muy autoritario y burro. Sólo quería que yo fuera torero para que lo sacara de la miseria. Un día le pregunté por qué no era torero él y así yo podría comprarme una bicicleta. Me dio una bofetada.
Torero por necesidad y, al cabo, fraile por vocación. Toma los hábitos dominicos en Caleruega, la cuna de Santo Domingo, martillo de los albigenses, adonde la gente peregrina en demanda de un milagro de fray Juan García (Mondeño). Esto no es lo que él espera y vuelve a los toros.
–No sabía hacer otra cosa. Mi padre me explotaba, mi madre lloraba, mi hermano me robaba y yo rezaba y toreaba.
Torea hasta en Beirut, con Aparicio, el primero al que yo oí que lo de Mondeño en las plazas era lo de Tomás... en guapo. En la galería de la gran verticalidad de España, Tomás sale tieso, y Mondeño, místico: fascinado por la liturgia que, como al monje, hace al torero. Lo apodera una mujer, y un día le compra a una marquesa de Madrid un Rolls-Royce para coche de cuadrilla. Se ve brindando a Soraya (¡la emperatriz, por Dios!), a la duquesa de Alba, a Yul Brynner o a Jean Cocteau. No olvida que en la puerta de cuadrilla de Málaga un aficionado le grita que tiene torcida la raya del peinado. Cañabate le llama “codillero”, y él explica que, simplemente, necesita tener al toro cerca para hacer su toreo. Una tarde torea en El Puerto un festival: ofrecen una copa a los toreros y aparece Juan Belmonte.
–Durante la conversación el maestro preguntó a un médico que había en el grupo si moría en el acto uno si se pegaba un tiro por la sien. El doctor dijo que la muerte más segura era por detrás.
Hoy Mondeño colecciona coches de época y Harleys de culto. No se sabe si vive en California, en París o en Mairena del Aljarafe, entre naranjos y cabezas de toros. Como un dios.