Aquí tenemos a seis millonarios seis, hijos de millonarios, padres de millonarios y futuros abuelos de millonarios, que se dedican a lloriquear como si fuesen eralas de Zalduendo. Que si están arruinados; que si no ganan; que si somos injustos con ellos; que si las subvenciones son pocas subvenciones; que si la gente ya no va a los toros; que si José Tomás es malo, pero bueno; que si Molés televisa, que es bueno, pero monopoliza, que es malo. Sin embargo, la grandeza, el orgullo, el honor de compartir universo con el Toro no se les adivina por ninguna parte, no aparece entre tanta lamentación pecunaria. Son de una mediocridad astifina.
En Hasta el rabo todo es toro
En Hasta el rabo todo es toro