martes, 23 de noviembre de 2010

El Gran Libro de los Hombres


IGNACIO PEYRÓ
Periodista

Alfredo Valenzuela
Abc

Ignacio Peyró ha hecho casi todo en periodismo, desde columnista y editorialista a cronista parlamentario y redactor de cultura, ha traducido la soberbia novela de Louis Auchincloss «El rector de Justin» (Libros del Asteroide), y acaba de publicar «El gran libro de los hombres» (Ciudadela)


—Qué momento para sacar su libro, con las polémicas de Pérez-Reverte y Sánchez Dragó...
—Un momento estupendo. Me alegra que el debate sobre la masculinidad lo protagonicen dos escritores y no dos expedicionarios del Camel Trophy.
—¿Se considera un hombre de su tiempo?
—Bueno, no sé quién dijo que cada tiempo tiene su locura. Yo soy de mi tiempo, aunque intento que con el mínimo de locura posible.
—En su libro dice que la prueba de la condición de caballero consiste en el respeto a quienes nunca nos han de ser de utilidad. ¿Se deduce que caballero es lo contrario de pelota?
—Creo que ha tenido usted una gran intuición en este punto… ¡y no se lo digo por hacerle la pelota!
—Advierte que lo que realmente aprecia una mujer es el arte de la masculinidad, o sea que leyendo su libro se ligará más...
—Importa más ligar bien que ligar mucho. Hay que volver al buen amor.
—Enumere a estas mujeres según las considere de mayor a menor atractivo, María Antonia Iglesias, Bibiana Aido, Cristina Almeida y Pilar Rahola.
—Es posible que con ellas la relación fuera más bien de discrepancia cortés…
—¿A quién le vendrían mejor los consejos de su libro, a Rajoy o a Zapatero?
—Es curioso que mencione la política, porque es algo que en tiempos atrajo a muchos caballeros, de Churchill a Cánovas… Digamos misericordiosamente que esos tiempos ya pasaron. Y también digamos que la mayor caballerosidad de un gobernante es gobernar bien. A partir de ahí, que cada uno juzgue en este caso por su cuenta —por su cuenta corriente, por ejemplo—.
—¿Y Zerolo, podría sacar algún provecho?
—A Zerolo le recomendaría tres tomas del libro al día.
—Se lo digo porque en el capítulo El amante, no habla de los gays, luego su libro será calificado de homófobo...
—Los franceses dicen que siempre somos el snob de alguien. Hoy parece que tenemos que ser, a la fuerza, el homófobo de alguien. Igual dentro de poco nos mandan a la policía del pensamiento...
—¿Ser blanco, heterosexual y risueño le convierte a uno en sospechoso?
—Sobre todo ser risueño. Si se fija, hoy vivimos una cultura de la protesta en que la gente no pide sino que exige, y todos los deseos han de verse convertidos en derechos… Así todo el mundo tiene razones para sentirse agraviado y, por tanto, extremar la protesta. Ante eso, claro, ser risueño es un descaro.
—¿Regalar flores es machista?
—Regalar flores no es machista; sí es machista considerar a la mujer como una especie de florero.
—Vamos, que no es machismo todo lo que reluce...
—Según algunas escuelas, el hombre es machista por naturaleza, y por tanto culpable. Creo que hay que luchar contra esa mala conciencia que nos causa inseguridades a nosotros e infelicidad a los dos sexos. La cortesía es un logro de civilización, fraguado en siglos. Abandonar la cortesía es abandonar la civilización.
—Su guía ofrece consejos sobre cómo asistir a un parto, cómo cambiar pañales o cómo hacerle una trenza a una hija. ¿Da por zanjado el debate sobre la igualdad?
—Es un debate zanjado porque tenemos los mismos derechos y deberes. Me alegra pensar que los padres de hoy pueden disfrutar de estar con sus hijos más que los padres de antes. Como sea, tampoco hay que olvidar que hombres y mujeres somos distintos, cosa que salta a la vista —en algunos casos gloriosamente—.
—Lo cierto es que nadie se atrevería hoy a hacer un libro de consejos para mujeres explicando lo del pañal o la trenza porque se le echaría encima medio departamento de Igualdad.
—Lo que el departamento de Igualdad no va a conseguir es que tantas mujeres dejen de desear el tener hijos, y está muy bien que sea así, al fin y al cabo la maternidad es una maravilla, aunque sólo sea porque nos dice que el vínculo más fuerte y verdadero de la vida, que es el de la madre con el hijo, es un vínculo de amor.
—Dedica un capítulo a la austeridad. ¿Esa virtud es más masculina que femenina?
—Una vez vi en un edificio dos cariátides que simbolizaban la Economía y la Prudencia… Y las dos eran mujeres.
¿Por qué casi nadie habla de hembrismo, cuando se está haciendo tan evidente?
—Quizá es que hay muchos que no puedan hablar de nada, porque están hasta los treinta y tantos, que es cuando termina la adolescencia masculina hoy, jugando a videojuegos en su casa mientras ellas triunfan.
—Tampoco se usa el término masculinismo. ¿Su libro ayudará a que se emplee más?
—¿Y no será mejor terminar con los «ismos»? ¡Mejor masculino que masculinista!