lunes, 8 de noviembre de 2010

Las cosas de Melquiades, el esquilador (XII)



MELQUIADES PROGRESA CON LA DULZAINA

Francisco José Gómez Izquierdo


Después de la fiesta de julio, cualquier vecino del pueblo se hubiera partido la cara por defendernos. Los obreros del Polo de Promoción de Burgos nacidos en Salgüero, subían todos los domingos presionados por sus hijos adolescentes a disfrutar con las pláticas y los progresos en el toque de dulzaina de Melquíades, a practicar idiomas con D. y a enseñar español a Do.. Todos nos dieron su confianza, y hasta Bernardino, un pensionista de otras tierras que trabajó en las minas de San Adrián y que tuvo media docena de hijas dando fama a Salgüero de pueblo de muchas mujeres, hubiera empeñado su palabra por nuestra reputación.

-Melqui, me voy porque en esta tele no caben todos los jugadores. ¿Qué te debo?

-Son cuatro vinos tuyos, dos de Emilio y Bernardo y la cerveza del cartero.

-Yo sólo debo tres míos, porque a los otros me han invitado.


Bernardino perdía la cuenta de los vinos y a los parroquianos que convidaba, pero no nos enfadábamos nunca con él. Muchas de las invitaciones de Bernardino iban a nuestra cuenta, y como no teníamos afán de riquezas nos hacíamos los tontos sin mala sangre. Bernardino torcía el gesto en silencio mirando las carreras de Breitner y Rummenige y no concebía que en un televisor de 20 pulgadas entraran todos los futbolistas del Mundial.

La confianza de los vecinos en sus taberneros era total, y la nuestra en el pueblo quedó retratada en muchas ocasiones, como la que me recuerdan con mucho cariño siempre que voy por allí, en la tarde que vino Serrat a cantar a Burgos. Melquíades llamó a los que habitualmente se recogían los últimos por la noche y les dió la llave:

-Bueno, majos... como Javi y yo queremos ir a ver a Serrat, cerrad vosotros la cantina y dejad la llave debajo de la fuente. Bebed y lavad los vasos. Pagad lo que bebáis y cobraos vosotros mismos. Los extraños que vengan, que beban cerveza o vino, que sabéis lo que vale. Javi os invita a una ronda y yo a dos porque soy mas cojonudo.

Está por demás aclarar que nos dieron todas las cuentas y ni siquiera Bernardino tuvo la tentación de escaquear un tinto en propio beneficio.


Otra vez, un chulito de Villamiel, de esos que por la época iban con camisa y pantalón blancos todo despechugados y seguros de tener a todas las mujeres rendidas a sus pies, se puso flamenco con S., una moza del lugar, secundado por varios colegas de su caletre, con la consiguiente reacción de los paisanos y allegados de la muchacha. Ante la tremenda trifulca que se avecinaba, Melquíades salió a la plaza, y como el gran lidiador que era, se plantó ante el jaquetón y le soltó serio y convincente:

-Mira majo... si quieres dar dos hostias a alguien dámelas a mí. Me matas y te vas tranquilo... pero yo no quiero aquí a la Guardia Civil.

-Tranqui, Melqui, tío....ya nos vamos... ya nos vamos...

Como se pueden imaginar, ante tales soluciones no podía haber problemas, y cuando 1982 fue declinando y Melquíades anunció su marcha a Francia junto a D., un viento triste sacudió el corazón de toda aquella gente.
Nos fuimos entre lágrimas de mucha estimación, y cada vez que posteriormente, tanto Melquíades como un servidor, visitábamos como clientes nuestra cantina, no había modo de salir de ella, enterrados en convidadas. Por narices debíamos quedarnos a comer o cenar en casa de la Aurelia, la Marcelina, la Arurora, la Eli... Llevo tres o cuatro años sin pisar Salgüero. Melquíades no falla ninguno. El pueblo y sus rebaños le esperan ansiosos.

Mina de San Adrián de Juarros

Introducción
Capítulo I. La fiesta de Melqui
Capítulo II. ¿Son las ovejas más tontas que las personas? Video
Capítulo III. "Segovianos, segovianos, / somos gente cocinera..."
Capítulo IV. "Soy Javier Rupérez y me acaban de liberar"
Capítulo V. Cuando volvió a Burgos a mirar 'lo de la mili' lo hizo vestido de juglar
Capítulo VI. "El Melqui es un rejoío. ¡Cómo guisa el recondenao!"
Capítulo VII. Melquiades, enamorado
Capítulo VIII. Melquiades en el nido del cuco feminista
Capítulo IX. Cocinando y en la procesión
Capítulo X. Dejad que los niños se acerquen a esquilar
Capítulo XI. Tres mil duros y un cordero al ganador de los bolos