Durante toda la primera parte del concierto de Angela Denoke en el Teatro Real hubo protestas del público. Dos fueron las razones.
Gerard Mortier, en su desmedido afán de protagonismo -también se anunciaba su libro en el programa de mano del teatro-, quiso presentar espectáculo y artista sentado en unos butacones y frente a una mesita con una cubitera con cava -¿o sería champagne? ¿Quizás atrezzo? El caso es que empezó a hablar en su media lengua española y apenas se oía en los pisos altos. "Muy mal, muy mal" gritó parte del público desde las alturas. "No se oye", siguieron. Pero Mortier no sabía lo que estaba pasando porque no les entendía. Denoke y Mortier se miraban sin saber qué hacer. "¿No querer dejar mi hablar poquito?" preguntaba el belga, y seguían las protestas...
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Gerard Mortier, en su desmedido afán de protagonismo -también se anunciaba su libro en el programa de mano del teatro-, quiso presentar espectáculo y artista sentado en unos butacones y frente a una mesita con una cubitera con cava -¿o sería champagne? ¿Quizás atrezzo? El caso es que empezó a hablar en su media lengua española y apenas se oía en los pisos altos. "Muy mal, muy mal" gritó parte del público desde las alturas. "No se oye", siguieron. Pero Mortier no sabía lo que estaba pasando porque no les entendía. Denoke y Mortier se miraban sin saber qué hacer. "¿No querer dejar mi hablar poquito?" preguntaba el belga, y seguían las protestas...
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