Jorge Bustos
El bucle del mito pop
La cultura pop es un sucedáneo de la alta cultura. Cuando la masa se rebeló y tomó el control -según el lúcido dictamen de Ortega-, descubrió que no era tan sencillo deleitarse con la ópera, puesto que exige una maduración previa de las papilas gustativas de la estética. Y como no entendían nada, entonces las masas inventaron una cultura pop (popular), una cultura a su medida, porque sin cultura no se puede vivir. Por supuesto, baja cultura había en tiempos de Shakespeare, y el propio Shakespeare disfrutaba también con las canciones tabernarias. A todos nos gustan los Beatles, y con razón. Con más razón aún Bob Dylan, por citar a alguien capaz a veces de lograr con los medios de masas los efectos de la élite. Pero el público que se emocionaba con los dramas shakesperianos estaba formado, aparte de por aristócratas, por hosteleros y costureras. Y no imponían en los escenarios el género de la canción tabernaria, sino que aceptaba el magisterio del literato, y acababa ilustrándose. Esto es lo que ha cambiado. No que haya cultura popular, sino que nadie la distinga de la otra y que a nadie le interese hacerlo. Y el que acierta a sugerir algún criterio de canonicidad distinto del mercado, no tiene ningún crédito.
La estúpida victoria de Warhol consistió en sacralizar lo banal, que es la función propia de la publicidad, o sea, el reverso exacto del arte genuino. Por supuesto, Warhol no fue ningún estúpido, puesto que se hizo inmensamente rico. Pero a su público, al ser ya masa, le bastaba con una alfabetización exigua para admirar cosa tan facilona, y el público, necio de suyo, encumbró al personaje e instituyó el modelo para otros visionarios con su cohorte de necedad asombrada. Hay mil casos iguales en el siglo XX.
Antes, mal que bien, los ignaros hacían un esfuerzo por acercarse al arte; ahora, el arte se ha acercado tanto a los ignaros que ellos mismos se han hecho artistas. De ahí viene la generalización casi siempre certera de que lo comercial es basura. Libro que vende mucho, malo; canción que se oye mucho, mala. ¿Por qué? Porque la mayoría de los compradores no ha estudiado en Harvard. Esto no es así siempre, y hay honrosas excepciones: precisamente porque hay autodidactas de clase media.
El bucle del mito pop
La cultura pop es un sucedáneo de la alta cultura. Cuando la masa se rebeló y tomó el control -según el lúcido dictamen de Ortega-, descubrió que no era tan sencillo deleitarse con la ópera, puesto que exige una maduración previa de las papilas gustativas de la estética. Y como no entendían nada, entonces las masas inventaron una cultura pop (popular), una cultura a su medida, porque sin cultura no se puede vivir. Por supuesto, baja cultura había en tiempos de Shakespeare, y el propio Shakespeare disfrutaba también con las canciones tabernarias. A todos nos gustan los Beatles, y con razón. Con más razón aún Bob Dylan, por citar a alguien capaz a veces de lograr con los medios de masas los efectos de la élite. Pero el público que se emocionaba con los dramas shakesperianos estaba formado, aparte de por aristócratas, por hosteleros y costureras. Y no imponían en los escenarios el género de la canción tabernaria, sino que aceptaba el magisterio del literato, y acababa ilustrándose. Esto es lo que ha cambiado. No que haya cultura popular, sino que nadie la distinga de la otra y que a nadie le interese hacerlo. Y el que acierta a sugerir algún criterio de canonicidad distinto del mercado, no tiene ningún crédito.
La estúpida victoria de Warhol consistió en sacralizar lo banal, que es la función propia de la publicidad, o sea, el reverso exacto del arte genuino. Por supuesto, Warhol no fue ningún estúpido, puesto que se hizo inmensamente rico. Pero a su público, al ser ya masa, le bastaba con una alfabetización exigua para admirar cosa tan facilona, y el público, necio de suyo, encumbró al personaje e instituyó el modelo para otros visionarios con su cohorte de necedad asombrada. Hay mil casos iguales en el siglo XX.
Antes, mal que bien, los ignaros hacían un esfuerzo por acercarse al arte; ahora, el arte se ha acercado tanto a los ignaros que ellos mismos se han hecho artistas. De ahí viene la generalización casi siempre certera de que lo comercial es basura. Libro que vende mucho, malo; canción que se oye mucho, mala. ¿Por qué? Porque la mayoría de los compradores no ha estudiado en Harvard. Esto no es así siempre, y hay honrosas excepciones: precisamente porque hay autodidactas de clase media.