José Ramón Márquez
El otro día cuando bajábamos andando desde Cahecho hasta Ojedo, en Santander, al pasar por Casillas, nos encontramos con un gallinero en el que estaban tan tranquilos unos pollos picoteando el suelo, como acostumbran.
Pensé que mucha gente contemporánea, de ésa que frecuenta restaurantes de diseño y compra esos absurdos productos ‘gourmet’, pasto de oficinistas, quizás no habrá visto un pollo en su vida, que muchos de esos creerán que el pollo nace en una bandejita blanca protegida por un film de plástico y que el color de la carne de ese animal va del blanco desvaído al amarillo rabioso, que es lo que ven como pollo en los supermercados.
Yo creo que el pollo, junto a la leche, los huevos y el tomate, componen las dos parejas de alimentos que más han sido pervertidos por la producción masiva. El insulso tomate de Madrid, todos igualitos con su piel más dura que la del melón; la leche de caja, con su incomprensible sabor a no sé qué, que no es sabor de la leche; los huevos todos igualitos y con unas letras estampadas en la cáscara, y el pollo con su textura industrial que va de lo baboso a lo insulso, son los cuatro alimentos cuyo sabor ya sólo es dado disfrutar a las gentes que viven en el medio rural.
Pos supuesto estoy convencido de que los pollos del gallinero de Casillas no tendrán trazabilidad; no me cabe duda de que el que cría estos pollos carecerá del carnet de manipulador de alimentos; estoy convencido de que la instalación en la que habitan estos pollos -con su puerta y su ventana de personas- no cumplirá la normativa sobre confort animal, pero estos pollos, a diferencia de los que cumplen escrupulosamente todas las normativas europeas, nacionales, autonómicas, municipales y del barrio, saben a pollo, porque estos, casualmente, son pollos criados como pollos y alimentados como pollos y afortunadamente están fuera de toda normativa. Son tan distintos de los que venden en los supermercados como una oveja y un ternero, no es necesario que los certifique AENOR, porque sólo con verlos se sabe que son sanos y suculentos, con esos orgullosos muslos pimpantes, que diría el Poeta Verdadero, y que ya los querrían para sí esas tías que en la TV te venden como canon de belleza.
Entonces, en homenaje a los orgullosos pollos de Casillas, daremos a continuación la receta del pollo en pepitoria.
*1 pollo de grandes muslos pimpantes partido en trozos grandes.
* 1 cebolla grande.
* 2 dientes de ajo.
* Pimienta en grano.
* Azafrán.
* Perejil.
* Vino blanco.
* Almendras crudas.
* 2 huevos.
* Harina.
* Sal.
Se pasan los trozos de pollo por harina y se van friendo y reservando. Se retira un poco de aceite y se fríe la cebolla picada muy menuda y un diente de ajo también muy picado. Cuando está la cebolla pochada, se añade media cucharada de harina y se fríe también. En el mortero se machacan con un poco de sal las hebras de azafrán, los granos de pimienta y el otro diente de ajo, se disuelve con vino blanco y se añade a la cazuela. Se deja que dé un hervor y se añaden los trozos de pollo que habíamos reservado, se rehoga un poco todo junto y se añaden uno o dos vasos de agua. Mientras tanto se han cocido los huevos. Se separa la clara de la yema, la yema se machaca en el mortero y se echa al guiso, así como un puñado de almendras también machacadas. Se cuece hasta que el pollo está hecho y se sirve con la clara picada echada por encima. Si apetece se pueden freír unas patatas como guarnición.
El otro día cuando bajábamos andando desde Cahecho hasta Ojedo, en Santander, al pasar por Casillas, nos encontramos con un gallinero en el que estaban tan tranquilos unos pollos picoteando el suelo, como acostumbran.
Pensé que mucha gente contemporánea, de ésa que frecuenta restaurantes de diseño y compra esos absurdos productos ‘gourmet’, pasto de oficinistas, quizás no habrá visto un pollo en su vida, que muchos de esos creerán que el pollo nace en una bandejita blanca protegida por un film de plástico y que el color de la carne de ese animal va del blanco desvaído al amarillo rabioso, que es lo que ven como pollo en los supermercados.
Yo creo que el pollo, junto a la leche, los huevos y el tomate, componen las dos parejas de alimentos que más han sido pervertidos por la producción masiva. El insulso tomate de Madrid, todos igualitos con su piel más dura que la del melón; la leche de caja, con su incomprensible sabor a no sé qué, que no es sabor de la leche; los huevos todos igualitos y con unas letras estampadas en la cáscara, y el pollo con su textura industrial que va de lo baboso a lo insulso, son los cuatro alimentos cuyo sabor ya sólo es dado disfrutar a las gentes que viven en el medio rural.
Pos supuesto estoy convencido de que los pollos del gallinero de Casillas no tendrán trazabilidad; no me cabe duda de que el que cría estos pollos carecerá del carnet de manipulador de alimentos; estoy convencido de que la instalación en la que habitan estos pollos -con su puerta y su ventana de personas- no cumplirá la normativa sobre confort animal, pero estos pollos, a diferencia de los que cumplen escrupulosamente todas las normativas europeas, nacionales, autonómicas, municipales y del barrio, saben a pollo, porque estos, casualmente, son pollos criados como pollos y alimentados como pollos y afortunadamente están fuera de toda normativa. Son tan distintos de los que venden en los supermercados como una oveja y un ternero, no es necesario que los certifique AENOR, porque sólo con verlos se sabe que son sanos y suculentos, con esos orgullosos muslos pimpantes, que diría el Poeta Verdadero, y que ya los querrían para sí esas tías que en la TV te venden como canon de belleza.
Entonces, en homenaje a los orgullosos pollos de Casillas, daremos a continuación la receta del pollo en pepitoria.
*1 pollo de grandes muslos pimpantes partido en trozos grandes.
* 1 cebolla grande.
* 2 dientes de ajo.
* Pimienta en grano.
* Azafrán.
* Perejil.
* Vino blanco.
* Almendras crudas.
* 2 huevos.
* Harina.
* Sal.
Se pasan los trozos de pollo por harina y se van friendo y reservando. Se retira un poco de aceite y se fríe la cebolla picada muy menuda y un diente de ajo también muy picado. Cuando está la cebolla pochada, se añade media cucharada de harina y se fríe también. En el mortero se machacan con un poco de sal las hebras de azafrán, los granos de pimienta y el otro diente de ajo, se disuelve con vino blanco y se añade a la cazuela. Se deja que dé un hervor y se añaden los trozos de pollo que habíamos reservado, se rehoga un poco todo junto y se añaden uno o dos vasos de agua. Mientras tanto se han cocido los huevos. Se separa la clara de la yema, la yema se machaca en el mortero y se echa al guiso, así como un puñado de almendras también machacadas. Se cuece hasta que el pollo está hecho y se sirve con la clara picada echada por encima. Si apetece se pueden freír unas patatas como guarnición.