¡Hala! Vamos por partes con lo de El Puerto, que el que no ha visto toros ahí, no sabe lo que es un día de toros. Lo primero, los toros. Les llaman Toros de Parladé como les podían llamar Toros de la Caca. Llevan el hierro de Parladé, el circulito con sus rayitas que apuntan hacia adentro, llevan la antigüedad de Parladé, que es de 1914, pero son malditos juampedro, una franquicia que ha abierto el tío en Portugal, en el Alentejo, para criar la misma porquería que cría en España; el tío más antitaurino que existe en la península ibérica, criador de subproductos que apenas tienen que ver con el toro. Y para hacer un chiste macabro, los de al Unión de Criadores escriben que esta basura de (pseudo)Parladé ‘puede decirse que sigue siendo pura Vistahermosa-Parladé’, que si lo leen esto los del siglo pasado, directamente se agarran las navajas y le cortan el gaznate al que lo ha escrito y al ganadero que lo tolera.
El primero se llamaba ‘Amor’, que con eso ya lo digo todo. Para no aburrir, que el tiempo es breve, digamos que El Cid estuvo como siempre. Hizo un toreo muy técnico, muy de verdad, atacando al toro y toreando por delante, con esa muñeca prodigiosa que Dios le ha dado y con ese sentido del toreo que nos encanta. A su segundo lo recibió de lejos con la muleta, en el centro del anillo, el toro se para y el torero eleva un poco el engaño para encelarle, el toro sigue y le vacía en un soberbio derechazo ligado con otro y con otro y con uno por alto. Toreo sin más. Ejecución clásica de las suertes y toreo de verdad hacia adelante, sin renunciar a la posición. Siempre bien colocado y con planteamiento de faena inteligible. Sin alharacas, pero toreo del bueno, para quien lo entienda.
Y luego, lo demás. Manzanares sigue haciendo el toreo de fruslería que reposa sobre su figura. Cualquier mantazo que dé es jaleado como bueno porque éste compone de maravilla, pero siempre queda la diferencia entre torear y dar pases. Manzanares da muchos pases, da muchísimos pases, pero casi ninguno con fundamento taurómaco. Manzanares siempre cede la posición y le cuesta muchos pasos recuperarla. A veces liga tres muletazos toreando hacia atrás y la gente le aplaude. Quizás esté cambiando el gusto y seamos unos anquilosados en un viejo paradigma los que eso no nos gusta, pero juro por mis niños que esto no es torear, por más orejas que le den. Lo mejor de Manzanares es con el capote en su segundo: el toro se emplaza en los medios y el torero va a buscarle, le provoca la embestida y en tres lances le va perdiendo pasos y enseñándole a embestir hasta que lo lleva a la segunda raya de los picadores, donde se planta y le arrea dos verónicas soberbias. A partir de ahí, todo a menos. Le dieron las orejas, como le podían haber dado un Bob Esponja de la feria. No hubo toreo alguno.
Lo de Perera es crónico. El pobre aburre a las ovejas. Ni quiero hacer bromas de él ni de sus tediosos pases circulares invertidos ni de su tauromaquia (?) insulsa de chalet adosado. Llevaba el mismo vestido verde del otro día en Villarrubia de los Ojos y lo que se dijo de él aquel día vale para hoy, de la cruz al punto.
Al final, a Manzanares lo sacaron a hombros entre Simón, el que vende el Aplausos, y otros dos, y además los enanitos de El Chino Torero, que toreaban allí mismo a las once de la noche, le hicieron el pasillo triunfal hacia la puerta grande.