José Ramón Márquez
Ahora mismo acabo de terminar de echar una ojeada a los suplementos esos tan previsibles que incluyen en los periódicos con motivo de la feria de San Isidro.
El Abc titula, sobriamente, “San Isidro 2010”. El Mundo, esperanzadamente, “Esperando a Morante”. La Razón, ingeniosamente, “San Isidro 2010, el planeta de los toros”. El País hace tiempo que dejó de interesarse por los toros.
Cada uno da la matraca con sus cosillas, como es natural. Sin embargo, de entre tanto papel, me han llamado la atención tres cosas.
Por un lado el artículo de Andrés Amorós en el que plantea, como muchos nos planteamos, si acaso San Isidro es un campeonato mundial o más bien una feria de la oportunidad. Imaginemos un campeonato de liga en el que el Real Madrid no quisiese jugar con el Barcelona, pongo por caso, y sólo quisiese verse anunciado con el Jerez. Imaginemos un campeonato de tenis en el que Federer se negase a competir con Nadal. Imaginemos un campeonato de Fórmula 1 en el que no se hiciese lo imposible porque Ferrari estuviese en esa competición. No sé, espero que sean buenos esos ejemplos que he sacado de la culturilla general, porque odio el deporte, pero ilustran bien la demencia en la que viven los toros como espectáculo.
La segunda, en El Mundo, una ‘carta’ de una tal Carmen Rigalt al pobre Cayetano en la que no se pueden decir más sandeces faltas de ingenio en un estilo de redacción de bachiller entre pijo-gracioso y tontiloco. Suspenso en Selectividad.
La tercera, en Abc, es la foto de Toribio sonriendo orgulloso con un plato de rabo en su mano izquierda, la de los billetes. Parece que fuese un escapulario para detener la ‘Operación Rabo en Las Ventas’, como diciendo que los rabos donde deben estar es en los platos de Toribio, que es su legítimo propietario.
Ahora mismo acabo de terminar de echar una ojeada a los suplementos esos tan previsibles que incluyen en los periódicos con motivo de la feria de San Isidro.
El Abc titula, sobriamente, “San Isidro 2010”. El Mundo, esperanzadamente, “Esperando a Morante”. La Razón, ingeniosamente, “San Isidro 2010, el planeta de los toros”. El País hace tiempo que dejó de interesarse por los toros.
Cada uno da la matraca con sus cosillas, como es natural. Sin embargo, de entre tanto papel, me han llamado la atención tres cosas.
Por un lado el artículo de Andrés Amorós en el que plantea, como muchos nos planteamos, si acaso San Isidro es un campeonato mundial o más bien una feria de la oportunidad. Imaginemos un campeonato de liga en el que el Real Madrid no quisiese jugar con el Barcelona, pongo por caso, y sólo quisiese verse anunciado con el Jerez. Imaginemos un campeonato de tenis en el que Federer se negase a competir con Nadal. Imaginemos un campeonato de Fórmula 1 en el que no se hiciese lo imposible porque Ferrari estuviese en esa competición. No sé, espero que sean buenos esos ejemplos que he sacado de la culturilla general, porque odio el deporte, pero ilustran bien la demencia en la que viven los toros como espectáculo.
La segunda, en El Mundo, una ‘carta’ de una tal Carmen Rigalt al pobre Cayetano en la que no se pueden decir más sandeces faltas de ingenio en un estilo de redacción de bachiller entre pijo-gracioso y tontiloco. Suspenso en Selectividad.
La tercera, en Abc, es la foto de Toribio sonriendo orgulloso con un plato de rabo en su mano izquierda, la de los billetes. Parece que fuese un escapulario para detener la ‘Operación Rabo en Las Ventas’, como diciendo que los rabos donde deben estar es en los platos de Toribio, que es su legítimo propietario.