José Ramón Márquez
¿Toros? ¿Eso eran toros? Ponía en el papel que eran seis toros de Javier Pérez Tabernero y de procedencia Atanasio. ¿Atanasio por qué parte? Yo ni vi toros ni vi Atanasio ni vi nada, que empezaron a salir sobreros y eran las ocho menos cinco cuando salía del chiquero el segundo de la tarde que, por cierto, si llega a estar con el caballo el tiempo que estuvo el del Conde de Mayalde y haciendo lo mismo, pero con el hierro de Adolfo Martín, se llevan al ganadero a hombros hasta Casa Patas a invitarle a unos vinos.
Por mi parte, una corrida sin maldita gracia. Y, sin embargo, siempre salta la liebre en forma de dos toros extraordinarios para el torero, de los cuales uno, como es natural, le tocó a Fundi y el otro, para hacer ver la universalidad de los enunciados del principio de Peter, le tocó a Bolívar.
De Fundi diremos lo primero que llevamos viéndole desde su presentación de novillero en Las Ventas, que vimos su alternativa, que vivimos la época del desplante al 7 -¡Fundi, malo!-, y que, pese a tantas tardes, de su larga y dilatada carrera creo que lo único reseñable es su antigua facilidad para matar -ya perdida- y las corridas tan duras a las que se ha enfrentado. Por lo demás, nunca me ha gustado su estilo tan basto y menos aún el papel éste que ha tomado en el ocaso de su carrera como telonero que no molesta en las galas de José Tomás. Creo que es torero bastante amortizado y muy visto, aunque en los últimos tiempos, vaya usted a saber por qué, se ha puesto de moda entre los revistosos del puchero la jaculatoria ‘Maestro Fundi’ para referirse a él. Si ellos lo dicen, por algo será.
De Bolívar digo lo mismo que el otro día aquí mismo, y añadiré una pequeña precisión que es importante: cuando hoy se ha puesto a torear por fuera, a base de suerte descargada, pico de la muleta, telonazos y mantazos a su primero, toro que no se paraba, la gente, la talanquera que se cree que torear es hacer que el toro ande dando carreritas alrededor del torero, bramaba de gusto. Pienso que la diferencia entre éste y July, haciendo lo mismo, es que el segundo habría sabido mantener la intensidad de las carreritas, llevando al paroxismo al público, y el pobre Bolívar dejó que la faena se le fuese como lágrimas en la lluvia. Creo que eso debe ser lo de estar importante.
He dejado al final a Sergio Aguilar porque me ha gustado su disposición con sus dos toros, tratando de hacer las cosas bien en faenas de altibajos y de gran intensidad que han estado a punto de hacerse grandes. Su primero era un toro que en seguida se orientó y, tras un revolcón, el torero volvió al sitio en el que se hace el toreo bueno a despecho de las aviesas intenciones del de negro. En su segundo reiteró su disposición, buscando el sitio de nuevo, trazando algunos muletazos de gran calidad y recetándole al toro una estocada algo rápida de ejecución, pero bien colocada.
Hemos tenido la ocasión hoy, por fin, de vol ver a ver lo que buscamos en los toros cada día. Junto a las tardes de Rafaelillo y de El Cid, cada cuál en su estilo, hoy hemos visto por tercera vez en la feria a un hombre intentar con mejor o peor fortuna el toreo, el bueno, el de verdad, frente a la fácil tentación de hacer el monigote, como hacen casi todos, casi todas las tardes. Al menos, Sergio Aguilar ha dicho esta tarde: ¡Miradme, aquí estoy!