miércoles, 26 de mayo de 2010

De ratones, loros y potros


Jorge Bustos

Prestigiosos neuropsiquiatras -cualquier cosa que este sintagma signifique- han descubierto el gen de la monogamia, que porta el sugestivo título de vasopresina. Se han puesto a medirle la vasopresina a los ratones, que es a quienes se suele putear en estos casos, y han descubierto que los ratones de pradera tienen larga la vasopresina y son por tanto fieles como un portavoz a su grupo parlamentario, en tanto que los ratones de montaña exhiben una ringlera más corta de vasopresina, y en consecuencia son promiscuos como un partido nacionalista. O sea que el tamaño sí importa, y para este viaje no hacían falta tantas alforjas neuropsiquiátricas. El caso se presta, sin embargo, a la analogía gubernamental, en la que Zapatero figuraría como ratón de pradera al que han acortado unos científicos europeos la vasopresina económica y por consiguiente ha mutado en roedor montaraz y arriscado, capaz de roerle la hierba a funcionarios, pensionistas y dependientes, para quienes no hace mucho ejercía de solícita mascota. Él sigue girando en la rueda auxiliadora de los sindicatos, cierto, y en lo de arañar a los contribuyentes medios tampoco se aprecia la metamorfosis, pero hoy ni los de la pradera ni los de la montaña podemos asegurar que éste sea nuestro ratón. Tirando de bestiario topamos con la cacatúa Garzón, por el timbre de su voz tanto como por el fulgor níveo de ese tupé que hoy tratan de manchurrear los franquistas del Supremo, al decir de nuestra tercera analogía animal: el palafrén Bono. Los cascos de Bono retumban en las paredes de cualquiera de sus infinitos inmuebles, pero la Fiscalía ensordece a tal eco mientras aguza el oído para captar el ala aleve del leve Milano de Camps, con la anuencia de ese mismo Supremo que encabrita a Bono. Un zoo, oigan.