José Ramón Márquez
El jueves 1 de mayo de 1969 se dio en Burgos una novillada de Antonio Honorato Jordán, de Sevilla, para Paco García, Julián García y Curro Vázquez. En esa corrida, Curro Vázquez fue el triunfador indiscutible de la tarde con dos faenas de calidad y mando que le valieron orejas y rabo y vuelta al ruedo. Esa desapacible tarde, Curro fue también testigo de un prodigio cuando Julián García tomó una pequeña silla de enea y, dirigiéndose al novillo, la colocó en el suelo para usarla como reclinatorio. El valiente Julián (¡Julián el Bueno!) se puso de hinojos en la sillita y, ante la estupefacción de los pocos espectadores que asistían a la corrida, citó al novillo para darle unos muletazos desde tan incómoda posición, que fueron jaleados, y luego continuó, ya sin silla, pero también de rodillas.
Igual que le pasó a Aureliano Buendía con el hielo, cuando las huestes de Morante estaban dándole vueltas a cómo conjurar la penosa actuación del ídolo en Madrid, a Curro se le vino a la memoria aquella lejana tarde de novillos de eliminando lo anterior*, aquella tarde de su triunfo burgalés, y en vez de animar al torero en el sentido de su toreo de aquella tarde lluviosa y primaveral en la ciudad sin primavera ni verano, de aquel toreo de mando, torería y calidad, echó mano del recuerdo tantos años dormido y le propuso a su pupilo:
-José Antonio, agarra una silla, que eso gusta.
Y en ese triste e inconveniente consejo de tirar por lo fácil, de echar pan a los patos y miguitas a las palomas, se contiene netamente retratada la última de las múltiples renuncias del Tío Jindama.
*La ganadería venía de Prieto de la Cal, pero Antonio Honorato, ‘eliminando lo anterior’, fue aquejado muy prematuramente de la juampedritis. En la actualidad esta ganadería se llama Ángel y Juan Antonio Sampedro y mantiene su encaste puro de Juan Pedro Domecq.
El jueves 1 de mayo de 1969 se dio en Burgos una novillada de Antonio Honorato Jordán, de Sevilla, para Paco García, Julián García y Curro Vázquez. En esa corrida, Curro Vázquez fue el triunfador indiscutible de la tarde con dos faenas de calidad y mando que le valieron orejas y rabo y vuelta al ruedo. Esa desapacible tarde, Curro fue también testigo de un prodigio cuando Julián García tomó una pequeña silla de enea y, dirigiéndose al novillo, la colocó en el suelo para usarla como reclinatorio. El valiente Julián (¡Julián el Bueno!) se puso de hinojos en la sillita y, ante la estupefacción de los pocos espectadores que asistían a la corrida, citó al novillo para darle unos muletazos desde tan incómoda posición, que fueron jaleados, y luego continuó, ya sin silla, pero también de rodillas.
Igual que le pasó a Aureliano Buendía con el hielo, cuando las huestes de Morante estaban dándole vueltas a cómo conjurar la penosa actuación del ídolo en Madrid, a Curro se le vino a la memoria aquella lejana tarde de novillos de eliminando lo anterior*, aquella tarde de su triunfo burgalés, y en vez de animar al torero en el sentido de su toreo de aquella tarde lluviosa y primaveral en la ciudad sin primavera ni verano, de aquel toreo de mando, torería y calidad, echó mano del recuerdo tantos años dormido y le propuso a su pupilo:
-José Antonio, agarra una silla, que eso gusta.
Y en ese triste e inconveniente consejo de tirar por lo fácil, de echar pan a los patos y miguitas a las palomas, se contiene netamente retratada la última de las múltiples renuncias del Tío Jindama.
*La ganadería venía de Prieto de la Cal, pero Antonio Honorato, ‘eliminando lo anterior’, fue aquejado muy prematuramente de la juampedritis. En la actualidad esta ganadería se llama Ángel y Juan Antonio Sampedro y mantiene su encaste puro de Juan Pedro Domecq.
Calle de Alcalá, Madrid
(Junto a la Plaza de Toros, para que no tengan que andar
mucho las cuadrillas)
(Junto a la Plaza de Toros, para que no tengan que andar
mucho las cuadrillas)