Jorge Bustos
Los hombres se obsesionan con aquello que sienten vedado. Los izquierdistas con el dinero, los ateos con Dios, los monfloritas emparejados con la Iglesia, los reprimidos con el sexo, los nuevos ricos con el arte, los políticos con la libertad de expresión, las feministas con los varones, los intelectuales con el poder, y así. Por esa razón espumean hoy los belfos de la izquierda periodística ante la pederastia de los curas. ¡Qué clamor de santa indignación, oigan, viniendo de los mismos que cobijan anuncios sicalípticos en sus páginas! De pronto, cualquier fan de Manu Chao se vuelve un experto en Derecho Canónico, capaz de refutarle un punto de la teodicea a Hans Urs von Balthasar. El editorialista de progreso es el heredero laico de Savonarola y exige excomuniones masivas al Papa.
El Papa ha hecho lo que tenía que hacer, pero el editorialista de progreso, sin dejar de reivindicar su ateísmo desaforado, invocará una bula tridentina, un silogismo tomista o una instrucción postconciliar para justificar la imposición de un castigo más ortodoxo a los pecadores. Incluso han acusado a la jerarquía eclesiástica de no mandar a la cárcel a los curas pederastas. ¿Pero no habíamos quedado en que la abolición de la Inquisición fue algo deseable, y que la pena carcelaria compete administrarla a la justicia secular? ¿Habrá entonces que restituir las funciones del santo tribunal para dar gusto a nuestra izquierda?
Decía Foxá que el español está condenado a ir detrás de un cura, bien con el cirio, bien con el garrote. Este caso quien mejor lo ha explicado ha sido Arcadi Espada, nada sospechoso de beatería: si un profesor de kárate viola a un alumno, nadie exigirá una contrita rueda de prensa al presidente de la federación española de karatekas. A los presbíteros infectos, que Dios los perdone y en el trullo se pudran. En cuanto a la izquierda obsesionada, en expresión de Blanco aplicada a Mayor, no es más que mono de ser Papa. ¡Ah, lo que daría un progre por dar un mitin bajo el baldaquino de Bernini!
Los hombres se obsesionan con aquello que sienten vedado. Los izquierdistas con el dinero, los ateos con Dios, los monfloritas emparejados con la Iglesia, los reprimidos con el sexo, los nuevos ricos con el arte, los políticos con la libertad de expresión, las feministas con los varones, los intelectuales con el poder, y así. Por esa razón espumean hoy los belfos de la izquierda periodística ante la pederastia de los curas. ¡Qué clamor de santa indignación, oigan, viniendo de los mismos que cobijan anuncios sicalípticos en sus páginas! De pronto, cualquier fan de Manu Chao se vuelve un experto en Derecho Canónico, capaz de refutarle un punto de la teodicea a Hans Urs von Balthasar. El editorialista de progreso es el heredero laico de Savonarola y exige excomuniones masivas al Papa.
El Papa ha hecho lo que tenía que hacer, pero el editorialista de progreso, sin dejar de reivindicar su ateísmo desaforado, invocará una bula tridentina, un silogismo tomista o una instrucción postconciliar para justificar la imposición de un castigo más ortodoxo a los pecadores. Incluso han acusado a la jerarquía eclesiástica de no mandar a la cárcel a los curas pederastas. ¿Pero no habíamos quedado en que la abolición de la Inquisición fue algo deseable, y que la pena carcelaria compete administrarla a la justicia secular? ¿Habrá entonces que restituir las funciones del santo tribunal para dar gusto a nuestra izquierda?
Decía Foxá que el español está condenado a ir detrás de un cura, bien con el cirio, bien con el garrote. Este caso quien mejor lo ha explicado ha sido Arcadi Espada, nada sospechoso de beatería: si un profesor de kárate viola a un alumno, nadie exigirá una contrita rueda de prensa al presidente de la federación española de karatekas. A los presbíteros infectos, que Dios los perdone y en el trullo se pudran. En cuanto a la izquierda obsesionada, en expresión de Blanco aplicada a Mayor, no es más que mono de ser Papa. ¡Ah, lo que daría un progre por dar un mitin bajo el baldaquino de Bernini!
(La Gaceta)