MARINERO BURKE vs. WILLIE LEWIS
13 de Agosto de 1909
13 de Agosto de 1909
Nat Fleischer
El viernes trece fue realmente un día de mala suerte para el Marinero Burke. Ese día de agosto de 1909 se enfrentó a Willie Lewis en el Fairmont Club de Nueva York, propiedad de Billy Gibson, que más tarde sería el manager de Benny Leonard y de Gene Tunney. En una pelea tan escalofriante como la más terrible que se hubiera dado en la época de los clubes, el Marinero fue derrotado en el sexto asalto. Pero desde el principio hasta el final fue una batalla que podía haberla ganado cualquiera de los dos. Ambos llevaban dinamita en sus guantes; Lewis fue al piso tres veces, y Burke otras tantas. La tercera caída de Burke fue la última.
Esta pelea quedó inscrita en los anales del ring no sólo por la brutalidad que la caracterizó de principio a fin, sino también por haberse producido en ella una doble caída, cosa rarísima que sólo se ve una vez en la vida.
Poco después que el árbitro Billy John llamó a los contendientes al centro del ring, Burke soltó una derecha que cogió a Lewis detrás de la oreja izquierda, derribándolo. No hubo una sola pausa en todo ese asalto. No hubo el menor asomo de ciencia, aunque Willie era tan artista como pegador.
En el segundo asalto, Willie hizo diana con un gancho de izquierda a la oreja y el Marinero dio bandazos como un barco en la tormenta, fue al clinch y se agarró cual si de ello dependiera su vida, mientras el árbitro trataba de separarlos. Lewis se alejó bailando, hizo una finta y desembarcó un golpe demoledor en la mandíbula. El Marinero cayó de espaldas con las piernas en alto y rodó sobre un costado. Se levantó a la cuenta de ocho. Willie se lanzó a rematar, pero Burke lo asió por la cintura y no lo soltó hasta que los separaron.
Cuando sonó la campana, el mareado Burke se dirigió a la esquina de Lewis, le estrechó la mano y ante el asombro de los presentes le dijo:
-Ha sido una gran pelea. Espero que pronto volvamos a vernos.
Los segundos de Burke corrieron hacia él y lo arrastraron a su esquina. Se dio la explicación de que no se había recobrado de su caída y creía que la campanada que ponía fin al asalto era el final de la pelea.
Al comenzar el tercer asalto, Burke resbaló y cayó, pero saltó en seguida sobre sus pies. Hizo blanco con un gancho a la mandíbula de Willie, poniendo de pie a la multitud con gritos y vítores. Arremetió de nuevo con una derecha a la quijada. Lewis se tambaleó y se recostó en las sogas bajando la guardia. Siguió a esto una lluvia de izquierdas y derechas del Marinero, hasta que Lewis ladeó la cabeza y recibió uno detrás de la oreja que lo llevó al piso. Parecía hombre muerto. Los fanáticos vociferaban, y muchos se subieron sobre sus sillas. Los segundos de Lewis le rociaron agua, contraviniendo el reglamento, y a la cuenta de seis, Willie se incorporó sobre una rodilla. A la cuenta de nueve, ya estaba de nuevo en pie y en plan de pelea.
Sin hacer la menor pausa, fue sobre Burke y lo acribilló con una lluvia de zarpazos al cuerpo. Cambiaban golpes sin moverse del sitio, cuando Lewis desembarcó una derecha que dio en la quijada de Burke en el mismo instante en que Burke asestaba un golpe brutal. Ambos cayeron a la vez. El estruendo que se produjo en aquel local atravesó las paredes y estremeció el vecindario. Todos gritaban a pleno pulmón mientras el árbitro contaba. Al llegar a seis, sonó la campana. El árbitro levantó de la lona a los dos peleadores.
El desenlace en el sexto asalto fue un anticlímax, pero no dejó de ser emocionante. Willie golpeó a Burke sin piedad y finalmente lo remató con una derecha como un trueno. ¡Fue una batalla tremenda, todo el tiempo que duró!