Árbol fosilizado y encarcelado para que ni escape ni le saquen
en la Sierra de la Demanda
María Jesús San José
Francisco Javier Gómez Izquierdo
A usted, pastor de ovejas, ¿qué le parecería que un mozo simpático con certificado de buen chico por ser "verde", le trajera un lobo amarrado para cuidar de su ganado? Se supone que muy mal. Es más, si servidor fuera ese pastor, me parecería un insulto ¿Y si tras negarse a tan estrafalaria ocurrencia el "verde-verde animal" le obligara a aceptarlo esgrimiendo una orden ministerial?
Pensará usted que he perdido el juicio este último mes entre las encinas de los montes de Toledo y los robles de la Demanda preguntando semejantes disparates, pero no otra comparación se me ocurre, (¡bueno, sí! que en mitad de una misa en catedral el obispo reparta cantos de río entre los fieles para ver quién tiene más puntería con un Cristo Crucificado) y lo peor es que cualquier día serán corrientes indignidades semejantes al sindiós de este fin de semana en la cárcel de Martutene.
La máxima autoridad en los asuntos penitenciarios de las Vascongadas ha permitido, mejor pongamos propiciado, que un grupo abertzale humille y se recochinee no sólo de los funcionarios de prisiones de servicio este último sábado en la prisión donostiarra, sino de todo el colectivo al que servidor ha pertenecido casi cuarenta años. Cuarenta años se cumplirán el día de San Fermín del 2025 de la fuga de Joseba Pikabea (asesino) y Joseba Sarrionandía (secuestrador) metidos en altavoces de los grandotes tras un concierto de los de buena voluntad penitenciaria, fuga que convirtió a Sarrionandía en célebre gudari, merced al "sarri sarri" de Kortatu que servidor y demás compañeros tuvimos que soportar hasta la náusea en los tiempos de funcionarios en Pamplona. En los sanfermines del 86 y 87, las choznas del entorno al parque Antoniutti, eran un continuo "du bi falta direlakoz / rekuento generalean" y aquel "sarri sarri sarri sarri sarri..." leñador que llamaba a la danza descoyuntada en los jardines de la Ciudadela. No ha de negarse el ingenio en la huida, pero en casos como el concierto aquél procede un recuento antes de que los músicos abandonen el último rastrillo. Es ésto cosa sabida entre los de mi gremio, pero ya se sabe que donde hay patrón no manda marinero.
A la consejera de Justicia y Derechos Humanos del País Vasco le ha parecido bien y oportuno rememorar como merece la gesta de Pikabea y Sarrionandía y ha invitado a viejos conocidos de servidor como Henri Parot, integrante hogaño de cierta aristocracia presidiaria muy estimada por el barandeo carcelario, a la actuación en el patio, supongo, de la prisión del cantante de Kortatu, Muguruza de apellido. A los funcionarios de servicio creo que les conminó a mirar y padecer en silencio. Es la consejera mujer que uno no sabe si cree que todo le está permitido por la santidad de su nombre, María Jesús San José, o es un simple peón con el que juegan cabezas tan abyectas como inmorales.