lunes, 18 de noviembre de 2024

La crisis blanca



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


El estado futbolístico del Real Madrid es señal de crisis, y de las gordas, esto es, digna de figurar en las crisis de la Historia de Jacob Burckhardt, que en eso consiste el peso de la púrpura. La púrpura supone la excepcionalidad de la crisis, cuando en los demás (los “despurpurados”, para entendernos) constituye la regla. Y hacen memes: cuando el gato se ausenta, los ratones se divierten.


En la antigüedad, igual que hoy, ante la riqueza, el sentimiento más ordinario no era de respeto, sino de envidia, que es lo que hay detrás de los tinglados de todos esos personajes menores que viven del fútbol en los organismos nacionales e internacionales, pues el fútbol, igual que la política, socialmente no es más que un emperejilado de juglares y bufones.


Normalmente en las crisis aparece una mujer con fuerza: Kamala Haris ha revolucionado la política –dice la Rosa Luxemburgo pepera, Cuca Gamarra, que ha visto jugar al Logroñés del Tato Abadía y David Vidal, aquel gallego genial que tuvo el valor de presentarse un día al periodismo deportivo (¡deportivo!) como “católico, apostólico y romano, ¿pasa algo?” Y como viera todas las cejas en alto, subrayó:


Ad pedem littere!


La crisis blanca (Liga y Champions mediante, pues no es lo mismo la caída de Roma que la caída de Brunete) viene de lejos, pero se hizo manifiesta la noche de Flick en el Bernabéu, que era la noche del cambio de hora y ahora se nos aparece como un cambio de época, aunque tampoco será tanto… si se “actúa”. Esa “actuación” baila psicológicamente entre la crisis del City, que también anda haciendo el ridículo, y el cohetazo del Barcelona, que ha dejado sin excusas a Ancelotti con el cuento de los jóvenes sin experiencia. Forzado por las circunstancias (no hay un duro en la caja), Flick ha fabricado un juguete bonito (¡y competitivo!) con material de la cantera, mientras que Ancelotti, que en las tremendas derrotas se muestra desarbolado en la banda, insiste en priorizar su cargo de gestor de la pensión de Modric, animado por el piperío del Bernabéu, que ovaciona al croata porque juega con andador, y silba (instigado por el “pranato” mediático) a Aureliano, que tiene que vérselas como en una zodiac parando, solo, en mar abierto la invasión de Normandía en cada partido. No es normal (ni culpa de los futbolistas, ratándose de un juego colectivo) que Barcelona de Casadó pareciera el de Messi ni que el Milán de Fonseca pareciera el de Sacchi. En ambos, para colmo, se perdió el sorteo (Lucas y Modric, respectivamente, que es que ni suerte tienen), obligando al Real Madrid a cambiar de campo y a hacer la apertura, cuando Ancelotti no es Capablanca. Hoy viene al Bernabéu el Osasuna de Vicente Moreno, que en Pamplona le pintó la cara a Flick, y Ancelotti podría dar por vendido todo el pescado liguero (tampoco es un título que apasione), teniendo en cuenta que con el Barcelona tiene perdidos seis puntos “y el average”, más los doce de todos los años correspondientes a los cruces culés con el Valencia de Lim y el Atlético de Cerezo. Más “hazañoso”, si cabe, se presenta lo de la Champions (eso es oscuridad, y no el reinado de Witiza). Lo natural, si el año se nos viniera en blanco, sería pastorear a los jóvenes Güller y Endrick (más laterales y centrales canteranos, que tiene que haber por autobuses) para foguearlos, en lugar de gestionar la pensión de Modric y su estado de forma para batir el récord de edad en un Mundial como si fuera Robert Milla (que no lo es). Hacer depender de Modric la temporada es como hacer depender  de Carlos Escolar Martín, Frascuelo, la Feria de San Isidro. “Es que Frascuelo tiene un no sé qué que sólo lo tiene Frascuelo”. Sí, pero no le dan la corrida de Dolores Aguirre para que nos lo enseñe.


Es la hora de los profesionales –te dicen los profesionales, que no llevan una sola alma a los estadios.


A Solari (el tipo que rescató a Vinicius) se le ve joven y con pelazo (buena señal). Lo insufrible es esta escabechina de jóvenes… ¡y de veteranos! Ver desmoronarse a Aureliano, a Bellingham, a Valverde… porque el problema es… ¡Mbappé! Hombre, por Dios. 


[Sábado, 9 de Noviembre]