Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
Nada menos que doce cartas escribió Schiller en el “Mercurio Alemán” explicando el significado de su “Don Carlos”, cuando tampoco eran necesarias, según Juderías, tantas explicaciones:
–Como obra literaria y poética, pocas la aventajan en interés dramático y en vigor poético. Como obra histórica, es un absurdo desde el principio hasta el fin.
Juderías sostiene, y cualquier persona leída le dará la razón, que el marqués de Pozas es Schiller y que las ideas del noble español no son otras que las del poeta: “Nadie pudo pensar en España en aquel tiempo como él pensaba, porque la tolerancia religiosa en parte alguna existía. En cuanto a Felipe II, es la figura tradicional, sombría, tétrica, fanática de las historias francesas, inglesas, alemanas y flamencas de la época de Schiller”, quien, por cierto, no hablaba ni una palabra de castellano.
Juderías, intérprete de lenguas en el Ministerio de Estado y amenísimo autor de “La Leyenda Negra”, dominaba el francés, inglés, alemán, italiano, portugués, ruso, sueco, noruego, dinamarqués, holandés, húngaro, bohemio, croata, servio, búlgaro y rumano. Calixto Bieito, que ha presentado en Basilea su recuelo del “Don Carlos” de Schiller y Verdi, domina el catalán, con el mérito que eso tiene siendo de Miranda de Ebro. (Uno, que es de Burgos, la capital, no sabría ni mojarse los labios con el pemanesco vaso de agua clara.)
–Pretendo construir un poema épico y surrealista de una España llena de terror y, a la vez, de libertad, de fascismo, religión, militarismo y violencia. En definitiva, la actual España negra y no la del siglo XVI –dijo Bieito a la prensa culta, que se quedó de un aire, ante el estreno de su “Don Carlos”.
Desde luego, mucho agua clara hay que beber para decir una cosa así sin carraspear. Y muchos tripis tendrán que repartir entre las encopetadas damas del país del reloj de cuco que se sienten en los palcos de la ópera de Bieito, si han de darse cuenta, las pobres, del terror, libertad, fascismo, religión, militarismo y violencia de “la actual España negra”, lo que significa que hablamos no de la España del príncipe don Carlos, sino de la del presidente Rodríguez, ese modelo de simpleza al alcance incluso de Ségolène Royal. En los franceses, dice Juderías, llegó a ser una obsesión la muerte de don Carlos.
Son horrorosos –horrísonos–, pero son como suenan: “Oyendo hablar a un hombre, fácil es / acertar dónde vio la luz del sol: / si os alaba Inglaterra, será inglés; / si os habla mal de Prusia, es un francés; / y si habla mal de España, es español.” Son de Bartrina: “Algo”.