Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
Recibo carta de Conchita, acaso la persona más culta que haya conocido:
“Querido Ignacio: Francisco, mi marido, está en un hospital hace semanas. Parece ser que le hallaron un virus oriundo de África, donde pasó siete años. En todo momento ha sufrido la angustia de no poder respirar. De nada se queja. Nació valiente. Cuando lo veo, deseo sujetarle las manos y partir con él... pero Dios no siempre coincide con lo que uno desearía. Ayer ya estaba sentado. Hoy no lo veré, pues el hospital está en Lisboa y me queda lejos. Lejos a mis hijos, que luchan por sobrevivir con elegancia y encontrar tiempo para verlo diariamente. Yo me encuentro sola en esta casa tan vacía de su presencia y sobrecargada de mis recuerdos. Me falta salud (tengo lumbalgia), pero no me sobra tiempo. Releo poesías conocidas, dibujo... Recordando nuestro encuentro y tú crónica, con una referencia tan bonita a mi persona, pensé que muchas anécdotas sirvan para llevar a cabo tu tarea. Recordé y te envío la siguiente: Estábamos, Francisco y yo, en un tentadero. Cerca, atrás, estaba Belmonte. No sé cómo fuimos a parar a un lugar tan cursi... pero allí nos encontrábamos, en un rincón del palco, casi escondidos. Al frente gritaban y aplaudían las damas. ‘Toreaba’ un conocido aficionado, algo regordete. ‘¡Ay!’, gritó una espectadora, ‘¡qué bien lo hace... y dicen que lleva poco tiempo practicándolo!’ En la oscuridad de su rincón, murmuró Belmonte: ‘Para hacerlo así de mal, ha-ha-hace falta haberlo practicado por lo menos diez años...’ Un abrazo. Posdata: Tras varios meses de silencio, acabo de recibir una llamada de Peñuca [de la Serna]. Al saber que te escribía me dijo que estabas de luto por tu madre. Lo siento mucho y envío mi más sentido pésame. Uno jamás ‘pierde’ a quien quiere. Yo tengo la suerte de gozar cuando recuerdo los momentos en que le proporcioné alegría. Hay veces que no son sino detalles ínfimos, como haberla llevado una tarde (anciana ella) en Guadalajara [Méjico] a ver un rincón de hermosas jacarandas, o bien recordarla –siendo yo niña– sentada frente al piano cantando, con mi padre, música caribeña (él era puertorriqueño, aunque militar graduado en West Point). En fin... Te abraza Conchita.”
Conchita Cintrón, la que sabe de toros:
–Sí, yo sé de toros. Los he visto embestir. Los he matado. Y los he visto matar hombres, y los he sentido mientras daban muerte al caballo que montaba. Sí, yo sé de toros. Y de públicos.