martes, 4 de octubre de 2022

Compostaje humano


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Si Dios ha muerto, todo está permitido. Eso incluye el “compostaje humano”, legislado en California por la demócrata Cristina García, famosa por el grifo de cerveza abierto en su oficina, y que satisface (con el compostaje, no con la cerveza) la demanda de la nueva religión del Cambio Climático (una religión comprende un credo, un culto, un código de conducta y una comunidad confesional), que exige “entierros ecológicos”.


    –La muerte, esa cosa tan bonita… Un día un muerto se va a mosquear y va a armar la marimorena; hay mucho abuso –dejó dicho aquí Ruano, el más grande funebrista del periodismo, en la muerte de Ramón.
    

A la señora García no le gusta Dios, y en cada ser humano, en vez de una proyección divina, ve un saco de abono para las patatas. Cuando el sol (californiano) de la cultura política se encuentra muy bajo, hasta los enanos proyectan una larga sombra, observó Karl Kraus (traducido en España por el cura Aguirre), quien vio venir que “en el corazón de la gran cultura los hombres harán guantes de piel humana”. Guantes, en efecto, hicieron los nazis alemanes; los demócratas americanos destinan el cuerpo entero al guano, no sé si para la “Church Supported Agriculture”, lo cual es ir más allá del nihilismo.
    

¿Qué es en realidad nihilismo? –juega Schmitt en su diario–. Cuando una persona viaja a una velocidad superior a 40 km a la hora, señores míos, eso es nihilismo.
    

Melancolía de cuando los muertos eran considerados como seres sagrados (Fustel de Coulanges): tocar con el pie, aun por descuido, una sepultura, era acto impío; el culto de los muertos era el culto de los antepasados.
    

Una religión antiquísima (basada en los muertos) fundó la familia, primero; la ciudad, después; estableció el derecho doméstico y el gobierno de la “gens”; en seguida las leyes civiles; el Estado estaba ligado a la religión: de ella procedía y con ella se confundía
    

Ahora los muertos van a la basura. El “compostaje humano” de la señora García en California parece más trascendente que el amancebamiento (“Io sono Giorgia”) de la señora Meloni en Italia, donde la abstención confirma la defunción del nefasto Estado de Partidos impuesto por el ejército americano (y sus “legal advisers”) a la Europa derrotada.
    

El Estado de Partidos es el gato por liebre de la democracia: consiste en el cambiazo de la representación de la sociedad por el de la integración de las masas en el Estado (“homo homini Leibholz”, como apuntara el sabio). Si las masas pasan de integrarse en el Estado, el sistema quiebra.
    

No hay duda de que nosotros, los italianos, somos más impíos y malvados que los demás hombres –anota Maquiavelo, que traducido por Burckhardt significa: “Despreciamos la generalidad de las leyes porque nuestros gobernantes son ilegítimos, y sus servidores, hombres viles”.


    El enemigo vuelve a ser el cursi protestante del Norte.

[Martes, 27 de Septiembre]