viernes, 23 de mayo de 2025

Magnates y filántropos

Sophia Loren and Jayne Mansfield 1957


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


En las patocracias occidentales que entre todos nos hemos dado hay dos clases de millonarios: los magnates, o millonarios de derechas, y los filántropos, o millonarios de izquierdas. Luego están los oligarcas, que son los millonarios rusos, y no cuentan, por putinejos.


En los medios, Musk es iliberal y magnate, pero Gates es liberalio y filántropo. El liberalio, como lo veía Santayana, no desea en absoluto que la gente sea feliz, salvo que pueda ser feliz siguiendo la dieta del liberalio, de modo que, siendo reformador y filántropo, se esfuerza por convertir a todos los hombres en el tipo de hombres que a él le gusta, para poder, así, gustar de ellos. Gates es filántropo, y la dieta liberalia que nos prescribe son los insectos, para llegar a la cual promueve la vacunación de los niños: dos metas esenciales de la patocracia son, decía Muray, el desmantelamiento programado del antiguo patriarcado y la reconducción definitiva del mundo hacia el jardín de infancia, manteniendo el mundo real detrás del decorado: Occidente como la Isla de los Niños. Somos el niño coñazo que menciona en sus memorias Ruano: un niño gordito e insoportable, de unos once o doce años, hijo de la primera concejal madrileña, la González Fiori, que se metía en las conversaciones no contento con meterse los dedos en las narices.


El cínico Fernando Mínguez, hemipléjico y camastrón muy divertido, le preguntó un día al chico: “Oye, niño… ¿Cuándo vamos a leer eso de que has subido al cielo?”


Musk, en cambio, es magnate, que se ha metido en la Administración Trump para cerrarle a la Cia el grifo de Usaid, que es librar al contribuyente de un montón de partidas en condones y circuncisiones para algún lugar del globo global del globalismo.


Remota itaque iustitia quid sunt regna nisi magna latrocinia?


Sin la virtud de la justicia, ¿qué son los reinos sino unas bandas de ladrones? Lo dice en “La Ciudad de Dios” san Agustín, santo patrón de León XIV. Lo de privar de condones subvencionados a los pobres de la tierra ha tenido la respuesta terrible de Gates en el “Financial Times”:


La imagen del hombre más rico del mundo asesinando a los niños más pobres del mundo no es nada halagüeña.


En opinión de Yarvin, el objetivo del ejército de Musk ha sido, literalmente, ahorrar dinero de los contribuyentes, “como si Alarico hubiera venido a Roma por las compras, los museos y la comida; parecen capaces de destruir cualquier cosa que vean, pero su afán de destrucción es extrañamente limitado, y su visión sigue profundamente arraigada en el entretenimiento”. Gates, que emplea su fortuna en insectos y vacunas, se niega a aliviar la carga del contribuyente.


¿No les hemos dado ya dinero a los ricos? ¿Por qué vamos a hacerlo otra vez? –preguntó un día George W. Bush.


Atenerse a los principios, atenerse a los principios –contestó Karl Rove.


[Viernes, 16 de Mayo] 

Feria de San Isidro. Gayumbada de los Lozano para Castella, Perera y Luque, coronados como príncipes del Aburrimiento. Márquez & Moore



JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Hace tiempo, cuando se publicaron los carteles de la feria de San Isidro 2025, ya vimos este cartel de hoy como una perfecta «no go zone». Si en los días de la Feria tenías algo que hacer, ahí estaba a tu disposición el día 22 de mayo para hacer lo que fuera, desde ir a comprarte una lavadora, como hizo nuestro recordado Quico Antelo en efemérides harto recordada, hasta irte al callista, o lo que sea con tal de no estar en Las Ventas. Cualquier excusa era buena.


Las mentes pensantes del entramado empresarial Plaza1 decidieron por unanimidad consagrar el día 22 de mayo al aburrimiento. Nótese que esto no es algo que se haga a humo de pajas, porque como es bien sabido fue el aburrimiento de Ares, el dios de la guerra, y Afrodita, la diosa del amor, en el cotidiano tedio divino del Monte Olimpo, lo que les hizo ponerse a intervenir, para entretenerse, en la pugna entre griegos y troyanos, dando lugar a la Guerra de Troya, que quedó relatada por Homero en sus inmortales hexámetros dactílicos. O sea, que ojito con lo del aburrimiento.


La verdad sea dicha, que si había un día de la Feria para buscarse una excusa para no ir, ése era hoy. Comprar una lavadora, hacer la declaración de la renta o llevar a los niños al parque, todo era válido para librarse del cartel más plúmbeo, previsible e inane del llamado “serial” de San Isidro. Y, sin embargo, el hombre propone y Dios dispone, algo hubo que llevó a las gentes a la Plaza en tal medida que se colgó el cartel de «No hay billetes», que por lo que sea nadie quería perderse esta tarde en la que los toros de los Hermanos Lozano se las verían con Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera y Daniel Luque.


Los Lozano, a los que el gracejo popular apoda «Los Dalton», en homenaje al imperecedero Lucky Luke, son los guardianes de la casta de Núñez, que ellos atesoran con más solera aún que la propia de la que se lidia con el hierro de Carlos Núñez. Ahí están las líneas de Villamarta/Mora Figueroa y de Rincón y ahí salieron los toros por la puerta de los chiqueros proclamando de manera indubitable sus orígenes, para quien quiera fijarse en ello, incluso con la ayuda de una lupa como la que usaba Sherlock Holmes. La cosa es que fue tal el cúmulo de mansedumbre, descaste y sopor, fue tal la ausencia de algo semejante a la casta o a la bravura que trajeron los toros de los Lozano, sea cual sea su origen, que a nadie le importaba si Villamarta o Villamanta o Villamantilla, porque lo que salía por chiqueros eran vacos ayunos de casta o poder, vacos vacuos que estaban ahí para, simplemente, hacernos perder el tiempo. Más de dos horas y media de mansedumbre y blandenguería es lo que los Núñez de los Lozano nos dejaron como recuerdo de su paso por la vida. Y, además, hubo que echar a uno que tenía una discapacidad física que afectaba a su aptitud para caminar o sostenerse de pie, con lo que el encierro/basura de los Lozano se tuvo que remendar con uno de Zacarías Moreno, de esos  juampedros de Morata de Tajuña que pacen al borde de la carretera.


La tarde en sí misma contiene un par de enseñanzas, que son las que pondremos por delante. La primera y principal es que ya te pueden vender a Luque de la manera que quieran, por tierra mar y aire, que si en Francia, que si en Sevilla, que si en las selvas de Borneo, en los cráteres de Marte o en los anillos de Saturno, pero que es más malo que el sebo, se pongan como se pongan. Su segundo, que se llamaba Cornetillo, número 78, es el único de los pupilos de los Lozano que ha demostrado unas medio ganas de embestir. Lo demostró de manera particular en el segundo tercio, acudiendo con sinceridad y alegría a los cites de Raúl Caricol y Jesús Arruga, que parearon con conocimiento y solvencia y descubrieron a su matador las condiciones del toro. Antes había ido por dos veces al Equinoceratops Equigarce  sobre el que surfeaba «El Patilla» y había cobrado más que toda la corrida junta en la cosa de la puya. Ahí se fue Luque a ver qué hacía con el bicho. Antes brindó al público, señal de que se imaginaba cosas, tirando la montera al suelo y como no le gustó cómo cayó la dio la vuelta con la espada de mentira ésa que todos portan. El toro tenía sus veinte muletazos francos y sin maldad, pero tenía lo que tenía. No se le pueden pedir peras a este olmo, que fue el único de todo el escombro que echaron a Las Ventas los Lozano que simuló, más o menos, ser un toro de lidia. Y ahí se fue Luque, sin plan preconcebido de ninguna clase, a ir tundiendo al bicho a mantazos, tal y como hace por esas Plazas de Dios. La cosa es que entre probaturas, descolocaciones y trapazos se acabó el fuelle del toro y Luque, que se imaginaba al bicho como eterno, se quedó más descompuesto que la novia de Aguado cuando se dio cuenta de que lo que allí había se había acabado. Donde hubo respuesta al cite, embestida sincera, sin mala baba y franqueza, de pronto había falta de respuesta y cabezazos. La cosa se había acabado porque Luque estaba en la idea de los sesenta pases, como el que hace tornillos, sin ver que el toro, y esto lo decía Antonio Chenel Albadalejo, que de toros sabía bastante más que Luque, que la faena ha de producirse «pronto y en la mano», lo cual significa que lo que haya que exprimir, cuanto antes mejor. Claro es que para eso hay que tener una verdad que decir y pretender decirla, cosa que en Luque no se percibe en parte alguna: su toreo de fiestas de pueblo consiste en empalmar pases y luego, de remate,  trenzar coreografías de muy mal gusto que excitan a los públicos más complacientes. Eso no es torear, especialmente si huye del cite en la rectitud, si sólo sobrevive en la ventaja, si su tauromaquia vive del acompañamiento y no del poder. El otro día fue incapaz de desarrollar los recursos del oficio con un toro de La Quinta y hoy ha sido un  perfecto inepto para armar un taco con un toro que le daba todo en veinte muletazos, sin solución de continuidad. El otro día Uceda Leal, que torea cuando puede, montó una armoniosa faena plena de torería en veinte muletazos y hoy este Luque que anda por todas partes, de triunfo en triunfo, es incapaz de ver el toro y sus condiciones. La solución del enigma es clara: en las interesadas reseñas nos están vendiendo pirita como oro de 24 kilates.


Tengo ahí un montón de notas, para un día que me llevo un bolígrafo para apuntar cosas, pero es que con la debacle ganadera que se cargó la tarde no merece la pena aburrir. Digamos que estábamos como locos porque uno de los Alcurrucén de Perera hubiera sido como aquél Alcurrucén de José Tomás, para que el extremeño hubiera tenido necesidad de tirar de oficio para hacerse con el toro, pero no hubo suerte. Ya saben los que leen esto que a Perera, a falta de otro entretenimiento, le contamos los pases y hoy le pegó 62 a su primero, lo mismo que el otro día a sus dos toros, y 41 a su segundo. Magra cosecha de mantazos la de hoy. A cambio, Perera nos dejó las trazas de su oficio, que se le nota que está sobrado, y de un temple de mucha categoría. Creo, sinceramente, que Perera estaría bien con cualquier toro de respeto: con los negros condedelacorte de Dolores Aguirre, con los Contreras de Baltasar Ibán, con los Miura de Zahariche, y que la parte de arte que a él le falta la supliría con su oficio y con la importancia que daría a su torero el hacérselo a los toros que importan. De momento seguimos esperando que un día le salga un toro que le ponga en dificultades.


¿Y Castella? Pues tras el espejismo del año de su retorno, donde pareció más centrado y dio la mejor imagen de sí mismo que hemos visto, ha vuelto al adocenamiento y a hacer la caricatura de sí mismo. El consabido cite en los medios para dar el pase cambiado ya no impresiona ni a los chinos, que demandaban a su intérprete y traductor que el torero citase de largo y de frente: «¡Como Lincón, como Lincón!», clamaban, que se ve que en el hotel alguien les había enseñado un vídeo del gran César Rincón demostrando la verdad del cite, sin mixtificaciones ni tabarras. Le tocó a Castella el sobrero de Zacarías Moreno, que mostró otras trazas distintas de la gayumbada de los Lozano, pero el francés se embarró en su innecesario y superfluo trajín de pases fuera de cacho, que sólo están orientados a ir llenando el tiempo preciso para que llegue el momento de buscar las molestas cercanías que tanto le gustan, vengan a cuento o no.


Entre los tres «matadores» suman, mes arriba, mes abajo, cincuenta y un años de alternativa. El hecho de que hoy no haya habido una sola estocada digna de tal nombre debería hacernos reflexionar sobre lo que significa en la hora presente la expresión «matador de toros». 




ANDREW MOORE
















FIN

Viernes, 23 de Mayo

 



¡cómo me duele el pelo al columbrar los siglos semanales!

jueves, 22 de mayo de 2025

Hughes. Adiós o hasta pronto a Luka Modric



Mourinho nos dejó a Modric

Modric deja un molde roto


Hughes

Pura Golosina Deportiva


Modric es eso que Mourinho llamaba "herencia futbolística". Él lo fichó y ahí lo dejó. Y es también florentinismo, el mejor florentinismo, porque fue un Balón de Oro hecho aquí y porque se pudo mantener en el Madrid, y no como Seedorf, quizás su antecedente, centrocampista total al que hubo que vender por cuatro duros.


Antes hubo grandes medios más retrasados, como Redondo o incluso Schuster; la Quinta tenía el ala de Míchel. El gran medio anterior puede que fuera Stielike. Jugadores más atrasados, en todo caso, y luego Zidane, ya muy mediapunta, diez de promontorio, diez de pitiminí frente al diez hundido, diez hacia atrás, diez de retorno de Modric. Prosinecki, croata, pudo ser, pero no fue . Modric que no fue.



Hasta que llegó don Luka, mediapunta reconvertido como quedó claro con su gol en Manchester, cuando Old Trafford aún era El Teatro de los Sueños. El 4-3-3 permitía esos dos medios como dos hoyuelos lumbares, donde el sacro se hace pelvis, efes del violín del mediocampo. Ahí los medios pueden serlo todo: interiores, exteriores, pivotes, mediapuntas... y todo eso fue Modric,


La CMK, los Casemiro-Modric-Kroos , vivieron ocultos por la BBC como costaleros. Cuando se fue Cristiano, y luego Bale y luego Benzema, descubrimos que quizás la clave había sido ellos. Así hasta seis Copas de Europa de Modric, las de Gento.


Si Gento estuvo en el equipo de Di Stéfano y en los yeyé, Modric unió la generación de Cristiano con la de Vinicius.


Modric le puso a Ramos la pelota en la sien como al héroe los laureles, y fue Modric el que llevó el juego al costado para destrozar a la Juventus siguiendo la instrucción táctica o La Instrucción Táctica de Zidane. Él encorajinó al Madrid contra el Chelsea con su inverosímil pase exterior, inaugurando unas remontadas hechas de preciosismos. La estela de ese pase será una de las más recordadas del Madrid.


Es una alegría que Modric se marcha, que resista a sus posibilidades y a sus aduladores. Que proteja su recuerdo y su leyenda.


En el Madrid deja un molde. Molde roto, por supuesto. No hubo centrocampistas como él, y de ahora en adelante será necesario fichar un Modric, fabricar un Modric, exigir un Modric. Que en todo once del Madrid haya siempre uno como él. Eso sería su mayor logro, tanto como las seis copas: la exigencia de aspirar, para siempre, a su control del juego; a su resistente finura, su agonismo de duende, su gama de pases, sus cien asistencias, su brega fina, su extenuante inspiración (penúltimo genio de los Balcanes, mezcla de genética y trauma), su rúbrica cóncava o convexa que se aleja y aleja hasta llegar.


 

John Galunas


Tom Mix

Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


En el muladar del Norte, a la ignominia del plomo de los matones se suma la estupidez que los cineastas derraman sobre los muertos.


El cine, dijo Foxá, es un arte muerto: está fuera del tiempo. A sus actores la luz no los despierta, sino que los pone en evidencia. El cine es el retrato de la novia. El cine es la Venus de mármol. El cine es un arte socialista con sesenta productores entre los cuales el guionista y el autor pasan, protocolariamente, después del productor, de la estrella o del ingeniero del sonido. El cine es para masas. Y por todas estas razones, creía Foxá evidente el triunfo del cine (sobre el teatro).


–¿Sabéis que Tyrone Power guarda como una reliquia en su panoplia la pistola con que Tom Mix mató, de “mentira”, a tantos asesinos?


Un tal Rosales –sepan ustedes que San Alberto Magno escribió un tratadito sobre el modo de criar rosales– ha hecho una película, “Tiro en la cabeza”. ¿Por qué? Porque tiene la obsesión, dice, de “la solución”.


La vocación de la película es producir un efecto sociológico.


Él sabrá qué quiere decir, aunque, por lo que llevamos visto hasta ahora, se le entienda todo.


La Eta no tiene solución porque el problema de la Eta es que es de izquierdas.


Antes que Rosales, un Médem, o Medem, con pintas de Morante sin puro, quiso producir sobre lo mismo un efecto sociológico y le salió “La pelota vasca. La piel contra la piedra” (para no decir la nuca contra el plomo, que a eso se reduce, en realidad, todo el conflicto). La bobería, sin chispitas de luz, juega en el aire.


¿Conoce Rosales el caso de John Galunas?


Galunas se ofreció un día para hacer papeles de “ganster” en varios estudios de Hollywood y, después de ser rechazado en todos por carecer de eso que los franceses llaman “le physique du rôle”, la policía lo detuvo en Brooklyn bajo la acusación de haber intervenido en quince robos y en media docena de asesinatos. De este hecho, Julio Camba extrajo las siguientes conclusiones. Una: que los técnicos de Hollywood no saben lo que se pescan; otra: que sí lo saben, pero que la cara no siempre es el espejo del alma; y otra: que, a fin de reducir la criminalidad en el mundo, sería muy de desear el que todos los hombres tuviesen aspecto de criminales, pues si Galunas hubiese tenido cara de criminal lo más probable es que no hubiese cometido nunca crimen alguno.


¿Qué mejor efecto sociológico quieren los Rosales?

Feria de San Isidro. Araúces agropecuarios de mil sangres para el experimentado arandino Morenito, el fino malagueño Fortes y el linarense De Torres, inédito ante los bueyes del Santo. Márquez & Moore



 JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Las cosas cambian. En lo grande y en lo menudo. Ahora llevamos unos años, por ejemplo, asistiendo a un cambio en la apreciación del toreo -mi opinión es que ese cambio viene de la mano de la deleznable influencia de los comentaristas de la TV-, tratando de hacer pasar por oro lo que es bisutería, pretendiendo vender como toreo caro lo que no es más que pases y más pases, sin sentido ni función, destinados a enardecer a quienes gusten de ellos, que los olvidarán antes de haber abandonado el recinto de la Plaza de Toros donde tanto se han extasiado.

 

En otras cosillas menores también se ven cambios: por ejemplo, hace años los días grandes de la Feria de San Isidro era los miércoles. En el año 1985, hace cuarenta años, el día 22 de mayo, miércoles, se dio la corrida de toros de Torrealta, remendada con tres de Torreblanca, para Curro Romero, Curro Vázquez y Pepe Luis Vázquez, el día que el «niño» cortó una oreja, con cartel de «No hay billetes». Hoy las corridas de postín se han cambiado a esos viernes de gin&tonic, como antesala de la discoteca que vendrá después y como apertura para muchos de la holganza del fin de semana. Para el miércoles de este año 25, aquel miércoles por el que se pegaban los apoderados hace unas décadas, han dejado corridas como la de hoy, que ha concitado menos interés del público que la novillada del día anterior y que ha registrado la peor entrada desde que empezó la Feria. Con datos de los que da la Empresa, en la novillada de Mayalde hubo 19.875 espectadores contra los 16.687 de la corrida de toros de hoy.


Sería por el cartel, digo yo. Que los toros de Arauz de Robles no son de los que levantan pasiones y que los tres toreros que figuraban en el cartel, parece ser que tampoco. Los diestros eran Morenito de Aranda, 17 corridas en el año 24; (Saúl Jiménez) Fortes, 2 festejos el año pasado y Adrián de Torres, 1 festejo en 2024.


De la ganadería de Araúz de Robles es difícil decir algo en cuanto a lo que podíamos encontrarnos. Es tal el galimatías de sangres, cruces y mezclas que contiene que desentrañar ese enigma es un caso para poner a prueba la perspicacia de Colombo (el detective de la gabardina, no el torero). En ese cuadro sinóptico que pintan en el programa oficial optaron por dejar en medio un cuadrado misterioso en cuyo interior ponía «Diversos orígenes» colocado entre los de Ibarra, Saltillo, Picavea de Lesaca, Arias de Saavedra, Parladé, Gamero Cívico, Murube y otras. O sea que cualquiera sabe lo que hay allí. Del ganado que salió por chiqueros salieron dos de capa barrosa, grandes y destartalados, que más parecía que proviniesen de la ganadería del Marqués de Villagodio, la que dio nombre a un grandioso tipo de chuletón, pues su mansedumbre y desapego de las cosas de la lidia les hacían más propios a la cosa agropecuaria del engorde que al lucimiento de su inexistente bravura en una Plaza de Toros. Los otros cuatro eran negros, con diversas señas accidentales y tuvieron otro tipo de comportamientos más acordes a lo que se espera del toro de lidia. El sexto se escacharró y fue sustituido por uno de Castillejo de Huebra que no era ni mucho menos un Titán, al que don José María Fernández Egea mantuvo en el ruedo, él sabrá por qué.


El cenizo de la tarde le tocó a Adrián de Torres, que había dejado huella de su clase y de su desatino con la espada en Las Ventas el 15 de agosto del pasado año -ésa es la única corrida que toreó-. Hoy ha tenido de frente la situación, pues sorteó primero al buey manso y rajado llamado Pitillo, número 61, uno de los dos barrosos/Villagodio, y en segundo lugar al rechazado y después al de Castillejo, un tal Descuidero, número 24, cuya presencia y ciertos aspectos de su movilidad cansina y derrengada encresparon los ánimos de parte del público, que no llegó a tomar en serio nada de lo que intentó el torero de Linares y estuvieron hostigando hasta que el matador tomó el acero para despenar al Descuidero. Adrián de Torres quedó inédito.


Fortes sorteó en primer lugar a Gimotero, número 53, que aunque adoleció de una declarada falta de fuerzas, tenía cierta presencia y modos de toro de lidia, en comparación al precedente y al que vendría detrás. La faena se desarrolla en medios o cuartos de pase, como si dijéramos un toreo hecho a base de pizcas. Lo mismo el toro no tenía fuelle para andar más, pero el conjunto que se va creando es bastante deficiente. A cambio Fortes se quiere poner vertical y solemne, sin acabar de dar el paso adelante. Con el público muy a favor, las gentes se tragaron con idéntica fruición sus cites con el pico y sus momentos introspectivos. Si mata a la primera lo mismo hasta le piden la oreja, pero pinchó dos veces antes de meter un navajazo cuarteando. Su segundo atendía por Chivita, número 37. El bicho se tragó las alevosas varas traseras que le puso Antonio Muñoz desde la Grúa-Equigarce y recibió inspiradas banderillas de parte de Raúl Ruiz, a quien no dio facilidades para su labor. Cuando Fortes se va al toro la moneda está en el aire, si bien el toro ha demostrado ciertas señas aprovechables para el toreo. El principio de la faena se mueve en las ya tradicionales dudas y prevenciones que nos hacen ponernos en lo peor, pero el torero se va centrando con el toro y cogiendo confianza después de una serie de derechazos y la segunda parte de la faena es más compuesta y más compacta y estructurada con unos naturales de largo trazo, aguantando por tres veces la posición sin descomponerse con las miradas de Chivita y con mucho derroche de elegancia en las formas. Muletazos al natural con esta largura contemporánea, que excluye el remate a la cadera, adobados con los finos modos de Fortes que recibieron el reconocimiento de la afición, a quien el malagueño dio la alegría de no defraudar a los muchos que habían venido a los toros por él. En cualquier caso, faena a más, como las buenas, una vez más echada a perder por el mal uso del estoque.


Y hemos dejado para el final a Morenito de Aranda porque es el que más nos gustó, vistas las condiciones del oponente, porque conviene apreciar lo que hacen los toreros siempre en relación al enemigo que tienen enfrente. Su primero fue el Araúz/Villagodio llamado Chistero, número 57. No sabemos cuál sería el chiste, pero desde luego no tenía nada que ver con la bravura, la casta o, al menos la raza. El bicho era más soso que el pan de molde. Grandón, con cara de que se iba a comer el mundo y luego resultó ser un pelmazo al que solamente se le ocurría embestir a cabezazos descompuestos. Morenito no dictó precisamente un tratado de cómo matar a un toro a estoque. Recibió dos avisos. La parte buena del de Aranda vino en su segundo, Campiña, número 38. En banderillas se ve la condición del toro cuando galopa hacia la torería de Iván García que le deja dos soberbios pares que arrancan las ovaciones más fuertes de la tarde. El toro tiene una embestida vibrante, encastada y nada estúpida, ante la que Morenito toma sus precauciones, sin acabar de confiarse de lo que pueda pasar. Lo pasa primero por la derecha, citando a distancia, más bien despegadillo y, viendo cómo el animal se le revuelve en el segundo muletazo de otra serie, se cambia la muleta a la zurda ganando poco a poco la posición óptima, dominando al toro, llevándole sometido y mandado, componiendo un trasteo muy de verdad. Cuando parece que todo está bajo control, en el remate de un pase de pecho el animal engancha y zarandea al torero echándole al suelo. Tras el susto vuelve Morenito a tomar la muleta con la derecha en una nueva serie bien situado y le acaba de sacar al toro lo que tiene por ese pitón antes de volver a la mano izquierda a rematar su faena por naturales, aguantando y citando con gran verdad. Faena a más, rematada con cuatro ayudados por bajo de mucha torería y otro nuevo fracaso con la espada.






ANDREW MOORE

















FIN

Jueves, 22 de Mayo

 


Gato con chancho

miércoles, 21 de mayo de 2025

Antoñanzas. Peluqueros en Gamonal

   

Antoñanzas en la Plaza Roma


      Francisco Javier Gómez Izquierdo


 Cuando voy a Burgos tengo como tarea principal caminar junto al Gaitu (nos echamos mucho de menos) para hablar de fútbol sobre todo y ¡cómo no! de Gamonal y sus personajes que al poco de cruzarnos con ellos el Gaitu me pregunta "¿no te acuerdas de éste? Que sí hombre, te tienes que acordar, jugaba en el AZ 74 de Capiscol" ó "éste es de la Inmaculada de toda la vida". Vemos la decadencia de los "choros" de los setenta, la vejez de los "jóvenes de Gamonal", los bares bulliciosos que han cerrado, las bodeguillas... y le digo que las caras, las nuestras también, han cambiado mucho después de medio siglo. En el entierro de una señora de los Juarros, pariente del amigo Juan Ángel, me encontré con hombres y mujeres que no me resultaban desconocidos y con los que me abracé cuando nos íbamos dando a conocer. ¡Cuánto hemos envejecido!


      Hasta hace diez días, estuve una semana en Gamonal y después del paseo -un día por la vega del Arlanzón, otro por la del Vena- nos acercábamos a la bodega El Rubio, establecimiento que llevaban en nuestra juventud los juarreños Heraclio y Gaudencio y hoy los regentan los hijos de Heraclio "el Rubio", Javier y Luis. A unos quince metros y en la plaza Roma frente a la iglesia de San Pablo me llamó la atención la pintada que le habían hecho en la persiana de una de las peluquerías Antoñanzas, la de la Trini, al que fue peluquero de los varones de mi familia en los 70. "Sí, murió hace poco. Un personaje, el patriarca de la saga", me dijo Gaitu y luego lo hablamos con Alberto en el Fetiche, bar que lleva otro histórico, Pablo, de Villadiego, y fuimos repasando, ellos mejor que servidor, la tradición familiar en un oficio que ha cogido niveles de demanda espectaculares.


    Los recuerdos de uno tienen a veces lagunas y una de ellas era que daba por seguro que el señor Luis con sus hijos de aprendices abrió a principios de los 70 la primera peluquería Antoñanzas frente a la Real y Antigua, al comienzo de la Calle Eladio Perlado, hoy Derechos Humanos... pero ¡no! El Gaitu me llevó a la carretera Poza donde pela un nieto del señor Luis al que ayudan sus hijos, es decir los biznietos del peluquero del barrio por antonomasia que nos aclaró que la primera peluquería se abrió en la calle Vitoria en "las Mil", a mediados de los 60. Creo que nos dijo que en el 67. Luego la que yo creí pionera de Eladio Perlado y más tarde los hijos fueron abriendo su industria, todos en Gamonal. El más joven, Jesu, está frente a nuestra casa, pegado al Liverpool a poco más de cien metros de la peluquería a la que íbamos mi padre, mis hermanos José y Carlos  y servidor. Creo que nos hacía descuento no sé si apiadado por ver familia numerosa como la suya -tenía cinco hijos- o porque nos cogió aprecio. Mis hermanos y mi padre siguieron como clientes y amigos, aunque creo que José y Carlos iban a la carretea Poza a pelarse cuando el señor Luis se jubiló. A José, cuando enfermó, lo acompañé dos o tres veces a la que hay frente a lo que fueron bodegas Cándido, donde acaban las casas bajas de la Inmaculada y el Gaitu me acercó a la del nieto Israel que está pegada a Villímar. Pudiera parecer que se hacen competencia entre la familia -hijos y nietos del patriarca de la saga-, pues alguno de los establecimientos de un total de siete u ocho, distan muy poco entre sí... pero no. Gamonal se corta el pelo y se arregla la barba, como los neoyorquinos, en las peluquerías Antoñanzas, con una fidelidad tan asombrosa que los salteados locales sudamericanos que se ven por el barrio no han conseguido corromper.


     Allí, en la plaza Roma, con su "mascotilla", su traje blanco y su corbata como ortodoxo Testigo de Jehová el señor Luis mira a los gamonalinos agradecido y orgulloso por el legado conseguido durante más de cincuenta años.


     Descanse en Paz. 

Reverte



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Para mí, Javier Reverte es un regalo de Eduardo Riestra, de los Riestra de toda la vida, es decir, de los que salen en negrita en ese Gotha de socarronerías que es la libreta de hule de Julio Camba. Ahora mismo no sé de nadie que ame más a la literatura por la literatura que Riestra, de lo cual debió de surgir su amistad con Reverte, que, sin embargo, no hacía literatura, sino viajes.


Dentro de unos años no valdrá la pena viajar –escribió Foxá a primeros de los cuarenta–. Todos los pueblos quieren aparecer modernos y americanos. Hace año y medio, en el gran serrallo de Estambul, he visto al jefe de los eunucos vestido como un organillero, hablándome de la última película de René Clair.


Y la cosa va a peor: hoy los jefes de los eunucos hablan del último gol de Eto’o. Menos Reverte, aunque escriba en el “Marca”, donde un día lo hicieron Valencia y Vadillo. Aunque escriba como conversa, que es lo que a mí me entretiene. A Reverte lo ves de Pascuas a Ramos y siempre recupera la conversación en el punto en que la dejó.


Para Marguerite Duras, la conversación era una especie paladeable de ruleta rusa –dice Ullán, otro que tal baila.


La Duras metía cizaña y persuasión, melodrama y comicidad, y eso hace Reverte, mientras cena con vino, yendo del plato al cigarrillo, y trasnocha con whisky, yendo del cigarrillo al vaso.


A esta España tartaja de chonis y poqueros le falta conversación, y por eso uno puede acabar dándose por satisfecho con un viaje alrededor de una habitación.


Lo mejor de los viajes es recordarlos con Reverte, sin calor y moscas.


En alguna parte el filósofo Peter Sloterdijk ha sondeado la profundidad de la conexión posmoderna entre gasolina y libertad, pero sus resultados exceden a la cortesía de este folio destinado, sin más, a cariñosear un rato con Reverte, Phileas Fogg de madrugada burgalesa pelando una malaria en la barra del bar: yo había ido a lo de las cruces de Chirino en la catedral y Reverte estaba en el Espolón firmando tal que un canónigo viajes al beaterío de Burgos, mi pueblo. Ahora ha sacado un novelón, “Venga a nosotros tu Reino”, (Areté), de curas, rojos y chotas. Un novelón para leer con la primavera bajo los tilos del Espolón. ¿Y qué hago yo, que no leo novelas, con este novelón, si a mí lo que me gusta es hablar?


El buen Chesterton sostiene que los paganos no tenían nada parecido al arte de la ficción porque la novela es una creación de la idea mística de la caridad.

Feria de San Isidro. Novillada de Mayalde para Jiménez, Bastos y El Mene, que cobró dos estocadas canónicas, ahora que nadie conoce el canon. Márquez & Moore

 




JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


En el número 1 de la recién editada revista «Tertulia de Toros», la aficionada Rebeca Fuentes se refiere, con gran acierto, a la «deriva utilitarista que está tomando la suerte de matar, olvidando que es […] la piedra angular de la corrida de toros».


No es ninguna novedad señalar que, en cuanto a la antes llamada «suerte suprema», actualmente estamos viviendo en la era del «todo vale» y que con tal de que el acero esté dentro de la anatomía del burel, la mayoría del público da por óptima la estocada. No sólo el público. Hace unos días vimos cómo el Presidente don José María Fernández Egea no dudó en sacar el segundo pañuelo a Alejandro Talavante, desatendiendo lo que manda el artículo 82 del Reglamento cuando dice que para obtener ese galardón el Presidente tendrá en cuenta «fundamentalmente, la estocada». Al señor Egea le daba igual la estocada porque, seguramente, al hallarse la espada dentro del toro, eso era suficiente, en su presidencial opinión. El hecho es que, a día de hoy, llevamos 60 toros o novillos muertos a estoque de los cuales apenas salvamos 8 estocadas: las de Colombo, las de Manzanares, las de Uceda Leal y, hoy, las de El Mene: el 87% de las estocadas han sido de mala ejecución: cuarteando, huyendo, metiendo el brazo con habilidad de prestidigitador, atacando desde afuera, tirando la muleta para que se entretenga el toro y, a veces, ha servido un pinchazo un poco hondo como excusa para agarrar el verduguillo y olvidarse del estoque. Nada nuevo.

 

Sorprende mucho, sin embargo, que ante tal páramo de estocadas, se discutan las pocas buenas que se han visto, descalificándolas con argumentos de toda laya. Nos enseñaron cuando éramos niños que a la hora de matar hay que fijarse en la colocación del torero frente a la res y en el viaje de sus pies. La colocación del estoque es más accesoria, porque a veces una buena ejecución no da una estocada en la yema, y el movimiento de la muleta tampoco importa: si el viaje del diestro es rectilíneo y sale limpiamente por el costado del toro, es que él se fía de lo que está haciendo su mano izquierda. Tan sencillo como eso. Meternos en discusiones absurdas sobre si un pelín trasera o un poco caída o que si la muleta tal o cual es restar la importancia que tienen los cuatro que han matado con arreglo a las normas del arte. Y en estos tiempos en que lo que prima es la «deriva utilitarista» que decía Rebeca, deberíamos ensalzar a aquél que se perfila en la rectitud y se lanza a herir con la punta del estoque apuntando al hoyo de las agujas, aunque luego la estocada caiga algo peor, y dedicar nuestras energías a censurar lo muchísimo malo que contemplamos cotidianamente en la ejecución de las estocadas.


Ha venido de perlas esta larga introducción para ir llenando el folio y que no quede muy magra la explicación de lo acontecido hoy en Las Ventas en la que se han lidiado novillos del Conde de Mayalde para Fabio Jiménez, Iker Fernández «El Mene», de Zaragoza, nuevo en esta Plaza, y Tomás Bastos, de Vilafranca de Xira (Portugal), nuevo en esta Plaza.


Lo primero toca hablar de los novillos del señor conde, que hoy los famosos guirlaches de Mayalde nos dieron alguna sorpresita, con un segundo toro que sacó su personalidad, su casta y sus exigencias y con un sexto que trajo las complicaciones que debe tener el toro de lidia y que fue muy mal entendido por su matador. En general se puede decir que la corrida fue lo que se esperaba de ella: toros bien criados y lustrosos con ganas de agradar y de facilitar las cosas a sus matadores, en la línea del toro moderno y facilón que está deseando complacer y que los pitones los lleva puestos más bien como motivo de ornato.


A su primero lo recibió Fabio Jiménez, de azul marino y oro, con templadísimas verónicas. Puede decirse que esto fue lo mejor de su actuación. Le aplicó al nobilísimo novillo todo el repertorio completo del neotoreo, comenzando con su pésima colocación y continuando con el toreo despegado, el cite con el pico y demás sacramentos de ese cisma que nos devora. ¿Qué culpa tiene el muchacho, si estarán todo el día calentándole la cabeza con que emplee esos modos y esa formas? La cosa es que concitó ciertos aplausos del público más fiestero con ese ir y venir del novillo, aunque la cosa se fue enfriando a medida que el trasteo no cobraba vuelo. Se quedó descubierto y el novillo, con todo el dolor de su corazón, le trompicó. El pobre novillo se quedó con una carita de yo-no-fui como pidiendo perdón; al poco Jiménez se fue a por el estoque y antes de matarlo lo pinchó. Su segundo fue destruido por las malas artes de Carlos Pérez desde lo alto de su Montaña Equigarce, que dejó al novillo para el arrastre, literalmente, porque el bicho, tras unas carreras sin atender mucho a la muleta, se echó a que le apuntillasen, sin atender a razones.


El Mene se vino a Madrid a presentarse muy bien vestido, de purísima y oro. Su primer toro, Entrenador, número 28, era para dar un aldabonazo que el Mene no supo o no pudo dar. Bien picado por Héctor Piña, recibió la acertada brega de David Salvador, que se desesperaba viendo cómo José Manuel Zamorano y Vicente Herrera, que le habían pillado un gato tremendo al novillo, le iban clavando las banderillas de una en una. Triste espectáculo. El trasteo de El Mene no estuvo a la altura de lo que demandaba la casta de Entrenador. Quiso echar a rodar lo de todos los días, pero eso no le servía con las condiciones del novillo, lo mismo que le pasó a Luque con el de La Quinta, o sea que la cosa se fue despeñando y, cuando ya estaban a punto de cumplirse las escrituras de los profetas, El Mene se perfila en corto y se arranca, decidido, a cobrar un espléndido volapié que le redime y por el que recibe justos aplausos, como los que recibe el novillo al ser arrastrado. Su segundo es menos encastado. Lo recibe por verónicas rematando la serie con una chicuelina (?) En la muleta El Mene plantea un trasteo de altibajos: a veces está a base de ventaja y otras, a medida que la faena va avanzando comienza a irse más hacia adelante y a tratar de hacer las cosas más ajustadas al canon. Al terminar una serie el novillero tropieza con la pezuña del novillo, cayendo, y cuando se levanta el animal le persigue hasta que le engancha y le lanza en una gran voltereta. Por segunda vez vuelve a ejecutar de manera muy acertada la suerte suprema, y aunque el estoque cae ligeramente trasero, tumba al novillo en menos que se tarda en contarlo. Hay una pequeña petición y hay aficionados que se enconan en que no dé la vuelta al ruedo, midiéndole como si fuese una gran figura en vez de un chico con diez festejos el año pasado y dos buenas estocadas en sus dos novillos. Estaremos atentos, a ver si a Marco «Ugly» Pérez le miden de igual manera.


Y Tomás Bastos, de blanco y plata, que nos dio otra nueva ración de ricino con su toreo descolocado y ventajista ante otro Mayalde de bondadosa condición. Intentó arreglarlo al final de la faena a base de naturales, pero la cosa tampoco salió. En su segundo se equivocó de plano: no vio la distancia que el animal pedía, optó por el amontonamiento y fue sacando sus pases sin provocar ningún entusiasmo en la afición. Buenos pares de Alberto Carrero, su tercero.


A la salida, bajando las escaleras, ya oímos las primeras censuras a las estocadas de El Mene. Lo que decíamos antes.




ANDREW MOORE


















FIN