El Os vais a enterar de Perera
["¿A quién defiende la Autoridad?"]
JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Para conmemorar el Día de la Fiesta Nacional, el Descubrimiento de América y la festividad de la Virgen del Pilar el departamento de Inteligencia Artificial (IA) de Plaza 1 tuvo la magna idea de programar un mano a mano, que con eso se minora el coste del cartel, en el que se ventilase la secular enemistad entre los lugares de La Puebla del Prior y Torrejoncillo, como quien dice Badajoz vs. Cáceres, representadas ambas poblaciones por sus más excelsos hijos en lo tocante la lo taurómaco: Miguel Ángel Perera y Emilio de Justo serían los paladines de sus respectivas localidades dispuestos a batirse sobre la blanquecina arena de miga de Las Ventas para hacer prevalecer el honor de sus respectivos pagos. No se nos ocurre otra causa que esta para poner frente a frente a Perera y De Justo, entre los que no se atisba un solo motivo de rivalidad o competencia que justifique este antedicho mano a mano.
Para dar algo de interés a la corrida le compraron seis toros a Victorino Martín, que es ganadería especialmente querida en Madrid. Para los que dicen que si Victorino tal y que si Victorino cual, recordemos que en 2023, en otro mano a mano con el que se cerró la Feria de San Isidro, se trajo de Las Tiesas un serio corridón de toros que fue subrayado por la afición cuando hizo salir al mayoral a saludar al término de la corrida. Y en este año 24, Corrida de la Prensa, otro mano a mano y otro corridón variado de intenciones y de magnífica presentación, masacrado en varas, para que no decaiga el interés que siempre despierta la A coronada. Ya nos hubiera gustado que los seis toros de esta tarde. Playero, Portevelos, Escusano, Pobrecillo, Verdadero y Director, números 19, 97, 14, 54, 62 y 74, hubieran defendido con mayor ahínco el honor de su divisa, especialmente después de la interesantísima corrida que soltó Fuente Ymbro hace unos días, pero lo cierto es que el encierro no llamó la atención específicamente ni por su presencia, ni por su fortaleza, ni por su entrega ante los de a caballo. Y eso que hubo algunos que demandaban la vuelta al ruedo para el tercero, Escusano, que uno ya no sabe qué locura se adueña a veces de algunas cabezas. No quiere esto decir que los toros no tuvieran su guasa, que en el momento que ambos matadores se quisieron confiar, olvidando lo que tenían enfrente, se vieron con los pies por arriba y el trompazo consiguiente, para dejar claro el concepto de que «tonterías, las justas»; pero pese a esos rasgos inequívocos de personalidad por parte del ganado de Victorino, es de justicia dar el premio ganadero de este otoño madrileño a Ricardo Gallardo y sus jandillas enloquecidos.
Entre Perera y De Justo hay una diferencia evidente, y ésta es el capricho que una buena parte de los aficionados madrileños sienten por el segundo. Se nota en que mientras al primero le increpan por el apellido:
¡Perera, no seas pesao!
Al segundo le llaman afectuosamente por el nombre de pila:
¡Emilio, por Dios, crúzate!
Esa predilección se nota también en que las clásicas exigencias por el cruzamiento y las censuras por las ventajas que se toman ambos siempre son agrias censuras al de La Puebla del Prior y amorosas admoniciones al de Torrejoncillo. Bien es verdad que Miguel Ángel Perera se ha labrado a pulso una sólida reputación de pelmazo. Hoy en la Andanada un culto abonado rememoraba el ripio finisecular aquél tan del gusto de nuestros abuelos de «Ay, Melitón, Melitón / Te mereces un guantazo / por pelmazo…» precisamente cuando iniciaba Perera la faena a su primero, uno de capa negra (de lo ibarreño, ya sabemos) que como todos los de capa negra de Victorino estaba ahí por estar. A este pobre animal le dio Perera 71 muletazos, que se dice pronto 71, a tres de diferencia de su récord personal de 74 en el pasado San Isidro. Era impresionante ver cómo se sucedían las decenas de muletazos uno tras otro y el aguante del bicho ante ese claro abuso que se estaba cometiendo con él, y luego el remate del sainete a base de pinchazos y una, digamos, estocada y también el aviso, que nos sacó de la catalepsia a la que nos había inducido la hipnótica tauromaquia pereriana.
Su segundo era de esos de «hacer el avión», que decía Victorino padre (qDg), fijo y noble y de atemperada embestida, es el toro ante el que Perera debió haber sacado a relucir aquella forma suya de torear de 2008 y lo que sacó fue un catálogo de trapacerías de viejo cómico aburrido de su oficio, sin ocurrírsele jamás buscar la rectitud del toro y sacando algún muletazo suelto más por culpa del propio toro que del torero. Su trasteo consistió en 53 pases. El clímax se vivió entre los pases 20 al 25 donde las gentes quisieron ilusionarse con Perera, que resultó trompicado en ese pase 25 para delirio de muchos. Digamos que Perrera está casi siempre por debajo de las condiciones de Escusano y que cuando le dejó la estocada trasera ésa que ahora tanto se estila («el rincón de Julián», la llamamos), el animal tardó en morir una barbaridad, porque ahí hay poca muerte. Entre tanto se sentó en el estribo y escuchó dos avisos y finalmente tuvo que agarrar el descabello. El toro, óptimo para el último tercio, no era de vuelta.
La cosa del quinto la resolvió Perera con 50 pases, que ya son pases viendo las pocas ganas de embestir del animalito. Las gentes se soliviantaron un poco y demandaron a voces y silbos que pusiera fin a aquello, cosa que hizo a base de un bajonazo. 174 pases es la cosecha de Miguel Ángel Perera en esta última corrida de la temporada.
¿Y Emilio? Pues casi lo de Perera pero con cariño, acaso algo de mejor disposición y como si dijéramos que las gentes esperan más de él. Buen manejo del capote en el recibimiento de su primero, muy eficaz, bien Bernal con la vara y bien el toro ante el reto de las faldillas, buenos pares de Juan José Domínguez y gran inicio de faena de De Justo hasta que el toro le engancha el trapo pasando al natural y se orienta, que estos de Victorino tienen estas cosas. A partir de ahí, porfía, ventajilla y algunos muletazos templados. Con dos pinchazos y estocada despena a Portevelos. Su segundo le tenía menos afición a los caballos que el antecesor y cantó convenientemente la gallina de su falta de interés en que le agujereasen la espalda. Comenzó su trasteo Emilio, de nuevo las ventajillas, y en el momento que se confió el toro le buscó y le puso con los pies por alto. Tras las correspondientes muestras de apoyo por parte del público tras el susto se empeñó en unos naturales de más voluntad que encaje, muy jaleados, antes de encenagarse con la espada, cobrando seis pinchazos, un espadazo y dos avisos.
Las gentes esperaban como agua de mayo a Director, que es nombre fetiche en la vacada de Victorino, y que no manifestó unos grandes deseos de acudir al penco guateado, aunque una vez que lo hizo empujó con buen son. Buena brega de El Algabeño y buenos pares de Morenito de Arlés. El toro acabó entrando en la muleta de De Justo, que planteó una faena con muchos altibajos, con algunos -pocos- muletazos de gran hondura y mucha farfolla cantada por los tendidos al grito de ¡Hosanna!. Resaltemos una tanda a derechas de mucho cuajo y la frialdad de la mayoría de su toreo natural. Y luego eso de los chillidos, que no es de recibo estar dando voces al toro en cada cite y al entrar a matar: alguien debería decírselo. Pinchazo y estocada en el «rincón de Julián» fueron el epílogo a esta tarde en que cada uno de los extremeños en liza se llevó una oreja de Madrid.
La voz que proclamó: ¡Qué m… de temporada, Garrido! representaba perfectamente el sentir de muchos abonados.
ANDREW MOORE
FIN