lunes, 31 de octubre de 2016

El fútbol es sufrir


 Boris Grushenko


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Con el fútbol pasa lo mismo que con la democracia, que todos estamos ayunos de lo que es y ahítos de lo que lo parece.

    Zidane, que es feliz porque los dioses le han concedido la gracia de poder vivir de lo que ama, que es el fútbol, dijo en Vitoria: “El fútbol es sufrir”.

    De la teología balcánica a la metafísica argelina: en la escala del pensamiento balompédico, “el fútbol es sufrir” de Zidane va un peldaño por delante del “fútbol es fútbol” de Boskov.
    
O sea, que al fútbol vamos para darnos con un canto en los dientes y gozar cuando fallamos –resume el pipero de guardia.
    
Zidane es un tipo hábil: dado que del partido en Vitoria no había nada que contar, contó a la peña la de Woody Allen en “La última noche de Boris Grushenko”:

    –Jugar es sufrir. Para evitar el sufrimiento no se debe jugar, pero entonces se sufre por no jugar, de modo que jugar es sufrir y no jugar es sufrir, y sufrir es sufrir. Si para ser feliz hay que jugar, para ser feliz hay que sufrir, pero sufrir hace a uno infeliz, por lo tanto para ser infeliz uno debe jugar o jugar para sufrir o sufrir de tanta felicidad, y dejémoslo que es un lío.
    
De lo insufrible del fútbol de toque y posesión (da más espectáculo un limpiaparabrisas) deducimos el amor que las masas (pagar por sufrir) le profesan.

    Mi vecino se enteró de que el Alavés (otro equipo que vuelve al sistema antiguo) estaba en Primera cuando el sábado encendió el televisor para ver el “Groundhog Day” de la investidura en el Congreso y se encontró con Kiko Femenía merendándole la cena al Real Madrid, que parecía, de entrada, un Celedonio.

    –¿Este partido es de Liga?
    
La verdad es que todos nos habíamos quedado en aquel Alavés de Carmona, Jordi Cruyff y Javi Moreno peleándole la Uefa al Liverpool de Gerrard, McAlister y Owen. Entonces llegaron los penaltis a favor, que en el Madrid llegan siempre con el otoño, como las setas, y los aspavientos de un público que cualquiera que los viera podía pensar que a aquella gente le estaban arrebatando el chacolí, cuya denominación de origen se disputan vascos y mirandeses del Ebro.

    A los vitorianos, de carácter generalmente templado (¡Zubizarreta!, ¡Karanka!), uno sólo los había visto airados dos veces, y las dos en los toros: la tarde en que a Paquirri se le puso entre ceja y ceja poner banderillas gules y gualda, y la tarde en que al Cid se le ocurrió brindar a María San Gil, que venía del infierno.

    Sulfurarse por unos penaltis en contra revela la igualación a la baja que el fútbol ha obrado en las masas, que todavía no sabían (Zidane habló después del partido) que el fútbol es sufrir, y en Mendizorroza sufrieron todos: los de casa, por los penaltis en contra, y los de fuera, por empeñarse en ganar sin jugar.

    También el Barcelona sufrió (¡eso es el fútbol!) para ganar al Granada de Alcaraz, con lo fácil que hubiera sido golear al Granada de Paco Jémez, famoso por su disposición para jugar como nunca y perder como siempre.

    Con Madrid y Barcelona sufriendo, aquí hay fútbol para rato. Menos con Benzema, claro, que ni sufre ni padece.



JUEGO COLECTIVO

    Arsène Wenger, el San Luis (“¡Más bonito que un San Luis!”) de los piperos, no se muestra partidario del Balón de Oro porque… “el fútbol es un deporte colectivo”, lo que pasa es que luego unos cobran más que otros, lo cual, tratándose de un ejercicio colectivo, carece de explicación racional. Si Wenger fuera fiel a la socialdemocracia de alpargata que vende, establecería en el Arsenal un sistema de retribuciones orientado al fomento del colectivismo acorde con su modo de pensar, de manera que el utillero cobrara los mismos euros que él, y él, los mismos que Cazorlita. Y así. En el Madrid, para entendernos, Cristiano, el cisne, debe compartir sus oros con Danilo, el pato feo. Ahí os quiero ver, igualitaristas del pan “pringao”.

Lunes, 31 de octubre


-Está hecha para todo, menos para ser contemplada, la familia.
Céline

domingo, 30 de octubre de 2016

Sistema de representación



Jugando a Camelot


Hughes
Abc

Estuve ayer en Vitoria cubriendo el Alavés-Real Madrid y al regresar a Madrid, ya de madrugada, me sorprendió mucho lo que vi de la sesión de investidura. También el relato de lo sucedido.

Fue chocante encontrar a Rufián convertido en estrella de la sesión. Algo sospechaba. Me llegaba algún email, whatsapp de amigos. “¡Rufián!”

Es un personaje notable, desde luego, ¿pero tanto?

No daba crédito con lo que vi después. El 78 unido puesto en pie ante… Rufián.

Ayer se invistió presidente a Mariano Rajoy, pero pasaron más cosas.

Una fue la culminación de la estrategia de un año, el año en funciones, en que se moduló la urgencia o no según el antojo monclovita. No faltaron narradores para ese relato. Podía haber “segundas”, pero no “terceras”. La urgencia o la pausa (la cachaza, más bien) las determinaba Rajoy.

En unos meses podría haber elecciones que ya no serían terceras, serían 2+1, como diría Ángel Nieto.

El “Ríndete, Sánchez” ejecutado diariamente durante meses, por razones de fondo que tuviese, pareció demasiado organizado. El inane oportunismo de Sánchez adquirió algún rasgo arrojado, hasta le dieron convicciones. Casi fabricaron un proyecto de algo, no sé si de líder o alternativa.

Se consagró una determinada plasmación del pertinaz Consenso que adopta esta vez la forma terminal de Partido Único. La Gran Coalición. Esto es una evolución del mal llamado bipartidismo. Y no es una cosa menor. Que sólo Pablo Iglesias lo comente no quiere decir que no exista. Es un deterioro, un repliegue del 78. Ante eso, yo vi un tic: la farsa y la renovación grotesca de lenguaje, fórmulas y heroicidades de la transición.

El Partido Único es un deterioro y a la vez es el paroxismo marianil. ¿Qué oposición queda? Un PSOE fraccionado (vigoroso sólo donde su corrupción no puede impugnar ninguna otra) y, sobre todo, el movimiento antisistema. Rajoy o las tinieblas.

Después, el escándalo por las palabras de Rufián sobre el PSOE me pareció llamativo y como desmemoriado. Infantil, hipócrita. Y si es hipócrita es real, es actual. El PSOE dijo de Suárez cosas bastante peores y con más escaños. No olvidemos que Rufián es un marginal. Nada que ver con el clima de tensión contra la UCD de principios de los 80 formulado por el pujante PSOE. Recordemos lo que decía Guerra sobre Suárez: “Algunos se preguntan si será el momento de que el General Pavía entre a caballo en el Parlamento y lo disuelva. Yo me pregunto si el actual presidente del gobierno no se subiría a la grupa de ese caballo”.

Ayer hubo con eso un fenomenal intento de rueda de molino. Horas antes, Hernando había trazado una minuciosa historia de traiciones e ignominias socialistas que ahora quería ver convertidas en honrosas. Es sorprendente, aunque legítimo. Lo delirante es que sean reputados enemigos del PSOE, que han estado esgrimiéndolas durante décadas, los que se lleven ahora las manos a la cara como monjitas en el Bagdad barcelonés.

O sea, no saltaron cuando Rufián se ciscó en la unidad de la Patria, pero se levantaron muy dignos a escenificar un aplauso constitucionalista para salvar el relato épico del PSOE hernandiano.

Se estrenó ayer una nueva prosa Ónega, y todos somos Victoria Prego. Mismas palabras, mismos dioses y demonios, mismo esquema. Falta un revival de los cantautores.

Es un nuevo hito de la Transición. Una iteración. Una vuelta de tuerca. Ya sabemos lo de la repetición como farsa. Rufián de tejerito, y Villegas encarándose contra los de Podemos como un Suárez indómito en su escaño (¡Villegas, personajazo!).

“Se jugaron la vida por sus libertades”.

(Lo de Ciudadanos “representando”, “impersonando” el suarismo en la foto de Villegas contra el podemismo parecía un homenaje al Tenorio o un disfraz de Halloween).

Es que eso se ve: el “ciudadanismo”. Salir del atolladero con una directa imitación de lo de entonces.

Ya tenemos serios problemas para aceptar la oficialidad del relato de la Transición como para asumir sin sonreír esta burda operación de relegitimación del superconsenso y de renovación heroica y épica con ocasión del Marianismo puro.

Porque eso fue lo de ayer.

Primero, porque Podemos y Rufián y Bildu no están fuera del 78. Son el 78. ¿Quién permitió lo de Bildu? ¿Insistimos en el apoyo estructural de lo audiovisual al discurso podemita?

Iría más allá. La agresión verbal y no sé si con lanzamiento de botella (no nos libramos del arma arrojadiza) a Cantó y Villacís, paradigmas casi genéticos y fisiológicos del centrismo, fue algo desagradable, reprobable y condenable. Pero no se debió permitir la manifestación alrededor del Congreso. Las autoridades que lo permitieron contribuyeron a la escenificación del acoso.

Había gran comodidad con la idea de un Parlamento asediado.

Por último, ayer se convirtió a Rufián en estrella. Se entienden los respingos de Hernando tras su papelón de funerario del PSOE, de señor del OCASO socislista, y también los de Madina (otro cipotudo, del tipo sensitivo: lo cipotudo es la hegemonía cultural gramsciana de ahora). La comida de tostada estaba siendo gloriosa y había que reaccionar.

Madina, político de malicia notable y víctima de ETA, como elemento de consenso democrático tiene una credibilidad escasa. En tiempos del postzapterismo decía unas cosas más bien sectarias. La salida de Hernando del “bórrese todo lo dicho” es directamente una caricatura.

Ante la capacidad de Rajoy, en resumen, hay que descubrirse. Eliminó toda competencia generacional en el PP. Mató (o dejó morir) a los padres, a los hermanos, a los primos. No asumió responsabilidades, y cayó electoralmente por la crisis y la corrupción. Pero permaneció, eliminada toda alternativa.

Y luego se alteró el sistema natural del turnismo. Se bloqueó la alternancia PSOE y surgió (se infló, digamos que ambientalmente) a Podemos.

La operación “mandato imperativo” que fractura el PSOE y deja un gran flanco abierto a su izquierda, termina de dificultar una posibilidad de alternancia.

La actualidad nos deja un Rajoy generacionalmente solo. Y el resultado es fascinante para él porque le garantiza el gobierno, pero el provecho de conjunto del país no está tan claro.

¿Será posible la alternancia con esa izquierda que se dice fuera del sistema? ¿O evolucionará el Partido Único mudando de piel internamente, según la fórmula postfranquista de la designación? Esto sería trasladar la naturaleza “antonina” del PP a lo que Iglesias llama la Triple Alianza.

La Triple Alianza es la política del “resistencialismo”. Del resistir hasta que los materiales aguanten.

Lo del mandato imperativo del PSOE, por cierto, fue la enésima representación de un incumplimiento constitucional. Cuando ayer se decía con emoción “me representan” parecía en su sentido estrictamente teatral, fingido. Sistema de representación literal.

Algún amigo ha hablado incluso de “honor del 78”. Debilidad, más bien, escenificación y una especie de impostada dignidad que sí tiene algo del sospechoso actuar del español herido cuando invoca el “honor” a falta de otra cosa.

El 78 está lleno de sombras desde su origen, y su resultado es esta cámara actual.

Hemos crecido oyendo inexactitudes como “la constitución que entre todos nos hemos dado” y la glorificación acrítica de la Santa Transición. La farsa colectiva del “corrimos delante de los grises”. Ahora, cuando llega el acoso a ese cimiento con aluminosis (se lo han ganado a pulso algunos), lejos de buscar la superación, su mejora y esclarecimiento, se huye hacia delante y esto exige una especie de imitación fraudulenta, de pura farsa. “El 78 se planta ante Rufián”. Una repetición de fraseología, de clichés, de emotiva estupidez, muchas veces muy interesada, bajo una proyección del tiempo perpetuamente galaica.

El marianismo sobrevive triunfante sobre una vuelta de tuerca del consenso que no es sino la debilidad del sistema tras la fractura de la izquierda y el PSOE. Eso se tuvo que relegitimar ayer con un revival de la Transición (ti prego) ante el Enemigo Rufián, metido a Tejerito de monólogo.

 Jugando a Camelot

Jugando a Camelot

El coracero, el escritor y la rata

Céline coracero, 1914


Jean Palette-Cazajus
 
(Apéndice lúcido sobre “El Hombre a Caballo”)

                                                                                                     Para I.R.Q.

Me complugo sobremanera ver cómo íbamos amaneciendo aquí, estos últimos días, con citas de Louis-Ferdinand Céline (1894-1961). No sabré explicar por qué, siendo joven estudiante, nos poseía literalmente la “celinomanía” a un entrañable amigo y al que suscribe. Quiero pensar que sería una forma de manifestar la rebeldía propia de aquella edad hormonal, pero también de “customizar” el rutinario izquierdismo postacnéico del que participábamos, yo más que él.

Voy a confesar algo terrible. Leo poca novela. No solamente por hacerle caso a Josep Plá, que venía a decir, no encuentro la cita exacta, que pasados los cuarenta años quien seguía leyendo novelas tenía mucho tiempo que perder. Marcado también por un platonismo radical que me llevó a plantear la novela como arte de bordadoras. Como el autor de “La República”, solo veía utilidad social en tres dedicaciones. Jerárquicamente, filósofo, soldado y labrador. Conozco mi error, pero sigo sin leer novela. Mis limitaciones neuronales ralentizan considerablemente mis lecturas prioritarias y no hay tiempo para otra cosa.

Pero creo que hay otra explicación. Juvenilmente empapado en el aguardiente celinesco, cualquier otra literatura me parece fácilmente agua de rosas. Podría ser arqueológicamente interesante una etiología de mi progresivo paso de Céline a Lévi-Strauss. Pero admito que hubo una clara dimensión de alejamiento profiláctico. En pocas ocasiones se han dado cita, como en la persona de Céline, el prodigioso escritor y la rata humana. Después de los inmensos “Viaje al fin de la noche” y “Muerte a crédito” llegó la época de textos como “Bagatelas para una masacre”,  o “La escuela de los cadáveres”, empapados por el odio y por un antisemitismo patológico. Tras proclamar desahogadamente “Soy el enemigo número uno de los judíos”, Céline fue la persona que podía escribir, valga un minúsculo botón de muestra, “Los judíos son...bastardos gangrenosos, destructores, pudridores”. No quiso dejar ningún resquicio para la duda: “Yo me siento muy amigo de Hitler, muy amigo de todos los alemanes. Encuentro que son verdaderos hermanos y que tienen mucha razón en ser racistas. Encuentro que nuestros verdaderos enemigos son los judíos y los masones”.

El último Céline

No fueron solamente palabras. Denunció a la Kommandantur a un médico judío que había sido colega suyo en el mismo hospital (“Céline” era el seudónimo del doctor Destouches) y mandó al ocupante varias cartas anónimas. Aparte de las cuarenta cartas abiertas, a cual más desmelenada, publicadas en los medios colaboracionistas. Tras el desembarco de Normandía huye a Alemania con los peores elementos del gobierno de Vichy. Describirá con increible lucidez y crueldad aquel esperpento, aquel ambiente crepuscular, en “De un castillo a otro”. A partir de entonces y hasta su muerte, Céline se convertirá en un personaje rastrero, gimiente, reptiliano y casi clochardizado, movido por una voluntad de tortuoso camuflaje frente a una opinión que admiraba al escritor pero se tapaba la nariz ante la persona.


Cuesta imaginar que el individuo rampante y andrajoso de los últimos tiempos fuese la misma persona que el pimpante y juvenil coracero de la foto. Pero el joven Louis-Ferdinand Destouches se alista en 1912,  con 18 años, en el 12° Régimiento de Coraceros. El coracero es el antihúsar. Pesadamente equipado, montado en los caballos más pesados, era el blindado de los ejércitos tradicionales. Los coraceros eran la fuerza de choque que desequilibraba la batalla. Con éxito en Eylau, con trágico fracaso en Waterloo. La condición de su eficacia era la potencia de la masa y el impacto del choque. Ello exigía, en el momento de la carga, absoluta cohesión y solidaridad, abnegación anónima, generosidad y espíritu de sacrificio. Cualidades y valores difíciles de encontrar en la obra de Céline.

El 11º Regimiento de Coraceros, 1913

“¡Eppure!” que decía Galileo, ¡y sin embargo!, Céline, “maréchal des logis”, o sea sargento de caballería con 20 años en el estallido de la Primera Guerra Mundial, se presenta voluntario para una misión peligrosa donde resulta herido de gravedad en un brazo. Le conceden primero la Medalla Militar y después la Cruz de Guerra, pero el coracero Destouches queda inapto para el combate. Además, desde Agosto de 1914, el de los centauros acorazados, más que ningún otro cuerpo de caballería, demostró su total incongruencia con la guerra moderna. Desapareció de los frentes tras las primeras semanas. Céline evoca su experiencia en “Viaje al fin de la noche”, pero sobre todo en “Casse-Pipe”, novela corta editada en 1949, me parece que sin traducir al español. “Casser sa pipe”, romper la pipa,  significa “palmar”. El “casse-pipe”, palabra muy usada por los combatientes de 14-18 es, como quien dice, el “palmadero”.

 Coracero herido, 1914

Es un texto donde se luce el mejor Céline, desgarrado, tétrico y  corrosivo. Cutrez de la vida cuartelaria entre boñigas y tareas rutinarias,  mediocridad obtusa de los compañeros palurdos e iletrados, mugre y olores infames de los dormitorios donde los jinetes dormían en la misma paja que los caballos. Etílico-tabaquismo de los suboficiales. Arrogancia clasista de los oficiales generalmente procedentes de una aristocracia residual y bastante propensos a una versión gala del “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!”. Llegada la hora del “casse-pipe”, esta vez son las misiones absurdas, las órdenes absurdas, los mandos absurdos en una guerra inimaginablemente cruenta. En la descripción despiadada de la muerte estúpida, descerebrada de su coronel, en su tiempo calificada de “heroica”, se abre la falla geológica entre el joven coracero y el escritor desesperanzado. El coronel se empeña en permanecer al descubierto, bajo el fuego alemán. Obliga a su ordenanza a mantenerse a su lado en posición de firme. Afortunadamente el obus germano que lo hace trizas perdona la vida  al ordenanza, sólo empuercado de sesos y otros humanos menudillos procedentes de tan dudosa jerarquía. 

Entiendo perfectamente que frente a ese tipo de “valor” hormonal, zoológico, nihilista le diera a Bardamu, el alter ego de Céline en “Viaje al fin de la noche”, por exaltar la necesidad de la cobardía. En mis últimas incursiones montadas, dando molinetes con el sable romo de la pluma y pese a insistir en la necesidad de la distancia, temo haberme dejado llevar por el atavismo familiar y la ilusión lírica. Céline me devuelve al equilibrio y a la lucidez.

La Ilusión Lírica

Domingo, 30 de octubre


-Durante la retirada de Rusia, a los generales de Napoleón les había costado Dios y ayuda impedirle ir a Varsovia para que la polaca de su corazón le hiciese la última mamada suprema.
Céline

Suna a las cuatro



Una ortegada me intrigó más de la cuenta una vez: la de que en el perro doméstico se desarrolló el cerebro anterior, mientras en el salvaje el desarrollo fue el del exterior. Y que la misma relación se da entre el cráneo del homo primigenius y el europeo actual. El ladrido, desde luego, no es natural al perro (los perros salvajes no ladran: aúllan). El primer perro doméstico era mudo, y con grande sorpresa anotó Colón que los perros antillanos no ladraban. Suna, sí. Porque Suna no era antillana. ¡Cualquiera sabe lo que era Suna! Ladraba por los codos, como una ideal tertuliana gitana. Luego, bajo los aspersores, era como un grillo parlante. Decía Jenofonte que el hombre es un animal hablante. Suna era una señorita-grillo parlante. Y con la alegría, una parpayuela. El darwinismo (Huxley llevaba razón) no explica el origen del lenguaje. Y tampoco explica que Suna, para expresar a lo loco su alegría (aquella su alegría matinal de estar estrenando la vida), rompiese en un monólogo delirante como los de Antonio Ozores con pausas inteligentes a lo Louis CK. Y te morías de risa, con el farfullar (¡el logos!) de Suna.

"Y si he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más"

DOMINGO, 30 DE SEPTIEMBRE

Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. Vivía en ella un hombre rico llamado Zaqueo, jefe de los que cobraban impuestos para Roma. Quería conocer a Jesús, pero no conseguía verle, porque había mucha gente y Zaqueo era de baja estatura. Así que, echando a correr, se adelantó, y para alcanzar a verle se subió a un árbol junto al cual tenía que pasar Jesús.  Al llegar allí, Jesús miró hacia arriba y le dijo:

-Zaqueo, baja en seguida porque hoy he de quedarme en tu casa

Zaqueo bajó aprisa, y con alegría recibió a Jesús. Al ver esto comenzaron todos a criticar a Jesús, diciendo que había ido a quedarse en casa de un pecador.  Pero Zaqueo, levantándose entonces, dijo al Señor: «Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes; y si he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más.» Jesús le dijo:

-Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es descendiente de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.

 Lucas 19,1-10

sábado, 29 de octubre de 2016

A falta de fútbol, añoranzas

 Un  Valladolid con Pepín, el hermano del Litri
Hoy venía Santos representando a la institución
 De pie: Santos, Gail, Moré, Richard, Gilberto y Fenoy
Agachados: José Calzado "Pepín", Sánchez Valles, Jorge, Joaquín y Rusky

Victoriano Sánchez Arminio en día infernal en Córdoba
 hablando del gol al Baracaldo

Francisco Javier Gómez Izquierdo

       Cuando llegué a Córdoba -1988- el equipo jugaba en 2ª B  en El Arcángel viejo. Venía de Pamplona, donde fui abonado de Osasuna, y como nunca me han gustado las infidelidades por no haber estado educado en ellas, tanto al Sadar como al viejo Arcángel no los tuve como domicilio propio sino como acogedores y entrañables hoteles, pues el hogar de uno siempre será El Plantío. Incluso ahora que mi Burgos está con tres puntos en medio de un cataclismo que le aboca a tercera división, estoy incapacitado de mudar los quereres.

      Al nuevo Arcángel, después de 29 años, ya lo siento un poco propio, aunque no sea ni parecido a mi santuario burgalés. Ni asomo de indignaciones tales como aquella tarde del gol de Viteri escupido por una de  las barras que soportaba las porterías  ante el Baracaldo y que Sánchez Arminio no vio. Éste recuerda, creo que gratamente, aquéllas peripecias y hasta mantiene  con paga del Colegio de Árbitros al linier con el que compartió aventuras. Me contó que tardó cinco horas en salir de El Plantío escoltado por la Guardia Civil hasta Sotopalacios. ¿Qué decir del penalty que nos pitaron jugando contra el Madrid y que de un transistorazo retiró al Butanino de radiar desde los banquillos?
     Reconozco que también en El Nuevo Arcángel  me he emocionado dos o tres veces, pero hay una que no se me olvidará jamás. Fue ante el Valladolid hace diez años. El Córdoba perdió 2-3 y descendió a 2ªB. El entrenador pucelano Marcos Alonso quedó impresionado, como un servidor, por la ovación (más de diez minutos) del público puesto en pie a un equipo derrotado y descendido que más parecía Pavarotti en pleno triunfo  que una quincena de futbolistas llorando como Magdalenas. Aquel equipo mereció mejor recompensa en el último tercio de Liga, pero en ese momento crepuscular y heroico parecíamos asistir al sacrificio de un Leónidas sin desfiladero. ¡Qué liga aquélla, con un equipo fichado en verano y otro en Navidad ! El portero Saja juega aún en el Gimnástico de Tarragona y amenaza descender con los catalanes como lo hizo con el Rayo y con el Córdoba. ¡Qué gol le colaron hace quince años mientras miraba las musarañas!

     Esta noche ha vuelto el Valladolid en otras circunstancias y el periodismo especulaba con dos futbolistas despedidos en Pucela, Alfaro y Rodri, goleadores sobrevenidos por esta tierra que no vieron puerta en Valladolid el año pasado, y con Raúl de Tomás, ese chico que imita en todo a Cristiano Ronaldo, menos en lo futbolístico,  y que la anterior temporada se pedía tirar los penaltys con la camiseta blanquiverde. A mí, antes del partido, me llamaban más la atención Álex López y Míchel por los visitantes, y Guille Donoso por los locales, pero el partido ha sido plano. Con dos o tres ocasiones y un gol por equipo y el miserable reparto de puntos al que el entrenador Oltra es tan aficionado. Por el Valladolid, bien Míchel, el mejor y más inteligente del once del entrenador Paco Herrera, autor de un gol regalado por nuestro lateral Caro que minutos antes había rematado sin querer y con la barriga un balón despistado en el área. Álex López es muy tramposo. Toca y se hace el exquisito, pero cuando la pierde se para, mira y no baja, con una disposición inadmisible en 2ª. Tiene el Valladolid tan buen centro del campo como el Levante, pero como dice el bolero falta alma corazón y vida.

     En fin, vuelvo a casa con Pepín, aquel greñudo lateral cordobés que jugó a orillas del Pisuerga y hablo con él de fútbol antiguo, por lo que no entro en detalles de la plantilla blanquivioleta por haberme excedido con recuerdos, entiendo que más interesantes que el partido de hoy. 1-1 creo que justo y un partido del que no creo que vuelva a acordarme.

El mapa


 El Estado de Partidos



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La noticia es que el alcalde de Cartagena amenaza con dejar Murcia si no les dejan ser provincia. Cuando el alcalde de Villadiego haga lo propio con Burgos, se habrá completado el “mapa federal” de España diseñado por el Estado de Partidos que nos desangra.

    Ninguno de sus diseñadores conoce el significado de “lo federal”, pero intuyen que con eso pueden extraer más dinero del contribuyente, que es de lo que se trata, y lo defienden como fieras, desde el socialismo obispal de Borrell, el del “modelo federal de país sin connivencias soberanistas” (átenme esa mosca por el rabo), hasta el centrismo panoli de Rivera, el nadador de la insultante juventud y los trajes de tres piezas, dos cosas al estilo de un ministro secretario general del Movimiento que lo hacen parecer, en el tiempo, el abuelo de Pablemos, el de la “plurinacionalidad del Estado”, a quien llama “capullo” y “gilipollas”, algo que Suárez, el del “café para todos” (tenía que acabar dando nombre a un aeropuerto), nunca hubiera llamado a Carrillo, el del “ruido de sables”, que así, frasecilla a frasecilla, es como hemos llegado a la España federal que soluciona el problema del Condado de Treviño, que se convierte en Estado Libre Asociado, fruto del diálogo de la derecha parlante (hablar por hablar), pero con su Derecho A Decidir, que es el derecho que la Onu reconoce a las colonias.

    Con los prosistas cipotudos desplazando a Hobbes y Bodin de la Mesa de Diálogo, todos los Estados de España tienen, con su derecho de autodeterminación, consideración de ex colonia, de manera que, parafraseando al anarquista que decía que la Historia era una p… y los episodios sus clientes, podría decirse que la Nación es lo que era la Historia, y lo que eran sus episodios, sus Estados.

    Son caros, los estadistas: nos van a poner a todos a recoger cartones por la calle, pero lo que nos van a divertir con sus arbitrios y disparates no nos lo quitará nadie.

    Pero, primero, terceras elecciones.

Sábado, 29 de octubre


-Tienen una forma de hablar, las personas distinguidas, que intimida y a mí me gusta, sencillamente, sobre todo sus mujeres, y, sin embargo, son simples frases mal paridas y presuntuosas, pero, eso sí, bruñidas como muebles antiguos.
Céline

viernes, 28 de octubre de 2016

Octubre

Mayo del 80

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Octubre es, por tradición, un mes de izquierdas, dentro de lo que cabe. Lenin en el Moscú del 37, Largo Caballero en la Asturias del 34, Fidel con los pepinos nucleares de Jrushchov en la Cuba del 62, donde la liquidación (“y que parezca un accidente”), también en octubre, un día como hoy, pero del 59, de Camilo Cienfuegos, sin olvidar el “vivo valgo más” del Che en La Higuera del 67. Y, cielo por cielo, lo del Psoe del 82, claro.

Hoy hace treinta y cuatro años que el Psoe subía de Madrid al cielo, que era el balcón del Palace donde González, subido en Guerra, que hacía de palé, prometió… ¡la recuperación de Gibraltar!, que yo lo vi.

Hoy Gibraltar está, no ya fuera de España, sino fuera de Europa, y el Psoe, en el famoso sepulcro del Cid, y bajo la doble llave de Joaquín Costa, que en el caso del Psoe, y vestido de Igor, es Pablemos.
Lleva uno media vida aguantando la chapa de señoritos que presumían de ex comunistas, y ahora que sale al ruedo un comunista en puntas (sin las fundas del consenso) se llevan las manos a la cabeza y te dan la chapa con la “antipolítica”, palabra que se decía mucho en el franquismo.

¡Ese Iglesias es igual que Trump! –es su “gif”.

Esta investidura es como el desayuno de lujo de Pablemos, que ha recordado al González de mayo del 80 en la primera moción de censura, a Suárez (“la democracia no soporta a Suárez”): zumo de “prosa cipotuda” (son sus palabras), y de tostada, el Psoe.

Cuando a Ganivet le dolía España recordaba el cuento del campesino nórdico que en su trineo, con sus hijos, se ve alcanzado por una manada de lobos, Podemos, que muerden ya las patas de sus caballos y les arroja el niño más pequeño, Snchz, para ganarles tiempo y distancia, mientras se disputan, aullando, sus despojos.

A veces creo que habrá que arrojar un millón de españoles a los lobos, si no queremos arrojarnos todos a los puercos.
Y el que se arrojó fue él, andaluz, pero cónsul en Riga, a las aguas heladas del Düna.

Viernes, 28 de octubre


-Todo se vuelve matrimonio y corrección.
Céline

jueves, 27 de octubre de 2016

Perspectivas

Francisco Javier Gómez Izquierdo

        Anoche escuché decir a un señor que “no podemos perder la perspectiva” porque “nos” encontremos con alguna denuncia falsa interpuesta por mujeres contra sus parejas o ex-parejas  masculinas. Decía el hombre que las denuncias falsas de violencia de género suponen un cero coma cero no sé cuánto conforme a una estadística que a fuerza de años repetida ya se ha convertido en verdad.

        Uno, que es un mindundi que se gana el pan conociendo las  miserias de mucha “gente”; que ha palpado el infierno en el que viven muchas mujeres sin que ningún juez tenga conocimiento y que ha descubierto lo retorcida que puede llegar a ser el alma del género humano, tanto en su variante masculina como femenina, reconozco ante el hombre que ayer hablaba en la radio del coche que he perdido la perspectiva.

      La he perdido desde que empezó a preocuparme el fenómeno del suicido en España. Cuatro mil suicidas al año. Once cada día. Repito, ¡¡once cada día!! Y pásmense, el 80% son hombres. Tengo al suicidio como, posiblemente, uno de los mayores actos de libertad al que se llega por miedo,  depresión,  angustia, cobardía  y como creo que cada persona es un mundo, allá cada cual.
      Pierdo la perspectiva ante la violencia de género ¿? porque todas esas mujeres y hombres que viven subvencionados por defender el feminismo no mencionan para nada unas cifras que a mí, sin ir más lejos, me llama mucho la atención. 4.000 suicidios en 2014. Los del 2015 no se han publicado y como no se esté atento no nos enteraremos. No es intención mía, tengan en cuenta que no tengo título universitario y que lo poco que he aprendido me lo ha enseñado la calle y mis indisciplinadas lecturas, montar ningún tipo de polémica, pero antier un López de Granada, al que conocí, se ahorcó porque la novia le denunció por cosas que le dijo por el guasá ése.  Este septiembre a un casi quinto mío de la Demanda lo encontraron a la semana de desaparecer en el fondo de un barranco hecho un amasijo con su propio coche. Mi paisano estaba en disputa con su señora por la custodia de los hijos.  No se me tomará por loco si apuesto a que cada dos o tres días uno de los suicidas masculinos llega a tan drástica solución agobiado (maltrato psicológico, ¿no?) por diferencias con su pareja.
      
Si algún o alguna feminista llega a ver estas letras, sé que me clasificará como machista y es posible que hasta fascista del mismo modo que cuando hacen el censo de víctimas asesinadas por los cafres del machismo, cuentan como españoles el rumano que mata a “su” rumana, al chileno a su esposa chilena, al paraguayo, al argelino, al colombiano, al argentino... Les invito a que en el censo de este año, cuarenta asesinadas, entre las que hay unas pocas dudosas por si los octogenarios casi dementes pactan su muerte o si alguno de los crímenes no es como sospecha el feminismo, contabilicen los españoles asesinos de mujeres. Para evitar sorpresas es mejor que no lo hagan porque, como les he dicho,  tengo perdida la perspectiva.

Iglesias, telonero de Rajoy


Hughes
Abc

Iglesias es el telonero de Rajoy. Saca lo mejor de él. Su mejor parlamentarismo, ese que se va parando como el Buitre y detiene la lógica hasta rozar el absurdo o la perogrullada.

Se nota, se ve claramente el coqueteo, la gracia mutua. Es que se les ilumina el rostro.

Los diálogos entre los dos prometen ser históricos. Son mejor pareja cómica que Bertín y Arévalo, con mejor reparto de papeles.

A los dos les viene perfectamente, dejando al lado a un Hernando que es el gris pletórico, la flor de la partitocracia, el último destilado del sistema de partidos. Hernando, de gris impresionante, iba de enterrador del PSOE. ¡De portador de las cenizas del PSOE! Gris ceniza de partido, ceniza socialista. Ese era el color.

Iglesias dijo la oposición c’est moi y Rajoy brilla más con él, contra él, hablando para él. El mejor Rajoy es el que aparece en las pupilas de Iglesias. ¿Casualidad? ¡Le necesita!

A los dos, por tanto, les viene bien. Y ni siquiera en su diálogo hay algo cierto. No hablan de lo mismo, no están en el mismo plano. No descienden a nada técnico. Lo técnico (abstruso, incomprensible) se despacha funcionarialmente con Europa.

Rajoy barre a su generación y se queda solo ante otra. Se queda como único guardián del 78, el experto, el adulto, ante un parlamento de titiriteros, de polichinela, de juguete. Un sueño erótico para él, para cualquier político. El Caos o yo es una representación pausible alcanzada en algunos momentos del debate.

“Me gusta el artículo 135”. Rajoy habla así. Lo dice con una inocencia terrible de ser monstruoso o sobre natural, de yeti parlamentario. De falso tonto, de bobaliconería insaciable.

Frente al cancerbero del 78, el alfa de Twitter, más que los cipotudos, a los que atacó (Iglesias habla de la prensa en cuanto puede) porque los cipotudos son solo machos y él es la totalidad del hombre-mujer.

Iglesias es muy ingrato. Él es producto de mucho de lo cipotudo, es decir, de twitter y del reblandecimiento previo y de la meninge progre (se puede hablar de lo filopodemita). Como lo es de las televisiones del Sistema. Pero les clava el puñal y reivindica Mongolia y El Intermedio: el meme y la caricatura. ¡Más blandura todavía! Lo audiovisual (ellos, producto también del Sistema audiovisual)l. En Podemos hay algo corrosivo y voraz. Y Rajoy lo acertó: “Usted plantea un debate para Twitter”.

Fue conmovedor, fastuoso, como uno y otro se dieron en el clavo, con una agresividad sonriente, casi paternofilial, ¡socrática en las dos orillas del 78!

“Usted ha tenido que acabar con el turnismo, señor Rajoy, para acabar a su partido y su gobierno”. Eso dijo Iglesias, con toda la razón del mundo. Rajoy pasa de rosca el turnismo, la alternancia: primero en su partido, luego con los socialistas. Lo hace para perpetuarse.

Y acertaba. Y además de los excesos, cara a la galería, acertaba él o acertaba la de En Marea cuando hablaba de repliegue del sistema del 78 hacia la caricatura del partido único del 78.

Como acertó al hablar de un PNV a la altura de la monarquía. El diagnostico es cierto.

Iglesias terminológicamente no se ajusta a la estrechez obtusa del consenso y su palabrería. Tiene libertad, color. Él habla desde parámetros más anchos. Y acuña términos: “las élites y sus papagayos”, “la triple alianza”, “el abstencionazo”… Tiene otra holgura. Se sale del lenguaje tertulianesco de banda estrecha.

Resulta ridícula la indignación por su comentario sobre Rivera. Eso está permitido y es un arma del orador. Él se sale del consenso terminológico y de la sesteante amabilidad y su pactismo de no agresión.

Sólo a alguien respeta Iglesias del 78: a Carrillo. Porque él es el Carrillo de ahora.

“Nosotros amamos nuestra patria”. ¡Si fue el único que habló de patria! Ante el giro rajoyita, hubo un giro errejonesco en Iglesias, que casi llevaba la camisa de Errejón. Mezcló algarada (“potenciales delincuentes”), con el neofalangismo, la patria vertical, el institucionalismo de Errejón y su “somos gente de orden”.

Estuvo cerca de una síntesis con Errejón. No parece que Iglesias vaya a desperdiciar otra vez esta ocasión que entre todos le damos.

El errejonismo alcanzó cotas joseantonianas: “Me debo al honor de mi patria”. ¿Quién en la derecha se permitiría una expresión así? Sería excomulgado.

Iglesias, por tanto, encantado, Rajoy también, él va a durar, a resistir (el resistencialismo del que hablaba la Belmonte el otro día), pero… ¿y nosotros?

Por la derecha Rajoy no tiene a nadie. Porque todo es facha. Y nadie habla de reducir el gasto realmente, ni de cambios sustanciales, ni de reformas de calado. Lo autonómico es un leviatán cateto. Solo toca resistir frente a lo antisistema. Rajoy se apropia del sol del turista, de las infraestructuras de las constructoras, del sistema sanitario, de la realidad, en fin, de u”un gran país”, que decia ,con algo más de encopetamiento, Aznar, padre antonino de la criatura.

Rajoy va dando sopapos con la aritmética y con la EPA, y no necesita mucho más. Y le sale lo gallego de ejecutante del poder, de ser-en-el-poder y de paradójico de perogrullo (“veo una paradoja de gran magnitud, dijo Garzón) para Podemos y con Podemos, como sustancia de contraste.

Adiós PSOE; pongamos el 78 en observación.

El sufragio

Posada Herrera

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El asco mediático por el llamado populismo no es más que el asco español (y europeo, claro) por el sufragio universal. El español (el europeo) no es demócrata, y se le nota; es socialdemócrata, y quien no lo sea, es populista, y no de los de Boulanger.

Vale que, de palabra, todos seamos iguales, pero luego, de obra, resulta que unos somos más iguales que otros y no nos gusta que los demás voten lo que no votamos nosotros.

El sufragio se impuso aquí con Posada Herrera, padre del administrativismo, un ismo industrial cada vez más próspero, y, en confidencia a Silvela, Posada Herrera pensaba del sufragio que el Parlamento lo sobrellevaría, pero que en los Ayuntamientos de las grandes ciudades supondría su ruina.

Yo no he tomado apunte ninguno ni sé por dónde ando al hablar –dijo en la tribuna–. Tengo, además, cierta necesidad, que tenemos todos los mortales que de generación en generación hemos acostumbrado a comer; no puedo entrar ya en más detalles, y, por consiguiente, me siento.
Posada Herrera era un chisgarabís de la política, ora allá, ora acá. Pero Sagasta era un progresista como la copa de un pino (ya no se oye lo de la copa del pino), y en la cuestión batallona del sufragio presidía el Congreso: para él, “el sufragio universal es una organización armada contra los altos poderes del Estado”. ¿Qué iba a decir Cánovas, que era el conservador? Pues que el sufragio universal era “antirracional y anticientífico”, y atentatorio contra el “sano concepto” de soberanía, que, por cierto, todavía en España, por lo que hay que oír y leer, no se entiende qué sea.

Soberano, en la definición schmittiana, es quien decide sobre el estado de excepción. La soberanía no puede basarse en una pluralidad de sujetos soberanos, pues se perdería la autoridad del Estado. Pero a lo mejor se trata de eso, cuando los politólogos de guardia insisten en que la soberanía, aquí, es cosa de todos, así que marcho a decretar un estado de excepción.

Jueves, 27 de octubre

Valle de Esteban

-La auténtica aristocracia humana la confieren, digan lo que digan, las piernas, eso por descontado.
Céline

miércoles, 26 de octubre de 2016

El Franco de El Roto


Hughes
Abc

Por primera vez en quince años, una viñeta de El Roto me ha hecho reír. Puede que no haya sido certera, pero conmigo ha hecho su trabajo.

No la cuelgo aquí porque es de otro medio y no sé si se puede (¡lo primero el miedo!), pero la conocen: sale Franco rodeado de serpientes (unas serpientes realmente divertidas) y dice: “Ahora me comprendéis, yo también quise evitar nuevas elecciones”.

La retórica del “por España” y del “cualquier cosa antes de Terceras” ha sido tan abnegada que le pegaba. Pero en ese Franco había otra cosa, algo distinto. Realmente, el dibujo aportaba algo a la leyenda, que no era para tanto y en realidad era un pelín burda. Pero por primera vez, un dibujo de El Roto aportaba humor.

Un amigo que quiere mantenerse en el anonimato (“me buscas la ruina”) me dio la clave. Ese Franco se parece al de “Espérame en el cielo”. Es un Franco sonriente, entrañable, picarón. El Roto (fantástica vuelta de tuerca) ha ido más lejos que cualquiera en la derecha y ha conseguido un Franco simpaticón y con gracejo. E incluso ha ido más allá de lo que él piensa logrando un fugacísimo guiño de entendimiento y comprensión entre Franco y las generaciones posteriores. Tabú. Profundo tabú. ¡Su clientela ha tenido obligatoriamente que asentir a Franco, que darle la razón a Franco para reír el chiste!

El antifranquismo exige a Franco, requiere la presencia de Franco. Por dos lectores conozco logros similares. Flaneur Invisible me recuerda una pintada que recogía Carandell: “Frango, gordito”. Miguel Prol añade cómo le llamaba una escritora gallega: “Galleguito lindo”.

El mensaje político de El Roto era el ordinario, pero su dibujo… yo creo que su dibujo se le ha ido de las manos. Es un Franco al que se le puede coger de los carrillos. ¿Puede un antifranquista vocacional, profesional y eterno tener dentro un Franco así de “bonico”? ¡Si Trump a su lado es Belcebú!

Quizás El Roto haya conseguido por fin el protagonista justo de sus viñetas, un Franco “chiquito”, cachondón, muy gallego. ¿Cuántos antes de El Roto han conseguido un Franco con retranca tan justa, tan divertida?

Una cosa me pregunto y me hace desear (algo insólito) descubrir las próximas viñetas de El Roto: y si sólo fuera gracioso hablando a través de Franco y dibujando a Franco. Es como si de tan antifranquista y de tanto traer y llevar a Franco hubiera conseguido un Franco inigualable.

En este sentido, los decapitadores barceloneses han sido más inteligentes porque su franquismo mata y cercena toda posibilidad de enamoramiento. Como los islamistas radicales, su antifranquismo exige decapitación. Por eso la ruptura catalana parece seria, porque ya va más allá…

El caso es que ningún franquista ha conseguido un mejor Franco que El Roto, el Franco bonico. Esos ojillos…

Roma


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Maduro, el camionero que preside Venezuela, mandó a su cuerpo de casa a asaltar el Parlamento y se fue a Roma a que Bergoglio, el jesuita argentino, le diera su bendición, que se la dio.

Lo de Bergoglio no es jesuitismo, como el de aquel padre Miguel de Alarcón que en Madrid, en plena guerra, se presentó vestido de obrero en la Dirección de Seguridad a decir que él era jesuita y venía a que lo detuvieran, librándose porque lo tomaron por loco. Lo de Bergoglio es justicialismo, cuyas directrices, explicadas a Pemán por Evita en la Casa Rosada, son “aforismos sociales con aire de epístolas pontificias”, cosa, desde luego, que no se corresponde con lo que pensaba Carl Schmitt al decir que el catolicismo “es algo eminentemente político”.

Justicialismo, para entendernos, es Pisarello en el balcón consistorial de Barcelona, la Monja Jartible en La Sexta de Planeta, Valdano en el púlpito del madridismo culé, Echenique en boca de su Dominga (no sabemos si Perón) o Laclau (Ernesto Laclau, filósofo de la Universidad Católica de Córdoba, que decía haber llegado al justicialismo a través… de Gramsci) en la mollera de Errejón.
Ese camionero en el Vaticano (veo la “bendita” foto en un bar de cura cuya barra se parece a las antiguas puertas de la iglesia de Chinchón) me trajo a la memoria al Indio Fernández en Castelgandolfo: Pío XII quería encargarle una serie de santos.

Perdóneme, Su Santidad, pero yo soy indio mexicano, de esos que no lograron conquistar los españoles. Yo sigo creyendo en Huitzilopochtli, y de santos y milagros no entiendo nada.
Bergoglio no es Pío XII: hace pareja con Obama como Mel Gibson con Danny Glover en un pésimo “remake” de “Lethal Weapon” para la libertad (una palabrota) en Venezuela, Colombia y, por supuesto, Cuba, con esa “Raulpolitik”, que dice Pardo Lazo, que hace a los Castro tan eternos como… Roma.

Hay que ser muy mierdero para ser un turista y venir a refocilarse aquí. Hay que ser muy de izquierdas para caer tan bajo.

Mi corazón para ti, mi sangre para el Emperador, mi vida para el Honor

Mi bisabuelo con el sable, modelo 1822

Jean Palette-Cazajus

Premodernas, las palabras escritas a su mujer por el general Lasalle, el húsar de húsares, la víspera de su muerte. Y yo perplejo con el interés -relativo- suscitado por mi publicación titulada “Untrozo de magdalena proustiana”, en detrimento de otros escritos que yo creía más ambiciosos y se ve que no pasaban de cargantes. No sé si seré capaz de retener la lección. En realidad puede que haya funcionado una vez más la histórica fascinación por “El Hombre a Caballo”, título éste de una novela de Drieu La Rochelle, fascinante escritor suicidado en 1945. El hombre fue uno de los inspiradores del posterior grupo de escritores precisamente conocido como “Los Húsares”.

En Occidente el concepto de aristocracia es inseparable de la práctica ecuestre. Tras la terrible derrota ateniense de Delion, en 424 aC, frente a los tebanos, Alcibiades -que lo cuenta en el “Banquete” de Platón- pudo salvarse, guapo y patricio él, escapando a uña de caballo mientras atrás se jugaba la piel quien había sido su “erastés”, un hoplita a pie, barbado y cincuentón, un tal Sócrates. Más tarde advino la clase social romana llamada “Equites” ¿Y qué os voy a contar, damas y ...caballeros, sobre el uso de la palabra en el tratamiento español? Durante siglos no hubo dignidad guerrera, si no era a caballo. Francia, en particular, terminó pagando cara esa vieja obsesión. Digámoslo de entrada, en Occidente nunca ha sido la caballería un instrumento militar realmente eficaz. A diferencia de las hordas montadas de las tribus esteparias, equipadas con el arco compuesto y que practicaban el combate a distancia. Pero el honor del guerrero occidental siempre radicó en el combate cuerpo a cuerpo, de hombre a hombre. Matar a distancia era cosa de cobardes. Los arqueros escitas que cumplían tareas de policía en Atenas tenían un estatuto de esclavos.

Moret, veterano napoleónico del 2° de húsares, con 75 años
 Foto coloreada de 1865


Los caballeros franceses de la Guerra de los Cien Años no podían concebir que los temibles arqueros ingleses fuesen guerreros respetables. En Crécy (1346), primera gran batalla del interminable conflicto, la caballería francesa, en sus prisas por acometer a los ingleses, arrolló con desprecio al propio cuerpo aliado de los ballesteros genoveses, que por lo visto estorbaban. Pronto quedó desbaratada su soberbia por la lluvia de flechas disparadas por el poderoso “Long Bow”.  En Azincourt, 69 años después, en el barro hasta los corvejones, la caballería francesa se lanzó a otra carga más petulante y desordenada que nunca. No eran estúpidos. Entendían que cualquier otra actitud hubiese supuesto renunciar al estatuto, al honor y a la jerarquía social. Se usaba una palabra, “piétaille”, o sea chusma pedestre, para calificar a los infantes. El vocablo se sigue usando, metafóricamente, para calificar a grupos de gente sin relevancia. Tres cuartos de lo mismo pasa en español con la palabra “pedestre”. Dos siglos después, en Pavía, en 1525, en un momento de la batalla estratégicamente favorable a los franceses, el rey de Francia decidió que aquello sólo se podía dirimir dignamente mediante una carga de caballería. Era el pasado, que no acababa de morir, mientras el futuro estaba en la formación cerrada de los Tercios españoles con sus picas largas infranqueables para los caballos. Por ellas protegidos, los 3000 arcabuceros de Don Alfonso de Ávalos pudieron así practicar el tiro al plato con la nobleza francesa. Simbólicamente, a Francisco I de Francia lo iba a apresar un infante, el guipuzcoano Juan de Urbieta.

Lasalle. Luneville

Mi padre solía contar que cuando su regimiento de caballería se dirigía hacia el frente, adelantando a las columnas de infantería, de las filas pedestres subían insultos. “¡Culs sales!”, culos guarros, era uno de los piropos, aludiendo a la larga convivencia de las posaderas con la silla. Resurgían el viejo atavismo y las viejas jerarquías. Escribí en otra ocasión -sin duda petulante paradoja pero con un punto de verdad- que el toreo a pie había sido el equivalente español de la revolución jacobina. Creo que nos cuesta valorar la radicalidad social que supuso, en su momento, la expulsión del caballero de los ruedos.

Muy pocas fueron las batallas decididas por una carga de jinetes. La más importante fue sin duda Eylau (1807). En un momento delicado para los franceses, Murat lanzó sobre la nieve helada que iba sepultando a muertos y heridos, la que sin duda fue la mayor carga de caballería de la historia. Cargó excepcionalmente con toda la caballería reunida, pesada y ligera, hasta sumar 12 000 jinetes cuyo galope, contaron los testigos, cubría el ruido del cañoneo. La batalla de Eylau fue tal escabechina que conmocionó al propio Napoleón. De mal gusto sería citar la de Medellín, 1809, decidida por una carga de... Lasalle. La otra gran carga de la historia, también con mezcla de ambas caballerías, fue sin duda la de Waterloo, mal planteada por el atolondrado Ney y parece que lanzada con bastante confusión. Tal era el número de caballos y jinetes, muertos o heridos, amontonados delante de las líneas inglesas que les sirvió de muralla sangrienta detrás de la cual parapetarse.

Lassalle y su pipa ante un admirador, mi padre

No era habitual que participasen los húsares en las cargas masivas. Su función era de reconocimiento y exploración, hostigamiento y persecución. Solían ser hombres más bien menudos, ágiles y audaces. Se reclutaban particularmente entre calaveras, pendencieros y bravucones. Entre soñadores y románticos también. Como el futuro General Marbot, que dejó tan apasionantes referencias sobre España en sus estupendas memorias, y se alistó con 17 años. Cuenta que “...había que respetar ciertas reglas, dar codazos a cualquiera que estuviera en el camino, arrastrar el sable ruidosamente y colocar el chacó ladeado sobre la oreja”. Aquellos elementos eran rebeldes a la disciplina. Mujeriegos y no precisamente feministas. “A la hussarde”, en francés se sigue utilizando para calificar una manera particularmente brutal y expeditiva de abordar a las mujeres. Los disculpa la época en que vivían o más bien... morían. “Todo húsar que no está muerto a los 30 años es un cantamañanas” decía Lasalle, el húsar prototípico. El 6 de Julio de 1809, ya ganada la batalla de Wagram, quiso darse un capricho persiguiendo a los austriacos en retirada. Se lanzó a una carga frívola, pipa en mano a modo de sable. Así lo muestra, segundos antes de su muerte, una de las figurinas de plomo de mi laico altar. Tenía treinta y cuatro años. Había sobrevivido cuatro a su tabla de valores.

"Cadenetas" contra el sable

Muchos habrán visto la estupenda película de Ridley Scott, llamada “Los Duelistas”. Sus protagonistas llevaban una trenza a cada lado del rostro. Nada de estética hippie. Aquellas “cadenetas”, como se las conocía, podían parar un sablazo en la cara. Ambos húsares están inspirados en personajes reales que estuvieron, el uno y el otro, en España. El malo evoca a François Fournier-Sarlovèze (1773-1827) reputado entre sus propios compañeros de armas como “El peor bicho del ejército”. Un angelito conocido en España como “El Demonio”. El que hace el papel de “bueno” está inspirado nada menos que en Pierre Dupont de l’Etang (1765-1840), luego general y que capitularía en Bailén frente a Castaños.

Más importante que el propio húsar era la calidad de su montura. Mejor un buen caballo y un palo en la mano decían los húsares, que el mejor de los sables y la mejor esgrima a lomos de un rocín. El caballo enérgico y diestro arrollaba la montura del adversario y decidía el combate. Era costumbre entre los húsares desafiar algún jinete enemigo a singular duelo. Al final de la Guerra de Independencia, los húsares franceses evitaban cuidadosamente desafiar a sus homólogos ingleses. El motivo era el lamentable estado de sus cabalgaduras sin posibilidades prácticas de remonta. Lo sabía perfectamente Wellington.

"Carga" de Morsbronn

La casi totalidad de los caballos de la “Grande Armée” murieron en Rusia, en 1812. También la mayoría de los jinetes. El capitán Barrès era el abuelo del escritor Maurice Barrès (1865-1923), un enamorado de España. En la batalla de Leipzig o “Batalla de las Naciones”, del 16 al 19 de Octubre de 1813, la Europa coaligada venció por fin al emperador. En su relato del decisivo choque, cuenta el capitán su total desconfianza y la de sus compañeros de la infantería ante la bisoñez de la nueva caballería y el pésimo estado de las monturas. La época áurea se deshilachaba. La desastrosa carga de la Brigada Ligera inglesa el 25 de Octubre de 1854, durante la Guerra de Crimea, fue un monumento al absurdo y a la incompetencia. Por cierto, los “rosbifs” suelen callar que sólo una contracarga de dos regimientos franceses de cazadores los libró de la total aniquilación. Semejante o peor aberración fue el sacrificio irresponsable de dos regimientos de coraceros el 6 de Agosto de 1870, atrapados en las calles del  pueblo alsaciano de Morsbronn y cazados como conejos por los prusianos atrincherados. Sólo hubo “carga heroica” en los posteriores cuadros de los pintores chauvinistas. En 1914, en los días iniciales, algún encontronazo esporádico entre patrullas de  húsares franceses y de ulanos alemanes todavía mojó en sangre el sable de caballería. Ya a los pocos días la caballería demostraría su total y definitiva incongruencia.

Hace apenas dos meses, yo estaba sentado en una terraza de una placita del viejo Burdeos con una amiga madrileña. En las mesas de al lado un grupo bastante ruidoso celebraba un cumpleaños. En cierto momento uno de ellos se levantó para hacer un brindis. Mi amiga me vio tan  sorprendido y estupefacto que me apremió a traducírselo. El chaval acababa de lanzar el viejo brindis de los húsares: “A nuestras mujeres, a nuestros caballos y a quienes los montan”. Mi amiga, indignada, me afeó con ibérica vehemencia mi supuesta complacencia con lo que le parecía sórdido sexismo. Tenía seguramente razón. No me sentí capaz de explicarle que yo no tenía la culpa de nada, que a mi edad un húsar no puede estar vivo.


Patrulla mixta de dragones y húsares, 1914  

Miércoles, 26 de octubre

Valle de Esteban

-Eso es el exilio, el extranjero, esa inexorable observación de la existencia, tal como es de verdad, durante esas largas horas lúcidas, excepcionales, en la trama del tiempo humano, en que las costumbres del país precedente te abandonan, sin que las otras, las nuevas, te hayan embrutecido aún lo suficiente.
Céline

martes, 25 de octubre de 2016

Pablo García Baena. Entrevista

Hughes
Abc

En pleno festival Cosmopoética, García Baena, Pablo a secas, recibió en su casa de Córdoba a ABC. El poeta de «Cántico», solitario grupo -tercera España poética- entre la oficialidad neoclásica de Garcilaso y la poesía social de «Espadaña», quizás sea el mayor poeta vivo.

«Cántico» fue puente entre el 27 y los 70.

Sí, eso es lo que nosotros pretendimos, que la poesía no fuera la sequedad de los Ridruejo, Vivanco… No queríamos perder ese jugo andaluz que tenía la generación del 27, que en realidad es andaluza, cosa que no se le podía decir a don Jorge Guillén porque se ponía como un gato, muy estirado. Andalucía era una centralidad que no se reconocía. Los poetas del sur éramos una especie aparte. Luego Celaya nos puso como trapos, como si fuéramos del régimen. No sé qué se le infundió...



[Torremolinos en los 60, ¿cómo era?

Lo primero es que mi cariño a Málaga viene de atrás. Era un niño endeble y el médico recomendaba baños de mar y de sol, yo iba con mi madre con 8 años y me encantaba lo que no había en Córdoba: pasaban los tranvías tocando la campanita, y luego, como siempre íbamos en agosto, ese monte de Gibralfaro que domina la plaza, lleno de gente para ver los toros. Nada que ver con Córdoba. Aquí por la hora de la siesta se oía pasar a los Zuritos, el casco del caballo y te asomabas, que eso Córdoba lo ha perdido, todo se ha vulgarizado de tal manera, toda España, pero Córdoba especialmente porque era ciudad de silencios. Y luego las biznagas, el olor a jazmín, esos ramos pinchados en la penca de churumbos que llevaba el vendedor por la calle con un perfume tremendo.. Luego, una amistad con los poetas de Málaga desde los 50. Bernabé Fernández Canivell, Canales, María Victoria Atencia, Rafael León, Pérez Estrada... Me llamaba mucho la atención que todos los matrimonios estaban separados. ¿En Córdoba en los 50 un matrimonio separado? Estaría arañándose en la cosa, pero otra cosa no. Esa libertad de Málaga la veías en la playa. Ibas a Cádiz y tenías que ponerte una toalla atada a la cintura porque era impropio pasear en bañador. Pero en Málaga no, no había guardas por la playa para vigilar quién llevaba la toalla o no. Y luego empieza el «boom» de Torremolinos, yo voy con Vicente alguna noche, empiezan las suecas a venir, que no intervinieron para nada en mi vida, pero también daban un aire a aquello. Y en los 60 podía aparecer por allí Brigitte Bardot o Soraya de Persia. Cuando Pepe de Miguel me propone hacer una tienda de antigüedades, afición mía de toda la vida, vi el cielo abierto. Torremolinos era un poco de agua en un día de sed.]

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