Las dos protagonistas del vídeo
Jean Palette-Cazajus
Cuando la implacabilidad de los hechos se empeña en comportarse como fiel ilustración de nuestros conceptos, los pesimistas sinceros no nos alegramos. Todo lo más experimentamos una triste “schadenfreude”. Es el caso del
pequeño vídeo que vamos a comentar, procedente de un telediario del segundo canal de la televisión francesa, titulado “Cuando las mujeres son indeseables en el espacio público”.
Lo primero que nos confirma es que detrás del vocabulario de la exclusión, de la culpabilidad, del arrepentimiento colonial, se ocultan poblaciones desacomplejadas, poco a poco constituidas en quistes comunitarios, verdaderas naciones dentro de la Nación.
La segunda confirmación es que la autonomía de la mujer musulmana es efectivamente el indicador fundamental del bloqueo de los siquismos varoniles. Nos vemos confrontados al gravísimo problema de construcciones mentales paranoicas que sabemos siempre prontas a estallar en brotes letales.
He intentado traducir lo más literalmente posible. Transcribo el comentario de la periodista sin comillas, mientras las escenas dialogadas son entrecomilladas. Para quien quiera acceder al vídeo, referencio minutos y segundos de los momentos más significativos. Empieza a hablar la periodista:
El 93, Seine- Saint-Denis
El 9
El 93,
0,00
Vean estas imágenes: terrazas de café, calles. Tienen un punto en común, las mujeres han sido como borradas. En ciertos barrios populares, los hombres ocupan el espacio y las mujeres tienen que aguantarse. En esta “banlieue” parisina, seguimos a dos militantes de “la brigada de las madres”. Nadia Remadna y Aziza Sayah luchan por la libertad de las mujeres en aquellos barrios. Para mostrarnos la reacción de los hombres, filman en un bar, con cámara oculta. Nada más entrar les preguntan a qué vienen aquí.
0,44
- “¿A quién busca Sra?
- Buscamos a alguien.
-¿Un señor?”
En este bar sólo hay hombres, poco acogedores.
0,53
- “Lo mejor es esperar fuera.
- ¿Por qué?
- Aquí sólo hay hombres.
- ¡Qué importancia! Vivimos en un mundo donde hay hombres y mujeres. ¿Hay algo que le molesta?
- No, no, lo digo por Usted.”
El dueño no tiene ganas de discutir; otros hombres parecen chocados de ver a estas mujeres.
1,08
- “Me da igual, vamos a ser discretas. Nos vamos a hacer muy pequeñitas en cualquier rincón.
- Aquí solo hay tíos.
- ¿Y te parece normal que sólo haya tíos? Imagina que quieras tomarte un café con una prima, una amiga, tu mujer. ¿No?
- Mi prima se queda en casa.
- !Vaya! ¿O sea que tu prima se queda en casa?
- Mi prima podrá hacer lo que quiera, pero conmigo, desde luego que no. Pues mira, en este café no hay mixidad. [nota 1].
- ¿Y esto te parece normal? ¿Eh?
- Estamos en Sevran, no en París.
- ¡Incluso en Sevran, esto es Francia!
- Aquí estás en el 93. [nota 2]
- ¿Y qué?
- Aquí no estás en Paris, son mentalidades diferentes. Aquí es como en el “bled”. [nota 3].
Salafistas reclutando
[Nota 1: “Mixité” es una de las palabras que quieren encantar las serpientes de la dura realidad y fracasan. Al punto que la conocen hasta quienes se ríen de ella, como aquí. Se refiere a la mezcla social, particularmente de los sexos. “Mixidad” se viene usando en español.
Nota 2: Los departamentos se numeran por orden alfabético. Es costumbre de sus moradores designar al de “Seine-Saint-Denis”, pegado al norte de París, por su número, el 93 o el 9-3. Su población es en un 80/90% inmigrada o de origen inmigrado. Presume de máxima tasa de paro, máxima tasa de delincuencia, máximos índices de pobreza y mínimos niveles educativos.
Nota 3: El “bled” es el país de origen. Confirmación sin dobleces de la inversión de las jerarquías ya comentada: estas personas se sienten ocupantes y propietarias de su propia nación comunitaria.]
(Vuelta al comentario):
1,43
Entrar en un bar, aquí en Sevran, es desafiar un tabú para una mujer.
1,49
- “Haces esto en Arabia Saudita y dices, pues vale. ¡Pero estamos en Francia! Nos están diciendo :¿te das cuenta?, hay mujeres que han ido a un café.”
¿Por qué los hombres rechazan a las mujeres? Un problema de tradición, de cultura pero también de religión según estas militantes.
2,11
- “En 2005, cuando estallaron las revueltas de las banlieues, llamaron a los “hermanos mayores” para calmar a los más jóvenes. Quien dice hermano mayor, pues eso, quiere decir que se excluyó a la mujer, a la madre. No se recurrió a los padres, lo que habría sido legítimo. A fin de cuentas les dieron un papel a aquellos hombres que hoy dominan, que han tomado los barrios.”
2,34
- “El Islam... lo han tergiversado... para mí, el Islam, ahora, es como el código penal. No debes hacer esto. Esto está prohibido. Esto otro está prohibido. Todo está prohibido. ¡Pero es que estamos en Francia, vamos!”
2,48
Durante la entrevista un coche se para. Una forma de intimidar a estas mujeres, regularmente amenazadas. Prefieren interrumpir la entrevista.
3,04, (Cambia la localización).
En esta banlieue de Lyon algunas mujeres parecen haberse resignado, como esta cuidadora infantil que hace lo posible por no llamar la atención.
3,14
- “Me pongo ropa oscura, pantalones, nada de faldas, nada de maquillaje… “desplazado”, nada de color rojo en los labios. Esto no es posible; una se hace borrosa, una intenta pasar desapercibida, hacerse lo más discreta posible.”
3,26
- “¿Por qué?”
- Porque tenemos miedo, sencillamente.”
Los dos minutos finales del vídeo, en la citada banlieue de Lyon , menos impactantes que los diálogos iniciales, pero no por ello menos interesantes, vienen también a confirmar los peores pronósticos. Nos muestra y comenta la periodista la actividad de un grupo de mujeres, francesas “de siempre”, no musulmanas, que organizan puntualmente paseos colectivos por aquellos barrios islámicos para intentar reivindicar la presencia de la mujer en las calles. La intención y el esfuerzo son absolutamente encomiables. Además se exponen a cualquier agresión como hemos podido verlo. Pero sus buenos propósitos catequizadores, sus palabras a la cámara, son propias, hasta la caricatura, de un tipo de buena fe occidental que la realidad de los últimos años tenía que haber desengañado definitivamente. Todavía piensan que el “diálogo”, la “tolerancia”, la cacareada “mixité”, son valores reconocibles por todo el mundo. Resulta incomprensible a estas alturas su ceguera frente a la berroqueña cerrazón islámica. Es, una vez más, la incapacidad, tantas veces comentada, de pensar la cultura ajena como problemática y autista, ya que se trata de la del excolonizado, del inmigrante, del supuesto dominado. Tremenda, así, la “naïveté”, la ingenuidad sincera e indignada, con que una señora se dirige al dueño del bar musulmán, en 4,27 :
- “¡Pero, traigan a sus mujeres de una vez!”. ¡Un poco de buena voluntad y todo solucionado!
Practicando deporte colectivo en el 93
El optimismo histórico es seguramente la más desastrosa de las cegueras ideológicas. A la hora de comunicar conviene discriminar entre las personas y las paredes. Las mujeres del otro bando tienen bastante más perfilada la conciencia de su afirmación comunitaria. En el minuto 5,05, una señora con hijab le pone las peras a cuarto a las ilusas. “Yo no “me” siento la necesidad de ir a la “taberna”, dice con enfado. No admite que la molesten en “su” barrio, que cuestionen “sus” costumbres. En el minuto 5,20, los hombres abandonan el lugar cuando ven que el grupo de señoras militantes se dispone a sentarse en “su” terraza, mientras, en 5,25, como remate decorativo de la penosa situación, cruza el fondo de la pantalla la silueta fúnebre de una velada integral.
Terminemos con una apostilla al comentario de la señora con hijab, en el minuto 5,05. Su francés es deficiente. Su acento notable. Esto puede significar una persona más o menos recién llegada, pero la conservación, incluso la exageración del acento y la precariedad del francés manejado suelen ser algunas de las señas de identidad de los integristas y comunitaristas. Reivindican sin conocerla la lúcida frase de Montaigne: “La ressemblance ne fait pas tant un comme la différence fait autre” (Ensayos III, 13, 1065). “La semejanza une menos de lo que separa cualquier diferencia”, frase radicalmente ignorada por la ilusión universalista. De modo que maltratar el idioma y mantener un inconfundible acento es la manera, para semejantes personajes, de significarnos su rechazo: no queremos siquiera hablar como vosotros. Lo primero que suelen hacer los conversos es adoptar este tipo de acento, poco grato, para significar su inmersión en la nueva comunidad y su ruptura con la nuestra.
Michel de Montaigne (1533-1592)