jueves, 31 de octubre de 2019

Los chorizos de Ciudadanos

Sede central en Madrid de Ciudadanos,
 partido político estatal del Estado de Partidos
Hoy

 Londres


Con el chorizo pasa como con la tortilla, que es, decía Cela, tan grande como la palabra gilipollas, que nació en Madrid y se ha hecho universal

Calabazas


Dorothy Stratten y Peter Bogdanovich


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    De la Exhumación de Sánchez al Halloween del Comercio pasando por “El laberinto de la soledad” de Octavio Paz donde se dice que los criminales y estadistas modernos no matan: suprimen.
    
“Un vergobreto de los eburones”, dice Martín Rubio que es, por andar desenterrando muertos, Pedro Sánchez, aunque yo lo dejaría en Pedro el Muerto, con el permiso de Pepe el Muerto, el mítico tabernero sevillano de la Alfalfa donde algún fin de año tiene uno pasado matando el rato con “bebidas de caballero”… ¡y una torrija para el caballo del cochero!, que aguardaba en la puerta.

    En la madrileña Milla de Oro, cuyos vecinos dicen Guirado a Guirao, se ven bolichicos y boliburgueses, rusos en manga corta, modelos de Hollywood de cuando Bogdanovich (pienso en la Dorothy Stratten de “Todos rieron”) y calabazas risonas con una boca, la boca de la muerte, que es una gran boca vacía que nada sacia.

    Frente a la muerte, nos recuerda Paz, hay dos actitudes: una, hacia adelante, que la concibe como creación; otra de regreso, que se expresa como fascinación ante la nada o como nostalgia del limbo.
    
Sólo un poeta, el peruano César Vallejo, se aproxima a la primera idea: “Estáis muertos. / Qué extraña manera de estarse muertos. / Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos.” (Y luego, hacia la mitad: “Mientras la onda va, mientras la onda viene, / cuán impunemente se está uno muerto. Sólo cuando / las aguas se quebrantan en los bordes enfrentados, / y se doblan y doblan, entonces os transfiguráis y / creyendo morir, percibís la sexta cuerda que ya no es / vuestra”.)
    
Y un poeta mexicano, Villaurrutia, encarna la segunda idea con su “Nostalgia de la muerte”: al morir “la aguja del instantero / recorrerá su cuadrante / todo cabrá en un instante”.
   
 –La muerte como nostalgia –dice Paz– equivale a afirmar que no venimos de la vida, sino de la muerte. Lo antiguo y original, la entraña materna, es la huesa y no la matriz.
    
De ahí que ante la muerte nos alcemos de hombros.

El sueño del brexiter

Valle de Esteban

Jueves, 31 de Octubre


Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis.
 Pero, en verdad, estáis muertos.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Mmm, Patria y mmm



Hughes
Abc
 
Este gráfico, visto al vuelo en Twitter, me pareció una cosa más reveladora que todas las palabras sobre la cuestión catalana. Son los matriculados en religión católica en toda España y muestra claramente que Cataluña, y también el País Vasco, están por debajo de la media española. Muy por debajo. El caso de Cataluña es especialmente llamativo.

Hace unas semanas, Pujol se dejó ver en Montserrat para la misa-protesta dedicada a los presos. Recordé entonces la importancia de Pujol en la campaña de “volem bisbes catalans” de muchas décadas antes. El estado actual de la Iglesia en Cataluña se explica por un lejano trabajo del nacionalismo, y lo mismo pasa en el País Vasco (conocida es la influencia en el origen de ETA) Estos datos son de 2011, he de precisar, pero se mantienen. En 2014, Cataluña seguía teniendo los datos más bajos, solo comparables a Ceuta y Melilla.
 
Se dice pronto: que una región con tan fuerte presencia de la Iglesia durante su historia presente, en una variable tan importante como ésta, los datos de Ceuta y Melilla. Es algo escandaloso. Escandaloso porque revela el fracaso de la iglesia, el éxito del nacionalismo en permear esa institución (y la Universidad) mucho antes de la Transición y porque augura un futuro como mínimo problemático.
 
Las implicaciones ya no ideológicas, sino directamente cerebrales, neuronales, del triunfo de esta educación sin idea de Dios ni de los evangelios la vamos a ir comprobando en próximas décadas. Esto demuestra que Cataluña y el País Vasco, para desespañolizarse, se están desnaturalizando a sí mismas. Que el País Vasco y Cataluña, dos regiones con tan importante arraigo de la religión, tengan los datos de Ceuta y Melilla revela que algo profundísimo se ha producido allí. Algo que afecta, para empezar, a esas mismas regiones. A su más íntima naturaleza. A su raíz espiritual y cultural. En el proceso de dejar de ser españolas están dejando de ser ellas mismas. Sería fácil decir que han sustituido a una religión por otra, el nacionalismo, pero eso es evidente. Decir esto es casi burdo. ¿Para qué le vas a enseñar a los niños lo que era un profeta, si puedes serlo tú subido a una tele pública? ¿Para qué les vas a enseñar a los niños lo que era el Israel si puedes jugar a serlo tú en Mollerusa? Podrían descubrir algo. Quizás no tomarlo en serio. Pero más allá, un poco más allá, se advierte una pérdida de identidad, de ser, del sentido espiritual y cultural que es lo que, al fin y al cabo, está detrás de la elección de esa asignatura. Una simple aproximación cultural, histórica a la religión católica. Una querencia, un re-conocimiento
 
Pero, ¿qué es Cataluña y qué es el País Vasco sin España y sin la religión católica? Como diría aquella diva: ¿Pero qué broma es ésta? Catalanes y vascos tendrán un día que pararse a pensar en qué se van a convertir con tal de no ser españoles. Porque la resultante la llamarán Catalunya y Euskadi pero quizás tengan ya muy poco que ver con la tradición de estas regiones (o, si usted lo siente así, países, pongamos aquí el “país” plaiano).

Esto es extensible a toda España, pero parece mucho más acusado en Cataluña, lo que plantea una estimulante cuestión sobre las relaciones entre nacionalismo e izquierda. Es decir, la común necesidad de destruir la España católica que sale del franquismo, Estado y costumbres, ha procurado algo más que un coqueteo. El nacionalismo ha penetrado en todo, pero ¿era esta Cataluña en la que estaba pensando el pujolismo juvenil en sus primeros delirios de “construcción nacional”? Parece que en el objetivo común, los dos pierden más que ganan. Resuena aquí el concepto de victoria pírrica.

Termino insistiendo (perdone el lector que caritativamente hubiera llegado hasta aquí): en el proceso de no-ser-España, ¿cuánta Cataluna se está dejando Cataluña en el camino? Cuando se relaciona, quizás un poco a la ligera, el nacionalismo con el carlismo se debería partir de una traición íntima entre catalanes. Del Dios, Patria y Rey queda poco: Mmm, Patria y mmmm.

De los delitos de odio

Equipazo búlgaro:
Ivanov (fallecido) Lechkov, Mihailov, Yankov, Kostadinov y Penev
 Agachados: Kishisev, Yordanov, Stoichkov, Tzevetanov y Balakov

Francisco Javier Gómez Izquierdo

        El otro día en Sofía, capital de Bulgaria, el árbitro interrumpió dos veces el encuentro entre las selecciones búlgara e inglesa por insultos racistas y saludos fascistas del graderío hacia los jugadores británicos. La Uefa había castigado “un poco” en ese mismo partido a la Federación búlgara impidiendo el acceso a los fondos a sus aficionados por similar comportamiento anterior (sólo pudieron entrar unos cinco mil espectadores en el estadio Levski), pero como muy bien sabemos en Castilla “quien nace lechón, muere cochino”.

       No. El refrán no cabe en el presente caso. El odio y la estupidez humana no lo trae naturaleza. Se adquiere en diversas  escuelas Lo enseñan y explican orates y tarados y se obstinan en su práctica delincuentes. Balakov, el sensacional mediocampista hoy seleccionador de su país argumenta que en Inglaterra hay más racismo que en Bulgaria . El hombre puede que tenga razón, pero el sentido común nos dice que el hecho de que “el Chicle”, que será juzgado estos días, no haya asesinado a tantos como de Juana Chaos, un poner, no lo  exime de ser un asesino.
     
Un número considerable de aficionados búlgaros alardea de su racismo a los ojos de la Uefa y la Uefa, como procede,  ha castigado a la  no se sabe si díscola o incompetente Federación con el partido a puerta cerrada contra Chequia y una multa de 85.000 euros que con los 200.000 que no va a recaudar supone un bofetón considerable a la modesta economía de dicha Federación. Hasta Stohichkov, lloroso y avergonzado, pide la expulsión de su país de la Eurocopa. Bueno, a Stohichkov quizás haya que escucharle con ciertas reservas pues si su selección no estuviera ya eliminada a base de goleadas quizás saldría con la vena que los aficionados al fútbol conocemos. 

   Estimo pertinente comparar el nefasto comportamiento búlgaro con el cerrilismo de las hordas catalanas que andan prostituyendo el fútbol, la educación (¿qué van a saber los alumnos de estos cursos que en vez de a clase van a  apedrear españoles y autoridades, ¡bueno, y los anteriores!, de cuestiones científicas o racionales?) y la convivencia desde la altura intelectual que creen poseer con sus estómagos ahítos de la alfalfa del odio. Asimismo es de justicia señalar la decidida respuesta de la Uefa que tanto echamos de menos en nuestras autoridades, sobre todo en don Marlaska que además de Ministro del Interior es juez y tendría que ser sensible a  TODOS LOS DELITOS DE ODIO. ¿Qué tiene el público del Camp Nou contra el Real Madrid o Su Majestad el Rey que no tenga el Español, o el Prat contra Villarreal en 1ª como el Barça, o el Castellón en 2ªB como el Gimnástico de Tarragona? ¿Por qué se ha jugado el Barcelona-Valladolid, ¡Valladolit, castellana capital!, y no se jugó el Barça-Madrid? ¿Nadie quiere ver al público búlgaro que insulta y desprecia a Sterling o Rahsford en los febriles  energúmenos arropados de estelada y gritan su odio a los españoles en general y a Sergio Ramos en particular? 
   
 Al final va a resultar que la solución va a estar en la Uefa y en Stoichkov.

El hegemón


Eva Perón

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Los Fernández son tan amables que vuelven a pisar la alfombra en Argentina, para regocijo de nuestros antifranquistas sobrevenidos, que pasan por alto que Perón fue la primera muleta del franquismo.
    
¡Ladrón o no ladrón, queremos a Perón! –gritaban los descamisados en la segunda venida de Perón.
    
Según Pemán, que lo trató con él, Perón pensaba que los generales latinos vivían en el modelo alemán. Para ejercer una capitanía militar doblada en dictadura política, Perón proponía la escuela de Alejandro Magno, que tuvo por maestro a Aristóteles, resultando así un general a lo griego, con la bastante filosofía para “poderle” a su pueblo… y a sus colegas.
    
Fruto de un incurable complejo de inferioridad, el peronismo sería, según Rangel, el coletazo agónico de la ilusión argentina de tener su propio destino manifiesto en el Hemisferio Occidental. Desde luego, el peronismo fue la versión argentina del fascismo mussoliniano, hoy enriquecido con ese fascismo del pobre que es, para Cabrera, el comunismo y sus “castroenteritis”. En cuanto a los Aristóteles, hemos pasado de los López Rega de Perón (el astrólogo del general, autor de un libro de conversaciones con el arcángel Gabriel) a los Garzón de los Fernández.

    Se cumple un siglo de la bendición “urbi et orbi” de Mussolini (“nada fuera del Estado, nada contra el Estado, todo por el Estado”) y el hegemón mundial es hoy el estatalismo totalitario, mientras en España, “tierra de conejos”, la gazapina mediática discute quiénes son peores, los galgos nacionalistas o los podencos patriotas, que nada tienen que ver.

    No asusta Argentina. Asusta Anglosajonia, última resistencia antiestatalista, con una prensa americana que blanquea al “líder religioso” Al Bagdadi para que la realidad no le chafe el relato anti-trumpiano y con una izquierda inglesa que obstruye el mandato popular del Brexit con el apoyo de la UE, “sede de los pecados de todas las formas políticas”, sarcasmo de Marx contra el Sacro Imperio.

Miércoles, 30 de Octubre

Valle de Esteban

bondadosa verdad en el sendero

martes, 29 de octubre de 2019

Una, Grande y Digna



Felipe González


ABC


Y el Estado ya no era el Estado, ni siquiera el Estado de Derecho, era el Social y Democrático de Derecho apoyado además constantemente en los tres poderes (incluso en los tres "poderes legislativos") que se idearon para enfrentarse y no para darse la razón como allí se repetía sin cesar

Garzón

La Ruptura

Thomas Kuhn


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El centrismo es un poco como el galgo del Tío Zaragoza, que cuando saltaba la liebre, con los nervios, le daba la angurria y se ponía a mear.

    Cuando la Exhumación de Sánchez, al centrismo, con los nervios, le entró la fiebre liberal y se puso a pegar vivas a la Epa como si fuera “La Pepa”, sin darse cuenta de que la Exhumación era para el sanchismo la ceremonia de inauguración (con cuatro décadas de retraso, eso sí) de… ¡la Ruptura!
    
Claro que no la Ruptura de la Junta Democrática del 74, donde el único demócrata era su fundador (lo demás eran el partido comunista y desechos de tienta franquista), quien tomó la expresión “ruptura” de la teoría de los paradigmas científicos de Thomas Kuhn (los grandes cambios requieren de una ruptura de paradigmas). En Suresnes, donde le levantaron las siglas a Llopis (de joven, corresponsal en Cuenca de “El Sol”), González, el caballo del “establishment”, se puso a sobreactuar y pedía nacionalizaciones y depuraciones a manta, rechazando ingresar a la Junta por considerarla un contubernio de “monárquicos borbónicos”, para estupefacción de Carrillo. La cosa era Ruptura o Reforma. “¿Reforma o Revolución?”, preguntó, ingenua, Luxemburgo. “Las dos”, le contestó, bizqueando, Lenin. Aquí todos eran más modestos. En el 76, ansioso por sustituir la hegemonía del Movimiento por la del Psoe, González quería pasar por la ventanilla asociacionista de Arias, cuando el primer punto de la Oposición era la legalización, a la vez, de todos los partidos, incluido el comunista, el mismo que luego entró al despacho de Suárez con la Ruptura y salió, tan pichi, con la Reforma, porque, decía el picarón de Carrillo, oía “ruido de sables”.
    
La Ruptura desatada por el sanchismo, donde nadie conoce a Thomas Kuhn, es la españolísima “vamos a acabar con esto” (“esto” es “todo”) que puso en marcha el Frente Popular, y ahora sin oposición, pues delante sólo ven tontos útiles y, por supuesto, esos compañeros de viaje que siempre son los snobs.

Martes, 29 de Octubre

Valle de Esteban

No habrá remedio para este hospital de nervios,
para el gran campamento irritado de este atardecer

lunes, 28 de octubre de 2019

Enterrar a los muertos

Un vergobreto de los eburones

  
Martín-Miguel Rubio Esteban
 
El Libro de Tobías nos enseña con el ejemplo la obra de misericordia de enterrar a los muertos que, además de obra de misericordia para cualquier buen judeocristiano, supone un deber humano de justicia elemental. Siempre ha sido propio de los tiranos o no enterar o desenterrar a los enemigos, transgrediendo con ello las leyes no escritas ( “nómoi agraptoi” ) que Sófocles defendió de modo sublime e imperecedero en su Antígona. Creonte, el también trágico antagonista de Antígona, llega al poder, como tantos otros tiranos o vergobretos, por carambola, inesperadamente, y no estaba nada preparado para ello. Sus intervenciones son siempre desafortunadas, y choca violentamente con todos con quienes habla, Antígona, Hemón, Tiresias, Eurídice. Creonte, como todos los tiranuelos mediocres, halla en el poder la oportunidad de dar brillo a su eterna obscuridad, tomando por ello medidas más espectaculares que sensatas, como ésta de prohibir bárbaramente el enterramiento de su enemigo Polinices, contraviniendo así un principio no escrito de carácter divino: el poder político tiene como ámbito de su ejercicio el mundo de la vida, el mundo de acá, lo cismundano, y le está vedado hollar el mundo del más allá, gobernado por otras leyes, bajo las que todos los muertos se someten. Hollar el mundo de los muertos es una barbarie precivilizatoria, y el vergobreto español, Pedro Sánchez, lo acaba de hacer como un nuevo Creonte, un Creonte mediocre, en realidad un Creontillo, que incluso carece del aura trágica del personaje griego. Porque no se puede castigar a un muerto, y es el colmo de la cobardía moral.

Centenares de artículos reprobatorios se han escrito ya sobre la exhumación del dictador español Francisco Franco, enterrado hace cuarenta y cuatro años, y quizás no digamos aquí ideas muy novedosas, pero la acción del Gobierno es tan nauseabunda y morbosamente prejuiciosa que no quedará jamás exhausto el sano argumentario crítico.

El conservador Sófocles nos puso en guardia hace veinticinco siglos de la omnipotencia que se podía arrogar el Estado, esa monstruo frío que Nietzsche creía sustituiría a Dios, incluso un Estado como el ateniense, que descansaba teóricamente en la voluntad de los ciudadanos reunidos en la Ekklêsía. Efectivamente ateniense, porque aunque esta tragedia se desarrolla en la Tebas del período micénico, Sófocles está realmente pensando en Atenas y ve a Pericles como un trasunto de Creonte. Y es que el gran Pericles prefiguraba el futuro poder sin límites del Estado, y aunque nunca desenterró a nadie ni impidió enterrar a nadie, colaboró en que lo público comenzase a conculcar en algunas ocasiones el ámbito privado o doméstico. Su hijo sufrió el castigo que se merecen los Creontes, cuando abandonó los cadáveres tras la infausta batalla de las Arginusas flotando en el mar. No cumplir con los deberes elementales que exigen los muertos trae siempre infortunio y desgracias a la comunidad, y el joven Pericles, hijo del gran Pericles y de Aspasia, fue ejecutado junto a sus otros compañeros generales. El gobierno democrático debe estar presidido siempre por la racionalidad y la moderación, manteniéndose a salvo del sentimiento del odio y del prejuicio, por populares que sean, que pueden teñir su ejecutoria de irracionalidad y desenfreno, como puede ser desenterrar a los muertos y obligar a los familiares a enterrar en donde el poder del Estado mande. A falta de hazañas gubernamentales en ninguno de los ámbitos de la acción política, ni en la esfera internacional, ni en economía, ni en hacer frente a las catástrofes naturales, ni en educación, ni en cohesión nacional, ni en orden público, ni en bienestar social, Pedro Sánchez tiene la hazaña gloriosa y aguerrida de vencer a un muerto, y corona su esforzada y valerosa victoria con su desentierro. Suárez no lo hizo, Calvo Sotelo tampoco, tampoco lo hizo Felipe González, quizás el mejor presidente español del siglo XX -a pesar de ser socialista-, y tampoco lo hicieron ni Aznar, ni Zapatero, ni Rajoy, sólo tuvo redaños el caudillo Pedro Sánchez para sacar de su fosa al caudillo Francisco Franco. Con razón el buen rey Alfonso X el Sabio veía un gran misterio en el número siete.

Quien desentierra hoy a Franco, ayer pactó con los herederos legítimos del terrorismo más cruento de Europa sin necesitar tomar un Pépticum. No tiene autoridad moral para desenterrar a un dictador. Quizás los anteriores presidentes –que no lo hicieron– sí. No se vence nunca a los muertos que te vencieron en vida, del mismo modo que el niño que murió a los diez años, siempre tendrá diez años. La historia se hace entre los vivos y sólo se puede luchar con los vivos. Rencoroso poder el de la impotencia.

Para nada quiero mencionar aquí a los jueces y a la Jerarquía de la Iglesia española que, de repente, parecen haber olvidado muy oportunamente las fuentes del Derecho y la antropología cristiana de la muerte, así como el propio magisterio de la Iglesia. La verdad es que es vomitivo.

La muerte es el fin de la vida. La muerte nos enseña que la Historia es irrepetible, y que vengarse de un muerto es una superchería salvaje, y como mínimo una carencia de estilo. Karl Rahner consideraba la muerte como el final de la historia personal de la libertad. Sin libertad, Franco ya no es culpable de nada; la muerte lo ha sumergido ónticamente en la nada. No tiene sentido pensar que la historia corpórea de la libertad continúa más allá de una muerte concebida como fin de la corporeidad histórica del hombre. Los muertos son sagrados porque pertenecen a Jesucristo y es el hombre en su totalidad quien en la muerte se presenta ante Dios y permanece en su presencia. Ecclesia magistra dixit!

Pedro Sánchez pasará a la Historia como un salvaje, un vergobreto de los eburones, alentado por jueces ignorantes y obispos infames. Una página negra más de la Justicia, la Iglesia y la Política. Y digo todo ello como demócrata liberal y, por ende, como antifranquista cerrado.

El 10 de Noviembre, Betis-Sevilla




Francisco Javier Gómez Izquierdo

       Me ha parecido entender, seguro que de modo equivocado, que para mayor gloria de la democracia en la misma semana se ha suspendido el Barça-Madrid y se ha inhumado a Franco. En el primer caso para no herirla y en el segundo para fortalecerla..., dicen. Conste que no estoy preparado para tanta complejidad democrática, pero cuando no la había y uno andaba en el bachiller lo de Franco y el Barça-Madrid también era socorrido tema de conversación por dirigir las autoridades federativas el sorteo de la Liga -cosa que ahora también se hace, pero con buenas intenciones- para que el clásico cayera el 1 de mayo. Y si no podía ser, pues El Cordobés en la tele. Y si subía la temperatura, pues los dos acontecimientos a la vez.
    
 Los jóvenes no saben de estas leyendas franquistas, pero esta mañana me he alegrado ante las poderosas alegaciones de un bético que nació después de morir Franco y que cree en el derecho de ser demócrata hasta cierto punto, pues si el presidente de la Liga, de la FEF o del Gobierno están autorizados tirando de ordeno y mando a suspender un partido no se sabe si por seguridad o por los votos, ¿por qué el recurrente ha de ser presidente de mesa electoral el día mas grande del año? ¿A quién se le ocurre poner los votos el día del Betis-Sevilla?

      El hombre viene a decir que es abonado del Real Betis desde hace 25 años, que renovó en agosto antes de que se supiera que iba a tocar votar el 10 de noviembre; que el encuentro de mayor relevancia, coste y significado es contra el rival con sede en la capital de Sevilla; que defiende la Carta Magna a ultranza y cumple con la misma pero “...coincidiendo ambas citas en el día debiendo prevalecer la asistencia de una sobre otra, Don Francisco (nombre del empedernido verdiblanco) no puede más que decantarse por el partido de  su equipo, el Betis, equipo al que ha antepuesto en circunstancias únicas y de trascendente importancia a lo largo de su vida, tales como la fecha en la que contrajo matrimonio o el nacimiento de su primera hija, al que no asistió por estar en un encuentro deportivo. Para el dicente apoyar a su equipo puede considerarse una religión de la que dimanan obligaciones tales como asistir a todos los encuentros deportivos que se celebren en Sevilla y a lo largo y ancho de toda la geografía española...”
     
Es tal el desasosiego del aficionado que presenta su  Renuncia con una base legal. Una instrucción 6/2011 de 28 de abril en su artículo 2.2 aptdo 5ª, que refiere como causa eximente la pertenencia a una confesión o comunidad religiosa en la que el ideario o el régimen de clausura resulten contrarios o incompatibles con la participación en una mesa electoral. Argumenta con mucho sentido que está seguro de que no podrá desarrollar la función que se le encomienda “... por el estado de nervios y ansiedad que le generaría no poder asistir al partido, lo que podría suponer un desarrollo anómalo en el ejercicio constitucional del derecho a voto de los censados en la mesa que ha correspondido presidir al dicente”.
     
      El caso puede parecer esperpéntico a mentalidades políticamente correctas e incluso ser hasta falsa la historia de Francisco Javier, abonado 3.498 del Betis que le ha costado 330 €  serlo esta temporada. Pudiera ser que algún gracioso quiera jugar con la inocencia de personas como un servidor, pero estoy con Francisco y su devoción. Le entiendo y admiro, como admiro a otro  tocayo, capaz de irse solo a Asturias a ver a su Córdoba ya descendido a 2ªB, contra el Oviedo. En solidaridad con Francisco, y si consigo entrada, voy a estar también en el Villamarín y  no voy a presentarme en la mesa de votar.

Historia de la discreción



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Nos han birlado el Clásico por el malentendido de un presidente, Pedro Sánchez, con el vocabulario. Le ordenaron con discreción la Exhumación, y él entendió hacer la Exhumación con discreción, entendiendo por tal un agit-prop pasado por Cecil B. de Mille. Después de todo, hablamos de un jefe de gobierno cuyos miembros han acreditado su dificultad para conjugar el verbo “prever” (incluidos Marlaska, que fue juez, y Guirao, o Guirado, que fue gestor cultural de la Derecha en Madrid), y que accedió a La Moncloa con la promesa de acabar con la corrupción… “preveyéndola”.

    Si la Exhumación cae en 24 y el Clásico en 26, el 25 ya nadie habla de Franco, sino de Messi y Lucas Vázquez. ¿Y tanto incienso para eso? Conclusión: se quita el Clásico y se pone en Navidad, con la única protesta (aquí no se mueve ni El Tato) del chino facha que retrató Hughes.
    
Así que los que quieran decir algo inconveniente, ya saben el camino. Ser chino.
    
El Clásico, pues, no se ha suspendido por seguridad. Salvo que para entonces aquello sea ya un Estado independiente, ¿qué seguridad va a haber en Barcelona el 18 que no hubiera el 26? El Clásico se ha suspendido como por luto. Un luto de performance (poco salmantino, si quieren), pero luto al fin y al cabo. La noche que Franco murió de veras, estaba anunciado un especial musical de Julio Iglesias, se interrumpió la programación, apareció Pilar Cañada y dijo que, donde decía Musical Iglesias, había que decir “Objetivo Birmania” (la película de Raoul Walsh, no el grupo de las Birmettes en la Movida). Y después, la vacación escolar y el luto.
    
En la sociedad de masas que vivimos, ¿cabe luto mayor que la suspensión del Clásico? Bueno, pues lo han suspendido, y Santas Pascuas, con la señal de TV del mundo puesta en el roquedal de Cuelgamuros, que diría Félix Rodríguez de la Fuente, en lugar del Campo Nuevo con sus enormes estanterías de culés reclamando la secesión para Cataluña y la segunda tarjeta para Ramos.
    
El sanchismo mueve muertos y fechas ligueras en nombre de la Discreción, que al final se ha reducido a dos discreciones. Una, la del jefe del Patrimonio, Pérez de Armiñán, que, metido bajo el ala de ángel de Juan de Ávalos, se ha cuidado de no salir en fotos, siendo el hombre de la fibra óptica (¡el wifi!) en el Guadarrama krausista para que el mundo entero pudiera seguir un acontecimiento que no interesaba a nadie. Y la otra, la del piloto encargado de subir a Franco al cielo (“Otra vez como en sueños este rincón de España”, escribió Panero en esta sierra), que se fue al otro lado del “Puma” para evitar el saludo militar, que ya decía Palmares, un personaje de Pemán que viene a ser una caricatura del as de la Aviación Ramón Franco, que “la Aviación española es muy izquierdista”, y por ser de izquierdas entendía Palmares “acostarse y levantarse tarde, no aplaudir en los toros cuando entraba el rey, opinar que las tierras destinadas a los toros bravos sirven para criar naranjos, decir que el problema de España es ‘un problema de cultura’, etcétera”.
    
Hombre, ya que se nos privaba del duelo Messi-Hazard en el Campo Nuevo, uno esperaba que para esa toma tan Coppola (“Apocalypse Now”) del helicóptero sobreponiéndose a la Cruz de Cuelgamuros hubieran tirado de Pedro Duque, el Gagarin del sanchismo.
    
Por favor, informen al Partido… –dijo Gagarin al bajarse del “Vostok”, que es lo mismo que hubiera dicho el otro día Duque al hacer pie en Mingorrubio.
    
Y Jruschev, el del zapato soviético en la Onu, en un pleno del Comité Central, diría luego: “Gagarin voló al espacio, pero no vio ningún Dios allí”.

    “Duque sube a Franco al cielo y ahí queda eso” es un titular que mediáticamente compensaría la cacicada cojonudista de dejarnos sin Clásico.
    
Futbolísticamente, tampoco es lo mismo un Clásico el 26 de octubre que un Clásico el 18 de Diciembre, y supone una alteración grave de la competición. Este Madrid de Zidane anda menos que un bote a patadas, y cuando anda, lo hace, según ya es admitido por todos, por la amenaza de que viene Mourinho. Visto así, ese vestuario sería una versión del “Benito Cereno” de Melville.
    
Hola. Me llamo Cereno. Benito Cereno, capitán del “Santo Domingo”.
    
Melville publica en 1855 el cuento del capitán de un galeón español que transporta esclavos negros de Valparaíso a Callao. Los esclavos, liderados por Babo, se amotinan y ponen ruta a Senegal. Se cruzan con un barco americano al mando del capitán Delano, que aborda al galeón. Babo ordena a Cereno fingir que sigue al mando. Cereno obedece, pero mezcla frases y comportamientos extraños, que entienden todos menos Delano, con lo que al capitán español no le queda otro modo de liberación que arrojarse al agua.
    
Por discreción, no pondremos nombres de futbolistas a los marineros.



CARNE Y PESCADO

    Klopp sigue sin ganar en Old Trafford, el campo probablemente donde, visto lo visto, mejor trabajo hizo Mourinho, quien conserva así el récord de victorias consecutivas en la Premier que tuvo al alcance el alemán y no lo logró, culpando al United… ¡de defenderse! “A Klopp no le gusta el menú. Le gusta la carne y tuvo pescado, así que no está contento. Y yo estoy feliz porque el récord sigue siendo mío”. Parece una discusión escolástica, escuchada desde este Madrid de Zidane que, en efecto, no termina de ser ni carne ni pescado.

Acotación a una Exhumación

 
 
 
 
Jean Juan Palette-Cazajus

“Un golpe de ataúd en tierra es algo
                  perfectamente serio” (A. Machado)

Era algo como las ocho de la tarde del pasado veinticuatro y me estaba tomando una caña con media de bravas en el Paleto de Ávila de la calle Sainz de Baranda. Un bar de toda la vida, de los pocos que van quedando. En la tele, el helicóptero que trasladaba los restos mortales del Exhumado repetía en bucle su fase ascensional a lo largo de la cruz granítica. De la garganta de un español de toda la vida, de los pocos que van quedando, estacionado conmigo en la barra, brotó la saeta: “Ya me gustaría a mí, el día que me muera, que me llevaran así al pueblo.”
 
El mundo es un mar de símbolos y el ser humano es un pez simbólico.
 
Y de símbolos el no evento del pasado día veinticuatro produjo su buena dosis. Extraño sentimiento de tartamudeo recurrente de la historia cuando el clan de los Franco –no sin cierta dignidad– venía sacando a hombros de la basílica el féretro de su patriarca. ¡Y extrañísimo momento! No acababa yo de entender si la historia regurgitaba inesperada y oníricamente parte de su espesor o si el espesor de la historia solo es en el fondo el del papel de fumar. Extraño sentimiento al contemplar, desde mi biculturalidad y encabezando los costaleros, al Rey de Francia, bueno, me estoy pasando un poco, más exactamente a Luis Alfonso de Borbón, actual primogénito de los Capetos, Duque de Anjou y pretendiente legitimista al trono de Francia. Louis XX para su puñaíto de partidarios entre los cuales no me incluyo ni ganas me entraron de hacerlo.
 
Extraña percepción la de aquellas dos muchachas, no sé si bisnietas o sobrinas-bisnietas del Exhumado. Largas piernas, ceñidos pantalones, botines marchosos, look con sabor a tienda pija de Serrano, portando al alimón creo que la propia y gran bandera, aún aquilina pero ya desvaída, que cubriera el féretro del ancestro el día en que el Exhumado fuese el Inhumado. Y la verdad me entró un poco de yuyu porque todo aquello resultaba tan irreal que llegó a rozarme la mente desvariada el recelo de que pudiese tratarse de algún inaudito proceso de resurrección.
 
 

Pero a lo que iba. Aquello fue para mí el primer “eidos” que decía Platón, la primera “forma-idea” de la jornada. A ver cómo lo digo. La actualísima corporeidad de aquellas señoritas traía incorporada, valga la redundancia, buena parte de la historia de la mujer en los últimos decenios. Un “look” que en el fondo desdecía el mensaje que sobre esta y otras cuestiones transmitiera la caduca bandera que enarbolaban.

Yo personalmente nunca estuve muy seguro de que Franco hubiese tenido una existencia real. Para mí Franco solo eran las seis letras que tapaban la línea del horizonte. Solo entendí del todo que había sido un ser de carne y hueso el día que murió. La noche del 20 de noviembre de 1975  estuve sentado largo rato en un banco de la Plaza de España con mi gran amigo Lao, fallecido hace poco más de dos meses. Charlábamos erráticamente, felices y aliviados, pero también desestabilizados y preocupados por la longitud de las filas que aguardaban para “testimoniar respeto y agradecimiento” - decía la prensa orgánica – al finado. Hoy me sentiría igual de feliz y aliviado pero entendería mejor lo de la largas filas.
 
Pero indudablemente el “eidos”, la forma-idea de la jornada fue el espectáculo de la lenta ascensión del Super Puma, parecía que a lo largo del fuste de la cruz monumental, hasta coronarla solemnemente para transformarse luego en un plano picado que la veía empequeñecerse progresivamente. La historia se hacía durante unos segundos estética en el sentido griego: viva y perceptible por su perfección formal. Fue un momento de grandiosa belleza que llegó a emocionarme. Menos mal que no se enteraron ni Gabriel Rufián ni Pablo Iglesias porque a estas alturas andaría yo escracheado por exaltación del fascismo.
 
 
Hablando de fascismo. Los energúmenos y energúmenas permanentadas de Mingorrubio también podían haber dado un poco de yuyu si el grupo hubiese resultado más sustancioso.  Pero a mí me produjeron la irreprimible sensación de una reconstitución histórica. Vamos, algo como aquello que hacen en los pueblos que tratan de rentabilizar las ruinas del castillo medieval y organizan en verano alardes y torneos con aproximativas vestimentas de época o armaduras de plástico imitando el acero. O como  los que se visten de chispero o  mameluco el 2 de mayo. Solo que con menos gracia y más ganas de bronca.

La presente acotación es también una asunción de la exhumación. Atendiendo a la clásica dicotomía weberiana, durante meses me atuve a una prudente ética de responsabilidad: “Peor es meneallo, amigo Sancho”. Pero la ética de responsabilidad puede convertirse en la coartada de todas las renuncias Hoy la ética de convicción me lleva a pensar que bien está lo que bien acaba. La estúpida pataleta de Rufián e Iglesias muestra a las claras que se les ha roto un sonajero. Estos dos jóvenes airados no son tontos y sin embargo serán siempre incapaces de comprender que nunca fueron sino dos fósiles novedosos.

Pero les quedan sonajeros. Ahora agitarán el tema de la cruz y el destino del Valle. Debería de haber quedado claro que al ascender sobre la cruz, el helicóptero que se llevaba el féretro del Exhumado estaba succionando al mismo tiempo el alma que durante 44 años habitara el lugar. La imponente y bellísima cruz ha quedado así limpia de cualquier adherencia franquista. Hablo desde mi ateísmo. Además de un primario y poderoso pictograma que brinda el trazo armónico de una semántica originaria, la cruz constituye el milenario símbolo, tan occidental como cristiano, de que existe la muerte y con ella la posibilidad del sacrificio. Y que si la muerte ha de ser ineludible al menos sirva de algo a los demás. Como tal el concepto de la cruz formula así la absoluta negación e inversión de la política del resentimiento. Lo contrario del atentado.

La obsesión demoledora del señor Iglesias merecería dilatada reflexión. Creo haber entendido que una vez derribada la cruz, los propios añicos y escombros del monumento conformarían, según él,…¡un nuevo monumento! Elevado, mejor dicho derribado, en memoria de la conciencia antifascista. ¡Patético dolor de muelas!

 “El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve”. Iglesias, lo mismo que todos sus predecesores históricos y actuales secuaces, son absolutamente incapaces de entender la segunda parte del aforismo machadiano. Contra el poeta, afirman que el ojo que ves es ojo porque lo ves, lo que podría ser una estupenda definición del totalitarismo: el que reduce el otro a la identidad que nuestro ojo ya le tiene adjudicada. Al revés, el entero proverbio machadiano es la mejor definición posible de la dignidad desesperante de todo intento democrático, entiéndase la puta necesidad de aguantar lo insoportable y desconcertante de toda alteridad.

Fui por primera vez al Valle de los Caídos el 24 de enero de este año en compañía de dos amigos. Oímos fresca misa mañanera en la basílica y hasta dejamos –no puedo asegurar que todos –unas monedas en el cepillo. Me sorprendió la admirable inserción del conjunto monumental en el bellísimo paisaje. Calificarlo de arquitectura fascista solo es factible para quien conoce el promotor y fuerza la causalidad histórica. Es un producto del esfuerzo humano que podría, que puede, que debe, servir de monumento conmemorativo a un régimen perfectamente democrático. Su propuesta arquitectónica es romanista y clásica, severamente escurialense, nada innovadora, nada atrevida pero indudablemente noble y, si no grandiosa, ciertamente majestuosa y coherente dentro de un lenguaje armónico y comprensible por todos. He leído, procedentes de especialistas, críticas demoledoras que solo puedo entender nubladas por el odio ideológico.
 

El inmenso balcón propiciado por la secuencia desde las monumentales gradas hasta la gigantesca explanada abre sobre un panorama admirable de agrestes volúmenes y nítidas perspectivas serranas. ¡Ni un maldito chalé con piscina en el velazqueño horizonte azulado!

Existe por lo visto una propuesta fiel al precepto ruskiniano (John Ruskin, 1819-1900) según el cual hay que dejar morir los monumentos naturalmente. Sus promotores nos pintan un Valle de los Caídos salido de una novela gótica, donde las plantas, los árboles y las enredaderas invadirían progresivamente las naves de la basílica creando un paisaje híbrido, sugestivo y misterioso.

Yo me siento más próximo al que fuera el anti Ruskin, Eugène Viollet-le-Duc (1814-1879) y deseo una enérgica, total y voluntariosa restauración del monumento. Aunque fuese para demostrar la superioridad del control de obras democrático sobre el servilismo corrupto que caracterizara en su momento la construcción del conjunto. Prosiguiendo en el fondo en la línea iniciada por el gran ingeniero Carlos Fernández Casado (1905-1988) represaliado republicano que tuvo que acudir en auxilio de los cálculos de resistencia que permitieron armar los brazos de la cruz.

Aquello podría ser -esta vez de verdad- un monumento a los caídos de ambos bandos. O un centro de estudios sobre el cainismo, o un santuario de la sociedad “inclusiva”, yo qué sé. Me da igual. Pero, eso sí, debe ser también un imprescindible centro de vigilancia para la absoluta protección y preservación de la Sierra. Tenía que haberle dedicado al tema un capítulo del improbable “Tinto de Verano”.

Y por supuesto aquello podría llegar a ser inteligente y turísticamente rentable o al menos autosuficiente.


Lunes, 28 de Octubre

Valle de Esteban

Mis cálices todos aguardan abiertos
tus hostias de otoño y vinos de aurora

domingo, 27 de octubre de 2019

Castor y Polux

Metro de Londres

Víctor de la Serna. matador de toros


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

En 1968, una aseguradora norteamericana aseguró que el periodismo era el oficio más peligroso del mundo, para agravio de muchos y diversos gremios —espías, acróbatas, escoltas, aviadores, marines, cajeros de Banco, ejecutores de hipotecas y hasta los repartidores de pizzas de los guetos neoyorquinos—, que se llevaron las manos a la cabeza y pusieron el grito en el cielo. Nada, sin embargo, dijeron, aquí, los toreros. Al fin y al cabo, ¿qué tenían que ver los toreros con los agentes de seguros norteamericanos? La única relación que se me ocurre es, si acaso, la establecida por el poeta José Arias Velasco en su guiño a Rafael Alberti, que había dicho que al negro toro de España, libre al sol del redondel, nada podía doblarlo, nadie podía matarlo, porque toda España era él: «Señor Rafael Alberti, dos puntos: Se están cayendo los toros. Dicen los periódicos que se caen todos los días. Yo ya me lo temía desde que, hace años, una Semana del Toro de Lidia, en Salamanca, fue patrocinada por el Comité de la Soja Americana.» El caso fue que la aseguradora, para apaciguar los ánimos levantiscos de los gremios agraviados, mandó a un portavoz a ofrecer disculpas: «Es que estos tipos, los periodistas, están en todas partes», dijo el portavoz.

El peligro del periodismo es, pues, una cuestión de ubicuidad, al menos para los americanos, y el peligro del toreo es una cuestión de terrenos, al menos para los españoles. De hecho, Tom Wolfe recurrió a las metáforas taurinas para explicar el Nuevo Periodismo, comparando su «Herald Tribune» con la plaza de toros principal de Tijuana, pero, desde luego, no es lo mismo exponerse a ser atropellado por un político o un inversor, por señalar los riesgos que corre en América un periodista que no se cuide de la ubicuidad, que exponerse a ser atropellado por un toro de Miura, por señalar los riesgos que corre en España un torero que no mida los terrenos. A ver, ¿qué lector recuerda el nombre de la persona que retiró a Hemingway del periodismo? En cambio, no hay aficionado que no haya oído hablar alguna vez del toro «Peregrino», que el día 7 de junio de 1869, en la corrida organizada en Madrid para celebrar la aprobación de la Constitución, corneó a Antonio Sánchez, El Tato, que luego, en la mesa de operaciones, cuando el cirujano se disponía a cortarle la pierna, sólo acertó a pronunciar dos palabras: «Adiós Madrid». Si toda la estética del toreo puede reducirse a esos dos tipos esenciales que son el color o el relieve, toda la psicología de la gloria, como la entienden los caracteres aventureros y románticos, se reduce a aquellas dos palabras del Tato, cuya pierna, conservada en formol, estuvo expuesta en una farmacia de la calle del Desengaño, de dar crédito al relato «La pierna del Tato», de William Lyon, costumbrista madrileño nacido en Man-hattan.

Las cosas han cambiado en el periodismo, mas no en el toreo. Hoy, el periodismo puede proporcionar gratificaciones para ponerse al corriente con la patrona o con el casero, pero gloria, lo que se dice gloria, sólo la proporciona el toreo. Y mañana, en Burgos, de manos de José Miguel Arroyo, Joselito, y con Julián López, El Juli, por testigo, Víctor de la Serna, licenciado en Periodismo, tomará la alternativa como matador de toros. Pudiendo ser periodista, como su padre, ha preferido ser torero, como su abuelo. El valor de la elección nos revela el carácter formidable del personaje. Gerardo Diego decía que de nadie que no haya toreado por lo menos de salón puede decirse que ha nacido del todo: «Morirá inédito en una de las más profundas y soberanas disciplinas y saberes y sabores de la vida.» Incluso Azorín, un soso por antonomasia, se enfrentó en su juventud a un toro para darle unos lances de capa. ¿Qué es ser un buen periodista? Probablemente, ser irreemplazable, como lo ha sido para mí, en la amistad como en la crítica, Vicente Zabala. ¿Qué es ser un buen torero? «Sé verlo, sí, mas no sabré decirlo. / Sólo sé que el toreo se hace solo. / Un redondel de arena / y magia, un toro y un torero.»

Joselito, López y Víctor de la Serna en Burgos

Pudiendo ser periodista, como su padre, ha preferido ser torero, como su abuelo

Domingo, 27 de Octubre

Valle de Esteban

¡c'est la vie, mort de la mort!

" Te doy gracias porque no soy como los demás hombres"

DOMINGO, 27 DE OCTUBRE

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:

-Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Lucas 18,9-14

sábado, 26 de octubre de 2019

La Religión


Lee con la bandera inconstitucional


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La democracia, si lo es, sólo es una forma de gobierno, pero nosotros, ayunos de lo que es y ahítos de lo que lo parece, hemos montado alrededor de esa palabra una religión laica. Una religión de Estado cuyo culto es un concepto que la niega: el Consenso.

    –Yo soy el Consenso –saluda Sánchez.
    
L’état c’est moi –dicen que dijo el buen Luis XIV (quien, desde luego, nunca pudo decir tal cosa), y la muletilla se convirtió en “el Corán de Francia”.

    Bueno, pues “el Corán de España” es el Consenso, y el Consenso, hoy, es Sánchez. “Cuius regio, eius religio!”, que en latín quería decir que la religión del reino era la del rey, pero que en román paladino significa que aquí, hoy más que nunca, el súbdito, si aspira a sobrevivir, debe ocultar su conciencia. El resto es “parafernalia”, un palabrón que estuvo muy de moda.

    –¡La Exhumación es un triunfo de la Democracia! –berrea el tal Sánchez.
    
La democracia sin exhumación sería como el matrimonio sin consumación. Algo de eso notaba uno al leer por vez primera “El Federalista”, catecismo de la democracia representativa. Al final, como que te faltaba algo. ¡Coño, una exhumación! ¿Pero a quién van a exhumar los gringos? Allí, con una Constitución de siete artículos, nunca han tenido un dictador. Una guerra civil, sí, porque ésa es la pega de no haber tenido, tampoco, un Estado. La guerra civil la ganó Lincoln, y ahora sabemos que cualquier día un Sánchez sureño loco por la democracia se coge un juez Roy Bean y una radial y echa abajo el Lincoln Memorial, aunque América es muy rara: al general Lee, por lúser, lo privaron de nacionalidad hasta, ¡oh, manes!, 1975, con la amnistía firmada por Ford.
    
Que así es mi voluntad –firmaba nuestro Felipe V (¡y el de Torra y Pla!), que venía de la Francia del “car tel est notre plaisir”.

    Como súbdito del Consenso, pongo la fórmula a disposición de Iván Redondo, por si estuviera en su mano deslizarla bajo la servilleta de su jefe cada vez que éste firma “por mis c…”

Sábado, 26 de Octubre

Valle de Esteban

Mundo avizor

viernes, 25 de octubre de 2019

La Ficción



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    En España toda la prosa que se despacha tiene la garantía del Estado. Eso incluye la ficción antisistema, cuya primera figura, Cristina Morales, se ha llevado los veinte mil euros de la piñata del Premio Nacional de Narrativa que oferta el ministerio de Guirao, o Guirado, que vio el título de la novela, “Lectura fácil”, y se dijo: “¡Ésta es la mía!”
    
¿Por qué es antisistema Morales? Porque Morales, licenciada en Derecho, como Requero, ha dicho en Cuba que es una alegría ver así el centro de Barcelona:
    
Es una alegría que haya fuego en vez de tiendas y cafeterías abiertas. La violencia es policial.
    
Con ese discurso Morales puede optar hoy a cualquier plató de Estado. De hecho, es la novelista del Consenso, pues el Nacional de Narrativa no es su primera piñata de Estado. El piñazo cultural de Guirao, o Guirado, se une al piñazo sanitario de Alonso, ministro de Sanidad de Rajoy, con el Premio Injuve por una novela sobre el 15M, “Los combatientes”, trufada de textos, sin citar, del “Discurso a las juventudes de España”, de Ramiro Ledesma, sin que la Crítica reparara en los saltos estilísticos, que es lo que tiene guiarse por las solapas. En el discurso de entrega le escogieron para que lo leyera, “por bonito”, uno de esos párrafos.
    
En ese momento –le dijo a Alfredo Valenzuela en una entrevistaestuve a punto de desvelar la autoría, pero pensé que eso correspondía a los críticos y a los lectores. El texto de Ledesma encajaba en el mío. Eran hermanos.
    
Ledesma, periodista, fue un falangista de primera hora, descuartizado (al resistirse a ser asesinado en una saca junto al otro Ramiro, Maeztu) por las Milicias de la Concordia.
    
En su reciente ensayo sobre Ledesma, cuenta Rubio Esteban que, al saber Ortega de la muerte inicua de su discípulo, “aquel apasionado muchacho que con tanta alegría nadaba junto a María Zambrano en las frías aguas del lago de San Martín”, dijo horrorizado: “No han matado a un hombre, han matado a un entendimiento”.

Viernes, 25 de Octubre

Valle de Esteban

Brame si quiere encapotado el cielo:
Terror infunda el lóbrego nublado

jueves, 24 de octubre de 2019

El chino facha



Hughes
Abc
 
Hoy ha sido el día más feliz en la vida de Ian Gibson y un día muy triste para Chen Xiangwei, “El Chino Facha”.
 
Chen es la respuesta a la Ley de la Memoria Histórica. El único que ha hablado hoy sin restricciones ha sido él. Primero, porque no las siente; segundo, porque nadie le va a aplicar el reglamento.

Así que los que quieran decir algo inconveniente, ya saben el camino. Ser chino.

Su franquismo es novedoso ante todo porque es sonriente, dice “Viva Franco” feliz, de un modo completamente nuevo, sin rabia, sin cabreo; también porque no es nostálgico y porque no siendo nostálgico está basado en el anticomunismo puro. O sea, tiene bastante más izquierda vivida que Errejón.


El chino facha es completamente “iliberal”, se permite un flequillo como el Verstrynge joven y levanta el brazo sin miramientos, y así marca el camino a los demás franquistas. Tienen que ser sonrientes, inofensivos y hablar como si les hubiera dado una apoplejía. Es la única manera de poder decir viva Franco cuando ni siquiera la familia de Franco puede decir viva Franco.
 
La señora franquista, el franquista rocabilly, el legionario solitario, son todo figuras como de cómic de Ivà, un poco entrañables, que pese a todo levantan rechazo porque en ellos perciben una especie de amargura, de cabreo, mientras que nadie se imagina a falangistas judokas. No se ha visto nunca a alguien levantando el brazo con los ojos cerrados y no se lo toman en serio.
 
Se puede decir que en España el franquismo es ahora mismo de dos tipos: el residual, es decir, ellos y el de Chen Xiangwei, que es como si estuviera desarrollando otra patente, un franquismo chino, baratero, colorista, plastificado. No le pueden aplicar lo del odio, porque ¿cómo y por qué va a odiar un chino?
 
Aunque el chino, a lo tonto, está haciendo mucho ya. Al hijo le ha puesto de nombre Franco Chen, y dice que quiere que haga algo por España. Él mismo afirma haber venido para evitar que se repita el 36. ¿Y si fuera un enviado del futuro, como si nos estuviera diciendo que de haber ganado el comunismo todos seríamos Chen Xiangwei?

Su bar, en el sur de Madrid, lo ha transformado en “santuario”. Es decir, lo ha resignificado, ¡pero al revés! Lo fabuloso es el método: tenía un bar y escuchando lo que le decían los clientes por lo bajini o al cuarto coñac se fue coscando. Donde otro se hubiera callado o se hubiera ido a la caja, él puso el oído.

Así pasa, que estaban los periodistas como Diógenes con su candil buscando “alt-rights” y el alt right era el chino, que además no tiene antídoto fácil porque siendo raro, ¿qué es más raro? ¿Un chino facha o un chino progre? ¿Han visto ustedes un chino socialdemócrata alguna vez? Ni el PSOE ha sido capaz de sacar uno.

Tercera Jornada de Champions


 El roble

Y el pinar


Francisco Javier Gómez Izquierdo

          En la mitad de la fase de grupos Bayern, PSG y City parecen los más decididos a recoger el testigo que se guarda en el fielato de la Uefa para los dieciséis de casi todos los diciembres. De entre los de siempre de los trece restantes los ha habido que se han apretado los machos ante la amenaza de desastre, como los últimos finalistas Liverpool y Tottenham o el eterno Real Madrid, del que no imaginábamos ni por descuido tan temprana eliminación. Los dos ingleses solucionaron su alarmante inicio del torneo a base de goles y se colocan ya segundos tras Nápoles, los de Kloop, y tras el Bayern los de Pochetino. Lo lógico. Como lógico es que el Madrid gane al Galastasaray donde Florin Andone, el rumanito que se hizo un 9 en Córdoba, resulta ser la mayor amenaza para Ramos, Varane y Courtois... y lógico es también que Zidane no se pierda entre las brujeriles brumas belgas. El improbable desconcierto de la última jornada se arregla ganando al PSG en el Bernabéu.

      El Barça ha sacado los partidos con más pena que gloria. Sin la solvencia, firmeza y autoridad que se supone en la fase de grupos, pero los ha sacado. Gracias al extraordinario portero Ter Stegen, a goles de chiripa y a las oportunas aportaciones de ese Messi al que es tontería buscarle adjetivos. Con los catalanes pasará casi seguro el Inter en disputa con el Dortmound, pero a mí me ha gustado mucho el Slavia. Me encantó en Milán y creo que no debió perder ayer, pero es lo que tiene jugar contra los grandes: tú dispones de diez oportunidades claras que salva el portero, el poste o diez milímetros y ellos te cuelan un gol sin querer. Tienen tanta potra que a veces hasta te lo metes tú mismo.

     Sólo un tsunami descabalgará a Juventus y Atleti del grupo D, donde el Leverkusen ha resultado hasta el momento un extraño convidado de piedra. De piedra dura, pero piedra al fin. Al Valencia lo veo en le Europa league. Ganó en Londres y ha empatado en Francia, pero el Chelsea es más que el Valencia y ayer se merendó, con mucha fortuna la verdad,  al Ajax en Amsterdam. No sé, aquí puede saltar la sorpresa de la clasificación del Valencia, pero sinceramente no lo creo. Al Valencia no le va mal la Europa League.
       
En el grupo C,  con el City prácticamente clasificado, el Dinamo de Zagreb y el Shakhtar se disputarán la otra plaza que a mí me da que será para los ucranianos. En el E los dos puestos están adjudicados para Nápoles y Liverpool y sólo en el G se garantiza la emoción clasificatoria, pues hasta el Benfica, último, tiene posibilidades. El sorprendente Leipzig parece el más fuerte, pero Zenit, Lyon y Benfica tienen su caché en Europa y creo que cualquier cosa puede suceder.
     
Dentro de quince días, después de los Santos y Difuntos, en pleno otoño, es muy probable que podamos distinguir a los dos poderosos robles del bosquecillo de cada grupo.

El Relato

Saint-Just

Ignacio Ruiz Quintano
 Abc

    Ante el sobeo socialista de la huesa de Franco, la portavoz de la derecha “prêt-à-porter”, Álvarez de Toledo, ha declarado con solemnidad:

    –Me alegra que la izquierda española por fin haya decidido enterrar a Franco.
    
Y con Franco, el Gran Relato Oficial de la Transición que la portavoz nos venía contando, con lo cual el partido fundado por Fraga entra de lleno en la posmodernidad, que es el abandono de los grandes relatos (cristianismo, socialismo, liberalismo, fascismo), según sacamos en limpio del tabarrón que en los 80 nos diera el francés Lyotard.
    
Ya el jefe del partido, Casado, anticipó que él no pagaría ni un euro por la performance de Cuelgamuros, y en consecuencia, por el Gran Relato de la Transición. Yo tampoco, porque lo tengo por un relato ful de arriba abajo. Sánchez, en cambio, y con el pretexto jurídico de que el muerto “no separó los poderes” (¿en qué se queda el juez Marshall al lado del juez Requero?), se va a dejar sesenta mil euros del contribuyente en su vengancilla, no contra Franco, sino contra los comunistas.
    
Soy capaz de asumir la Historia de España –decía Felipe González en la mesa de póker del Consenso–. Franco está ahí. Nunca se me ocurriría tumbar una estatua suya. No podemos borrar la Historia. Siempre pensé que si alguien creyera que es un mérito tirar a Franco del caballo, tenía que haberlo hecho cuando estaba vivo.
    
Con toda la progredumbre “amorrada al piló” del Régimen, los únicos que en vida le metieron algún meneo a la estatua fueron los comunistas, que como revolucionarios tampoco son Saint-Just (“Es necesario que el respeto a los muertos sea un culto”, decía el Ángel de la Muerte a los cabestros de la Convención), y para salvar “l’onore” de “la Psoe” Sánchez envida sobre la mesa del antifranquismo con una bajeza únicamente a la altura de su historia.

    –Porque te digo, Eulogio amigo –escribe Prieto en su carta del 48 a Urréjola, y heme aquí parodiando al Quijote, que existen “hombres”, “hombracos” y “cacamutios”.

Madrid franquista


Eisenhower

De Gaulle

 Ernesto Che Guevara en Galerías Preciados

Collins, Aldrin y Armstrong

Felipe VI