domingo, 30 de abril de 2023

Papeles que son Cruces y Cruces que son Claveles


Cruz familiar en los Trinitarios

    

Santa Marina, el barrio de los toreros


En la ortodoxia salesiana

 



Santa Marina y el Bailío al atardecer


Francisco Javier Gómez Izquierdo

 
        Servidor anda en ese laberinto de papeles en el que se complace desesperarnos y perdernos la Administración -mejor dicho las administraciones- cuando se nos mueren padres, hermanos y demás familia. En el buzón de la casa de la madre hay una notificación de recogida de correos para María Izquierdo con remite de la Junta de Castilla y León que es el nombre que tienen hoy los Duques. No estoy en casa porque ando del INSS a la Junta, de la Junta al Ayuntamiento y del Ayuntamiento otra vez a la Junta. Madrugo para ir a recoger nada más que abran, 8,30 h., el aviso en la oficina de Correos de Gamonal, yo diría que ya más en el barrio de Capiscol. Llevo el DNI de mi madre y por supuesto el mío. "¿Trae usted la autorización de María para que le entregue la carta?" "Mi madre murió el 31 de marzo y soy su hijo, compruebe los Deneís de los dos". La empleada de Correos se ve que me ve sospechoso y sólo confía en el Reglamento del que parece devota recalcitrante. "Va a tener que ir usted a la Junta a recogerla". Me hago el mártir, que en realidad es lo que soy y le digo que vengo de Córdoba para arreglar papeles y que estoy preocupado por lo que pueda pedir la carta que no está dispuesta a entregarme. Se acerca al casillero y me percato -mi ocupación ha sido atender detalles- que le dice a otra empleada, pudiera ser que su encargada, "...es para familiares de María..". La empleada trae la carta dirigida a "FAMILIARES DE MARÍA IZQUIERDO" todo mayúsculas, pero no la suelta porque tengo que demostrar que soy hijo de mi madre de modo conforme a un Reglamento que desconozco. "¿Tiene libro de familia o algo parecido? Con un documento así podría entregarla".  Llevo tiempo con el firme propósito de no mostrar enfado ante estas tiranías y vuelvo a casa -un kilómetro largo- a por el libro de familia con mi plan de la mañana trastocado ya sin remedio. Al volver, la empleada del Reglamento me recibe risueña y antes de enseñarle el casi incunable libro de familia de mis padres al que ni mira me dice buscando complicidad "..le estamos mareando un poco en Burgos ¿eh? A ver si no le va a dar tiempo a llegar a las Cruces de Córdoba". Educado, le respondo que en Córdoba me tratan mejor que en Burgos y ella -noto rápidamente que sabe que ha hecho mal- me dice que su madre es de Córdoba, del barrio de Santa Marina... Explicaciones que a pesar de mi natural benevolente no aminoran su terquedad reglamentaria. Abro la carta delante de ella. "Con motivo del fallecimiento de María Izquierdo Tapia el 31 de marzo de 2023, se interrumpe el expediente abierto para valorar el grado de dependencia que le correspondería..." Y luego unos números y unos artículos para que quede claro que los empleados de la Junta de Castilla y León se rigen y aplican muy bien los Reglamentos.


      Comenté la peripecia con amigos míos carteros y como pudiera ser que estas letras llegaran a la empleada de Correos de Gamonal, tengo el gusto de comunicarle  que he llegado a tiempo a las Cruces, que recorrí unas cuantas ayer sábado  por la mañana sin gente, que en Córdoba hay mucha alegría y que en Santa Marina, el barrio de la madre de usted y sus alrededores como el Bailío (¡ay, la Cruz del Bailío!), San Agustín, San Lorenzo... la primavera está reventona y la juventud bebe sin atenerse al Reglamento, como pude comprobar en el paseo de la tarde. 

Los lópeces

Brighton

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    La gamberrada publicitaria de “Comunismo o libertad” tenía que acabar en la gamberrada política de pedir al Gobierno (al Gobierno, no al Congreso, que ya no se molestan ni en disimular) una ley de pandemias para imponer el certificado de “la Coviz” en Madrid, como hace un López López (¡de los lópeces del franquismo a los lópeces de la democracia!) que quiere “proteger la salud pública de los ciudadanos desde el punto de vista jurídico” (?). Quieren, ay, legalizar el fascismo, que a esto apuntaba el teólogo Rudolf Smend al ver en Alemania “un pueblo patéticamente necesitado de legalidad”, tal que los Feijoo, los Revilla o los López López.
    

Me dicen que López López sería a Ayuso lo que Hamilton fue a Washington, es decir, su cerebro político, militar, económico y jurídico. Hamilton, abogado, no fue presidente porque procedía de un sitio raro, Charlestown, Isla Nieves, en el Caribe, pero López López, juez, viene de Cacabelos, El Bierzo, donde los romanos le contagiarían la obsesión de Catón “Carthago delenda est”, de donde sale su obsesión de exigir un certificado de “la Coviz” para salvar la salud a los madrileños como Azaña quería salvar a los republicanos con su Ley de Defensa de la República para meter en la cárcel por decisión gubernativa al que no lo fuera.
    

Weimar dividió a los juristas alemanes en partidarios de la representación y partidarios de la integración, y “la Coviz” divide a los juristas españoles (“juristas españoles, toreros americanos… ¡qué tontería!”) en partidarios de la vacunación obligatoria y partidarios del certificado de “la Coviz” para conseguir la “inmunidad de rebaño”. ¿Qué rebaño? El rebaño del carnero castrado, para quien una caricia lo justificaba todo, en la fábula de Santayana.
    

El carnero castrado se estremece ante las ovejas y vellones que exige el nuevo gobierno. Pero le parece poco comparado con lo exigido por lobos y enfermedades. Y brota en él la admiración por la sabiduría y belleza del pastor.
    

Qué peligro, los lópeces.

 

[Publicado enAgosto de 2021]

Teología de la liberación y Ratzinger



MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN

A finales de los años sesenta un importante grupo de sacerdotes sudamericanos, comprometidos con la causa del Reino de Dios, y escandalizados por los graves pecados de humanidad que cometían la entera oligarquía hispana contra el pueblo y los pobres, elaboraron una cristología, que, por subrayar la idea de un Jesucristo Salvador o Liberador, acabó llamándose popularmente como «teología de la liberación». Aunque fueron muchos los sacerdotes a los que debemos el armazón teórico de esta «nueva» teología (Assmann, Borrat, Zenteno, Comblin, Ellacuría, Alves, Cardenal, Sobrino, Vidales, Miranda, Croatto, etc) fue, sin duda, Leonardo Boff el principal portavoz de esta teología fuertemente comprometida con la justicia social. Venerar y anunciar a Jesucristo liberador implica pensar y vivir la fe cristológica en un contexto sociohistórico de dominación y opresión. ¿Cómo hay que pensar, predicar y vivir a Jesucristo –se pregunta Boff– frente a las exigencias de una determinada situación de superexplotación humana, terrorismo de Estado y dictadura brutal, para que aparezca conforme lo proclama la fe, es decir, como salvador? La cristología que proclama a Jesucristo liberador quiere comprometerse con la liberación económica, social y política de los grupos oprimidos y dominados. En aquella circunstancia americana no comprometerse la Iglesia significaba aceptar la situación y tomar partido, sutilmente, por los favorecidos y explotadores. Además de traicionar pérfidamente a Jesús, que murió en su pugna abierta con los dueños de poder político, económico y religioso. Porque Jesús no buscó la muerte: le fue impuesta desde fuera, y Él la aceptó, no resignadamente, sino como expresión de su libertad y fidelidad a la causa de Dios y de los hombres.

Es verdad que Jesús existió para todos, pero no existió de la misma manera para todos: para los pobres lo hizo siendo uno de ellos y asumiendo su causa; para los fariseos desenmascarando su autosuficiencia, poseedores entonces de lo que hoy llamamos lo «políticamente correcto»; para los ricos denunciando los mecanismos de su injusticia y su idolatría del dinero. El Jesús histórico no predicó sistemáticamente sobre sí mismo, ni sobre la Iglesia, ni sobre Dios, sino sobre el Reino de Dios. Este mundo, tal como se encuentra hoy, ni es digno de la mirada de Dios y está en contradicción flagrante con el designio de Dios.

No pocas teologías progres elaboradas en Europa...

 

Leer en La Gaceta de la Iberosfera

Domingo, 30 de Abril

 

 

Capilla española

El que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido

 DOMINGO, 30 DE ABRIL


En aquel tiempo, dijo Jesús:

-En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.


Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

-En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.


Juan 10,1-10

sábado, 29 de abril de 2023

Scherbitski


 Scherbitski


Sánchez


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Lo rescató un tuitero (@nodsvq) del baúl de La 2: una muestra del documental “La batalla de Chernóbil”, 2006, de Thomas Johnson, un fogonazo de magnesio sobre la lucha contra la radioactividad. Habla el narrador:

    –La situación se trataba como si no pasara nada. Se siguió adelante con las celebraciones del primero de mayo como si el país se negara a reconocer la situación… Seis días después del accidente, y pese a que los niveles de radiación estaban varios miles de veces por encima de lo normal, las autoridades animaron a la población a participar en las celebraciones del primero de mayo.

    Habla un testigo:

    –Fui testigo de aquel desfile de la muerte, porque tras él se sucedieron unas muertes terribles. Luego, todas las imágenes de las celebraciones desaparecieron de los archivos de Ucrania.

    Y habla Gorbachov:

    –Aquello nos parecía importante para evitar que cundiera el pánico.

    Del pánico como argumento central de la política escribió Sloterdijk en sus “Temblores del aire”, urdido entre el derribo de las torres de Nueva York y la toma chechena del teatro de Moscú. Pero sólo los schmittianos poseen la finura intelectual para distinguir “lo político”, que sería la materia prima de lo público, de “la política”, que sería la manera de tratarla. Schmitt es el creador de la ciencia constitucional y el pensador que más ahondó en la entraña del poder, cuya única explicación, para él, es la relación entre protección y obediencia:

    –Quien no tiene poder para proteger a alguien tampoco tiene el derecho de exigirle obediencia.
    
Con el 1 de Mayo en Chernóbil perdió la obediencia Scherbitski. El 8 de Marzo, en cambio, mantiene intacta la de Sánchez, y habrá que pensar en la pasión de obedecer (la dulce irresponsabilidad que garantiza) característica del español.

    Scherbitski, secretario del partido comunista ucraniano, animador de las manifestaciones del 1 de mayo de 1986, se suicidó. Lo que pasó, nos recuerda Quevedo, lo tiene la muerte; lo que pasa, lo va llevando.

La Prensa afecta

1 de Mayo de 1986

 

[Publicado en Marzo de 2020]

España, capital Paronia

 


Hughes

 

Sería interesante superponer dos gráficos de gran actualidad. Por un lado, las temperaturas en España; por otro, los hogares con más miembros de la familia en paro. A más calor, más rojo, hasta alcanzar las tonalidades marrón oscuro de la sangre coagulada: ¡el infierno climático!; a más parados en la familia, un rojo más intenso, hasta alcanzar el pleno: todos los miembros de un hogar en paro.

Dado el mutismo de los voceros, se podría pensar que esto lo sufre una minoría, pero los malos datos de empleo del primer trimestre iban acompañados ayer de otros subdatos temibles: el 30% de paro juvenil y más de un millón de hogares con todos sus miembros parados. Es un dato tan terrible que mientras lo escribo aún pienso que es un error, que debe de ser un error, pero según la EPA son más de tres millones de parados en total, así que por supuesto es posible. Hay más parados que vascos en España. Muchos más. Pero ¿a alguien le importa su identidad y sensibilidad o el encaje estatutario de estas personas? Los parados españoles son, más o menos, los habitantes que tiene Madrid. Si los parados se fueran todos a Colón, estarían solo a cien mil habitantes, luchando por la capitalidad.

No son urbe los parados, pero sí agrupación humana. ¿Podríamos hablar de Paronia, de Parolandia, de Villaparo o de Parópolis? La verdadera capital de España no debería ser el Madrid cosmopolita y federal sino esa ciudad invisible que junta a tres millones de españoles. Eso sí es una identidad: ser parado...

 

Leer en La Gaceta de la Iberosfera

Sábado, 29 de Abril

 

 

Sentado al borde de la mañana, con los pies colgando II

viernes, 28 de abril de 2023

La Grande Ilusión

 

Sir Norman Angell

© Galería Nacional de Retratos, Londres


Ignacio Ruiz Quintano

Abc

Las pérdidas achacables a “La Grande Ilusión” son, en resumen de Jacques Barzun, no menos de diez millones de muertos: lo mejor de la juventud europea de 1914, sacrificada por “las mentiras de sus padres”, en palabras de Kipling, padre con hijo muerto.


    Sobre un panfleto suyo de 1909, Norman Angell, economista, periodista y pacifista (¡Nobel de la Paz en el 33!), desarrolló un éxito editorial, “La Grande Ilusión”, con el que pretendía acabar para siempre con la guerra por la sencilla razón de que, económicamente, el vencedor estaba condenado a perder en la misma proporción que el vencido. La guerra había dejado de ser negocio. El escritor británico refutaba así el militarismo del general alemán Friedrich von Bernhardi, que en su libro “Alemania y la próxima guerra”, de 1911, anticipaba los argumentos de la “guerra preventiva” que hemos vivido en el XXI, y que conlleva el deber de alcanzar la supremacía abriéndose paso a sangre y fuego.


    –La tentativa de abolir la guerra no sólo es inmoral e indigna de la humanidad; es una tentativa de despojar a los hombres de su más alto atributo: su derecho de exponer la vida material en defensa de un objeto ideal.


    A Angell todos los periódicos le respondieron que el objeto del armamentismo era la defensa, no la agresión. Pero decir que “debemos prepararnos para la defensa”, contestaba él, equivale a afirmar que “alguien piensa en atacarnos”, lo cual equivale a declarar que “alguien tiene motivos para atacarnos”. Una tontería, pues la conquista se reduce a multiplicar por “x” y luego volver al resultado original dividiendo por “x” otra vez.


    La refutación absoluta de “La Grande Ilusión” fue la declaración de guerra del verano del 14. Para comenzar, recuerda Barzun, el “arte enemigo” debía prohibirse en el escenario, el museo y la sala de conciertos. Más aún: había que demostrar mediante libros académicos que los pensadores enemigos llevaban tiempo creando el carácter agresivo de su nación, y la Historia respaldaba la acusación; después de todo, los alemanes siempre habían sido invasores, los bárbaros que habían destruido el imperio romano. Por su parte, los alemanes tenían argumentos equivalentes: los franceses, aunque en decadencia, tenían el obsesivo propósito de dominar Europa Central.


    Con dos guerras mundiales a cuestas, Norman Angell tomó la decisión de canjear su pacifismo contable por la propaganda de la Otan, con lo cual sus lectores debieron de sentirse como C. Isherwood leyendo en California a los corresponsales de guerra en Europa: “Me hacen sentir lo que deben de sentir algunos vagabundos cuando un miembro del Ejército de Salvación te obliga a tomar himnos con la sopa”.


    Isherwood no había huido de Londres, sino del clima de guerra, “por el poder que da a todas las cosas que odio”:


    –Los periódicos, los políticos, los puritanos, los jefes de sección de los Boy Scouts, las solteronas despiadadas de mediana edad

 

 

Christopher Isherwood

Viernes, 28 de Abril

 

Tucán electoral

jueves, 27 de abril de 2023

Pons


Cecil B. DeMille

 
Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Cuando el pepero deviene pipero, sale Pons, “político, poeta y delfín”, que en menos de lo que tarda un espectador del Bernabéu en comerse una bolsa de pipas ha hecho en el “Diario de Avisos” de Tenerife un retrato ideológico de la derecha española que quita el hipo.

Los que no somos políticos de despacho, sino de combate
Pipa a pipa, Pons (“soy maduro, reflexivo y profundo, un jugador de ajedrez”) hace de la socialdemocracia (“Relativismo. Trivialización. Mundanalidad”, era la fórmula de Tierno para regenerar a España) su sacerdocio.

Los movimientos migratorios van a ser de carácter bíblico: a medio plazo, veremos pueblos enteros moviéndose para salvarse del cambio climático.

En lo que ese apocalipsis de Cecil B. DeMille llega, Pons pontifica que la corrupción no es española (“la corrupción es de los corruptos”), que Juan Cruz es un genio de los de Nobel (la entrevista es en Canarias) y que “hay comunidades autónomas que son españolas y otras, como Cataluña o Canarias, que lo son de una manera diferente, y hay que respetarlas”.

Si en Madrid se quisiera un poco al idioma catalán, la situación sería menos tensa.
¡La frivolidad invertebrada de Ortega nadando en el vaso de agua clara de Pemán!

Nada es comparable a una playa limpia.
Una playa limpia… y Pablemos, a quien Pons admira:
Es uno de los personajes más interesantes con los que he tratado en mi vida. Es culto, inteligente, muy creativo. Yo soy seguidor de Pablo Iglesias desde el Partido Popular.
Claro que el PP aspira a una gran coalición a la europea, “como Alemania, Austria, Italia”…, en fin, las grandes democracias del Eje, que así de pendona es la historia. “El populismo está en Donald Trump”, quizás porque habla del TTPI.

La socialdemocracia (diluida en estatismo) es aceptación, equidistancia, consenso y… sonrisa Pons. Una ideología de mundo Prozac, con cuyas pastillas, como se decía cuando salieron, seríamos una sociedad de eunucos felices que comen pipas.
 
[Publicado en Mayo de 2016] 

Jueves, 27 de Abril

 

 

Sentado al borde de la mañana, con los pies colgando

miércoles, 26 de abril de 2023

El Zancarrón


“¿Qué incentivos tienen para el español los horrores de ultratumba que no se satisface
 con ponderarlos a solas y ha de ir a escarbar en los cementerios?”
Manuel Azaña


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El sanchismo es un estado de ánimo, parodia del de aquel “Auto de las Cortes de Burgos, o triple llave al sepulcro del Cid o divino zancarrón”, obra de Azaña, sobre cuya tumba zapatea un Sánchez de España.
Ahora el divino zancarrón es el de Franco, con Sánchez, el ágrafo sin lecturas, fantaseándose Azaña, el escritor sin lectores (en el actual gobierno no hay ni uno), quien antes de conducirnos, flaneando, a la guerra civil acertó a satirizar la querencia española a la remoción de “zancarrones y calavernas”, dicho sea en el castellano de piedra de Bernal Díaz.
Recordemos (me los recuerda Alfredo Valenzuela) los célebres párrafos azañinos del 22, con motivo de la remoción de los huesos de Quintana: “No hay duda: desenterrar a los muertos es pasión nacional. ¿Qué incentivos secretos tienen para el español los horrores de ultratumba que no se satisface con ponderarlos a solas y ha de ir a escarbar en los cementerios a cada momento? ¿Vocación de sepultureros, realismo abyecto, necrofagia? De todo hay en esta manía.”
Nadie está libre. Quien hasta ahora no se ha dejado desenterrar, como Cervantes, incurre en falta.
Del divino zancarrón de Cervantes quedaba en la calle de Huertas, colgado de un andamio, un cartón anunciador: “Arte único. Entren y vean. La tumba de Cervantes”. Eran los tiempos en que Villapalos, criado en la vega del Arroyo de Ripas, donde la necrópolis (entre Menasalbas y San Martín de Montalbán), excavaba el Madrid de Gallardón, que hacía de arzobispo de Trajanópolis, en busca del zancarrón de Velázquez, que no estaba.
Tengo el tronco en Sevilla, / la diestra en Burgos, / la cabeza perdida, / y mis dos muslos, / deshechos en reliquias, / por esos mundos –pone Azaña a cantar a Fernando III en su animada fantasía, corolario de Martínez de la Rosa, o Rosita la Pastelera: “no hay una tierra en el mundo / sin una tumba española”.

El Villapalos de Sánchez sería Pérez de Armiñán.
–Yo ahí no me meto –dice Bergoglio, el Papa agnóstico.
 
[Publicado en Abril de 2019]

¡La tumba es todavía un sexo de mujer que atrae al hombre!




DESNUDO EN BARRO


Como horribles batracios a la atmósfera,
suben visajes lúgubres al labio.
Por el Sahara azul de la Sustancia
camina un verso gris, un dromedario.

Fosforece un mohín de sueños crueles.
Y el ciego que murió lleno de voces
de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,
al crudísimo día de ser hombre.

Las Horas van febriles, y en los ángulos
abortan rubios siglos de ventura.
¡Quién tira tanto el hilo: quién descuelga
sin piedad nuestros nervios,
cordeles ya gastados, a la tumba!

¡Amor! Y tú también. Pedradas negras
se engendran en tu máscara y la rompen.
¡La tumba es todavía
un sexo de mujer que atrae al hombre!

CÉSAR VALLEJO

Miércoles, 26 de Abril

 

El tamal de Olga

martes, 25 de abril de 2023

La guerra de Shaw

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    G. Bernard Shaw fue el Voltaire (con más talento) del terrorífico siglo XX, y tuvo el valor de escribir “El sentido común y la Guerra” para plantarse ante la Gran Guerra cuando todo el “mainstream” imponía hablar de ella “como si hubiese de llegar a ser una institución permanente parecida a la Cámara de los Horrores en casa de Madame Tussaud”, que fundara en Londres el primer museo de figuras de cera.


    Shaw parte de que el Este es Este, y el Oeste, Oeste, y propone desembarazarse de “la monstruosa situación que produjo la guerra actual” (escribe en 1915): Francia hizo una alianza con Rusia en defensa contra Alemania; Alemania hizo una alianza con Austria en defensa contra Rusia; Inglaterra se unió a la alianza franco-rusa en defensa contra Alemania y Austria; el resultado fue que Alemania se vio envuelta en una disputa entre Austria y Rusia; no teniendo ninguna disputa con Francia y sólo una disputa de segundo orden con Rusia, se vio obligada, sin embargo, a atacar a Francia para inutilizarla antes de que ésta pudiese dar a Alemania el golpe por la espalda, mientras Alemania luchaba con la aliada de Francia, Rusia, ataque contra Francia que obligó a Inglaterra a ir en socorro de su aliada, Francia, y ninguna de las tres naciones quería combatir.


    –Pero ¿de qué sirve llorar por la leche derramada? Sólo trato de explicar por qué, cuando el dinero francés se fue a Rusia, descubrieron los periódicos franceses que el pueblo ruso era de lo más interesante, y su gobierno, un gobierno sorprendentemente liberal.


    Igual, dice, que cuando el dinero inglés se fue a Rusia y la prensa inglesa se mostró repentinamente inclinada a la iglesia griega. El resultado de todo ello, para Shaw, es que “la civilización occidental se está suicidando a máquina en estos momentos e importando hordas asiáticas y africanas que ayuden a segar gargantas”.


    Antes del estallido, y en un vano empeño de evitar “esta desdicha mientras se estaba urdiendo”, Shaw expuso en la prensa diaria el establecimiento de una “hegemonía de la paz”.


    –Nadie me prestó la más mínima atención. Pero le hice decir en una comedia (“Pigmalión”) a una señora la palabra “bloody” y al instante fui más famoso que el Kaiser, más que el Zar, más que Edward Grey, más que Shakespeare, que Homero y el Presidente Wilson.


    Los periódicos se ocuparon de Shaw durante toda una semana “del mismo modo que ahora se ocupan de la guerra, y uno de ellos llegó a dedicar una edición especial a una sola palabra de mi comedia, cosa que no se hizo con el Tratado de Londres de 1839” (que reconoció la independencia de Bélgica).


    –Deduje entonces que éste era un país que no podía tomarse realmente en serio.


    Y es que “bloody” (“sangriento”), en nota del traductor, Julio Brouta, “pasa por una de las más soeces del idioma inglés”.

 

[Martes, 18 de Abril]

Tucker, otro con podcast



Hughes

 

Tucker Carlson deja la Fox y con ello cambia todo. No hay ya en el panorama mediático tradicional de radio, prensa y televisión una sola voz libre. No queda nadie. Ha desaparecido con él la última persona capaz de decir algunas cosas, no todas las cosas, algunas. Las que hay que decir. Por ejemplo, la verdad sobre Ucrania. Y no solo decirlas, sino decirlas cuando toca.  

Hablamos de Estados Unidos, por supuesto, el Imperio al que pertenecemos y del que abrevamos. Aquí no hay ni un Tucker ni medio. Cuarenta años de franquismo y cuarenta de consenso han desertizado las cabezas y se ha visto en la exhumación de José Antonio. España es un desierto de ignorancia asfaltado de olvido y sólo se permiten ciertas figuras que hacen de «caganer» en el Belén: el conservador escapista, el carca preconciliar o el exprogre profesional que está siempre dejando la secta sin dejarla del todo y ha descubierto los «peligros» del engendro woke. Estas figuras son la rareza, el complemento, la nota de color y no incordian como sí hacía Tucker Carlson, que ahora tendrá que hacer lo que todo el mundo, se sea un titán o un plumilla insignificante: «montarse algo en Internet». El puto podcast.

[...]

Desde la derrota electoral de Trump, Tucker Carson ha sido la voz del sentido común cuando todo el mundo lo perdía. Por ello es el periodista más importante del mundo. Que el periodista más importante del mundo «se tenga que montar algo» habla de cómo está el panorama.

 

Leer en La Gaceta de la Iberosfera

La manipulación de las elecciones por Google y el extraño caso de Robert Epstein

 


 

Javier Bilbao

 

Una de las mayores perplejidades que afronta cualquiera que siga con cierto interés la actualidad está en la naturaleza volátil de aquello que se etiqueta en los medios como «conspiranoia» o «bulo». Lo que ayer era una teoría de la conspiración que compartía escenario con el Yeti y los ovnis nazis con base lunar, hoy pasa a redimirse como hecho cierto, pacientemente explicado por los mismos periodistas y opinadores sensatísimos que antes lo desdeñaban como el mayor disparate. Como las palabras se definen por su uso, podríamos decir que el adjetivo «terraplanista» debería tener en el diccionario como primera acepción «toda aquella posición políticamente inconveniente». Hemos visto unos cuantos ejemplos en diversos ámbitos y en un espacio de tiempo sorprendentemente breve, siendo el más reciente esta misma semana con la constatación por Elon Musk en una entrevista con Tucker Carlson de todo lo que llevaba desgranando desde que adquirió la compañía: la ya innegable censura política y el férreo control por parte de agencias de inteligencia gubernamentales a los que esta red ha estado sometida desde sus inicios (y seguirá estándolo, cabe temer). Toca ya quitarse el gorrito de plata. Unos meses atrás Zuckerberg confesaba también que Facebook censuró durante la campaña electoral de 2020, a petición del FBI, informaciones comprometedoras sobre Hunter Biden que sólo eran teorías de la conspiración y fake news… y luego resultaron ser ciertas.

Con tales antecedentes, habría que tentarse mucho la ropa antes de menospreciar los estudios que viene publicando el investigador Robert Epstein en torno a la manipulación a la que está sometiendo a sus usuarios otro gigante tecnológico, Google, y la definición que da de esta compañía: «La mayor máquina de control mental jamás inventada». No es paranoia cuando te persiguen, como suele decirse, ni cuando realmente un poder de escala global intenta controlar lo que piensas. Veamos cómo.

Empecemos presentando al protagonista. Fascinado por la informática...

Leer en La Gaceta de la Iberosfera

Martes, 25 de Abril

 

 

Se hacen declaraciones

lunes, 24 de abril de 2023

José Antonio, eterna víctima del odio




ARNAUD IMATZ

 

De Carlos V se dice que cuando sus tropas vencieron en Wittemberg (1517), algunos de sus consejeros le incitaron a exhumar y entregar a la hoguera los restos de Luther que estaba en la capilla del castillo de dicha ciudad. Magnánimo, el emperador se limitó a contestar «Ha encontrado su juez. Yo hago la guerra contra los vivos, no contra los muertos». Pero el respeto por el lugar de descanso de los muertos y el deseo de reconciliación y fraternización ya no parecen estar a la orden del día. La última vuelta de tuerca en el asunto del Valle de los Caídos, con la exhumación de los restos de José Antonio Primo de Rivera, finalmente decidida por su familia ante la presión de las autoridades y para evitar la profanación de la sepultura por manos extranjeras, es una nueva llamativa demostración de ello. El error, para muchas personas de buena voluntad, ha sido persistir en la espera de acciones sublimes cuando la fuente de lo sublime se ha secado. ¿Pero por qué tanta hostilidad, resentimiento y odio contra «José Antonio»? ¿Quién era realmente el fundador de la Falange?

 

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Provincianismo y provincialismo

 

Ancelotti ante el Chelsea en el Bernabéu


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Así tituló Ortega y Gasset, filósofo titular de la Nación, sus “Ideas Políticas” del año 28, más frescas que nunca hoy, merced al régimen autonómico (urdido en un despacho para procurar colocación a la militancia socialista de provincias) que se nos ha ido de las manos y que constituye el triunfo de la España de campanario, en la cual no se puede ir de vecino de la capital por los pueblos sin riesgo de acabar en el pilón.


    –En España no hay predominantemente más que vida local. Esa vida local que hay tiene un carácter extremo. Es localísima, de radio para cada hombre superlativamente corto. A esta pequeñez cuantitativa de radio corresponde una miseria cualitativa de contenido. Es decir, que esa vida local es muy local y muy poca vida.


    Y culpaba el filósofo a la institución provincial, cuyo papel era el más delicado de todos, el más importante: servir de nexo e intermediario entre la vida de la aldea y la gran vida nacional.


    –A mi juicio, ésta es la pieza decisiva en una constitución española. Y para tan grave oficio se inventó la división más arbitraria de todas, cuadriculando el sagrado cuerpo de España en esta ridiculez de provincias. Inspirada por una seca política métricodecimal, no debe a ella nuestro país, en casi un siglo, beneficio ni auxilio alguno.


    Entre el provincianismo de unos y el provincialismo de otros, no está Madrid, otra provincia más, sino el Real Madrid, explicado por García Calvo en el arranque de su himno autonómico: “Yo estaba en el medio: / giraban las otras en corro / y yo era el centro. / Ya el corro se rompe, / ya se hacen Estado los pueblos, / y aquí de vacío girando / sola me quedo”. El himno de Madrid debería ser el del Madrid, y el del Madrid, provinciano y provincial, el de Madrid.


    –La “Marsellesa” –explicaba Pemán para explicar el suyo–, que es lo que quiere todo el mundo, no nació en las barricadas de París, sino en provincias, y era la música de un “Tantum ergo” aligerada de compás.


    A medida que el Madrid se agranda en el fútbol europeo, el fútbol español se empequeñece en sus cuitas de campanario, y al escándalo culé de Negreira ha respondido el Atlético con una solución digna de Juanelo Turriano, el ingeniero de Carlos V que inventó el Hombre de Palo en Toledo, un autómata de madera que en la actual calle del Hombre de Palo demandaba caridad que agradecía con reverencias: Árbitros Secretos, propone el Atlético para acabar con las suspicacias, y uno se imagina a Mateu Lahoz o a Hernández Hernández arbitrando con capucha de verdugo, aunque por los andares (“el trote cochinero” que denunciaba en su tiempo José María García) las aficiones acabarían identificando a los trencillas.


    Sin las cogitaciones orteguianas sobre provincianismo y provincialismo no se entenderían las reacciones populares contra Guti en Villarreal porque un día que se metían con él les dijo “paletos”, o contra Rüdiger, este sábado, en Cádiz, en el antiguo Carranza (nombre universal reducido al localismo de “Nuevo Mirandilla”), cuando el alemán, un hombre amigo de la guasa (su palabra favorita en español es “cabrón”), se acercó a un fondo para regalarle a alguien una camiseta. A Rüdiger nadie lo avisó de que la “torcida” gaditana es mayoritariamente culé, y que el salero de la ciudad casa hoy más con el “jordievolismo” catalán que con el casticismo madrileño. Un amigo de allí todavía se acuerda de un verano que el Barcelona recibió cuatro goles del Chivas de Guadalajara y fue a desayunar al bar más culé de la ciudad sólo para pedir “un Chivas con cuatro hielos”.


    El Madrid pasó por Cádiz el sábado camino de su Martes de Carnaval en Londres, donde puede ocurrir de todo, incluida la catástrofe de la eliminación, después de todo lo que se perdonó en el Bernabéu, aunque lo normal es que, con Vinicius otra vez suelto, el Madrid haga salir a Churchill de su tumba para que repita lo que en su día dijo a Alfonso Paso en la Costa Azul: “Hay dos cosas que los ingleses nunca podremos tener: una es el Mediterráneo, y la otra, el Real Madrid.” Cuando Paso le aclaró que él era del Atlético, Churchill repuso: “Eso revela su educación inglesa. Hay que ponerse las cosas difíciles.”


    Para los optimistas: la mejora de España, según Ortega, no la podrá hacer más que ella misma. Y proponía apropiarse del lema unificador del piamontés Cavour: “Italia fará da se”.




EL OLIMPO DE VINICIUS


    Como Rockefeller a Diego Rivera, Vinicius encarga a René Mäkelä murales para el gimnasio de su casa, donde tiene establecido un Olimpo, el suyo (Michael Jordan, Lebron James, Kobe Bryant, Pelé, Ronaldo Nazario), al que acaba de incorporarse, a petición propia, Cristiano Ronaldo. Mäkelä es el nuevo Barceló, que en vez de la catedral de Mallorca “refresca” el gimnasio de Vinicius, y si Vinicius continúa progresando al mismo ritmo que lo hace ahora, no nos extrañaría que el grafitero, que se confiesa influido “por Velázquez y Picasso”, acabara decorando el techo retráctil del nuevo Bernabéu.

[Lunes, 17 de Abril]

Novillada de Guadaira. La personalidad de Alejandro Mora y la hermosa muerte de "Hortensio"


 

José Ramón Márquez

 

Hoy lo primero que se debe reseñar es que se habían anunciado novillos de Guadaira y salieron por chiqueros seis novillos de Guadaira. Y además salieron los seis cuyos nombres figuraban en la ficha del festejo y además todos salieron a la Plaza por su propio pie y abandonaron el redondel arrastrando el lomo por la arena de miga. Y mira que estábamos a ver si echaban a alguno para que saliese el sobrero de Villamarta, que el Villamarta sobrero del domingo pasado nos supo a poco, pero es que la corrida se fue justificando de manera tan adecuada, a partir del segundo, que a lo largo del desarrollo del festejo ya estaba todo el mundo tan conforme con lo que iba saliendo por los dos portones que hay entre los tendidos 2 y 3.


Hay que reconocer que cuando ves anunciado un encierro de Guadaira, procedencia Jandilla, no te pones a dar palmas con las orejas, ni mucho menos. Es tal la desconfianza que genera en el amoscado aficionado todo lo que huele a Domecq en sus diversas formas y manifestaciones, que a veces pagan justos por pecadores, porque es de justicia decir que la novillada que envió a los madriles el señor Cañaveral ha defendido de manera suficiente el honor de su divisa azul, amarilla y encarnada. Le pondremos el pero al primero, Lagartito, número 28, un colorado al que se les había olvidado quitarle el crotal de la oreja y que dio pruebas de una afición al desplome realmente exasperante. El resto, negros en diversos registros, se justificaron como ganado de lidia y el colorado sexto, Hortensio, número 42, dio una nota bastante alta en bravura, tanto que hasta hubo quien lo consideró de vuelta al ruedo.


La terna ajustada para echar la tarde con los Guadaira estaba compuesta por los veteranos novilleros Curro Durán y Alejandro Mora y por el debutante Miguel Andrades, de Jerez de la Frontera, que hoy hacía su primer paseíllo en la Monumental. Nuevo en esta Plaza.


De Curro Durán diremos que ha tenido una carrera de altibajos con temporadas sin actuaciones y con paso por Méjico, a quien hace guiños con su capote. La verdad es que su actuación ha sido de lo más poco destacable, especialmente para un torero con tantos años detrás, y si su primero ha roto la continuidad de la faena con sus extemporáneas caídas y tropezones, no hay excusa para justificar su segunda actuación. Diremos en descargo del primero, el del crotal, que se murió en los medios y eso es algo que, en estos tiempos, debe ser reseñado. Su segundo, Administrado, número 66, fue un toro interesante que cumple en varas más que Cristóbal Cruz con la vara. Toma con alegría la primera, empujando, mientras el del castoreño le cierra la salida, como hacen siempre con los toros que se emplean, y se queda aquerenciado en las inmediaciones del penco y su jinete. En la segunda vara se arranca con distancia y alegría para obtener un marronazo del piquero, que es agriamente censurado desde el tendido. Se duele Administrado en banderillas y en el vis a vis con Durán se va haciendo con los mandos de la situación sacando al torero hacia los medios, terreno donde el novillo quería estar, y cuando el matador lo trae al tercio, el novillo se las ingenia para volver al terreno que él quería. Lo que Duran pone frente al novillo son telonazos y medios pases y con eso no vamos a ningún sitio.


Alejandro Mora, que venía sin apoderado y nos tememos que con poco bagaje, se significó en ambos toros por querer mostrar un cierto sello de personalidad, ese don tan escaso en estos tiempos. Su primero, Moliendo, número 72, pasó por las varas con más pena que gloria doliéndose y bramando cuan ciervo al caer la tarde. Mora buscó la colocación y trató de enhebrar los muletazos a despecho de las intenciones de Moliendo, que no eran nada claras y aunque nada hay verdaderamente reseñable en su primera actuación, bien es verdad que gustó el aire del torero. Su segundo, Rector, número 68, también ornado de crotal en la oreja, acude presto a la primera vara que le propone Mario Benítez, empujando, y una vez analizado el efecto de la puya, en su segundo encuentro cabecea doliéndose y se larga, que la cosa no le convence. Alejandro Mora propone un inicio de faena muy en el aire de Manuel Benítez, pasando por alto al toro mientras camina hacia los medios y, una vez en el tercio, le receta un par de tandas con la derecha que remata con un pase del desprecio de gran torería. Luego continúa por naturales de diversa laña y de diversa traza, siendo lo más remarcable de nuevo su aire personal. Faena de altibajos con algún muletazo estimable y entrega total en la certera estocada hicieron que algunos le pidieran la oreja, solicitud desatendida por el palco con buen criterio. Dio una justa vuelta al ruedo y deja cartel y ganas de volver a verle.


Si Mora venía sin apoderado, Miguel de Andrades venía con dos: el simpático José Otero y doña Lydia Rodríguez. Otra cosa de Andrades que llamó la atención eran las vueltas blancas de su capote de brega y hasta ahí podemos llegar en lo bueno, porque Andrades tuvo la mala suerte de llevarse el lote del día de su presentación, ya que los dos novillos que sorteó le dieron posibilidades más que de sobra para que explicase su lección, si es que tenía algo que explicar. Y además en dos registros distintos, porque el tercero, Pincel, número 38, presentaba un punto más agresivo, más violento, mientras que el sexto, Hortensio, ofreció una preciosa y franca embestida. Ninguno le sirvió, pues sus trazas bullidoras y pueblerinas no sirvieron en modo alguno para justificarse. Donde había que poner firmeza y claridad de ideas, él puso atropellamiento y falta de mando, donde había que poner toreo del bueno él puso trapazos y telonazos, violencia y descontrol. Las gentes tomaron partido por Hortensio y Andrades, a la vista de la debacle se lanzó atropelladamente a matar, quedando en la cara del novillo que lo zarandeó con fuerza aunque sin consecuencias. La hermosa muerte de Hortensio en los medios aguantando sin caer, como posando para un bronce de Benlliure, llevó a algunos a pedir la vuelta para el novillo. Andrade puso banderillas por los adentros y quebrando e intentó un hermoso par en el que quiebra por los adentros, amaga sin clavar y, todo ventajas para el toro, sale al tercio donde clava. Se le cayó medio par, pero se le agradece el esfuerzo que, sin duda, es lo más sobresaliente de su tarde.

 

 

 


 


 
 


FIN

¿Hubo Reconquista? "Germanos contra bereberes"



 

GERMANOS CONTRA BEREBERES


¿Qué fue la Reconquista? Un criterio superficial de la Historia tiende a considerar España como una especie de fondo o substratum permanente sobre el cual desfilan diversas invasiones, a las que nos hace asistir como solidarios con aquel elemento aborigen. Dominación fenicia, cartaginesa, romana, goda, africana... De niños hemos presenciado mentalmente todas esas dominaciones en calidad de sujetos pacientes; es decir, como miembros del pueblo invadido. Ninguno de nosotros, en su infancia romancesca, ha dejado de sentirse sucesor de Viriato, de Sertorio, de los Numantinos [sic]. El invasor era siempre nuestro enemigo; el invadido nuestro compatriota.

Cuando la cosa se considera más despacio, ya al apuntar la madurez, cae uno en esta perplejidad: después de todo -se pregunta- no sólo mi cultura sino aún mi sangre y mis entrañas ¿tienen más de común con el celtíbero aborigen que con el romano civilizado? Es decir, ¿no tendré un perfecto derecho, aún por fuero de la sangre, a mirar la tierra española con ojos de invasor romano; a considerar con orgullo esta tierra no como remota cuna de los míos sino como incorporada por los míos a una nueva forma de cultura y de existencia? ¿Quién me dice que, en el sitio de Numancia, haya dentro de las murallas más sangre mía, más valores de cultura míos, que en los campamentos sitiadores?

Quizá podamos entender esto señaladamente bien los que procedemos de familias que han visto nacer muchas de sus generaciones en la América hispana. Nuestros antepasados transatlánticos, como nuestros actuales parientes de allá, se sienten tan americanos como nosotros españoles; pero saben que su calidad americana les viene como descendientes de los que dieron a América su forma presente. Sienten a América como entrañablemente suya porque sus antepasados la ganaron. Aquellos antepasados procedían de otro solar, que ya es, para sus descendientes, más o menos extranjero. En cambio la tierra en que actualmente viven, siglos atrás extranjera, es ahora la suya, la definitivamente incorporada por unos remotos abuelos al destino vital de su estirpe.

Estos dos puntos de vista descansan sobre dos maneras de entender la patria: o como razón de tierra o como razón de destino. Para unos la patria es el asiento físico de la cuna; toda tradición es una tradición espacial, geográfica. Para otros la patria es la tradición física de un destino; la tradición, así entendida, es predominantemente temporal, histórica.

Con esta previa delimitación de conceptos cabe reasumir la cuestión inicial: ¿qué fue la Reconquista? Ya se sabe: desde el punto de vista infantil, el lento recobro de la tierra española por los españoles contra los moros que la habían invadido. Pero la cosa no fue así. En primer lugar los moros (es más exacto llamarles "los moros" que "los árabes"; la mayor parte de los invasores fueron berberiscos del Norte de África; los árabes, raza muy superior, formaban solamente la minoría directora) ocuparon la casi totalidad de la Península en poco tiempo más del necesario para una toma de posesión material, sin lucha. Desde Guadalete (año 711) hasta Covadonga (718) no habla la Historia de ninguna batalla entre forasteros e indígenas. Hasta el reino de Todomir, en Murcia, se constituyó por buenas componendas con los moros. Toda la inmensa España fue ocupada en paz. España, naturalmente, con los españoles que habitaban en ella. Los que se replegaron hacia Asturias fueron los supervivientes de entre los dignatarios y militares godos; es decir, de los que tres siglos antes habían sido, a su vez, considerados como invasores. El fondo popular indígena (celtibérico, semítico en gran parte, norteafricano por afinidad en otra, más o menos romanizado todo él) era tan ajeno a los godos como a los agarenos recién llegados. Es más: sentía muchas más razones de simpatía étnica y consuetudinaria con los vecinos del otro lado del Estrecho que con los rubios danubianos aparecidos tres siglos antes. Probablemente la masa popular española se sintió mucho más a su gusto gobernada por los moros que dominada por los germanos. Esto al principio de la Reconquista; al final no hay ni que hablar. Después de 600, de 700, de casi (en algunos sitios) 800 años de convivencia, la fusión de sangre y usos entre aborígenes y bereberes era indestructible; mientras que la compenetración entre indígenas y godos, entorpecida durante 200 años por la dualidad jurídica y en el fondo rehusada siempre por el sentido racial de los germánicos, no pasó nunca de ser superficial.

La Reconquista no es, pues, una empresa popular española contra una invasión extranjera; es, en realidad, una nueva conquista germánica; una pugna multisecular por el poder militar y político entre una minoría semítica de gran raza -los árabes- y una minoría aria de gran raza -los godos-. En esa pugna toman parte bereberes y aborígenes en calidad de gente de tropa unas veces y otras veces en actitud de súbditos resignados de unos u otros dominadores, quizá con marcada preferencia, al menos en gran parte del territorio, por los sarracenos.

Hasta tal punto es la Reconquista una guerra entre partidos y no una guerra de la independencia que a nadie se le ha ocurrido nunca llamar los "españoles" a los que combatían contra los agarenos, sino "los cristianos" por oposición a "los moros". La Reconquista fue una disputa bélica por el poder político y militar entre dos pueblos dominadores, polarizada en torno de una pugna religiosa.

Del lado cristiano los jefes preeminentes son todos de sangre goda. A Pelayo se le alza en Covadonga sobre el pavés como continuador de la Monarquía sepultada junto al Guadalete. Los capitanes de los primeros núcleos cristianos tienen un aire inequívoco de príncipes de sangre y mentalidad germánica. Más: se sienten ligados desde el principio a la gran comunidad catolicogermánica europea (1). Cuando Alfonso el Sabio aspira al trono imperial no adopta una actitud extravagante: pleitea, con el alegato de la madurez política de su reino, por lo que podía alentar desde siglos antes en la conciencia de príncipe cristianogermánico de cada jefe de los Estados reconquistadores. La Reconquista es una empresa europea -es decir, en aquella sazón, germánica-. Muchas veces acuden de hecho para guerrear contra los moros señores libres de Francia y de Alemania. Los reinos que se forman tienen una planta germánica innegable. Acaso no haya Estados en Europa que tengan mejor impreso el sello europeo de la germanidad que el condado de Barcelona y el reino de León.

* * *

En esquema -abstracción hecha de los mil acarreos e influencias recíprocas de todos los elementos étnicos removidos durante ochocientos años-, la Monarquía triunfante de los Reyes Católicos es la restauración de la Monarquía góticoespañola, católicoeuropea, destronada en el siglo VIII. La mentalidad popular distinguía entonces difícilmente entre nación y rey. Por otra parte, considerables extensiones de España, singularmente Asturias, León y el Norte de Castilla habían sido germanizadas, casi sin solución de continuidad, durante mil años (desde principios del siglo V hasta fines del XV, sin más interrupción que los años que van desde el Guadalete hasta el recobro de las tierras del Norte por los jefes godocristianos) sin contar con que su afinidad étnica con el Norte de África era mucho menor que la de las gentes del Sur y Levante. La unidad nacional bajo los Reyes Católicos es, pues, la edificación del Estado unitario español con el sentido europeo, católico, germánico, de toda la Reconquista. Y la culminación de la obra de germanización social y económica de España, no se olvide esto, porque quizá por ahí va a encontrar la constante berebere su primera rendija para la rebelión.

En efecto: el tipo de dominación árabe era preponderantemente político y militar. Los árabes tenían vagamente el sentido de la territorialidad. No se adueñaban de las tierras, en el estricto sentido jurídico privado. Así pues la población campesina de las comarcas más largamente dominadas por los árabes (Andalucía, Levante) permanecía en una situación de libre disfrute de la tierra, en forma de pequeña propiedad y, acaso, de propiedades colectivas. El andaluz aborigen, semiberebere, y la población berebere que nutrió más copiosamente las filas árabes, gozaba, pues, una paz elemental y libre, inepta para grandes empresas de cultura, pero deliciosa para un pueblo indolente, imaginativo y melancólico como el andaluz. En cambio los cristianos, germánicos, traían en la sangre el sentido feudal de la propiedad. Cuando conquistaban las tierras erigían sobre ellas señoríos, no ya puramente políticomilitares como los de los árabes, sino patrimoniales al mismo tiempo que políticos. El campesino pasaba, en el caso mejor, a ser vasallo; tiempo adelante, cuando por la atenuación del aspecto jurisdiccional, político, los señoríos van subrayando su carácter patrimonial, los vasallos, completamente desarraigados, caen en la condición terrible de jornaleros.

La organización germánica, de tipo aristocrático, jerárquico, era, en su base, mucho más dura. Para justificar tal dureza su comprometía a realizar alguna gran tarea histórica. Era, en realidad, la dominación política y económica sobre un pueblo casi primitivo. Toda aquella enorme armadura: Monarquía, Iglesia, aristocracia, podía intentar la justificación de sus pesados privilegios a título de cumplidora de un gran destino en la Historia. Y lo intentó por doble camino: la conquista de América y la Contrarreforma (2).

* * *

Es un tópico (puesto en circulación por la literatura berebere de que se hablará más tarde) el decir que la conquista de América es obra de la espontaneidad popular española, realizada casi a despecho de la España oficial. No se puede sostener esa tesis en serio. Muchas de las expediciones se organizaron, ciertamente, como empresa privada; pero el sentido de la cristianización y colonización de América está contenido en el monumento de las Leyes de Indias, obra que encierra un pensamiento constante del Estado español al través [sic] de vicisitudes seculares. Y la conquista de América es también una tesis catolicogermánica. Tiene un sentido de universalidad sin la menor raíz celtibérica y berebere. Sólo Roma y la Cristiandad germánica pudieron transmitir a España la vocación expansiva, católica, de la conquista de América. Lo que se llama el espíritu aventurero español ¿será español de veras en el sentido aborigen o berebere o será una de las señales de la sangre germánica? No se desdeñe el dato de que, aún en nuestros días, las regiones de donde sale mayor número de emigrantes, es decir, de aventureros, son las del norte, las más germanizadas, las más europeas, las que, desde un punto de vista castizo y pintoresco, podrían llamarse menos españolas. En cambio es todavía abundantísimo el número de andaluces y levantinos que se trasplanta a Marruecos, a Orán, a Argelia y que vive allí absolutamente como en su casa, como una cepa que reconoce la tierra lejana de donde arrancaron a su ascendiente. Esta derivación meridional y levantina hacia África no tiene la menor homogeneidad con las expediciones colonizadoras hacia América. Incluso África y América han sido constantemente como las consignas de dos partidos políticos y literarios españoles. De dos partidos que coinciden exactamente en casi todos los instantes con el liberal y el conservador; el popular y el aristocrático; el berebere y el germánico. Era cosa casi obligada que un escritor antiaristocrático, antieclesiástico, antimonárquico, incorporase a su repertorio frases como ésta: "Más valía que la Monarquía española, en vez de extenuar a España en la empresa de América, hubiera buscado nuestra expansión natural, que es África".

Al lado de la conquista de América, la España germánica (doblemente germánica ahora bajo la dinastía de los Habsburgo) riñe en Europa el combate católico por la unidad. Lo riñe y, a la larga, lo pierde. Y, como consecuencia, pierde América. La justificación moral e histórica de la dominación sobre América se hallaba en la idea de la unidad religiosa del mundo. El catolicismo era la justificación del poder de España. Pero el catolicismo había perdido la partida. Vencido el catolicismo, España se quedaba sin título que alegar para el imperio de Occidente. Su credencial estaba caducada. Ya lo vio el astuto [sic] Richelieu que, para hundir a la casa de Austria, no vaciló en auxiliar a los paladines de la Reforma. Sabía muy bien que la piedra angular de los Habsburgo era la unidad católica de la Cristiandad.

Y así, perdida la partida en Europa primero, en América después, ¿qué tarea de valor universal alegaría la España dominadora -Monarquía, Iglesia, aristocracia- para conservar su situación de privilegio? Falta de justificación histórica, dimitida toda función directiva, sus ventajas económicas y políticas quedaban en puro abuso. Por otra parte, con la falta de empleo, las clases directoras habían perdido el brío, incluso para la propia defensa. Se observa una colección de fenómenos semejantes en extremo a la decadencia de la monarquía visigótica. Y la fuerza latente, nunca extinguida, del pueblo berebere sometido, inicia abiertamente su desquite.

* * *

Porque, aún en las horas cenitales de la dominación, la "constante berebere" no había dejado de existir y de obrar nunca. Los pueblos superpuestos, dominador y dominado, germánico y aborigen berebere, no se habían fundido. Ni siquiera se entendían. El pueblo dominador vigilaba el no mezclarse con el dominado (hasta 1756 no se deroga una pragmática de Isabel la Católica que exigía probar pureza de sangre, es decir, condición de cristiano viejo, sin mezcla de judío o moro, aún para desempeñar modestísimas funciones de autoridad). El pueblo dominado, entre tanto, detesta al dominador. Con un giro muy típico, adopta respecto de los dominadores apariencia de sumisión irónica. En Andalucía se llega a los más exagerados extremos de adulación; pero bajo esa adulación aparente se venga la más desdeñosa zumba hacia el adulado. Esta actitud, la burla, es la más dulcemente resignada que adopta el pueblo desposeído. Más arriba aparece ya el odio y, sobre todo, la afirmación permanente de la separación. En España la expresión "el pueblo" guarda siempre un tono particularista y hostil. El "pueblo hebreo" comprendía, naturalmente, a los profetas. El "pueblo inglés" incluye a los lores; ¡a buena hora permitiría un inglés corriente que no le considerasen solidarizado, bajo la denominación popular de inglés, con los primeros jerarcas del país! Aquí no: cuando se dice "el pueblo" se quiere decir lo indiferenciado, lo incalificado; lo que no es aristocracia, ni iglesia, ni milicia, ni jerarquía de ninguna especie. El mismo Don Manuel Azaña ha dicho: "No creo en los intelectuales, ni en los militares, ni en los políticos; no creo más que en el pueblo". Pero entonces los intelectuales, los militares, los políticos, como los eclesiásticos y los aristócratas ¿no forman parte del pueblo? En España no, porque hay dos pueblos, y cuando se habla del "pueblo", sin especificar, se alude al sojuzgado, al sustraído a su siempre añorada existencia primitiva, indiferenciada, antijerárquica y que, por lo mismo, detesta rencorosamente toda jerarquía, característica del pueblo dominador.

Tal dualidad ha penetrado todas las manifestaciones de la vida española, incluso las de apariencia menos popular. Por ejemplo, el fenómeno europeo de la Reforma tuvo en España una versión reducida, pero absolutamente impregnada de la pugna entre germánicos y bereberes, entre dominadores y dominados. En España no se dio un solo caso de hereje príncipe, como en Francia o en Alemania. Los grandes señores se mantuvieron aferrados a su religión de casta. Todo hereje, pequeño burgués o letrado, era como un vengador de los oprimidos. En su disidencia alentaba más que un tema teológico una incurable inquina contra el aparato oficial, formidable, de Monarquía, Iglesia, aristocracia...

Y así hasta las fechas más recientes. La línea berebere, más aparente cada vez según ve declinar la fuerza contraria, asoma en toda la intelectualidad de izquierda, de Larra hacia acá. Ni la fidelidad a las modas extranjeras logra ocultar un tonillo de resentimiento de vencidos en toda la producción literaria española de los cien últimos años. En cualquier escritor de izquierdas hay un gusto morboso por demoler, tan persistente y tan desazonante que no se puede alimentar sino de una animosidad personal, de casta humillada. Monarquía, Iglesia, aristocracia, milicia, ponen nerviosos a los intelectuales de izquierda, de una izquierda que para estos efectos empieza bastante a la derecha. No es que sometan aquellas instituciones a crítica; es que, en presencia de ellas, les acomete un desasosiego ancestral como el que acomete a los gitanos cuando se les nombra a la bicha. En el fondo los dos efectos son manifestaciones del mismo viejo llamamiento de la sangre berebere. Lo que odian, sin saberlo, no es el fracaso de las instituciones que denigran, sino su remoto triunfo; su triunfo sobre ellos, sobre los que las odian. Son los bereberes vencidos que no perdonan a los vencedores -católicos, germánicos- haber sido los portadores del mensaje de Europa.

El resentimiento ha esterilizado en España toda posibilidad de cultura. Las clases directoras no han dado nada a la cultura, que en ninguna parte suele ser su misión específica. Las clases sometidas, para producir algo considerable desde el punto de vista de la cultura, tenían que haber aceptado el cuadro de valores europeo, germánico, que es el vigente; y eso les suscitaba una repugnancia infinita por ser, en el fondo, el de los odiados dominadores.

Así, grosso modo, puede decirse que la aportación de España a la cultura moderna es igual a cero. Salvo algún ingente esfuerzo individual, desligado de toda escuela, y algún pequeño cenáculo inevitablemente envuelto en un halo de extranjería.

* * *

Tras de las escaramuzas tenía que llegar la batalla. Y ha llegado: es la República de 1931; va a ser, sobre todo, la República de 1936. Estas fechas, singularmente la segunda, representan la demolición de todo el aparato monárquico, religioso, aristocrático y militar que aún afirmaba, aunque en ruinas, la europeidad de España. Desde luego la máquina estaba inoperante; pero lo grave es que su destrucción representa el desquite de la Reconquista, es decir, la nueva invasión berebere. Volveremos a lo indiferenciado. Probablemente se ganará en placidez elemental en las condiciones populares de vida. Acaso el campesino andaluz, infinitamente triste y nostálgico, reanude el silencioso coloquio con la tierra de que fue desposeído. Casi media España se sentirá expresada inmejorablemente si esto ocurre. Desde luego se habrá conseguido un perfecto ajuste en lo natural. Pero lo malo es que entonces será pueblo único, ya dominador y dominado en una sola pieza, un pueblo sin la más mínima aptitud para la cultura universal. La tuvieron los árabes; pero los árabes eran una pequeña casta directora, ya mil veces diluida en el fondo humano superviviente. La masa, que es la que va a triunfar ahora, no es árabe sino berebere. Lo que va a ser vencido es el resto germánico que aún nos ligaba con Europa.

Acaso España se parta en pedazos, desde una frontera que dibuje, dentro de la Península el verdadero límite de África. Acaso toda España se africanice. Lo indudable es que, para mucho tiempo, España dejará de contar en Europa. Y entonces, los que por solidaridad de cultura y aún por misteriosa voz de sangre nos sentimos ligados al destino europeo, ¿podremos transmutar nuestro patriotismo de estirpe, que ama a esta tierra porque nuestros antepasados la ganaron para darle forma, en un patriotismo telúrico, que ame a esta tierra por ser ella, a pesar de que en su anchura haya enmudecido hasta el último eco de nuestro destino familiar?

José Antonio Primo de Rivera,

 prisión de Alicante, 13 de agosto de 1936