Hughes
Tucker Carlson deja la Fox y con ello cambia todo. No hay ya en el panorama mediático tradicional de radio, prensa y televisión una sola voz libre. No queda nadie. Ha desaparecido con él la última persona capaz de decir algunas cosas, no todas las cosas, algunas. Las que hay que decir. Por ejemplo, la verdad sobre Ucrania. Y no solo decirlas, sino decirlas cuando toca.
Hablamos de Estados Unidos, por supuesto, el Imperio al que pertenecemos y del que abrevamos. Aquí no hay ni un Tucker ni medio. Cuarenta años de franquismo y cuarenta de consenso han desertizado las cabezas y se ha visto en la exhumación de José Antonio. España es un desierto de ignorancia asfaltado de olvido y sólo se permiten ciertas figuras que hacen de «caganer» en el Belén: el conservador escapista, el carca preconciliar o el exprogre profesional que está siempre dejando la secta sin dejarla del todo y ha descubierto los «peligros» del engendro woke. Estas figuras son la rareza, el complemento, la nota de color y no incordian como sí hacía Tucker Carlson, que ahora tendrá que hacer lo que todo el mundo, se sea un titán o un plumilla insignificante: «montarse algo en Internet». El puto podcast.
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Desde la derrota electoral de Trump, Tucker Carson ha sido la voz del sentido común cuando todo el mundo lo perdía. Por ello es el periodista más importante del mundo. Que el periodista más importante del mundo «se tenga que montar algo» habla de cómo está el panorama.
Leer en La Gaceta de la Iberosfera