miércoles, 30 de noviembre de 2022

Facilidades


Cine fácil

 
Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    En el 83, cuando el Psoe ponía ojos de verlo todo por primera vez, un peneuvista, Marcos Vizcaya, con la autoridad de conocer a la “amachu”, propuso la eliminación del “desprecio de sexo” como agravante en el Código Penal.

    –Mantenerla significaría que un sexo merece más respeto que otro –argumentó Vizcaya, con su barba de hípster de Górliz.
    
Y suprimirla sería coger el rábano por las hojas –replicó el pepero Calero, con el argumento, entonces “franquista”, de que la mujer es más débil que el hombre, que puede aprovecharse para agredirla.

    –¡Galantería franquista! –bramó el socialista Granados, un Ábalos “avant la lettre”–. Hay por ahí una artista de variedades cuyo número consiste en arrastrar con los dientes un tren. No he tenido la fortuna de verlo, pero lamentaría encontrármela con actitudes discrepantes.
    
El sanchismo, que es zapaterismo con menos lecturas aún, recupera el feminismo “franquista” del sexo débil, y su ministro de Cultura, que puede convertir la Casa de las Siete Chimeneas en un asador, dispone que las películas dirigidas por mujeres lleven la póliza de “obras difíciles” (?) pensionadas con una subvención automática. El ministro, un tal Rodríguez, va de experto en Rousseau, pero de devoto de Montaigne, misógino más allá de cualquier consideración.
    
Para Rodríguez, “La diligencia”, “El padrino” o “El irlandés” son “obras fáciles”, y Ford, Coppola y Scorsese, tres facilones de facilidad heteropatriarcal, porque el cine les es tan fácil como a Mozart la música o a Capablanca el ajedrez, lo cual los hace indignos de los euros del contribuyente.
    
–En España se necesita la revolución del respeto –justifica Rodríguez su teoría con frasecica fácil de Fernando de los Ríos, Don Suave, cuyos alumnos lo llevaron por burla a ver una puesta de sol porque en Granada, le dijeron, salía un rayo verde de la Alhambra. Otro día amenazó con decir también él tacos, si Prieto no se reprimía. Prieto no se reprimió, y Don Suave estalló:

    –¡Cáspita, Prieto! ¡Cállate!

    Cáspita, Rodríguez.
 
[Publicado el 29 de Febrero de 2020] 

Miércoles, 30 de Noviembre

 


España Siglo XXI

martes, 29 de noviembre de 2022

Catar'22. Llega la emoción

 


Marruecos

Está por dar guerra

 

Francisco Javier Gómez Izquierdo


     "Lo mejor del Mundial, los resultados" decía ésta mañana en lo de Antonio uno de los camareros que sólo ha visto "...a la España y a cachitos". La fiesta mayor del fútbol es el Mundial cuatrienal, un espectáculo que tenía sus plazos, sus revistas especiales, sus liturgias... pero en éste de Catar, emperejilado por sociedades con individuos que no se hartan de ganar dinero, hasta muchos de los grandes aficionados no han tenido mas remedio que espantarse, unos porque no les llega la paga para ver los que tienen 90 minutos (mejor pongamos cien) emocionantes, Camerún-Serbia o Ghana-Corea; otros, porque no tienen el cuerpo hecho a la estación y  los irreductibles por peligro de hartazgo tras un Uruguay-Corea o un México-Polonia que en principio no pintaban mal.


     De todos modos, uno cree que el Mundial de verdad -dicen que van a ampliar las selecciones porque les parecen pocas 32- empieza hoy, en el tercer partido de clasificación donde nos esperan duelos que nos pegarán al televisor -ya está uno en casa para ver el fútbol como Dios manda- y los viviremos como si fueran auténticas finales. En realidad lo son porque un partido no lo gana siempre el mejor y así, si Costa Rica puede con Alemania y la Arabia Saudita con México, los alemanes quedarían fuera y los argentinos lo más probable es que también... pero todos sabemos que tal cosa es imposible que suceda y Alemania se plantará en octavos y Messi también, porque... ¿qué iba a ser de este Mundial sin Messi? Que conste que pongo lo anterior para quedar mal ante quién lea y puedan decir: " mira cómo se ha columpiado el listo éste?" ¿Acaso no les gustaría a ustedes una final Ghana-Senegal aunque sólo sea por molestar a los Infantinos que presumen de padecer persecución por nacer con la cabellera del color de la de Judas?


     Hombre, a servidor le gustaría ver la tarde del día de la Virgen de la O a los nuestros contra Francia ó Brasil -veo mejor plantada a Francia-, porque entre otras cosas creo que es la terna más solvente y que mejores partidos nos ha dejado. Bueno el Francia-Dinamarca con Tchouameni, Mbbappé y sobre todo Griezzman (¡qué bien juega Griezzman con su selección!) dando sensación de invencibles; el Brasil-Serbia quedó muy pinturero por el gol de Richarlisson, un gol que le va a hacer titular en detrimento de mejores peloteros -conforme a mi particular parecer- tal que Rodrygo o Gabriel Jesús; el España-Alemania tampoco fue manco a pesar de retratarnos demasiado en las faltas de los costados. España juega bien, parece fresca, pero tiene momentos que te pone frenético. Unai Simón pisando el balón, por ejemplo. Nuestros dos laterales tienen nota suficiente en ataque pero quizás pecan de bajitos a la hora de defender y ahora ya saben que se estudia todo y te salen ingenieros informáticos que hacen ensayar a los Rudiger o Benatia el punto exacto donde saltar en un córner tras los bloqueos correspondientes. Al parecer con Brasil nos tendríamos que enfrentar antes de una supuesta final, pero no es momento de elucubrar sino de disfrutar de cada partido y ver los Croacia-Bélgica, Uruguay-Ghana o el mismo Irán-EEUU de esta tarde como lo que son: choques a vida o muerte. Por cierto, miedo da de lo que puede ser capaz Mateu Lahoz en éste último,  pero no... Mateu ante la FIFA se porta como todos. Con la obediencia debida.

El silbo del langostino


Vladímir Bukovski

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    En los estadios de Catar el público pide cerveza, no libertad, pues la libertad, como ignoran los ruiseñores de nuestra democracia liberal, sólo es, dicho por un sabio, “un producto cultural que cuesta mucho adquirirlo y muy poco perderlo”.


    –La libertad pasó como una tormenta –acertó a decir Saint-Just.


    A la caída de Gorbachov, un eximio liberalio, Pedro Schwartz, publicó un famoso “¡De rodillas, infelices!” contra los comunistas, dando por sentado que habían perdido la batalla de la Historia.


    –En cuanto a predecir científicamente el futuro
–escribía Schwartz , recordaré una frase del campesino Jruschov: “El comunismo desaparecerá cuando los langostinos aprendan a silbar”.


    Como sea que a los langostinos se los ha comido el sindicalismo vertical del 78, la predicción de Jruschov queda en el aire. No así el totalitarismo soviético, que se ha impuesto en todo el mundo. “¿Por qué la estética comunista de Malevich, Kandinsky y Klee, en lugar de ir al ostracismo donde reposa empolvada la obra marxista, se ha convertido en paradigma del arte capitalista?”, se pregunta el ensayista de Ateísmo estético. Y lo que pasó con la estética, ha pasado con la ética.


    –Yo ya viví en tu futuro –fue la glosa con que nos sobrecogió Bukovski al hacer su paralelismo Urss / Ue: organizaciones creadas por coacción y gobernadas por una docena de personas no electas que se reúnen en secreto; un Parlamento que aprueba las decisiones del Politburó; el propósito de la Urss era liquidar las nacionalidades para crear una nueva identidad, y la corrupción creció de arriba abajo; los opositores son silenciados (gulag y ostracismo); no caben reformas. Única salida personal, la independencia: no aceptar lo que ellos planearon para ti, pues nunca te preguntaron si querías unirte.


    ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Degenerando, contestaría Belmonte. Tocqueville, el Belmonte de la democracia, lo anticipó: la igualdad democrática produce dos tendencias: una lleva a los hombres a la independencia hasta la anarquía; otra los conduce, por un camino más largo, hacia la servidumbre. Dalmacio Negro asume que el “totalitarismo liberal” que genera la nueva servidumbre descrita por Tocqueville se practica, en nombre de la democracia sacralizada, en todos los países “libres”:


    –El modelo, para describirlo con un trazo, sustituye el terror físico (“error” del estalinismo, según los socialistas humanistas) por el control moral y legal.


    En esta España de pobres lo moral es Griñán, y lo legal, Irene Montero: reina la arbitrariedad legal, “pero los jefes ya no parecen tiranos, sino tutores”.


    El repaso de Jruschov a Schwartz hace daño a la vista. Muray: de las grandes ideologías colectivistas sólo han caído los capítulos más ridículos (la dictadura del proletariado, en primer lugar). Mas al que bueyes ha perdido, cencerros se le antojan: oyes una bocina que avisa de que hay niebla y crees que los langostinos han aprendido a silbar.

 

[Martes, 22 de Noviembre] 

Arte. El pintor más influyente


 Olga Rozanova

 

Tardo en decir quién es este pintor único en la historia del arte porque es un desconocido para las muchedumbres que recluyen la estética en los cuadrados, rectángulos, triángulos, trapecios y círculos de colores puros que vieron en sus textos infantiles de geometría. No otra cosa es el suprematismo, si a esos planos de color los unen o cruzan líneas rectas negras. Su creador lo confesó: «Yo no he inventado nada, sólo he sentido la noche dentro de mí y he percibido el nuevo tema que llamo suprematismo, una construcción de formas a partir de la nada». Y pintó la sociedad sin clases, la nada, con «el rostro del nuevo arte», o sea, el cuadrado: «Primer paso hacia la creación pura en el arte. Antes de él sólo había deformidades ingenuas y copias de la naturaleza». Mondrian lo comprendió.

 

     Es natural que aquel místico de la geometría infantil, que creía haber dado la última palabra a la pintura con su «Cuadrado negro» de 1913, tardara cuatro años de investigación para darse cuenta de que la última pintura sería un «Cuadrado blanco sobre fondo blanco». Memorable hazaña realizada en 1917, y conservada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. La negritud del anarquismo todavía arrastraba la impureza de la lucha de clases. La totalidad de la inocencia, en una sociedad sin clases, estaba en un cuadrado inmaculado de emociones o sentimientos, donde el comunismo habría resuelto la tensión entre hombre y naturaleza.     

Casimir Malevich, pues de él se trata, creó escuela. Sus seguidores ocuparon las academias de arte y cultura en el Estado leninista. Entre ellos Kandinsky. Rodchenko llevó el constructivismo a EE UU, Vladimir Tatlin lo aplicó a la escultura, el arquitecto Lissitzky (jefe del Parque de Cultura con Stalin) lo propagó en Europa, Alexandra Exter (asesora ministerial) inició el suprematismo tecnológico. La bella Olga Rozanova, antecedente de los Albers, Neuman y Rothko, murió demasiado joven en 1918. Gabo, creador de la escultura cinética, devino catedrático de Harvard y maestro de los Rieckey, Calder y Tinguely. Sin olvidar que Moholy-Nagy revolucionó en EE UU, con suprematismo, el arte de la fotografía y la filmación.

Antonio García-Trevijano 

Martes, 29 de Noviembre

 

400 conejos

lunes, 28 de noviembre de 2022

El pelirrojo es Messi


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Uno pertenece a la generación más consentida de la historia: la que ha vivido mejor que sus padres y que sus hijos. Nuestros abuelos contaban el tiempo por guerras, pero nosotros lo hacemos por mundiales. El de Catar, cuyo origen, dice Valdano, “está en la corrupción”, hace el número 22 en el año 22, y apunta a Mundial de Messi, según deseo del jefe Al Thawadi, para quien “sería muy especial” ver a Messi “levantar el trofeo”. Para Al Thawadi cualquier crítica a Catar constituirá “racismo”, escrito en The Times de Londres y dicho en ese documental de Netflix sobre la Fifa que parece un casting de Scorsese.


    –Europa debe pedir perdón por lo que ha hecho en los últimos tres mil años –zanja Infantino, el padrino de la Fifa.


    A Europa no le dejan encender la calefacción este invierno, pero sus selecciones de fútbol jugarán en el desierto con aire acondicionado por empeño de Infantino, que defiende la visión victimista de Al Thawadi porque, antes de fungir de calvo profesional, también él sufrió “bullyng” en Suiza por… pelirrojo, como nuestra Margarita Cansino (Rita Hayworth).


    Infantino se cree protagonista de una historia fantástica de Macaulay, que imaginó que durante muchas generaciones todos los hombres de cabello rojo que hay en Europa habían sido oprimidos. Infantino fue a Cuba a vestir de delantero centro al dictador Raúl Castro mientras lo relamía: “El presidente Raúl Castro ya marcó muchos goles en su vida y ahora va a marcar goles de fútbol”. De Infantino, pues, puede decirse lo que el ministro Garzón de su churri: “De mi pelirroja de ojos verdes me enamoró su sensibilidad social”.


    En Catar, la sensibilidad social de Infantino coloca a los medios en una ética de situación (¡pobre Valdano!), cuestionada en su día por un gran pensador:


    –Quiere con ello convertir la conciencia de cada uno en la última instancia. Pero la conciencia no es una instancia, sino un abismo.


    Respetuoso con la situación, el Combinado Autonómico de Luis Enrique (“España es una rumba alrededor de un jamón”) ha ido a Catar… sin jamón. El pelirrojo a batir es Messi, protegido de Al Thawadi. Y de Valdano. Y del gobierno argentino, que prefiere la Copa a que baje la inflación. Y del piperío madridista: “Me gustaría que Messi fuera el mejor del Mundial”, dijo Mijatovic, antes de conocer la baja de Benzemá.

 

[Lunes, 21 de Noviembre]

"Los toreros se me echaban encima, y yo no decía que no"


A Jorge Berlanga


DENYSE BEAULIEU
PERIODISTA


Alfredo Valenzuela
Abc de Sevilla

Periodista francesa, en los 80 revolucionó el mundo del toreo seduciendo a toreros y posando desnuda con un capote para una revista, todo lo cual contó con detalle y crudeza en el aún inédito Mis perros andaluces.

—¿No se decidió a publicar su libro «Mis perros andaluces»?

Al contrario. Sigo pensando en hacer un libro sobre mis experiencias sevillanas. Trabajo en este momento en una obra para la editorial inglesa Harper Collins que entrelaza mis recuerdos olfativos, algunos ensayos y encuentros en el mundo de la perfumería. Sevilla juega en esto un papel importante porque fue allí donde realmente descubrí los olores. El libro siguiente contará, sin duda, mis aventuras andaluzas.

—¿Por qué no se publicó, si varias editoriales se interesaron por él?

El lenguaje de mi relato era extremadamente crudo, lo que espantó a algunos editores de entonces. Si lo rehago, atenuaré la crudeza, porque ahora no me parece tan pertinente expresarme así.

—Usted se relacionó con varios toreros. ¿Cuál es el mejor recuerdo que guarda de ellos?

La entrevista que me concedió Paco Ojeda. Realmente, escuchó mis preguntas y las respondió. Era eso lo que yo buscaba, respuestas. Los otros, se me echaron encima. No les dije que no. No es ni un buen ni un mal recuerdo, es un relato.

—Estuvo varias temporadas taurinas en Sevilla. ¿Qué es lo que más le gustó de la ciudad, además de los toros?

El olor de las flores del naranjo, de la cera de los cirios y el incienso mezclados. Esa belleza de la ciudad, que se ofrece y que se escapa. El duende. Enrique. Todo.

—Un torero amenazó con querellarse contra usted por haber contado intimidades en una revista- ¿En qué quedó aquello?

Los perros andaluces ladraron, pero no mordieron.

—¿Ha conservado la amistad con algún torero?

No. No fui su amiga.

—¿Una mujer tan desinhibida como usted puede ser amiga de alguien tan, digamos, apegado a la tradición como un torero?

En el mundo taurino, tal y como lo conocí, sólo había tres papeles posibles para la mujer. La respetable, la puta y la bella extranjera. Yo me colé en este último como quien se acerca a un mito. La amistad la encontré en otra parte.

—¿El mundo del toreo tiene un atractivo erótico particular?

Podría hablar de la proximidad de la muerte... pero, ¿qué responder para no caer en el lugar común? Lo que me perturbaba era precisamente caer en el cliché. O darle la vuelta, ser la que mata al torero. Fue lo que hice, simbólicamente, cuando publiqué ese artículo por el que se formó tanto escándalo.

—¿Comprobó si los toreros son mejores hombres en algún sentido?

¿Mejores que quién? Me parecieron más extraños que otros hombres porque su arte tiene mucho de ritual. Pero el valor se puede encontrar en otra parte.

—¿Qué le parece que quieran prohibir las corridas de toros?

La corrida es uno de los últimos rituales vivos de Europa. Dicho lo cual, comprendo a quienes lo encuentran insostenible; lo es, ésa es su fuerza.

—Usted ha dirigido, entre otras, la revista Bagatelle, sobre seducción y sexualidad. ¿Dio cabida en esas páginas al mundo del toreo?

No. Eso formaba parte de mi mundo, no del de mis lectoras.

—También es autora de una enciclopedia cultural sobre sexo. ¿Ha incluido algún torero?

Tampoco. Me he concentrado sobre los personajes, las obras y los fenómenos más relevantes de la historia de la sexualidad. En una obra publicada en Francia y Estados Unidos, estaba fuera de lugar.

—Hablando de seducción, ¿los hombres siguen estando más indefensos que las mujeres?

Si los hombres se defienden hoy es más bien por el rechazo, la resistencia pasiva, la huida. Los hombres son víctimas que se mueven y conmueven.

—¿Considera el perfume como una de las bellas artes?

Sí, cuando el creador de un perfume trabaja fuera de las obligaciones del marketing donde le cabe la posibilidad de ser un autor. ¡Los perfumes son poemas químicos! Son más complicados de estudiar que otras formas de creación artística porque hay poca gente que haya desarrollado su cultura olfativa y porque la industria del perfume es muy secreta, pero es posible. En los frascos encontramos universos enteros.

—¿Los perfumes con nombres inspirados por Sevilla le parecen a la altura de la ciudad?

El perfume que expresaría «el embrujo de Sevilla» aún no existe. Pero trabajo en ello con uno de los mejores perfumistas de su generación —que no es Alberto Morillas, una gran «nariz» nativa de Sevilla a la que debemos, entre otros, «Kenzo Flower»—. Lamento que el nombre de «Duende» esté cogido por un perfume que está lejos de expresar lo que Lorca entendía por esta palabra

—Fue alumna de Julia Kristeva, esposa de Phillippe Sollers, experto en la obra de Sade. ¿También usted se interesó por las andanzas del Marqués?

No son las aventuras de Sade las que me interesaron, sino la idea de una filosofía de la alcoba… El pensamiento debe entrar a través del cuerpo.
—¿Volvería a posar desnuda para una revista, como hizo en los años ochenta?

¿Está de broma? Lo hice porque pagaban bien. Además, era modelo de grandes fotógrafos como Bettina Rheims o Claude Alexandre. Pero ahora… como mínimo habría que resucitar a Helmut Newton.

—Creo que en aquella ocasión posó acompañada de un capote de torero. ¿Fue algo artístico o sólo una travesura?

Yo no fui quien decidió con qué accesorios posar. Entonces, estaba conmocionada por el escándalo que había desencadenado sin quererlo realmente, creí que el artículo de «Globe» no sería leído más que por unos pocos miles de personas en Francia. Después, me dejé llevar por los acontecimientos… ¡Qué comedia! Pero nunca quise herir a quienes se vieron cuestionados por aquella historia. Éramos todos tan jóvenes… Espero que me hayan perdonado ya.

[Publicado el 6 de Junio de 2010]

Liberalismo y comunismo. Índice

 


GREGORIO MARAÑÓN

1 Liberalismo y comunismo


2 Defiendo a los rojos porque soy comunista


3 El liberal español amparó una causa profundamente antiliberal,
 y sólo porque estaba teñida de rojo
 

4 Los mismos que hicieron la revolución contra
 unas elecciones, se cubren hoy el rostro con la toga porque
 una parte del pueblo y del ejército se sublevó dos años más tarde


5 La propaganda comunista se especializó
 en la conversión del liberal de todo el mundo
 hacia la simpatía a su causa


6 Lo que caracteriza a este liberal
 es el pánico infinito a no parecer liberal


7 Lo que les ha hecho cambiar es el sentido
 antiespañol de la propaganda del Frente Popular


8 Una lucha entre un régimen antidemocrático,
 comunista y oriental y otro régimen antidemocrático,
 anticomunista y europeo

Lunes, 28 de Noviembre

 

Valle de Esteban


Al punto

domingo, 27 de noviembre de 2022

Remembranzas Trevijanistas XXXI




MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN
Doctor en Filología Clásica


Para Antonio el progreso social y económico depende de nuestra capacidad de creación y de innovación. La capitalización de la renta que pagamos al extranjero por nuestra dependencia tecnológica supone una cifra superior del Ministerio de Educación, que es precisamente el Departamento nacional que debería liberarnos de esa dependencia del conocimiento tecnológico, en vez de impartir doctrina de baja estofa moral a nuestros jóvenes.

La disuasión atómica, como fundamento del orden político planetario, genera la moral filistea del “realismo” político en las relaciones internacionales. Peor aún. La seguridad de que ninguna de las potencias nucleares está dotada de una moral “sansoniana”, convierte objetivamente el riesgo nuclear en una situación de chantaje político. Ahora bien, por el contrario, en el caso de pequeños países, como Corea del Norte, la posesión de la bomba atómica garantiza su independencia nacional. Y no debemos creernos seguros, porque la Historia nos revela que no sólo ha habido individuos sansones, sino también naciones enteras sansones.

El sistema económico español está concebido para dar la hegemonía al capital financiero sobre el capital industrial, y en consecuencia para entregar al poder político del Estado el poder del dinero. Es a todas luces irracional y escandaloso que unos pocos propietarios del pequeño paquete de acciones que detenta la administración y el control de todo el capital bancario decida la política económica del Estado. En la llamada crisis del ladrillo, cuando los bancos deberían haber funcionado como los pulmones de la economía, llevando el oxígeno a las empresas con mayor asfixia y cianosis, quitaron de golpe, por el contrario, el poco oxígeno que les quedaba, lo que hizo aumentar nuestra crisis económica. Cuando el Estado se ve precisado a subir en su fastigio al economista profesional es que ya vive en la víspera de su derrumbamiento. El banquero Necker presidió en 1788 como Ministro de Estado la política de reforma que precedió en un año a la toma de La Bastilla. El banquero Laffite protagonizó, como Presidente de la Asamblea y como Jefe del Gobierno, toda la reforma constitucional de la Monarquía burguesa de Luis Felipe, “abriendo el reino de los banqueros” que precedió a la revolución clasista y a la República de 1848. El financiero Miliukov, como jefe del partido constitucional democrático y Ministro de Asuntos Exteriores, fue el hombre fuerte del Gobierno reformista que precedió en meses a la Revolución de Octubre.

El conocimiento se convierte en cultura en la medida que genera un sistema de ideas y de valores vivos capaces de provocar una conducta civil. Sistema de ideas que establece un modo de pensar y de vivir la vida colectiva, es decir, una ética social. La crisis de la educación y del arte constituyen el presagio de una crisis general de impotencia y de barbarie. Siendo la función de la cultura esencialmente integradora, se comprende que las primeras manifestaciones históricas de la política cultural las haya realizado el Estado totalitario. Trotsky mantenía que así como el régimen comunista debería controlar y planificar con detalle toda la economía nacional, la cultura debería dejarse al libre albedrío de la sociedad y sus individuos. Pero si no se tiene la hegemonía cultural un Estado totalitario tiene un futuro problemático. Siguiendo la idea trotskista, Antonio García Trevijano sostenía que la política cultural del Estado conduce, a través de la oficialidad del saber, a la uniformidad y a la alienación de las conciencias, es decir, a una cultura subordinada al criterio burocrático. Por ello, la liberación de la creación científica y artística, y la orientación humanizadora de la enseñanza es la alternativa que debe realizar una política cultural de Estado, es decir, una cultura durablemente subordinada al criterio democrático. La política cultural como creación y reproducción de un estado durable de la Humanidad ha de partir de una constatación fundamental: la crisis de la Humanidad es una crisis de las humanidades clásicas, de la cultura “humanista”, del olvido del latín y el griego. La cultura civilizada ha sido desplazada por la posmodernidad de la globalización bárbara, y la infinidad de culturas gremiales, de género y de nacionalistas. La nivelación socialista de la cultura exige el rebajamiento de los conocimientos, hoy “saberes básicos”, de la información y del gusto.

La moral del éxito y el cínico “realismo” de nuestros moralmente muy pedestres políticos ha consagrado el fracaso de la ética de la responsabilidad y el de los objetivos humanos de la técnica y del crecimiento económico. La picardía y el instinto de salvación que una oligarquía de partidos prolongada provoca a las masas destruyen las más viejas y arraigadas virtudes tradicionales sobre las que se asienta la convivencia ciudadana en una Democracia. El sentido del honor, de la lealtad, de la fidelidad a la palabra dada, de la generosidad, de la verdad, e incluso de la amistad, pierden pronto su significado social, como principios morales de la solidaridad humana, ante una organización del Estado y de la sociedad que ponen en peligro el status y el trabajo de los ciudadanos que osan desafiarla con sus ideas o con sus acciones. La delación, la desconfianza, la sospecha, la traición, el favoritismo, la cobardía, la adulación al superior, la ausencia de toda posibilidad de expresión de un pensamiento crítico, determina el nacimiento de la corrupción, del oportunismo y de la indiferencia política. Cuando a los candidatos se les exige antes de entrar en las listas electorales una declaración de sus bienes es lo mismo que mirar, como en los tiempos de Lombroso, las orejas en asa de los presuntos o potenciales criminales.

Las lenguas catalana, vasca o gallega no dan ninguna identidad nacional a Cataluña, Vascongadas o Galicia.

El prestigio intelectual de Antonio, como pensador político y filósofo de arte, fue siempre anterior a sus libros, la mayoría de los cuales publicó después de haber cumplido los sesenta años, y eran producto de lo que él mismo había rumiado de modo incesante durante más de cuarenta años. De ahí la velocidad con que escribía. No hay argumento pensado que no se hubiese limado y abrillantado durante muchísimos años. Trevijano compartía sus pensamientos con amigos, en tertulias y conferencias antes de consignarlos en sus libros, como si quisiera pasar la prueba de la presentación pública y sus posibles sugerencias. Esa tardanza en publicar hace que los libros de Antonio, como los de Heidegger, sean de pensamiento profundamente concebido y no de meros saberes aprendidos. Eso le diferencia fundamentalmente con los que critican el sistema político por sus síntomas decididamente antidemocráticos, pero que no llegan a diagnosticar la enfermedad que los fundamenta.

Trevijano odiaba el consenso porque suponía que cada participante en él tenía que transigir no sólo con sus valores morales y políticos, sino también con la mentira. La transigencia es señal cierta de no buscar la verdad. Cuando un hombre transige, en cosa de ideal, de honra o de principios, ese hombre es un rufián sin ideal, sin honra y sin principios. El verbo “consentire”, de donde viene “consensus”, tuvo siempre, a pesar de Cicerón, connotaciones muy peyorativas en el Mundo Clásico. “Cum Persarum exercitus contra Graeciam bellum gererent, Peloponnesi civitas, cui Caryae nomen fuit, cum hostibus consensit”.

[El Imparcial

"Una lucha entre un régimen antidemocrático, comunista y oriental y otro régimen antidemocrático, anticomunista y europeo"

Milicianos

 
 
LIBERALISMO Y COMUNISMO

Gregorio Marañón

y VIII


Éstos son los términos exactos del problema. Una lucha entre un régimen antidemocrático, comunista y oriental y otro régimen antidemocrático, anticomunista y europeo, cuya fórmula exacta sólo la realidad española, infinitamente pujante, modelará. Así como Italia o Flandes, en los siglos XV y XVI, fueron teatro de la lucha entre los grandes poderes que iban a plasmar la nueva Europa, hoy las grandes fuerzas del mundo libran en España su batalla. Y España aporta —es su gloriosa tradición— la parte más dura en el esfuerzo por la victoria, que será para todos.

En torno a estas términos es coma la mayoría de los españoles han tomado su posición. Y en torno a ellas es coma debe tomarlos el espectador extranjero, que quizá sea menos espectador de lo que se figura. O comunista o no comunista: no hay por el momento otra opción. La fórmula comunista es única, y con ella tratan sus adeptos de conquistar el mundo. La fórmula anticomunista no es necesariamente fascista. Anticomunistas son Italia y Alemania y Portugal y el Japón y, explícita o solapadamente, otros muchos estados de Europa y de América. Y cada cual, dentro del mínimum de un esquema común, se gobierna a su modo. Hay, pues, donde escoger.

El problema sería, en suma, clarísimo, a no ser por la intervención perturbadora de las fuerzas liberales, cuyo inmenso prestigio y cuya inmensa torpeza llenan hoy de confusión al panorama político del mundo. La ceguera frente al antiliberalismo rojo ha hecho que el liberal venda su alma al diablo. Pero su castigo será proporcionado a su error: porque el liberalismo, como fuerza política, ha terminado su misión en el horizonte de algunas generaciones. Quedará por ahora sólo como sentimiento de las almas, porque con un nombre o con otro lo que representa en su origen y en su esencia es el motor inmortal del progreso de los hombres. Y, sin duda, brotará un día, cuando sea purificado de las inevitables dictaduras de hoy.

Los liberales españoles saben ya a qué atenerse. Los del resto del mundo, todavía no. Yo no escribo para convencerlos. Porque en política el único mecanismo psicológico del cambio es la conversión, nunca el convencimiento. Y debe siempre sospecharse del que cambia, porque dice que se ha convencido.

Los liberales del mundo oirán también un día el trueno y el rayo; caerán de su caballo blanco, y cuando recobren la conciencia habrán aprendido de nuevo el camino de la verdad.

______


Publicado en la Revue de París en su número del 15 de diciembre de 1937

Domingo, 27 de Noviembre


Valle de Esteban

 

Tarde de perros

"En los días antes del Diluvio, la gente comía y bebía"

 DOMINGO, 27 DE NOVIEMBRE

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días antes del Diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el Diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.


Mateo 24, 37-44

sábado, 26 de noviembre de 2022

La Ruptura

Thomas Kuhn


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El centrismo es un poco como el galgo del Tío Zaragoza, que cuando saltaba la liebre, con los nervios, le daba la angurria y se ponía a mear.

    Cuando la Exhumación de Sánchez, al centrismo, con los nervios, le entró la fiebre liberal y se puso a pegar vivas a la Epa como si fuera “La Pepa”, sin darse cuenta de que la Exhumación era para el sanchismo la ceremonia de inauguración (con cuatro décadas de retraso, eso sí) de… ¡la Ruptura!
    
Claro que no la Ruptura de la Junta Democrática del 74, donde el único demócrata era su fundador (lo demás eran el partido comunista y desechos de tienta franquista), quien tomó la expresión “ruptura” de la teoría de los paradigmas científicos de Thomas Kuhn (los grandes cambios requieren de una ruptura de paradigmas). En Suresnes, donde le levantaron las siglas a Llopis (de joven, corresponsal en Cuenca de “El Sol”), González, el caballo del “establishment”, se puso a sobreactuar y pedía nacionalizaciones y depuraciones a manta, rechazando ingresar a la Junta por considerarla un contubernio de “monárquicos borbónicos”, para estupefacción de Carrillo. La cosa era Ruptura o Reforma. “¿Reforma o Revolución?”, preguntó, ingenua, Luxemburgo. “Las dos”, le contestó, bizqueando, Lenin. Aquí todos eran más modestos. En el 76, ansioso por sustituir la hegemonía del Movimiento por la del Psoe, González quería pasar por la ventanilla asociacionista de Arias, cuando el primer punto de la Oposición era la legalización, a la vez, de todos los partidos, incluido el comunista, el mismo que luego entró al despacho de Suárez con la Ruptura y salió, tan pichi, con la Reforma, porque, decía el picarón de Carrillo, oía “ruido de sables”.
    
La Ruptura desatada por el sanchismo, donde nadie conoce a Thomas Kuhn, es la españolísima “vamos a acabar con esto” (“esto” es “todo”) que puso en marcha el Frente Popular, y ahora sin oposición, pues delante sólo ven tontos útiles y, por supuesto, esos compañeros de viaje que siempre son los snobs.
 
[Publicado el 29 de Octubre de 2019] 

"Lo que les ha hecho cambiar es el sentido antiespañol de la propaganda del Frente popular"

Madrid, 1931

 
LIBERALISMO Y COMUNISMO

Gregorio Marañón

VII


Pero la maniobra comunista tenía otro gran peligro en España, que era su internacionalismo, difícil de separar, en la psicología popular, del sentimiento español. El español, aun el de ideas más avanzadas, tiene siempre un lastre de cualidades nacionales probablemente superior al de casi todos los pueblos de Europa. Es España, ciertamente, el país de los regionalismos: muchas veces he dicho que el regionalismo es la manifestación más genuina y viva del alma nacional, y basta para comprobarlo el ver la rigurosa distribución regional que espontáneamente establecen los grandes grupos de españoles emigrados en América. En América, se habla de italianos, de franceses, de alemanes; pero cuando se trata de españoles, se habla de castellanos, andaluces, catalanes, gallegos o asturianos. El atender a las características regionales me ha parecido siempre, en España, no un imperativo político, sino biológico. Ahora bien, el error de muchos ha sido el tratar de infiltrar bajo la noble realidad regional la insinuación separatista. El sentimiento nacional de España está hecho de espiritu regional, prolongación del enorme sentimiento familiar del alma española; pero no sólo no es, por ello, aquél menos fuerte, sino que en ello encuentra su savia y su fortaleza. En cualquier población de América o en cualquier gran capital de la España misma, con Madrid o Barcelona, los españoles se reúnen, en efecto, por provincias en sus centros regionales, como vastas familias que apenas se tratan con la vecindad. Pero ante la nación en peligro, como tal nación, todos se unen, identificados en un solo fervor; y acaso sea el peligro común el único modo eficaz de unirlos políticamente.

Gran parte del entusiasmo de la España nacionalista de hoy está suscitado por la idea de la unidad nacional ante el conato del separatismo vasco (tan mal interpretado en el extranjero), en el que la ambición de un grupo exiguo de vizcaínos ha servido dolorosamente de instrumento al internacionalismo comunista. Cataluña, en cambio, a pesar de estar oficialmente con los rojos, ha tenido la intuición de no prestarse a esa maniobra; y esto tendrá, evidentemente, una gran repercusión en el final de la guerra y en la paz. Recordemos también aquí a Navarra, región vasca y de un hondo regionalismo y que, sin embargo, ha jugado el papel primordial, como región, en el movimiento nacionalista actual. Cuando en la primera república de España hubo también un intento de separatismo en el movimiento que se llamó «cantonal» el hombre que entonces representaba al liberalismo y al republicanismo español, el gran orador Castelar, pronunció un discurso famoso, declarando que ante su sentimiento nacionalista renunciaría al liberalismo, a la democracia y a la República. Hay en España muchos hombres de izquierda que saben de memoria este discurso —harto más bello y más moderno que las proclamas marxistas— y que ahora lo recitan con emoción.

Dos meses antes de ocurrir la revolución española escribía yo, en un artículo que publicaron varios periódicos de Europa y de América, que si el Frente popular español, entonces recién formado, no acertaba a dar a su ideario y a su acción un sentido profundamente nacional, provocaría el levantamiento de España. La profecía no tenía ningún mérito porque en todas partes se recogía la hostilidad de los españoles no marxistas ante la táctica, notoriamente rusa, de aquellas agitaciones prerrevolucionarias, que jamás tuvieron la sanción de los gobiernos. El hecho más significativo, en este sentido, y que nadie ha comentado, es la actitud de la juventud universitaria, que fue la fuerza de choque del movimiento liberal contra la dictadura y el fermento entusiasta de los meses que prepararon el cambio de régimen. Pero a partir del tercer año de la República empezó a cambiar de orientación de un modo rápido, que por los días de las elecciones del Frente popular, un profesor socialista, que pocos años antes era el ídolo de los estudiantes, daba ahora sus lecciones —y no siempre podía darlas— entre la hostilidad de su auditorio; y me confesó que el 90 por 100 de sus alumnos era fascista. Cualquiera de los profesores españoles pudimos comprobar este mismo hecho. Hoy, una mayoría de nuestros estudiantes lucha como soldados voluntarios en las filas nacionalistas. Muchos de ellos se habían educado en un ambiente liberal y habían pertenecido, al comenzar sus estudios, a las asociaciones estudiantiles liberales, y aun socialistas o comunistas. Y son varios los jóvenes, entonces casi niños, a quienes conocimos en la cárcel durante la dictadura, y que hoy son héroes, vivos o muertos, de la causa antimarxista. Lo que les ha hecho cambiar es, sin duda alguna, el sentido antiespañol de la propaganda del Frente popular.

De que ésta era la fuerza principal del movimiento del general Franco se dieron pronto cuenta los dirigentes comunistas. Por eso al comienzo de la guerra su propaganda se dirigió, como todos recordarán, a encarecer el ultraje que suponía para España el empleo del ejército marroquí. Pero yo, que estaba entonces en la España roja, pude ver que este argumento, perfectamente extranjero, no hacía la menor impresión en los españoles. La lucha en común de españoles y marroquíes tiene una tradición absolutamente nacional. Sólo los que creen ingenuamente que la historia empieza en ellos y que el pasado no cuenta para nada, ignoran que las hazañas más genuinamente nacionales, como las campañas del Cid Campeador y la conquista de Granada, que puso fin a la Reconquista, se hicieron en parte con soldados africanos. Cada español del lado rojo se sentía étnicamente más próximo a los moros de enfrente que a los rusos semiasiáticos, que ya por entonces inundaban su retaguardia.

El argumento que se ha esgrimido después es el de la invasión por las tropas extranjeras. Convencidos los jefes rojos de la necesidad de inyectar un sentimiento nacional a sus filas, han querido transformar la guerra comunista en una guerra de liberación. El argumento ha tenido mucho más éxito que en España misma en el extranjero, como era de esperar. En España, no: porque los que viven rodeados de rusos, franceses, checos, etc., y saben por propia experiencia lo que vale su ayuda, no pueden juzgar con demasiada indignación el que en el otro lado ayuden otros extranjeros. No hay español que no tenga la conciencia de que la guerra que hace no es una guerra civil, sino una lucha internacional y universal, cuya fase militar se juega en los campos de España. Pero, además, a ningún español, ni rojo ni blanco, le ha pasado un momento por la cabeza el que, una vez terminada la guerra, pueda convertirse esta ayuda en una ocupación territorial.

España tiene reciente el recuerdo de que la guerra de la Independencia contra Napoleón, guerra eminentemente popular, cuyo espíritu pretenden resucitar los comunistas, se ganó precisamente con la ayuda de un formidable ejército inglés, mandado por uno de los más grandes generales del siglo. Y cuando Napoleón fue vencido, el ejército amigo y su general se fueron de España sin retener un solo palmo de terreno. Tampoco ignora el español que en la gran guerra europea, departamentos enteros de Francia estaban ocupados por ingleses y norteamericanos, que partieron también una vez logrado el triunfo. A uno y otro lado de las trincheras españolas nadie duda de que tanto los soldados internacionalistas que luchan con los rojos como los italianos y alemanes que forman al lado de los de Franco se proponen cosas muy distintas de la ocupación territorial. Esto, que tanto alarma a los extranjeros, es lo único que no alarma a los españoles. Y puede asegurarse que si alguna de las varías naciones que tienen soldados en España lo intentara, se unirían marxistas y antimarxistas para impedirlo, con el mismo terrible denuedo con que hoy luchan entre sí. Hay un pedazo de roca española que ocupan los ingleses desde un tiempo en que la nacionalidad de nuestra patria había casi desaparecido, y no hay español que todavía no sueñe cada noche con Gibraltar.

Lo importante no es, pues, la momentánea ayuda de hombres y material, asunto que unos políticos inteligentes pueden arreglar desde afuera en cuanto se pongan de acuerdo. Lo importante es la captación del espíritu. Aunque en el lado rojo no hubiera un solo soldado ni un solo fusil moscovitas, sería igual: la España roja es espiritualmente comunista rusa. En el lado nacional, aunque hubiera millones de italianos y alemanes, el espíritu de la gente es, con sus virtudes y con sus defectos, infinitamente español, más español que nunca, Y es inútil atacar con sofismas esta absoluta y terminante verdad, de la que depende, desde antes del principio de la lucha, la fuerza de uno de los bandos y la debilidad del otro. Si el lema de «Arriba España», que hoy gritan con emoción muchos, muchos que no son ni serán fascistas, lo hubieran adoptado las del bando de enfrente, el tanto por ciento de sus probabilidades de triunfar hubiera sido, por este simple hecho, infinitamente mayor.

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Publicado en la Revue de París en su número del 15 de diciembre de 1937
 

Sábado, 26 de Noviembre

 

Valle de Esteban


El gallinero de Moctezuma

viernes, 25 de noviembre de 2022

La cumbre de la Transición

La lluvia de Dánae de Gustav Klimt

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    La genialidad política de despenalizar la malversación en plena lluvia de Dánae con fondos europeos (a Monika Holmeier, la controladora, le faltan 11.500 millones) constituye la cumbre jurídica de la Santa Transición. Algo así sólo está al alcance de un pueblo con el acreditado “sentido jurídico” que Albornoz atribuía a los españoles por su roce con los romanos.


    Si en la nueva doctrina oficial Unamuno fue fusilado por Millán-Astray, ¿por qué no despenalizar la malversación? El Régimen tiene en Bolaños a su jurista de cabecera (¡su “Kronjurist”!). ¡Del Código Civil de Napoleón al Código Penal de Bolaños! Europa se retuerce como un potro con los fustazos de un leguleyo de covachuela con ratones en una España de Salas Barbadillo. Cogitación de Consenso: las condenas del PSOE son por malversación: fuera del Código la malversación; las condenas de ERC son por sedición: fuera del Código la sedición; las condenas de Bildu son… Etcétera. Porque, entre nosotros, ¿qué es un jurista? Respuesta del más grande (aquél que en su casa de Berlín dedicó proféticamente a García Pelayo, el de Rumasa, un libro sobre Scharnhorst, mítico militar prusiano, con un aforismo de Jünger: “Nadie muere antes de cumplir su misión, pero hay quien la sobrevive”):


    –¿Qué es derecho? (¿Qué es Dios? Actualmente, ambas cosas son lo mismo): algo que se afirma con éxito (con vocación de obligar a obedecer) y se hace válido, es decir, se hace cumplir por fuerza. ¿Qué es por tanto un jurista? Alguien de profesión justificador. Una profesión que se autojustifica. Los justificadores son peores que los que fabrican dinero.


    Así, Margarita Robles, la “jurista” que con voz de Betty Boop (no confundir con Emilio Betti) justifica la despenalización de la malversación con la cosa de que, si partimos de que el dinero público no es de nadie (hallazgo de la constitucionalista Calvo de Cabra), hay una malversación buena, la que desvía los euros a bolsillo ajeno, y una malversación mala, la que desvía los euros a bolsillo propio, que de esto, precisamente, va el evangelio de Lucas correspondiente al próximo domingo sobre el buen y el mal ladrón:


    –Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino –dijo el ladrón bueno, para cuyo indulto los cristianos firmaron un manifiesto a Pilato.


    La Santa Transición hace cumbre y sus sherpas hacen dinero. “Hacer dinero”, decía Pompeyo Gener, un Junqueras con mejor ojo (¡se empiernó con Sarah Bernhardt!), no quiere decir ganarlo trabajando ni robarlo violentamente, sino procurárselo desde los puestos oficiales por medio de chanchullos y cohechos, “y todos miran con buenos ojos en Madrid al que ha sabido hacer dinero”. ¿Hizo dinero Griñán? La Justicia dice que sí, pero también Homero dijo que Hermes era un ladrón, y Santayana demostró que Hermes no robó el ganado de Apolo para aprovecharse. ¡Oh, Socialdemocracia! ¡Oh, “magna latrocinia”!


    Valió la pena vivir para verlo.

 

[Viernes, 18 de Noviembre] 

Arte. El totalitarismo comunista como fundamento del arte capitalista

 

Mijail Larionov y Natalia Goncharova

 

 

Demostrar que la pintura y el diseño artístico dominantes en la cultura capitalista tienen su único fundamento en el totalitarismo igualitario de la estética comunista, es empresa intelectual que desborda los conocimientos de un solo hombre. Pero estoy convencido de que esta tesis inaudita puede ser confirmada con la investigación de otros especialistas en las fuentes del mercado internacional de las artes gráficas. Sin el derribo de los ideales inestéticos que nos impone la geometría igualitaria, no hay solar sobre el que cimentar un retorno a la belleza con ideas pictóricas de la abstracción que siempre hagan visibles aspectos de la Naturaleza o la Humanidad.

     Nadie debe ver en mi tesis una intención política de desacreditar la idea comunista, a la que siempre consideré como una hermosa utopía imposible de realizar. Mi único propósito está dictado por la necesidad cultural de retornar a la belleza en la expresión singular de toda obra de arte. Esto me obliga a denunciar la falsedad, carente de emoción estética, de la pintura realizada hoy bajo patrones científicos de la geometría trazada a regla y compás. El hecho de que estos patrones fueran inventados por el comunismo ruso en la década roja (1912-1922), sólo explica el sentido totalitario que encierra la idea de la igualdad cuando deja de inspirar la justicia social para realizarse, como sustitutivo demagógico, en el campo de la creación artística
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Antonio García-Trevijano

Viernes, 25 de Noviembre

 

 

Derroiciones

jueves, 24 de noviembre de 2022

Filósofos en tiempos de escasez

Bertrand Russell

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc, 10 de Julio de 2002

 

Dicen que el Centro Nacional de Inteligencia se propone sustituir a los espías militares con espías diplomáticos, lo cual puede trastocar nuestras tradicionales ideas de centro, de nación y de inteligencia.

En la sociedad de la imagen, los militares, por su uniforme, son los menos indicados para hacer de espías. Si a un corrillo de conspiradores políticos se acerca un caballero uniformado, lo lógico es que en el corrillo se cambie de conversación. Y no hablamos de militarismo: se puede ser militarista sin ser militar y militar sin ser militarista, aunque un militar que quiera hacer carrera política deberá granjearse una reputación de pacifista.

Bertrand Russell contó cómo en Gran Bretaña, durante la primera guerra mundial, los únicos pacifistas eran los trabajadores de las fábricas de munición. De sus charlas con ellos, los espías -militares, por supuesto- elaboraron unos informes tan inexactos que el ministerio de Guerra prohibió que el autor de los «Principia Mathematica» llegara a cualquier lugar de la costa británica por temor a que pudiese hacer señales a los submarinos alemanes: «Si no hubiese sido por estos diversos cumplidos que recibía del gobierno, habría abandonado la lucha pacifista, ya que estaba convencido de que era totalmente inútil.»

En septiembre de 1916, Russell fue llamado por el general Cockerill, que tenía un informe de sus discursos. Lo acusó de construir frases calculadas para enfriar el ardor de los municioneros, y le ofreció un trato: Russell abandonaría la propaganda política y Cockerill anularía la orden que le impedía acercarse a la costa. El matemático contestó que, a conciencia, no podía comprometerse a tal cosa. El general repuso: «Probablemente usted y yo tengamos una idea diferente de lo que es la conciencia. Yo la considero una voz suave y tranquila, pero cuando se vuelve audible y estridente, sospecho que ya no se trata más de la conciencia.» El matemático no se rindió: «Usted no aplica el mismo principio a quienes están a favor de la guerra; no los considera hombres conscientes cuando se callan sus ideas y simples propagandistas cuando las expresan en la prensa. Esta diferencia no es muy justa.» El general, tampoco: «Sí, es verdad. Pero usted ya ha expresado su opinión; ¿no puede darse por satisfecho y volver a sus otras ocupaciones, en las que ha conseguido sobresalir tanto? ¿No cree que reiterar constantemente lo mismo denota una cierta falta de sentido del humor?»

En la primavera de 1918, un cerrajero alemán de nombre Drexler fundó un grupo, «Comité Independiente de Obreros a favor de una paz honesta», que tenía por objetivo conservar alguna de las conquistas. La inteligencia alemana se escamó, y el capitán Roehm hizo llamar a un cabo: «Averigüe en qué consiste esa organización de apariencia política de la que se comienza a hablar en Munich.» Al cabo, el cabo hizo un informe: «Son gente pobre, mi capitán; obrera, pero antimarxista.» Y el capitán ordenó: «Métase en él y trate de ganar influencia sobre su gente.» El cabo se llamaba Adolfo Hitler, que entró en el Partido Obrero Alemán -nombre que adoptó el grupo una vez perdida la guerra- como espía y por orden de un superior.

Aparte los generales ingleses, que son una isla, convendremos, pues, en que no es lo mismo ser espiado por un cabo de infantería que por un embajador ante la ONU, por un Adolfo Hitler que por un Chencho Arias. Nuestro siglo apunta al modelo Arias, es decir, a los diplomáticos, considerados por Peter Sloterdijk como «filósofos en tiempos de escasez».

Cuando nada concuerda y nada cuadra, dice Sloterdijk, llega la hora de los diplomáticos, cuyo oficio, como el de los curas, consiste en hacer algo en las situaciones en que ya no hay nada que hacer.

 


Peter Sloterdijk

 
[Publicado el 26 de Septiembre de 2021]

Una buena tarde

 


 

Francisco Javier Gómez Izquierdo

 

Luis Enrique tiene muchos detractores. Cae mal al personal y eso es cosa de la que es harto consciente. Es cierto que parece buscar incomodar por incomodar, que tiene cosas de Kie taleguero y que la Trinidad que forma con don Rubiales y don Molina está basada en muy sólidos fustes.


  Las formas de Luis Enrique pueden ser controvertidas, pero no debemos confundirnos. Luis Enrique es un excelente entrenador, sabe de qué va el asunto como muy pocos y hoy, en el mejor escaparate, ha dado una clase magistral. Ha plantado su dibujo, como se dice ahora, con una variante en punta tan de viejo zorro que ha pillado en bragas al míster Luis Fernando Suárez.


  El papel de Asensio, moviéndose como el azogue y desconcertando a los centrales ticos más la circulación de pelota que cuando te sale rápida y precisa es cuando entendemos que se juega bien al fútbol, ha encantado a los propios -a nosotros, se supone- y habrá llamado la atención a los aficionados y seleccionadores extranjeros. También se supone.


  Se ha jugado muy bien. Sí, la debilidad del rival ha ayudado (Keylor Navas ha llegado a dar lástima), pero no es tan sencillo empezar con tanta solvencia un Mundial como pueden explicar Alemania o Argentina.


 Quedamos a la espera de la solución Laporte-Rodri por incomparecencia de Costa Rica, pero no parece opción disparatada ante la general desconfianza con Eric García y la aparente orfandad en la que ha quedado Pau Torres tras la marcha de Unai Emery. Disfrutemos con este 7/0. Un 7/0 que entre ortodoxos no se considera partido-partido, pero ¡oiga! se ha pasado una muy buena tarde.

"Lo que caracteriza a este liberal es el pánico infinito a no parecer liberal"

Madrid, 1931


LIBERALISMO Y COMUNISMO

Gregorio Marañón

VI


Aquí está, en efecto, otra clave del problema. Si pudiera teóricamente reducirse a una sola causa el gran trastorno actual de la humanidad, yo no vacilaría en decir que esa causa es el inmenso equívoco de que los liberales del mundo, que originariamente representaron el sentido humanista de la civilización, el más fecundo en eficacias prácticas y espirituales, sean hoy en su mayoría simpatizantes del más antiliberal y antihumanista de cuantos idearios políticos han existido jamás, que es el comunista.

Sería muy largo el meditar sobre los motivos de este equívoco sin igual en la historia. El liberal, en el principio, era el hombre comprensivo, tolerante, propenso a explicar el bien y a disculpar el mal por los imperativos humanos y convencido de que el progreso del mundo no se podía conseguir sin un mínimum de libertad. La era del liberalismo se inaugura, en realidad, con el Renacimiento, en el que el inspirador de casi todos los políticos y de gran parte del ideario de los hombres cultos era Tácito, prototipo del enemigo de los déspotas, y, en verdad, el primer liberal en el sentido moderno. Varios siglos de lucha contra el déspota fijaron en la conciencia del liberal dos errores: que el enemigo de la libertad era siempre el tirano único, el monarca, y que el sentimiento liberal anidaba en el pueblo y se alimentaba en el fuego de la popularidad. El primer desastre de este equívoco nos lo proporcionó la Revolución francesa, preparada por los liberales contra los déspotas y al calor del pueblo. Inmediatamente surgió el despotismo del tribunal popular o los dictadores nacidos de la masa, desde Robespierre a Napoleón. Y las víctimas fueron inevitablemente los liberales verdaderos, los que por ser fieles a su liberalismo se rebelaron contra el despotismo nuevo y fueron guillotinados o se vieron obligados a huir.

Entonces nació también la otra especie de liberal, el espurio, el de la ceguera para los colores, el del daltonismo, el de la incapacidad para ver el despotismo cuando aparece teñido de rojo. Éste fue el que cobijó con su autoridad la crueldad revolucionaria; el que la glorificó y el que ha hecho posibles, en gran parte, todas las revoluciones posteriores, hasta la nuestra.

Lo que caracteriza a este liberal —el falso, pero, con mucho, el más numeroso— es el pánico infinito a no parecer liberal. El mayor número de estos liberales no se preocupa de lo que significa, en su hondo sentido, el seguir una conducta liberal, sino en parecer liberales a los demás. El inmenso prestigio social del liberalismo explica y disculpa esta actitud, El más riguroso reaccionario no puede reprimir una sonrisa de gozo —¡cuántas veces la hemos visto!— cuando se le dice: «Usted, en el fondo, es un liberal.» En cambio, el liberal no puede sufrir sin congoja el que se dude de su liberalismo. No ser liberal supone, en el ideario corriente, estas tres cosas importantes: ser sospechado de poco inteligente, porque en efecto, un gran número de los hombres famosos por su labor creadora han sido liberales o por lo menos han tenido un espíritu teñido de tolerancia liberal. Significa, además, ser «enemigo del pueblo», frase creada por la Revolución francesa y que conserva intacto el fetichismo de su prestigio en muchas mentes. Y, finalmente, significa no ser hombre moderno, porque buen número de las conquistas de la civilización se han hecho bajo el signo de la libertad. En todo esto hay una parte gloriosa de verdad. Pero la libertad no tiene colores prestados y fijos, ni es cuestión de ideas, sino de conducta. El terrible error es, no sólo haberla hecho política, sino política de clase.

El comunista ha explotado con aguda intuición y habilidad estas tres brechas de la vanidad de los liberales y ha aplicado a su motor la energía liberal. Es cierto que la negación de todo liberalismo que supone el régimen comunista, hace a primera vista muy difícil el conciliarlo con el fervor liberal. Pero el comunista, como todos los grandes propagandistas maquiavélicos, no se detiene ante estas contradicciones. Sabe que el coeficiente de la credulidad colectiva es, prácticamente, infinito. Y el liberal posee, además de esta credulidad genérica, un peculiar candor en cuanto le hablan en nombre de sus mitos predilectos. En este sentido, el espectáculo del mundo actual es sorprendente. Los mismos días en que en Rusia son exterminados a docenas los disidentes del rígido credo gubernamental o se hace desaparecer en el extranjero a los jefes de las agrupaciones anticomunistas de un modo escandalosamente misterioso, el liberal sigue creyendo que Rusia es el país del progreso y de la libertad, casi la Meca del liberalismo. El ejemplo de España lleva este equívoco a los límites de lo inconcebible. Hay allí todavía bastantes liberales que declaman, can elocuencia y espíritu muy liberales, contra la dictadura del campo de enfrente; y ellos mismos no solamente no podrían expresar libremente un pensamiento heterodoxo, sino que muchas veces habrán tenido que decir, a la fuerza, lo que les mandan. En el mes de noviembre último me decía en Madrid un comunista: «Tú, que has sido siempre liberal, estarás con nosotros»; pero en aquel mismo día el Comité de Obreros había prohibido la reedición de uno de mis libros porque en una de sus páginas se leía esto «Yo, que he sido siempre liberal, gracias a Dios.» Cuando salí de España y dije, sencillamente, que esto no me parecía muy liberal, me declararon «enemigo del pueblo»; y un escritor de un país americano, comunista y católico, me llamó en un artículo «el nuevo Torquemada español».

Desde luego hay muchos liberales, todos los que no padecen la ceguera para el rojo, gran parte de ellos republicanos sinceros, que se han separado de la España comunista precisamente porque es comunista, aparte de los otros motivos circunstanciales que tantas veces se han dicho en artículos, en discursos y en folletos de propaganda. Su actitud se funda, pues, en la fidelidad más estricta a su actitud y a su conducta de siempre; y no es «traición al pueblo», como dicen enfáticamente algunos majaderos. La huida de todos estos liberales de la España roja es, en la psicología occidental, un golpe rudo para el comunismo, difícil de neutralizar con insultos y con contrapropagandas. Por eso han tratado de atraerlos con toda suerte de halagos, pero sin eficacia. Los mismos que fueron a las Cortes de Valencia, tan trabajosamente preparadas, estaban de regreso en Francia cuarenta y ocho horas después. De los juicios que cuentan en privado, es sabido de todos uno que no hay inconveniente en repetir, porque ni puede comprometerlos, ni molestar a los que les hicieron ir allí y les han permitido volver: el régimen de la España roja es absolutamente soviético, y un hombre liberal nada tiene que hacer allí.

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Publicado en la Revue de París en su número del 15 de diciembre de 1937