lunes, 7 de noviembre de 2022

La hora de los tiburones


Boris Johnson

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    El Fútbol Modesto es la lucha de clases que venden los plutócratas de provincias para defender la Liga de Tebas, un negocio que ya sólo vive de las propinas del Var. La astracanada bilardista de ayer en Chamartín divierte obscenamente a los comentaristas, tan viudas de Xavi todos, pero mata cualquier afición. Y este fútbol es lo que explica la grimosa desolación de España en esta Champions.


    La leyenda boba dice que en el 98, al perder Cuba, los españoles se fueron a los toros. En realidad, los españoles se enteraron de la pérdida de Cuba al salir de los toros, que es otra historia. Mas el llanto mediático ante aquel desastre fue inferior al vivido esta semana con la expulsión de la Champions de Barcelona y Atlético, los “tiburones fracasados”, que diría Mourinho, aunque él debía de estar pensando más en la Juve, la tercera pata de la Superliga de Florentino, Laporta y Agnelli, que parecen ser los únicos personajes conscientes del desastre comercial para el fútbol que se avecina fuera de la Premier, ese chiringuito de las corporaciones americanas y los Potosís árabes, en cuya defensa el gamberro de Boris Johnson movilizó incluso a Zelenski, que es como César en la guerra de las Galias o como Cortés camino de la laguna azteca, que entre batalla y batalla sacaban un rato para redactar unas crónicas. “¿Y qué digo?”, debió de preguntar Zelenski, a lo que Johnson le haría las indicaciones que salieron en la carta al uefo Ceferino: no a la Supèrliga, que es cosa de fachas, y sí a la Premier, que representa la democracia, pues entre todos hemos llegado a un punto en que la democracia es ésa suripanta que va vestida de verde, como la Esperanza de Ivà en el tema musical de “Makinavaja”.


    Qué negocio no habrá en la Premier, si se movilizan estos personajes, mientras aquí todavía andamos discutiendo si lo del Real Madrid, único club que todavía planta cara al tsunami financiero, es o no es… cholismo, de Cholo, el entrenador mejor pagado del mundo, que cae eliminado por la muchachada de Xabi Alonso y sale al tercio a saludar, aunque sin la gracia de Luis Miguel Dominguín en Las Ventas cuando levantó el índice y se autoproclamó el Número Uno. (Luis Miguel tenía cosas de “pecador de la pradera”, que diría Chiquito: en su finca de Quismondo escondía a Ramón Tamames, que dormía en una tinaja acondicionada, y organizaba festivales benéficos que atestaba de gentes de copete contra las que enviaba a dos docenas de carteristas traídos en autobús del Foro para, al grito de “¡todo para los pobres!”, limpiarles los copetes y las carteras, que luego aparecían vacías al otro lado de la tapia del camposanto).


    La crueldad de la eliminación atlética, con moviola retrospectiva del Var a partido concluido, es un desenlace que a lo mejor se merecía el alcalde Almeida, que ahora entenderá lo que Courtois, que ha vivido en las dos orillas, quiso decir cuando habló del lado bueno y el lado malo de la historia. A Courtois le tocó vivir el lado malo en Lisboa con el gol de Ramos en el 93, y el lado bueno, en los partidos de la mejor Champions que se recuerda, la última, al eliminar el Madrid al jeque de París y a toda la plutocracia inglesa (City, Chelsea y Liverpool). Se dice que Joao Félix pidió lanzar el penalti de la catástrofe, pero que Carrasco, disfrazado de Caballero de los Espejos, como el Carrasco del Quijote, se lo negó.


    Lo del Barcelona de Xavi, Pedri y Gavi, alias El Plantillón, pertenece al mundo de Berlanga, que hoy podría rodar con los “palanqueros” la segunda parte de “Los jueves, milagro” para sacarle punta a la Europa League, la revista de humor que se juega los jueves. Incluiría “cameos” de Kevin de Bruyne, el discípulo de Guardiola que dice que ellos no juegan para ganar, sino para divertirse, y de Soriano, no Juan, el pintor mejicano, sino Ferrán, el ejecutivo catalán del City. Juan presentó a su novia a su mamá (“se llama Paloma y es catalana”), que contestó: “¡Qué lástima! Tan joven, y ya catalana...” Y Ferrán presentó el cómico premio de mejor club del año al City con una declaración que no deja dudas: “Es fruto de nuestro trabajo”. Se trata del mismo Ferrán que en mayo rabió por la suerte del Real Madrid para ganar la Champions.


    Porque lo que importa, a todos, es la Champions de Ceferino, no la Liga de Tebas, cuando la Mosca Catarí (la sombra del Mundial) hace que en estos partidos los futbolistas parezcan ya todos Hazard. Incluso los farsantes del Cambio Climático pudieron sacar ayer tajada del Bernabéu: el nuevo césped abulense parece sucumbir como el anterior, que era extremeño.

 

 


VUELVE SETIÉN


    La Premier se lleva cuando le peta al Aston Villa a Unai Émery, que eliminó sin despeinarse al Bayern en la última Champions, y lo sustituye Setién, el pasiego con pinta de vendedor de “sobaos” que entrenaba al Barcelona de Messi que se llevó ocho goles del mismo Bayern en la Champions. Si la Superliga no saliera adelante, el futuro inmediato que le espera al fútbol español de clubes es el que hemos visto en la semana trágica, pero España es feliz entregada a sus particularismos. “¿Irme a la Premier si me pagan más? En Lugo venían por mí y me quedé”, explica Setién. Tenemos personaje.

[Lunes, 31 de Octubre]