martes, 30 de junio de 2020

Pedro y Pablo


 Pedro y Pablo



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Festividad de Pedro y Pablo, santos patronos de Burgos… y de los jefecetes del gobierno español, autor de la peor gestión mundial de la pandemia china y que, apoyado en una franquicia etarra, se propone darse un homenaje con el (re)cuento de los miles y miles de muertos. ¡Pedro Profanación y Pablo Residencias homenajeando a los muertos!

    –¡El jefe de gobierno más guapo de Europa!
    
Eso le canta, sonrosado como un hámster, John Carlin, inglés que debe de venir de aquellos que comparaban a Enrique VIII con Sansón por su fuerza, con Salomón por su prudencia y con Absalón por su belleza; uno de esos periodistas-criados de a pie que hoy corren al lado de las portezuelas del carruaje de Pedro, de quien se puede decir lo que Madame de Staël de Bonaparte: como ha leído poco, la instrucción no hace frente en su cabeza a la disposición natural de su carácter.
    
Pedro es presidente por “la gracia de Dios”, que en el Estado de Partidos es el sistema proporcional. Por su roce intelectual con Irene Lozano, exégeta paulina, Pedro es muy de San Pablo: “Respetad los poderes de la Tierra, pues todos los poderes vienen de Dios”. Bonaparte, que insistió mucho en la autoridad de este apóstol, hizo predicar ese pasaje a todo el clero de Francia, aunque San Pablo sólo quería decir que los cristianos no debían mezclarse en las facciones políticas de su tiempo.
    
Carlin señala que el yerno de la sauna “Adán” tiene “orejas de macho alfa”, un dios, aunque para Rousseau un gobierno divinal “no conviene a los hombres”.
    
¿Por qué un Macho Alfa con cincuenta mil muertos en su gestión se rebaja a celebrar su santo un día que sólo es festivo en Burgos, pudiendo escoger un día de fiesta en toda España? En Francia, hasta el Concordato, San Napoleón no estaba en el calendario, y Bonaparte obtuvo de Pío VII que su fiesta coincidiera con la Asunción. ¿Cómo? Elevando más y más la voz, como cada vez que perseguía el doble objeto de intimidar a su interlocutor y de aturdir a los asistentes.

Jünger y la inviolabilidad del domicilio




Hughes
Abc

El debate de estos días sobre el derecho a tener armas en defensa del propio domicilio, que no sé yo si es debate o sólo ruido, me ha recordado a un par de párrafos de Ernst Jünger en La Emboscadura que hace años, por cierto, destacaba Escohotado en uno de sus libros.

«En la antigua Islandia, por ejemplo, hubiera sido imposible un ataque a la inviolabilidad del domicilio en las formas en que ocurrió, como mera medida administrativa, en el Berlín de 1933, en medio de una población de millones de almas. Merece ser citado, como excepción honrosa, el caso de un joven socialdemócrata que en el pasillo de su apartamento abatió a tiros a medida docena de los denominados “policías auxiliares”. Aquel hombre continuaba siendo partícipe de la libertad sustancial, de la antigua libertad germánica que sus adversarios ensalzaban en teoría. Naturalmente, el mencionado joven no había aprendido eso en el programa de su partido […].


«En el supuesto de que hubiera sido posible contar en cada una de las calles de Berlín con uno de esos casos, con uno solo, de otra manera habrían ido las cosas. Los períodos prolongados de calma favorecen ciertas ilusiones ópticas. Una de ellas es es la suposición de que la inviolabilidad del domicilio se funda en la Constitución, se encuentra asegurada por ella. En realidad, la inviolabilidad del domicilio se basa en el padre de familia que aparece en la puerta de la casa, acompañado de sus hijos y empuñando un hacha en la mano».

Martes, 30 de Junio

Valle de Esteban

Arcadia

lunes, 29 de junio de 2020

San Pedro en Córdoba

Piné, más de 40 años siendo joven de Gamonal
Nadie quiere más al Burgos ni disfruta tanto los Sampedros


Francisco Javier Gómez Izquierdo

     Antes de jubilarme, solía acomodar unos días de vacaciones en los sampedros para estar con la familia y amigos allá en Burgos, pero este Veinte me tiene soliviantado y trabado en las Andalucías sin saber qué es lo que debo hacer. El caso es que con todo el tiempo disponible aún no me he atrevido a subir. No subo por prevención. Por miedo. No miedo hacia lo que pueda coger, sino a lo que pueda llevar por asintomático, a lo que pueda contagiar, porque en Burgos voy a alternar con muchos amigos y puedo meter en casa de mi madre de 90 lúcidos años lo que no me perdonaría, y por lo que pueda alterar la rutina que han cogido para cada día. Mi miedo es más por los míos que por mí mismo y aquí estoy, toreando “la caló cordobesa” mientras vigilo el declive de la peste china hartándome de fútbol y gazpacho.
      
El hartazgo del nuevo fútbol, que éste sí que es nuevo y no la normalidad de la que nos hablan, que no puede serlo, pues si es nueva es anormal, en  mi caso viene a cuenta de los penaltys, infracción que ha dejado de ser como toda la vida y ha pasado a melifluas ensoñaciones naif de tan infantil sensibilidad que temo vayan a sancionar hasta el pestañear o el mirar del defensa en los saques de esquina. Empacha el mal juego en general, aburre el jugar andando aunque se entiende que la velocidad con estas temperaturas es suicida y lo que es peor, entristece el vacío en unos estadios donde había aficiones que marcaban goles importantísimos. No. No es fútbol, pero es una Liga que deja sus pequeñas historias y si la más tremenda es la de la peste, el aficionado no olvida las palabras de Quique Setién cuando dijo que prometía “buen juego del Barça”. Creo que Setién es un buen entrenador que llega tarde a un Barcelona donde no hay míster que meta en vereda a tanta vaca sagrada. El fútbol azulgrana es decadente, previsible y se nos hace monótono. El recurso, único recurso, es el talento de Messi que disimula muchos desaguisados, pero el declive culé es demasiado evidente. Luego igual gana la Copa de Europa, pero ahora mismo el equipo no es solvente, chirrían jerarquías mal asimiladas y ¡bueno! el episodio de Arthur, jugando cinco minutos en Vigo y volar a Turín al acabar el partido en busca de un futuro mejor es todo un síntoma de provisionalidad y obcecación por buscar un Gran Remedio ¿Pjanic? que no existe.    
     
De esta Liga nos quedará la explosión de Vinicius, un talento al que el parón le ha sentado de narices, y que cuando deje de correr a lo tonto no va a haber quien lo pare; la transformación del atlético Llorente, ¿quién lo imaginaba de supermediapunta?; y la aparición del sevillista Ocampos, para mí el fichaje de mejor rendimiento en la temporada, entre otros nombres destacables.
     
¿El título? Hace quince días dijimos que para el Barca o el Madrid. Hoy, para el Madrid o el Barca, como siempre. El descenso está claro que para Leganés, Español y Mallorca, y la Champions para Atlético y me da que para el Villarreal.
     
Por San Pedro en Burgos no se hablaba de fútbol, porque ya se había acabado y todos andábamos en días tan glotones organizando comidas y meriendas que son tareas de mucha satisfacción. Este año en Burgos se disfruta con la novedad del baloncesto y me dicen que hoy en los bares con el pincho de morcilla y el ribera se habla de faltas de ataque, bloqueos ilegales, tiempos muertos... como en el fútbol que veo en el Movistar. Jotas, toros, blusas... se quedan para el año que viene.

Líderes a lo grande

Napoleón Bonaparte


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Ganar o perder no es lo importante. Lo importante es hacerlo a lo grande.

    –Hola, soy español. ¿A qué quieres que te gane? –fue el santo y seña de los ronceros cuando campeonábamos en todo.
    
Y ahí seguimos, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de nuestra vida… y de nuestro fútbol.
    
En la vida, ahora mismo: liderazgo mundial en fallecidos por Covid19 (m/hab); liderazgo mundial en caída PIB según el FMI; liderazgo mundial en sanitarios contagiados; liderazgo de paro en la OCDE… Y todo el mundo arrimando el hombro para el gran homenaje a sí mismos que proyectan los políticos.

    En el fútbol, ahora mismo: liderazgo del Madrid, que en marzo estaba deportivamente para el caldo de gallina y la extremaunción.
    
Los entrenadores están para algo –escupió en Vigo el uruguayo Suárez, después de que el Celta le metiera al Barcelona el agua en casa con otro empate, que es a lo que siempre ha jugado Quique Setién, el Señor de las Cuajadas, con ese fútbol de limpiaparabrisas que convierte al espectador en una vaca viendo pasar un tren que no se termina nunca.
    
Los entrenadores están para lo mismo que los ministros de economía: para proveer de ocasiones de gol aquellos, y estos, para proveer de oportunidades de negocio. En ese sentido, Quique Setién es la Nadia Calviño de la entrenaduría patria.
    
Las estimaciones que se están haciendo del posible impacto del coronavirus en la economía española arrojan impactos poco significativos –declaró en marzo, con suficiencia pijotera, Calviño, y ahora el FMI sitúa a España en cabeza del hundimiento mundial.
    
¿Cuántas veces ha dicho Setién que el Madrid tiene que pinchar? “Tiene que pinchar a cántaros”, es su turre, con música de responso a lo Pablo Guerrero. ¿Y si también los entrenadores fueran cosa de los masones?
    
A Zidane, antes que un mandil, le pegaría un cañón de los Inválidos.
    
Por el príncipe de Metternich sabemos que a Napoleón le gustaba proceder por sorpresa con los franceses y no anunciarles sus guerras sino por medio del cañón de los Inválidos, que tronaba a continuación de la primera victoria. No estaría de más que el Madrid se acogiera a las licencias del Decreto de Nueva Planta sobre la Nueva Normalidad e hiciera instalar para Zidane un cañón de Los Inválidos (podría ser en forma de borceguí de Benzema) en la uralita del Nuevo Bernabéu.
   
 –Tuve ocasión de convencerme del cuidado infinito que ponía Napoleón en aumentar el efecto de sus victorias –recuerda Metternich–. El anuncio de un éxito iba precedido de rumores de derrota, sabiamente lanzados; los propios miembros del gobierno aparentaban estar atormentados por vivos temores y, de pronto, el cañón de los Inválidos tronaba en honor de las victorias de que estaban ya informados. Perseguía un doble objetivo: dar más brillo a su victoria y poner a su policía en condiciones de conocer la opinión de los ciudadanos. Pero París estaba en estado de sopor.
    
El sopor, precisamente, minimiza un poco el alcance de las victorias de Zidane en esta fase autista de la Liga, a pesar del truco corso de engordar las posibilidades del adversario. ¡Cuidado! ¡Raúl de Tomás en Valdebebas! Y sin el Pitu, con la gracia estética que supondría, y más ahora que no tenemos público, ese duelo de calvas, calvas bien bruñidas, de Abelardo y Zidane, transformando la banda del “Alfredo Di Stéfano” en el tapete de billar del rey felón, Fernando VII, cuyos cortesanos, además de simular el fallo, disponían las bolas para facilitar la carambola real. La ausencia del Pitu, un tipo que al menos garantiza la lucha de clases, con su cosa de Argos del bolcheviquismo astur, no la cubre una actuación estelar de De Tomás. Queríamos una pelea de calvos por el peine del buen fútbol, que es el peine más vendido por la TV.



WHITE / WHITENING

    El grupo L’Oréal ha decidido retirar los términos blanco/blanqueador (white/whitening) y claro (fair/fairness, light/lightening) de todos sus productos destinados a homogeneizar la piel. Un movimiento de “agit prop” socialista creado, según su fundadora, con el único fin de “sacar a Trump de la Casa Blanca”, lo que incluye el derribo de estatuas de George Washington (ahí están las risillas y chistecines de John Oliver en el 17, cuando Trump predijo que acabarían atentando contra el fundador de la nación), ha llevado a varias corporaciones a hacer sus planes para modificar su “identidad visual”, que en el caso del Madrid, desde luego, es el blanco, como la montura de Santiago en la batalla de Clavijo, y no hay que transigir, pedía Maeztu, ni con que fuera tordo el caballo. ¿Transigirá el Madrid, que ya transigió con la cruz en el escudo, con el blanco en la camiseta? “Cada libro ha sido reescrito, cada imagen ha sido repintada, cada monumento y edificio han sido renombrados. Cada fecha ha sido alterada. La historia se ha detenido. Nada existe, excepto un presente interminable en el que el Partido siempre tiene la razón”. George Orwell, “1984”

Crónica de un verano* (que es un día) en Burgos


24 de julio, víspera del verano burgalés




El punto de vista exacto de Solyenitzin



"SONRÍE, ES BURGOS"

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

De Madrid a Burgos pasando por Cádiz, que para un burgalés viene a ser como las Azores.
Del Beni de Cádiz se cuenta que, al pasar por la casa de Pemán, donde una placa dice “Aquí nació don José María…”, lo detuvo su compadre, el Cojo Peroche, con una angustia gaditana y estival: “¿Qué crees que pondrán en nuestra casa cuando faltemos, Beni?” Y el Beni le contestó: “Se vende”.
Pemán nos descubrió que el verano es la única estación que ha creado un verbo con su fruición y paladeo, “veranear”, que, miren por dónde, significa huir del verano: el veraneo como supremo homenaje al invierno.

 Por eso durante el verano es natural encontrarse en el invierno de Burgos (donde el verano dura de Santiago a Santa Ana) con tanta gente que parece de Cádiz: gente de Francia y de Alemania que sonríe como en Cádiz (¡una sonrisa liberal!) y respira como en Burgos (“¡venga, niños, respirad, que es Burgos!”), la capital de Castilla que en verano cambia el reclamo de “Burgos no te dejará frío” por el de “Sonríe, es Burgos”.

Los del marketing no saben que para sonreír basta con sentarse.

 Para volver de la tragedia a la comedia, no hay más que sentarse –dijo Napoleón, una vez coronado.

 Pero para respirar hay que elevarse.
Mi calle

En su “Retrato de un hombre de pie” Madariaga da por sentado que el reino animal sólo logra su única especie vertical cuando al hombre le dio por enarbolarse.

 Es al erguirse cuando se da cuenta de que la dirección de abajo arriba es única y privilegiada, con dos nuevas perspectivas: otra escala de valores y, con ella, el infinito
A Burgos (el espíritu del árbol en la verticalidad del gótico) acude uno a enarbolarse.

El desprecio del español al árbol sólo compite con el desprecio del español a la libertad.

Dicen que cuando Solyenitzin salió del Gulag quiso venir a Burgos (marzo del 76), hospedándose, “de incógnito”, en el Mesón del Cid, y que ahí estuvo, absorto, dos días, mirando por un ventano las agujas de la catedral.

La obra de Solyenitzin compendia el horror político del siglo XX, y para la “crema del pensamiento” eso era difamar, en nombre de la “libertad abstracta”, el “experimento social más importante del siglo XX”.

Condenar a Solyenitzin, que se atrevió a hablar, es absolverse uno mismo, que calló años y años –había advertido Octavio Paz.
La dentellada más rabiosa se la dio en España el ingeniero Benet:
Nada me parece más higiénico –escribió en “Cuadernos para el diálogo”– que las autoridades soviéticas, cuyos criterios respecto a los escritores subversivos comparto, busquen el modo de sacudirse semejante peste.
Al cabo de cuarenta años, en Burgos, como en toda Europa, de la “libertad abstracta” de Solyenitzin se ha pasado a la “libertad concreta” de la socialdemocracia, que es la bicicleta.

Burgos reserva el solomillo de sus paseos a los ciclistas

Un hombre en bicicleta es un hombre sin normas de circulación, y Burgos reserva hoy para él lo mejor de sus aceras y sus paseos (de la Isla al Espolón), el tartán mejor acabado del mercado, las veredas más frescas y sombreadas del río. Es la mandrilización de una sociedad pedaleante, absurda como un zapato impar para la sociedad andante (la Europa de Steiner, cuya cartografía tuvo su origen en las capacidades de los pies humanos), que va quedando atrás.

 El pensamiento y la sensibilidad europeos son, en el sentido originario de la palabra, ‘pedestres’. Su cadencia y su secuencia son las del caminante...
Claro que a Burgos no se viene a andar, sino a respirar.

¿Y qué se respira en Burgos, esa vieja “osamenta de piedra abandonada en el camino” del regeneracionista Salaverría?
Realismo mágico.

Me gusta el hotel más antiguo de la ciudad, que es el “Norte y Londres”, donde de niño pedí un autógrafo a Nino Bravo. En su salón farfullaba durante la guerra, apretado por el apetito, don Eugenio d’Ors: “Aquí no se puede hacer otra cosa que lo que hizo el Cid: irse a conquistar Valencia para comer naranjas y bañarse en el Mare Nostrum… Lluvia, más lluvia, brumas… Y luego, ¡esa catedral tan feísima!”
Para el clasicismo d’orsiano, el gótico era confitería.


 Pero la catedral sigue siendo la razón de ser de Burgos, como cuando vino Solyenitzin (“el exponente más logrado del realismo socialista”, al decir del pope Lukács) a confirmar en ella su cristianismo.
Junto a la catedral, el realismo mágico se descompone en gran fuego de artificio hacia Santa Gadea, donde la jura del Cid al rey Alfonso VI (Charlton Heston y John Fraser en la película de Anthony Mann para Samuel Bronston), y San Nicolás de Bari, donde el retablo de Simón y Francisco de Colonia en piedra caliza de Hontoria (la misma de la catedral) para los Polanco, mercaderes de la ciudad.

San Nicolás de Bari

 Santa Gadea

En contienda urbana con este realismo mágico se manifiesta el “realismo socialista” de la cubierta del Coliseum (la vieja plaza de Toros revestida de caseta de Feria de Sevilla), o de la Biblioteca Pública del Estado (con lo que ese título sugiere), en la plaza de San Juan, un hangar de cristales (¡la “Glasarchitektur” de Paul Scheerbart pasada por Zapatero!) que es como una broma de mal gusto que la ciudad le gasta al transeúnte como para prepararlo para la visión del Museo de la Evolución Humana, o Museo del Mono, donde la gente de Atapuerca ameniza la socialdemocracia científica y donde se anuncia una conferencia de Pedro Duque, el astronauta que da cuenta de ochocientos asteroides que podrían destruir la Tierra, imagen que sólo logro concebir cuando, sentado a la mesa de un asador, me sirven, por cuarto de lechazo asado, una tartera de tabas, como si uno fuera ese guiri en chirucas que cree que el lobo y el cordero beben juntos en el mismo arroyo.

 Nueva Plaza de Toros

 Biblioteca Pública del Estado
(Hangar)

Museo de la Evolución / Museo del Mono

El buen comer formar parte del realismo mágico de Burgos, pero, dentro de esa nube, que no lo confundan a usted con un guiri y le den león por cordero churro (teniendo en cuenta la observación del poeta bilbaíno Basterra de que el león es cordero asimilado) o recentales a los que “les titilan de placer las colas” (Salvador Rueda) por lechales churros.

 Los santuarios del cordero churro, que es el plato litúrgico de Castilla, están en Campaspero, en Roa y en Lerma, aunque nunca hay que confundir los asadores con los “asaeros” (“asaero”, en lugar de estómago, es lo que tenía el Cojo Peroche, que carecía de paladar, cuando le estallaba la ardentía).
En Burgos, huyendo del turista, puedes dar con asadores de una honradez bíblica.

Para oír con los ojos, tocar con el olfato y oler con la vista, hay que almorzar cordero de Villadiego (y morcilla de Cardeña), incluso en verano.

 Cartuja de Miraflores

Cena de Gil de Siloé

Después, la siesta en la Cartuja (¡una siesta cartujana!), que produce en el paciente (de paz) una moral mística y desprendida que ilumina la visión del Cristo de Gil de Siloé y favorece la vuelta a la ciudad por la Quinta y el Arlanzón, acaso el río mejor aprovechado del mundo, por cuya orilla vio Foxá pasear, a contramano del Cid, a Pétain, mariscal entre las dos guerras, héroe de la primera, y de la segunda, villano.

Aquí, si el viajero pone la anchura, el espacio, la piedra (“osamenta de piedra abandonada en el camino”) le suministra la profundidad, el tiempo.

[*Verano de 2015]

Lunes, 29 de Junio

Valle de Esteban

Recordatorio

domingo, 28 de junio de 2020

Sombras

[Publicado el 27 de Marzo de 2020] 

Barras, príncipe de la corrupción europea


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    A España no la dobla la peste, sino la corrupción, única explicación de los estragos del virus chino.

    La corrupción hace en esta historia el papel que hacía el miedo en el cuento árabe del rey que condescendió a que la peste entrara a su ciudad para llevarse cuatro mil almas, con una condición: “Está bien. Pero sólo cuatro mil. De haber más muertos, te mato.” Desde una torre el rey iba contando los cadáveres, que excedieron en mucho la cifra convenida. Furioso, le reprochó haber matado a cuarenta mil. Antes de ser decapitada, la Peste aclaró: “Yo sólo me he llevado a cuatro mil, como prometí; a los demás, los mató el Miedo”.

    La oposición política (es una forma de hablar) se justifica con que hablará, pero cuando esto pase…

    –Cuando tú te hayas ido / Me envolverán las sombras
    
Una de las consecuencias del partidismo de Estado es la infantilización en la forma de percibir el poder. Engañan (y se engañan) quienes anuncian exigencia de responsabilidades “cuando esto pase”. La Historia los desmiente. Ahí está el Directorio de Barras a la salida del Terror (sustituido por la Corrupción) de Robespierre, o los locos años 20 en Europa a la salida de la Gran Guerra, o la Transición española a la salida del franquismo…
    
La diputación era procurada como una posición para llegar a la fortuna, no a la gloria –escribe Barras–. Las ideas morales cedían a las ideas materiales. El siglo era positivo: “La pobreza es una idiotez; la virtud, una torpeza; y todo principio, un simple expediente”…
    
“Cuando todo esto pase”, habrá un gran carnaval, que esto es el continente europeo, para que los supervivientes den salida a la alegría y a las ganas de vivir. Todos contra el diablo Robespierre y su cola viviente, que ahora es el virus chino. Y los jetáceos progres volverán a desplazar de las cortes, de los restaurantes y de las calles a los cursis pequeño-burgueses del “cuando esto pase”. La pasión del miedo a la muerte liberándose con su contraria, la del disfrute de la vida.

Ciclotimia



Ignacio Ruiz Quintano

La vida es un estado de ánimo, y por eso en el deporte aplaudimos a la tránsfuga Montalvo con la misma pasión que en la política abucheamos a la tránsfuga Bermúdez. Al estado de ánimo ascendente llamarnos euforia, y llamamos depresión al estado de ánimo descendente. De la depresión a la euforia y de la euforia a la depresión sólo hay un paso hacia arriba o hacia abajo, y esta forma extraña de ir por la vida es la expresión de lo que los especialistas diagnostican como ciclotimia, que tiene mucho que ver con la sobra o con la falta de dinero. O sea, con la economía, que, miren por dónde, vuelve a tener la consideración que le dio Marx en sus pesadillas literarias: fuente de que derivan las demás actividades humanas.

Oficialmente, España es hoy un país que nada en dinero y, sin embargo, las encuestas del CIS revelan que la euforia y el pesimismo han desaparecido de la opinión pública. Cuando a esa opinión pública se le pregunta por la situación del país, en vez de cantarle «Macarena» al encuestador, como podía esperarse en un momento de tamaña abundancia, con ese nuevo retoricismo español que huye del tropo hinchado responde: «Regular». Así que, si la fortaleza de un pueblo se mide por su resistencia a la alegría, el español, según las encuestas, es un pueblo cada día menos alegre y, por consiguiente, más fuerte.

Las causas podrían ser el verano o el cura Apeles, uno de cuyos diez mandamientos para triunfar en TV preceptúa no dejarse llevar por la euforia ni el pesimismo ante las cámaras, y no conviene olvidar la influencia intelectual de ese cura en nuestra sociedad, sólo comparable a la que en Inglaterra ejerció el padre Copleston, que se echaba a la cara en las tertulias radiofónicas a los librepensadores más chinches de Albión. En cuanto a la influencia anímica del verano en la cosa económica, ¿qué puede decirse que nunca se haya dicho? Igual que el invierno nos vuelve solidarios, el verano nos vuelve egoístas, como se ve en los constipados y en las quiebras, que en este tiempo no le importan a nadie. El verano genera desconfianza: es la estación que aprovechan los políticos para subir los tipos de interés, la gasolina y el butano, y en los mercados bursátiles cunde tradicionalmente un temor a las crisis estivales, que debilita la renta variable, sin que los economistas den con la solución que contente a todos, divididos, según es fama, en dos bandos irreconciliables: el de los eufóricos, que ven en el milagro económico una victoria definitiva del mercado, y el de los depresivos, que, sin negar la bonanza del instante, ven argucias estadísticas en la descripción del mayor de los misterios económicos, que es el de la productividad. Unos y otros parecen malos actores de sus emociones, y aquí es donde surge la oportunidad de los políticos. Reagan reveló en su día ese secreto: «Durante años he oído la pregunta: "¿Cómo puede un actor ser presidente?" Ahora me digo cómo puedo ser presidente y no ser actor.» Reagan era el comunicador ideal, ya que, como manda el cura Apeles, no se dejaba llevar por la euforia ni el pesimismo, y bastaba una representación suya en TV para que en la Bolsa neoyorquina el invierno cotizara como verano o el verano como invierno. En Europa, este método psicológico recibe el título de Tercera Vía.

La psicología de la Tercera Vía para el tratamiento de la ciclotimia procede de la «República» de Platón, que expuso que el Estado debía imponer un punto de vista optimista acerca del otro mundo, no porque fuese cierto, sino para que los soldados estuvieran más dispuestos a morir en combate. ¿Cuántos inversores estarían hoy dispuestos a jugarse sus ahorros en la Bolsa, si el Estado no impusiera un punto de vista optimista acerca de la economía? Vivimos en la era de la imagen, que cultiva la emoción en detrimento de la razón. Los pensadores aspiran a saber algo de lo que el mundo «es», en contraposición a la que «parece ser», pero, ¿a cuántos pensadores ricos conocen ustedes?


José-Apeles Santolaria de Puey y Cruells, Padre Apeles


Oficialmente, España es hoy un país que nada en dinero y, sin embargo, las encuestas del CIS revelan que la euforia y el pesimismo han desaparecido de la opinión pública. Cuando a esa opinión pública se le pregunta por la situación del país, en vez de cantarle «Macarena» al encuestador, como podía esperarse en un momento de tamaña abundancia, con ese nuevo retoricismo español que huye del tropo hinchado responde: «Regular».

Domingo, 28 de Junio

ValledeEsteban

Clave de Sol

"El que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta"

DOMINGO, 28 DE JUNIO

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

-El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí; y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.

Mateo 10, 37-42

sábado, 27 de junio de 2020

Darwinismo


¿De dónde iba a sacar la AOC que los latinos son negros?
(No hablamos de los stilettos negros de Manolo Blahnik)


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Pasan los días y nadie ha contestado la muy pertinente pregunta, aquí, de Hughes: “¿Qué harán con Darwin” los que ya se han cargado a Churchill?
   
 Darwin, para los de letras, es el hombre que pasa por haber inventado la teoría de la evolución y la distancia social: su hijo presumía de un padre capaz de saber diferenciar entre “un cuarto de hora” y “diez minutos”.
   
 Darwinismo, pues, es lo de Edmundo Bal, que supo diferenciar entre los dos metros de distancia social propuesta por la autoridad sanitaria y el metro y medio propuesto por Ciudadanos.
    
Lo de Nadia Calviño, en cambio, no es darwinismo, ya que en modo alguno dama de tan acrisoladas virtudes masónicas (hija del secretario particular de Suárez en TVE) puede pasar por la más apta, si se tiene en cuenta que, en plena pandemia, no vio en el bicho chino capacidad de influencia en la economía. Su nominación recuerda la anécdota del Rey explicando a Maura el despido de Moret: “Para calmar la agitación militar, acordamos el nombramiento de dos generales, Polavieja y Weyler. La Embajada en París me comunicó que en aquellas logias masónicas se resolvió impedir el ascenso de Polavieja (“el general cristiano”). Comprenderá usted mi sorpresa y mi indignación cuando a las pocas horas me dijo Moret, sin dar importancia al tema, ni a mí explicación ninguna, que Polavieja no podía ser capitán general”.
    
Y ahora ¿qué harán con Darwin? Ciertamente, escribió cosas racistas, aunque ¿eran suyas o del tal Wallace al que levantó la teoría de la selección natural? (En “El reino del lenguaje”, póstumo, hace Tom Wolfe “surfing” periodístico sobre estas variaciones darwinistas que ríase Wertheimer de las Variaciones Goldberg que lo mataron).
    
¡No somos latinos! ¡Somos afrolatinoamericanos! –gritaba Fidel Castro, hijo de gallego y libanesa, o sea, “pañol” (¡al menos Batista era mulato!), que con los negros ni los metía en el gobierno ni los dejaba salir de Cuba.

    ¿De dónde iba a sacar la AOC que los latinos son negros?

Poner el foco

ABC

 Los liberalios salen del consenso como si hubieran recibido la Sagrada Forma, con el rostro beatífico, todos con la cara de Ana Pastor. ¡Qué buenos hemos sido! ¡Qué bien nos habló Illa!


 Si no estamos representados, no elegimos, no hay separación de poderes, y el Congreso (que pone al Gobierno) le pide al Gobierno (que sale del Congreso) que combata a las minorías que objeten algo contra la "ideología de género", ¿qué es esto que tenemos?


"¡Qué bien nos habló Illa!"


Sábado, 27 de Junio

Valle de Esteban

Los Soprano

viernes, 26 de junio de 2020

Luz de gas

Joselito Calderón haciendo de Teo García Egea en el palco venteño


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Ciudadanos y populares, que van de constitucionalistas, votaron en su día el delito de odio (el Derecho ya no se ocupa sólo de los actos, sino también de las intenciones, invento del Comité de Salud Pública, verdadero modelo constitucional de esta gente) y ahora votan el “negacionismo” de género.
    
Con los populares, por un lado va el folio de su portavoz, Álvarez de Toledo, y por el otro, el pañuelo de su secretario, Teo, cuyo asesor artístico (¡el Joselito Calderón del palco democrático!) es… Zapatero, que dice cuántas orejas dar o qué toros echar al corral.
    
Ciudadanos, nacido de la vocación de pasar del Estado de partidos al Estado de partido único (consenso, consenso y consenso), se queda como la reserva española del liberalismo de Estado, y Mussolini nunca dijo su todo para el Estado, nada fuera del Estado y nada contra el Estado con la unción que lo dice Edmundo Bal, abogado del Estado, al que llaman abisinio, que cuando él se quita la mascarilla a uno le sale tararear “Faccetta nera, bell’abissina”. Les faltaba su Dino Grandi, conde de Mordano, para quien la principal belleza del liberal de Estado era el amor, y la prensa del corazón nos cuenta que también lo han encontrado, pero disfrazado de D’Annunzio.
    
Cuando una mujer ha sido amada por Gabriel, ya no habrá en el mundo amor que la satisfaga –confesó Isadora Duncan.
    
La función de este liberalismo de Estado es hacer de póliza para las leyes de luz de gas del totalitarismo rampante. El totalitarismo te niega la realidad para sacarte de ella: contra la opinión pública de que hoy es viernes, la opinión institucional de que hoy es cualquier día de la semana menos viernes; si insistes en el viernes, incurrirás en “negacionismo”, y el Estado de Derecho (el Derecho que hace el gobierno) te meterá el cuerno. Votarlo es mala fe, cuyo acto primero, según Sartre, se lleva a cabo “para huir de lo que se es”.

    Que lo malo de la mala fe no está en lo que tiene de “mala”, sino en lo que pide de “fe”.

Viernes, 26 de Junio

Valle de Esteban
Upupa epops

jueves, 25 de junio de 2020

El Ibex



Kerenski


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Durante el confinamiento la gente ha hecho mucha economía, una de las ramas de la charlatanería, y en la calle todo el mundo te habla ahora del Ibex como antes te hablaba de la paradoja de Arrow.
    
El Ibex (una cabra alpina se llama así) es el acrónimo de la oligarquía española.
    
–Las palabras son colinas. Izquierda y derecha son metáforas. Y nosotros somos el sentido común en una identidad transversal y popular, frente a la oligarquía –cogita Errejón, con nómina de esta oligarquía de partidos a cuya forma de gobierno llama democracia no siendo representativa de la sociedad ni electiva del gobierno ni divisoria del poder estatal.
    
La relación de los errejones con las oligarquías es la de las hormigas con los pulgones, y si cambian la ley de hierro de la oligarquía de Michels por la ley de hierro del sexo de la Hipatia de Galapagar es para que todo siga igual.
    
La oligarquía es el sistema más estable y duradero que se conoce. Para el oligarca, tiene la comodidad de que no hay que dar la cara, salvo en la crisis final. En tiempos prerrevolucionarios como los actuales, “la clase económicamente relevante se convierte en reinante”, como Francia con Laffitte (¡Perregaux, Laffitte et Cie.!) y Rusia con Kerenski.
    
Dispuse la prisión del zar y de su familia. Yo había detestado siempre al zar –dice Kerenski a Chaves Nogales en París–; dije que la única sentencia de muerte que firmaría sería la de Nicolás II.
    
Si hubiera firmado las de Lenin y Trotski, a los que tuvo en sus manos, la historia de Rusia hubiese cambiado radicalmente.
    
No me arrepiento –insiste–. No quise manchar la revolución con sangre.
    
Vive en la miseria periodística en París, oyendo las letrillas bolcheviques: “Toda la noche estuvo Kerenski / llevándose en barcas el oro robado a Rusia, / y cargó tanto la última barca / que se hundió por el mucho peso y lo perdió todo”.
    
La crisis que se nos viene tras la pausa de hidratación veraniega huele más a un Kerenski con mandil que a un Laffitte sin cartera.

Jueves, 25 de Junio

Valle de Esteban

Abubilla grácil

miércoles, 24 de junio de 2020

Olona ante lo gravísimo




Hughes
Abc
 
Ayer presenciamos uno de los momentos parlamentarios más importantes de los últimos años. Macarena Olona se opuso a la violencia de género con una vehemencia distinta que despertó críticas furiosas en la izquierda. “No mata el hombre, mata el asesino”, etc. Los argumentos son conocidos, pero los expuso con una pasión superior. La respuesta también lo fue: desprecio y condescendencia en las miradas de quien le interpelaba, insultos y bajezas de todo tipo en los paniaguados gubernamentales.

No extraña ni la pasión de Olona ni la acritud de sus contrarios porque lo que se debatía era importante. Se discutía una proposición no de ley presentada por el PSOE “para combatir el negacionismo de la violencia de género”.

Leen bien. El término utilizado es “negacionismo”, equiparando la objeción a la ideología subyacente en la ley con la negación del Holocausto. El negacionismo es delito, y hay voces en el feminismo que piden que negar la “violencia de género” también lo sea. Se busca para ello equiparar esa objeción con la negación del hecho mismo del Holocausto, que es una posición de enormes implicaciones políticas, morales y hasta metafísicas. Pero fijémonos en eso: se quiere equiparar una discrepancia ideológica con la negación del Holocausto, con la negación de la realidad misma de un genocidio.

En el texto de la proposición se va más allá, por difícil que sea imaginar que se puede ir más allá. En primer lugar, es una proposición específica para cercar a Vox, o lo que es lo mismo, a sus votantes, “por vez primera -dicen- existe un discurso en las instituciones que niega la propia existencia de la violencia de género”. Según el PSOE, esto pretende “invisibilizar a sus víctimas”. No se trata sólo de una posición ideológica, sino que se le atribuye un ocultamiento deliberado del hecho criminal. Porque para el PSOE no sólo se rompe un consenso (algo prohibido, al parecer, tal es el respeto a la minoría discrepante), es que, y esto es lo más grave, se imputa a quien tenga esa postura algo más que una disensión intelectual o política. Se le imputan graves intenciones y gravísimos efectos. La intención de “invisibilizar” (por tanto, negar a la víctima) y el efecto de “incrementar el miedo, la culpa y la vergüenza que las mujeres victimas sufren. El cuestionamiento de la existencia de la violencia provoca que muchas mujeres tengan miedo a no ser creídas y dificulta que muchas de ellas puedan dar el primer paso para salir del círculo de la violencia”. Leen bien: si alguien discrepa del artefacto intelectual de la ley, está aumentando la culpa, el miedo y la vergüenza de la mujer, impidiendo que pueda reaccionar, que es como decir que está colaborando con el agresor, coadyuvando al sometimiento.

El texto alcanza en ese instante un punto enloquecedor: “El cuestionamiento de la existencia de la violencia provoca que muchas mujeres tengan mido a no ser creídas y dificulta que muchas de ellas puedan dar el primer paso”. Pero nadie niega la violencia en sí.

EL PSOE pide que el Congreso inste al Gobierno a “combatir discursos machistas y negacionistas de la violencia de género”. Es decir, a tomar medidas (¿cuáles?) no ya contra el machismo (que ya se hace, salvo que se ejerza por una ministra o por un lacayo mediático del gobierno) sino contra quienes discrepen ideológicamente del concepto “violencia de género”.

Esto abre la puerta a que se considere el “negacionismo”, elemento para aislar política y socialmente al discrepante, que será “combatido” por el gobierno, adelanto quizás de su tipificación penal. Esto es un atropello a la libertad de expresión y esboza una frontera para expulsar del sistema a Vox o a quienes piensen como Vox, culpándoles de algo que empiezan a prefigurar como un crimen en sí mismo. Llevarles la contraria va a estar ya muy cerca de ser delito.

La proposición cuenta con el apoyo de Ciudadanos y del PP, para quien “la violencia tiene ideología, pero no género”. Se conoce que cuando los etarras mataban a mujeres no lo hacían animados por el terrorismo separatista, sino por su masculinidad.

El discurso de Olona, sola ante este panorama, es de un valor inestimable que asombrará a futuros historiadores y estudiosos del diario de sesiones, que darán con ello como quien encuentra una arcaica vasija romana en una excavación.

"La caló" (Hace más caló que guardando toros)


Insólita soledad, ayer

 
Francisco Javier Gómez Izquierdo


         En Córdoba, a “la caló” se la espera desde mayo, desasosiega a partir de junio y martiriza metidos en julio y agosto. Esto sería así en un “año normal”, pero para mí que todos los años son anormales. Unos porque julio se adelanta a mayo, otros “porque calienta más que ningún año” y los más porque “hace más caló que guardando toros”, frase que no se muy bien lo que significa, pero que dicha en Córdoba más de cien días por año, supone mucha temperatura. Este 2020 rotundo y apocalíptico es anormal de narices. Se temía que cuando la autoridad competente nos diera suelta general, “la caló” no nos iba a dejar salir y así ha sido. Un servidor está en el mismo plan que cuando empezó la fase 1 de la peste. Salgo a caminar a las siete, siete y media y me encierro hasta otro día a las diez, diez y media tras hacer las tareas de la compra.
      
Ayer me salté la rutina y decidí acercarme a la mezquita por ver cómo estaba el ambiente turístico en la judería. Nadie. No había nadie. Nadie en la cola de las taquillas. Nadie en la entrada del templo -han simplificado y la puerta de las Palmas sirve de entrada y salida- y media docena de humanos, ninguno japonés, disimulados entre la inmensidad de las columnas. ¡Qué sensación tan agradable la de un silencio siempre imposible! ¡Qué extraño no escuchar el sordo murmullo “muruglúmuruglú” de guías y admiradores! ¡Qué buena hora y además fresca la de ayer en la mezquita! Fue salir y encaminarme hacia mi barrio de Fátima y todo era sudor y trago a una botella de agua que rellené en la fuente de la Malmuerta. A este paso me voy a quedar como un “garabatejo”.
       
Entre los “boquis” de Córdoba hay una inquietud indisimulada por la tremenda mortandad en el gremio. En estos tres últimos años ya han caído más de una docena. Funcionarios de prisiones en activo. Entre los cuarenta y los cincuenta. La condición de empleado en el talego de Alcolea asusta más que la peste China y tras José Antonio, Begoña, Santi, Pepe, Manolo, José Manuel, Hermógenes, Zurbano, el Camisetas de Jaén... alguno más  me falta, pero no caigo ahora, se nos fue Carlos de muerte súbita mientras dormía, que ya es un morir raro en tiempos tan inquietantes. Se celebró una misa de funeral retrasada a las ocho y media en los Salesianos y mientras me dirigía al acto aplastado por un Sol inmisericorde pensaba en el Levante-Atco de Madrid que había dejado encaminado para los colchoneros. ¿No atenta contra la salud jugar al fútbol en las condiciones ambientales que padecemos? ¿Tantos partidos y tan seguidos a casi 40 grados no dejan secuelas? Ya en la iglesia, llena, por el hacerse querer de Carlos, siempre callado, discreto y bueno, los asistentes parecíamos una manifestación de pájaros multicolores aleteando con nuestros abanicos, elemento imprescindible durante “la caló omeya”, que diría nuestro don Ignacio.
     
Pero con todos los inconvenientes del día, lo peor llega en la noche. Noches que no se mueve una hoja en los árboles del jardín de enfrente a los que miro como echándoles la culpa. Noches que el termómetro no baja de treinta grados. Vueltas y más vueltas en la cama, sudor, a la nevera a por agua y por fin tiras el colchón en el salón y vuelves a encender el aire acondicionado por mucho que mañana te duelan todos los huesos, que son cosas que pasan cuando uno ya cobra el retiro.
     En fin, que vamos haciendo el cuerpo. Como se van a tener que hacer los peloteros. Qatar espera.

Cineurgos


Jesús Ibáñez


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    En lo que los tenorios del nuevo ozorismo (sí, de Ozores) aprovechaban el confinamiento para saltar los cercados, noveleros y cineros (“escritores y cineurgos”, en pedantería lainesca –sí, de Laín–, porque “¿por qué no decirlo así cuando se dice demiurgo y dramaturgo?”) trabajaban en su Manifiesto de la Reconstrucción de “Estepaís”, para reconstruir sus novelas y sus películas.
    
La novela es un arte al que favorecen mucho los tiempos de transición –presumía uno de estos miramelindos cuando lo suyo.
    
Cien años antes, Dostoyevski, que alguna novela logró sacar adelante, recogía en “Los demonios” su impresión de los tiempos de transición:
    
En los tiempos de transición nunca falta esa gentecilla, esa canalla que existe en toda sociedad… Sin saberlo, casi siempre cae bajo el mando de esa caterva de progresistas que operan con un fin determinado, y esa pandilla dirige toda esa basura… De qué a qué va la transición no lo sé, y sin embargo los hombres más despreciables se encimaron de pronto, empezaron a criticar en voz alta todo lo sagrado, cuando antes no se atrevían a abrir la boca, y la gente más principal, que hasta allí tan felizmente había ocupado los puestos de arriba, los escuchaba de pronto en silencio y algunos hasta les reían las gracias
    
Volvamos a “la reconstrucción”. ¿En qué consiste? La explicó, en los 70, el sociólogo Jesús Ibáñez, compañero de Julio Cerón en la creación del “Felipe”, impulsado para dar algún mal rato al franquismo. A Ibáñez lo deseó con obstinación el Psoe, y como no se dejó, hala, ostrakón:
    
Nada de lo no reflejado en las páginas de “El País” tiene reflejo en la realidad, y los políticos, escritores o intelectuales que no aparecen en él, son expulsados de la realidad. Escribo hasta el agotamiento y nunca la demanda de mí ha sido más intensa. Pero he sido expulsado de la realidad.
    
Por eso, queridos niños, “el mundo de la cultura” vive abonado a la creencia de que la realidad es una mentira inevitable sobre la verdad.

Miércoles, 24 de Junio

Valle de Esteban

Zinc caliente

martes, 23 de junio de 2020

Cuajo


Martin Buber

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El nuevo cuajo del Régimen es la cara de Edmundo Bal. ¡En esa cara quisiera ver yo trabajando a los Buber y a los Lévinas!

    Con los lametones de la osa virgiliana para dar forma a sus oseznos, anda el Régimen redondeando su Segundo Consenso, el separatista, cerrado a falta de algunos flecos como fue expuesto en un editorial del periódico de las elites en junio de 2016, y envía a Bal (había cosas que los ratones se negaban a hacer) a vendernos alfombras por los bares con el cuento de la Santa Transición, esa caricatura del Directorio francés, pero sin Bonaparte, claro, de quien sólo hemos copiado el Salario Mínimo Vital que el general corso dispuso para su Guardia Imperial.
    
El militarón Bonaparte, que caminaba sobre las puntas de los pies, “dándole a su cuerpo una especie de movimiento que había copiado de los Borbones”, constituye todo el triunfo de la Revolución francesa, que consagra ese odio europeo a la libertad que ha llegado a nuestros días.
    
Rousseau –decía el dictador francés– fue la causa de la Revolución. Por mi parte, no tengo queja, porque fue gracias a la Revolución que ocupo un trono.
    
Los liberalios de la época tenían el mismo cuajo que los de ahora, y sostenían tan pichis que la libertad (esa libertad que los medios llaman hoy “populismo”) sólo era posible en Inglaterra porque es una isla, en Holanda porque es una llanura y en Suiza porque es un país montañoso. La obsesión psiquiátrica de Bonaparte (¡y de Hitler!) fue la libertad inglesa.
    
En los sistemas liberales también se reprime la libertad política –nos recuerda un gran español–, ahogándola con libertades personales que la comprimen en un consenso.
    
En el Estado de partidos, cuyo modelo es la Alemania del “canto creciente del macho cabrío” (Botho Strauss), donde la führeresa controla todos los medios (nadie sabe qué pasó el fin de semana en Stuttgart), existen, pues, todas las libertades públicas, salvo la política. Por eso en él todo es mentira menos lo malo. Y lo malo es Zapatero.

Martes 23 de Junio

Valle de Esteban

Tormenta de feromonas

lunes, 22 de junio de 2020

No es baloncesto. Es fútbol

 Habrá que recuperar el espíritu del fútbol. Sin VAR

Más sombras que luz


Francisco Javier Gómez Izquierdo

       No me gusta el baloncesto. Hubo un tiempo que vi algún partido de la NBA de Magic Jhonson, Larry Bird, Kareem Abdul Jaabar... cuando llegó el Canal +, pero no disfrutaba nada y no insistí en trasnochar. Los tiempos muertos me espantaban y lo de las faltas personales no soy capaz de entenderlo. Los de mi peña me felicitaban ayer porque el equipo de mi pueblo, en jornada histórica, ganó al Real Madrid, pero me quedé que ni fú ni fá. Es más, cuando llegó la noche y me dispuse a ver a la Real, que me llama mucho más que el equipo de baloncesto que en Burgos juega en la plaza de toros de El Plantío, me acordé, para mal, del basket, como dicen los finolis. Por lo que ha contaminado al fútbol y lo que ha debilitado la tolerancia al choque y la fortaleza del hombro con hombro de los que lo cuentan. Acciones dudosas de falta personal en el mundo de la canasta lo ven como claro penalty los locutores de radio y televisión que ponen los amos del fútbol para convencer a los aficionados del nuevo espectáculo televisivo y su VAR al que estamos condenados. Me quedo alelado ante la displicencia de los comentaristas. Penalty de Llorente a Vinicius que no admite discusión. Penalty el otro día a Messi por chocarse, y digo chocarse, un poquito en el área del Leganés. Penaltys que al parecer no admiten discusión porque para eso está el VAR... y punto. No voy a negar mis dedos de voluntad contra el Madrid -lo de llevarse a Juanito por la cara de Martínez Laredo, aspirante a presidente de la Casa Blanca nos marcó a muchos burgaleses-, pero les prometo que no es pasión enfermiza lo que me domina a la hora de cuestionar la invalidez del gol de Januzaj. O la de Rodrigo antier. Aquí ya no se mira con lupa el bloqueo ilegal del baloncesto y su correspondencia balompédica. Se dictan sentencias injustas sobre la zona de influencia del atacante en fuera de juego, sin vergüenza y sin disimular la inclinación y la búsqueda de la complacencia del poderoso. Ya no vale que el mal colocado se inhiba de intervenir. El árbitro ha descubierto el modo de retorcer a conveniencia el espíritu del VAR y se acerca a la banda a mirar cuando le da la gana. Creo que en los penaltys dudosos tendría que acercarse a confirmar siempre y en los posibles fuera de juego tendría que bastar la palabra del VAR. Pero no. Se mira el monitor en el fuera de juego y se mantiene firme en el penalty favorable a los amos del cotarro. Eso sí, haga lo que haga el árbitro, más tropelías de las soportables para un servidor, ¿qué vieron el árbitro y el VAR en el golazo de Diego Carlos al Levante el otro día para anularlo? Siempre quedará que ha decidido la sabiduría infalible del VAR. Opinión papal, de mis tiempos de los marianistas.
    
 Las derrotas del Mirandés, Numancia, Osasuna y por último la Real Sociedad me amargaron la tarde-noche del domingo, pero no es lo peor el estado de ánimo pasajero de una noche infernal en la que no para uno de sudar y de acordarse del golazo de Januzaj. Lo peor es que en este “nuevo fútbol” los protagonistas más delicados son los mas abusones y para perpetrar sus desmanes se han acogido a la sagrada inquisición del VAR. Muletilla que me soltaba anoche mi cuñado Paco, impenitente descubridor de robos al Real Madrid: “El VAR lo vio claro”. Tendrá que ser así.
      De la dureza y su consecuencia, "oseáse" las expulsiones, mejor lo dejamos.