Camino de Santo Domingo
El Globo
Santo Domingo
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Desde hace seis o siete años he cogido la manía de andar dos horas mínimo al día más que nada para controlar la diabetes y no tener la penitencia de pincharme. Suelo hacerlo por Córdoba ciudad. Sin rumbo. Callejeo. Como vivo en Fátima, tiro para la carretera de Palma del Río; hacia la Ribera, y llego hasta el Jardín Botánico donde hay un trozo de árbol fosilizado de mi pueblo del que me gusta decir con los conocidos que me cruzo: “Voy a ver la piedra mas antigua de Córdoba, que la han traído de mi pueblo”. Al campo no me atrevía. Por la Campiñuela hasta la Laboral, sí, pero al campo campo, no. Yo creo que por pudor. Senderos hacia Sierra Morena salen de la cementera Asland, a cien metros de donde vivo, pero no sé por qué me parecía que esas rutas eran propias de cordobeses natos y de hacerlas tendría que ser con nativos como las he hecho y como he llevado yo a “las tumbas de Sailices” o la “Covacha los moros”en la Demanda a los que se han acercado a visitarme. Me ha costado, pero al final la peste me ha tirado al monte, a no coincidir con gente y a volver un poco a paisajes de la infancia. Muy temprano, llevo haciendo lo mismo hasta hoy desde que nos dieron suelta para pasear, enfilo el arroyo Pedroche, el camino de las Canteras, el de la fuente la Palomera, el de Santo Domingo y tiqui-tiqui llego hasta donde me parece. Hoy, animado porque al fin podré ir a Sevilla o Cádiz me he atrevido por una senda que desde el Puente de Hierro sube hacia la pista que lleva al santuario de Santo Domingo. Es camino paralelo al de la fuente de la Palomera, menos transitado y tan cerrado que a veces dejas de ver el cielo. En un momento he tenido la sensación de que me vigilaban y de repente he sentido un sonido como el de un soplete de soldar. Cuando en un claro de los pinos, matojos, adelfas... ha aparecido una cosa muy rara de ver en Córdoba, un globo aerostático, se me ha venido a la cabeza el Robert Duvall surfero de Apocalypsis Now y su adoración por el napalm. “Nos vigilan desde cualquier sitio. Si esto fuera Vietnam ya me habrían dado matarile”.
Desde hace seis o siete años he cogido la manía de andar dos horas mínimo al día más que nada para controlar la diabetes y no tener la penitencia de pincharme. Suelo hacerlo por Córdoba ciudad. Sin rumbo. Callejeo. Como vivo en Fátima, tiro para la carretera de Palma del Río; hacia la Ribera, y llego hasta el Jardín Botánico donde hay un trozo de árbol fosilizado de mi pueblo del que me gusta decir con los conocidos que me cruzo: “Voy a ver la piedra mas antigua de Córdoba, que la han traído de mi pueblo”. Al campo no me atrevía. Por la Campiñuela hasta la Laboral, sí, pero al campo campo, no. Yo creo que por pudor. Senderos hacia Sierra Morena salen de la cementera Asland, a cien metros de donde vivo, pero no sé por qué me parecía que esas rutas eran propias de cordobeses natos y de hacerlas tendría que ser con nativos como las he hecho y como he llevado yo a “las tumbas de Sailices” o la “Covacha los moros”en la Demanda a los que se han acercado a visitarme. Me ha costado, pero al final la peste me ha tirado al monte, a no coincidir con gente y a volver un poco a paisajes de la infancia. Muy temprano, llevo haciendo lo mismo hasta hoy desde que nos dieron suelta para pasear, enfilo el arroyo Pedroche, el camino de las Canteras, el de la fuente la Palomera, el de Santo Domingo y tiqui-tiqui llego hasta donde me parece. Hoy, animado porque al fin podré ir a Sevilla o Cádiz me he atrevido por una senda que desde el Puente de Hierro sube hacia la pista que lleva al santuario de Santo Domingo. Es camino paralelo al de la fuente de la Palomera, menos transitado y tan cerrado que a veces dejas de ver el cielo. En un momento he tenido la sensación de que me vigilaban y de repente he sentido un sonido como el de un soplete de soldar. Cuando en un claro de los pinos, matojos, adelfas... ha aparecido una cosa muy rara de ver en Córdoba, un globo aerostático, se me ha venido a la cabeza el Robert Duvall surfero de Apocalypsis Now y su adoración por el napalm. “Nos vigilan desde cualquier sitio. Si esto fuera Vietnam ya me habrían dado matarile”.
El artefacto me ha sobrevolado durante diez o quince minutos. El sonido, ya digo que como de soplete, no me ha gustado nada, pero como no entiendo tampoco le he echado cuentas. He subido al santuario y al bajar me he encontrado al primer ser vivo en toda la ruta que ha resultado ser Falín, un redomado bicicletero de esos de montaña, tan suicida que se mete por cualquier roquedal y me ha dicho que un globo ha caído en un vallejito que hay donde se junta un arroyo con el río Pedroche: “...Les he dicho que no hay vehículo que llegue allí. Como no sea con un quad...Son publicitarios de Madrid y se ve que se les ha amontonado el globo”.
Mala suerte o inexperiencia la de los que guiaban el aparato, pero a mí me sonó mal desde un principio el“flúúúflúúú” y de verdad que no me ha extrañado la novedad de Falín. Al parecer, en Andalucía y desde hoy estos ratos mañaneros de libertad que paso en el monte se amplían a todas las horas del día y a todas las provincias de la Comunidad. Supongo que procede alegrarse.