Calle Rioja
viernes, 31 de mayo de 2013
En la muerte de Aguirre Suárez
Estudianates 69.- Pachamé, Poletti, Malbernat, Aguirre Suárez, Madero y Togneri
Abajo: Rudzki, Bilardo, Conigliaro, Flores y Verón
Abajo: Rudzki, Bilardo, Conigliaro, Flores y Verón
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Fue nuestro hombre malo del fútbol. Lo “¿razonábamos?” en los recreos, Mauro, el Gaitu y un servidor, los tres únicos socios -infantiles- del Burgos que había en el curso.
-Fernández va más de frente. No disimula. Pega y lo ve todo el mundo. Aguirre Suárez es mas “subterráneo”.
El juego subterráneo tenía mucha importancia en los 70 y posiblemente el mejor intérprete del método fuera Ramón Alberto Aguirre Suárez. En Argentina “el Negro” Suárez.
Tengo contado que nuestra drogadicción futbolera nos llevaba a buscar revistas suramericanas para saber cosas de los que venían, siendo los futbolistas más extravagantes los que fichaba Candi para su Granada. Nos hacíamos los interesantes hablando de los “pincharratas”, un equipo de hombres terribles que entrenó Osvaldo Zubeldía como si fueran marines y a los que llevó a la gloria ganando más batallas que partidos.Con el tiempo se llamó bilardismo lo que debió conocerse siempre como zubeldismo.
De aquel Estudiantes, Candi se trajo a Echecopar y Aguirre Suárez, diciendo que eran medio españoles. Echecopar no coló, pero el “negro” Suárez, sí... y eso que a pesar de nacer en Tucumán usó de documentos paraguayos. “Tenía cinco pasaportes....”, me contó un excompañero suyo en el Granada “....aquello de los oriundos sí que fue un timo de no te menees”.
Con Fernández formó una defensa que dio mucho trabajo a la traumatología e hizo temblar a todas las delanteras de Primera. Los buenos arietes no viajaban a Granada y Aguirre Suárez tampoco lo hacía a Madrid por “cosas” que había tenido con Amancio. Fue en un partido de Copa, cuando Fernández hizo lo que se esperaba de “el Negro”. Tampoco iba a Valencia por encojar a Forment y por cabrear mucho al entrenador Di Stéfano, al que sancionaron por denunciar en la prensa las “salvajadas” del compatriota.
Aguirre Suárez es historia sagrada en Estudiantes de la Plata junto al “Narigón” Bilardo, “el Bocha” Flores, “la Bruja” Verón, “el Tordo” Madero... un grupo al que se llamó “la tercera que mata”y que se tradujo en Europa como “los jóvenes asesinos”. Llegó a ser encarcelado por la violencia repartida después de una Intercontinental contra el Milán -“estaban drogados”, llegó a decir Gianni Rivera- en la prisión de “Villa Devoto”, incorporando Bilardo el incidente a su discurso: “La gloria o Devoto”.
Dicen , no sé si es leyenda apócrifa, pero la tengo como cierta desde hace cuarenta años, que Aguirre Suárez vino a Granada después de ser suspendido a perpetuidad en Argentina, sin que se supiera su fecha de nacimiento y con el único fin de espantar goleadores. No en balde, Candi había sido portero.
También dicen que saltaba al campo con alfileres entre los dedos, que metía los dedos en los ojos de los rivales, que en los córners echaba tierra a la cara de los porteros y una vez en el As leí que se pegó con Fernández antes de un partido. La pelea fue mentira, pues era truco aprendido con Zubeldía, quien, para intimidar, enseñó a simular agresiones entre sus propios jugadores para que supiera el enemigo de qué “casta perro” estaban hechos. Las demás acusaciones puede que también lo sean.
También dicen que saltaba al campo con alfileres entre los dedos, que metía los dedos en los ojos de los rivales, que en los córners echaba tierra a la cara de los porteros y una vez en el As leí que se pegó con Fernández antes de un partido. La pelea fue mentira, pues era truco aprendido con Zubeldía, quien, para intimidar, enseñó a simular agresiones entre sus propios jugadores para que supiera el enemigo de qué “casta perro” estaban hechos. Las demás acusaciones puede que también lo sean.
Ha muerto el defensa que jugando en España he tenido por más fiero y a pesar de lo que pueda parecer lo escrito, lo tengo por legendario e irrepetible. Formó parte del mejor Granada de la historia y en Los Cármenes nunca se ha vuelto a disfrutar tanto del fútbol.
Dicen que tenía 68 años y que su orgullo no permitió que le vieran la debilidad. Vivió y murió como un valiente.
Dicen que tenía 68 años y que su orgullo no permitió que le vieran la debilidad. Vivió y murió como un valiente.
Descanse en paz.
Cromo de un Granada 72/73
Guerra
El triunfo de la feminidad
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Ahora que hasta las ginebras se tornan dulces y afrutadas para conquistar a las mujeres, sale en plan chinche el hermano de Juan Guerra y le pone una B en el morrillo a Garzón, el hombre que ya le pusiera una X en el morrillo a Gonzalón.
–¡Lo que hay que hacer para vender un libro! –ha contestado Garzón.
La España de letras en otro duelo goyesco que ganará Garzón, quien, a falta de voz, tiene a Pilar Urbano.
Tampoco uno está muy seguro de que a Garzón le falte voz, pues a lo mejor la tiene dulce y afrutada, como las nuevas ginebras femeninas.
Melodiosa, en sordina, como la de Mallarmé, que cautivaba con un timbre exquisito y repentinas notas agudas.
Una flauta mágica, vamos.
–Eso sí lo ha dado España, ¿ves?, el encanto de la flauta mágica –le dijo María Zambrano a José-Miguel Ullán.
Para ella, Valle-Inclán, Ortega (si hubiera querido)… lo tenían. Machado, en cambio, “tenía voz, pero no la usaba”.
–Machado no podía decir que aquí hay tantas mesas… Tenía que hacer un mito, una fábula de aquello. Como es el modo andaluz.
Guerra es machadista, y está por la cosa de mitificarse, de llevarse lejos, de traerse, cambiarse de tiempo, imaginarse, figurarse, cuando para vender libros todo lo que ha de hacer es tornarse dulce y afrutado ante las señoras, que son las que los compran.
Las señoras compran los libros, pero también compran el fútbol y los toros, que, de afrutados que se han vuelto, tienen a los caballeros hechos unos piperos, fenómeno cuya explicación, ya en el 98, Antonio Burgos, con su oído absoluto para el lenguaje, oyó a El Potra (Miguel Criado, gran Cyrano sevillano del Arenal):
–Los toreros se dividen hoy en dos grandes grupos: los de comer pipitas y los de no comer pipitas. A estos pegapases que hay, tú los puedes ver tranquilamente comiendo pipitas. Hacen un toreo de comer pipitas.
En este San Isidro, yo he asistido en andanada a una tertulia, de espaldas al ruedo, sobre la curva de Laffer.
Decimoctava. La de Adolfo. Ni más ni menos que una tarde (muy grande) de toros
Marinero, el toro
(Aplaudido por su lidiador en el arrastre)
(Aplaudido por su lidiador en el arrastre)
José Ramón Márquez
La verdad es que desde el día 12 de mayo que se vio la corrida de Pichorronco, no veíamos más toro en Las Ventas que ése que está puesto como veleta encima del reloj. Afortunadamente, cuando faltan dos días para que se acabe la Feria, hoy, por fin, volvió el toro a la Plaza de Toros.
Que nadie se crea que cuando se dice el toro se está diciendo otra cosa que ese animal cuya presencia mete miedo, cuya presencia dice: «No vengas cerca de mi»; al decir toro nos referimos a ese animal que no entiende de arte, ni falta que le hace, pues lo suyo es infundir respeto y no andar preocupado con ruidos estéticos. Seis toros de Adolfo Martín, hoy en Madrid, que se fueron al desolladero con las bocas cerradas, y no hay nadie de los que hoy han estado en Las Ventas que pueda decir que le ha visto la lengua a alguno de ellos. Seis toros listos, cambiantes, que se enteraban perfectamente de lo que pasaba alrededor, de que había un truco tras ese paño rojo que se movía o de que dos señores iban de conversación paseando despreocupadamente por el callejón. El toro de lidia retornó hoy a Madrid, en suma, imponente, para poner en evidencia que eso es precisamente lo que se nos hurta constantemente.
La corrida que Adolfo Martín trajo a Madrid fue seria y bien presentada. Toros herrados con los guarismos 7, 8 y 9, de los que alguno blandeó y que, en general, fueron remisos a acudir al cite de los picadores. Y aunque la corrida no fue pronta al caballo, todos ellos hicieron su pelea sin salirse sueltos de la suerte y hubo dos que incluso derribaron. Toros de Adolfo, muy cambiantes, que pedían el carnet de identidad, inhábiles para las moderneces. Dos nombres para echar a volar la imaginación, Malagueño, número 29, que nos trajo el imborrable recuerdo de aquel Malagueño II de hace diez o doce años, y Aviadorito, número 96, con igual nombre de pila que aquel que mató Rafaelillo en Madrid hace un par de años, que tanto terror infundió y que cogió fuertemente a Daniel Mora. La corrida fue interesantísima por lo cambiante del comportamiento de los toros durante su lidia, por lo bien criados de los toros y por esas impresionantes cabezas.
Y lo que nos han proporcionado estos toros de Adolfo Martín ha sido simplemente una gran tarde de toros, especialmente porque cuando hay un toro en la arena no se puede (ni se debe) apartar los ojos del ruedo, pues siempre existe la posibilidad de que ocurra algo. Y es que además de toros ha habido toreros, que eso es ya una conjunción astral digna de ser estudiada por algún esotérico. Con los de la V metida en un panal se atrevieron Antonio Ferrera, Javier Castaño y Alberto Aguilar, que venía en sustitución de Fandiño. Gloria a ellos por no rehuir su responsabilidad de toreros en anunciarse con una corrida como ésta de hoy y vilipendio para esas florecillas de invernadero que guarecen su inanidad tras las patas de la descastada consanguinidad juampedrera, cuyos productos de toda laña que atestan las dehesas, son vendimiados cansinamente en tediosa exclusividad por los cuatro nombres que todo el mundo tiene en mente.
Ferrera presenta actualmente sus credenciales de torero asolerado, pues ya lleva dieciséis años de matador de toros. El año pasado me gustó en la concurso de Valverde del Camino. El pasado 2 de mayo, el día de los disfraces de Cornejo en que se estrenó el torilero barbudo de tan efímera vida, estuvo muy entero y firme con un toro complicado, y hoy le pondría a su actuación un aprobado alto, lo primero por anunciarse con lo de Adolfo, lo segundo porque estuvo toreando de capa con conocimiento y al segundo de su lote le dio una serie de verónicas, andando hacia adelante, de gran mando y hondura; lo tercero por dos de los pares de banderillas que puso, uno por los adentros de gran exposición y otro al quiebro en el que dio muchísimas ventajas al toro, dejándole prácticamente parado con el quiebro, del que el torero salió andando como si viniese de echar la Primitiva; y lo cuarto por la perfecta ejecución de la estocada a su segundo, Baratillo, número 106. Si además sumamos lo atento que estuvo a los avatares de la lidia y cómo se propuso y consiguió dar espectáculo, la actuación de Ferrera ha sido, en su conjunto, muy interesante.
Javier Castaño se ha propuesto dar el espectáculo completo de la lidia de principio a fin. Por eso es uno de los toreros que siempre se desea que aparezca en los carteles, pues su nombre es garantía de variedad. A la esmerada brega de Marco Galán y a los excelentes pares de David Adalid y Fernando Sánchez, se une la presencia de Tito Sandoval para demostrar la evidencia de que para ser un buen picador hay que saber montar. Parece una perogrullada, pero es la verdad, que Sandoval es capaz de hacer cabriolas con un caballo guateado y hasta se te olvida que el aleluya va cubierto con ese antiestético estorbo de las faldillas.
Alberto Aguilar ha sido víctima de los malos consejos, del apresuramiento o de la inexperiencia. Alentado por los cantos de sirena que se lanzan desde la sobrepuerta de arrastre guarecida por un toldo con mando a distancia, se pilló la sustitución de Fandiño en una apuesta de riesgo que perdió, pues la corrida de hoy le dejó bastante al aire sus defectos y no sirvió para resaltar ninguna de sus virtudes.
APËNDICE SOBRE LA SUERTE DE VARAS
Toda la belleza de la suerte de varas ha estado hoy presente en Madrid. La manera de mover el caballo de Sandoval, la firme convicción de que el toro acudiría, la dosificación del castigo para ahormar al toro, y no para aniquilarle, el ver a un hombre toreando con el caballo que tantas tardes hemos visto como amorcillado y mustio, es una demostración irrefutable de lo que nos hurtan unas doce veces por corrida cuando un tío aburrido de la vida pone al caballo atravesado, agarra la vara del extremo y espera a que el toro acuda al cencerreo del estribo para cebarse con él a modo.
APÉNDICE SOBRE CUADRILLAS
Hartos estamos de ver a los que se enseñorean del escalafón llevar unas cuadrillas de pena. Es lo lógico cuando el bicho al que te enfrentas va de Jandilla a Cuvillo pasando por el Montecillo, qué más da el peonaje. Cuando prácticamente te matas la camada de Miura como hace Castaño, llevar una buena cuadrilla es pura cuestión de supervivencia, pero lo de Marco Galán, David Adalid y Fernando Sánchez es un lujo, un regalo al aficionado que sirve para resaltar de manera precisa el trozo de espectáculo que se nos hurta cada tarde.
APÉNDICE SOBRE JAVIER CASTAÑO
La faena de Javier Castaño al toro Marinero, número 7, es la mejor faena que se ha visto en lo que llevamos de Feria. No podemos hablar de una faena completa, pues tiene sus altibajos. Se forma a base de ir confiándose con un toro que daba pocas facilidades para confiarse con él y con la idea de tratar de hacer el toreo. No siempre lo consigue Javier Castaño en su faena, a veces pierde pasos porque es muy comprometido mantener la posición, pero en los momentos en que se queda y tira del toro consigue muletazos de una gran pureza y mando. A veces el toro le sorprende lanzando un tremendo derrote, que el torero aguanta con entereza, a veces el torero tira del toro y le saca un profundo natural. Faena imperfecta y emocionantísima.
APÉNDICE SOBRE BARATILLO
Baratillo, número 106, cárdeno oscuro, bragado, meano, cantó desde su salida a la arena sus virtudes. Su embestida larga fuerte y vibrante hizo presagiar lo mejor porque embistió con codicia y humillando por los dos pitones. Creo que para mí el momento de más emoción que he vivido en esta feria que toca a su fin ha sido cuando Baratillo empujaba con fuerza y fijeza y con el rabo levantado al guateado del penco que montaba Alonso Sánchez que le sujetaba con la puya en su primer encuentro. En un momento dado, el toro se para un momento, toma fuerzas y con un impresionante esfuerzo de los riñones levanta al sofá cama y al tío que iba encima y derriba con guapeza sólo a base de fuerza, casta y coraje.
La segunda vez que se pone al toro al caballo se ve bien a las claras que el picador no desea que el toro se le venga a la distancia que se le había colocado y utiliza todos los trucos a su alcance para hacer ver que el toro no va. Ferrera le indica en dos ocasiones lo que debe hacer, pero las trazas de Sánchez son las de quien no quiere verse en el trance que le ponen. Como el toro es tardo, acaban cerrándole un poco y cuando acomete al penco le mete un lanzazo en cualquier sitio.
El toro cambia por dos cosas, la primera porque en un momento en que el toro se vence hacia los peones y los matadores, Aguilar le da un espantoso capotazo rematado por arriba, que el toro acusará más adelante. En segundo lugar porque Ferrera hace el tercio de banderillas muy largo, lo cual no es beneficioso. Como resultado de todo lo anterior, el toro llega aplomado a la muleta sin la alegría del principio y queda la sensación de que nada de lo que se le ha hecho ha sido a favor del toro.
Que nadie se crea que cuando se dice el toro se está diciendo otra cosa que ese animal cuya presencia mete miedo, cuya presencia dice: «No vengas cerca de mi»; al decir toro nos referimos a ese animal que no entiende de arte, ni falta que le hace, pues lo suyo es infundir respeto y no andar preocupado con ruidos estéticos. Seis toros de Adolfo Martín, hoy en Madrid, que se fueron al desolladero con las bocas cerradas, y no hay nadie de los que hoy han estado en Las Ventas que pueda decir que le ha visto la lengua a alguno de ellos. Seis toros listos, cambiantes, que se enteraban perfectamente de lo que pasaba alrededor, de que había un truco tras ese paño rojo que se movía o de que dos señores iban de conversación paseando despreocupadamente por el callejón. El toro de lidia retornó hoy a Madrid, en suma, imponente, para poner en evidencia que eso es precisamente lo que se nos hurta constantemente.
La corrida que Adolfo Martín trajo a Madrid fue seria y bien presentada. Toros herrados con los guarismos 7, 8 y 9, de los que alguno blandeó y que, en general, fueron remisos a acudir al cite de los picadores. Y aunque la corrida no fue pronta al caballo, todos ellos hicieron su pelea sin salirse sueltos de la suerte y hubo dos que incluso derribaron. Toros de Adolfo, muy cambiantes, que pedían el carnet de identidad, inhábiles para las moderneces. Dos nombres para echar a volar la imaginación, Malagueño, número 29, que nos trajo el imborrable recuerdo de aquel Malagueño II de hace diez o doce años, y Aviadorito, número 96, con igual nombre de pila que aquel que mató Rafaelillo en Madrid hace un par de años, que tanto terror infundió y que cogió fuertemente a Daniel Mora. La corrida fue interesantísima por lo cambiante del comportamiento de los toros durante su lidia, por lo bien criados de los toros y por esas impresionantes cabezas.
Y lo que nos han proporcionado estos toros de Adolfo Martín ha sido simplemente una gran tarde de toros, especialmente porque cuando hay un toro en la arena no se puede (ni se debe) apartar los ojos del ruedo, pues siempre existe la posibilidad de que ocurra algo. Y es que además de toros ha habido toreros, que eso es ya una conjunción astral digna de ser estudiada por algún esotérico. Con los de la V metida en un panal se atrevieron Antonio Ferrera, Javier Castaño y Alberto Aguilar, que venía en sustitución de Fandiño. Gloria a ellos por no rehuir su responsabilidad de toreros en anunciarse con una corrida como ésta de hoy y vilipendio para esas florecillas de invernadero que guarecen su inanidad tras las patas de la descastada consanguinidad juampedrera, cuyos productos de toda laña que atestan las dehesas, son vendimiados cansinamente en tediosa exclusividad por los cuatro nombres que todo el mundo tiene en mente.
Ferrera presenta actualmente sus credenciales de torero asolerado, pues ya lleva dieciséis años de matador de toros. El año pasado me gustó en la concurso de Valverde del Camino. El pasado 2 de mayo, el día de los disfraces de Cornejo en que se estrenó el torilero barbudo de tan efímera vida, estuvo muy entero y firme con un toro complicado, y hoy le pondría a su actuación un aprobado alto, lo primero por anunciarse con lo de Adolfo, lo segundo porque estuvo toreando de capa con conocimiento y al segundo de su lote le dio una serie de verónicas, andando hacia adelante, de gran mando y hondura; lo tercero por dos de los pares de banderillas que puso, uno por los adentros de gran exposición y otro al quiebro en el que dio muchísimas ventajas al toro, dejándole prácticamente parado con el quiebro, del que el torero salió andando como si viniese de echar la Primitiva; y lo cuarto por la perfecta ejecución de la estocada a su segundo, Baratillo, número 106. Si además sumamos lo atento que estuvo a los avatares de la lidia y cómo se propuso y consiguió dar espectáculo, la actuación de Ferrera ha sido, en su conjunto, muy interesante.
Javier Castaño se ha propuesto dar el espectáculo completo de la lidia de principio a fin. Por eso es uno de los toreros que siempre se desea que aparezca en los carteles, pues su nombre es garantía de variedad. A la esmerada brega de Marco Galán y a los excelentes pares de David Adalid y Fernando Sánchez, se une la presencia de Tito Sandoval para demostrar la evidencia de que para ser un buen picador hay que saber montar. Parece una perogrullada, pero es la verdad, que Sandoval es capaz de hacer cabriolas con un caballo guateado y hasta se te olvida que el aleluya va cubierto con ese antiestético estorbo de las faldillas.
Alberto Aguilar ha sido víctima de los malos consejos, del apresuramiento o de la inexperiencia. Alentado por los cantos de sirena que se lanzan desde la sobrepuerta de arrastre guarecida por un toldo con mando a distancia, se pilló la sustitución de Fandiño en una apuesta de riesgo que perdió, pues la corrida de hoy le dejó bastante al aire sus defectos y no sirvió para resaltar ninguna de sus virtudes.
APËNDICE SOBRE LA SUERTE DE VARAS
Toda la belleza de la suerte de varas ha estado hoy presente en Madrid. La manera de mover el caballo de Sandoval, la firme convicción de que el toro acudiría, la dosificación del castigo para ahormar al toro, y no para aniquilarle, el ver a un hombre toreando con el caballo que tantas tardes hemos visto como amorcillado y mustio, es una demostración irrefutable de lo que nos hurtan unas doce veces por corrida cuando un tío aburrido de la vida pone al caballo atravesado, agarra la vara del extremo y espera a que el toro acuda al cencerreo del estribo para cebarse con él a modo.
APÉNDICE SOBRE CUADRILLAS
Hartos estamos de ver a los que se enseñorean del escalafón llevar unas cuadrillas de pena. Es lo lógico cuando el bicho al que te enfrentas va de Jandilla a Cuvillo pasando por el Montecillo, qué más da el peonaje. Cuando prácticamente te matas la camada de Miura como hace Castaño, llevar una buena cuadrilla es pura cuestión de supervivencia, pero lo de Marco Galán, David Adalid y Fernando Sánchez es un lujo, un regalo al aficionado que sirve para resaltar de manera precisa el trozo de espectáculo que se nos hurta cada tarde.
APÉNDICE SOBRE JAVIER CASTAÑO
La faena de Javier Castaño al toro Marinero, número 7, es la mejor faena que se ha visto en lo que llevamos de Feria. No podemos hablar de una faena completa, pues tiene sus altibajos. Se forma a base de ir confiándose con un toro que daba pocas facilidades para confiarse con él y con la idea de tratar de hacer el toreo. No siempre lo consigue Javier Castaño en su faena, a veces pierde pasos porque es muy comprometido mantener la posición, pero en los momentos en que se queda y tira del toro consigue muletazos de una gran pureza y mando. A veces el toro le sorprende lanzando un tremendo derrote, que el torero aguanta con entereza, a veces el torero tira del toro y le saca un profundo natural. Faena imperfecta y emocionantísima.
APÉNDICE SOBRE BARATILLO
Baratillo, número 106, cárdeno oscuro, bragado, meano, cantó desde su salida a la arena sus virtudes. Su embestida larga fuerte y vibrante hizo presagiar lo mejor porque embistió con codicia y humillando por los dos pitones. Creo que para mí el momento de más emoción que he vivido en esta feria que toca a su fin ha sido cuando Baratillo empujaba con fuerza y fijeza y con el rabo levantado al guateado del penco que montaba Alonso Sánchez que le sujetaba con la puya en su primer encuentro. En un momento dado, el toro se para un momento, toma fuerzas y con un impresionante esfuerzo de los riñones levanta al sofá cama y al tío que iba encima y derriba con guapeza sólo a base de fuerza, casta y coraje.
La segunda vez que se pone al toro al caballo se ve bien a las claras que el picador no desea que el toro se le venga a la distancia que se le había colocado y utiliza todos los trucos a su alcance para hacer ver que el toro no va. Ferrera le indica en dos ocasiones lo que debe hacer, pero las trazas de Sánchez son las de quien no quiere verse en el trance que le ponen. Como el toro es tardo, acaban cerrándole un poco y cuando acomete al penco le mete un lanzazo en cualquier sitio.
El toro cambia por dos cosas, la primera porque en un momento en que el toro se vence hacia los peones y los matadores, Aguilar le da un espantoso capotazo rematado por arriba, que el toro acusará más adelante. En segundo lugar porque Ferrera hace el tercio de banderillas muy largo, lo cual no es beneficioso. Como resultado de todo lo anterior, el toro llega aplomado a la muleta sin la alegría del principio y queda la sensación de que nada de lo que se le ha hecho ha sido a favor del toro.
Castaño, el torero
Calle de Alcalá
Para las figuras del toreo moderno
La marabunta sobre el puesto de pipas
La papela de Abella
Ramiro Calle de Oriente en la Andanada del 9
Un cadáver a los postres
El programa de mano
Comité de Ética Contra la Resistencia Orejera del Presidente Martínez
¿Quién apoderará a Aguilar?
Mujer con refresco
El portón
De compras por el callejón de Serrano
Leyendo la cartilla en el palco municipal
Cierto aire a Iggy Pop
El amo de las orejas
El Nido de Abella
¡A mi que em registrin!
No sent Jandilla, millor no mirar
Orden en el callejón
Paseíllo
Castaño, Aguilar, Ferrera
Florencio midiendo la vara
Malagueño en el penco
Primer Guernica de la tarde
Ferrera y Malagueño
Fernando Sánchez
Tito Sandoval y Fernando Sánchez
David Adalid
La majeza
El valor
El saludo
La guardia
Y en la brega, Marco Galán,
que completa la gran cuadrilla de Javier Castaño
Laverón con dama
Muerto Sevillanito...
Viva Baratillo
Probablemente el mejor toro de la Feria, después del Bustillo I de Escolar
Derribó a la antigua
Y Ferrera le montó un 15-M en banderillas,
con tienda quechua en la Puerta del Sol,
para quitarle todo el gas para la muleta
Baratillo, Ferrera y la quechua
Fernando Sánchez junto a la quechua de repuesto de Ferrera
Manuel Rubio y Javier Valdeoro con los gallos arrojados desde el 5
Midiendo las estocadas desde el palco municipal
Pipas en Telemadrid
Sánchez esperando a Repollito
Marinero esperando a Sánchez
El encuentro de Marinero con Tito Sandoval fue de una belleza suprema
A Tito se le olvidó tomar permiso del palco
El show de Adalid
La guapeza de Sánchez
El saludo de Sánchez y Adalid
La vuelta al ruedo con devolución de prendas de Castaño
Mientras el torero da la vuelta, los piperos del callejón de Abella,
todos antitaurinos, salen en montonera, como los ñus,
para tomar el primer Metro
Las monerías de Ferrera en banderillas
nos metieron en las diez y media de la noche pasadas
Recuerdo de una tarde con los adolfos
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