Toreo del 49
Pepe Luis se ha ido y no ha dejado escrita su tauromaquia. Podía haber legado a las generaciones venideras, como hizo Domingo Ortega, un tratado en el que desentrañase su toreo, pero ese escrito siempre hubiese sido incompleto, pues la gracia, la facilidad y la soltura son cosas de muy difícil explicación.
En estos turbios momentos que vivimos en que se toma tan desmesuradamente en vano el nombre del Arte y en que el sevillanismo ha devenido en profesión, Pepe Luis, inteligencia y arte, predilecto de Manolete, torero «de pura espuma sevillana en el adorno, pero de profundo toreo en sus grandes faenas», como le etiquetó Cossío, queda para la Historia como el último gran torero salido de un matadero, el penúltimo torero de la escuela sevillana, el que le hacía los tentaderos a Miura. Nos lega la fantasía de la imborrable serpentina de su cartucho del pescao, tomado del Espartero de la Plaza de la Alfalfa. Pura Sevilla. Que la tierra le sea leve.
José Ramón Márquez