sábado, 18 de mayo de 2013

Octava. La de Guadaira. Segunda taza de un caldo muy malo

 El que avisa...

José Ramón Márquez

Ahora que en Madrid ha vuelto el invierno, parece que en vez de en la de San Isidro estamos en la Feria de Otoño. Ayer, al terminar la corrida que tantas risas nos proporcionó, la peña regalaba entradas a manojos, por si llovía y se suspendía poder devolverlas para que la Empresa no se aprovechase de la circunstancia. Claro que otra cosa era tratar de colocarlas, que ni regaladas las quería nadie; y esta tarde entre el frío y el partido del Real y el Atlético, ni siquiera estaban  los vejetes esos que se ponen en la Puerta Grande a ver si alguien les regala un boleto. La Plaza estaba un poco más poblada que lo que suele estar un domingo cualquiera.

La corrida de hoy se basaba en la parte ganadera en los novillos de Guadaira (quiere decirse de la Ganadería de Guadaira S.L.). Se conoce que como dieron tan buen juego y dejaron tan buen cartel el pasado 28 de abril, que daba asquito verlos, pues pensaron las mentes pensantes de los Choperón Father and son, o se le ocurrió al zascandil de Simón Casas o lo mismo dijo Toño Matilla que sí o sí, o sea que a ellos solos o en compañía los unos de los otros se les puso la cosa en que hoy tenían que volver a Madrid de nuevo los jandillas de eliminando lo anterior de Guadaira a corretear y a lucir palmito por la arena de Las Ventas. Y salieron los Guadaira y fue como la repetición de lo de abril, que no hace falta ser doctor en veterinaria para saber que en un mes no hay un ganadero, por bueno que sea,  que arregle una ganadería.

En honor a la verdad hay que decir que en general los novillos no desentonaron de la novillada del día anterior, anunciada jocosamente como corrida de toros de Juan Pedro Domecq, y que al salir el primero de los de hoy uno se daba cuenta de que el peso del novillo es el que les convenía a varios de los «toros» del día anterior. Y en cuanto a la presencia, si descontamos las cabezas, que estos de hoy eran algo más pobres y estrechas de sienes, pues lo mismo. La gran sorpresa de los novillos la dio el sexto, Pintor, número 52, que saltó la barrera por el 7 para contento de unos adolescentes, una japonesa y del que firma estas líneas, y que luego, durante la faena de muleta se dedicó a dar unos berridos en cada pase como imitando el habla de Chewbacca. Lo mismo que ayer Morante en su primero se dedicó a emitir un ronquido, un croar a cada trapazo para hacer andar al torillo, hoy este novillo Wookie quiso festejar también sus embestidas con su primitivo canto.
Para acabar con las fieras de Guadaira se vinieron a Las Ventas a pasar frío Gómez del Pilar, Juan Leal y Roberto Blanco, de Madrid, Arlès y Medina del Campo, respectivamente.
Gómez del Pilar ya debería estar con la alternativa tomada si hacemos caso a aquella vieja conseja que recomendaba el toro de cinco y el torero de veinticinco. El año pasado ya estuvo en san Isidro y tuvo lo que su entorno consideraría un éxito, que por lo visto no fue suficiente como para empujarle hacia el mundo del cuatreño. Hoy, como ayer, volvió a ponerse de rodillas ante el chiquero para saludar la salida de sus dos oponentes y hoy, como ayer, quiso echar mano de un repertorio ligero basado en el desparpajo y la frescura, pero con la salvedad de que hoy no tenía enfrente al novillo del año anterior, por lo que todo lo que el año pasado puso de su parte aquel animal, en este año lo tenía que poner el torero. El hombre lo que ponía era su desparpajo y su frescura, y como la tarde estaba ya de por sí fresca, la cosa no acabó de llegar al tendido. Lo mejor la cuadrilla, con un Raúl Cervantes que puso dos buenos pares y con Iván Aguilera que maneja de perlas el capote de brega.

Juan Leal debe admirar un montón a Castella. De hecho es quien le va a dar pasado mañana la alternativa. El principal defecto de este chico es que no tiene muñeca, por lo que no resuelve bien el remate del muletazo. Donde tiene que aparecer ese juego que deja al toro colocado para el siguiente pase, Leal da un corte abrupto y el toro se queda descolocado y el torero también. Si el toro llega a ser muy tonto y es de los que se coloca solito, no pasa nada, pero si le pasa lo que hoy, que al toro hay que llevarle más, la cosa fracasa. De la colocación y demás tiquismiquis ni hablaremos porque Leal se acopla de manera muy ortodoxa a las modernas tendencias de ese tipo de toreo ventajista al que denominamos julianerismo en su variedad de cercanías o ahogamiento. Imbuido de las enseñanzas de los maestros, obsequió a la congelada parroquia con el circular invertido, como Manzanares.
A Roberto Blanco  no le vi en su presentación madrileña, que uno andaba liado con los Miura. En el recibo de muleta a su primero lo trajo de largo y por tres veces se le vieron buenas intenciones taurómacas. El novillo repetía de lo lindo y Roberto se echó al lado oscuro julianeando lo suyo para acabar él también con el homenaje a Manzanares del circular invertido. Faena de tono menor por debajo de las condiciones del novillote, pero, como se ha dicho, con un inicio prometedor. En su segundo, el que berreaba como Chewbacca, menos franco y menos claro por manso, se echó la mano a la zurda para pregonar dos series de mucha enjundia quedándose en el sitio, ligando los pases, tragando lo suyo y tirando del toro, que fue con mucho lo mejor de la tarde. ¡Oh, maravilla de ver a un muchacho de veinte años que no esconde la pierna!  ¿Será que no todo está perdido? Quedamos a la espera de volver a verle y encargamos una novena a San Judas Tadeo para pedir que Roberto Blanco esté rodeado de personas que tengan más amor por el toreo que por los cuartos y por que se perfile para matar de forma más bonita y ortodoxa, que tal y como se pone recuerda a la giba de Marty Feldman en «El jovencito Frankenstein».

En su cuadrilla «Venturita» puso dos espléndidos pares, sobrios y elegantes, al tercero.
    

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