Abc
A los papafritas que hacen, de una encuesta, democracia (y de la democracia, religión), acostumbra contestar Gustavo Bueno:
–Habló el pueblo y dijo “¡mu!”
Antes del partido con el Betis, el periodismo de los manganesos de la Polvorosa, que está loco por tirar a Bale del campanario, hizo encuestas (“auditorías ciudadanas”, en la jerga de los comunistas latinochés del Ayuntamiento de Madrid, que se declaran, por cierto, atléticos por amor a la derrota) para que “el Pueblo” se manifestara contra la presencia del monstruo galés en la alineación, y “el Pueblo”, en efecto, dijo “¡mu!”, que viene a ser como el “¡Mou!” del piperío reaccionario.
Con Ancelotti, aquel “administrador de egos” que bendijo con un triplete a Luis Enrique y con el banquillo a Queylor Navas, Bale era un Pegaso atado a un arado. Benítez lo ha liberado del arado, y el jugador lo agradece con un despliegue tan portentoso (a bastante menos que eso lo llamaban “fútbol total” en los 70) que, a su lado, la voluntad nietzscheana (“Der Wille zur Macht”) de Toni Kroos se queda en una reseña para “Telva” de la teoría de la ejemplaridad de Gomá.
Bale, centauro y cromañón, y James, que tiene en su zurda el mejor látigo de la pasarela (un látigo como el que David Morgan hizo para “Indy” Jones, forrado en piel de canguro), son los jugadores más atractivos del Madrid de Benítez, que el sábado, por primera vez en medio siglo, al decir de la prensa culé, jugó… sin canteranos.
¿Y qué?
La cantera es el nacionalismo del pobre, y el acomplejado periodismo madrileño, rodeado de tribus, himnos y teorías genetistas, ha sobrevalorado a los futbolistas criados con pienso madridista, que luego son los que más cobran, hasta que viene un señor de Murcia (Benítez, desde luego, parece nacido para ser ese señor) y te demuestra que un futbolista nacido en Cúcuta puede jugar y correr igual o más que otro futbolista nacido en La Elipa… o en Camas, ahora que, precisamente por lo que cobra, Sergio Ramos pasa (para el piperío) por canterano, aunque a nadie se le vaya de la cabeza la foto de la renovación en plan familia Ulises del TBO.
–¿La familia Ulises eran aquellos que iban a hacerse una foto con la cámara automática y se alejaban tanto que se la robaban?
Ver al Barcelona (¡el del triplete!) que el sábado precedió en la TV al Madrid eran ganas de acordarse de Ancelotti y la desfachatez de no ganar nada (quedarse “in albis”, decían los viejos) con un equipo con Varane, Modric, Bale, James y un Cristiano que sigue bizqueando en las faltas (bizquera de bota rosa y ceja depilada), pero ahora sin puntería, indicio seguramente de decadencia, como corresponde a una carrera tan larga.
Este Madrid es un equipazo, y lo único difícil (mediáticamente) para Benítez será administrar esta declinación de Cristiano más la ruidajera del “caso De Gea”, portero de raíz atlética (“dramón” familiar) que no mejora lo que hay (Keylor y Casilla) y que cuesta otro Perú, es decir, cada palomita, lo que un “aurresku” de Illarra, el chico que en Madrid no dio una patada a un bote y que ha vuelto a San Sebastián citando a Bergamín: “Volver no es volver atrás. / Yo no vuelvo atrás de nada”.
SALUDOS Y “TRUMPOLINES”
“Trumpolín” llama Hughes al modo de hacerse mundialmente famoso, como el periodista Jorge Ramos, por una bronca con Donald Trump, aspirante a la Casa Blanca. Trump, que pasa de la corrección política, no se lleva con Ramos, pero en vez de llamar al jefe del periodista, como hacen todos, se lo quitó personalmente de encima, convirtiéndolo, sólo con ese gesto, en figura, igual que en Madrid, con algún plumilla, hiciera Mourinho, otro personaje reñido con la corrección política. Las consecuencias para el oficio son tremendas: la primera fase de la Champions tiene tan poco interés periodístico que toda la atención mediática está puesta en si Casillas saludará o hará la cobra, no a su padre, con quien no se habla, sino a Mourinho, en el Oporto-Chelsea.
Moras en la costa
“Trumpolín” llama Hughes al modo de hacerse mundialmente famoso, como el periodista Jorge Ramos, por una bronca con Donald Trump, aspirante a la Casa Blanca. Trump, que pasa de la corrección política, no se lleva con Ramos, pero en vez de llamar al jefe del periodista, como hacen todos, se lo quitó personalmente de encima, convirtiéndolo, sólo con ese gesto, en figura, igual que en Madrid, con algún plumilla, hiciera Mourinho, otro personaje reñido con la corrección política. Las consecuencias para el oficio son tremendas: la primera fase de la Champions tiene tan poco interés periodístico que toda la atención mediática está puesta en si Casillas saludará o hará la cobra, no a su padre, con quien no se habla, sino a Mourinho, en el Oporto-Chelsea.
Moras en la costa