domingo, 31 de enero de 2021

Lo que Yuri Gagarin vio en el espacio




Firts Orbit: recreando el sueño despierto de Gagarin
 hace cincuenta años

(Vía)

La piel de toro

 

Abc, 7 de Noviembre de 2001

 

Ignacio Ruiz Quintano

En Inglaterra, una dama eminente por su hostilidad a la Iglesia volvió de un viaje a Palestina en un estado de alborozo. «Al fin me he enterado de la verdad —dijo a sus amigos—. Todo lo que se cuenta de la crucifixión lo inventó una  inglesa llamada Elena. El guía me mostró el  mismísimo sitio donde ocurrió. Hasta los curas lo admiten. Llaman a su capilla la Invención de la Cruz.» Así arranca el prefacio de la «Elena» de Evelyn Waugh, quien, por cierto, no es una dama, sino un caballero, hasta el punto, además, de aclarar que el propósito de su novela no es desilusionar a la famosa dama, sino recontar un viejo relato.

 

Ahora, ¿quién inventó todo lo que se cuenta de la piel de toro?

 

Porque, tal como hace dos mil años la describió Estrabón, que nunca estuvo en España, el cartel de España 2002 es una piel tendida al sol: «Una piel tendida en el sentido de su longitud del Occidente al Oriente, de modo que la parte delantera mire al Oriente, y en el sentido de su anchura, del Septentrión al Mediodía.» Una piel roja y abierta como  para recoger el maná bajo un sol amarillo y estrellado como un huevo de Lucio anuncian la presidencia española de la Unión Europea. Desde luego, para la literatura y el chauvinismo, esa piel sólo puede ser de toro, que hasta Piqué ha puesto, al presentarla, sonrisa de gitana de capotes.

 

Europa va de mujer y, en la literatura ramoniana, la mujer admira al toro como al que raptó a Europa, y lo mira con pasión, como al cisne se lo mira con voluptuosidad. Modestamente, creo que a España le pega más un toro, «figura esencialmente fálica», en opinión de Michel Leiris, que un cisne, figura esencialmente priápica, en opinión del doctor Marañón. Sin embargo, sorprende que todavía no haya salido ningún tonto de los de guardia —tontos «ab absurdo», como un reloj de cuco o un zapato impar— a dar la alarma de «¡Toros en España!» para llamar a la «yihad» contra el cartel de España 2002.

 

Anunciar la presidencia europea no es anunciar una de aquellas grandes corridas patrióticas que toreaba Caracho para ayudar al empréstito extraordinario de otra de tantas guerras que sólo servían para renovar los brindis guerreros de siempre, los últimos, los de la guerra con Norteamérica: «¡Brindo por el Ejército de mar y de tierra y por que no quisiera sino que se volviera un  yanqui el toro! ¡Viva  España!»

 

¿Es de toro la piel de España 2002? Nada nos aclara Estrabón, en cuya época el nombre de España aludía a la abundancia de esos conejos que el Levítico prohíbe comer, pues rumian y no parten la pezuña. La impresión es que, al comparar la península con una piel, Estrabón piensa no en un conejo, sino en un buey, animal categóricamente superior al conejo, pero, también categóricamente, inferior al toro. No hay valores sin jerarquías y, si bien un toro puede volverse buey, ningún buey puede volverse toro. La prueba es que a los de Estopa el toro de Osborne se les ha vuelto cochino como le  pasó a Juan Cristóbal con  el caballo del Cid, no al revés. Y, puestos a escoger un animal totémico, frente al gallo francés, la raposa inglesa, el cuco suizo o el oso alemán, uno prefiere verse representado por un toro que por un buey, aunque cueste Dios y ayuda explicar la diferencia a los turistas que visitan la plaza de Madrid, que está hecha un establo. Se conoce que Gallardón, su responsable, que va de melómano, no ha leído a Leiris, para quien todo cuanto dice Nietzsche de la música en  «El origen de la tragedia» puede aplicarse a la tauromaquia.

 

Si el siglo XX comenzó para nosotros con Don Tancredo, que el siglo XXI comience con el toro es «progreso», palabra totémica que ya ha hecho suya el PP para su próximo congreso, aprovechando las dudas de Zapatero entre el «patriotismo constitucional» de Habermas y el «tancredismo constitucional» de Bergamín. El dilema del socialismo tancredizado es a quién representar: ¿al buey de labor o al toro de lidia?

 


 La impresión es que, al comparar la península con una piel, Estrabón piensa no en un conejo, sino en un buey, animal categóricamente superior al conejo, pero, también categóricamente, inferior al toro. No hay valores sin jerarquías y, si bien un toro puede volverse buey, ningún buey puede volverse toro

Domingo, 31 de Enero

 

y piafan en mis carnes más ganas de beber

"Cállate y sal de él"

DOMINGO, 31 DE ENERO

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús lo increpó:

-Cállate y sal de él.
 

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Éste enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.» Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
 

Marcos 1,21-28
 

sábado, 30 de enero de 2021

La Resistencia en el arrabal

 Vicente Llorca

Dos vecinos toman café en la trastienda de una gasolinera, camino de la frontera. Están al fondo, un poco apartados. Los guardias de tráfico han prohibido que se sirva nada en el interior de la tienda. El camarero, que es del pueblo, les ha habilitado una mesa pequeña en la esquina. Hablan, en voz baja, comentan alguna de las novedades de la zona, castigada por la nieve y el temporal estos días.


Me siento al lado de ellos, en un taburete al lado de la puerta. Las últimas leyes han cerrado hasta los bares de la carretera. Sólo algún camionero, de paso hacia Portugal, puede parar un momento en ellos, pedir un café o un bocadillo -un aguardiente, no, terminantemente prohibido en el camión-, seguir el viaje hacia la aduana luego.


Hablamos de la campaña de vacunación, lo difícil que ha sido encerrar estos días el ganado en el campo. La niebla no levantaba hasta la tarde. Luego, me cuentan de las novedades en el pueblo, en otra comarca camino de la sierra. Hay varios vecinos ingresados, me dicen. Las campañas de saneamiento de las fincas no se han interrumpido por ello. La Junta tiene un programa anual de revisión de todas las ganaderías que se cumple religiosamente. Uno ha pedido un chinchón antes de proseguir su camino. Hay algo terco en ellos, pienso un momento. Están apurando el último momento de dignidad, pienso también, antes de sumergirse en esta barbarie, que nos llega de no sé qué parte.


De la ciudad nos llegan noticias. Los amigos no se ven, alguno ha estado ingresado; otra conocida nos cuenta de discusiones en las calles, en las tiendas, gritos que se cruzan de balcón a balcón. Por las tardes pasea sola por el parque, me dice. Han suprimido la tertulia que mantenían en una taberna cercana a Atocha y ella ya no baja nunca al centro. De algún otro, muy izquierdistas ellos, me sorprende algo así como su adaptación a las normas. Han aceptado todos los decretos de confinamiento sin rechistar; aplaudían a los sanitarios por las tardes; se negaban a bajar al bar de la esquina siquiera. Están inmersos, me revelan, en una especie de universo paralelo. Intercambian mensajes todo el día; están obsesionados con los hospitales de la Comunidad; el término fascista se repite en todos los comunicados. Luego, prosiguen con el intercambio de informes médicos, análisis de las salas de las clínicas, insultos al clero…
 

Una de ellas me había enviado, días atrás, supongo que por error, un vídeo en el que se advertían unas goteras en el hospital de Madrid. Luego, lo borró. Pero tuve la intuición de cómo transcurrían los días de esta gente, inmersa en las redes, que había aceptado la reclusión sin rechistar, y nunca bajaba a la calle.
 

Ayer, en Ciudad Rodrigo, llovía, soplaba el cierzo en las aceras y las calles estaban casi vacías. En una esquina de la plaza del arrabal encontré una suerte de terraza, abierta a todos los vientos y en donde el agua entraba por los costados. Me senté en uno de los taburetes mojados y pedí un café con la prensa del día. A mi alrededor, envueltos en la lluvia, un grupo de resistentes apuraban unas cervezas y hablaban en voz baja. La mañana oscura los envolvía y no pude distinguir quiénes eran. A alguno de ellos me pareció que lo conocía, que trabajaba en una finca cercana en el río.
 

“Son los últimos de Filipinas”, sonreí por un instante. Me parecía que de un momento a otro alguien iba a empezar a cantar y entonar las primeras estrofas del Chant des partisans, la canción de los resistentes franceses en medio de la ocupación de los bárbaros. Allí donde Anna Marly, desde le emisora de Londres, preguntaba:
 

“Amigo, ¿escuchas el vuelo de los cuervos sobre nuestras llanuras?


Amigo, ¿escuchas estos gritos sordos de un país que encadenan?


Eh, partisanos, obreros y campesinos, es la alarma.


Esta noche el enemigo conocerá el precio de la sangre y de las lágrimas
.
 

Pero nadie arrancó a cantar. En su lugar, los últimos partisanos terminaban el café, se mojaban y uno salió a fumar al relente de la plaza.

 


Anna Marly

Lo contemporáneo


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    El año 21 ha venido de nalgas, y uno se pregunta cuándo acabará de una vez esta Edad Contemporánea.


    –Aunque aún viven cuervos que vieron pasar bajo sus altas almenas a las huestes de Napoleón –decía en un discurso del 80 Fraga, que fue un león (de leer: leyó por todo su partido, donde nadie ha vuelto a abrir un libro).
    

Fraga quería decir que él no era, aunque lo parecía, contemporáneo de Napoleón. “Nuestros contemporáneos, nos guste o no, son los sacerdotes posconciliares, los guerrilleros afganos y las jóvenes minifalderas”. (Dijo, famosamente, que Tocino tenía mejores piernas que Aznar. Y mejor cabeza, claro).
    

Desde que en mi adolescencia leí por primera vez el Apocalipsis, me impresionó aquella terrible amenaza del Ángel del postrero día a la asustada Humanidad: “Ya no habrá más tiempo”.
    

Y no, no lo hay. Arthur Clarke, que concibió la odisea del espacio de Kubrick, vio que vivimos en un momento en que “el presente se desprende del pasado como el iceberg rompe sus lazos con el cantil de hielo y se lanza al océano sin límites”. Sleepy Joe tiene que ver con los Founding Fathers lo mismo que Casado, el de los ojos como bolitas de alcanfor en La Sexta, con los conquistadores de América.
    

Antes de la toma de posesión de lo que no parece ser suyo, Sleepy Joe “oyó misa”, subrayan los medios que han callado la performance comunista de Aguilar de la Frontera, cuya alcaldesa arrojó la cruz de las monjas al vertedero municipal.
    

En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos (¿demócratas y rinos?) para acabar con él –se leía en el Evangelio del día, obra de San Marcos.
    

El catolicismo bideneano es tan posconciliar como los curas de Fraga. Su The Biden Cancer Initiative gastó en dos años (17-18) unos cuatro millones de dólares en nóminas y cero en becas de investigación. Somos contemporáneos de Bob Geldof, que amenizó nuestra “textura del acontecer” (Zubiri) con el “Live Aid” del 85.
    

¿Tiempo de naciones o tiempo de hegemonías?

[Sábado, 23 de Enero]

Sábado, 30 de Enero

 

ver caer de la carne
del invierno el vestido

viernes, 29 de enero de 2021

De buenri


 

Hughes

Abc
 
En la foto, la cartelería de Cs para las elecciones catalanas. Personas abrazándose a sí mismas. Son abrazos tolerables en el Covid, unipersonales, pero también abrazos solitarios y quizás narcisistas. No nos puede sorprender. Sale un señor con camiseta rosa, una mujer con pelo afro, otra con el pelo naranja y corporativo… Es meritorio que siendo personas solas introduzcan la obligatoria idea de diversidad. Son personas solitarias, pero retazos de otras posibles.
 

Ah, ya estoy oyendo a un ideólogo… Frente a la pesada idea de pueblo del nacionalismo (de los nacionalismos, dirían), frente a cargantes ideas de comunitarismo y grupo, individuos solitarios en busca de un abrazo. No remiten al frío individualismo, sin embargo, sino a un arco iris de pluralidad. Ese abrazo es el que necesitamos todos, es verdad, pero además busca sellar la brecha civil en Cataluña con civismo mudo, sin reproches, ni preguntas, ni consignas. Un abrazo, apa, y a seguir. Ni siquiera se menciona al candidato o un objetivo que no sea la concordia nada comprometida, pues ni siquiera hay que abrazarse al vecino (es curiosa esta descomposición del Abrazo fundacional mítico de la Transición, del Abrazo de Genovés. Es como si de ese gran abrazo melé se hubieran quedado solos o descolgados en su retórica abrazos individuales, solitarios… visto así da pena, cierta pena, unidades discursivas y afectivas perdidas ofreciendo abrazos solipsistas que nadie quiere ya, abrazos perdidos, abrazos no dados… ¿no parecen un poco grillados? ¿no parece un poco la expresión algo desequilibrada del viejo abrazo? Si eso también fracasa, ¿no les quedará ya sólo abrazar árboles?).
 

No es muy distinto lo del PP. Sale Alejandro Fernández con un emoticono que es él mismo. Un retrato-emoticono. Sentido del humor. Él es redondo y simpático y el emoticono nos lo “icetiza” un poco. Alguien podría objetar que el PP, partido tan serio de política tan seria, recurra a eso, a un emoticono ¡que eso no lo hizo ni Trump! Un emoticono es lo mínimo, es reducir el mensaje a una carita, aunque cada vez se hace más necesario. Se entiende. A medida que se generaliza la expresión textual acelerada, el emoticono se requiere para fijar el tono de lo dicho, como la clave en un pentagrama. Las notas son las palabras, pero ¿dichas en fa, en sol, en re? El emoticono lo aclara, y el PP es inequívoco: todo con una sonrisa. Buen rollo. Positividad. No te puedes enfadar conmigo porque… mira lo que tengo: 🙂
 

Un emoticono es como un escudo.
 

Así que abrazo y emoji de sonrisita. Toma semiótica populista. El “constitucionalismo” tiene un mensaje complejo para Cataluña: abracito y sonrisa. Tiene la profundidad de un Smiley. Es como el final con prisa de una conversación de WhatsApp. “Bss (emoji) (emoji)”. Por ser optimistas diremos que no es el final, sino el inicio de una conversación, o pretende serlo. Lo que sorprende es que esto llegue de los llamados partidos antipopulistas, y precisamente en Cataluña, donde se enfrentan, según ellos, al populismo entero, al de izquierdas, el de derechas y al nacionalista. Pues van ellos y ¿qué hacen? :_ y :]
 

Que Cs y PP, que eran los de la política madura, los de la política de adultos hecha de razones y no de sentimientos, los del fact y la racionalidad, los de las respuestas complejas para los problemas del mundo acaben así, con un “Toi aki”.


Han reducido su mensaje al “de buenri”.

La otra peste

 

Bada y su abuela Remedio en 1955

 Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Bocaccio aprovechó la peste negra de Florencia para sus cuentos del “Decamerón” y Zapatero aprovecha la peste amarilla de Wuhan para su ensayo “No voy a traicionar a Borges”.
    

Hay tiempos de horror y de locura entre los hombres como hay tiempos de peste –fue la admonición de Voltaire.
    

Churchill mereció el Nobel de Literatura, y Azaña, el “escritor sin lectores” que decía Unamuno, mereció la mesilla de noche de Aznar, lo cual obliga a Casado a convertir la suya en palé para los libros de Chaves Nogales que le vayan pasando los liberalios más “engagés”.
    

A Zapatero debió de darle por Borges en los delirantes trayectos León-Madrid en bus, un viaje sin sentido ni fin, la verdadera “aporía”. Ya decía Sábato que Borges se valió de la literatura fantástica para atraer con ella “a esa clase de lector que (como Zapatero) con pavor sagrado se arrodilla apenas lee una palabra como ‘aporía’, tomando por inquietud profunda lo que en general es un sofisticado pasatiempo”. Y Zapatero, que ya sacó de pobre a Gamoneda, quiere sacar del olvido a Borges, en cuya poesía Ricardo Bada únicamente ha encontrado un ripio:


    –El increíble “místico alfabeto / de los astros, que hoy dictan a mi cálamo”, sólo para que rime con “esas otras Termópilas, El Álamo”. Pero che...
    

Bada se acordó del ripio viendo “El Álamo” por ver a Carlos Arruza, “a quien vi torear dos veces en Huelva siendo yo niño”, y que en la película hace de teniente Reyes (hay quien, por error, le atribuye el papel del sanguinario general Santa Anna). Bada quiere de Arruza sus memorias, “tan buenísimas, que sospecho que le ayudó a escribir su tío León Felipe, y que yo leí en el semanario ‘Dígame’”.
    

Zapatero no va a traicionar a Borges (¡qué sobremesas en La Moncloa, con Chirino y Benarroch, recitando versos del ciego!), pero nosotros vamos a traicionar a los dos con el fandango de Bada: “Parado frente al espejo / que un día albergó a Voltaire, / aventuro mi perplejo / sentimiento de ser viejo. / Pero Borges, hay que ver.”

[Viernes, 22 de Enero]

Viernes, 29 de Enero

 

Salud, apetito, felicidad

jueves, 28 de enero de 2021

Mujeres con mando


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    La mayor iguala de sexos es obra de la pasión de mandar.


    –Sabemos que los hombres mandan siempre sobre quienes superan en poder –anota Tucídides, el primer “sociologizante”, después de todo–. No es nuestra ley: la aplicamos habiéndola encontrado ya existente y habiendo de dejarla subsistiendo para siempre.
    

Los hombres, pues, mandan, y las mujeres, más. Ahí está América, con el traje de saliva mediático a la socialista Kamala Harris: para convertirla en la nueva Madame de Staël a los liberalios sólo les falta decir que lee a Chaves Nogales. Es la capacidad transformadora del socialismo, que, como dijera Lenin, permite dejar el Estado “en manos de una cocinera”.


    –Mi filósofo favorito es Mao –dijo en la Fox la principal asesora de Sleepy Joe, Anita Dunn, que es como si Kellyanne Conway, la principal asesora de Trump, hubiera dicho en la CNN que su filósofo favorito es Hitler, aunque no, porque Dunn adquiere rango de ilustrada con Mao, mientras que Conway hubiera sido arrojada a los cerdos del señor Wu en Deadwood.
    

Apetece, en fin, la pelea de poderes Kamala Harris (ejecutivo) y Nancy Pelosi (legislativo), la que, “como italiana”, pidió perdón de rodillas por Colón y luego, tirando de Schmitt como quien tira de la cadena, dijo: “Somos un Estado de Derecho (?), no una monarquía con un rey”. (Recordemos el “haiku” schmittiano de Adriana Lastra, la Rosa Luxemburgo de Ribadesella: “España es un reino, ¿no? Y Asturias es un principado, ¿no? Son gobiernos distintos, ¿no? Y se llevan bien, ¿no? ¡Pues lo mismo!”). Al comentar la actualidad, Nancy Pelosi y Hillary Clinton concluyeron que la entrada del bisonte al Capitolio fue urdida por Trump… ¡y Putin,! a quien ella, como secretaria de Estado con Obama, entregó Irán, Siria… y Crimea.
    

Falta AOC, que llamó en Facebook a recuperar “las tres cámaras del Congreso” (!), para satisfacción del mando, Pelosi:


    –No me andaré por las ramas: la belleza de la Constitución es su sistema de dos o tres ramas iguales de gobierno.

[Jueves, 21 de Enero]

Jueves, 28 de Enero

 

En el nombre del Padre

Felicidades al editor

 


Left / Right

CLIC

miércoles, 27 de enero de 2021

American United


Claudio, escondido tras una cortina, nuevo emperador

(Lawrence Alma-Tadema, 1871)

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Con la República de los Founding Fathers echada como una mula vieja al pie del obelisco de Washington, el papá de Hunter Biden, Sleepy Joe, es llevado, cual Claudio, al sillón imperial donde, rodeado de cómicos de Hollywood, leerá, “urbi et orbi” (hoy, “Twitter et Faceboock”), el discurso “American United, un nuevo viaje nacional”.


    Los lectores de “El Federalista”, entre los cuales no están ni Dorsey ni Zuckerberg, saben que la Constitución que el Partido Demócrata se quiere cargar no era unidad por ser lo uno, sino que era lo uno por ser unidad.


    El mejor camino para alcanzar la unidad es unirse, anota Henry Adams en “La educación de Henry Adams”, elegido por la Modern Library como “el mejor libro de no ficción en lengua inglesa del siglo XX”, entre cuyos lectores tampoco están los chatarreros informáticos de Silicon Valley.
    

La síntesis científica generalmente llamada Unidad consiste en el análisis científico generalmente llamado Multiplicidad. ¿Qué ocurre si uno arroja la sonda al abismo, si renuncia francamente, por completo, a la Unidad?
    

Y Adams dice haber hecho algo que nunca hará Sleepy Joe, que fue sacar de nuevo su Descartes, sumergirse en su Hume y en su Berkeley, luchar de nuevo con su Kant, meditar solemnemente sobre su Hegel y su Schopenhauer y su Hartman, extraviarse alegremente con sus griegos, sólo para preguntar qué significaba la Unidad y qué ocurría cuando se la negaba, pero Trump no estaba allí.
    

El “nuevo viaje nacional” que promueve “American United” pasa por la abolición del Colegio Electoral (volar la Constitución federal), la conversión del DC y Puerto Rico en Estados (cuatro senadores), la ampliación de la Corte Suprema a quince jueces y la legalización de la millonaria inmigración ilegal, aunque inferior a la recua de “tontos útiles” (empleados de Google, segundos donantes de AOC) y “compañeros de viaje” (Putin chapa Telegram, pero no Whatsapp). Mommsen firmó el acta de defunción:
    

La República fundada por Marco Bruto había muerto.

[Miércoles, 20 de Enero]

Miércoles, 27 de Enero

 

Valle de Esteban

Temí —-bien pude—-, ¡oh Lisi!, sus abrazos

martes, 26 de enero de 2021

Venir de Cuba para caer en la misma candanga


 

 Orlando Luis Pardo Lazo

Cibercuba


Los partidos comunistas, gracias al resultado de la II Guerra Mundial, ganaron estatus legal en todas las democracias representativas de Occidente, incluidos los Estados Unidos de América. La labor conspirativa del comunismo internacional ha sido la misma desde entonces: usar los mecanismos democráticos del mundo libre para desgastar y eventualmente destruir a la democracia.

A pesar de la irreversible erradicación militar del fascismo, los comunistas contemporáneos no han conseguido adaptarse a la idea de vivir sin su hermanito siamés en tiempos de paz. De hecho, un rasgo identitario de los comunistas, declárense o no como tales, es la permanente denuncia del fascismo por todas partes. Oponerse a un comunista es ser deslegitimado de inmediato como fascista. El comunismo no acepta oposición racional. El odio es su elemento innato.

El resultado es que, un siglo después del fascismo, la propaganda comunista aún nos asegura que el peligro fascista es hoy más inminente que nunca. De ahí la importancia de que los comunistas ocupen el poder cuanto antes, por cualquier medio. Se lo merecen pues sólo la vanguardia comunista sabe cómo cortar de cuajo las oleadas fascistas de la reacción.

El Partido Comunista de Estados Unidos (CPUSA) lleva esa batalla de ideas en el corazón del “imperialismo norteamericano”, tal como ellos se empeñan en llamar a su propio país en plena decadencia, una nación que desde hace décadas es incapaz de ganar la más mínima escaramuza bélica.

En una editorial de fin de año, el CPUSA ataca por millónesima vez las políticas “anti-cubanas” de Donald Trump, un facha que “no puede perdonarle a Cuba” sus “grandes avances en el bienestar de la ciudadanía”, ni el hecho de que “provea de cuidados médicos de alta calidad a los países pobres del mundo”, ni tampoco su “excepcional ejemplo de solidaridad”, y mucho menos que la Isla “jugase un rol principal en la derrota del régimen fascista del apartheid en Sudáfrica”.

Por supuesto. F con F, fascismo. Un fantasma recorre los partidos comunistas del planeta entero: el fantasma del fascismo.

Si no existiera el fascismo, habría que inventarlo. Tal y como el comunismo se lo inventa incesantemente. Insultantemente. Papilla podrida para las embobecidas generaciones del nuevo milenio, donde por fin el marxismo puede prescindir sin problemas de su profeta Marx. Ya no hace falta la ideología. Basta con la inercia idiota de la justicia social, más el debido toquecito de culpa de clase.

En su panfleto redactado en la Plaza de la Revolución, el CPUSA nos cuenta a los cubanos el mismo cuento de la buena pipa de la utopía. El hitleriano Donald Trump, gracias a las “200 nuevas restricciones diseñadas para dañar a la economía cubana”, sólo quiere “afectar el nivel de vida del pueblo”, mientras usa ese mismo dinero “para financiar las minúsculas organizaciones anti-gubernamentales activas en la Isla”.

Entonces el CPUSA se lanza de cabeza a una campaña para que, en cada ciudad norteamericana, los ayuntamientos y órganos legislativos “pasen resoluciones condenando al bloqueo” y a favor de la “campaña internacional para premiar con el Premio Nobel de la Paz 2021 al excepcional programa de solidaridad médica cubana”.

¡Bravo! Los comunistas sí que creen en la participación popular masiva. Justo hasta el instante mismo en que los comunistas son los que mandan, cuando el pueblo de pronto ya no necesita participar más, pues eso de hecho estorbaría a la participación monopólica del Estado.

El socialismo es el único sistema social que prohíbe la socialización. Lo cual explica por qué en los totalitarismos de izquierda no existe un auténtico pensamiento ―ni activismo alguno― de izquierda.

Los militantes comunistas, si el resultado de la II Guerra Mundial hubiera sido la irreversible erradicación militar del comunismo, hoy por hoy serían fascistas convencidos que, consecuentemente, no habrían conseguido adaptarse a la idea de vivir sin su hermanito siamés en tiempos de paz. Son tal para cual. F con F, Fidel. Y su enemigo común es uno: el capitalismo. Que, en Ciencias Políticas, también se conoce como libertad.

No por gusto la izquierdista norteamericana Susan Sontag, en un ataque de lucidez que le granjeó el odio vitalicio de la izquierda norteamericana (todavía hoy citarla es sinónimo de suicidio), dejó escrito que el comunismo era “fascismo con un rostro humano”.

Como al final del libro Rebelión en la granja de George Orwell, a los anticomunistas nos asiste sólo el derecho de ser como esos “animales de afuera”: espectadores que, al margen del materialismo histórico, miramos maravillados “de cerdo a hombre y de hombre a cerdo y nuevamente de cerdo a hombre”, sabiendo de antemano que siempre ha sido técnicamente “imposible discernir quién es quién” entre una y otra intolerancia de izquierda.

Los restringidos


 

Ignacio Ruiz Quntano

Abc


    Ni Orwell ni Chaves Nogales (los liberalios del pan pringao creen que son el mismo). Fue el cine, ese libro de los que no leen libros, el que adelantó el futuro, que somos nosotros, con “La vida de Brian” y “Bananas”, donde Vargas echa una arenga que es la Agenda 2030 y Woody Allen (Fielding Mellish) luce una barba de aviador de los Hermanos Marx que ha copiado el ceo de Twitter, Jack, el de la anilla de choto en la nariz para que el algoritmo, al verlo, no lo incluya en su lista de fascistas.
    

Tengo dos avisos en el buzón que resumen “la democracia que con tanto trabajo nos dimos todos”. El primero es de un restaurante que contesta a mi reserva de “cena para dos a las nueve” para decirme que acepta lo de dos, pero que “a las siete”. ¿A las nueve gamberrea “la Coviz”, pero a las siete, no? Sí, porque, para la ciencia, “la Coviz” habita en el murciélago, que es un noctívago y se descuelga del techo a la hora de los telediarios.


    El segundo aviso, vía SMS, es de la Comunidad, que me declara “restringido” en mis paseos constitucionales, que en Inglaterra, como contara aquí Camba hace un siglo, son los paseos higiénicos (“I go for my constitutional”, dice el inglés al ir a mear). O sea, que en mi manzana queda suspendida la Constitución que me llama soberano. Tenemos un soberano jurídico, que soy yo (¡el pueblo!), y un soberano político, que es el cacique que decide el estado de excepción en cada esquina, como en “Los Soprano”. ¡Ya quisiera uno la “democracia frailuna” que decía Menéndez Pelayo de la de Felipe II, antes de que Rousseau descubriera la paradoja de la libertad, según la cual lo propio de la democracia es obligar a todos a ser libres! De ahí, a lo mejor, lo de obligar a la mitad a ser “restringidos”. Dicho por John Gray:
    

Creer, porque algunas pocas personas buscan en algún momento la libertad, que todos los seres humanos la quieren, es como pensar que, puesto que hay peces voladores, volar forma parte de la naturaleza de los peces.
   

 ¿Vuelas o nadas?
 

[Martes, 19 de Enero]

Martes, 26 de Enero

 

Valle de Esteban

pero abrazo hasta el fin que nunca afloja

lunes, 25 de enero de 2021

La nueva palestina

 

Hughes

Abc
 
He estado viendo imágenes relacionadas con el Hospital Zendal y con el mural de Ciudad Lineal y en ellas aparecían mujeres con una indumentaria común: llevaban al cuello una bufanda morada, púrpura o carmesí, o al menos con algún toque de ese color. Hay cierta independencia cromática, pero no mucha. La llevan enroscada de un modo que protege del frío y a la vez ofrece libertad de movimientos; a medio camino entre el pañuelo y la braga de ir en moto, como la prenda de alguien activo, que va y viene. No de mujer florero.


La impresión era de cierta uniformidad, y no es la primera vez. Esa prenda aparece en los memes dedicados a lo que llaman “las Charos”, un arquetipo de la mujer feminista e izquierdista, votante rea del PSOE así se coma Sánchez a un niño crudo en el Falcon. Es el pantone de Podemos y del feminismo, por supuesto, pero en esa prenda hay algo especial, algo más. Es un instantáneo marcador de adscripción política y a la vez algo muy ponible, muy del día a día. Algo que podría llevar nuestra madre para ir a comprar. Está en todos lados. Pero es percibirlo en el cuello y de alguna manera refulge, lo dice todo. No todas las que lo llevan son, pero todas las que son lo llevan. Es como una nueva palestina, una palestina madura y discreta. Nada étnico ya, solo de nuestros barrios. Esas bufandas, boas proletarias, son como los pañuelos de nuestras madres de mayo de Lo Público. Podrían ser el símbolo de un partido.


No significan algo tan inmediato y vehemente como el pañuelo del 8-M porque están confundidas en el día a día como lo estaba la pelliza o el jersey del sindicalista. Son un uniforme latente, como si el uso lo hubiera convertido en prenda política. No es que lleven eso porque diga algo, es que de tanto llevarlo ha acabado diciéndolo.
 

Y el color es femenino, pero femenino de otro modo. Es femenino crudo, sin el primor del rosa. Un femenino ovárico, profundo. Color menstrual, color del moratón solidario. Algo orgánico y afirmativo, aunque también coqueto, porque también es coqueto, y lo llevan las señoras en el ambulatorio sintiéndose guapas igual que se dan unas mechitas de color caoba. Los hombres lo respetan, y si llevan la prenda es en gris o en negro, menos en la tonalidad militante carmesí.
 

En la imaginería de los tópicos clasistas, esa bufanda sería el opuesto al chaleco de plumas. El chaleco es lo norteño, macho y derechista; la bufanda, lo femenino, sureño y socialista. Las dos abrigan de un modo funcional, y las dos ofrecen una comodidad que se acaba confundiendo con la seguridad. Su alta ponibilidad se ha hecho política.

Antonio García-Trevijano: "En España el estado de ánimo es el del orleanismo, que no tuvo otro objeto que el reparto del botín"


Diario 16, 30 de Noviembre de 1993


A Hughes

GRANDES ABOGADOS

ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO

[Ganó la sentencia del “Madrid” y creyó en la III República. Estudia la lógica del poder, lucha contra la confusión y sueña con la democracia. Ama las novelas de Dostoyevski, el teatro de Shakespeare e Ibsen y la pintura impresionista]

“VIVIMOS COMO EN LA MONARQUÍA DE LUIS FELIPE DE ORLÉANS”


Ignacio Ruiz Quintano

Cuando Rousseau, al comienzo de sus “Confesiones”, decía que se creía un romano, estaba expresando su devoción republicana al estilo de la de Catón, al que César, de creer a los historiadores, persiguió con aquel profundo rencor que sienten de ordinario los políticos de acción contra sus adversarios en el terreno de la idea, adversarios que, según esos historiadores, son tan peligrosos como imposible es el alcanzarlos.

César –el Poder– y Catón –el Derecho– representan el último acto de la guerra civil. De Catón, la leyenda refiere que, arrinconado en Utica, el asilo postrero de la República, y cerciorado de que ya no podía ser útil, se retiró a su dormitorio, leyó el “Fedón” y se atravesó el pecho con la espada, actitud que inspiraría el verso más celebrado de la “Farsalia” –“la causa de los vencedores plugo a los dioses, pero la de los vencidos, a Catón”–, que suele invocarse para ilustrar el hecho de que un hombre puede tener razón frente a todo el universo, como vendría a ser el caso, entre nosotros, del abogado Antonio García-Trevijano, cuya causa, la ruptura democrática, habría sido vencida por la causa de la reforma franquista.

UNA TEORÍA PASIONAL DEL ESTADO

Diecisiete años después de la batalla –o de la grande polvareda donde perdimos a Don Beltrane–, Antonio García-Trevijano, despojado ya de aquel Tom Paine que hacía las veces de seudónimo y homenaje, vuelve a la vida pública como publicista ilustrado de la democracia en los periódicos, en las conferencias y, bien pronto, en los libros.

Hablo y escribo contra la confusión, y la consecuencia de mis apariciones en TV, hasta que las cortaron, y de mis artículos en la Prensa es que cada día me llaman más para dar conferencias en las universidades y en los colegios mayores, que son los ambientes más abiertos. También espero publicar una teoría pasional del Estado que estoy escribiendo contra las teorías jurídica y metafísica de siempre, que no me convencen. El origen del Estado está en la necesidad de distribuir el agua, porque, cuando llueve, llueve para todos, pero, cuando no, el agua es para el que tiene el poder. La teoría hidráulica del Estado es más comprensible que la teoría contractualista. Lo que pasa es que Hobbes, que nació antes de tiempo por el pánico que su madre tenía a la Armada Invencible, vivió obsesionado por la guerra civil.

Si la obsesión en la vida de Hobbes fue la guerra civil, la obsesión en la vida de García-Trevijano es la confusión: vivimos donde la confusión ha hecho su obra maestra, dice Shakespeare para describir el momento en que la ambición de Macbeth asesina al dormido rey Duncan. Y en un país donde los cambios de régimen nunca han sido en rigor más que un cambio del nombre del régimen, no deja de ser sorprendente que haya alguien a quien preocupa, más que el nombre de las cosas, que las cosas respondan al nombre que se les da, comenzando por la primera línea de la Constitución –“España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho”…–, donde, a la luz del sentido común, no cabrían más disparates en menos palabras:

LOS BANQUEROS POLÍTICOS

Pero ¿es que puede concebirse un Estado que no sea social? ¿Existe algún Estado que no sea de Derecho? Salvo el de Atila o el de Gengis Kan, y estaría por ver, yo no conozco ninguno. Otra cosa sería si se dijera Estado de Derechos, en plural, pero no es el caso, claro. En cuanto a lo de Estado democrático, lo niego, porque la Constitución no es democrática, ya que no hay división de poderes. Así que, con eso del impulso democrático, ¿qué es lo que se pretende impulsar?

Quizás la legitimidad, que, bien mirado, antes que un atributo del Estado, es un estado de ánimo de los ciudadanos.

–En España, hoy, ese estado de ánimo es el mismo que el de la monarquía de Luis Felipe entre los años 30 y 40. O sea, el orleanismo, que nace del golpe contra Carlos X. El duque de de Orléans estaba escondido en el jardín cuando fueron a buscarlo para llevarlo al trono. Hay otro paralelismo: en el orleanismo aparecen los banqueros metidos a políticos, como Laffitte.

EL REPARTO DEL BOTÍN

(En la proclama orleanista elaborada por el periodista Thiers y pagada y financiada por el financista Laffitte antes de sacar del jardín al duque de Orléans –“faute de mieux, crainte de pis”: a falta de nada mejor, y por temor a algo peor– se explicaba que la república “nos expondría a terribles divisiones, arruinaría nuestras relaciones con Europa” y se anunciaba que “el duque de Orléans es un rey-ciudadano”. El orleanismo nació con la Revolución de Julio y no tuvo otro objetivo que el reparto del botín: para De Tocqueville, “las clases medias se atrincheraron en todos los cargos, aumentaron enormemente el número de esos puestos y se acostumbraron a vivir de los fondos públicos casi tanto como de sus propios esfuerzos”; para Sainte-Beuve, menos diestro en el eufemismo, “los corruptos de diez regímenes unieron sus fuerzas con los disipados de la víspera, con los afiebrados trepadores y los fatigados intrusos, para formar una verdadera escoria sobre la faz de la tierra”.)

–¿Cómo acabará esto? Hombre, el orleanismo dio lugar a la Revolución del 48. Y vino la República. ¡Ojalá!

Mientras, la cosa es que los españo0les todavía andamos con la democracia como decía Quevedo que andábamos con las mujeres: ayunos de lo que es y ahítos de lo que lo parece.

CLASE INTELECTUAL, CLASE ESTATAL

Estas frustraciones históricas son características de países pobres acostumbrados a vivir del Estado, lo que crea una mentalidad estatal. En España, las clases intelectuales son clases estatales, incapaces, por tanto, de elaborar una teoría del Estado. Aquí no hubo Ilustración. Y, a diferencia de Italia, tampoco hemos tenido pensadores. Italia ha dado al pensador moderno más original, que es Gramsci. Nosotros, en cambio, sólo hemos dado propagandistas. Tenemos la misma lógica del poder que las pandillas del colegio, con las mismas tácticas. Lo que pasa es que al que tiene el poder se le atribuye una gran inteligencia. Padecemos la rutina del poder, que tiene una tremenda fuerza, y así es muy difícil ser innovador. ¿Azaña? Azaña tuvo talento literario, pero no político: nunca entendió, políticamente, los movimientos de masas. Luego está la izquierda, que cree que el poder es sustantivo: habla del “aparato del poder”, cuando el poder no es más que una relación mando-obediencia. El poder no está en la pistola: la pistola necesita que haya alguien que la empuñe y que enfrente haya alguien que no tiene pistola.

En el fondo, toda nuestra herencia intelectual sobre el poder debe de reducirse, oficialmente, a la creencia de que el Poder crea el Derecho, lema básico, por lo demás, de todos los golpes de Estado, y críticamente, a un chascarrillo de lord Acton –el poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente– y a una figura retórica de Ossorio y Gallardo: “En la vida política, hasta la verdad es mentira; en la forense, hasta la mentira es verdad”.

Mi vocación era la justicia, y me hice abogado. Pero la realidad era el franquismo, un juego de intereses económicos injustos que me llevaron al estudio de la economía, y de la economía a la política, y de la política, a la historia, y de la historia, a la antropología. El pleito que más me marcó fue el del diario “Madrid”, cuya sentencia gané.


Antonio García-Trevijano con Morante de la Puebla en Las Ventas

Salvar al soldado Lucas


Raúl García / Cristiano Ronaldo


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Se perdió la última copa, que era la primera, y pasó a ser un chisguete que se le cede al Barcelona de Pedri, Riqui y Mingueza. Esa ronda de chupitos a cuenta de la Federación, que es un chiringuito de tres patas: Rubiales, con su aspecto de galán de cine serbio; Molina, con su aspecto de madero de “Los hombres de Paco”; y Luis Enrique, con su aspecto de cascanueces que ha sobrevivido al codo de Mauro Tassotti. La Supercopa era su Eurovegas, contando con un Real Madrid-Barcelona en la final, y en esto llegó Raúl García y mandó a parar.


    Raúl García tuvo su cuarto de hora de fama (el cuarto de hora que Andy Warhol prometió para esta vida a todo quisque) hace una década en el derbi con el Atlético en el Bernabéu. Centro de Cristiano con la izquierda, rechace de De Gea, el balón cae donde Cristiano, que lo deja botar y se la pasa con la espalda (¡un golpe de omóplato!) a Xabi Alonso, que la pone en el área para que Ramos falle el 3-0 a puerta vacía.
    

Eso no lo haces con el 0-0, ¿eh? ¡Te pego una h…! –le dijo Raúl García a Cristiano.
    

Vete a tomar por c... –le contestó Cristiano.
    

Raúl García, natural de Cizur Mayor, donde se ventilan unos chuletones como la merienda de un león, llegó a la Supercopa de Málaga con el Athletic y cayó sobre Lucas Vázquez como una milana bonita sobre un lebrato. Qué energía (¡los chuletones!) la de ese viejo futbolista bregador que no desperdició ninguno de los dos goles que le regaló el Cafú de Zidane, que iba para Balón de Oro, al decir de los cronistas, y en La Rosaleda se cayó con todo el equipo, fracaso tamizado, que esto se dice mucho ahora, por la asistencia platónica (del plátano de Michel, no de Platón) a Benzemá, el que siempre baja a recibir. A partir de ahí el “mainstream” periodístico, que nos cae tan simpático como Tom Hanks, lo dejó todo para ponerse a salvar al soldado Lucas.
    

El otro lúser del partido fue Hazard, otra vez más Duck que Duke, y van… Son ciento sesenta millones que, unidos a los sesenta de Jovic, suman dos Cristianos bien corridos, cuyos goles vinieron a tapar. No podemos imaginar qué sería de este hombre, si la prensa lo sorprendiera un día jugando al golf.
    

Nada me han enseñado los años / Siempre caigo en los mismos errores / Otra vez a brindar con extraños / Y a llorar por los mismos dolores… –resumió su última copa (“El último trago”) José Alfredo Jiménez.
    

Los dos extremos de Zidane son Hazard y Asensio: tampoco podemos imaginar qué sería de Asensio con la energía de los chuletones “saignant” de Raúl García. Detrás, apretando, sólo está… Lucas Vázquez, porque las joyas del Brasil, Rodrygo y Vinicius, parecen ser bisutería, aunque de Vinicius se nos dice que la culpa es suya, por no apagar el móvil, como quiere Zidane, en las concentraciones. ¿Tiene móvil Hazard? ¿Y Pogba? ¿Con cuántos puntos G? Vinicius hasta se cambió de nombre en la camiseta, por ver si eso le cambiaba la vida, pero quiá. Muy emprendedor tampoco se le ve. Corre, falla y lamenta. Su juego, que cuando vino era alegre, es hoy agónico y angustia al espectador de ojo de cerradura como es el de este fútbol de televisor. Es como ir por la calle, mirar una ventana y ver a una mujer llorando. Compárenme eso con el chospe incansable de Raúl García, que encima mete goles, una cosa que, salvo Messi y Cristiano, ya no mete nadie, lo que alimenta las expectativas que tendrá Benzema de llegar a la jubilación jugando al fútbol.

 El panorama es desolador: la gente del dinero no tiene en quién gastarlo. Todo lo que reluce son Haaland y Lukaku, que no es decir Van Basten y George Weah. Con Zidane, que no es partidario de los armarios de luna, Haaland andaría/desandaría el mismo camino que Jovic (¡eso lo huele Benzemá!). Y a Lukaku lo tantea el City para suplir a Agüero en los tocamientos propios del fútbol guardiolés. ¿Esto es ilusión? ¿Cuánto pagaría hoy Guardiola por Romario? (Romario se estrenó en España, a las órdenes de Cruyff, con un “hat trick” a la Real Sociedad que fue como un muestrario de Aladino: su asistente, Guardiola). Pero el pipero elige afligirse con la renovación de Sergio Ramos, a quien Zidane tiene de goleador-SOS (el recurso Alexanco que pusiera de moda Cruyff) del Real Madrid. En la Supercopa, cuando la cosa estaba perdida y había que remontar, el estratego francés retiró a Benzemá, el que siempre baja a recibir, y colocó de delantero centro a Sergio Ramos, el que nunca acaba de renovar.

 


 

EL OTRO KAKÁ


    Más que la comedia de Luis Suárez, que se hizo italiano sin tocar una sola nota al piano, impresiona la “tragedia” del otro Kaká, Lucas Piazon, nacido brasileño y adquirido hace diez años por el Chelsea, que lo cedió sucesivamente al Málaga, al Vitesse, al Francfurt, al Reading, al Fulham, al Verona, al Río Ave y al Braga, su última estación, tras salir de Stamford Bridge, donde únicamente jugó tres partidos. Lucas Piazon podría ser en futbolista el modelo de cualquier titulado universitario en España, que encabeza el ranking mundial de paro juvenil. Al pobre Lucas Piazon unos lo llamarán culo de mal asiento, y los demás, aventurero.

[Lunes, 18 de Enero]

Lunes, 25 de Enero

 

camino, Fabio, por la senda santa,
que no en despeñaderos permanece

domingo, 24 de enero de 2021

Buenos y malos

 

Abc, 10 de Octubre de 2001

Ignacio Ruiz Quintano

La periodista británica Yvonne Ridley fue encerrada por los talibán en una celda atestada de cucarachas y ratones, y ella se defendió con el arma más natural en esa situación: la huelga de hambre. En cuanto al maltrato estrictamente psíquico, los carceleros se conformaron, al parecer, con chinchar a la periodista con las mismas preguntas todos los días. ¿De dónde venía? ¿Adónde iba? Pobres talibán. Si ellos, que vienen de Dios, no lo saben, ¿cómo quieren que lo sepa una simple periodista procedente de la nación que alumbró a David Hume?

Mientras alguien no lo refute, del escepticismo humeano se desprende que entre la cordura y la locura no hay ninguna diferencia intelectual, lo cual resulta muy deprimente y, por extensión, muy democrático, aunque tampoco más democrático ni más deprimente que el consuelo que nos ofrecen los científicos cuando, con el propósito de animamos, afirman que un día el sol estallará y todos, buenos y malos, nos convertiremos en gas.

No sé qué tendrá que ver en ese proceso una especie de gas de los pantanos que en forma de sentimiento de culpa ya se respira en los cultos ambientes occidentales. De noche, en los restaurantes o en los bares, ese sentimiento se vuelve insufrible, sobre todo a partir  del segundo plato o de la segunda copa, que es cuando la necesidad  inconsciente de castigo se hace más evidente. Y uno, cuyo pensamiento, por otra parte, nunca ha sido sanguinario, tiende a rebelarse contra estos vecinos de mesa o de barra que comen o beben con el «Yo, pecador» en la boca. «Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa.»  Etcétera. Conviene no decir ni ¡chito!, pues te invitarán a hacerte cargo de lo baldados que los tiene el peso de la guerra y a contribuir al arroró del islamismo con desmayadas citas coránicas extraídas de Internet para la ocasión. Al final, sin embargo, dices ¡chito!, y entonces sólo quedan dos opciones: llevarles la corriente, haciendo pasar por un sura el poema 20 de Neruda —«La noche está estrellada, / y tiritan, azules, los astros, a lo lejos»—, o llevarles la contraria, haciendo pasar por poema de Neruda cualquier artículo de la Constitución  americana. ¿No era esto lo que Freud quería advertimos al hablar del «malestar en la cultura»?

El precio del progreso de la cultura es la pérdida de la felicidad por el aumento del sentimiento de culpa, que procede del complejo de Edipo y fue adquirido al ser asesinado el padre por la coalición de los hermanos. El melodrama, desde luego, es excelente, pero, al haber sido refutado por los antropólogos, hay que buscar un discurso más eficaz para defenderse de aquellos que se sienten culpables —«pecadores», si son creyentes— sólo por salir a cenar en grupo cada vez que hay una guerra. Por  ejemplo, el discurso del policía Ginesta al malvado Carabel. «Sólo hay una fuerza en el mundo: la maldad. El bueno triunfa accidentalmente. Es tan débil, que por instinto busca la compañía de los otros buenos. Donde hay un bueno está siempre el germen de una asociación. Un bueno piensa constantemente en fundar algún comité, alguna agrupación, alguna hermandad. Por sí solo es blanducho, ineficaz, inapreciable. En cambio, el malo rara vez precisa del auxilio de sus congéneres. Su poder es tanto que se basta a sí mismo. El dinero es de él, y el amor, y el mando, y hasta la  estimación de los virtuosos... ¿Qué hace falta para ser bueno? Observar el Decálogo. Pues bien; fíjese usted en que casi todos sus  preceptos son negativos: no robarás, no matarás, no codiciarás la mujer de tu prójimo, no mentirás..., en fin, no harás nada. Si no haces nada, eres una excelente persona. En cambio, para el malvado todo es actividad, ímpetu, trabajo. Tiene que robar, que matar, que mentir; tiene que seducir a las mujeres del prójimo... una labor abrumadora para la que se necesitan grandes alientos. Se nace bueno y se nace  malo, y quizá algún día nos expliquen que el secreto está en tal glándula, y que la deficiencia, la imperfección, corresponde precisamente a los buenos.»

Sí, hay que ser malo para vencer en la vida.



La periodista británica Yvonne Ridley fue encerrada por los talibán en una celda atestada de cucarachas y ratones, y ella se defendió con el arma más natural en esa situación: la huelga de hambre. En cuanto al maltrato estrictamente psíquico, los carceleros se conformaron, al parecer, con chinchar a la periodista con las mismas preguntas todos los días. ¿De dónde venía? ¿Adónde iba? Pobres talibán. Si ellos, que vienen de Dios, no lo saben, ¿cómo quieren que lo sepa una simple periodista procedente de la nación que alumbró a David Hume?