domingo, 31 de marzo de 2024

Otra vez en Zamora


Zamora - Catedral


Martín-Miguel Rubio Esteban

Doctor en Filología Clásica



Otra vez el nacimiento, los orígenes, la familia y la añoranza semanantera de loca primavera me trae a Zamora, a las mismas calles, a mis calles de La Brasa, Quebrantahuesos, Monsalve, Brahones o Rúa de los Franco, la misma luz, los mismos pasos, el mismo bosque de Valorio, el mismo río en su paso por los Pelambres, las mismas delicadezas culinarias, a los mismos hombres y mujeres zamoranos. Los agradables siguen agradables, y algunos han muerto. Y de los pertinaces desagradables algunos ya han caído disueltos en la eternidad de Zamora. Todo sigue igual en Zamora. Zamora es la misma de hace sesenta años. Podrán cambiar los obispos, los alcaldes, los especuladores del suelo, los fantasmas, los pregoneros, y hasta los delincuentes, pero Zamora y el Duero siguen inalterables, eleáticos. Podrán cambiarse de lugar las fuentes monumentales de mi niñez, y hasta el “Portillo de la traición” cambie su nombre por “Portillo de la lealtad”, podrá desnudarse el lienzo de sus murallas milenarias, pero de piedras de arenisca que se levantan con la uña o con el granizo, de las viejas casas adosadas, podrá contaminarse el ámbito medieval del castillo con cosas del plagiador de Archipenko, podrá desplazar el epónimo de un poetastro a Sor Dositea e Ignacia Idoate de una plaza emblemática, que la madre Zamora seguirá igual, indiferente ante las modas tontas y las baboserías políticas. Eterna, serena, austera, bellísima, insobornable y joven en cada primavera. Sublime y perfecta aunque sus hijos seamos mediocres y tibios. Y todos sus cristos recorren sus calles diciendo las mismas cosas. “Si queréis curar y aliviar mis llagas, socorred a los necesitados, visitad a los enfermos, ayudad a que consiga el bienestar aquel que no lo tiene, amaos, en fin, unos a otros. Pues si no lo hacéis, vano es que me vengáis a aliviarme, y no es educado ni correcto ejercer la hipocresía ante un Dios que sufre tanto como yo, tal como muestran tan bien las llagas que me habéis puesto”. Echo de menos el gesto de Agustín García Calvo tocando desde su balcón el madero de la cruz que pasaba, como el saludo de un amigo que palpa la materia del misterio de la cruz. Echo de menos a los amigos de la infancia y la adolescencia. ¿Qué habrá sido de ellos? Desperdigados por el mundo mantendrán constante su zamoranismo de majos y majas. Algunos han muerto. Eran sin duda los mejores. Y entre las largas filas de cofrades piadosos, de hijos de Zamora enamorados de sus sublimes tradiciones religiosas, yo pienso en la Semana Santa. No compromete tanto Barrabás como Jesús, por eso Pilato condena a Jesús. Los doctores de la ley, como Gamaliel, Hillel o José de Arimatea, siempre serán un sector minoritario de sanedritas. El principal delito de Jesús ante el poder, que siempre exigirá la anuencia oral o gráfica, fue el silencio, un aterrador silencio que ilumina la maldad sobre la que se fundamenta el poder, tanto religioso como político. Ya se lo dijo Jesús al propio diablo en el pasaje de las tentaciones. El crimen de Jesús fue su tremendo silencio, su silencio cósmico como contemptus auctoritatis. Pero ese silencio aterrador, estentóreo, no era un motivo jurídico suficiente para condenar a muerte a Jesús, y es por ello que los sanedritas tuvieron que argumentar con el peligro potencial que podía entrañar Jesús ¡a los mismos romanos!, los blasfemos conquistadores de Israel. Es así que los sanedritas no sólo son conscientes de ejecutar a un hombre justo sin razón legal, jurídicamente no culpable, sino que tendrán que traicionar al mismo pueblo de Israel en su anhelo de libertad nacional, haciendo que Jesús pase por enemigo de los romanos. ¿Se convertían ellos en amigos sumisos del César? Tras el silencio y la condena a muerte viene la soledad absoluta de Cristo. El abandono general de Jesús por sus propios discípulos es terroríficamente vergonzoso. Y Marcos pinta el comportamiento de los apóstoles con tonos sombríos. Sólo algunas seguidoras, según el mismo evangelista, acompañaban a Jesús en su agonía en la cruz. Porque el mundo querido de Dios va más allá de la tiranía del Imperio y más allá de lo establecido por la religión del Templo, como dijese el padre Pagola, claretiano en una época en mi Colegio “Corazón de María”, de esta parmenídea Zamora. Jesús recorrió el camino de la pasión totalmente solo, abandonado por todos y repudiado por unos cobardes discípulos. Estos discípulos verán más tarde su propia defección y cobardía como debilidad de su fe ( “oligopistía” ). Y a pesar de su vergonzosa caída, saben –tras la muerte de Jesús– que están en las manos misericordiosas de Dios. La exégesis bíblica ha enlazado la dispersión de los discípulos con una frase de la Escritura: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas” (Zacarías, 13, 7). La dispersión de los discípulos forma parte de un plan divino. El sepulcro vacío será el motor que vuelve a congregar las ovejas perdidas. Ese sepulcro vacío es heraldo del “Ya no habrá muerte” (Apocalipsis 21, 4-5). En Jerusalén la fe apostólica en la resurrección se halla asociada a una visita de los cristianos al santo sepulcro, donde se celebra un acto religioso y, con ocasión de esta visita, que se efectúa de madrugada, se recuerda a los peregrinos la fe apostólica en la resurrección. El sepulcro de Jesús se convierte en el gran símbolo, el “memorial” del crucificado resucitado. El lugar de la muerte –el sepulcro– se convierte en lugar de la revelación de Dios. La losa ha sido corrida. La resurrección nace de un espacio abierto, no de una sacralidad muerta. La clausura del espacio sacro queda profanada, por decirlo de algún modo, al ser corrida la piedra. Este símbolo que es el sepulcro vacío tiene más fuerza teológica que la grandiosa angelofanía apocalíptica que viene después. El sepulcro vacío también tiene una función apologética, porque el “no está aquí” precede al “ha resucitado”. Cuando no se encuentra absolutamente nada de un hombre (piadoso, taumaturgo o sabio), es que ha sido “arrebatado, para estar con Dios”. En la Literatura Clásica hay muchos ejemplos al respecto, muy frecuente en las narraciones de terror (Luciano de Samosata, Plinio, Heródoto, Pausanias, Flegón de Trales, Filóstrato, etc.). El “rapto” (distinto del “viaje del alma” a las esferas celestes, idea común en la Antigüedad, especialmente en la Grecia Clásica) es conocido desde siempre en Egipto, Babilonia, en el mundo griego y romano, en el judaísmo antiguo y en el judaico. En el Antiguo Testamento, los dos casos clásicos son los de Henoc y Elías. También el del Deuteronomio 34, 5-6, donde se afirma que nadie conoce el “sepulcro de Moisés”. Los términos del griego clásico para designar el “rapto” son aphanismós, harpagê, y metástasis. Y en la traducción al griego realizada por los Setenta tenemos metatíthêmi o analambánein.


Que jamás Zamora acabe siendo un parking temático de la Semana Santa, sino sede milenaria de la vida de la Semana Santa.


[El Imparcial]



Zamora

El carpintero



Ignacio Ruiz Quintano
 
Abc
 

El juez Pedraz tiene del Justo Juez la media melena rubia (como pintan a Cristo los mormones para distinguirlo de Edward Said) y que, lo que Cristo decía en parábolas, Pedraz lo dice en autos. 
Así, el humorismo de Zapata, el concejal-carpintero.
 

Zapata no es precisamente Millán Astray tomando a la bayoneta las Tetas de Nador al grito de “¡Al toro, que es una mona!”
 

Zapata no quería ofender; sólo… hacer gracia (¡que es lo malo!), aunque su humorismo se quede en torrebrunismo de barra de vermú y gallinejas.
 

¡El torrebruno de la Shoá amarrado con la cadena de la bici a su nómina de concejal!
 

Son citas de expresiones que en su momento recordó de cuando era pequeño en un debate sobre libertad de expresión, en la calle, hace tiempo –dice Pedraz en su auto “El carpintero”, colgado en Twiter para sus fans, y que, con el auto anterior sobre lo mismo, es, una vez traducido, lo mejor que se ha publicado en España sobre el tema desde “La caverna del humorismo” de Pío Baroja, en el 20.
 

La mentira es una de las almohadas más blandas del instinto vital –dice allí Baroja.
 
La mentira, como se sabe, es arma revolucionaria, y por eso la izquierda está exenta de la verdad.
 
Nuestro Lenin, Largo Caballero, golpista redomado (17, 23, 30, 34, 36), la justificó en sus memorias al explicar el “Zapata” que se marcó ante el tribunal por lo del 34:
 

¿Hice bien o mal al proceder como lo hice? ¿Debía entregar a la voracidad de la justicia burguesa a un defensor del proletariado? Mi conciencia está tranquila. Ofrecerme como víctima sin beneficio para la causa del proletariado hubiera sido tan inocente como inútil.
 
Qué tíos.
 
Pedraz sostiene que, al contar chistes, Zapata no es un concejal de Madrid, sino el carpintero del Aranzadi. También Shakespeare, en el “Sueño de una noche de verano”, saca al carpintero Quince de payaso, aunque, pensando en el proletariado, Zapata preferirá al carpintero Duplay, que daba cobijo en Saint Honoré a Maximilien Robespierre.
 
 
Octubre, 2015

Domingo de Resurrección


Pasión de Jesús
Morata de Tajuña, 2014




Ignacio Ruiz Quintano
Abc


    En la Pasión Viviente de Morata de Tajuña, Madrid, cuando de la oscuridad, en lo más alto, se aparece el Resucitado, la muchedumbre que en la noche del Jueves Santo abarrota la plaza Mayor (la plaza del toro y la plaza del Cristo en la maravillosa primavera española) estalla en ovación alegre, comunal y final, como la que en los títeres liberan los niños cuando el títere de la estaca apalea al diablo, que es otro títere.


    La resurrección de Jesucristo es el fundamento del mensaje cristiano.


    –Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido, y vuestra fe, lo mismo –escribe Pablo.

    
Para Ratzinger, la dialéctica que forma parte de la esencia del Resucitado es presentada en los relatos realmente con poca habilidad, “y precisamente por eso dejan ver que son verídicos”.

    
Si se hubiera tenido que inventar la resurrección, se hubiera concentrado toda la insistencia en la plena corporeidad.

    
“No conocer la corrupción”: ésta es la definición de resurrección.


    Con la Resurrección, el viejo modo humano de estar juntos y de encontrarse con Cristo queda superado. María, su madre, lo ve, y no lo reconoce. Para demostrar su corporeidad, Él, que una vez dibujó en el suelo un pez que luego borró, acepta un trozo de pez asado para comer. “¿Muchachos, ¿tenéis pescado?” Ha puesto pescado sobre las brasas, y los invita: “Vamos, almorzad”. Y entonces ellos saben que es Jesús. “Comiendo con ellos sal”, el sello de las alianzas.


    –Señor, ¿qué ha sucedido para que te muestres a nosotros y no al mundo? –es la pregunta que Judas Tadeo, en nombre de todos nosotros, le hace a Jesús en el Cenáculo.


    Mas ése parece ser el estilo divino: suscitar amor, no arrollar con el poder exterior. La victoria del amor, dice Ratzinger, será la última palabra de la historia del mundo.

   

 –Pues hace footing todo el año para poder lucir luego en la Cruz –me dicen del Cristo nuevo de Morata (¡Cristo de estreno!), que es pintor, en un balcón.


Abril, 2014 

Miércoles, 10 de Abril

 


Rostro impenetrable

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos

DOMINGO DE RESURRECIÓN


El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.


Juan 20,1-9

sábado, 30 de marzo de 2024

Pesar en la Conversión



Desaliento en los costaleros de los Dolores



Banda a la espera en el Cristo de los faroles




La Soledad franciscana




La Conversión en "la Letro"


          Francisco Javier Gómez Izquierdo


           Rafael Dorado, Hermano Mayor de la Conversión y buen amigo de servidor, calculaba la tarde del lunes que el fin de las tormentas llegaría al pasar la hora del café del Viernes Santo y que "nuestro Cristo" (Rafa me hizo hermano hace tres años) saldría de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de "la Letro". Un ventarrón en la noche del martes al miércoles levantó el toldo del cocherón y la estructura del paso sufrió graves desperfectos (las imágenes están bien) por lo que al no haber posibilidad de montar el paso con seguridad de medios y personas en tan poco tiempo, se anunció que no se salía. El gran disgusto de la Hermandad, el barrio y sobre todo Rafael, factótum de tan gran comunión de voluntades, no me siento capaz de describirlo. Creo que ayer, Rafael se explicaba con serenidad y conocimiento por las teles, la desolación se había atemperado y al saberse que ninguna Cofradía salía por tercer día consecutivo a las calles de Córdoba el quebranto fue menos y con la muleta de "estaría de Dios" se fue recobrando la entereza que se acostumbra entre las buenas gentes del barrio. Entera y firmeza que se precisaron para sacar adelante tan reciente Cofradía.


       No. Tampoco el Viernes Santo se pudo salir y los cordobeses echan cuentas de cuándo llovió tanto por Semana Santa. En lo de Antonio nadie sabe decir. 

Un gesto en la Pascua


Pasión castellana

[Villahizán de Treviño]


Vicente Llorca


Nos había ocurrido alguna vez. Era un momento, un gesto, un remate que nos había hecho pensar que allí detrás había la memoria de otra cosa. Y que un solo gesto había revelado.


Nos había ocurrido una tarde banal, como todas, en una de las primeras novilladas de la temporada en la plaza de Madrid. Un novillero al que nadie conocía, que venía de la comarca de las Cinco Villas en el Ebro, había esbozado, un momento, una serie de naturales con una especie de desmayo que surgían de algún lugar insólito y que no se podía aprender. No recuerdo si esa tarde el aragonés triunfó. Pero alguien más lo había visto, el desmayo, porque al día siguiente ya estaba anunciado en la feria de san Isidro. Eran otros tiempos.


O aquella forma de callar que tenía un muchacho ecuatoriano, que venía del altiplano y que escuchaba en silencio el ruido de la taberna a la salida de los toros con el gesto de quien ya lo ha visto antes y guarda un secreto para sí.


Éste tiene que torear muy bien -comentó un escritor malagueño, que también lo había visto todo.


Así era, en efecto, y tan melancólica intención se nos manifestó otra tarde –un quite interminable, que sin embargo duró un instante– en la plaza de Leganés, en donde las voces resonaban como en un hangar letal. No volvimos a verle. Alguna noticia nos llegó, al cabo de los años, del silencioso ecuatoriano: había sido un quite un día en un coso venezolano; una tarde indescriptible al sur de México; otro gesto en Riobamba, su ciudad al fin, en donde el aire se hace transparente.


O, recordábamos el otro día, aquel mediodía caluroso en una finca al pie del Tajo, adonde llegaba un como olor a agua estancada y fango de un río que sabíamos cercano, pero que no se veía. En medio del tentadero salió a torear una utrera colorada un aficionado serio y perfectamente trajeado, que había permanecido en el burladero hasta entonces. A la primera serie que dio entendimos que aquello era la repetición de un toreo clásico, que se dilataba en el tiempo, y que era imposible guardar, si no se tenía todo ese tiempo encima.


El joven novillero era el hijo, y nieto y bisnieto de una de las dinastías más conocidas del toreo contemporáneo, nos dijeron, y no se podía entender una naturalidad tan compleja, si no se tenía toda esa memoria encima.


Ignoro qué sería de la efímera carrera del solemne novillero, que debutaba por entonces. No sé qué fue de la fortuna, fugaz y engañosa, de los anteriores. Aquí no se habla de ello.


Era de nuevo un gesto, un instante que desvelan el pasado, una memoria que es imposible remedar.


O, en otro lugar, aquella tarde en el aeropuerto de Lisboa, de regreso de una feria de arte –en donde yo me había dedicado fundamentalmente a recorrer las librerías del barrio de la Alta para terminar después en el quiosco del Jardim do Príncipe, desde donde se veía la animación de las calles con un cierto escepticismo. Después de una semana de conferencias y encuentros con galeristas de arte –y asistencia a conciertos bastante tediosos que figuraban en el programa de la feria–, los gritos de pronto y el gesto soez de la pareja de artistas que regresaban con nosotros, dedicados a un encargado de los equipajes. Y que, después de tanta cita literaria revelaban de pronto el barrio atroz y desgarrado del que venían. Y la impostura de su atención, una mañana en el Martinho do Arcada, en donde yo me empeñé en buscar el tedio de Fernando Pessoa entre interminables martinis. Sólo el barrio era real -como reveló más tarde su ruidosa militancia.


Esta mañana, viernes de Cuaresma, el aire movía, atroz, las sábanas y unas telas que cubrían una leñera a la entrada de las casas. (“En ese momento –citó alguien– el velo del Templo se rasgó en dos”). Un día hosco, oscuro, airado. Como un recuerdo apesadumbrado, pensé, de la Pasión, los días oscuros en donde se repite, año tras año, el recuerdo de la Semana Santa. En el bar del pueblo nos habían obsequiado con torrijas. Era un gesto mínimo también que nombraba, un instante, todo el pasado, una memoria inmensa que un gesto revela.

Hughes. Vinicius contra lo cerril



Hughes


(Aviso cariñoso al lector: el artículo contiene bastante comentario futbolístico, aunque no sólo)


No es casualidad que el lío con Vinicius se formara con ocasión de una visita del Madrid al campo del Atlético. Avisó Koke: «Si Vinicius celebra bailando, habrá lío». La polémica por entonces, año 2022, estaba en el baile y alguien en El Chiringuito añadió: «Que no haga el mono». Algo así.


Efectivamente, se lió.


En el desarrollo de la polémica que tiene a Vinicius de objeto participaron dos fuerzas: una, el antimadridismo primario que tiene su centro en Madrid, y no en Barcelona. El sindicato de periodistas colchoneros, diseminado con desproporción por los medios, comenzó su guerrilla. Si no han sido capaces de oponerse realmente al fondo de su estadio ni al antifútbol de su entrenador-gurú, ¿lo iban a hacer con el asunto Vinicius, que además osó ponerse chulo y respondón?


El colchonerismo tiene bula ética y bula futbolística. La dispensan los medios. Hasta el antimadridismo es centralista y de ahí salieron las corrientes nerviosas, espasmos imitativos que explican lo de Valencia no mucho después. El antimadridismo valencianista tampoco es nuevo. Comenzó seriamente con Paco Roig, radiopredicadores de alcance local y la televisión autonómica. El resultado de esa frenesí populista inicial (Roig contra la Meseta) fue que el Valencia perdiera la posesión del club, ahora en manos de Peter Lim. El dueño no se sabe dónde está, pero el enemigo está en Madrid y va de blanco. Mimetizar el maltrato colchonero a Vinicius le deparó al club la peor imagen internacional.


Una fuerza ha sido el antimadridismo, tan variado y saludable que no hace falta ni hablar del Barcelona,  y la otra ha sido el espectáculo mediático, la lógica de los medios. Vinicius encarna muchas cosas y una es el fracaso de la Liga. La Liga española no es ni siquiera la liga escocesa, un eterno Celtic contra Rangers. El Madrid realmente no tiene rival. Hay que ir sosteniendo al Barça y lo que vende es el debate eternizado entre el Madrid y el no-Madrid, entre el madridismo y el antimadridismo. Eso es lo que vende, en El Chiringuito en especial, donde la cosa, como en un virus, saltó del futbolista al mono. «Que no haga el mono». En el mundo conectado de Internet y con la sensibilidad brasileña para el asunto racial, la cosa trascendería. ¿Qué iba a hacer Vinicius ante su propia gente? ¿Callar?




Vinicius, hecho show su figura, permitía la continuidad del Cristiano vs Messi de otra forma: Vinicius sí, Vinicius no. El antimadridismo la tomaría con él y el debate se amplificaría en los medios. Se había vivido años antes con Mourinho. Pero en Mourinho había algo intelectual, discursivo, narrativo, un ¿pur qué?; en Vinicius se hace muy persona, corporal, se juzgan aspectos, formas, color… Es un odio físico, gestual, instintivo. Por eso a veces es tan desagradable y llega donde se llega. El racismo (importa menos si estructural o instrumental, puntual) es expresión del antimadridismo que a su vez es expresión de algunas otras cosas.


Si Vinicius jugara en el Barcelona nada de esto pasaría. Sería un símbolo pacífico de Unicef, ídolo de la infancia, unificador de continentes; seria la sonrisa de las cajas de cereales y con su fútbol felicísimo se liberarían los pueblos y se cincelarían las prosas.


ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL ANTIMADRIDISMO MADRILEÑO


Es decir, sobre el Atlético. El odio que le tienen al Madrid sólo tiene parangón en el odio que la izquierda madrileña le tiene a Ayuso. Es apasionado, irracional, desmedido y a veces un poco estremecedor. Están para Vito Quiles. El Atlético de Madrid reúne a gente muy facha y progres modernos de tipo urbano. Creo que son los auténticos rojipardos porque su unión de extremos es la única exitosa. Frente Atleti y sabinismo.




Los viejos aficionados tienen una detestación del Madrid que es atávica. En su condición de sucursal del Athletic de Bilbao, parecen a veces una desembocadura futbolística del carlismo y en el Madrid sólo ven modernidad, corrupción sistémica, degeneración…. Esa especie de carlismo desplazado futbolero, que parece no haber superado la superioridad civil del Madrid de Bernabéu sobre el Atlético Aviación, se une a la de los colchoneros progres del madrileñismo sureño, de lo alternativo, barrial, del izquierdismo sociológico, en los que hay un rencor más social y desesperado. También político. El Madrid es el equipo del poder y bla, bla, bla. Hay otro antimadridismo psicologista o literario, de romanticismo del perdedor. El Madrid es el que se lleva a la rubia, el jefe, el pelota del jefe. El que organiza el timing de los semáforos. La estructura molecular de la misma vida, tronco. Habría otro antimadridismo que es, rizamiento total del rizo, el del pijo madrileño norteño que se subraya así la actitud, como quien se deja flequillo. Un roquerismo posh, como las fans de Leiva.


El antimadridismo es lícito. Está bien, son muy libres. El problema es cuando quieren convencer a los demás de sus delirios. Con Vinicius ha ocurrido eso, y ha ocurrido durante el cholismo, que ha sido como el agujero de antimateria del florentinismo. Es posible empezar a ver el cholismo como una consecuencia del propio florentinismo, al estilo en que los EEUU se fabrican a veces sus propios enemigos. El cholismo ha creado un nihilismo a la altura del constante desarrollo del fútbol de Florentino. Sus tres revoluciones del fútbol moderno, su búsqueda estratégica de la Ilusión, su innovación ha tenido enfrente una gran sombra expansiva de Nada futbolística.


El antimadridismo madrileño del Atlético es el más puro y su presencia en los medios fundamental porque conecta  el antimadridismo periférico, sobre todo el del barcelonismo, con el que tiene un acuerdo informal de colaboración. El antimadridismo colchonero da barniz moral al odio regional-separatista hacia el Madrid. Contra Vinicius, es el antimadridismo madrileño el que actúa primeramente, en conexión (diríamos, como aquel, que en simbiosis) con el entramado institucional-arbitral-televisivo.


El antimadridismo madrileño tiene la función de ocultar así muchas veces lo que el antimadridismo tiene de extensión deportiva y sociológica del 78. Las autonomías han imitado a Cataluña y el País Vasco y el antimadridismo ha pasado también a ser constante de los coros y danzas, una sensibilidad identitaria, característica y, curiosamente, común. Un pegamento de disparidades. Es una pequeña sutura divisiva no tan pequeña: igual que está el izquierda-derecha, está el madridista-antimadridista.




Sobre la importancia del colchonerismo en lo de Vinicius, baste la anécdota. Lo primero que conoció en España fue un jugador del Atlético mordiéndole el cráneo.


ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE VINICIUS


Vinicius debuta, si no recuerdo mal, en julio de 2018. Ese mes se va Cristiano. El sustituto de Cristiano, no lo sabíamos entonces, iba a ser él. En Vinicius se funda el Tercer Florentinismo. El primero es el de La Galaxia, el segundo es el de Cristiano y el tercero va a ser el de los jóvenes que se fichan cuando aun no son estrellas.


Vinicius era estratégico y su detestación no es trivial. A Vinicius, además, no se le supo ver. Hasta sus entrenadores estaban despistados, hasta Benzema lo estaba. Había en él algo irritante.


Antes debe explicarse algo. Por supuesto que hay racismo en el fútbol, pero no sólo en la grada. Para mí ha estado más en la prensa, de un modo matizado. En reservar la palabra «bestia» al mediocentro negro; en desdeñar la Francia última y penúltima por «sólo física» frente, por ejemplo, a la «técnica» croata. Está, sobre todo, en la incomprensión irritada del fútbol de Neymar y los brasileños, siempre bajo sospecha de burlón, engañoso, frívolo y poco serio.


Vinicius, que es la primera estrella brasileña que se hace realmente aquí, que llega como promesa, era un brasileño en bruto. Su fútbol ni siquiera tenía el virtuosismo que se le pide a un brasileño. Por ello no tenía disculpa: tenía la exuberancia alegre y retadora de un brasileño, pero sin su depuración técnica. Era, por ello, doblemente odioso para el cerrilismo hispano (que tiene su meca en Bilbao, ancestros del colchonerismo, donde lesionaron a Maradona y a Redondo). Vinicius era brasileño temperamental pero sin la terminación de un Ronaldinho, Ronaldo, Rivaldo, Bebeto, o incluso un primer Robinho fugacísimo. Había algo por desbastar. Un brasilerismo doblemente odioso para el espectador español, que ya digo es mayormente atroz.




Vinicius era un brasileño puro que no rompía a brasileño. Su exuberancia no tenía excusa y movía a la risa.


A Vinicius no se le supo ver. Pero Vinicius, en remontada de sí mismo (madridismo total), se afinó, rompiendo lo que era ley suprema del fútbol, que el gol no se aprende. El gol lo aprendió, y el «matao», el «qué malo es», el que despertaba hilaridad por el contraste entre sus expectativas e inicios del más prometedor  brasilerismo y sus terminaciones chapuceras, rompió a crack.


Cuando lo hizo, no encontró una Liga orquestada a su alrededor, ni una narrativa ad hoc, como Messi. No había alfombras rojas, sino el retorno al fútbol de caverna, con algunos laterales ayudados por centrales metrosexuales al rescate (Vini reveló el fondo de sadismo de algunos laterales derechos, luchó desde el principio contra los caballeros-caballeros del fútbol). El arbitraje, por supuesto, no le protegió y esa es la madre del Cordero que le ha costado alguna Liga ya al Madrid. Tampoco había un relato preparado. Ni siquiera el televisivo (la realización) pues Vinicius estuvo siempre bajo sospecha: primero por su técnica, luego por su actitud.


La que fue Liga del Jogo Bonito, con los rapsodas de Barcelona y Madrid conectados por Prisa, Cope y Movistar, se había convertido en otra Liga que penalizaba el regate, el baile y la risa, pero también la lágrima.


Si ríe, molesta; si llora, molesta. Todo en él molesta.


Pero no perdamos de vista la importancia de Vinicius: inicio estratégico y pilar del tercer Florentinismo (estrellas fichadas en la tardoadolescencia); continuación en su sola persona del Cristiano vs Messi y, más allá, sucesor de Mourinho como causa, debate, síntoma y héroe cultural a su pesar contra (expresión feliz de Carlos Esteban) los «dueños del discurso». Vini recibe en el esplendor físico de su cuerpo y de su juego el odio anti. De un modo parecido a Mourinho, Vinicius impugna imagen, relato, rivales, arbitrajes, momento táctico, ángulo de mirada, incluso una psicología colectiva. No es lo woke lo que trae sino una rebeldía liberadora contra algo fosilizado aquí. Vinicius es una rebeldía superadora.


SOBRE LO WOKE



Vinicius recibe las criticas vergonzantes del antimadridismo de izquierdas y derechas. Para el de izquierdas, el Madrid no puede ser objeto de racismo porque el Madrid es intrínsecamente racista en virtud de la leyenda negra. Para el de derechas, Vinicius trae a España lo woke del BLM y por tanto es criticable. El Madrid debería, se supone, expedientar o vender o reconvenir al jugador. Carvajalizar al chico (ojo: adoctrinarlo con el lateral derecho, que aprenda del lateral derecho ¡justo lo que él ha venido a sobrepasar!).


Esto es sorprendente. Antes de lo woke había racismo y reglas de conducta. Nunca fue bueno llamar mono a un hombre. Yo no lo escuché esto en mi vida. Pero, al parecer, si diez mil personas llaman macaco a Vinicius, él debería salir en rueda de prensa y decir: «Me ha parecido percibir cierta animosidad pigmentaria en mi contra que, he de confesar, no contribuye del todo a mi serenidad, pero no pasa nada: fúbol es fúbol».


Quejarse cuando miles de personas te llaman mono no es woke. Woke sería decir que los blancos son privilegiados, que como negro merece otro trato compensatorio o pedir que a dos personas se les trate diferente por su color. Pedir que no le llamen mono no es woke. Pero si aprovechando su dimensión de estrella internacional usara lo woke en defensa personal, haría muy bien; son los clubes del antimadridismo y sus respectivos entornos los que han abusado en el pasado de brochazos woke, progresistas y demagógicos.


En su origen, en su forma de expresarse, en su concentración de odio unipersonal cancelatorio, el antimadridismo contra Vinicius ha sido más woke, mucho más cercano en formas y maneras. Parte además, ellos sí, de considerar una situación originaria de privilegio, la del Madrid, que exige una forma de pasividad en el otro. El madridista, privilegiado por serlo, ¡racista por serlo! no puede protestar como hace Vinicius, no puede exigir igualdad, no puede sentir agravio, porque eso es contrario a la ideología que sustenta el actual tinglado del fútbol español (madridismo vs antimadridismo): el Madrid fue privilegiado en un origen remoto. Entonces, el Madrid, como hombre blanco, debe pagar su cuota de culpa mediante arbitrajes, insultos, linchamientos mediáticos, etc. La actitud del madridista ante el hecho ha de ser «no quejarse», «el madridista no puede quejarse». Ha de ser siempre Butragueño. Es decir, lo mismo que el blanco ante el BLM. No quejarse y aguantar. Por eso Vinicius, como antes Mourinho, resulta insoportable y escandaloso y excita sus técnicas propagandistas y cancelatorias puramente odiosas. Y, muy importante: el uso de la mentira.


No sé si lo woke es tan importante. Pero woke aquí,  de serlo algo, es el antimadridismo contra Vinicius.




LA ALIANZA ANTIMADRIDISTA COMO EXPRESIÓN DE UNA ESPECIE DE WOKISMO ESPAÑOL INVIVIBLE


Insistamos en esto: en el odio expresado, la falta de humor, de piedad, en la búsqueda de la denigración  y destrucción personal, que es lo que se ha intentado e intenta con el futbolista.


La campaña contra Vinicius ha tenido la intención de la peor propaganda actual. No muestran todas las faltas que se le hacen ni las agresiones, pero sacan todas sus reacciones. Sólo la mitad de la historia. Buscan su gesto polémico, su protesta. No se busca su risa, su simpatía. La historia de superación deportiva es transformada en la construcción de un monstruoso egotismo. Es asombroso esto. Por primera vez, la televisión no participa tanto de la historia de un ídolo como de la formación, en paralelo, alternativamente, de un villano deportivo.


El antimadridismo institucionalizado (hecho negocio, asunto de debate, único interés de un producto en crisis) es propaganda pura y es la espuma de la corrupción profunda del fútbol español, desde el Negreirato hasta los manejos federativos. Su irracionalidad casa perfectamente con la irracional arbitrariedad del arbitraje actual.


Pero hay más. La alianza antimadridista engloba odios diversos, como una coalición de Pedro Sánchez: un odio a España, en gran parte, o el odio a Madrid como capital, junto a otro tipo de odio en su vertiente madrileña: el odio a la excelencia (cuando es del otro), junto a un resentimiento profundo. El antimadridismo es una ideología histérica y una manifestación más o menos lúdica y espectacular del resentimiento y de la envidia, origen de cierto izquierdismo.


En cierto rechazo derechista hacia el Madrid hay un odio legítimo a la modernidad, al progresismo corporativo, al internacionalismo y a la globalización. Pero incurren en algún error que se explicará otro día.


Todo esto: propaganda, rencor, barbarie lógica, corrupción y antiespaña ha caído sobre Vinicius, el pobre Vinicius. Más la burricie en boga y la cazurrería proverbial. Vinicius contra una síntesis de cerrilismo woke, ancestral cazurrez en formas tecnológicas nuevas que parecen dotarla de razones.


ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA CAMPAÑA CONTRA VINICIUS


Lo peor y más indignante del caso de Vinicius no es ni siquiera el racismo, asunto sobre el que no merece ni la pena entrar. Lo peor es que estamos ante el intento de acabar con un futbolista en ciernes, que ha sobrevivido por un coraje inusual. Vinicius en la actualidad no se puede quejar de que le llamen negro o mono, pero es que antes no se podía quejar de las sucesivas faltas no pitadas. Si se queja, le sacan tarjeta. Si se vuelve a quejar, le expulsan. Si se queja al rival, repiten la imagen dejando impresión de camorrista. Si por milagro o facultades sobrenaturales supera a los rivales, las faltas, las patadas, los agarrones, y consigue marcar gol, tampoco puede celebrarlo; si lo celebra bailando y le llaman mono, tampoco puede quejarse. Provoca todo en él; su juego, su alegría, su carácter y su queja. Su espléndido ser futbolístico es una provocación.




EL MADRIDISTA ‘LAMIFICADO’: ACABOSE HUMANO SISTÉMICO


Una figura que ha vuelto a brillar por este asunto es la del madridista que asume la propaganda antimadridista. Que viene empapado de información ambiental. Es un prodigio, algo muy conseguido, como el que aplaudía a quien le encerraba. Si el antimadridismo es sistémico (el negocio del fútbol es Madrid vs Antimadrid) el madridista así es doblemente sistémico, por madridista y por antimadridista epidérmico. Es lo requetesistémico. Es del Madrid y, además, comulga con el discurso antimadrid. Es lo que en su día llamamos pipero, luego el madridista antimouriñista, el del señorío, y ahora es el que no admite a Vinicius. Un moderado del fútbol. Muy madridista, pero muy moderadamente.


Vinicius es consecuencia de una crisis. El Madrid-Barça ya no vende tanto como el Madrid-Antimadrid y Vini lucha (hasta que Yamal sea lo que promete) contra sí mismo, o, como mucho, contra sus compañeros en el Madrid. El debate sobre Vinicius parece una actualización de las querellas taurinas entre Joselito y Belmonte, polémicas así. Pero no hay rivalidad, dualidad. Vinicius no rivaliza contra otro, es Vinicius contra el Ecosistema del fútbol español. Vinicius contra lo que vomita a Vinicius. Parece decir algo de nosotros. Un espectáculo que, en gran parte, consiste en la negación, un ser contra un no-ser, algo contra su rechazo. El fútbol español deviene en esto. ¿No es raro que de una antítesis se haga un espectáculo? No es realmente una rivalidad, sino una contradicción. No un A contra B, sino un A contra No A.


Eso se encarna en Vinicius, se debate en Vinicius.


Y es algo feo. Parece un jugador contra el león del coliseo. Algo que a cualquier persona sensible le ha de parecer desagradable, tan malo como el propio racismo. O dicho de otra forma: no había que llegar al horrendo episodio del «mono, mono», ya era suficientemente malo el odio sin causa a un joven futbolista. Un debate que consiste en, de un lado, un joven muchacho que regatea, dribla, burla, corre, se equivoca (muchísimo) y lo intenta n+1 veces y, por otro lado, sus odiadores y negadores, que cargan sobre él un rencor de más de un siglo ya. ¿Quién es aquí lo woke? ¿Qué es más estructuralmente woke? ¿Qué minoría revanchista busca un sistema de compensación mediante la personificación de un agravio?


El debate Vinicius contra los otros es un instante nacional, un pequeño souvenir de aquí. Como un imán de paella, como una mini plaza de toros o una flamenca. Pero en cruel. Un turista que viniese, un aficionado que lo vea desde fuera, se podría llevar la peor imagen de nosotros. Es un retrato de un país a menudo insoportable, lleno de gente que parece no escuchar ya lo que sale de su boca.


(Nota final del autor al improbable lector que milagrosamente, como en slalom de Vinicius, haya llegado hasta aquí: soy periodista o plumilla antes que madridista, y anti-antimadridista antes que madridista, pero lo que veo no lo veo por madridista. Es por verlo que soy madridista).



Leer en La Gaceta de la Iberosfera 

Sábado Santo


Las Huelgas Reales



Ignacio Ruiz Quintano
Abc


    De todas maneras, dice Steiner, el nuestro (el de los judíos) es el largo día del sábado, con su “neutralidad metafísica” entre el sufrimiento, la soledad y el despilfarro impronunciable, por un lado, del Viernes Santo, y el sueño de liberación, de renacimiento, por el otro, del Domingo de Resurrección.


    La neutralidad de la Pasión es Pilato (“quid est veritas?”) frente a las querellas religiosas de los judíos; la neutralidad, políticamente positiva para Schmitt, del que se mantiene al margen:

 
Es la objetividad del protector del Estado que se encuentra bajo su protectorado, y frente a sus antagonismos políticos internos.

 
Él no quería, pero se sometió a la voluntad del pueblo. Ah, ¡vaya circunstancia atenuante! Y entonces, entrará en el reino de Dios, ¿sí o no?


    Pero ¿qué sabemos con certeza de Pilato?, pregunta el padre Andréi. Pues aún hoy no se sabe qué sentía él por Cristo. ¿La crucifixión? ¡Son cosas que pasan! El poder terrenal es complejo. El espiritual es más sencillo. No les gusta Cristo y lo arrestan, lo juzgan, lo condenan y lo ejecutan. Aunque condenar tampoco fue fácil. Faltó poco para que todo se fuera al garete.


    Tenemos, prosigue el padre Andréi, una legión de Pilatos, el típico funcionario medio: severo, pero no cruel; en los casos anodinos, es justo y muestra incluso principios; en los casos grandes, duda y tergiversa. Y acabó mal. ¿Obligado a suicidarse bajo Calígula? ¿Ejecutado por orden de Nerón? ¿Exiliado en Suiza y ahogado en el lago de Lucerna? (“En los Alpes hay una montaña que se llama Pilato. El Viernes Santo apareció allí una sombra enorme y todo el mundo se lavó las manos”).

 

Raulin, predicando una vez en Francia la Pasión, dixo: “Vosotros sois los que le crucificastes, aunque os llamáis chistianissimos, porque Pilato era francés y también lo serian los más de los suyos”. Al tiempo de la muerte de Raulin se juntaron más de veinte señores y abbades, y él, predicando en la iglesia “De Paraíso”, dio el ánima a Dios –se lee en el Floreto de un fraile dominico residente en Sevilla a mediados del siglo XVI.


Marzo, 2018 

viernes, 29 de marzo de 2024

Marengo

 


Que el cielo lo juzgue


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Obama, esa ave de mal agüero, ha visitado en Londres, con su faja de Nobel de la Paz, al primer ministro Rishi Sunak para hablar de algo para lo que no les ha votado nadie: la guerra, según todos los indicios.

 

Obama alcanzó un triste hito que ha pasado desapercibido: lleva en guerra más tiempo que cualquier otro presidente estadounidense –escribía en mayo de 2016… ¡el New York Times!


Obama es un gran Narciso, y su atildado contoneo hacia el número 10 de Downing Street bien podía titularse “An American Werewolf in London II”, en homenaje a John Landis, que tan genialmente mezclaba el humor con el terror, por si alguien no se había enterado de quién es el verdadero emperador de este Occidente terminal, título que en Europa, y para las cámaras de TV, sólo le disputa otro gran Narciso, Macron, que lleva un mes amenazando con ensillar a “Marengo”, el caballo blanco de Napoleón que un oficial inglés encontró herido y perdido en el campo de batalla de Waterloo y se lo apropió (¡los ingleses y el proviso de Locke!) para venderlo al mejor postor en Londres, donde murió a la mítica edad de 38 años.


Macron no es Napoleón, que gustaba, como sabemos por Metternich, de sorprender a los franceses, y no les anunciaba sus guerras sino por medio del cañón de los Inválidos, que tronaba a continuación de la primera victoria. Bonaparte era paulino, e hizo predicar a todo el clero de Francia un texto de San Pablo que le convenía: “Respetad los poderes de la Tierra, pues todos los poderes vienen de Dios”. Macron, con alzas, se ve por encima de Dios, y ha refutado el “No matarás” del Sinaí decretando “derecho constitucional” el aborto. La Constitución de De Gaulle contra las Tablas de Moisés.


Macron era el Centro, y por tanto, el Tartufo que corresponde a nuestra época. Como diría Muray: un “falsificador de devociones” (Molière); su “vana ostentación de buenas obras” (Molière otra vez) no le impide, más bien al contrario, “cometer las malas” (Molière también).


Partidario del Nuevo Orden americano evidentemente, es decir, de la cuarta gran oleada de la Reforma a lo largo de los siglos (después de la de Lutero, después de la del 89-93, después de la de Hitler), no comprende las reticencias de algunos respecto de los encantos protestantes.


Para impresionar a sus colegas en las cenas de Versalles, donde los comensales liberalios juegan a adivinar por la textura del muslo de qué lado se acostaba el faisán, Macron no tiene hoy más poderes que el esqueleto de “Marengo” (1,45 de altura), conservado en el Museo del Ejército británico, si quiere jugar a caballo blanco del Apocalipsis nuclear: “Miré y vi un caballo blanco, y el que montaba sobre él tenía un arco, y le fue dada una corona, y salió vencedor…”


El centro ya no se sostiene… –zanjó gloriosamente la discusión el último de los grandes poetas: Yeats.


[Viernes, 22 de Marzo],

Jueves Santo en Córdoba. Lluvia


El Caído y la Soiledad



La Caridad con la Legión



El Cisto de Gracia con sus espárragos




Plaza del Alpargate esperando al Esparraguero


Francisco Javier Gómez Izquierdo


          Las previsiones de lluvia no admitían duda y las seis cofradías del Jueves Santo, más la de la Buena Muerte que sale a las 12 de la noche, se quedaron en sus templos y cocherones porque "la lluvia sí lo impide".  "Pues nada, vamos a verlas en sus iglesias", y enfilamos a San Cayetano paraguas en ristre en busca del Caído de los toreros y la Soledad. Mucho personal pasando con orden ante las imágenes en el cocherón, mientras los hermanos rezaban en la Iglesia. Por las callejuelas de la Piedra Escrita saltamos al convento Nazareno, donde los visitantes pasábamos ante el Nazareno y la Nazarena envueltos en un silencio en el que retumbaba sobrecogedor el rezo de los cofrades todos vestidos del poderoso negro de las sotanas sacerdotales. En agradable paseo llegamos a San Francisco donde guardamos unos diez minutos de cola para ver la Caridad y sus legionarios. A la salida arreció la lluvia. En San Agustín había una cola tremenda para ver a la Virgen de las Angustias por lo que desistimos y acabamos en los Trinitarios ante el Cristo de Gracia, por el que el chico tiene inclinación, donde también tuvimos que esperar otros diez minutos.


         Mucha tristeza en los cofrades, costaleros y sobre todo en los penitentes con los capuces bajo el brazo, pero como el disgusto lo llevaban masticando desde muy temprano por el constante llover, la emoción fue menos impactante que la de las hermandades del domingo, lunes y martes. Hoy viernes sigue lloviendo.

Viernes Santo




Ignacio Ruiz Quintano
Abc


Viernes Santo es Silencio.


El universo del cristiano católico, dice Bergamín (“La callada de Dios”), es eso: revolucionaria música celestial que el incrédulo no percibe, porque, más allá del silencio eterno de los espacios infinitos que lo espanta, no siente esa armonía luminosa de la revolución de los astros, imagen aparente de la callada música del Universo, que es una respuesta profunda, silenciosa, de Dios.


Porque hay silencios y silencios.

Silencios de muerte, como el de Hamlet. Silencio de signo negativo. Mortal. Silencio que espanta. (Pascal se curó de ese espanto por la fe y con el tiempo: del espanto, silencioso, de los espantos infinitos). Se curó por la fe, por ver lo invisible, por oír lo inaudito (o como diría el apóstol: por ver con los oídos).


Y silencios de vida, de signo positivo, como el afirmativo de Dios.


Son estos dos silencios los que polarizan el pensamiento, entre la plenitud del silencio divino y el vacío silencioso, mortal, de nuestra zozobra temporal.


Todo esto es música celestial. Inexistente para el indiferente religioso.


En Francia se dijo que el catolicismo era la forma más elegante de la indiferencia religiosa, y Bergamín se queda con la copla para aplicarla a “la sedicente religión de la mayoría de los que se manifiestan pública y políticamente como católicos en España”. Para esos españoles, dice, el catolicismo es la forma más inelegante de la indiferencia religiosa:


La más chabacana y mentirosa o hipócrita, cuando no supersticiosamente estúpida; el antifaz picaresco de intereses bastardos, por políticos, o comerciales, con los cuales la propia política o mercadería se corrompe y corrompe todo lo que le rodea.

Hoy, 14 de abril, no faltarán “indiferentes religiosos” tratando de mezclar el silencio de los velos morados del Viernes Santo (dolor, penitencia) con los ruidosos moretones de la “enseña investida por el sentir del pueblo” que decretó “el alzamiento nacional contra la tiranía”.


Abril, 2017