Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
Don Concha es como Umbral llamaba, por abreviar, a don Víctor García de la Concha, el director de la Academia, huérfana de Umbrales y petada de Marías y Cebrianes.
El cometido de la Academia es masticar la prosa que luego se expende en los estancos del grupo Prisa con la garantía del Estado. Se trata de prosa-alfalfa laica, cuyo hito fue escribir Dios con minúscula, “dios”, cosa que hizo Cebrián, porque a don Concha, ¡ay, Jesús!, le faltaba valor.
Lo de escribir con mayúscula o minúscula los nombres según quiera uno elevarlos o rebajarlos lo explica muy graciosamente el padre Isla en su Fray Gerundio, pero a ver cómo resuelve don Concha el marrón zapateril de la redefinición de “franquismo”, que conlleva, siquiera por disimular, la de “comunismo”.
El franquismo fue una dictadura paliada por el incumplimiento, en latiguillo feliz de Gabriel Maura, donde cabía el epigrama del regalo de una tortuga al dictador, que éste rechaza: “No la quiero en casa –dice–, porque luego se les toma cariño y se sufre mucho cuando la tortuga se muere.” Pemán, que también fue académico, pero con lecturas, dijo que Franco fue un dictador pícnico a lo Sancho: malicia, refranes, paciencia, sentido práctico... ¿Totalitarismo?
Zapatero (dícese del que maniobra o ha maniobrado mal o no entiende la maniobra, según el Diccionario Marítimo Español del capitán de fragata don Timoteo O’Scallan) quiere que los académicos definan el franquismo como el “mal metafísico”.
Si se conviene en que el franquismo es el “mal metafísico”, el comunismo sería el bien supremo que propugna un tal Ginés Fernández. “Comunismo: propuesta que lucha por la libertad, la igualdad y la democracia.” José García Domínguez ha avisado de que, por exabruptos mucho más leves que ése, Stalin envió al Gulag a miles de revisionistas de la misma ralea que Fernández. Y Cristina Losada viene en ayuda de don Concha con una historia de los ochenta: Zhelyu Zhelev, expulsado del Partido en 1965 y luego primer presidente democrático de Bulgaria, escribió un libro titulado “Fashizmat” (“El fascismo”) en el que describía la estructura del Estado fascista, que, casualmente, coincidía punto por punto con la estructura del estado comunista. Los estudiantes preguntaban a los libreros: “¿Tiene el libro ‘Kommunismat’, de Zhelev? Y lo prohibieron.
–Ahí tienen una solución salomónica para el diccionario –concluye Losada–. Comunismo: véase Fascismo. Fascismo: véase Comunismo.