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Hughes
Pura Golosina Deportiva
Era del año la estación florida y además era tiempo de descuento. Gran frustración, pesadillesca sensación de darle la liga al equipo sin reglas; cuando llegó el gol de Valverde, la volea más bonita en mucho tiempo.
Cortó la pelota y sin ningún toque intermedio esperó a que bajara y la colocó. El corte con interior y la volea de exterior, para lo cual tuvo que componer el cuerpo en prodigio biomecánico: el cuerpo se echó atrás, pero no mucho; sin hacer la catapulta había que crear hueco a la cadera, que hizo lo suyo. Como ella giraba, ¿dónde se sostenía el cuerpo? Los brazos se elevaron y las manos se recogieron para que la pelota saliera colocada hacia la escuadra. La trayectoria perfecta de la pelota ¿qué era comparado con esa figura de Valverde?
Rozaba el descoyuntamiento zidanesco de Glasgow (2002), pero en algún sentido era más difícil. Era una autovolea y la pelota no tenía tanto recorrido. La distancia que faltaba la ganó él con torsión de sí mismo.
El alivio fue muy grande. Se expulsó ahí mucho nervio del día del Arsenal. Tener a Valverde y tenerlo como lo tienen...
Fue un partido que empezó en depresión aunque dejó mucho. Por eso el gol era importante. No sólo por la Liga. De haber empatado, sobre el Madrid hubiera caído ya el habitual alud de imbecilidad. Sin embargo, aun podemos hablar de lo que pasó, de lo que ha pasado. La esperanza permite seguir hablando de este equipo. Este. El de la 2024-2025.
Porque pasó lo que pedíamos, y lo que creíamos que podía ocurrir si se superaba la eliminatoria. Encontrarnos un Madrid con Valverde y Camavinga en los laterales. Una opción interesante. Volvía Ceballos y había cuatro medios y los dos laterales-medios. El Madrid tuvo el control del partido, de la posición y de la posesión. No sufrió.
Con Ceballos se recuperaba un nervio, una transmisión de juego.
Había tanta calidad que el balón iba de banda a banda. La expresión "cambio de juego" es elocuente porque al mandar al otro lado todo se refresca.
Vini cogió la iniciativa desde el inicio y sus regates eran regates-lucha contra el sistema de ayudas y la reticencia arbitral a sacar las amarillas. Entraba y salía del área buscando hueco con acelerones como en una escena de persecución en moto de Tom Cruise.
Mbappé estaba en la grada (se lesionó metiendo el pie), su imagen se vio en la pantalla y se oyeron algunos pitidos. ¿Tiene él la culpa de que lo ficharan? ¿Es por eso que no salen primeros planos de Florentino? Si Mbappé es el problema, lo fue también Ronaldo.
Había depresión, tristeza, desgana, ausencia de ocasiones. Sólo aplausos a un tacle de Asencio (el gravesenismo madridista intacto).
Si por la izquierda era Vini con su enduro, por la derecha eran las incursiones de Rodrygo, todas finas pero marcadas por la falta de fe y lo rutinario. Quizás su gran técnica le da a todo lo que hace un marchamo de empaquetado, de movimiento facturado. Hay algo que desespera en él.
Como desesperaba la presión, por llamarla de alguna manera. Los jugadores siempre llegaban tarde y descoordinados. Esprins perdidos. Esprín spleen.
Vini hacía algún regate maravilloso, chutaba, lo intentaba o metía un caño vejatorio. Era él para un público en parte ingrato, absurdo, descorazonador.
La segunda parte estuvo mejor. No sabemos qué dijo Ancelotti, pero se notó. Se sacó seguro el chicle de la boca.
Hubo una ocasión de Rodrygo para empezar, finta y colocación, con ese swing suyo desapasionado tan bonito de ver. Tchouameni metió un interior modridista a Bellingham, que se sacó del vacío con un control de bailarina sobre la barra.
Y brillaba Camavinga. Un Camavinga recuperado, casi alegre, que iba y venía y "construía" sentido en una banda izquierda que, también es verdad, no tenía aun a Williams. Lanzaba y respetaba a Vinicius.
Hubo mucho tiros lejanos y otra gran ocasión de Belligham a pase exterior de Vinicius. Era el Madrid del año pasado, sin nueve, con el El Inglés Llegador. Luego entró Endrick (por Ceballos) y se colocó por detrás.
Pasaron las cosas que todos pedíamos: se fueron Modric y Rodrygo para que Güler (por el centro) y Brahim (por la derecha) hicieran lo mismo mejor. Arda puede despistarse sin balón pero su zurda da seguridad al juego. No sólo creatividad. Hay seguridad en sus pases y si no la hay del todo, sin duda puede haberla (sueno a Jarcha).
En el Athletic entró Maroan, un nuevo vasco, y se comió un poco a Asencio, quien, por cierto, volvió a jugársela emancipándose en algún saque de esquina.
Maroan fue la única y muy lejana inquietud y en realidad no hizo nada. El Madrid controlaba y se volcaba en el ataque, sólo que sin suerte, aunque sin llegar a la autodestructiva excitación del Arsenal.
Vinicius tomó alguna mala decisión en un tramo. No se le puede acusar de individualista, porque eso es precisamente lo que debe ser. Sólo que falló. ¿Se escuchó algún pitidito? En el 79, y tras un largo asedio, se desquitó con un golazo. La cogió en el córner y se fue adentrando con dos regates y tiro raso y fuerte al palo 'corto'.
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Vinicius no celebró el gol. Era un Vinicius triste. De la samba a la tristeza. Lo han conseguido.
Aunque casi mejor. Los goles ahora no se pueden celebrar. Porque tras largo simposio de pinganillo se anuló por una acción anterior en la que Endrick caía en fuera de juego. No tanto Endrick como la falange o incluso la falangina del dedo gordo de su pie.
El VAR es una pesadilla. Cada gol del Madrid tiene que llegar a la red con un certificado de limpieza de sangre. Es una video inquisición que milimetra el fútbol para llenarlo de Nada.
La Nada anómica del Barça. Sin ley.
La Nada futbolística del Cholismo.
La Nada tecnopuñetera del VAR. Cirugía láser, perdido el sentido.
Luego hubo un lance de Bellingham, que controló en el área y al llegar al balón antes que el rival recibió neto su empuje. Era "acción residual", pero ¿no era pitable lo residual? Al Madrid le han pitado cosas extrañas. Ha sido estos años el cuerpo para la experimentación tecnológica, cuando no el enseñamiento.
Se quiso reponer. En el ambiente un cóctel de ira, frustración, manía persecutoria, sensación de agravio, autoindulgencia, urgencia y hasta miedo de estar perdiendo la Liga, todo tocado de tristeza y posible despedida.
Y en este zafarrancho entrecortado y casi tembloroso, ¡pum! (que diría un imbécil), la volea nijinsky de Valverde.
De repente había Liga, había vida. ¡Menudo abrazo le pegó Ancelotti!
Para empezar, los pequeños avances, las pequeñas concesiones de Carletto y sus pequeños logros podrían permanecer. Algunas cosas se han hecho mal, pero es tanto lo bueno... Hay una deuda de justicia o fortuna con este Madrid. El de la 2024-2025.