JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
En el libro «Haciendo de República» (Luca de Tena ediciones, 2006) la clara inteligencia de Julio Camba nos ilustra con perspicacia y humor sobre los primeros momentos de la llegada a España de aquella abominación. Así nos cuenta cómo habrían resultado agraciados los poseedores de títulos nobiliarios merced al nuevo régimen, de tal manera que el duque de Alba o el del Infantado habían pasado a ser el exduque de Alba o el exduque del Infantado, acrecentándose así la longitud del nombre de su título. Algo así ha debido pasar en el mundo de las(s) familia(s) Fraile, porque hoy nos encontramos con la sorpresa de que la ganadería anunciada para el festejo, antes conocida como «Valdefresno», así a secas, ahora ha pasado a denominarse «José Enrique Fraile de Valdefresno», aumentando su nombre en 12 caracteres. Nos cuenta un paisano de Aldehuela de la Bóveda que esto no es porque quieran darse pisto, sino que es porque han partido aquella en dos. La verdad es que hace años que las cuitas ganaderas de la(s) familia(s) Fraile, excepción hecha de Carolina y sus gracilianos, nos importan un solemne bledo, desde que aprendimos que lo suyo es la casta Lisarnasia, creación propia con «label» de mansedumbre, y que la principal característica del ganado frailuno en la Plaza consiste en que «en la lidia se comporta con frialdad cuando sale, yendo a más a partir del tercio de varas…», que esto lo pone así en el programa oficial.
Los toros de José Enrique Fraile de Valdefresno (JEFV) que hoy hemos visto en Madrid se ve que no han llegado a pillar el grado necesario de calentamiento global y se han quedado de principio a fin en lo de la «frialdad» ésa que dice el que escribe en el programa, aunque dicho con otras palabras más propias del léxico taurino podríamos hablar de mansedumbre, descaste, debilidad o sosería, que son términos que reflejan más aquilatadamente lo que ha significado la contemplación de estos seis bueyes de carreta, estos 3.673 kilogramos de carne en seis entregas, que han demostrado sus trazas, más cercanas a las de la raza charolesa que a las propias del toro de lidia. Óptimo homenaje al Santo Isidro, cuyos bueyes araban las tierras de Iván de Vargas mientras él oraba, y ojalá que el Santo labrador hubiera tenido a mano estas tres yuntas que hoy salieron en Las Ventas, para acrecentar su labor.
Baste decir que el mamarracho que defendió el «honor de la divisa» fue el segundo de la tarde, Pomposico, número 22, que, al parecer es el único en que cuajó el calentamiento, y lo que se obtuvo a cambio de esa ardentía fue una colección de embestidas a cuál más tonta, más sin sentido, sin gracia y sin intención. El resto del encierro fue como el de las vacas del pueblo: mansedumbre huidiza o aquerenciada, deslucimiento y cobardía proclamada a los cuatro vientos. Y todo eso aderezado con unas fuerzas tasadas y una ignorancia completa de para qué servían esas dos vainas huecas formadas por epidermis queratinizada que les asomaban a ambos lados de la cabeza. Desde el burladero titulado como «Ganaderos/Empresa» el ganadero observaba las evoluciones del ganado que cría, acompañado de su esposa y sus dos jóvenes hijas. En un momento se acercó a departir con ellos el mayor experto en bueyes que hay en España, el mayoral don Florencio Fernández (Florito), probablemente a dar la enhorabuena o acaso a tratar de adquirir nuevos ejemplares de contrastada mansedumbre para ampliar su manada.
Verdaderamente el mejor consejo que se le podría dar a JEFV es que como seguramente tenga un rifle en la casa, en Tabera de Abajo, mañana mismo, sin esperar más, lo use con las madres, con los padres, con los becerros, con los toros de saca, con los novillos y, si quiere seguir en esto de la ganadería, una vez eliminado en buena hora lo anterior, se plantee un nuevo inicio, que lo mismo a la segunda vez puede que le salga medio bien la cosa. O que se pase al ganado de engorde, que da menos disgustos.
El plan infalible para el día del Patrón en la mente de Plaza1 era éste: los seis lisarnasios de JEFV y, para dar fin de ellos, Paco Ureña, David Galván y Alejandro Chicharro, que confirmaría la alternativa que le dio Talavante en las pasadas Fallas. Todo atado y bien atado.
Por delante salió Chicharro, de oro viejo y oro, a abrir Plaza. El buey huidizo de su confirmación fue Pandereto, número 29, más manso que la oveja Dolly (qDg), que se empeñó en hacer currar al neófito en persecuciones y, aunque su condición no era aviesa, le hizo también tomar precauciones que le llevaron a no estar colocado ni en uno solo de los cites que perpetró. El buey se tragó algún muletazo pero su idea era partir de ese sitio donde se le incomodaba, de ver cómo volver a Salamanca. Enganchones, falta de personalidad definida y largo trasteo de menos a mucho menos fue el resumen de su actuación. En su segundo, el sexto de la tarde, tasadito de fuerzas, volvió a destacar su falta de colocación y además comenzó a llover, con lo que las gentes huyeron de la Plaza sin atender a las razones tan poco convincentes que Chicharro ponía encima de la mesa.
Un «chicharro» en argot bursátil español, es un valor con una baja capitalización y un riesgo muy elevado. Esperemos que no sea una premonición sobre el futuro de este joven diestro, pero como no cambie de registro parece que la cosa va rodada.
Ureña presentó en su primero, Pomposico, las mismas credenciales que hicieron venirse abajo su cotización el pasado día 11 en la corrida de Fuente Ymbro. ¿Qué le está pasando a Ureña? Donde antes ponía verdad ahora pone truco y ventaja. Donde antes se pasaba al toro por la faja ahora lo hace a distancia de seguridad. Donde antes había toreo ahora hay solamente pases. El toro era, como se dijo antes, bobo de solemnidad, un atontado, tontaina, tontera, bobo, estúpido, necio, lelo, alelado, memo, simple, corto, imbécil, idiota, mentecato, majadero, merluzo, tarado, zonzo, sonso, zote, cojudo, dundo, menso, abombado, yegua, maje, desorejado, zapallo, tolete, dundeco, noneco o turro. Ni una mala mirada, ni un pensamiento propio, ni una mala intención que obligasen a Ureña a desconfiar de las intenciones de Pomposico, y sin embargo el hombre se puso a dar pases negando de manera patente lo que ha sido su tauromaquia, la que le ha dado un nombre y por la que se le espera. Encima parece que se mosqueó cuando no le fue concedida la injusta oreja que algunos le pedían. Su segundo fue otro vaco que embestía a cabezazos, cuando embestía y que a la mínima se iba a tablas. Ureña se puso espesísimo y nadie le echó cuentas cuando despenó a la prenda esa al tercer intento.
David Galván puede decirse que no tuvo opciones para decir algo, ni bueno ni malo con los dos espantajos que le tocaron. Se llevó el peor lote sin paliativos. Su primero tenía la misma disposición a embestir que los toros de Guisando y su segundo fue de una mansedumbre franciscana, sin ganas de meterse en líos con nadie. Ya puede mandarle un jamón al ganadero.
En las cuadrillas, Sánchez estuvo muy dispuesto para parear al sesgo y volvieron a brillar otra vez más Juan Carlos Rey e Iván García. Por su parte, Borja Lorente confirmó con su trabajo en varas al sexto sus carencias como picador, explicadas en la reseña de la corrida del día de ayer.
ANDREW MOORE
FIN