viernes, 14 de marzo de 2025

Whifflebirds


Manolescu

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Dejarse abrazar por Sánchez y correr a rendirse a Trump fue todo uno en Zelenski, el Manolescu de nuestro tiempo.


Esta avería no es del barco, esto es de la Sevillana [la compañía eléctrica] –contaba de Agustín el Meli [torero, cantaor y criador de gallos de pelea] el Beni de Cádiz, dicho por Antonio Burgos.


George Manolescu fue un “joven y elegante rumano que con sus estafas cortó la respiración de Europa”, y Thomas Mann lo tomó de modelo para sus “Confesiones del aventurero Félix Krull” sobre la cultura del engaño en la República de Weimar. Era tal su coquetería, que Manolescu legó su cráneo a Lombroso, quien lo rechazó, tajante, con una postal: “Quédese con su cráneo”.


Weimar, que fue tragedia, repítese ahora como farsa. Europa siempre ha vivido del toque. Una noche Curro Fetén llamó “colegas” a Paco de Lucía y a un sablista del Sacromonte que se había sumado a la mesa; el guitarrista arqueó una ceja: “Porque los dos vivís del toque”, le aclaró Fetén. Europa vivió de tocar las pelotas en América y en África y ahora cree que podría tocarlas en Rusia desde Ucrania, que es, por sus tierras rarunas, como “la leyenda de la ciudad sin nombre”, pero los rusos son ariscos. Están armados hasta los dientes de chips de lavadora (palabra de Ursula von der Leyen), para defendernos de los cuales Macron, metido en los zapatos de De Gaulle, nos ofrece su paraguas nuclear (¡recuerden el Rainbow Warrior!) por ochocientos mil millones de euros a extraer de nuestros bolsillos, y aquí es donde entra nuestro moderno Manolescu, que vende minas como uno de mi pueblo vendió participaciones de lotería de un número inexistente y tuvo la mala suerte de ser agraciado con el Gordo. Papel de barba con derecho de pernada sobre las minas de Ucrania tendrían ya Starmer (“Abajo quedas tú, Inglaterra, / vieja raposa avarienta”...), Macron y Ursula/Rosie, todos a espaldas del Tío Sam, ese millonario gilipollas que visita las bodegas de Jerez y te compra la Giralda. Para los liberalios con segunda vivienda en los Sudetes, este geocomercio cutre es el contractualismo de Hobbes, que combinado con el proviso de Locke nos predispone a la guerra nuclear que lleve a Macron y a B-H Lévy (¡Alejandro y Aristóteles!) a bañarse en leche de burra, a lo Jack Lang en Venecia, en San Petersburgo.


¿Y España? Por España no pasa el tiempo. “La España oficial consiste, pues, en una especie de partidos fantasmas que defienden los fantasmas de unas ideas y que, apoyados por las sombras de unos periódicos, hacen marchar unos Ministerios de alucinación”. Un país ridículo y estéril que chapotea en el lodo terminal de una cultura muerta. Un país de “whifflebirds”, nombre inventado, según Frances Stonor Saunders, por un intelectual de Nueva York para denominar a un ser que “vuela hacia atrás en círculos cada vez más cerrados hasta que llega a su propio ano y se extingue”.


–Pensar que eres tú / el que empuja / pero es a ti al que te empujan…


[Viernes, 7 de Marzo] 

jueves, 13 de marzo de 2025

Los "penáltiles"

Dibujo de Carlos Gómez Izquierdo


        Francisco Javier Gómez Izquierdo


           La emoción en la vuelta de los octavos de la Champions quedaba reducida a tres de los ochos partidos. El Liverpool-PSG, Lille-Dortmund y ¡cómo no! el Atlético de Madrid-Real Madrid.


          A los ingleses Arsenal y Aston Vila, además de al Inter, Barça y Bayern no les pusieron demasiados impedimentos sus rivales. Si acaso el Benfica al Barça en la ida, por la expulsión de Cubarsí. El Dortmund es equipo que sabe competir mejor que el Lille a pesar de no estar lo "pitoso" que suele. Me gustó mucho el 7 del Lille, Haraldsson, islandés de 21 años al que el entrenador Bruno Genésio sustituyó para sorpresa de propios y extraños cuando daba la sensación de ser el único capaz de doblegar el flanco izquierdo del avispero. La hazaña del PSG en Liverpool no sorprende a los que hemos visto los dos partidos. Sostiene servidor que Luis Enrique es muy buen entrenador de club. La selección no era ni es para su carácter y su manera de machacar movimientos. En el reportaje del Movistar duda de una plantilla con Neymar, Messi y Mbbappé y no es hipocresía su desconfianza. Ha hecho un equipo alrededor de Vitinha, medio que mueve la cabellera como si fuera músico y entrena a Dembelé para que su inspiración no sea esporádica y caprichosa, sino permanente y decisiva. ¡Cómo lanzó su penalty de la tanda! Al trío de vedettes que Luis Enrique no quiere ni en pintura lo ha suplido con uno de su gusto, Dembelé Kvarastkhelia-, Barcolá... más el joven Désiré Doué, que amenaza martirizar de primeras a la defensa del Aston Vila y se supone que a la del Real Madrid en semifinales. Curioso que el jugador más decisivo del PSG resultara ser Donnarouma, portero del que servidor siempre ha dudado, con sus dos penaltis detenidos a Darwin Núñez y Curtis Jones. ¡Ah, los "penáltiles"!


      El Atlético-Real Madrid ha dado una jugada -un penalty- que pasa a la historia de esos lances balompédicos que hacen incomparable el espectáculo del fútbol. Dice el Reglamento que el penalty,  el jugador ha de lanzarlo hacia adelante y una vez en juego, el lanzador no podrá tocar el balón por segunda vez hasta que lo toque otro jugador. Anoche, el penalty de Julián Álvarez lo anuló el VAR, se rearbitró, por supuestamente golpear dos veces al balón en el lanzamiento.

 

      Cuando el jugador atlético marca el penalty, nadie, y sobre todos los nadies, el señor Szymon Marciniak, un árbitro como Dios manda, se percata del doble contacto. El público, los periodistas, los jugadores en el campo y el fútbol antiguo hubieran dado gol sin ninguna duda... pero el VAR, ése chivato de la cámara lenta, avisa de la infracción. Se sucedieron varias repeticiones en las que según seas merengue o colchonero ves el roce o no lo ves. Servidor ha repasado ésta mañana el lanzamiento por el youtube después del paseo y mantengo mi emperre en lo de Antonio con el café y la tostada: "no se desvía el balón. Si acaso golpea de modo SIMULTÁNEO con el pie derecho y la pelusa de la parte interior de la bota izquierda". Parecerá absurdo, pero es situación como si el jugador se transformara en pieza de futbolín de madera en la que todo el cuerpo es uno y se proyectara en un golpeo a pies "juntillas". Es circunstancia que no se contempla en el Reglamento porque en realidad resultaría un sólo golpeo. Ésto puede parecer un disparate, pero les prometo que más disparate me parece anular ése penalty que el Reglamento nunca hubiera anulado, porque lo que no aprecia el árbitro y no digamos ya, el ojo humano, no puede sancionarse. Servidor no es capaz de separar los dos golpeos que los intérpretes del VAR han visto con claridad. Oiga, pues para ellos la perra gorda y siento la decepción del espectador que allí en el campo, en vivo y en directo volvió a casa sin saber lo que había visto, con lo atento que está uno cuando mira un penalty. Supongo que haría como servidor ésta mañana, poner el youtube... e interpretar, como es moda en el siglo. Puede que al volver a casa le haya retratado el radar de la autovía por ir a 121 por hora, velocidad que sanciona el Reglamento, pero que cualquier conductor considera una.., pongamos mamarrachada. 

Hughes. Atlético, 1 (2)- Real Madrid, 0 (4) Otro éxodo de oscuras golondrinas


@realmadrid


Hughes

Pura Golosina Deportiva

 

A medida que uno cumple años va entendiendo eso de "partido no apto para cardíacos". No son edades, ni son épocas, para tanto padecimiento... ¿Era necesario para vencer al Atlético de Gallagher, Barrios, Simeone Jr. y De Paul?


Antes del partido, la entrevista a Ancelotti mostraba a un hombre sin ánimo, entristecido, con un abrigo oscuro como de luto.


No tendrá nada que ver, pero a los 30 segundos el Atlético encontró lo que ansiaba más que el oro: el gol. No tuvo que destruir nada de fútbol, no tuvo que penar en sus minas para lograr ese 1-0 que le permitía ser lo que prefiere: un marmollillo nihilista.


No era posible colocarse en peor disposición para el partido. En el gol, junto a Tchouaméni no estaba el otro pivote, Modric.


El Atlético, que de verdad celebraba el gol como una lotería, se encerró y el Madrid comenzó un largo ataque en el que la pelota viajaba de banda a banda a velocidad media, nunca la suficiente.


Vinicius aparecía en su lugar mejor, y era al menos una referencia saludable. Un lugar al que acudir.


La postración defensiva del Atlético cuanto más larga, más aviesa. Podía hacer un efecto ventosa. Atraer al Madrid a su de profundis, tragarse al Madrid y aprovechar cualquier fallo... Todo eran espacios para el Atlético, todo eran estrecheces para el Madrid.


Simeone, con su aspecto de aparcachoches, disfrutaba, pero sufría porque disfrutaba. Su cara era la del que nunca descansa. Su pasión es nuestro sufrir y viceversa.


La única posibilidad era un balón muy largo de Belingham para la carrera de Vinicius con el velocista vigoréxico Llorente. O sea, había una extenuación individual y una combinación directa, pues eso es el Madrid casi siempre: dos que se entienden y, como mucho, en el mejor de los casos, tres, cuando se consigue una terna lateral, medio y delantero.


Había miedo. Asencio, seguramente de forma injusta, producía todavía una reticencia.


Vinicius era como la tranquilidad, lo que más se buscaba, y atacaba contra tres. En uno de esos intentos agónicos, en el suelo, consiguió meter en el área un balón que un colchonero detuvo con la mano. La mano era clara pero no se pitó penalti y se produjo ese efecto psicológico por el que nos quedamos, a falta de otra, con la explicación del narrador Martínez: una mano natural, se dijo.


Conocíamos la mano invisible, la mano negra, la mano tonta, pero no la mano natural...


El Madrid tenía le pelota pero la movía con miedo. Cada ataque, por supuesto individual, abría espacios de velocidad para el insidioso rival y había que pensárselo mucho. Cada iniciativa exigía un cálculo muy rápido, casi electrónico, de riesgo y rentabilidad. El que mejor lo calibraba era Vinicius, el que peor, Rodrygo.


El miedo que pudiera provocar el Atlético se iba aclarando, concretando: llegaba por Julián Álvarez, que era cogerla, correr y chutar. Courtois sacó una mano, pero no natural sino todo lo contrario. Fue una mano, como si se estuviera quedando manco.


En el campo había padres e hijos: los Simeone, los Ancelotti. Esto indica que en el gran fútbol se aprecia un plus de lealtad, de confianza superior.


La llegada del Madrid en la primera parte fue un disparo modosito de Rodrygo a la media hora. Mbappé no se encontraba, perdía balones, y alguien se podía preguntar si era un acierto haber perdido un centrocampista para eso.


La conexión entre Rodrygo y Mbappé era especialmente calamitosa. Eran una pareja que provocaba consternación.


Ya por entonces, media hora del partido, Tchouameni estaba muy bien. Cómo empezó el año y cómo está ahora... Le sacaron una amarilla por enmendar a Bellingham, que no bajó. Tchouameni no hizo aspavientos ni le dejó en evidencia. De esas cosas o de la ausencia de esas cosas también se hacen las reputaciones.


El Madrid no tenía esa imantación magnética de los equipos europeos a estas alturas. Era un conjunto de iniciativas, de debilidades...


El Madrid, con mucho esfuerzo, con un ataque previsible, impotente por dentro y reumático de alas, tampoco tenía atrás la energía suficiente para atacar con alegría, con arrojo. Sus ataques eran, por ese lastre, temerosos, apocadísimos...


No jugaba bien el Madrid, pero el Atlético tampoco y los elogios que recibía eran aplausos al nihilismo. ¡Qué pasión oscura! Parte del miedo era ambiental, la sensación de estar en el fondo de una psique en la que lo odiado eres tú, el objetivo eres tú... Jonás madridista dentro de la ballena metropolitana, no había luz alguna.


Renqueaba el Madrid como bloque sin ganar a cambio lo suficiente por inspiración individual. En esos minutos se evaluaba el criterio compositivo de la temporada.


Mbappé despertaba una sensación de esperanza liviana, de paloma coja que no termina de, la sensación del penúltimo Butragueño. Pero es verdad que todos le teníamos la vela puesta.



@realmadrid

El atasco era tal que tenía que construir Valverde. Volvió a pasar eso. Lo que no pensara o afluyera él desde el lateral acrecentado no saldría...


De repente, Simeone celebraba algo. Saltaba. Brincaba por algo... Por un esprín que lograba un córner. Qué logro, qué epopeya. Con ese inmenso botín se llegaba a la primera parte.


SEGUNDA PARTE


Del descanso salimos con una frase en la cabeza: "Hay que estirarse en la pérdida", que podía significar "hay que sacar unas medias noches en el sepelio".


El Atlético, con humor, intentó marcar en el 46: otra vez Julián Álvarez contra Courtois, y eso era todo. No había más argumento, ni lo hubo después.


Modric, amojamado total, se lanzaba al tackling como un jubilado se levantaría a cambiar de canal si hubiera perdido el mando entre los cojines.


Tchouameni lo intentaba con la zurda desde Moralzarzal, lo cual era una buena decisión porque al menos nadie le cogería la espalda.


El Madrid crujía, su sonido era el de resistencias quejándose, como las naos del imperio al final, ya desvencijadas...


La tenencia de la pelota era tenencia muy calculada, claro que el riesgo estaba en cualquier lugar. Mendy, por ejemplo, se cayó de repente como un handicapé. Diríamos hasta que se autocayó. No es que le costara controlar, es que le costaba pisar. Luego se daba golpes en su pierna mala, como si no fuera del todo suya.


Tchouameni, con su amarilla fosforescente encima, era medio Madrid, la verdad. Había una cama chicha, una espera a no se sabía qué. Era necesario cambiar, pero ¿a quién quitar? Se vio en esos minutos que el método Ancelotti es alargar la fe, dar a los jugadores un poco más de lo que merecen. No imponer la idea, ni la necesidad, y dejar que agoten su sino en el partido.


En el 55 se produjo la primera jugada con colmillo, una apertura de Rodrygo con centro a nadie.


Mbappé aun estaba encerrado en una cárcel rojiblanca (qué infierno, por cierto, qué presidio turco)... Mal si simplemente estaba, mal si lo intentaba.


Ancelotti cambió el doble pivote: Camavinga y Valverde, y el Madrid se hizo mejor por décimas, por algo infinitesimal. Tenía la pelota y había más espacios, centímetros nuevos.


Lo justo para que Mbappé saltara de su jaula como un tigre con hambre sindical. Pudo encararse, olisqueó el espacio, la sabana, la libertad de la naturaleza, y tris, tras, cortó a los dos centrales con un movimiento que no tiene nadie. Fue penalti y ¿por qué tenía que tirarlo Vinicius? Sobrecarga de energías psíquicas en un jugador de pie no del todo depurado. Falló Vinicius y falló Ancelotti, que no ha sido capaz ni de elegir al lanzador de los penaltis.


El fallo de Vinicius provocó el estallido de la grada. Entonces, ¿para qué saltaba y la arengaba Simeone? Movimientos de populismo argentino recalcitrante o algo así, tics de barra brava, cosas incomprensibles.


Ancelotti hizo su segundo gambito y sacó a Brahim de modo que a la pareja del centro del campo añadió la pareja suya con Brahim por la derecha. Fueron lo más vivo del Madrid o quizás solo lo más vivaracho.


Pero el Madrid se sobrepuso al palo del penalti. Volvió a mandar, volvió a querer. Demostró entereza y una voluntad positiva, realizadora.


De repente, un plano: Camavinga atando los cordones de Mendy; ¿pero es que tampoco sabe usar las manos? No, por favor, agrio comentarista bilioso, es que estaba lesionado.


Era el momento. Fran García se ponía la camiseta, no sin antes enseñar su torso desproporcionado de Ned Flanders.


Fran García salió y se persignó muchas veces (y nosotros como él). Era como un torero o a lo mejor como un camionero que llena de estampitas la guantera.


Ancelotti sacaba el género mientras que el Cholo, que no puede evitar ser cicatero (esto de verdad que es de psiquiatra) lo guardaba para más adelante... ¿para cuándo?


El partido era ya una batalla histórica. Perder era morir. El césped era un campo donde en el futuro se harían ofrendas, se reunirían los jefes de Estado.


El cansancio y la tensión parecían una ventisca, la nieve de Stalingrado. El realizador, consciente, mostraba primeros planos de personas equivocadas.


Los de arriba cometían perdidas exasperantes. Estaban secos. Pero ¿por qué se seguía confiando en la renovación del espíritu inmortal madridista? ¿No es eso técnicamente fascismo? ¿Por qué se seguía esperando un renacimiento grandioso si las alas abiertas eran Lucas y Fran García?


"El futbol es lo más democrático", dijo alguien ínclito, y el calambre llegó entonces también a las piernas tatuadas del Atlético. Al mismísimo De Paul. Las caras de sus calcamonías tribales de repente mostraban un rictus mortuorio.


¿Estaba perdiendo tiempo el Atlético? Lo vimos claro: ¡no les importaba perder! Comprendimos con horror (un horror acrecentado por las caras de los tatuajes acalambrados) que el Atlético se destruiría muy gustosamente para que no pasara el Madrid, que su objetivo no era ganar, sino que pudiera perder el Madrid.


Era como jugársela con un kamikaze. O con quien ha muerto tantas veces que no le importa una vez más. Abrazados a su nihilismo llevarían al Madrid a los penaltis.


Empezaba así la prórroga, con enigmáticos planos de Vallejo.


PRÓRROGA Y PENALTIS


Por donde Fran García había encontrado el Atlético una vía de entrada irrechazable. Es decir, ni siquiera el Atlético podía evitar atacar por ahí de lo clarA, blanda, tierna que estaba la zona. Fran García, además, se iba al ataque con la confianza de un Roberto Carlos y el gran susto se lo dio Correa en la jugada de vuelta.


Pero ahí, como en una fractalidad con la que lo cósmico resuelve ser generoso, encontraba el Madrid cierto alivio porque al ser Fran García tan sumamente frágil, el Atlético se proyectaba, lo que generaba espacios nuevos y posibilidades para el Madrid.


Digamos que el gran motor del juego en esos minutos fue, de un modo involuntario, Fran García.


Arriba era el Madrid perdía balones sin parar, como esas máquinas que escupen pelotas de tenis caóticamente.


Simeone sacaba cambios, hombres frescos en la prórroga. Esto aumentaba, por contraste, el agotamiento madridista. Bellingham, que se crecía, cortaba balones y le daba una gran bronca a Vinicius por no bajar. Abroncaba a Vini por no ayudar en la defensa cuando minutos antes le había hecho elevar el rostro tras fallar el penalti. El brazalete ético ya sabemos quién lo lleva.


Me maravillará siempre cómo, en una de las últimas llegadas, gota de agua para el sediento, el ego de Lucas Vázquez decidió intentar una falta por la escuadra.


En el descanso de la prórroga, Simeone aún encontraba razones para dar más instrucciones.


El Madrid era como una larga caravana que ha resistido a varios ataques indios. Bellingham y Valverde se pusieron al frente y arrastraron al equipo con una grandiosidad de Di Stéfano. Bellingham se rehízo admirablemente y quiso mandar, sin poder mucho, y hasta Mbappé se lanzó a taclear como poseso. Ese Mbappé había comulgado el Espíritu Madridista. Ya era, ya sería por siempre uno de los nuestros.


Ancelotti todavía se guardaba un as, o una última posibilidad de torturar a Endrick y lo sacó muy al final, aunque el objetivo, parecía retirar a Vinicius de la tanda de penaltis.


Llegaron los penaltis y Ancelotti seguía con las manos en los bolsillos. No las sacó en todo el partido.


El Atlético había tenido mucha suerte en la eliminatoria, pero en el cielo de Madrid, no muy lejos de San Blas, se dibujó una aciaga figura astral. La Constelación Pupas. El fallo de Julián Álvarez fue una sorpresa del reglamento para muchos (el infinito reglamento del fútbol, nuestra auténtica Constitución), que ni lo creían posible: darle en semifallo con el otro pie y que el gol no suba. Luego falló Llorente pero no Rudiger, aunque su gol tuvo un suspense. Oblak tocó la pelota y aun pudo sacarla pero vencido ya no tenía manos, ni piernas, solo un tronco impotente que miraba como un pez fuera del agua. Fue, sí, una muerte cruel para el Atlético. Pero totalmente merecida. 



@realmadrid

El gol de Charlot



Hughes


Fue sólo un gol, de un partido cualquiera, un Real Madrid-Rayo, pero también algo más. Razón tenía Ignacio Ruiz Quintano cuando lo llamó «gol de Charlot».  


Vinicius empieza encarando al defensor, se mete en el área, recorta y entonces, sin conseguir librarse de él, le sale otro más corpulento; entonces, asustado, como si hubiera salido de la cueva un oso, recula sobre sus pasos de un modo que resulta divertido y mientas le huye, pies para que os quiero, mira aquí y allá, trata a su vez de reconducirlo, de llevarlo a alguna parte.


Ha sacado al corpulento defensa de su zona y Vinicius, con los pasos muy ligeros, amaga por un lado y sale por el otro, como si la pelota fuera una muleta que el rival siguiera ciegamente.


Está dando un rodeo tan oportuno que el defensa, inseguro ya, torpes sus pasos, topará de bruces con otro defensor que acude en su ayuda.


Los supera Vinicius «encontrándolos», como si hubiera concertado una falsa cita. Se dan uno contra otro en el doblar de una esquina y quedan desactivados igual que muertos en un videojuego.


Los defensas le van detrás a Vinicius como policías de cine mudo: voluntariosos, ceñudos, casi furiosos y él, con un aire zumbón los burla transformando su primera agresividad en cómico desconcierto.


Tras el choque, solo Vinicius otra vez, vuelve a enfrentarse al primer defensa, que esperaba en el área bien arremangado. Entonces, comienza su show de bicicletas, como un malabarista que enseña la pelota en puro ilusionismo, porque mientras la enseña la oculta, hace imposible llegar a ella. El defensa lo mira atónito y en sus ojos aparece una x de dibujos animados. Falta un tartazo en la escena. Vinicius ha mareado al rival, que queda turulato, pero también se vale de él porque lo convierte en obstáculo para el portero; saca entonces su disparo, desde abajo y muy rápido, como un revólver. Por eso lo celebra con pistolas imaginarias. También, nos dice, soy el más rápido del Oeste.


En el mismo gol nos ha dado la persecución chaplinesca, el trile, el malabar, el enredo, una lidia de bombero torero, y el final del western…  


Vinicius va mucho más allá del regate, que es solo un gesto más. Correcaminos, Buster Keaton, ¿de qué huye y por qué? Es un escapista, un fugitivo, un actor físico… Su fútbol nace de un tartazo que le diera a un defensa antes de echar a correr.


Al verle  esquivar los riesgos sentimos vibrar la estructura trepidante e infantil del pilla-pilla.


Su fútbol es artístico más allá de la forma, la geometría o la finura técnica. Él lo convierte en una comedia física que ejecuta con su gran sonrisa. Su extroversión y expresividad también son de cine mudo, para que su gesto hable mucho por él.


¿No tiene su gesto la mueca flexible de la pantomima? Se ríe y llora excesivamente en cada jugada, gran Satchmo deportivo…


Es el individuo solo, feo, en los márgenes del campo, el vagabundo chapliniano (origen de favela) frente a los enviados de la autoridad y el orden. Hay una escapada de lo cotidiano, de lo habitual, de lo reglamentado, de lo pensado y de lo colectivo…  Y Vinicius, con sus regates-gag, con sus jugadas slapstick, hace de héroe charlotiano, y desde abajo se burla de lo establecido, individuo carnavalesco, regateador satírico, extremo-trickster que revienta las cajas acorazadas de la costumbre del fútbol…


Su fútbol es pureza de la imagen sobre cualquier narrativa. Sobre el flujo que es el partido él inserta otra cosa, una comicidad orgánica, física, rebelde.


Un narrador que comentaba el partido para una televisión extranjera comenzó a reír durante la jugada. En lo deportivo apareció el humor. Antes del ¡gol! vino el ¡oh! y antes el ¡jajaja! Vinicius le da al deporte una comicidad burlesca, payasesca y cuando tiene éxito sume a los rivales en un total desconcierto. Su éxito pasa inevitablemente por una pequeña ridiculización.


Aire, torbellino, caos renovador, benévolo y humorístico…


Cada gol suyo es una conquista, como si empezara sin nada y acabara con todo, coronado de verdad y triunfo. ¿Cómo no iba a celebrar sus goles?


¿Qué puede molestar de él? Su fuerte es una habilidad que no tenemos los demás, un ingenio que desbarata, una inteligencia que engaña siempre al otro, que se aprovecha, que invierte… Arquetipo de robador, de figura antisocial que burla, trastoca, vulnera…


¡Ay si en lugar de tristes formularios narrativos sonara un piano de vodevil de fondo! Veríamos más claro que los defensas son policías panzudos que impotentes le persiguen y entenderíamos qué brutal resulta la patada, no por violenta, sino por destruir súbitamente el encantamiento, la fugaz felicidad de la acción. Por romper algo infantil y cinemático.


Ahora que todo es plomizo, sospechoso, falto de vuelo o imaginación, malvado, pecuniario y triste ¡qué alegría es Vinicius!


Leer en La Gaceta de la Iberosfera 


Moeckel


Rafael de Paula


Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Nada más nombrar a Edward Messe secretario de Justicia, lo primero que hizo Ronald Reagan fue contarle unos cuantos de esos chistes de abogados que tanto gustan en América. El primero que le contó, éste: “¿Sabes por qué se ha decidido utilizar abogados en lugar de ratones para la experimentación en laboratorio? Por tres motivos: el primero, porque hay muchos, casi tantos como ratones; el segundo, porque es imposible que ningún científico se pueda llegar a encariñar con ellos; y el tercero, porque había cosas que los ratones se negaban a hacer.”


Un ratón no se hubiera tirado al ruedo de las Ventas para echarse al Cid a hombros y sacarlo por la Puerta Grande.


Pero Moeckel, cuyo proverbial sentido de la justicia poética consiste en mezclar el Aranzadi con las Escrituras, es lo que se dice un “ratón colorado”, dicho sea como se dice, en buena literatura costumbrista, y para ponderar la listeza en grado único, “perro verde”, “mirlo blanco” o “paloma azul”. Para empezar, ¿qué hace un alemán pleiteando en Sevilla?


El alemán recae en el trabajo como el español en el pecado, y esto es lo que el pecador español nunca llegará a perdonarle al trabajador alemán.


Me pregunto con asombro por qué cada año, al volver la primavera, siento esas violentas ganas de marcharme al Sur –escribe Nietzsche en una carta a Peter Gast.


Primavera, Sevilla y Moeckel, su ratón colorado.


Moeckel ratonea al Bautista (Teddy) las bolsas de las bodas, bautizos y comuniones, donde el cantador de “Ponte de rodillas” –de rodillas sobre su cama, contra la resistencia de sus familiares, se puso don Jacinto Benavente cuando sintió llegar el Viático– acostumbra pasar el platillo de los derechos de autor.


Moeckel ratonea los alifafes plásticos de Umbral, que se pone a hacer ahora oposición antifranquista con las bragas de la nieta a propósito de una subasta de cuadros de Franco que no son de Franco, pero que Umbral no lo sabe. (Franco, gran trasnochador, por cierto, y mejor fisonomista, sólo pintaba para estar de pie mientras hacía la digestión.)


Y Moeckel ratonea la zarza lobera de la Fundación Pepito que organizó el festival venteño a beneficio de Rafael de Paula, la música callada –¿ratonera?– del toreo: mano a mano de Joselito y Morante, sin novillero –como Dios manda– que los aguante. La Fundación aduciría razones artísticas para prescindir del novillero reglamentario. Mal hecho. Primero, porque ellos, Joselito y Morante, explotaron de novilleros en festivales. Y luego, porque no. “Porque sólo hasta tres personas, como máximo, pueden conjuntar una cosa gitana –le dijo la Imperio a Ruano–. Más ya es una verbena.” ¿Y menos? Menos ya es una comedia.

miércoles, 12 de marzo de 2025

Miss Lepe

Dimitri Merezhkosky


Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Los desnudos de la gallega de Cancún, fabril –¡y manufacturero!–, y de la tenienta de alcalde de Lepe, de una excelencia que va a poner a las viragos progresistas hechas unos basiliscos, marcan la tendencia de la renovada pasión ibérica por el nudismo como solución a nuestros problemas vestimentarios, lo cual indica que, según la lógica celta de Julio Camba, estamos a dos pasos de que se nos proponga adoptar la indigencia como remedio de los económicos.


En “El domingo de los dioses”, Foxá nos contó cómo, con la caída de los dioses, murió el desnudo en el Occidente. Cómo en las catacumbas de San Calixto de Roma aparecen ya vestidas las doncellas que representan a las estaciones del año. Cómo Apolo intenta salvar la belleza del cuerpo en el joven San Sebastián, desnudo, pero torturado por las saetas. (Porque el dolor da castidad a la hermosura.) Y cómo la belleza femenina se cobija en la Magdalena.


Verdaderos viñedos de pudor suben a la cintura de las estatuas.


El Renacimiento fue también un intento de resucitar a los viejos dioses de Grecia y de Roma, que habían volado, al avance de las legiones, a hacer su nido en los árboles de la Selva Negra. Foxá trae a colación la descripción que el filósofo religioso Dimitri Merezhkosky hizo del asombro de los labriegos del Lacio sacando de entre las raíces de los olivos los senos de mármol de las Venus, semejante al de los labriegos de Lepe sacando de entre las arenas de la playa las curvas de Lola –¡anatomía de Lola!–, su tenienta de alcalde, que, después de todo, es de Córdoba (cuando en España se es algo, se es “después de todo”, y sólo entonces es cuando se ha triunfado) y quiere ser Miss Lepe Urbana.


Ruano recordaba que Julio Romero, refiriéndose a “La salida del baño”, le decía cómo lo que le parecía más difícil era el desnudo. Y luego, comentando que en América, donde había estado en los locos años veinte, no le pedían otra cosa que desnudos:


¡Aunque les salen caras, no se hacen viejas!


En la elegía final, anota Ruano: “Ya no volveremos a verlo con su aire pícaro de señorito andaluz, envuelto en su capa, con un piropo en los labios y andares de ‘bailaor’. A Julio Romero lo ha ‘desangelado’ la muerte: pero es esa muerte de Córdoba, dulce y perezosa, elástica y tibia como una de las mujeres de sus cuadros.” Y manda a callar:


¡Silencio, gitanas!

martes, 11 de marzo de 2025

A través del centeno

 


"Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo,

 cuando van entre el centeno" (@carisimolider)


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


En Domingo, Día del Señor, Starmer de Inglaterra y Zelenski de Ucrania han “sellado el futuro de Europa”, la Europa de la baronesa Ursula von der Leyen, nuestra Sta. Claypool de Soros en “Una noche en la Ópera”. Fue una tenida antitrumpiana, con Meloni, la Ayuso de los ricos. “Que le jodan a Trump”, dijo al entrar Zelenski, a lo Bellingham, a un periodista. Luego se fundió en un abrazo de primos con Sánchez (“Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando van entre el centeno”, tuiteó Money for Nothing) que huele a gafada. Aquí ya no se ventila la paz de Ucrania, sino el negocio inglés (la Vieja Raposa de León Felipe), pues el enemigo ontológico de Inglaterra ya no es España (“Why, truly, your great Enemy is the Spaniard”, arengaba Cromwell), sino los Estados Unidos, contra quien todo les vale, incluido Sánchez el de Paiporta y Gibraltar.


Botas en el terreno y aviones en el aire –dijo Starmer, que es la frase más churchilliana que halló en el cajón de las chuches de Boris Johnson.


No olvidemos que hoy todo liberalio tiene chalé en los Sudetes y una cita de Churchill en la boca. Trump recuperó el busto de Churchill en la Casa Blanca mientras Starmer retiraba del Parlamento el de Churchill (vencedor de Hitler) y el de Wellington (vencedor de Napoleón), no se sabe si para reemplazarlos en el futuro por el de Zelenski, el nuevo Churchill de los liberalios, y el de Starmer (vencedor de Trump).


¿Podrían enfrentarse a Rusia ustedes solos? –preguntó graciosamente Trump en el confesionario oval a Starmer, que no pilló el sarcasmo.


Bueno, Starmer se ve de pelotón spengleriano, esa metáfora popularizada por Girón de Velasco en el mitin de Valladolid en el 72 para anunciar su regreso de Fuengirola, donde había leído a Spengler, a lo Napoleón de la isla de Elba. En la Última Cena de la UE en Londres estaba Rutte, el teflón que más gritaba “¡Que se vayan los ingleses!” en el 16. “¿Cómo juzga el contenido del libro de Klaus Schwab?”, le preguntó un diputado entonces. “No lo conozco, pero le aconsejo no caer en teorías de la conspiración”, contestó. El diputado: “Mentira. Usted escribió a Schwab que el libro es ‘un análisis esperanzador para un futuro mejor’.” Rutte: “Fue una carta por cortesía. No puedes leer todo lo que te envían”. El diputado: “¿Me está diciendo que no me mintió a mí, sino al señor Schwab?”


Y de guardián del centeno, nuestro Sánchez. Galbraith cuenta que en un interrogatorio al “notoriamente lerdo” Joachim yon Ribbentrop, ministro nazi de Exteriores, en la prisión de alta seguridad de Luxemburgo, se le preguntó por los motivos para prescindir de todo vestigio de inteligencia al declarar la guerra a América. “Replicó que Alemania se había visto obligada por las cláusulas de su tratado con Japón e Italia. Un joven ayudante que estaba ocupándose de la traducción preguntó por su cuenta: “¿Por qué fue ese tratado el primero que decidieron respetar?”


Son las patocracias.


[Martes, 4 de Marzo]

"Tardes de soledad", taurineo callado (Impresiones sobre la gran película de Albert Serra)



José ramón Márquez


Daremos las impresiones de “Tardes de soledad”, la película de Albert Serra, que nadie nos pide. Por terciar en este asunto, ahí van en cuatro trancos.


TRANCO PRIMERO

Cuando, como suelo hacer cada año, me fui a San Sebastián a cenar con Oti Rodríguez Marchante, que lleva ejerciendo de crítico de cine para el ABC desde la época de Buster Keaton, acababan de echar en aquel Festival la película de Serra. 

¿Y ésa de los toros, qué? Le pregunté.

-Bueno, tú ya sabes que yo de toros no tengo ni p… idea, pero la película, cinematográficamente es apabullante. Muy buena.

-¿La darán la Concha de Oro?

-Con ese jurado de progres es dificilísimo que se la den, pero deberían dársela.

Dieron la Concha de Oro a Tardes de Soledad.



Márquez & Oti R. Mrchante

TRANCO SEGUNDO

En la Filmoteca Española, dentro de una cosa absurda relacionada con una exposición titulada «Esperpento, arte popular y revolución estética» realizada en ese innecesario museo llamado Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, se proyectó “Tardes de Soledad” para los que se enteraron del pase. Pepe Campos estuvo allí y al día siguiente nos relata, sobrecogido, la impresión que le ha producido el filme, su hondura y su calado, su desnuda exposición del rito taurino a despecho de lo “políticamente correcto”.


TRANCO TERCERO

En Palma de Mallorca, en una agradable conversación con aficionados baleares, alguien dice:

-Es que vosotros no os hacéis idea de lo que significa que esta película la haya hecho un tío de Gerona, es que eso es algo alucinante.


TRANCO CUARTO

“Tardes de Soledad” es, probablemente, la mejor película que se ha rodado hasta hoy con el fondo de la tauromaquia. No es un filme descriptivo como las clásicas «Tarde de toros» de Ladislao Vajda o “Torero” de Carlos Velo, grandes películas con la tauromaquia al fondo, no es hagiográfica ni definidora, ni trata de explicar la vida o las circunstancias del torero que se anuncia en los carteles como «Roca Rey», porque el director no está tanto interesado en explicarnos al torero como en arrastrar al espectador a los orígenes del rito táurico, sin preocuparse de lo que la Ilustración y los reglamentos hicieron de él, y centrando su atención de manera constante en el choque entre el hombre vestido de luces y el empuje del animal de variadas capas. Lo que narra esta película ya lo rodaron en Creta, en el Palacio de Cnosos, donde nos dejaron unos frescos como testimonio, y en Clunia, donde quedó reflejado en una estela ibérica en la que una inscripción define al hombre como “el que se enfrenta a los toros”; y más de mil años después eso mismo es lo que en pleno siglo XXI retrata Serra, a quien no le interesa el toreo, tal y como hoy en día se concibe, sino sus componentes más originales. Es por ello que Serra, con su cinta, nos retrotrae a las emociones primigenias, a aquellos chiquillos que fuimos que todo lo ignorábamos de distancias, de terrenos, de colocación, de pases, de estocadas, llevándonos a la sencilla emoción de aquello que nos fascinó de manera esencial: la presencia del hombre (el de Creta, el de Clunia, el corredor de encierros, el «capa» de Ciudad Rodrigo, el de Serra) frente al animal poderoso en cuya embestida se halla el riesgo, el dolor y, acaso, la muerte.

 

Serra plantea en su filme lo más interesante de la simbología taurina, lo que atañe a lo más profundo, lo que nos arrastra a los orígenes y, sin él saberlo, da un capítulo nuevo a los «Ritos y juegos del toro», el espléndido e inconcluso libro de Álvarez de Miranda, que encuentra en «Tardes de soledad» un epílogo contemporáneo muy acertado, porque el filme atiende a lo ancestral, dejando deliberadamente de lado las contemporáneas formas que ha adoptado el toreo, ese decadentismo del «arte», de «parar relojes», de «verónicas de alhelí» y demás cursilerías consustanciales al toreo de la hora presente. Aquí se presenta, de manera harto descarnada, la confrontación del humano y el bóvido, sin echar cuentas de terrenos ni de pases, de estilo ni de personalidad: aquí sólo están el bruto que embiste (y a veces coge) y la muleta manejada por un hombre que trata de frenar esa acometida, y esa relación queda retratada en planos deliberadamente cortos, cercanos, parciales, casi impresionistas en los que hay una amalgama visual que se sustancia en el vigor, el empuje, del animal y en la decisión firme del humano.


No es extraño que este filme haya caído tan mal en los círculos de lo que llamamos «el taurineo», porque las descarnadas imágenes que componen el filme de Albert Serra contrastan de manera poderosísima con la visión de la tauromaquia que se pretende imponer desde, prácticamente, el último siglo. Si eliminamos las loas de los miembros de la cuadrilla a la labor de su patrón, que eso es otro impagable documento que nadie jamás había puesto en solfa con anterioridad, a Serra no le importa el resultado artístico del encuentro, porque lo que le sirve para armar su narración es el desgarro del trato ente el hombre y la bestia, ese toma y daca en el que a veces vence uno y a veces vence el otro, esa confrontación desigual en la que un hombre trata de dominar las fuerzas de la naturaleza sin otra pretensión que la de salir vencedor.


Serra, a diferencia de Goya que se esmera en retratar los feroces caracteres del público que asiste a la corrida, desecha ese elemento que solamente se percibe en el filme como sonido en segundo plano, a veces silbos, a veces loas, a veces palmas, pero el cineasta no está interesado en la presencia de ese feroz componente de la corrida de toros, porque a él le basta la presencia del animal, y eso lo hace de manera espléndida subrayando en muchos momentos la respiración del toro. Eso está presente justamente desde el inicio del filme donde filma a dos toros, uno de ellos podría ser uno de los Toros de Costich, que se hallan en el campo, en la noche, oyéndose de manera persistente su jadeo. Y de igual manera que el realizador no tiene interés alguno en el público, tampoco tiene interés en hurtar a la mirada del espectador la sangre, la del toro y la del torero, sin regodeo alguno, o la muerte tomada de una forma natural, lo cual compone acaso la parte más subversiva de la película.


REMATE

Que alguien haya sido capaz de filmar una película alrededor de la tauromaquia en pleno siglo XXI y que no haya puesto a un torero en pelotas dando mantazos a una becerra a la luz de la luna, en la desdichada imagen que concibió Chaves Nogales a mayor gloria de Juan Belmonte es, en sí mismo, un pecado de leso taurinismo que cualquier opinador de la cosa táurica que se precie no va a pasar por alto. El filme será más combatido, sin  duda alguna, desde las filas del mundo taurino que desde el antitaurino, al que estas «Tardes de Soledad» dejarán completamente atónitos.



Albert Serra

Emoción a calderadas

Fidel Chaves con el Córdoba


Alemao, el killer del Oviedo


  

Francisco Javier Gómez Izquierdo

       

        Es cosa demostrada que la emoción futbolera en España está en la Segunda División. Las cuitas en Primera se reparten entre Real Madrid y Barcelona cuyo duopolio uno cree que lleva tiempo hartando al personal de provincias. El personal de provincias prefiere ir al Tartiere, Riazor, Sardinero, Plantío, el Arcángel..., históricos estadios que de modo insospechado se llenan cada fin de semana de adolescentes y veteranos vacunados de un entusiasmo localista al que alimenta la igualdad entre rivales, en teoría principio básico para que la competición sea éso: Competición. Al ver el sábado la grada del fondo de Anduva reservada a visitantes, abarrotada de ovetenses a los que les cayeron veinte diluvios (ahora, la  normativa federativa no permite paraguas para la lluvia; sólo dejan que pases con esos chiquitajos que se pliegan y quedan en menos de una cuarta), te das cuenta de lo extraordinario que es el fútbol. El Oviedo llegó a Miranda con ánimo de agarrar el liderato, encomendando los goles a ese Alemao brasileño que por lo grandón y rubicundo parece noruego -mejor escocés, por lo que choca y arrea-, pero Panichelli, el 9 rojillo, que es argentino molestón, coló un penalty de día de lluvia y el Mirandés ganó, colándose de mandamás en la Categoría con una insistencia y determinación que seguro está poniendo de los nervios a la Liga de Don Tebas, a la Federación de Don Louzán, y sobre todo a la alcaldesa de Miranda, Doña Aitana, que se siente "perpleja" por las críticas del club reclamando apoyo consistorial. Además del club, van a ser los mirandeses los que van a exigir acondicionar Anduva como merece ocasión tan señalada. Que el Mirandés ascendiera sería la Rehostia.

     Lo constreñido de la clasificación ha empujado al Levante con 53 puntos -el Mirandés tiene 54-, al segundo puesto; un Levante que no olvidemos es un club arruinado que la semana pasada bajó sueldos, despidió al ayudante del entrenador Calero y al secretario técnico Miñambres. La deuda del Levante, como la del Barça, no se ha consentido en otros clubes. Es posible que vestir de azulgrana se entienda como importantísimo atenuante. El Elche, al que servidor ve como una incógnita con mucho talento en sus jugadores y su entrenador, a pesar de sus malas pulgas, también tiene 53 puntos como el Rácing, el más firme candidato al ascenso, pero... cualquier cosa puede pasar en cada partido de Segunda.

      Huesca con 51 puntos perdió 2-0 contra el descendido Tenerife y Oviedo con 50 están en la pelea, aunque veo mas fiables a Almería(47) y Granada (46). Mis impresiones suelen resultar equivocadas en muchas ocasiones y lo que en verdad sorprendería es que Córdoba y Cádiz, salvados de los riesgos del descenso formaran cuadrilla andaluza e hicieran la Pascua a levantinos y norteños. Para el Cádiz, Matos, el que fuera excelente lateral izquierdo del Burgos, y para el Córdoba, Álex Sala, un medio centro que sube de cotización cada jornada, marcaron un gol cada uno, propio de jugadores de Champions. La progresión, más propio decir racha, de los dos equipos puede deparar cualquier cosa.

     El Eldense, el reo al que le ha dado por recurrir su condena con poderosos argumentos y al que hasta ayer solamente en Burgos se le temía, ha metido al Zaragoza en la carroza de los malditos. Pongo estas letras mirando al Burgos que a los 18 segundos ha marcado ante el Albacete; a los veinte minutos Fidel, el zurdo Fidel, exquisito en sus años cordobeses, ha tirado un penalty como si pasara a su niño de cinco años. A lo Panenka, dice el locutor... ¡¡¡un petardazo de penalty!!! El extremo del Burgos Álex Sancris falla otro penalty y en el último minuto, Javier Martón, león que estuvo en el Mirandés el año pasado, se ha puesto en la trayectoria de un balón que era gol y ha impedido el empate del Albacete. Emociones de un partido de Segunda que da tres puntos a mi Burgos, donde, qué cosa más extraña, Íñigo Córdoba no es titular.

    El descenso queda con los tres condenados Cartagena, Tenerife y Rácing de Ferrol. En el puesto 19.- Eldense con 34 puntos, en descenso. 18.- Zaragoza con 36. 17.-Albacete con 37. 16, 15 y 14: Burgos, Málaga y Castellón con 39 y con 40, Éibar, Spórting y Deportivo.  

lunes, 10 de marzo de 2025

Capitán Vinicius



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Cómo correrá el tiempo para que Vinicius, que todavía nos parece un recluta, sea ya capitán del Real Madrid. Jugando era una guindilla, pero el brazalete lo ha formalizado más que un matrimonio, con lo que este Vinicius es otro Vinicius, que nos lo han cambiado. Las maras mediáticas lo celebran porque todo lo que sea quitarle gas a la gaseosa de Vinicius es bueno para la chusma, que lleva ya unos años pegándole al “negro rebotáo”. El camino a seguir que le indicaban era el del pobre Donato (“A mí me decían esas cosas, pero me callaba”), y lo que no consiguieron las tarjetas arbitrales lo ha conseguido el brazalete de capitán en San Sebastián.


Vinicius se movió por Anoeta con el porte de un Cristóbal de Mondragón, de un Antonio de Leyva o de un marqués de Pescara, ilustres capitanes de nuestros Tercios, y tuvo una intervención modélica cuando instó al árbitro a parar el partido cuando a la merma le dio por desear a Asencio la muerte cantando, pues la barbarie ibérica es unánime, y volvemos a Valle: El Gato: “¡Fú! ¡Fú! ¡Fú!” El Can: “¡Guau!” El Loro: “¡Viva España!” Max Estrella: “España, en su concepción religiosa, es una tribu del Centro de África.” El árbitro iba y venía, con la chapita de los capitanes en la oreja. Rivero, que parece el Rockefeller del José Pablo López, que sería el Moreno del Ente, pedía protocolo, “que se aplique el protocolo”, mientras un ex futbolista que hacía de comentarista apuntaba: “Tontos hay en todos los campos”. Max Estrella: “Los ricos y los pobres, la barbarie ibérica es unánime.” El Preso: “¡Todos!” Max Estrella: “¡Todos! ¿Mateo, dónde está la bomba que destripe el terrón maldito de España?”


El buen desempeño de Vinicius como capitán en Anoeta (en perjuicio, eso sí, de su juego incendiario) nos transportó a la infausta noche de Sarriá, con la escalofriante entrada de Romero a Mbappé y Lucas, portador del brazalete por edad, corriendo a tranquilizar… ¡a Romero! No se puede ser capitán por antigüedad, o capitán chusquero, como lo es el Colibrí de Curtis. Capitán debe ser alguien con carácter y con acceso rápido al árbitro, cosa que no tiene un portero, razón por la cual estalló en su día el conflicto Mourinho-Casillas.


Que a Vinicius lo llenó de orgullo la capitanía se sabe por el magnífico porte con que lució el brazalete mientras lo llevó. “Así se llevan nuestros valores”, podría presumir el piperío ronceril, esa unidad de destino en lo universal con la que juega el pranato mediático para sus fines, que siguen siendo todos el mismo, separarlo de Mbappé. Como anda el achacoso periodismo yanki tratando de separar a Trump de Musk. Trump:


Elon me llamó y me dijo: “¿Sabes?, están tratando de separarnos”. Dije: “Absolutamente.” Dijeron: “Tenemos noticias de última hora, Donald Trump ha cedido el control de la presidencia a Elon Musk”. Y yo digo: “Es tan obvio…” ¡Son muy malos en eso!


El piperío ronceril sueña con largar a Vinicius y destinar el dinero que los árabes den por él a traer a Rodri, que da mucho equilibrio y tiene “fair-play”. Eso y llorar a Ceballos, el pegamento del invento de Ancelotti, el hilo que sin descanso teje la araña: un Tonino Cerezo de Utrera, que es Belo Horizonte con más salero. Nunca había sido titular en Madrid: su fútbol, pensábamos cuando vino, era más para los rondos-sardanas de Cruyff (tocar y marcharse) que para las tríadas hegelianas de Kroos. La gracia es que en San Sebastián al Vinicius con brazalete le dio por jugar de Kroos (¡con más robo!), y lo bordó, que aquí tirar líneas sabemos todos, y ahora ve tú a ver cómo les roncan los cojones a los laterales de España, la de la barbarie ibérica, donde las figuras del fútbol no son Vinicius, Raphina o, por nombrar a un español, Isi Palazón, sino Lauzón, Tebas y Cantalejo. Y donde el Tribunal de Orden Público de la Ética Celestial expedienta al Real Madrid por denunciar la corrupción antes que a sus beneficiarios, que ya han visto pasar por delante de su puerta los cadáveres, se dice pronto, de JFK y de Epstein, y ahí siguen, tan ternes, impartiendo lecciones de fútbol… ¡y de ética!


[Sábado, 1 de Marzo]