miércoles, 31 de julio de 2019

El eco amable y su importancia

Tribunos de la plebe

Hughes
Abc

Ha sido muy celebrada en la prensa (todas las portadas) la nueva ejecutiva de Casado. Se reafirma el líder, rodeado de afines, para “refundar el centroderecha”.

La portavoz será Cayetana Álvarez de Toledo. Interesante. Hay una apuesta por la “moderación” pero la portavoz se caracterizó en las Elecciones por ir de verso suelto. Decía cosas contra eso que se ha llamado ideología de género que no estaban tan lejos de VOX. Rompía el consenso general. Esta brecha entre su discurso y el del partido no se exploró mucho (para qué) pero lo interesante aquí es que, con la moderación por bandera, es probable que Casado lance mensajes que se acerquen a Vox. El PP puede hacerlo. Cayetana puede hacerlo. Los mismos que denigran a Abascal aplaudirán como pertinentes matices intelectuales sus consideraciones. El éxito de una portavocía depende del portavoz y también de cómo decidan recibir sus mensajes. Si hay o no hay estigma (¡Estigma Dos!). En la izquierda, Álvarez de Toledo será considerado una “radical” y para colmo de buena cuna, pero en la derecha tendrá un eco amable (ya ha empezado). Hay pijos buenos y hay pijos malos, y hay contrarios a la ideología de género que vienen de la pata de Pinker y otros que no. Esto es la historia de nuestra vida, pero aquí va a ser importante. Anticipa una estrategia de rearme ideológico sutil, callado, del PP. Y una erosión de VOX.

Si el PP gobierna algo es por este partido. Sin los votos que Vox arañó entre los Muy Hartos, ni Casado ni Soltero ni Mediopensionista. Aunque conquistar Madrid se vendió como un éxito de este “liderazgo joven”, la pérdida de votos fue grande y debe recuperarlos. Pero para ello no se redefinen los principios. No se entra en incómodas salvedades. Esto puede ser sustituido por el papel de Cayetana. Mientras el PP se ancla en la “moderación”, ella, con habilidad y la acreditada simpatía de parte de la profesión, podrá decir las cosas que Vox no puede decir. Su crítica al nuevo feminismo, por ejemplo, será entendida sin que los dibujantes le dediquen sangrantes viñetas. Su origen social tampoco será objeto de burlas matinales, al contrario, su acento se escuchará como una suma delicia de oratoria liberal.

Ya sucede. Cosas como colocar a Montesinos en la comunicación se celebran como una importante operación de reestructuración ideológica, mientras pasan inadvertidos los discursos de Abascal en el Parlamento, lo más importante que ha pasado en la derecha en mucho tiempo.

Aristogatos

¿Por qué se quiere reformar el Art. 99 de la Constitución Española?


Marcos Peña Molina
@Marcoskisei

Los alemanes, acomplejados por la atrocidad nazi, cuando se enfrentaron a la época postbélica, con la ayuda de Habermas, inventaron el término patriotismo “constitucional” para no decir “nacional”.

España, acomplejada de donde venía, hizo q Peces-Barba, teorizara el p. de “consenso constitucional”.

El profesor de filosofía del Derecho asentó ese principio en el contrato social de Rousseau, manifestando q era una extensión lógica y política de aquel cuando se viene de una dictadura.

Ese “consenso político” q nada tiene q ver con el p. democrático de mayoría y minoría, fue roto por Zapatero. Cuestiones de Estado q se aglutinaban bajo el consenso del 78, fueron volatilizadas por el presidente de la ceja.

Sin ese consenso político, España no puede actuar como una Monarquía Parlamentaria pq el Rey carece de iniciativa regia para proponer un candidato q no posea “consenso previo”. 

Ese consenso es factor de gobierno. Sin él, nos hallamos ante un desgobierno constitucional.

Esa ruptura del consenso, se intenta suplir mediante la reforma del art. 99.

Y es q no quieren ver q lo q ha volado es el basamento constitucional: 1º la constitución territorial. Ahora, el sistema de investidura. 

Se acerca un proceso constituyente. Al tiempo.

El baile

ABC, 26 de Enero de 2000


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La prohibición de bailar los domingos en Gran Bretaña tiene los días contados... Por primera vez en  más de dos siglos, las salas de baile podrán cobrar legalmente la entrada a sus locales el último día  de la semana y servir alcohol hasta el mediodía del lunes. Adiós a lo que De Quincey llamaba «rigurosa y pedantesca superstición judaica respecto de los límites exactos del domingo». Lo dice el «Times»,y, si lo dice el «Times», no es que los ingleses vayan a ir a misa; es que van a ir al baile. Un tal Mike O'Brien, que tiene nombre de gerente de whiskería, pero que es portavoz del ministerio del Interior, ha declarado que a él le parece bien, si los ingleses desean un poco de «fiebre de domingo noche», pero éstas no son expresiones, por populares y liberales, de funcionario de Interior, y con ellas no ha hecho sino echarse encima a toda la gente bien. Lástima que Julio Camba, el español de inteligencia inglesa que tan bien retrató el carácter inglés del baile y el domingo ingleses, ya no esté aquí para verlo ni, lo que es peor, para contarlo.

El  domingo inglés fue un invento puritano, cuyos ideólogos, tras llegar a la extraña conclusión de que sus posibilidades en el otro mundo eran inversamente proporcionales a su disfrute de placer en la tierra, decidieron cargarse el viejo carácter inglés, inclinado a hacer de cada día de asueto una fiesta  popular. Es verdad que en tiempos de Camba ya se decía que el domingo inglés había mejorado  mucho, aunque dada la gravedad todo el mundo se conformaba con enarcar una ceja que podía interpretarse como que sí o como que no tanto. Todo el mundo, menos Camba, para  quien  lo más  inglés de Inglaterra había de ser siempre el domingo inglés. «Lo más  inglés y lo más lúgubre, y lo más estirado y lo más bíblico». Visión del domingo inglés desde una  casa de huéspedes  inglesa, con tin tan ten, ton tin tan, ten ton tin, tan ten ton de campanas que le daban la idea de un cielo inglés, un cielo muy tranquilo, muy silencioso, donde todo está muy ordenado y donde los bienaventurados se pasean llevando siempre la derecha. «La  campanas siguen tocando. Entra una muchacha con unas tazas en una bandeja. Si esta muchacha tuviese algo de imaginación, dejaría caer la  bandeja y nos  divertiríamos todos un poco.» Es lo que en tal caso hubiera hecho la mismísima Emily Dickinson, poetisa soltera y célibe, aunque lo bastante romántica como para esperar que la vida sin amor se vería recompensada en el cielo, pero que se negaba a creer en un cielo en el que «es siempre domingo». Domingo inglés, naturalmente, que es esa clase de domingo en que hasta pecar resulta aburrido.

El domingo inglés venía a representar, en fin, el más glorioso logro de nuestra civilización en  materia  de orden y de aburrimiento, un ideal, por cierto, que con el nombre de centrismo pretenden hacer suyo ahora nuestro  políticos, en  cuyos  discursos las frases hechas juegan el mismo papel que las campanas  inglesas en la casa de huéspedes. Después de todo, el nuestro es un país más de ecos que de sonidos, lo cual que sólo sabemos cultivar y alimentar un estado de ánimo con el riego de  algún motivo acústico, y como aquel personaje de Proust cuyo amor iba siempre suspendido en una  «frase» de Vinteuil, así ese español de hoy cuyo centrismo va siempre suspendido en una  «frase»  de Blair. Vamos, que aquí, cuando no se nos van las ideas, se nos van los pies.

 El propio Camba  sostenía que en el mundo hay dos razas de baile: inglesa  y española. Metódica, precisa y exacta, la primera. Sensual, desordenada y trágica, la segunda. Y anotaba: «Viendo bailar en España y en Inglaterra se comprenden perfectamente las dificultades gubernamentales del primer país y la buena marcha del segundo, y si los sociólogos no ven la parte trascendental del baile  es porque concentran  toda su actuación en las piernas de las bai-larinas.» Mas la globalización  ha  puesto las cosas del revés. Y si a los ingleses les quitan el domingo inglés con un poco de baile español y si a los españoles les quitan las dos Españas con un poco de centrismo  inglés, ¿cuántos  vicios y cuántos  whiskies van  a hacer  falta  para  salvarse?


 Y como aquel personaje de Proust
 cuyo amor iba siempre suspendido
 en una  «frase» de Vinteuil,
 así ese español de hoy cuyo centrismo
 va siempre suspendido
 en una  «frase»  de Blair

Miércoles, 31 de Julio

Valle de Esteban

Agua y vino

martes, 30 de julio de 2019

El algoritmo

HUGHES

Abc


ALGORITMOS DE NUESTROS PADRES

 Willi Münzenberg

Joseph Goebbels

Solo

Rat Mort, el restaurante donde la Oterita perdía hasta la ortografía


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Me asombra la forma periodística de acatar la supresión del acento del “sólo” adverbial decretada por los académicos, que actúan como el sargento del cuento que hacía el atestado de un accidente. “Escriba: cabeza en el arcén”. “¿Arcén con hache o sin hache, mi sargento?” Patada del sargento a la cabeza y corrección: “Cabeza en el campo”.

Quien dice una cabeza, dice una tilde. Las tildes son como los pendejos de la lengua, que por mucho que las apartes siempre te comes una, y la de “sólo” se les ha ido a los académicos por “el bidet del idioma”, como Eugenio d’Ors llamaba al hueco de la mesa de la Academia.

Dispense usted la letra y falta de ortografía; está escrita a las cinco de la mañana, en el restaurante Rat-Mort –escribió la Oterita a Bonafoux, quien decidió admirar de cerca “una bailarina que cree en la imposibilidad de tener ortografía a las cinco de la mañana en el restaurante Rat-Mort”, como les ocurre ahora a los académicos... y a los liberalios del globalismo ortográfico del ex ministro Sebastián.

“Sebastian, aprende a tildar primero tu propio apellido”, le dijo un tuitero. “Aprendí a no tildarlo en EE.UU., donde viví varios años –respondió el Edison de Zp–. Estamos en un mundo globalizado. Ahí no lleva tilde. Gracias por tu consejo local”.

Pero si una piedrecilla en la próstata de Cromwell cambió la historia de Inglaterra, una tilde en un adverbio cambiaría la historia de Madrid, que el mundo del hombre y la mujer es, en un sentido wittgensteniano, una construcción gramatical. Ahí está el “muñozgrandes” que se marcó Aguado en Madrid. “Aguado se fue al bar mientras las mujeres se reunían”. (Al enfrentarse a Franco, el “vice” se iba al bar para que lo vieran y demostrar que no iba al consejo porque no quería.) A efectos de consenso, miren la diferencia entre “Aguado habla solo con Isabel” (vamos, que no se lleva con él a Macron) y “Aguado habla sólo con Isabel” (vamos, que se niega a ver a Rocío, la Ana Bolena de Saint-Tropez, según la prensa). Una tilde.

Martes, 30 de Julio


Groundhog Day

lunes, 29 de julio de 2019

Importancia de un 7

@BlazzRM
Si Zidane tuviera monedas infinitas en el fifa

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El Atlético de Joao Félix demostró en América que el fichaje fetén, en efecto, era Joao Félix (si la Falange, según Foxá, fue una hija adulterina de Marx e Isabel la Católica, Joao Félix sería como un hijo adulterino de Cruyff y Thaisa Moreno). Y el Atlético, además, metió siete goles y una serpiente (¡la duda reptante!) en el paraíso de los piperos, resumida por alguien en un tuit tremendo: ¿El Madrid de las tres Champions fue el de Zidane o el de Cristiano?

    La doctrina oficial al comienzo del partido era que para el Madrid no hay partidos amistosos. Que allá los demás, pero que para el Madrid un derbi es un derbi y que no haría prisioneros. Al descanso, la doctrina oficial había evolucionado un punto: lo de menos era el resultado, 0-5 en esos momentos, pue se trataba de un amistoso preparatorio de lo serio, la Liga, que se inaugura en agosto. Al final tampoco fueron 5, sino 7 (pudieron ser 12, pero se quedaron en 7) y la explicación de Zidane fue que el Madrid había encarado el partido como un amistoso, y el Atlético, no, que es una cosa aún más tremenda que la de Schuster cuando dijo que viajaban a Barcelona sabiendo que era imposible ganar al Barcelona, comentario que le costaría el cargo.

    El “7” tiene su importancia, y no porque fuera el número mágico de Hitler (“El número 7” es un alegato antihitleriano del periodista Penella de Silva, ídolo de Pla), cuyas grandes campañas arrancaron del séptimo día. En plena pelea de Hazard por el “7” de Mariano, viene Simeone y te hace un siete en el marcador jugando como si fuera aquel Dinamo de Lobanotski radioactivado por la nube de Chernobil. Es un siete-guinda, que remata la temporada más nefasta que se recuerda y que Zidane pretende arreglar con el “trap” (esa regresión del “rap”) de Pogba, que tiene un primer toque de futbolista con juanetes, para acabar de enloquecer a los centrocampistas del rondo (en este caso, rondel) de Zidane, que va a llevar siempre encima el “7” del Atlético como Fandila, El Fandi, lleva el “7” de Las Ventas.

    Seis meses y cincuenta mil millones de pesetas después, incluido ese Doctor Bacterio de la Gimnasia que es el Científico Dupont, en el Atlético Diego Costa se mueve como Van Basten, y en el Madrid Sergio Ramos lo hace como Ballesteros disfrazado de Chigrinski, con los “Canelitos” cargando contra Courtois, “autoproclamado número 1”, insisten, como si fuera Luis Miguel Dominguín levantando el dedo índice contra los piperos de Las Ventas. “Autoproclamado”, por cierto, es una cosa que, para ningunearlo, los periodistas llamaban a Guaidó, uno de los presidentes venezolanos en ejercicio. ¿A qué mago de la superstición se le ocurre vestir al portero titular del Real Madrid con un jersey amarillo y un número 13 a la espalda? Courtois dice haber vuelto de las vacaciones con menos grasa que nunca para llegar más lejos al estirarse, pero sin defensa, y con los brazos en jarras, es como un De Gaulle al que le hubieran robado el melón. En su oratorio, Keylor, el amigo del Capitán, espera rezando su rosario de cuentas de lapislázuli: lo hace con mohínes de dama desairada, y cada balón que pilla es en pura propaganda “un paradón”. Parece que fue ayer cuando arrancaba briznas de yerba del Bernabéu para ofrendarlas a sus fans a modo de despedida. “Es mi pobreza, no mi voluntad la que consiente”. La “competencia” (en los periódicos) está servida. Así que Courtois o Keylor (debate diario); Carvajal, Varanne, Ramos, Marcelo; Modric, Casemiro (o Pogba), Kroos; Lucas Vázquez, Benzemá… y Hazard. ¡La Revolución! Los mismos que se tomaron el derbi americano como amistoso, y que ya venían de tomarse la última Liga como amistosa, más un Hazard que recuerda a Antonio Bienvenida por el arte (que lo tiene) y por lo rollizo (que también lo tiene). Con la batuta, Kroos, que reparte balones como un oficial del Juzgado citaciones. ¿Cómo mejorar el serial? Si lo cogiera David Milch, creador de “Deadwood”, tendríamos “espantá” de Zidane a mediados de noviembre, y regreso de Mourinho en plan Al Swearengen para entrar en un vestuario con sus tres caballeros, Ramos, Pogba y Hazard. Pero Milch, con alzehimer, no lo cogerá.

    Y sí, amigos: el bueno, qué carajo, era Joao Félix.

 ¿Cómo lo vería David Milch?


BALE Y SAINT-TROPEZ

    Para el agit-prop nacional, los Bale (Real Madrid) son en el fútbol lo que los Espinosa (Vox) en la política. “¡Madrid sin gobierno y los Espinosa en SaintTropez!”, fue el penúltimo fake, como queriendo decir “¡El Reino sin Rey y Ginebra con Lanzarote!”, aunque mi expresión de angustia favorita es la de mi abuela: “¡Mañana Corpus Christi y la ropa sin planchar!” Para desacreditar a los Espinosa se los coloca en SaintTropez, que es donde la chusma situaba a los ricos de la época de Louis de Funes, y para desacreditar a los Bale se los coloca jugando al golf en La Finca (¡donde hace las barbacoas Sergio Ramos!), en lugar de pasarse por el Cervantes de Búfalo y Vil a aprender el español. Zidane, que no jugaba al golf, en el Real Madrid jugó 227 partidos, metió 49 goles, dio 66 asistencias y ganó 6 títulos. Bale, que juega al golf, en el Real Madrid jugó 231 partidos, metió 102 goles, dio 65 asistencias y ganó 13 títulos.

Lunes, 29 de Julio

Valle de Esteban

me encenderé, se encenderá mi hormiga

domingo, 28 de julio de 2019

"Es la primera vez que tenemos un presidente intelectual"*



Dominique Schnapper
 


 Raymond Aron

 LA ELEGANCIA CLÁSICA DE LA DEMOCRACIA

Jean Juan Palette-Cazajus

No resisto la tentación de sugerir la lectura de esta breve entrevista (Pese a las torpezas de la traducción. Traté de arreglar  algunos fallos excesivos) con la socióloga y politóloga francesa Dominique Schnapper (1934), publicada el pasado 25 de julio en “El País”. Es autora de una treintena de libros personales y de unos cuantos más en colaboración, posee un brillantísimo currículo tanto universitario como institucional, pero reconozco que no la he leído. La he oído en numerosas entrevistas y emisiones radiofónicas con un invariable sentimiento de conformidad básica (incluso en el tema del “macronismo”). Confieso, abochornado, que tuve que esperar esta entrevista para enterarme de que era la hija del gran Raymond Aron (1905-1983).

Todo aquí suena sencillo, tautológico, mesurado. La calidad del contenido puede incluso que se le escape a quien esperase de ella algunos cohetes y triquitraques a la francesa. Pero pocas veces he leído una definición tan obvia, concisa y lúcida de lo que es la democracia (la única posible y real), de su estado presente y de quienes son sus actuales enemigos.

Los intelectuales de segunda soltamos, de Pascuas a Ramos, algunas bachillerías engañabobos. Porque somos parciales en las dos acepciones: parcialidad del juicio, parcialidad del conocimiento. A Dominique Schnapper le cabe en la cabeza toda la democracia y su historia. Porque abarca la totalidad, dice las cosas con naturalidad.

PREGUNTA. Vivimos en “tiempos oscuros”, se lee en la contraportada del “Abecedario” de Raymond Aron.
RESPUESTA. Uno de los últimos viajes de mi padre, que murió en 1983, fue a España. Volvió muy emocionado. Decía: “Ellos aún creen en la democracia”. Ahora estamos ante una verdadera crisis de la democracia representativa. Pero no hay alternativa, porque la democracia iliberal no es democracia: es un tipo de régimen autoritario. Ser demócrata es respetar las instituciones democráticas. Y la crisis, que se expresa bajo formas distintas en los países europeos, refleja un cuestionamiento de la legitimidad del voto y de las instituciones. Las ventajas de la democracia parecen darse por hechas. Las jóvenes generaciones, sin la misma conciencia histórica que la mía, sólo ven sus límites y carencias. Es lo que he llamado democracia extrema: el momento en el que la democracia, por sus excesos, se convierte en antidemocrática.

P. Movimientos como los chalecos amarillos se reclaman de la democracia, Salvini gana elecciones en Italia y Marine Le Pen en Francia.

R. En nombre de una democracia abstracta y absoluta, que nunca ha existido ni puede existir, se destruye la democracia concreta, la que puede existir y que, con sus límites, es la única que ha existido.

P. No son los autoritarios de antes.

R. No hablan en contra de la democracia sino en nombre de la democracia, pero el resultado es el mismo. En el tiempo de los fascismos y el comunismo, estos iban en contra de la democracia liberal y parlamentaria. Ahora se habla en nombre de la democracia directa. Pero la única democracia que ha existido de verdad, con legitimidad y de la que tenemos una experiencia histórica, resulta cuestionada radicalmente.

P. Los chalecos amarillos reclamaban mejorar la democracia con referendos.

R. Los referendos continuos hacen que países complejos como el nuestro sean totalmente ingobernables. Significan que en un momento de emoción se toma una decisión. Y cuando el pueblo ha hablado ya no hay marcha atrás. Mire lo que ha ocurrido en el Reino Unido. ¿Cómo se sale del Brexit, votado por el pueblo, en un momento de pasión y de mentiras?

P. ¿El referéndum sería un caso de la democracia llevada al extremo?

R. Sea cual sea el sistema, no es el pueblo quien gobierna. El pueblo debe aceptar la legitimidad de sus representantes. Somos 66 millones de franceses y 66 millones de personas no pueden gobernar. La utopía en la que se basa nuestra democracia es que la elección por parte de los electores da legitimidad a un cierto número de representantes. Si esto no se respeta, entramos en el caos, y el caos nunca es bueno.

P. ¿Estamos en esta fase?

R. No lo sé. Pero es lo que temo: que en nombre de la democracia se instaure un caos, y un caos siempre acaba con gobiernos autoritarios o totalitarios.

P. En Francia Macron dice que la izquierda y la derecha se acabaron, y que ahora el choque es entre progresistas y nacionalistas. ¿Polarizar así es una buena idea?

R. Macron se aprovechó de ello y lo teorizó, pero él no fue quien creó esta polarización.

P. Pero la democracia es alternancia. Esto implica aceptar que un día gobernará Le Pen. Es lo que ocurre en las democracias.

R. Por eso estoy inquieta. Pero no es responsabilidad de Macron. Es la situación objetiva. No es culpa de los macronistas, de los que formo parte, que la izquierda esté rota en mil pedazos y que la gente del “matrimonio para todos” [los contrarios al matrimonio gay] representen la mitad del partido de la derecha. Macron acercó los electores de Alain Juppé [ex primer ministro y figura de la derecha moderada] y los socialdemócratas.

P. En 1989, usted tenía una sensación de euforia, según explica en “Trabajar y amar”, sus memorias, como si hubiese ganado después de décadas de combates.

R. Sin duda. La democracia había ganado, y sin hacer nada, solo mostrando que aguantaba mientras que los otros se descomponían. Durante unos años hubo una impresión de verdadera felicidad política.

P. ¿Esto se acabó?

R. Sí, se acabó la idea de que todo el mundo terminará aceptando la democracia, de que es una cuestión de tiempo y que no hay otra idea que se le pueda oponer. Los chinos le contraponen otras ideas, Orbán [el primer ministro húngaro] tiene otras.

P. En Francia, la desconfianza hacia el liberalismo, hacia el capitalismo, hacia los empresarios pervivió, no desapareció después de 1989.

R. En esto consiste el odio a Macron. Es demasiado joven, inteligente y guapo, conoce el mundo de la banca y trabajó en Rothschild. Todo esto resulta insoportable para algunos.
P. Se le reprocha su arrogancia.

R. Esto es lo que se dice. Quizá. A Francia le gustan los viejos. Chirac, Mitterrand…, Vichy y Pétain… Su juventud es un hándicap. Mi impresión es que cuando se habla de arrogancia lo que se quiere expresar es este sentimiento de odio personal y de celos profundos, de resentimiento.

P. ¿Él es un intelectual también?

R. Sí, y esto añade más odio todavía. Es la primera vez que tenemos un presidente intelectual. Mitterrand y Pompidou eran hombres de letras, Pompidou se ocupaba de poesía. Hollande representa la cultura de la Escuela Nacional de Administración. La de Sarkozy es una cultura discreta. Pero no es el hecho de ser un intelectual lo que convierte a alguien en un político de éxito, son otras cualidades.

P. ¿Alguna vez piensa qué diría Raymond Aron de esto o aquello?

R. Me prohíbo pensarlo porque no lo sé. Cuando una tiene un padre como este, hay que pensar por sí sola, de lo contrario no es posible pensar.
____________

*Nota del Editor
Lo que nunca entendió ni entenderá un europeo:
"Ningún hombre es lo suficientemente bueno
[¡ni intelectual!] para gobernar a otro hombre sin su consentimiento"
Abraham Lincoln

Desmadre a la americana



 

Hughes
 Abc

Las santiaguinas nacieron en el extranjero, cuando Bernabéu arengaba a los futbolistas para que dieran una satisfacción a los emigrantes que iban a ver al Madrid. Han cambiado mucho el mundo y el fútbol y ahora, en una globalización que el Madrid de Florentino contribuyó más que nadie a desarrollar, el lugar para la santiaguina es un estadio en Norteamérica lleno de aficionados del Madrid. Más aún si el rival es el Atlético.

Pero nadie la dio. O la dio tarde. La histórica derrota sufrida por el Madrid es la enésima evidencia de que hay algo fundamental que en el club se ha perdido. Esos «valores» de orgullo, agresividad y despotismo deportivo ya no están. Se han esfumado entre la gloria de las Copas de Europa. Entre tanto contar Copas de Europa. En el Madrid no es que hayan impuesto a los demás su «narrativa», es que se la han terminado por creer ellos mismos. Siguen los mismos que estaban, excepto (pequeño detalle) los que metían los goles.

Estos valores perdidos no los explica el mero paso del tiempo, porque se ven en el vecino, al que se nutre además con jugadores de la cantera madridista. ¿En quién se reconocerá Camacho? ¿En la mirada encendida de Koke o en el esteticismo a la deriva de Ramos?

Lo más asombroso no son los siete goles recibidos, es la sensación de que el Atlético se ha renovado y el Madrid no. El Atlético parecía un equipo nuevo, rejuvenecido en todas las líneas y hecho a la imagen de un entrenador con ideas claras. Buenas o malas, pero claras. En el Madrid, sin embargo, ¿qué vimos? A los de siempre cayendo un poco más abajo en su declive. Modric, que a duras penas aguanta la K del Lukita, no sólo sigue, es que pasa de interior ¡a mediocentro!

El esqueleto del equipo es el mismo, una columna vertebral digna de «Cocoon». Un grupo de legendarios futbolistas a los que sólo estar en el Madrid separa de la etiqueta de exfutbolistas. ¿Son los mejores del mundo o son carne de liga china? Ramos lleva todo el verano dando noticias: su boda, su berrinche contractual, sus «stories», el no a la tala, y en unas semanas estrena el documental en Amazon a mayor gloria de sí mismo. Es verdad que nada de eso es tan grave como jugar al golf, pero ¿no hay una sensación de exceso de ruido, de fruslerías alrededor del equipo?

La defensa es atroz. Es un muro de corchopán. Pero por atroz que sea no se le puede nunca juzgar del todo porque peor es el mediocampo. Siendo la clave de un equipo, el lugar fundamental, el Madrid tiene ahora mismo peor centro del campo que tenía. Los mismos pero sin Ceballos y Llorente. Incluso si trajeran a Pogba, ni siquiera parecen jugadores adecuados para el estilo que intuimos quiere Zidane, que suponemos es algo más que jugar al centro (deporte nacional), sistema consistente en: Ramos para Modric o Kroos (uno, el otro le mira), que la devuelven al lateral que avanza mecánicamente hasta un punto en el que, sin ideas ni alternativas, centra el balón a la rifa imposible de Benzema. Tampoco el Madrid tiene más gol. Lo tendría que aportar Jovic, que ni siquiera es titular, Benzema se ha convertido en imprescindible siendo un acreditado goleador contra equipos de la parte baja de la tabla. Esto habla del deterioro de la plantilla: el Madrid se ha ido adaptando a la relativa grandeza de Benzema.

Lo único bueno de la pasada temporada había sido Vinicius y el fichaje de Hazard lo expulsa a la derecha, siguiendo una tradición de fichajes «tiro en el pie» del Madrid moderno. Lo mejor que había era el regate de Vinicius y eso se ha perdido porque en la derecha avanza de otra forma.

Lo único (lo único) que tenía que conservar el Madrid se lo ha boicoteado. Lo que tenía que resolver era el problema de la portería y ahí sigue Keylor. Zidane llegó con meses de antelación para hacer una revolución de la que no hay noticia. El revolucionario se ha abrazado a los reyes del vestuario y a la guillotina han mandado a los reguilones.

Cuando coinciden en la izquierda, Marcelo, Isco y Hazard parecen las Kardashian. Tienen unos volúmenes para moverse en un video clip de Drake. Sin duda son grandes futbolistas, pero juegan a un ritmo impropio. Si Zidane entiende que jugaron con menos intensidad que el Atlético, ha de tomar medidas; si a Zidane le parece bien que sea así, que el verano no está para competir, no debía haber permitido este partido en julio. Zidane no se puede refugiar más en su mirada de estupor, ni en su sonrisa ni en su balbuceo. El daño a la imagen del Madrid es enorme y ha de sumarse a las muchas humillaciones de la pasada temporada.

Hay una falta de agresividad en todo el club. En el Atlético está Simeone y su competitividad maniática, en el Barça están Messi, la megalomanía de ficharlo todo y el dogma del Estilo (por eso De Jong y no un cualquiera). ¿Qué hay en el Madrid? Eso que ahora se llama «intensidad» ni se ve en el campo ni se ve en el banco ni se adivina en los pasillos, una dirección (no nos atrevemos a decir que deportiva) que deja pasar ante sí jugadores como De Ligt o Joao Felix que son (repitamos) «jugadores nacidos para jugar en el Madrid».

Ya casi en agosto, todo sigue igual. El Madrid es un rondo inane entre Ramos, Modric y Marcelo con centro final a Benzema. Plof. Los mismos haciendo lo mismo. En la 2018/2019, el madridismo se acostumbró a que le metieran 3-0; en la pretemporada ensaya una mayor holgura: siete. El tiempo pasa y sólo sabemos que pasa porque surgen nuevos tatuajes en Ramos.

Hubo una especie de pacto no dicho todo este tiempo: el Madrid perdía algo de su esencia a cambio de hacerse internacional. Habrá que confiar entonces en que los madridistas de Orlando, Nueva York o Washington que no se borraran ayer piten al equipo tanto como para que alguien haga algo inteligente y enérgico de una vez.


Cuando coinciden en la izquierda,
 Marcelo, Isco y Hazard parecen las Kardashian

Zerzan

ABC, 12 de Enero de 2000

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Malraux decía que el siglo XXI será religioso o no será nada, pero todavía estamos en 2000, que, según las cuentas de Oswald Spengler, es el año de nuestra muerte como civilización: la civilización de lo que él llamaba "irreligión científica". Spengler era alemán y matemático, y esto lo hacía doblemente romántico. ¿En qué consiste el romanticismo, sino en sustituir las reglas utilitarias por las estéticas? Veamos: la lombriz de tierra es útil, pero no es bella; el tigre es bello, pero no es útil. Este ejemplo russelliano está destinado a hacernos entender que un temperamento científico haga el elogio de la lombriz y que un temperamento romántico prefiera hacer el del tigre. O, a falta de tigre, el de la selva.

Toda la vida ha habido románticos. En la Biblia, Osés y Amós, en cuanto su imaginación mesopotámica se desbordaba, tenían unas visiones rústicas que dan ganas de ponerse la boina. Pero el romanticismo profesional es un invento de Jean Jacques Rousseau, que vendió su reloj, no porque tuviera alguna necesidad de dinero, sino porque ya no tenía ninguna necesidad de saber la hora. Y el último romántico es el ideólogo de la revuelta contra la cumbre de la Organización Mundial del Comercio en Seatle, John Zerzan, que, al decir de la prensa, pretende atrasar unos doce mil años el reloj de la civilización, lo que ha conducido a los sabuesos de "The Wall Street Journal" a publicar la ingeniosa observación de que Zerzan, para ser un hombre que quiere devolvernos a la era de los cazadores y los recolectores, pasa un montón de tiempo en las bibliotecas. Después de todo, se supone que un rusoniano "comme il faut" tiene la obligación moral de considerar que la educación y la imprenta deben lamentarse, aunque, bien mirado, ¿quién ha dicho que Rousseau fue un autor consecuente?

John Zerzan publicó hace cinco años un libro, "Future primitive", que nadie había hojeado hasta hoy, cuando se ha convertido en la biblia de la revuelta de Seatle. La humanidad ha pasado en su historia básicamente por tres etapas: la caza-recolección, la agricultura y la sociedad científico-industrial que va a desaparecer este año, si las cuentas de Spengler son correctas. Como señal de la inminencia de acontecimientos, Zerzan nos propone volver a la primera etapa, o sea, a la caza-recolección, donde según todas las hipótesis regía el estado de naturaleza. Esta forma de ver las cosas, que en la época de Rousseau era una cosa muy fina que se llamaba "sensibilité", recibe en la nuestra el nombre de "contracultura", en general, o de "anarcoprimitivismo", en particular. El hilo del razonamiento es fácil de seguir: todo lo que distingue al hombre civilizado del hombre salvaje es el mal, y para deshacer el mal basta con abandonar la civilización, porque el hombre es naturalmente bueno, como lo prueba el hecho de que el salvaje, cuando ha comido, ama a toda la naturaleza.

Bien conocida es la respuesta de Voltaire al planteamiento rusoniano: "Nunca se ha empleado tanta inteligencia en el designio de hacernos a todos estúpidos. Leyendo su libro se ve que deberíamos andar a cuatro patas. Pero como he perdido el hábito hace más de sesenta años, me veo desgraciadamente en la imposibilidad de reanudarlo". Son los términos en que ha venido a expresarse la prensa americana para desacreditar a Zerzan, pasando por alto la gran contradicción: no puede uno predicar la bondad del estado de naturaleza y revolverse en Seatle contra el libre comercio, que es, sin duda, la única actividad moderna que se rige por el estado de naturaleza.

Lo visible (Zerzan) se come lo relevante (el libre comercio), lo cual que lo que está en trance de desaparición no es la civilización, como creía Spengler, sino la realidad, como cree Baudrillard, que lleva años apostando a que, detrás de cada información, desaparece un acontecimiento. "Desaparece la realidad, y esto es lo que fascina a la gente". Zerzan será otro agente del despertar, pero su Bella Durmiente tiene pelliza de mistolobo.

John Zerzan

"Desaparece la realidad,
 y esto es lo que fascina a la gente"

Domingo, 28 de Julio

Valle de Esteban

Para hipócrita no hay como la hormiga
queriendo hacernos ver como trabaja,
viene y va, vuelve, torna, sube y baja
arrastrando á las veces una miga.

"¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez?"

DOMINGO, 28 DE JULIO

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo:

-Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”.

Y les dijo:

-Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?

Lucas 11,1-13

sábado, 27 de julio de 2019

Gobernanzas

Maura en la urna

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

No tenemos gobierno, pero nos queda la gobernanza, que no es lo mismo, como creen nuestros analistas.

Gobierno es, por ejemplo, Churchill, y gobernanza, la señora Danvers (Judith Anderson) de “Rebeca”, que era el puesto que Sánchez jugaba a ofrecerle a Irene Montero, para delicia nuestra. ¡Ama de llaves!
Eché la llave:/ Mira por quién deviene/ Amo de llaves –juguetea Ullán.
Este ludismo para luditas en pantalón corto, que es lo que son hoy los españoles, es propio del Estado de Partidos, donde todo es mentira menos lo malo. La política como teatrillo: una sombra en marcha; un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario; un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que nada significa. Ahora le toca masonear/manosear a Macron (¡doña Manolita la Pastelera!), que tiene su casa manga por hombro, pero que quiere arreglar la nuestra con una collera Sánchez-Rivera contra el fascismo. ¡Ni en Gandía va a estar nadie a salvo de ese tabarrón!
Macron manda en España como Zidane, su votante, en el Madrid, y el españolejo disfruta del espectáculo porque abriga la ilusión de jugar un partido, nada más que uno, en el Bernabéu y de gobernar veinticuatro horas, nada más que veinticuatro horas, en La Moncloa.

Si a mí me dejaran gobernar nada más que veinticuatro horas
Pero no le dejan. Y por eso aquella boutade de Maura (el de “¡Maura, no!”):

Que gobiernen los que no dejan gobernar.
Se refería a los militares junteros, que ya no hay, mas para el caso es lo mismo. A Maura lo vetaban los liberalios de entonces, que no eran ni la mitad de tontos que los de hoy, y a Sánchez, la “constitución material” de España (la que la hace irrompible), que algún día habrá que hablar de ella.

De poco se asombra usted –bromea Maura con uno de sus biógrafos–. Aquí, donde usted me ve, yo he sido separatista, ladrón y asesino.
Bromear, bromeaba, pero suyas fueron la idea de las Mancomunidades y la concesión de la Gran Cruz la Católica… a Prat de la Riba. En el Día de los Abuelos, hay que recordar estas cosas del Abuelo (“l’Avi?”) de... la derecha española.

Sábado, 27 de Julio

Valle de Esteban

Regreso a las estrellas

viernes, 26 de julio de 2019

El 99

El Konsenso

Hughes
Abc

Fracasados los intentos por formar gobierno, o consumado el teatrillo para no alcanzarlo, y según establece el artículo 99, el Rey iniciará nuevas consultas, un papel que Sánchez ya le quiso sustraer y que después de las grotescas y hasta ridículas jornadas vividas reportará una nueva frescura institucional. Algo digno, por fin, algo en su sitio.

La izquierda «desilusiona» a sus votantes después de que saliera a parar el «fascismo». No sería tan urgente la amenaza. Menos daño en la derecha. No hace mucho, PP y Ciudadanos hablaban del «nacionalismo» de Vox. Ahora Casado -menos es más- recuerda a los Reyes Católicos y Rivera habla de la nación y menos de la ciudadanía. Abascal, sometido a la distorsión mediática, aprovechó sus minutos en el Congreso e irritó a Esteban tanto como para que el PNV reivindicara a Unamuno.

Asombra cómo la izquierda acepta el tono paternalista del separatismo. En Esteban es casi patrimonial, pero también se vio en Rufián, que comparte la nueva y viscosa sentimentalidad e hizo gustoso el papel de amigo brasas que acude a sermonear a una pareja que ha reñido. Hasta a Bildu se lo admiten, pero es que su discurso ya es el de parte del «mainstream» periodístico.

Los de ahora son peores políticos sometidos a mayor desgaste, y el deterioro es creciente, pero culpar a su insustancialidad o al taimado Sánchez es condenarse a la miopía. Es el sistema el que está chirriando. En sus reglas y hasta en lo informal, pues Cs, que estaba llamado a ser comodín de pactos, decide que su función es otra, una especie de centro cimarrón.

Para empezar, el actual multipartidismo no es por «populismo», no es un virus ruso que la gente pilla en internet, es consecuencia del sistema electoral. La naturaleza del régimen es el consenso y en ese reparto, ya crónico, surgen fricciones. Las negociaciones entre partidos (que quieren maximizar su provecho) alargan procesos antes rutinarios. El legislativo queda suspendido. El 99 empieza a crujir. El embudo no es circunstancial y no depende de tener o no «sentido de Estado». Es un problema de la Constitución. Una doble vuelta o una forma cercana al presidencialismo respetuosa de la monarquía, por ejemplo, permitirían que los españoles eligieran al jefe del Ejecutivo, pero los partidos sólo proponen cambiar el 99 para que les sea más fácil el reparto. Más fluido. Como quien cambia una cañería cuando flojea la presión del agua.

Monstruos

Bolívar de Cataluña y Bismark de España


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El sanchipancismo que nos sobrevuela sólo consiste en lo que Steiner llama “fascismo de la vulgaridad”.

¿Qué es, aquí, fascismo?

En la primavera del 44, Bertrand Russell, que andaba en América como Cabeza de Vaca, a la aventura, quiso regresar a Inglaterra, pero no había pasajes y recurrió a la Embajada. Dijo: “Admitirán ustedes que ésta es una guerra contra el fascismo.” “Sí”, le contestaron. “Y admitirán también que, en esencia, el fascismo es la subordinación del poder legislativo al ejecutivo”. “Sí”. Él prosiguió: “Pues bien, yo soy el poder legislativo, y ustedes, el ejecutivo. Así que, si me retienen lejos de mis funciones legislativas un solo día más de lo necesario, son ustedes unos fascistas.” Y le firmaron un pasaje.

¿Qué es, aquí, vulgaridad?

A primera vista, el triunfo definitivo de la peor de las ideologías, la igualdad (en este caso, igualdad en la vulgaridad), sobre la primacía de la excelencia. Y esto ¿cómo ha podido ser? Según el pastor del ser, que era alemán, “el entendimiento vulgar no ve el mundo a causa del puro ente” (los de pueblo lo expresan diciendo “mese pone un muro aquí”, y se golpean la frente con la palma de la mano), lo cual llevó a otro alemán a reconocer que la filosofía, tal como se practica, no es más que una forma organizada de resistencia contra la reflexión en torno “a la monstruosidad del ser”.

Sánchez es un ser, luego es un monstruo: fascista (en tanto que jefe del ejecutivo compone la lista de legisladores que luego han de votarle) y vulgar (piensa más en la andorga que en el ser) que sólo admira, y esto lo tienen bien estudiado los peritos en monstruología, al que le zahiere, “al que le atosiga como a un león en la jaula de sus espectros”. O sea, a Iglesias.

Sólo el loco no se plantea jamás la duda metódica de su locura ni el imbécil la de su imbecilidad ni el monstruo cree nunca que es monstruo –dice Ruano de Boluda, el monstruo murciano de “Pombo”, de quien Gómez de la Serna escribe: “Parece que cuando hay algún desahuciado al que le han pegado cuatro tiros y veinte puñaladas se lo entregan a Boluda, que se encarga de él y le hace mil cosas, como sacarle el cerebro en vivo, quitarle el riñón y metérselo en el brazo”.

Boluda era practicante del Hospital de Murcia:

Yo allí hago lo que me mandan… Pero a ese por quien me preguntan, cuando le vacié la cabeza ya estaba muerto.
Cada vez que uno oía a esas viejas del visillo que son los tertulianos decir que Sánchez componía un gobierno de Frankestein me acordaba de Boluda, que era “como un oso a quien se le hubiera apolillado la piel estando vivo”, y no estoy mirando los cráteres faciales de Sánchez.

Estamos, pues, donde lo dejamos hace exactamente un siglo, sólo que entonces, en lugar de “gobierno Frankestein”, se decía (¡se titulaba en los periódicos!) “monstruo de Horacio”, en referencia a la grotesca descripción horaciana en el arranque del “Ars poética”, base del dry-martini frankesteiniano (“mezclado, no agitado”) de Mary Shelley (el libro es tan malo que nadie le discutió la autoría) a la salud del “bon sauvage” de Rousseau, con cosas del “Ricardo III” de Shakespeare a modo de aceituna.
En el trasnoche madrileño de 1918 (“el gorro de dormir”, llamaban al periódico), los lectores hablaban del “monstruo de Horacio” que era el gobierno del marqués de Alhucemas, quien para lidiar con el tabarrón catalán (presos del 17 y Asamblea de Parlamentarios) incluyó separatistas (Hacienda e Instrucción Pública) de Cambó, “Bolívar de Cataluña y Bismark de España”, a juicio de don Niceto “El Botas”.

Y ahí sigue el monstruo. Aquí no pegamos los ojos.

Viernes, 26 de Julio

Valle de Esteban

Recuerdos del futuro

jueves, 25 de julio de 2019

Risillas

Taza del Gato Risón


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

No se me trespinta la risilla de Marlaska en el Banco Azul (la famosa separación de poderes consiste aquí en que el ejecutivo tiene escaño azul, y el legislativo, rojo).
Marlaska es ministro de la porra del sanchipancismo, y a los narcisismos de la oposición pidiendo su cese respondía él como recomendaba Unamuno, “con la terrible risa de Cervantes”, reducida en el ministro a risilla tonta de quien, en lo peor del calor de julio, se ha metido al cinto un cocido de Malacatín y comienza a dar síntomas de arrepentimiento.

¿De qué se reía Marlaska? A su jefe, de quien depende su nuevo y grande estilo de vida, le estaban dando más que a una estera, y en su negociado, que es la policía, la canícula madrileña dejaba a esas horas el muerto "pedevesano" que quiso escapar al juez Pedraz, famoso por un auto sobre “humor negro”. 

Al parecer, el muerto, que tenía terminantemente prohibido salir de España, iba a tomar tranquilamente un vuelo en Barajas, pero la policía americana, que es así, dio el queo y hubo de quedarse en tierra. ¡Otro marrón de Trump! Ese muerto estaba en lo de Morodo, uno de los dos leones del tiernismo (el otro era Bono), que tuvo su cuarto de hora de gloria cuando Suárez, amigo y vecino de bloque vecinal, lo elevó a Contacto con la Oposición Democrática, cosa que no sé si sale en las rosquillas chinas de la Prego, la tía Javiera de la Transición ¿A qué venía, pues, la risilla de Marlaska?

No escucho ninguna risa entre los ricos que no sea forzada y nerviosa –anota Santayana, quien ve en ello la nata misma de la vida liberal.

Marlaska es “rico” (en el sentido en que Calvo es “bonita”), mas su risilla cuando lo reprueban en el Parlamento no es liberal. Tampoco es el lado juvenil inocente del arrepentimiento y la desilusión, como el propio Santayana llegó a entenderla en su vejez. Su risilla es… pánfila:

Comúnmente llamamos Pánfilo un mozo de buen talle pero pasmado y que sabe poco –dice el Cobarruvias.

En esa risilla hay lo que la chusma supersticiosa llama maldad.

TINTO DE VERANO (FOLLETÍN DE ECOLOGÍA CANICULAR) Cap. 1. Soy el padre de Greta Thundberg

Le Sauvage


Jean Juan Palette-Cazajus

(“El simplismo de su discurso alarmista es irritante.
 Pero Greta Thundberg debe ser escuchada”. Le Monde 23.07.2019)

Me estoy tomando una horchata en “Alboraya”, Alcalá, 125, nada más cruzar Príncipe de Vergara. Hay noticias más excitantes para el lector hambriento de aventuras. Lo admito. Pero tomarse una horchata en Madrid, y además medianamente buena, empieza a resultar difícil y, por añadidura, casi exótico. Para saborear el otrora castizo brebaje, me he extraído por unos minutos de la plancha de asfalto incandescente donde cuecen y rugen las recuas de metal rodante. Al otro lado del oasis climatizado sigue arrastrándose una humanidad a la brasa mientras contemplo perplejo las placas cerámicas que adornan las paredes del local y cuentan una idílica arcadia valenciana  entre “La barraca” y “Arroz y tartana”. ¡Pobre Albufera, la de verdad, devorada por el hormigón, emponzoñada por las aguas residuales!

Conocí una España insólita que me parecía poblada por tribus pintorescas, por entrañables y fascinantes cábilas exóticas. Para bien, para mal, yo creía que España era el país “antiguo” por definición. Desde entonces, la carpetovetónica capacidad para arruinar ciudades, paisajes, costas y entornos y al mismo tiempo, a mayor inri, seguir tremolando descaradamente oriflamas medulares, lleva decenios carcomiéndome las tripas. Hoy cuando dejo atrás esta Hispania posmoderna, metástasis de infraestructuras invasoras y manantial del diseño cargante, para cruzar el Pirineo, es allí, al otro lado, donde creo encontrar los últimos indicios de un país “viejo”. Francia, por supuesto, no se libra tampoco del común proceso europeo de conversión en “producto terminado” (mi amiga A. dice que “se va pareciendo a un gran parque temático”)  pero tal vez de manera menos brutal y en dosis menos letales. Algo en ella todavía nos induce a recordar que en algún momento tuvimos abuelos.

André Gorz y Dorine

En los primeros setenta, el  semanario “Le Nouvel  Observateur” lanzó un fascículo mensual titulado “El salvaje”, impulsado por la emergencia social de la sensibilidad ecológica. En sus páginas descubrí el mar: pensamientos, proposiciones, perspectivas, utopías, ucronías, genialidades unas veces, mucha traca y petardeo otras, también patéticas memeces, todo sea dicho. Un mar que yo fui metabolizando con un apetito y una fruición desconcertantes. Descubrí hasta qué punto el marxismo residual que todavía me servía de muleta intelectual, en el fondo había sido siempre incompatible con mi naturaleza profunda. Descubrí que no se podía reflexionar sobre las técnicas y la naturaleza sin hacerlo primero sobre la naturaleza de la técnica. Leí por primera vez palabras complicadas: biosfera, biocenosis, biotopo, ecosistema. Entendí que eran llaves que entreabrían mejor algunas cerraduras de la vida. Fue un poco como volver a aprender a montar en bicicleta. La práctica se volvió natural y ya no creo necesario nombrar a cada rato los conceptos como si fueran mantras o contraseñas iniciáticas.

Deauville

Descubrí al catalán Ramón Margalef (1919- 2004), a Edward O. Wilson, Jacques Ellul, Hans JonasGunther Anders, James LovelockArne Naess, Barry Commoner, René Dumont, cito a voleo y podría seguir un buen rato. Dos de ellos me siguen acompañando, ambos fallecidos, porque me proporcionaron herramientas, tal vez erróneas, pero que sigo considerando insoslayables.

El primero es el señor que firmaba “André Gorz” sus trabajos de ecología política, ya que también era conocido como “Michel Bosquet” en tanto que fundador, reportero y editorialista de “Le Nouvel Observateur”. En realidad había nacido Gerhart Hirsch en la Viena de 1923, apellido que denotaba origen hebreo y que su padre, viendo cómo se estaba poniendo el patio, cambió por el de Horst en 1930. En 1939,  tras el Anschluss, la familia se refugió en Suiza. Otro producto intelectual de la tragedia mitteleuropea, otra inteligencia azuzada por la vivencia del desastre. En 1949, tras conocer a Sartre, Gerhart se trasladó a París. Fue tal vez el pensador económico más brillante de una izquierda realmente anti dogmática. Mantuvo con su mujer Dorine una relación autista y exclusiva cuyo precio fue la negativa a tener hijos. Ella llevaba años aquejada por una grave enfermedad degenerativa cuando ambos decidieron de mutuo acuerdo poner fin a sus días, en septiembre de 2007. Un año antes André Gorz había dedicado un libro a su mujer que empezaba así: “Vas a tener ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros y sólo pesas ya cuarenta y cinco kilos, pero sigues siendo bella, graciosa y deseable. Llevamos cincuenta y ocho años juntos y te quiero más que nunca”. Me recreo excesivamente en detalles biográficos. Puedo explicar las razones: André Gorz no me determinó como lo hiciera Claude Lévi-Strauss, pero su huella intelectual fue poderosa y entrañable en mi juventud y llevaba demasiados años teniéndolo humanamente aparcado.

Benidorm

Su libro “Ecología y política” salió en 1975. Desapareció de mi biblioteca en alguna ocasión y no lo he vuelto a comprar porque tengo la sensación de sabérmelo casi de memoria. Lo cual no es cierto porque son muy borrosas en mi recuerdo sus reflexiones sobre el valor, sobre el productivismo, sobre el modelo de relación con la  naturaleza, hoy sin duda algo oxidadas porque Gorz sólo empezaba a tantear un tipo de pensamiento ahora en su máxima fase productiva. Su distinción entre  miseria y pobreza me sigue pareciendo fundamental. La miseria supone la incapacidad de satisfacer las necesidades biológicas fundamentales. Mientras la pobreza es, por definición, relativa. Y así, en 1975, era pobre en Vietnam quien andaba descalzo, en China quien no tenía bici, en Francia quien no tenía coche y en Estados-Unidos quien lo tenía pequeño. Ser pobre significaba, y sigue significando dentro de esta relatividad generalizada, “no tener la capacidad de gastar tanta energía como el vecino”. Todos los especialistas coinciden en decirnos que las actuales oleadas de inmigración africana no proceden de los estratos más pobres de aquellas poblaciones. Los peculios invertidos por las prolíficas familias para despachar uno o varios de los retoños hacia el  ilusorio Eldorado europeo son considerables a escala local. Pero su pobreza es indudable relativamente a nosotros. El detonante culpabilizador consistió en introducir, donde existía “relatividad” histórica y cultural, el infundio de una relación de “causalidad” entre la “riqueza” europea y la “pobreza” africana con el fin de legitimar el éxodo. De modo que sólo queda una alternativa racional: si los que llegan ni siquiera son los más pobres, todo el continente africano tiene lógicamente derecho a desembarcar en Europa. Lógica irrealizable y autodestructiva porque sustituiría la “pobreza relativa” por la “miseria generalizada”. El otro término de la alternativa sólo puede ser  el candado en la puerta. Hipótesis coherente pero demasiado conflictiva para el estado de sumisión emocional en que baña Occidente. De modo que Gorz me ayudó a presentir que, cualquiera que sea la evolución de la realidad, nuestras sociedades y nuestra historia se harán irreconocibles a muy corto plazo.

Destinos sin entorno... ni retorno

Otro de los conceptos que me encantan, en Gorz, fue el de que los privilegios, por definición, no se podían democratizar. Lo contaré de una manera no sé si totalmente suya o parcialmente mía. En San Sebastián, en Deauville, a partir del último tercio del siglo XIX, empezaron a surgir en el paisaje, privilegiadas, hermosas, a veces sublimes, mansiones de veraneo. Todas ellas en número limitado. Es probable que el paisaje no las necesitase pero se puede aceptar la opinión de que no supusieron una agresión caracterizada contra el entorno y contribuyeron a crear otro tipo de paisaje, menos natural, más historicizado y humanizado. A lo largo de las generaciones se fue democratizando y generalizando el acceso al ocio, al veraneo y a las playas. A partir del momento en que todo el mundo tuvo teóricamente acceso a su casita, a su apartamento o a su habitación de hotel, a ser posible en la misma orillita del mar, los paisajes costeros quedaron rápidamente arrasados: proliferó el hormigón en cantidad inversamente proporcional al resultado estético. Las soluciones alternativas existían. Nunca se intentaron porque no interesan a la mayoría. Mucha gente sigue pensando que Benidorm, Magaluf y Torremolinos son distintas modalidades del paraíso. A esos, el ecologismo papanatas y evangélico los considera como tontos y malos. Lo que hay que pensar es por qué, tampoco en este desafío, puede haber “porvenir radiante” para el nuevo infantilismo progresista.

Magaluf

También hasta la Segunda Guerra Mundial siguió siendo un privilegio tener coche. Gorz utilizaba el ejemplo de aquellos artistas e intelectuales parisinos, Picasso, Bretón, Cocteau, Colette, que, nada más terminar la Primera Guerra Mundial, partían en coche hacia el sur por estrechas carreteras casi desiertas, bordeadas de plátanos centenarios (contra cuyos troncos propendían a estrellarse con frecuencia) y disfrutando de paisajes rurales secularmente preservados, para recalar finalmente, pongamos por caso, en Saint Tropez, una idílica y primitiva aldea de pescadores. Hoy ya no existen carreteras arboladas, ni idílicas aldeas de pescadores, ni paisajes que no hayan sido, si no destruidos, profundamente modificados por el impacto de las infraestructuras viales. A nadie se le ocurre considerar el espectáculo actual de las autopistas con sus vertiginosos bulevares asfálticos, sus nudos, sus intercambiadores, sus distribuidores, sus viaductos, como una mejor vía de acceso al entorno preexistente sino como una superposición infraestructural que tapa  esa realidad previa. Nadie, o bien pocos, en una autopista, se acuerdan de que, a ambos lados, hubo una anterior realidad histórica y ambiental llamada paisaje. El concepto mismo de autopista está pensado para discriminar entre el “entorno” y el “destino”. La autopista debe escindirse del “entorno” para, supuestamente, facilitar a cambio el acceso más rápido a un “destino”. El problema es que todo “entorno” es también un “destino” potencial. Es decir que, a la postre, lo que se ha puesto en marcha es el flujo de la “movilidad generalizada” (acordándome de Iván Illich que mencionaremos seguidamente) hacia los “destinos”, el cual engendra el proceso de “degradación generalizada” de todos los entornos naturales y urbanos. 

Supervivencia milagrosa

André Gorz habría dicho más sencillamente que el acceso masivo y motorizado a cualquier destino engendra ipso facto su degradación y despersonalización. El proceso, todavía reversible en 1975, es hoy irreversible y tranquilamente metabolizado por una gran mayoría. Es tal el nivel de antropización de los entornos naturales que nadie es capaz de imaginarlos con otro aspecto que no sea su estado residual. Peor aún, es el propio medio de transporte el que  puede convertirse en destino. Piensen en los inmensos buques de crucero cuya arrogancia desmesurada, por dar un ejemplo de todos conocido, atropella cotidianamente la frágil escala arquitectónica de Venecia. Muchos de sus pasajeros, muchos insectos de la confortable colmena climatizada, nunca se toman la molestia de bajar alguna vez del barco. Como decía el otro “el medio ya es el mensaje”. 

Mi otro “gurú” fue por un tiempo Iván Illich (1926-2002). Exagero, claro, pero terminó habiendo en el ex cura cierta propensión, propia de aquellos años, a considerarse como un maestro esotérico. Como André Gorz, había nacido en Viena, en 1926, en una familia de procedencia austro/ítalo/dálmata, asimismo judía, pero conversa. Tras numerosas peripecias, se ordenó sacerdote y fue  íntimo del cardenal Montini, el futuro Paolo VI. También él iba para “príncipe de la Iglesia”. Y a fe que tuvo siempre pinta de cardenal fiorentino del Cinquecento. No me interesé demasiado por su “Némesis médica”, aquello de que la medicina moderna -simplificando a ultranza- engendra más males de los que cura. Illich murió de las consecuencias de un tumor en la cara que se negó, creo, a tratar por la vía oficial. Tampoco hice mucho caso de sus teorías sobre educación, pero me apasionó, me sigue encantando, todo lo relativo a la teoría del “monopolio radical” (toda tecnología que se impone mundialmente impide la aparición de tecnologías alternativas, tal vez mejor adaptadas o menos dañinas) y sobre todo el concepto de “contraproductividad”. Dos libros me marcaron, “La convivencialidad” (1973) y “Energía y equidad” (1974). Un inciso a propósito del primero: Illich, que vivió muchos años en Cuernavaca, escribía en inglés y lo tituló “Tools for conviviality” porque le impresionó el descubrimiento, en español, de la palabra “convivencia”, tan extraordinaria como ausente en muchos idiomas (¿se puede tener la palabra sin su práctica? ¿y viceversa?). En su momento leí el libro en francés: “La convivialité”. Si “convivialité” es hoy palabra de uso habitual, en francés, fue porque quedó inventada (bueno, reinventada, pero no quiero alargar) expresamente en esta ocasión para la traducción del libro. No se usaba con anterioridad.

Ivan-Illich. Un cardenal del Cinquecento

Apuraremos el primer “Tinto de Verano” con la “contraproductividad”, inherente, según Illich, al proceso de fabricación, adquisición y obsolescencia de los objetos técnicos. ¿Cuánto tardáis para ir en coche de Madrid a Sevilla? Me imagino que me contestaréis -no sé, no tengo coche- algo como unas cinco horas y media yendo civilizadamente por la mentada autopista. Iván Illich no estaría de acuerdo. Él os diría que en realidad habéis tardado entre 70 y 80 horas. Porque la duración real del viaje debe incluir una proporción alícuota del tiempo que os habéis pasado trabajando para comprar el coche, para pagar la gasolina, para pagar la plaza de garaje, el seguro, para recuperaros del estrés de conducir, de estar en un atasco, etc, etc. Según Illich, esa velocidad real, que él llamaba “velocidad generalizada”, volvía a ser la de un buen caminante, todo lo más 6/7 km/h.  Os dejo reflexionar.

Atasco en Pekin