El ciego lleva a cuestas al tullido:
dígola maña, y caridad la niego;
pues en ojos los pies le paga al ciego
el cojo, sólo para sí impedido.
El mundo en estos dos está entendido,
si a discurrir en sus astucias llego:
pues yo te asisto a ti por tu talego;
tú, en lo que sé, cobrar de mí has querido.
Si tú me das los pies, te doy los ojos:
todo este mundo es trueco interesado,
y despojos se cambian por despojos.
Ciegos, con todos hablo escarmentado:
pues unos somos ciegos y otros cojos,
ande el pie con el ojo remendado.
Francisco de Quevedo