martes, 31 de octubre de 2017

Sobreentendidos

El 155 inglés


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Por no haber podido decir nunca lo que se piensa, somos un país de sobreentendidos.

    Desde el 78 es un sobreentendido, por ejemplo, que España no hizo una Constitución, sino que una Constitución hizo España.

    La Constitución prohíbe el mandato imperativo, pero hay que sobreentender que eso no es más que un homenaje al abate Sieyes, y al cabo, una forma de hablar.

    La Constitución faculta para dar instrucciones a las autonomías recalcitrantes, pero se sobreentiende que es para disolver gobiernos y parlamentos, o sea, Cromwell pasado por la abogacía del Estado, aunque sea un Estado “amorcillao” en tablas por la media lagartijera propinada por un Jeffersonet de Gerona.

    Donde hay creación no hay interpretación, dice Emilio Betti, pero el sobreentendido español está muy por encima de la creación, y tiene que ver más con la teoría del caudillaje de Javier Conde que con la de la interpretación jurídica de Betti.
    
Sobreentendamos, pues, que todo el tabarrón catalán es para reformar (“enmendar” es en América, y la explicación no nos cabe en el folio) la Constitución, que nació perpetua: Suárez, se nos dijo, era un Licurgo, el espartano que hizo una Constitución a condición de no cambiarla hasta que él volviera, y ha vuelto en forma de Rivera, el nadador.

    Lo importante en el golpe catalán, como en el incendio del Windsor, es la ausencia de víctimas mortales (de ahí la insistencia de todo el mundo en la no violencia), pues eso permite a los políticos masticar el chicle penal a ritmo de encuesta.

    Los artículos "federalistas" de Cebrián (¡Jay! ¡Jay! ¡Jay!) y la incontinencia verbal de Sánchez, que ha hecho suya la majadería jeffersoniana de una Constitución cada 19 años, indican que el Gran Sobreentendido que nos ha de matar, la reforma constitucional que nadie pide, ya está comiendo yerba: una España-Ave con españoles de clase club, españoles de clase preferente y españoles de clase turista.

La propaganda (¡flabelíferos a luchar!) será infernal.

Martes, 31 de Octubre

Valle de Esteban

Valle-Inclán odiaba la música de Wagner y el amor de los efebos.
Luis Calvo

lunes, 30 de octubre de 2017

La banda sonora del “procés”



Hughes
Abc

El “Procés” ha tenido su banda sonora.
 
Cuando comenzó su recta final, quien más quien menos estaba atrapado aún en el “Despacito”. Pero la obsesionante fuerza de la política nos lo quitó de la cabeza. Quizás eso fue lo único bueno.
Lo primero que se me pegó fue el Himno de la Guardia Civil. El “Instituto gloria a ti”… Desplazó violentamente a Despacito mediante un silbidito recurrente. La parte de “Viva el orden y la ley”, con ser tentadora (mucho) no superaba el encanto musical de ese inicio: “Instituto gloria a ti, por tu amor quiero vivir”…

Días enteros silbándolo. Y he de decir que su efecto en el ánimo, en el espíritu, era tonificante. Es un silbidillo que da ganas de salir a correr o de hacer la cama con otros aires. La manifestación del 8-0 en Barcelona me metió también los cornetines y marchas de la Legión (confieso que la seguí de cerca). Pero duró menos, unas horas.

En esos días operó también “la resistencia del balcón de Balmes” y su actualización del “Que viva España”. Pero personalmente, lo que más me afectó vino después. Tuve unos días muy malos de recaída con la rumba que le hicieron unos sevillanos a Puigdemont. “Pui de Mon, te van a meté en prisión”. Vi el youtube 500 veces y me tiré media semana cantándola.
 
Pero el viernes sucedió algo extraño. Salí de casa cantando Els Segadors. Di las llaves a la puerta canturreando “Bon colp de falç” y un vecino, que me sorprendió, me miró con extrañeza. Le tuve que decir “buenos días” con forzada españolidad para que no pensara que estaba obsesionado con la DUI (que quizás un poco sí lo estaba). Esto me ha durado unos días. Els Segadors tiene en mí un efecto muy grande, cautivador, que va más allá de lo musical.

Los versos “bon colp de falç, defensors de la terra/ bon colp de falç” me atrapan de un modo tal que cualquier cosa que me dicen la meto ahí. Si decía “quiero un café”, mi cabeza lo repetía por dentro adaptado a la música dels Segadors: “Quiero un café. Quiero un café, pero no muy cargado. Quiero un café”. Y así me he tirado el fin de semana, con esa musiqueta en la cabeza. “No mete un gol. Benzema no es un nueeeve. No mete un gol”.

Me di cuenta de que la estrofa “Bon colp de falç / defensors de la terra/bon colp de falç” es como un haiku (5-7-5). ¡Esto me hizo pensar en Miquel Iceta! ¡Comprendí a Miquel Iceta! Iceta se ha tirado años en twitter colocando un haiku diario. Durante un tiempo, yo hacía otro de parodia sobre el haiku suyo. Me embelesaba. Ahora veo que Iceta estaba en realidad cantando Els Segadors, orientalizando, suavizando y sublimando Els Segadors. (¿No es ésa la labor política, vital de Iceta? Esa especie de catalanidad fussion, nigiri, zen, que confunde a unos y a otros.

Els Segadors estuvieron pugnando en mi cabeza (y en mi alma) con “Pui de Mon, te van a meté en prisión”. Como esos artistas que son en una mitad Michael Jackson y en la otra mitad Diana Ross. El genio rumbero sevillano, por cierto, había convertido a Puigdemont en un malo de película china, en un Fu Man chú, en el malvado Pui de Mon. El caso es que ahora que el procés ya va acabando me doy cuenta de que ha ocupado nuestras cabezas de un modo enorme, hasta musical. Me gustaría poder volver a la normalidad, es decir, a “Despacito”, cerrando el círculo. Salir enriquecido por (ojalá) un poquito de comprensión de lo catalán, de amor por lo catalán, con esta versión asardanada de la Cobla Contemporània.

"¡Valones fuera!"



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El lector de ABC tiene cierta familiaridad con Weimar, famosa por su Constitución republicana, que tan pocas cosas buenas trajo.

A Weimar le ha tocado en desgracia, que no en suerte, el sambenito de la famosa Constitución–escribió nuestro Ruano en Weimar, precisamente.
Culturalmente, sin embargo, Weimar fue una cumbre mundial. ¡La cumbre de Weimar! Arte, ciencia, filosofía. De la Bauhaus de Gropius a la relatividad de Einstein y el principio de incertidumbre de Heisemberg, pasando por la Trascendencia de Jaspers, la fenomenología de Husserl y, por supuesto, el claro del bosque de Heidegger. En una palabra: la República de Weimar.
Frente a eso, álzase al fin, como un gatillazo en forma de barretina, la Republiqueta de Pep, el Bolívar de Sampedor, que tiene por arte el tiquitaca, por ciencia la pocha de Piqué y por filosofía los comunicados independentistas del Barça, que, en contra de la lógica, aún no ha sido expulsado de la competición española por el Estado marianista, que en Cataluña tiene fama de ferino.
Ahora que ya la hemos visto, lo más parecido a la Republiqueta de Pep, que tanta publicidad le ha dado a él y tanto tabarrón a nosotros, es la boda por lo civil de un chófer que era vocal del Sindicato de Metalúrgicos y Similares en Andalucía contada por Pemán.
Al Juzgado de San Pedro –dijo al cochero.

“Casarse por lo civil” era para él una prolongación de “tomar la esquina, a gran velocidad”.

¡Cosas de hombre!

¿Son ustedes los que vienen a “eso”?

En el patio, algunas vecinas de la novia. “Adiós, Rosario… ¿Qué? ¿A casarte?” “Sí. ¿Y tú?” “Yo, a un juicio de faltas por haber vaciado por el balcón una palangana.”

Al juez le resultaba corta la ceremonia y, para acabar decorosamente, quiso decir algo en latín. Revolvió sus recuerdos escolares, y al fin dijo intrépidamente: “Res nullius primi capientis sunt”. Ella se santiguó. El juez se marchó por una puertecita. La vecina de la palangana estaba en el patio. Ella iba absuelta y Rosario casada. Cuando la novia estuvo a solas con el novio en la berlina, consumió, sencilla y quedamente a su oído, el mejor turno de oposición que se ha consumido, ni en el Parlamento ni fuera de él, contra la tristeza oficial del laicismo:

Manué… ¿Y esto es tó?

¿Esto era todo, Pep? ¿Tanta lata por unos rufianes que se esconden para votar una Republiqueta?

¿No te apena hoy ser paisano de Isidre Lluçà, “el timbaler del Bruc”?

Isidre con su tambor hizo creer a los franceses, por el eco de Montserrat, que los soldados españoles eran el doble, exactamente igual que Pep con su sonajero hace creer a los ingleses, por el eco de Mediapro, que los “indepes” catalanes son el doble.

A Jean Palette le llama la atención la maestría de los catalanes “pep-eros” para seguir vendiendo “la estampita piadosa de una lengua vernácula acosada y preagónica cuando bien parece que las tornas se han invertido”, y cree que sus modelos son los flamencos, que en el 68 expulsaron a los francófonos de la Universidad de Lovaina (por cierto, que allí andaba de oyente Felipe Gonález, “Isidoro” para el Régimen y “El Moro” para los amigos) al grito de “¡Walen buiten! ¡Walen buiten!”, (¡Valones fuera! ¡Valones fuera!), como unos Bilardos cualesquiera.

Curiosamente, el estilo Pep, el de la Republiqueta cutre, contó siempre en España con la admiración del liberalismo de “Embassy” en el que podemos incluir al marqués de Del Bosque, defensor del derecho de autodeterminación catalana, y cuyo nombre encabezaba las encuestas para presidir una tercera república española.




PRIVILEGIO DE NEYMAR

La polémica contra el privilegio es uno de los rasgos característico del liberalismo: excomulga al “privilegio” por devoción al “derecho”; pero no siendo los privilegios más que aspectos particulares del derecho, no caerán antes que el derecho mismo. Así lo ve Max Stirner, el tipo al que Ortega plagió el yo en su circunstancia, es decir, Neymar, que sería el yo, y Unai Émery, que sería la circunstancia: según “Le Parisien”, es privilegio contractual de Neymar… “no recibir entradas fuertes en los entrenamientos”, circunstancia que explicaría la tendencia a la farsa del yo en el fútbol contemporáneo, de imposible comparación con ninguna otra.


Lunes, 30 de Octubre

Valle de Esteban

¡Dialogar es mi delicia! Sobre todo dialogar los sainetes.
Carlos Arniches

domingo, 29 de octubre de 2017

Empate a uno contra los pelendones


 Allá donde nace el Duero

Cantina de mi pueblo
El Numancia del Raúl chiquito junto al bando


Francisco Javier Gómez Izquierdo

A ustedes les parecerá ocurrencia de majareta, pero les aseguro que así como el símbolo futbolístico del independentismo catalán es el Barça, el Numancia lo es de la Pelendonia, territorio que comprende lo que los bachilleres antiguos conocemos como Sierra de la Demanda. En realidad el territorio va desde Salas de los Infantes hasta Ágreda en el límite de Soria con Zaragoza. Plinio, ese geógrafo del que se echa mano para darse importancia, coloca a los irreductibles pelendones en Covarrubias, Quintanar y sobre todo Numancia –hoy Garray-.
      
Uno, harto de “la matraca” catalana, siempre ha sacado a pasear la mayor antigüedad de mis gloriosos antepasados, de los pobladores de nuestra Sierra y lo orgulloso que estoy de mi nación pelendona. El caso es que nadie me toma en serio y aquí en las Andalucías hasta piensan que me pongo apodos malsonantes como si fuera tonto. He estado en fiestas folklóricas con paisanos disfrazados de hombres primitivos que danzaban alrededor del fuego en un escenario en el que ondeaba una sábana blanca en la que ponía Pelendonia. Visto lo visto, todo es ponerse y exigir derechos pisoteados durante siglos, porque no me negarán ustedes que no hay pueblos de España más conformistas y pisoteados que los de Castilla. Sobre todo los de Soria, Burgos y Palencia. Mi pueblo queda a mitad camino entre Burgos y Soria y en el bar además de posters de pelotaris en las paredes suelen renovar el equipo del Numancia, pero la plantilla de aquélla Copa ante el Barça siempre está allí. En un marco con cristal y todo.

     Hoy visitaba El Arcángel el equipo de mi nación y les prometo que a pesar de tenerlo en gran estima mis deseos eran contrarios a sus intereses. El  Numancia es equipo serio y formal y no creo que pase apuros a final de Liga, pero tampoco tiene mimbres para aspirar al ascenso, aunque en Segunda, cualquiera puede ser candidato a todo. Faltaba Julio Álvarez lesionado y el eterno Unai Medina, pero los gemelos Valcárcel -Pablo el 20, jugará en Primera- se han adueñado de la banda izquierda de una manera que nos han puesto a temblar desde el primer minuto. Pablo Valcárcel se ha sacado de la bota un contraataque de medio con clase y le ha regalado al siempre fiable Manu del Moral uno de esos  cheques al portador que los jugadores inteligentes nunca desaprovechan. 0-1. El entrenador del Córdoba tiene ordenado al equipo, pero la falta de calidad de los centrales y la caraja de Pinillos son muy difíceles de corregir, aunque en ello está. Me extraña la suplencia de Javi Lara y la insistencia de los dos delanteros en ése 4-4-2 de manual, pero el que mejor sabe lo que conviene es él y en él confiamos. El Córdoba ha dado dos postes, el de Guardiola debió ser gol, ha maniobrado con más aplicación e intensidad que acierto pero no ha sido peor que el Numancia. El empate ha venido de un penalty claro por una traba del talentoso Pere Milla a Aguza que ha transformado el desesperante, para un servidor, Jona, y el partido parecía que iba a caer en nuestro saco, pero no. Celebro que  nos parezcamos al resto de los equipos, pero en el fondo siento que nos falta mucho y que sólo podemos exigir intensidad, aplicación y correr como endemoniados. Más no tenemos. Si lo hacen como hoy, nada podemos reprochar.

Mantequilla y nacionalismo

 ¿Venezuela? No, ¡Francia!

Jean Juan Palette-Cazajus

Hace 15 días,  recién regresado de Madrid me fui a reconstituir la despensa. Me llamaron la atención los numerosos huecos en las estanterías de mantequilla. Lo achaqué interiormente a la desidia del personal que no había repuesto existencias. Pero al día siguiente me llamaba la atención un artículo de Le Monde que hablaba de una penuria de mantequilla en Francia. Desde entonces, en los medios, se habla de la mantequilla y de su ausencia casi tanto como de Cataluña. Hay graciosos en las redes sociales que ofrecen una tableta por 200 euros, eso sí negociables. Esta tarde volví al súper a hacer la compra. Las estanterías de la mantequilla seguían prácticamente vacías. ¡De pronto entendí lo que era ser venezolano!

¡Penuria de mantequilla en Francia! Donde lo de la Gürtel, o lo de Bárcenas, o  lo de Pujol, o sea enriquecerse con malas artes (¿Hay alguna otra manera?), se dice “hacer su mantequilla”. Donde ir mejorando económicamente se dice “echarles mantequilla a las espinacas”. Donde, de los políticos en campaña se dice que “prometen más mantequilla que pan”. Donde aquello de que no “se puede estar en misa y repicando”, se dice literalmente “querer la mantequilla y el dinero de la mantequilla”. En varias catedrales góticas suele haber una “torre de la mantequilla”. Quiere decir pagada con las indulgencias que compraban aquellos que querían seguir saboreándola en Cuaresma. No sigo por temor a aburrirlos todavía más de lo habitual.

La semana pasada, en las cajas del sólito súper me di cuenta de que el señor que me antecedía se disponía  a pagar 7 u 8 tabletas de mantequilla tamaño grande, de ½ kilo. Se hizo la luz en mis deplorables neuronas donde convive la letal mescolanza del pesimismo con la ingenuidad. Como en las peores épocas, la gente, alarmada por los medios, atesoraba mantequilla y de paso empeoraba la situación. Esto que los especialistas en psicología social llaman “profecía autorrealizada”. 


 Torre de la Mantequilla
Catedral de Rouen

Me pareció inmediatamente que el susodicho acaparador tenía pinta de lo que estaba haciendo, la de un patán. Con esa pinta sólo podía ser lo que demostraba, mezquino e insolidario y su relación con la colectividad sólo podía estar marcada por el egoísmo, el cinismo y la indiferencia. Afortunadamente conseguí meter en el capote al toro bronco de la aversión y dejarlo parado en los medios. En realidad aquel señor tenía una pinta absolutamente inocua. En realidad podía ser un excelente patriota. Tal vez un nacionalista. ¡Claro, un nacionalista de sí mismo! objetarán.

Pero todo nacionalista es un nacionalista de sí mismo ¡naturaca! Para todo nacionalista la nación es la poltrona favorita de su estancia interior. Se acomoda en ella con supina pereza. La nación es también el espejo donde uno se mira favorecido. Un espejo que pierde el azogue con las preguntas. La interrogante y desbordante  complejidad de toda nación, el nacionalista tiende a embutirla en la camisa de fuerza de su exaltada estrechez personal. Los que creemos que nunca debe confundirse el amor a la nación con el amor propio, somos en cambio los noveleros. Los lectores eternamente adolescentes de la novela nacional. Una literatura erótica a la que le añadimos, cuando hace falta, el picante de las glosas y los horizontes siempre insatisfechos del deseo, es decir de la frustración. Nosotros, desde luego, no encorsetamos la nación. Tiene el cuerpo suelto y lo mueve libre, como puro producto de la voluntad y de la imaginación. Pero lo más probable es que su enigmática realidad, la más proteica que existe, bien poco tenga que ver con nuestras fantasías.

Para los nacionalistas de a pie la pulsión es más concreta. Eros/Thanatos; amor propio y odio por el otro. Pero, afortunadamente, nada en el fondo que una repentina penuria de mantequilla o de cerveza en el supermercado no contribuya a desactivar. Bueno, casi siempre.

Escuela y Nación, según Le Monde

Domingo, 29 de Octubre

Valle de Esteban

Yo hago en el teatro lo que me da la gana, pero muchas veces me sale mal, y hay que ver lo que entonces hacen conmigo.
Pedro Muñoz Seca

"Amarás a tu prójimo como a ti mismo"

DOMINGO, 29 DE OCTUBRE

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» Él le dijo:

-Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.

Mateo 22,34-40

sábado, 28 de octubre de 2017

La traición

Ana Gabriel
 

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    En la “Teoría de la Constitución” del fundador de la ciencia constitucional puede leerse:

    –La unidad política de un pueblo tiene en la Constitución su forma concreta de existencia. Delitos como la traición y la alta traición protegen la existencia política.
    
España es diferente.

    A España una región le declara una República y el golpe de Estado se salda con el cese administrativo de los culpables, mediante un artículo, por cierto, que tiene toda la pinta de improcedente para la gravedad del caso.

    Hasta aquí hemos llegado por el Magistral Manejo de los Tiempos que al presidente del Gobierno atribuyen sus flabelíferos unido a la miserable cultura política de los españoles, que llevan más de un siglo bajo los efectos de una propaganda que ha vaciado de contenido los conceptos de Nación, Estado, Ley, Gobierno, Derecho de Autodeterminación, Democracia…

    El golpe de Estado de Barcelona, televisado en directo al mundo entero sin que ninguna autoridad se molestara en evitarlo, es un atentado, no contra la democracia, como repiten los pájaros de la vega, sino contra España y su unidad constituyente. La democracia sólo es una forma de gobierno. Pero la unidad constituyente es el ser de la Nación, que en España carece de representación, porque los partidos del 78 son estatales y sus diputados de lista sólo representan a los jefes que los han incluido en las listas: de ahí que la calle vaya por un lado, y los políticos, por otro, aunque ellos presuman de representar a toda la Nación, apropiándose indebidamente de una facultad milagrosa como el don de lenguas que en la teología cristiana concede el Espíritu Santo.

    La declaración de independencia de Cataluña (“Revolución Cultural”, lo llamaron en el Parlamento) fue un espectáculo rufianesco de cojonudismo hispánico, con su homenaje caricaturesco al reglamento (¡qué manía tan española la de delinquir reglamentariamente!) y a la natural cobardía del liderazgo popular: la llamada de Ana Gabriel al voto secreto para eludir la posible letra pequeña del juez obedece al mismo impulso miserable que hace a Largo Cabellero, el Lenin español, presumir en sus memorias de haber negado sus delitos del 34 ante la justicia burguesa para no perjudicar a la clase obrera.

    Delitos como la traición y la alta traición protegen la existencia política… si son perseguidos. Para la partidocracia española la traición sólo es un juego de fechas, y únicamente persigue elecciones (bazas nuevas), con el inquilino de La Moncloa de crupier.

    El Rey y la Nación están solos.

    Lo de Cataluña desprende la melancolía de la irreversibilidad.

Largo Caballero

Palomas

Halcones y palomas

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Bernabéu siempre decía que Franco (que le parecía “un meapilas”) “sabía más que la paloma azul”.

¿Lo has visto? De todo, de la guerra, de la paz, de todo sabe éste más que la paloma azul –dijo el duque de Pinohermoso a Pemán, que salía de su primera audiencia con el general.

(Y pensaba Pemán: “Lo malo es que no existen palomas azules”.)

Es lo mismo que ahora los pinohermosos sorayos te susurran de María Soraya, la paloma azul del marianismo:

Sabe más que la paloma azul.
Por eso será que en sus manos está el 155, que es como la chica del 17 constitucional (“Dónde se mete / la chica del 17, / de dónde saca, / pa tanto como destaca”). Dice que lo aplica en defensa de… ¡la democracia avanzada!

La democracia representativa no es ni avanzada ni retrasada: es o no es. Otra cosa ya no sería democracia política, sino ideológica, y de ésa hay tantas clases como ideologías. La “democracia avanzada” que dice defender María Soraya con el 155 es un invento del comunista venezolano Pollito Pío.
La rebelión de Barcelona ni es por el güevo ni es por el fuero –nos dejó dicho nuestro grande Quevedo de la de 1640.

Y aquí seguimos en 2017: entre el fuero del 155, que no dice nada (“Aplicar el 155 puede suponer muchas cosas porque dice muy poco”, avisó María Soraya, lo que hace del presidente de turno un Cromwell), y el huevo de Pollito Pío y la Paloma Azul.

Para dirimir entre el fuero y el huevo acude Margarita Robles, que no se sabe si es jurista porque estuvo en el Supremo y se pasó a la política con la idea de que se le podía guardar la silla, o porque, al cabo de 40 años votando leyes con disciplina de partido, descubrió la prohibición constitucional del mandato imperativo para escaquearse de una multa del partido por una vez que votó en contra de sus jefes.

Darwin resolvió el origen de las especies por un criador de palomas que le dijo que en tres años producía cualquier clase de plumas, pero que necesitaba seis para obtener una cabeza y un pico.

Sábado, 28 de Octubre

Valle de Esteban

Hoy encuentro a Charlot en el baño turco de Douglas Fairbanks.
Edgar Neville

viernes, 27 de octubre de 2017

De los delitos y las penas


El año pasado ante el muro de Berlín


Francisco Javier Gómez Izquierdo

 Antier, la justicia metió preso a un separado que llamó por teléfono a su ex-suegra a la que suponía un gran corazón para poder hablar con su hijo de 8 años. Enterada la ex-mujer de tamaño atrevimiento se presentó en el juzgado y denunció al desgraciado  por romper una orden de alejamiento. Al atribulado padre le esperan nueve meses a pulso. Sin beneficios penitenciarios. En el recuento de este mediodía, llorando como una Magdalena lamentaba su suerte comparándola con los delincuentes sediciosos de Cataluña "¿Y lo de esa gente no es más grave que lo mío?" Uno, que tiene vistas todo tipo de fechorías, cree en su humilde opinión, que la encarcelación de la plana mayor de la Generalidad es no un mandato, sino un deber constitucional.

Jeffersonet

Salomón Noriega Cuesta, Chivolito

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La casualidad, mi musa predilecta, hace que el gatillazo de la República catalana del “senyor” Puigdemont Casamajó, el Jeffersonet de Gerona, coincida en fecha con la cortés rectificación que en Cartas al Director hace don Mariano Abad, catedrático en Oviedo, a un vistazo mío sobre Companys, quien, en efecto, declaró el “Estado catalán”, no la “República catalana”, como escribí, sin duda por el “lapsus menti” de estar citando (mal) a Trevijano (el repúblico de la Junta Democrática, aclaraba yo), que era quien se había dado cuenta de que lo del viejo Companys en el 34 no fue separatismo, sino lo mismo que lo prometido en este 17 por el joven Pedro Sánchez: un Estado catalán en una República federal. (Liberales de meñique alzado andan promoviendo en el periódico global… ¡el jacobinismo federal español!).

Separatismo, ¡pero a ver!, es lo del Jeffersonet, en cuyo folio (a diferencia del de Filadelfia) no tenemos una sola verdad por evidente en sí misma. Cuesta, pero se va entendiendo el sistema: en el Estado de Partidos nada es verdadero, y el bullarengue que importa es el de los partidos estatales, no el de la Nación. Unidad de poder y pluralidad de funciones, que decía el general. El 155, que jurídicamente no lleva a nada serio, sólo es la escoba del tren de la bruja. Por eso el Jeffersonet duda como picaflor entre el “¡Catalans, a les armes, a les armes!” y un “¡Catalans, a les urnes, a les urnes!” con que el 78 recobraría una vidilla como la de las esculturas del Tenorio.

Es la hora, pues, de los flabelíferos en la TV y de los chivolitos en el Parlamento.
Chivolito, mote de Salomón Noriega Cuesta, era un humorista de velorio reporteado por Alberto Salcedo Ramos:
Chivolito llega al velorio a las ocho de la noche... Da el pésame a los deudos y se sienta al lado del ataúd, desconsolado. Luego se va al patio y comienza su función, hasta el alba.
En cualquier caso, no retiren ustedes las banderas del balcón, que ya no es Alt Right.

El párrafo JFK que lo cambia todo




The One Paragraph You Need to Read From The JFK Assassination Files Changes Everything

Montaigne, entre rumba catalana y juerga flamenca

 Bélgica

Jean Palette-Cazajus

Me cuenta la anécdota mi hermana pequeña que pasó un fin de semana en Bruselas, hace unas semanas. A la hora de registrarse en el hotel, el recepcionista le pregunta que de dónde vienen. Atolondrada, mi hermana contesta rutinariamente ante lo que le parece evidente: “¡Ben, d’ici!”. Risa del muchacho ante su “¡pues, de aquí!”. Mi hermana se da cuenta de su despiste en tanto el recepcionista, acorde con el “síndrome” belga, estará pensando: “Estos franceses, siempre dispuestos a anexionarnos”.  Los estudiosos del tema cuando hablan de los nacionalismos modernos los suelen definir casi siempre como etnolingüísticos. Dado que los criterios étnicos son siempre inciertos y no gozan de muy buena prensa en Occidente nos hemos acostumbrado a hablar de criterios lingüísticos y culturales. Pero si el hecho de que mi vecino no hable lo mismo que yo suele ser un pretexto básico de los nacionalismos, el despiste de mi querida hermana, muestra que hablar lo mismo, no significa forzosamente pertenecer a la misma nación.

El caso belga era, hasta el enconamiento del tema catalán, el arquetipo de las tensiones secesionistas en la Europa occidental. Por no decir el único caso serio si excluimos  la arlequinada de la sedicente Padania, en Italia, y el particular caso escocés. Frente a tales situaciones me acuerdo de Hannah Arendt. Ella rechazaba la noción de causalidad tan usada por muchos historiadores. La recusaba diciendo que no existe acontecimiento que pueda deducirse causalmente de otro como tampoco hay continuidad en la historia que pueda restituirse a partir del encadenamiento de las causalidades. En entregas anteriores he insistido particularmente en el paso, más bien los pasos, de la historia y seguiré haciéndolo. Insistiendo en la diferencia entre lo que fue y lo que no fue, lo que debió ser y lo que no pudo ser e incluso lo que pareció ser. El verdadero problema es que el resultado inapelable de la historia nos arrastra siempre hacia la tentación de percibirla como el resultado de una causalidad cerrada y a partir de allí como dotada de un “sentido”. Es el trágico peso sobre las cabezas occidentales del mito fundador del cristianismo: la idea de un final feliz. ¿Por qué les resulta tan difícil a los humanos asumir que la realidad de la historia sólo puede moverse entre lo insatisfactorio y lo catastrófico? En todo caso jamás según nuestros deseos. 

 Siempre Valón

En algún momento entre 1944 y 1945 unos oficiales franceses habrían solicitado a De Gaulle que anexionase a Francia la Valonia belga. A lo que De Gaulle habría contestado que los valones estaban demasiado cerca de Francia para que fuese necesario anexionarlos. No puedo garantizar la veracidad de la anécdota pero la creo posible. Cierto número de oficiales gaullistas procedían de la esfera ideológica tradicionalista de “Acción Francesa”, que resumimos brevemente en la última ocasión. La anécdota es muy propia de aquellos tics ideológicos. El país no acababa de salir de las peores tinieblas de su historia y aquellos descerebrados, entre ceguera y frivolidad, ya se estaban reincorporando al ecosistema de los nacionalismos expansivos. De Gaulle tenía razón, Francia y la Bélgica francófona comparten un mismo espacio cultural. Pero la propia desproporción entre los dos vecinos ha llevado siempre los valones a ser muy quisquillosos con su particularidad. Los belgas francófonos aplican a la letra aquella transcendental definición de Michel de Montaigne (1533-1592) que debería entenderse como el leitmotiv constante del tipo de dramas que estamos viviendo: “La ressemblance ne fait pas tant un comme la différence fait autre” (Ensayos III, 13, 1065). “La semejanza une menos de lo que separa la menor diferencia”.

En el caso de un fatal estallido de Bélgica, muchos francófonos tienen asumido que la única solución racional sería probablemente la unificación con Francia. Ningún interés tiene Francia en obrar en este sentido. Y no solamente porque las presuntas palabras de De Gaulle siguen siendo evidentes. Por minoritarios que sean, los nacionalistas periféricos existen en Francia y su etograma, como en todas partes, es furibundo. Sopla a su favor el viento de la ideología dominante europea. La ideología de la culpabilidad arrepentida, la que ya tratamos de analizar el año pasado. La que considera los grandes “estados-nación” como naturalmente agresivos, prepotentes, y a la postre “reaccionarios” por esencia. Es la ideología de la CUP, esa aberrante fe regresiva en el etnicismo emancipador. De modo que pronto oiríamos que si unos tienen derecho a unirse, por qué no tendrían otros el derecho de irse. En la historia de Bélgica, buena parte de “culpa” la tiene España. El país actual sólo adquirió su independencia entre 1830 y 1840. Pero corresponde a lo que eran los Países Bajos españoles tras la Paz de Westfalia, en 1648, que puso fin a la terrible Guerra de los 80 Años.  En el norte se independizó la antigua “Bélgica Foederata”, las llamadas Provincias Unidas, es decir los actuales Países Bajos. En el sur quedó la llamada Bélgica Regia, solo unificada por el catolicismo y cuyo dominio pasó a los Habsburgos de Austria, en 1714,  tras la Guerra de Sucesión de España.

 Banderas flamencas ante la Embajada española en Bruselas

Hoy tenemos en Bélgica dos comunidades que hablan cada una una lengua muy distinta de la del vecino, siendo al mismo tiempo la lengua oficial de un país limítrofe: el neerlandés y el francés. Pero en el momento de la independencia de Bélgica, tanto la burguesía flamenca como la valona hablaban el francés culto y oficial. La mayoría de la población valona se entendía mediante formas dialectales difícilmente comprensibles para cualquier francés.  En la parte flamenca, más pobre y rural, la diseminación dialectal era todavía peor. Emile Verhaeren (1855-1916) es un autor hoy bastante olvidado. Pero durante los primeros años del siglo XX su prestigio internacional fue inmenso. La hoy manida expresión de “ciudades tentaculares” fue inicialmente el título de una de sus obras. Verhaeren era un flamenco nacido cerca de Amberes y que escribía en francés. Cosa impensable hoy. A lo largo del siglo XX los flamencos fueron sustituyendo sus dialectos por la grafía y la sintaxis del neerlandés oficial. Y Valonia hizo lo mismo con el francés académico. Es decir que los problemas identitarios se vieron recrudecidos a partir del momento en que las comunidades empezaron a presumir, sino de una lengua nueva, al menos de una lengua adaptada, adoptada y modernizada. Lo mismo pasó con el Vasco y el Catalán modernos.

Recordemos que Bélgica era, en años anteriores a la Primera Guerra Mundial, uno de las mayores productores mundiales de acero y carbón, los cuales habían enriquecido una burguesía urbana entre las más cultas de Europa. El carbón y el acero engendraron también una clase obrera educada, dominada por las ideas socialistas y laicas. Enfrente estaba Flandes, rural y atrasada, cuyos jóvenes emigraban en masa hacia las minas y las fábricas valonas. Hoy Flandes es más próspera y más poblada que Valonia. Esta no acaba de extirparse de la tremenda crisis económica sucesiva al  desmoronamiento de todo su tejido industrial tradicional. Durante buena parte del siglo XX, Flandes había seguido dominada por un catolicismo de frente estrecha que, como en el caso de la iglesia bretona, veía en la lengua francesa el vehículo de los descreídos. Se puede decir que el sentimiento “flamingant” estuvo vinculado hasta la Segunda Guerra Mundial a los sectores religiosos más conservadores. Ciertamente la historia de Flandes nada tiene que ver con la de Cataluña. Pero hoy ambas regiones tienen en común la manipulación sistemática de su historia y la voluntad de mantenerla adherida a las tesis nacionalistas. 

 Diputados flamencos con estelada en el Parlamento europeo

La urdimbre del mullido nido ideológico dentro del cual los flamencos vienen practicando el onanismo victimista empieza a tejerse a finales del siglo XIX. Como en el caso de los catalanes, no se trata de negar la realidad de ciertos entuertos históricos. Pero la realidad descrita por los historiadores nada tiene que ver con el patético relato de discriminación y opresión aireado por los flamencos secesionistas, a imagen de sus homólogos catalanes. Así pintaron la heroica participación belga en la Primera Guerra Mundial como la historia de unos oficiales francófonos jugando a placer con la carne de cañón flamenca. Es interesante señalar que los nacionalistas bretones acusaron de algo semejante a los oficiales franceses. En ambos casos, el desconocimiento del francés por jóvenes soldados procedentes del mundo rural fue un problema real. Pero los historiadores y las estadísticas muestran la falsedad de las acusaciones criminales. Muchos flamencos fueron receptivos a la ideología nazi y durante la segunda Guerra Mundial Flandes aportó a Alemania 17 000 voluntarios que constituyeron la división SS “Langemark”. Los valones también tuvieron sus voluntarios alrededor de Léon Degrelle, refugiado desde 1945 en España, hasta su muerte en Málaga (1994). Pero los alemanes consideraban a los flamencos racialmente próximos e ideológicamente más fiables.

Contemplamos cada día la suma habilidad catalana en el tema lingüístico. Tratan de seguir vendiendo la estampita piadosa de una lengua vernácula acosada y preagónica cuando bien parece que las tornas se han invertido. “En Cataluña los colegios se están desentendiendo de la enseñanza del castellano” titulaba Le Monde el pasado 24 de octubre. Pero en este sector los flamencos siempre fueron unos maestros. Entre 1967 y 1968, la forma en que expulsaron los estudiantes francófonos de la Universidad Católica de Lovaina, en el Brabante flamenco, a los gritos de “¡Walen buiten!”, (¡Valones fuera!), ha pasado a los anales del cainismo intercomunitario en Bélgica. Los catalanes han conseguido convertir la imagen del asedio de Barcelona por las tropas borbónicas, en 1714, en el episodio fundador de un pequeño pueblo heroico y democrático acosado por una España genéticamente oscurantista. Los historiadores suelen considerar que ni los catalanes eran tan unánimes, ni todos ellos eran “austracistas” y los llamados “botiflers” eran bastante más numerosos de lo que admite la verdad oficial. Los héroes del “Fossar de les moreres”, honrados cada año en la Diada, permanecerán callados. Los flamencos se han mostrado todavía más audaces y se han atrevido a situar el nacimiento de la patria flamenca cuatro siglos antes que los catalanes, el 11 de julio de 1302, día de la batalla de Courtrai, también conocida como “Batalla de las Espuelas de Oro”. Aquel día, las milicias comunales flamencas consiguieron atraer los caballeros franceses de Felipe IV el Hermoso a unos pantanos donde despacharon un buen puñado de ellos mediante su legendaria pica corta llamada “goedendag”, quitándoles a continuación las espuelas, por cierto solamente doradas. Con los flamencos, dicen los historiadores, lucharon tropas muy heteróclitas sin que faltasen los inevitables...ingleses. Pero, sobre todo, la transición entre el medieval Condado de Flandes y el nacionalismo actual resulta harto azarosa y atrevida para cualquiera que se asome al vértigo de la historia.

 Goedendag y Espuelas de Oro

Por supuesto muchos flamencos contemplan entusiasmados el “tabarrón” catalán. El gobierno español expresó hace unos días su disgusto ante los silencios y las ambiguedades del gobierno belga. Creo que hay que entender los delicados encajes de bolillo a que tiene que dedicarse  el Primer Ministro Charles Michel, valón de Namur, para desbravar sus compatriotas de Flandes.

Es habitual la presencia de “observadores” procedentes del Quebec en cualquier consulta electoral catalana. Lo constato siempre con gran disgusto. No logro entender la ceguera de algunos canadienses franceses ante la total incompatibilidad entre su historia propia y la catalana. Porque, arriesgándome a chocar algunas sensibilidades, voy a confesar mi indulgencia frente al nacionalismo quebequés. 

Breve recordatorio: Cataluña y Castilla o lo que las antecedió, mantuvieron una evidente proximidad geográfica, cultural e histórica desde la más lejana edad Media. Luego siguieron más de seis siglos de vida complicada pero común. En cambio Francia e Inglaterra se fueron construyendo – tendremos que simplificar– desde la distancia y la una contra la otra. Cuando estalla la Guerra de los 7 Años (1756-1763) no existen ni Estados Unidos ni Canadá. Existen unas colonias llamadas Nueva Inglaterra y Nueva Francia. Notemos que quienes ya vienen usando la palabra Canadá, heredada de los indios Iroqueses, son los colonos franceses. La desproporción demográfica entre ambas poblaciones es inmensa. En aquellas fechas Nueva Inglaterra pasa ya del millón y medio de pobladores. La Nouvelle-France no pasa de 80/90 000 colonos. Cuando los ingleses atacan las posesiones francesas, a partir de 1754, el resultado estaba escrito de antemano. Así y todo tardaron 5 años en someter a los colonos franceses, poco auxiliados desde la metrópoli, en la batalla decisiva de los Campos de Abraham, en 1759, frente a la ciudad de Québec.

 Banderas del Québec

Posteriormente a la independencia de los Estados-Unidos (1783), decenas de miles de ciudadanos americanos leales a la corona británica emigraron hacia el norte. Los ingleses crearon entonces una provincia del Alto Canadá para diferenciarla del Bajo Canadá mayoritariamente poblado por franceses. Durante la primera mitad del siglo XIX creo que no es escandaloso resumir la política británica hacia los franceses como una firme voluntad de extirpar su particularidad lingüística y religiosa. Según el esquema tantas veces repetido, se les exige que dejen de hablar en francés y se expresen “en cristiano” o sea en inglés. Ante el fracaso del método coercitivo, durante la segunda mitad del XIX se tratará de ahogar la población francesa en el seno de las grandes oleadas migratorias de ingleses, irlandeses y escoceses. Será un segundo fracaso cuyas causas merecen explicarse. Totalmente aislados de la metrópoli y abandonados por ella –Voltaire dirá que unas cuantas fanegas de nieve no merecen una guerra– los colonos franceses se refugian en la cultura tradicional y particularmente la religiosa. La Iglesia Católica se convierte en el islote de resistencia contra la presión inglesa. Una consecuencia paradójica del poder omnímodo de los sacerdotes sobre las comunidades rurales francófonas será la fecundidad inaudita de las familias en total contradicción con lo que ocurría entonces en Francia. Aquella fecundidad que se prolongó hasta la Segunda Guerra Mundial salvó la comunidad francesa de la dilución en la masa anglohablante. Hoy constituyen aproximadamente un 22% de la población canadiense. 

Pero el control de las poblaciones francófonas por la Iglesia dará lugar durante  generaciones a una sociedad muy conservadora en las costumbres y estancada social y económicamente. Las cosas empiezan a cambiar seriamente después de la segunda Guerra Mundial. Tal vez pueda decirse que el subversivo “Vive le Québec libre” lanzado por De Gaulle, en 1967, desde el balcón del ayuntamiento de Montréal señala el principio de lo que se llamó la “Revolution Tranquille” que vio la modernización acelerada de la sociedad canadiense francesa y al mismo tiempo la consolidación del movimiento independentista. He tratado de resumir -vertiginosamente- la inconmensurabilidad de la historia del Quebec con la catalana. Lo único que comparten unos y otros es la división de la sociedad en dos mitades ideológicas. Bastante menos enfrentadas en el Québec. Los que aceptan la realidad canadiense, empezando por el actual Presidente, el francófono Justin Trudeau, saben perfectamente que la América anglosajona jamás aceptaría la presencia de un electrón libre francés en su coto cerrado sin extirparlo despiadadamente. 

En la historia de los pueblos hay aspiraciones legítimas y las hay ilegítimas, las hay racionales y las hay irracionales, las hay viables y las hay inviables, las hay éticas y las hay sórdidas, las hay actuales y las hay anacrónicas, las hay generosas y las hay odiosas. Es probable que las cosas sean a menudo menos contrastadas y más dosificadas. Si asumimos la fragilidad de nuestras propias identidades, si asumimos la precariedad  y la novedad de las adscripciones que quisiéramos creer inmemoriales, si escudriñamos el pasado histórico y prescindimos de la liturgia mítica, cualquier día de estos estaremos en condiciones de plantearnos las verdaderas preguntas. “Tanta diferencia hay entre nosotros y nosotros mismos –también decía Montaigne– como entre nosotros mismos y el prójimo”.

Michel de Montaigne

Viernes, 27 de Octubre

Valle de Esteban

Anoche hubo en la sala del Imperiale varias princesas porque Raquel Meller cantaba.
Rafael Sánchez Mazas

jueves, 26 de octubre de 2017

Leviatanes



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Ahora no se ven muchos juristas por la calle, pero la historia atribuye al “homo hispanicus” un vivaz espíritu jurídico: anterior a la conquista romana, que lo afirmó y fortaleció. Luego está el contraste entre la prolífica devoción legislativa del español y su desdén por el cumplimiento de la ley, que, según Albornoz, hunde sus raíces en la temprana resistencia del peninsular a la legislación de sus señores.

Pero Roma no nos legó el 155, artículo “in articulo mortis” mal copiado del 37 de la Ley Fundamental de Bonn y que va a producir más literatura jurídica que el 48.2 de la Constitución de Weimar con el que Carl Schmitt puso en marcha su acelerador de conceptos: poder, soberanía, decisión, dictadura…

El presidente del Reich –venía a decir el famoso artículo, concebido por Hugo Preuss, un liberal judío– puede adoptar todas las medidas necesarias para el restablecimiento de la seguridad y el orden político cuando se vulnere o peligre gravemente la seguridad y el orden políticos del Reich.
Nunca se aprobó una ley que desarrollara los poderes extraordinarios del artículo.

Soberano, dirá Schmitt, es quien decide sobre el estado de excepción. La soberanía en su raíz sólo es dictadura. El 48 reconoce la dictadura del presidente. La decisión es el poder. ¿Quién decide? Etcétera.

El “homo hispanicus” es así: le das tres carabelas y descubre un mundo y le das un artículo muerto y te monta una Constitución que es como un libro de instrucciones de Ikea para este Leviatán español que pretende arponear Puigdemont. ¡En vez de la ballena engullendo a Jonás, Jonás engullendo a la ballena!

El toro español de Mariano (blando, juampedrero) frente al “bur català” de Puigdemont, que parece una ilustración del Perich para aquel discurso de Churchill sobre el desarme en que cada animal declara que sus dientes son armas de defensa, mientras que los cuernos de los adversarios son armas de ataque.

Pesimismo del conocimiento, optimismo de la voluntad.

Jueves, 26 de Octubre

Valle de Esteban

La real eficacia revolucionaria de Lenin... Que siempre hemos sospechado ser ley constante en la historia interna de las grandes revoluciones la que atribuye en ellas papel decisivo a quienes, por su sangre al menos, no pertenecen a la clase que las agita.
Eugenio d'Ors

miércoles, 25 de octubre de 2017

El habitante

DesengáñateEn España lo que falla es el habitante.
(Manolo Cano)


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Decíamos ayer que nuestra política, como nuestro teatro, está lleno del “complejo” personal de cada autor: a Alarcón, dice Pemán, se le nota la amargura de su joroba; a Tirso, su inferioridad de hijo natural de un duque; y a Lope, la melancolía del rapto de su hija por un Tenorio.
Tenemos delante un Estado de Partidos que ni en su apoteosis puede desprenderse de su “complejo” personal: no parecer franquista. ¿Qué al franquismo le iba la unidad? A nosotros nos va la variedad. Por eso el sueño de reforma constitucional consensuada (el consenso es de tribus primitivas) por los partidos es el de la España variada del año mil, con reyes en Galicia, León, Castilla, Navarra y Aragón; condes de Pallars, Solsona, Cerdaña, Rosellón, Ampurias, Besalú y Barcelona; y taifas en Zaragoza, Lérida, Albarracín, Valencia, Denia, Murcia, Lorca, Almería, Granada, Córdoba, Sevilla, Badajoz y Toledo, en cuyos Anales de 1207 leemos: “E murieron las gentes de fambre… e duro la fambre en el regno hasta el verano… e comieron las bestias e los perros e los gatos e los mozos que podían furtar”.

Los partidos, ahora, se ven todos mal, pero se dejarían matar antes de, entre bomberos, pisarse la manguera, y sólo quieren elecciones: volver a repartir cartas, por ver de mejorar la mano.
Nadie ha definido la tiranía mejor que Hamilton: “donde todo está en una mano”.

Si a los partidos les importara la Nación, establecerían el único sistema representativo, que es el mayoritario; y si les importara el Estado, saldrían corriendo de su panza, donde nunca debieron haberse alojado.

No toda la culpa es de María Soraya, que tampoco es doña Urraca. (A comienzos del XII fracasa la fusión de los reinos peninsulares porque, según Albornoz, chocan “la aspereza de carácter y la debilidad sexual de Alfonso el Batallador y la versatilidad y la libido exaltada de doña Urraca”).

Desengáñate –decía en estos casos Manolo Cano, apoderado de Curro Romero–. En España lo que falla es el habitante.

Miércoles, 25 de Octubre

Valle de Esteban

En la Costa Azul hay muchas damas que aún se acuerdan, con asombro y delicia, del tiempo en que se levantaban a las seis de la mañana, pudiendo contemplar la salida del sol.
Vicente Blasco Ibáñez

martes, 24 de octubre de 2017

Mogambo

Mogambo, 1953


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

“Mogambo”, de John Ford, es un adulterio de Clark Gable y Grace Kelly famoso porque la censura, para evitar el adulterio, cayó en el incesto mediante la manipulación de los diálogos que convertía en hermanos al matrimonio Grace Kelly-Donald Sinden.
Si quieres mantenerte en la industria del cine, Peter, no te creas nada de lo que oigas, y sólo la mitad de lo que veas –fue el consejo de la esposa de Ford, Mary, a Bogdanovic.
Oír hoy a los políticos es tener la impresión de que su pánico no es la sedición de Cataluña, sino no parecer… franquistas, con lo cual, para eludir el 116 adulterino caen en un 155 incestuoso.
El delito catalán es excepcional (el más grave que pueda concebirse contra la nación), pero el estado de excepción del 116 suena a Franco (la única demanda de María Soraya en todo el “prusés” fue contra un ex futbolista que la llamó “franquista”), mientras que el 155 no suena a nada, aunque dicen que es todo lo que a quien lo aplica le venga en gana.

Aplicar el 155 puede suponer muchas cosas porque es un artículo que dice muy poco –declaró hace ocho días María Soraya, que no es ningún Carl (ni Schmitt ni Friedrich).
Hoy, el 155 es como el Tercer Estado de Sieyes: “Todo”. Parafraseemos al revolucionario abate: ¿Qué es el 155? Todo. ¿Qué ha sido hasta hoy en el orden político? Nada. ¿Qué pide? Llegar a ser algo.

En la BBC y con estética de Roger Corman, el ministro Dastis “compra” el “derecho a decidir” ("si votamos todos") a Pablemos y anuncia que “no habrá detenciones” en Cataluña.

España, España. Emilio Mola, último director de seguridad de la Monarquía, atribuye la impunidad del golpe de diciembre del 30 al deseo del gobierno de “no parecer de la Dictadura”. La República suprime, por el qué dirán, la pena de muerte, pero se lía en Casas Viejas. La Transición desecha, “por franquista” (?), el cumplimiento de las penas, pero inventa la Doctrina Parot.

Nuestra política, como nuestro teatro, está lleno del “complejo” personal de cada autor.

Martes, 24 de Octubre

Valle de Esteban

Me acuesto a las once y me levanto a las ocho. Salgo raramente por la noche. Me molesta la vida social.
Albert Einstein a A. Révész en Abc

lunes, 23 de octubre de 2017

Víspera de San Rafael

El San Rafael de la casa de las Campanas

 El arroz del perol


Francisco Javier Gómez Izquierdo

         Andan esta mañana las legiones de Rafaeles y Rafaelitas de Córdoba en el Mercadona haciendo cálculos con el magro, los pimientos y la cebolla del perol, “...y echa también unas alitas que las comen bien los nenes” ; “el vino cógelo de  Moriles para reírnos una “jartá” con las “chonchás” de Fali que prefiere el de Montilla”. “Ah, y al arroz mírale la etiqueta no vaya a ser que sea catalán”.  La última matización viene de un señor calvo al que el independentismo se ve que le está cambiando la vida y los quereres. Al hombre le tengo visto en la ruta del colesterol con un chándal del Barça y en los últimos días se ha cambiado a uno del Decatlhon.
        ... y es que Puigdemont y Junqueras, pareja que cree guiar el carro de Cataluña, sin parecer percatarse que las bridas las maneja una CUP tan antiespañola como ellos pero mucho más batasúnica  y suicida de lo que pueden sospechar, nos han llevado a la situación inimaginable de mirar las etiquetas en modo preventivo. A que su odio reciba el rechazo y la enemistad correspondientes del odiado; a que la gente se borre del Barça; a que el arroz de los peroles de San Rafael no sea del Delta del Ebro...  A justas contrapartidas.

        Si ayer domingo y mañana San Rafael, “habemus puente”. No para un servidor, que le toca mañana mina, pero sí para muchos cordobeses, emocionados por poder jugar al “dómino” toda la tarde y fumarse un puro como Dios manda. Los cordobeses fuman puros tres tardes de mayo en la plaza de toros y el día de San Rafael jugando al “dómino”. Por la mañana juegan las Rafaelas al cinquillo, que la preparación y el guiso del perol es cosa de hombres. Por la tarde las Rafaelas pasean y hablan de los hijos y los nietos con la alegría que brota de corazones incontaminados por la detestable enfermedad del secesionismo. No crean ustedes que todo el monte es orégano porque aunque aquí ha desaparecido el Partido  Andalucista, asoman bandoleros -un ciento- de cupero perfil exigiendo decidir. Alguno de ellos da clase en la ESO, como se sabe la franquicia más venenosa para propagar cánceres racistas. La verdad, es que no creo haya peligro de gangrena.
       
Rafael, el que sana, no es santo. Es más que santo y más que ángel. Es arcángel, que uno de sus trabajos fue acompañar a Tobías a buscar esposa siete veces viuda. Sara estaba endemoniada y se le morían los maridos en la primea noche de bodas por lo que el suegro de Tobías ya tenía cavada la fosa de su octavo yerno. Rafael enseñó a Tobías a no temer a un pez gigantesco que amenazó devorarlo. Lo pescó y con el corazón, el hígado y la hiel del monstruo cocidos espantaron el demonio de las entrañas de Sara.

      Arcángel Rafael: da fortaleza, seguridad y determinación a nuestros gobernantes como hiciste con Tobías y confunde a los xenófobos de la Tierra. Sobre todo a los de Cataluña.

El Bolívar de Sampedor

Bolívar

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Cuando Edward Gibbon visitó Roma concibió en las ruinas del Capitolio su obra monumental sobre la decadencia y caída del Imperio Romano.
    
Cuando Simón Bolívar visitó Roma juró en las ruinas del Monte Sacro consagrar su vida a la independencia hispanoamericana.

    Cuando Pep Guardiola visitó Can Roures, cuyo amo lo había colocado de entrenador en el Barcelona (Laporta apostaba por Mourinho), vislumbró las posibilidades que para su ego había en postularse como el Bolívar de la independencia catalana.

    En Qatar, en Alemania y en Inglaterra las masas peloteras (el balón como cráneo de la raza) creen que Pep Guardiola es un boli-profeta que precede y anuncia la llegada del Señor, que a lo mejor ya no es Puigdemont. Y ninguno de los zampabollos que afean en los aficionados los pitos a Piqué (“no hay que mezclar política y deporte”, es la consigna) abre la boca con Guardiola: ahí están, tan ternes, tan tusos (de lo callados), los valdanágoras de Tele Roures, burda copia televisiva de los Tacañones del “1, 2, 3… responda otra vez” de Chicho Ibáñez Serrador.
    
Si Benito Juárez nació para la leyenda tras de la pérdida de una oveja, Pep Guardiola lo hizo recogiendo pelotas en el Campo Nuevo en la época de Terry Venables, el simpático inglés que puso de moda el “pressing” en el fútbol español. Esto confiere al personaje un aura popular que le viene como un guante Varadé para su misión propagandística.
    
¡Y pensar que éste era el hombre escogido por el marqués de Del Bosque para heredarle en la dirección del Combinado Autonómico que ahora regenta Lopetegui, el Locomotoro de Villar, ese Houdini de una época sin igual, que un día está en la cárcel, y al otro, en su despacho de ex baranda del “fulbo” mundial!

    –Es un buen momento para dedicar la victoria a los Jordis –dijo al ganar al Nápoles en Copa de Euorpa–. No hay civismo más grande que las ideas. Ahora mismo es un poco como si todos estuviéramos allí, la verdad.
    
Los Jordis son los dos únicos encarcelados por el tabarrón catalán, y eso significa que el tabarrón no es tan gordo o que el contratabarrón es muy cínico.

    Los Jordis tienen pinta de chivos expiatorios: prueba de ello es que el director de la cárcel, obediente funcionario, al fin y al cabo, diera órdenes de retirar de la prisión banderas españolas que podían ofenderlos.

    –¿Quién iba a pensar que estábamos haciendo la mayor guerra de la historia contra un puñado de lelos? –dijo, con lágrimas en los ojos, el ayudante de Galbraith durante el interrogatorio a los peces gordos nazis.
   
 ¿Quién iba a pensar que la mayor crisis política que hemos conocido desde la guerra civil fuera obra de un par de Jordis a los que Gurdiola dedica en Manchester las victorias europeas del City?

    –A ver, piperos. No piten ustedes a Piqué, que no hay que mezclar nunca política y deporte.
    
De política, en los medios deportivos del “mainstream”, sólo Guardiola puede hablar, y cuando lo hace, lo hace como un zapatero de portal. Por ejemplo, que el Parlamento catalán es mucho más antiguo que el español y que es un día muy triste para la democracia que en Madrid hayan contestado al desafío independentista de Cataluña.

    –Es un día muy triste para la democracia porque lo único que queríamos hacer era votar y cualquier demanda de la gente es mayor que cualquier ley, incluso que la Constitución. Es un día muy triste para toda Europa, para todo el mundo, después de que hayan hecho lo que han hecho.
    
En su disculpa, sus amigos que mejor le quieren aducen que Guardiola no tiene Bachiller.


Modelo de comentaristas deportivos de Tele Roures


LA PORTERÍA DE LOS GOLES

    En el colegio los torpes sólo podían jugar al fútbol de porteros, y eso si aportaban el balón. El gran David Vidal no los considera futbolistas. Y todos los entrenadores les buscan las vueltas. En el Atletico, Luis Aragonés instruía a Hugo Sánchez en cómo sacar de quicio a Cedrún, en la portería del Cádiz: el hijo de Carmelo perdía los nervios, e incurría en expulsión. Viene todo esto a cuenta del gol de Rashford al Benfica en Champions, con fallo inducido del portero portugués Svilar, contra quien el Manchester tenía un plan urdido por Mourinho: “Usamos la estrategia, especialmente en las faltas, para intentar hacer que se sintiera incómodo. Pusimos a muchos jugadores cerca de él para que saliera menos seguro. En las faltas sabíamos que arriesga mucho. El chico estuvo desafortunado.” Se llevó el gol más tonto del año.