Mon cher cadavre
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Si hubiera que explicar a los niños (políticamente, todos los españoles) la diferencia entre “auctoritas” y “potestas” les pondríamos, para la “auctoritas”, el último discurso del Rey, y para la “potestas”, las dos últimas entrevistas de Rajoy.
Nuestro Santayana tenía un amigo, Arthur Strong, bibliotecario de la Cámara de los Lores, que un día le dijo:
–El español sólo respeta una cosa que es…
Y levantó el dedo índice apuntando al cielo, lo cual llevó al filósofo a reparar en el hecho de que en España no había visto una persona sincera y pensativa que confiara en alguien o estuviera orgullosa de sí misma.
–Puede mostrar vanidad o pundonor, pero eso es pura comedia.
Mas, de pronto, en el último discurso del Rey todos apreciamos sinceridad y pundonor, y por primera vez en muchos años, el fogonazo de magnesio de la “auctoritas”, una cosa que los romanos depositaron en el Senado; los americanos, en la Corte Suprema (por la insistencia de Hamilton, que frecuentaba los clásicos, en que “la majestad de la autoridad nacional debe manifestarse a través de los tribunales de justicia”); y aquel lanzador de cuchillos que fue Robespierre, en el Ser Supremo.
En España la “potestas” corresponde, de boquilla, al pueblo, pero de hecho, a Rajoy, schmittianamente soberano porque puede decidir el estado de excepción… y todo lo demás. En el frufrú de la investidura le hizo una cobra al Rey, a quien luego, en Barcelona, llevó de escudo a una tamborrada separatista y mahometana, mientras tanteaba la manera de enviarlo, no a la Casa Blanca, donde hubiera explicado divinamente y en inglés el problema catalán, sino a Cuba para estudiar la separación de poderes de los Castro. Lo último son dos entrevistas a la agencia y el periódico gubernamentales para repetirnos que “le Roi, c’est moi!”, y que se enfríen la “potestas”/protesta popular y la “auctoritas” real, con este buen Rey que bien puede decir a la Transición lo que la Dudevant a Chopin: “Mon cher cadavre!”