jueves, 21 de septiembre de 2023

Real Madrid, 1; Unión de Berlín, 0. Bellingham en la espesura



Hughes

 

El nuevo Bernabéu puede ser visto como algo más que una cubierta. Es una protección, un caparazón. Una forma de afrontar la velocidad de los cambios y la globalización: meterse ahí, estadio-sarcófago, hibernación histórica, cámara hiperbárica para clubes...

Llegaba la Champions de nuevo. Otra vez aquí, en el mismo sitio. La liturgia, Alaridos Martínez con el himno, la épica ya un poco gastada…


El Madrid salía con rombo, y se confirmaba la pauta de un veterano por alineación: Modric y Kroos se turnan como monitores de los nuevos o como padres separados.

El Madrid tuvo su norte en Joselu desde el principio. Balones a Joselu. Le buscaba Bellingham, le buscaba Lucas y la verdad es que él lo remató todo estirando el cuello como una especie de nueve bicho palo.

Camavinga y Tchouaméni empezaron mostrando soltura en la dirección del juego. Sensación de mandar, de estar ya en posesión del sitio. Pero el fútbol se fue secando. Primero, con los laterales muy altos, como cuando se suben los testículos. Estaban, pero no se les veía. Y si intentaba dirigir Camavinga, emprender, iba por el centro buscando también a Joselu. Es impresionante lo importante que es el 9, lo que dirige el juego. Al haber un 9 puro y clásico, el fútbol se organiza naturalmente hacia él, lo que explica que los entrenadores listos y revolucionarios empiecen quitando al nueve para montar su sistema-idea. ¡Por eso les sobraba! ¡Por eso casi desaparecen!

Qué intenso odio hacia los entrenadores, asesinos del fútbol, mataespacios, con sus estudiados looks de maduro interesante que aun quiere seguir follando. ¡Ya está bien!

El fútbol del Madrid ya no está protagonizado por los extremos. Son los interiores los que mandan. No hay contragolpes, no hay espacios, no hay conducciones veloces. Es un fútbol-gacha. Espesote. Me recuerda lo que soñé o me contaron del Madrid de Stielike y Pirri, gente así, y el inicio del Madrid de Valdano, cuando alineaba a Redondo, Laudrup, Míchel y Martín Vázquez. Había clase y posición, pero faltaba gente pidiendo la pelota a la carrera.

El fútbol del Madrid era tan aburrido y saturado que los pocos ataques eran intentos de filigrana de Modric muy por el centro. Se jugaba a su ritmo, lo que describe bien la cosa. Todos conocemos ese ritmo, como de andar descalzo por la orilla de la playa. Empezaba la jugada y la acababa, y es curioso que se haya invertido tanto en potencia, músculo y velocidad y al final el ritmo lo acabe marcando Modric.

Repleto de interiores, todo el fútbol exterior del Madrid quedaba para Nacho y Lucas, lo que daba un baño de realismo al aficionado. Gollerías tampoco se pueden pedir.

En la frente de Tchouameni, perlada de sudor, se presentía la noche estrellada; en su ceño preocupado se avizoraba la contrariedad. El Unión de Berlín defendía con avaricia y el Madrid acabó la primera parte intentando reeditar la línea españoña: Lucas mandando balones a Joselu. La primera parte parecía escrita por chatGPT.

En la segunda, el Madrid mejoró. Empezó con un tiro al palo de Rodrygo, de preciosa volea, tras una jugada suya como extremo, figura o función que sacó al Madrid de la latosa nube de mediocampismo.

Su remate fue bonito por la forma de colocar las manos. Remató y las puso como si presentara un bouquet de flores que acabara de componer. Lo bello del fútbol sobrevive en las manos, curiosamente. Pero también se lo cargarán y pronto solo veremos jugadores con muñón.

El Madrid está chutando mucho y dando muchos palos. Joselu lo remata todo y su momento es una especie de experiencia interclasista. Es un currante del fútbol que ha de acostumbrarse a la opulencia. Le llegan decenas de balones y como los remata todos, absolutamente todos, con ética fabril, parece que falla mucho. Es como esos nueves menores pero muy idiosincráticos que tenía el Bayern, los Jancker y compañía, que no eran virtuosos pero llegaban siempre. Joselu es el Jancker nuestro y acude a todos los centros y la pregunta sale sola generando una intensa melancolía: ¿qué hubiera sido del Madrid y quizás de nosotros si el 'centrismo' de Zidane hubiera tenido a Joselu? Si esos miles de balones que hacían plof como monedas de enamorados a la fuente hubieran encontrado su cráneo de camarero ubicuo.

Es muy bueno pero se hace raro y se nos seguirá haciendo que el florentinismo haya terminado en Joselu. Esto se verá de muchas maneras. Es inteligente pero también cabe preguntarse si no íbamos a inventar el fútbol y al final el fútbol nos ha 'inventado' a nosotros con lo de toda la vida: veteranos, noveles, españoles, extranjeros, suplentes, clase media y un nueve troncal de los de toda la vida.

El Madrid mejoraba: más alto, más rápido y más por la banda. Ya no era solo el gran mazacote del mediocampo. ¿Qué saldrá de ese gran peñón, de esa roca, de ese conjunto telúrico, de ese fútbol continental? ¿Saldrá agua, energía, flujos, yacimientos de velocidad?

Habrá que ver cómo vive Vinicius con ese Mazacote. Vinicius es lo de dentro de las maracas y los sonajeros.

Los balones seguían llegando por la banda viva de Lucas y Rodrygo (por la otra no había nada) y Joselu tiró al palo. Pudo marcar alguno más pero por ahí apareció, de nuevo en nuestras vidas, Bonucci, que debutaba en el Berlín.

Entraron Kroos y Valverde para agilizar las cosas. En la retransmisión televisiva dijeron "qué calidad tiene Kroos". Han añadido un comentarista arbitral, en lo que parece un sospechoso intento por blanquear al 'colectivo' después del caso Negreira.

Se intensificaba la conexión Lucas-Joselu y entró Fran García para completar la línea castiza.

Los recursos del Madrid son sencillos y la entrada de Brahim le dio más complejidad. Aportó movilidad más que desborde y podría especializarse en eso, en hacer de culebrilla la última media hora.

Pero, si hemos de ser sinceros, era Valverde el potencial peligro. Sus llegadas en carrera, como tráiler, eran el segundo nueve.

Ese Madrid del final no sabemos qué era. Había siete en el área esperando el balón y parecían jugar todos de lo mismo. La sensación era de superancelottismo, una fase nueva de caos.

En el minuto 93, un zambombazo con repercusión de Valverde, de esos que rebotan en  varios jugadores, lo cazó Bellingham haciendo de nueve puro, lo cual es feliz (para él) pero sangrante para Joselu, que se pasó la tarde rematando toda la producción futbolística y ladrillística de Lucas Vázquez y al final vio que el nueve bendecido era otro.

Pero Bellingham no sólo demostró baraka y oportunismo. En los minutos finales buscó siempre lo importante y tiró del carro, lo que nos hace pensar en otro jugador joven y en otras Champions y en cómo pasa la vida, tan callando, aunque los alaridos de Carlos Martínez nos engañen tantas veces.

Listas


Casas Viejas, 1933


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Yo no soy Javier Urra, que habla de niños como Rosa Clará de novias, pero a mí me parece que Rato fue uno de esos chicos que en el colegio se echan un amigo sólo para que, de camino a la escuela, a cambio de conversación les lleve la cartera.

Cuando tuvo que llevarla él, Rato ya era ministro, y denunciaba con papeles que el sistema tributario del felipismo había garantizado la impunidad de los defraudadores, “y debemos hacer algo para que esto no se repita”.

Excelente demagogo, si ha hecho algo va a costar condenarlo más que a Danton, cuando la Revolución hubo de recurrir a su hijo más listo, Saint-Just, para que inventara una triquiñuela legal con que arrastrarlo a la guillotina.

Ratos así, entre la Quica y la Pelá, ¡son la vida!... –decía Bonafoux.
Para echar el rato, Pdr Snchz, que sale del molde que el botijero desechó cuando hizo a Zp, quiere publicar la lista de la amnistía fiscal de Montoro, porque ésa es la ilusión que tiene su Juana, y Rivera, cuyo hombre en Madrid cree que Felipe González era krausista y Hobbes un socio fundador de “Up With People”, también.
Cogemos a los de la lista, que pagaron el tres, y hacemos que paguen el diez –dice Rivera, en una interpretación krausista de la receta de la Pardo Bazán que arrancaba: “Se coge un cerdo y se le castra”.
La idea española del Derecho es la que llevó a aquel abogado americano de Ruiz Mateos, Arthur Teele, a darse de trompadas en las paredes del Juzgado. (A Teele lo acusaron de corrupción en Miami, y un día del verano de 2005 entró en el “The Miami Herald” y se voló la cabeza, pero recibió a título póstumo la absolución de la Justicia.)
Abolimos la pena de muerte (Azaña y Gonzalón, los dos “presidentes icónicos” para Ciudadanos), pero si los malos se nos suben a la chepa aplicamos la ley de fugas (Casas Viejas y Gal).
Lo que a Snchz y a Rivera, esos estadistas, les suena del Derecho consuetudinario español es que amnistía (olvido) es una red para cazar pardillos.
 
 
[Publicado en Abril de 2015]

El socialismo, herejía gnóstica (I)


Dalmacio Negro

Dalmacio Negro

 

Decía Ortega, que «hay épocas de odium Dei, de gran fuga lejos de lo divino». La actual es una de ellas. Pero el agnóstico John N. Gray afirma que «la política de la Edad Contemporánea constituye otro capítulo más de la historia de la religión».[1] Y es que, paradójicamente, han surgido y surgen religiones fundadas en el odium Dei. Formas modernas de la gnosis, decía Augusto del Noce, para la que son malos la Creación, el trabajo de Dios, de modo que el hombre tiene que reconstruir la materia, a la que contrapone la gnósis el espíritu.[2] El pensamiento gnóstico, decía Ortega en Dios a la vista, parte «de un profundo asco hacia el mundo», por lo que «no admite ni siquiera que lo haya hecho Dios».

El socialismo es un gnosticismo, que fomenta el ateísmo que está ganando terreno al cristianismo y otras religiones tradicionales, aboca al totalitarismo y concluye en el nihilismo profetizado por Nietzsche.

Su carácter religioso explica que subsista a pesar de los fracasos y desastres de todos los regímenes de esa ideología, una mimetización del cristianismo.

1.- El gnosticismo, fortalecido, no justificado, por el cientificismo, nunca ha sido probablemente tan intenso en la Cristiandad como en la época contemporánea. «La Fe -escribía Hilaire Belloc en 1938- está ahora en presencia, no de una herejía particular como en el pasado…ni tampoco está en presencia de una especie de herejía generalizada… El enemigo que tiene que enfrentar ahora la Fe, y que puede llamarse el «ataque moderno», es un asalto en masa contra los fundamentos de la Fe, contra la existencia misma de la Fe… El duelo es a muerte».[3]

Belloc confesaba no saber cómo nombrar el régimen de herejía bajo el que «estamos viviendo hoy», pues «sólo se distingue de los períodos anteriores, en que se ha generalizado el espíritu herético». Es tan difuso, que «cada uno debe darle su propio nombre».

Preocupado por el auge del estatismo[4] y quizá por falta de perspectiva histórica, consideraría Belloc el socialismo un mero fenómeno político —en Inglaterra, el laborismo— y el leninismo una revolución política. En 1938, no era fácil interpretar, por ejemplo, el fascismo —políticamente una reacción contra el internacionalismo del socialismo soviético— o la guerra civil de España, como respuestas religiosas, nacionalista la primera, y nacional, aunque católica la segunda, a la versión comunista del socialismo religioso ruso. La gran herejía que no sabía nombrar Belloc, es el socialismo.

Voegelin sí achacó la creciente irreligiosidad postbélica, que venía de la revolución francesa y favorecía el desorden, al eterno gnosticismo, que, aliado con el racionalismo, promovió el despotismo de la razón[5] concretado en «la dictadura de la ciencia» y las ideologías cientificistas, prácticamente todas. Pero el gnosticismo, que acompaña al cristianismo desde el principio, no era la novedad. La novedad era el auge del socialismo, ciertamente un gnosticismo, igual que, prácticamente, todas las herejías cristianas. Herejía, que se podría describir como un cientificismo  cristiano o un cristianismo cientificista. Pues una de sus ideas creencias inconscientes es la promesa del Reino de Dios, una de las causas de los milenarismos, que se presta a intentar realizarlo en este mundo mediante la política, cuando decae la fe viva o las emociones, los deseos, las pasiones o la injusticia obnubilan la sensibilidad y la razón. Constituyó el objetivo del grupo de la Quinta Monarquía, muy activo en la revolución puritana inglesa (1642-1649) contra el que recordaba Hobbes la frase de Cristo, «Mi reino no es de este mundo».[6]

La idea de realizar el Reino de Dios en la Tierra está detrás de todas las revoluciones posteriores a la puritana que pretenden cambiar la sociedad. Unida a la égalite y la  fraternité de la francesa, impulsa las ideas socialistas. Peter Watson sugiere, que, según Habermas, es el Reino de Dios el exitoso contrapunto de la razón laica, generando la «incómoda» conciencia de que falta algo, como respaldan Thomas Nagel o el economicista Ronald Dworkin.[7] Una de las cosas que faltan es, decía Hannah Arendt, el sentido de la autoridad. Consecuencia de la crisis de la Iglesia, de cuya auctoritas dependía la legitimidad de los regímenes políticos.[8]

3.- La mayor, más importante y más decisiva culture War del tiempo presente es, en efecto, continuación de la lucha contra la religión, que comenzó con la Gran Revolución. Una contrarrevolución contra la revolución cristiana, la madre, en cierto modo, de todas las revoluciones al ser la religión de la libertad –
«la Verdad os hará libres»-, para cambiar el orden socio-político determinado por el cristianismo.

La revolución francesa (1789) opuso el laicismo radical del Estado a la fe de la Iglesia. Oposición que llegó al paroxismo en el siglo XX al triunfar en Rusia la revolución marxista-leninista, que transformó el estatismo laicista jacobino en el comunismo religioso que promete la restauración del Paraíso en la Tierra. Decía Schumpeter: «El socialismo marxista pertenece a aquel subgrupo que promete el paraíso en este lado de la tumba».

4.- La manifestación más importante de la gran herejía es la marxista, sobre la que escribió Simone Weil (1909-1943) en 1943 en el manuscrito inconcluso ¿Hay una doctrina marxista?[9]: «El marxismo es enteramente una religión en el sentido más impuro del término. Tiene en común con todas las formas inferiores de la vida religiosa, el hecho de haber sido utilizado como opio del pueblo, según la exacta expresión de Marx».

Las ideas del Paraíso y Caída se encuentran en todas las culturas. Fundamentan las religiones del mundo mítico. Y el socialismo promete la restauración del Paraíso perdido por el pecado original al desobedecer Eva  y Adán la prohibición por Dios de comer la fruta del árbol «del conocimiento del bien y del mal» (Génesis 2-3). Esa promesa es el gran atractivo subyacente de los socialismos, deudores también del conde Saint Simon (1760-1825). Quien, fascinado por el poder de la ciencia moderna, que no se distinguía entonces de la técnica, invirtió el antiquísimo mito de la Edad de Oro situándola en el futuro y concibió un nuevo cristianismo,[10] cuyo principio fundamental era «mejorar lo más rápidamente posible la existencia moral y física de la clase más pobre». Los apóstoles saintsimonianos y los seguidores positivistas de Augusto Comte, exsecretario del conde, que decretó había comenzado con la ciencia  el estado último y definitivo de la historia de la Humanidad, divulgaron el mito de la Edad de Oro. El pensamiento de Carlos Marx, cuyo punto de partida era hegeliano, pues Hegel fue el primer metafísico interesado seriamente por la economía política, no se entiende bien sin tener en cuenta las ideas saintsimonianas y comteanas.

El mito, decía Benito Mussolini, «es fe, pasión, no es preciso que sea realidad». Y el mito de la Edad de Oro es una de las ideas creencia impulsoras del modo ideológico de pensar, que pugna por sustituir a las religiones tradicionales. Las míticas, porque sitúan la Edad de Oro en el pasado. Las monoteístas, el judaísmo, el cristianismo y el islam —una herejía de aquellas dice Belloc—, porque consideran la Edad de Oro un mito (el islam no tanto, aunque no utiliza esa expresión).

5.- El culto a lo divino, es tan antiguo como la humanidad. Quizá por eso no está de moda. Las Iglesias, “el depósito de la fe”, y el sacerdocio están en horas bajas en el mundo que puede llamarse culturalmente cristiano afectado por el progresismo, una derivación claramente gnóstica del socialismo, cuyo santo patrón es, según el historiador inglés John Lukacs, Adolfo Hitler, un gnóstico socialista.[11]

Sin embargo, la religión es fundamental en la vida humana. No sólo por la conocida frase de Dostoyevski, «Si Dios no existe, está permitido todo». Como dice René Girard, cuya concepción cristocéntrica de la historia tiene cada vez más seguidores creyentes y no creyentes, «la humanidad es hija de lo religioso» y  «lo religioso es la  madre de todo». Zubiri lo expresaba así: «El hombre no tiene religión: es religión». «Las dos esferas de la religión sistemática y de la política, lejos de ser independientes, son en principio idénticas», escribió el agnóstico Jorge Santayana. «Un pueblo está muerto cuando están muertos sus dioses», hace decir Dostoiewski a uno de sus personajes.

Inspirado por el éxito histórico de Europa y el de la ciencia y la técnica europeas —posibles gracias al cristianismo, que desmitifica la Naturaleza—, el modo de pensamiento político utópico que busca la perfección y parece ser exclusivo de la cultura y la civilización moldeada por el cristianismo, irrumpió en el Romanticismo, en cuyo ambiente empezaron a enraizar las ideas socialistas. El hombre, decía Ortega, es un ser utópico, romántico. Sueña e imagina una realidad mejor. Y la revolución industrial y la cuestión social coincidieron con el movimiento romántico, que impregnó el espíritu del socialismo.

El modo de pensamiento utópico potenció a su vez el modo ideológico de pensar —la ilusión de que la naturaleza humana y la sociedad pueden remodelarse caprichosamente—[12], que compite con las religiones con ánimo de sustituir la verdad religiosa fundada en la fe, por la verdad ideológica fundada en la razón pura que orienta la razón práctica.[13] La filosofía de la praxis es la filosofía democrática, decía Gramsci.

6.- Prescindiendo de antecedentes, detalles y variantes del colectivismo, fue el cientificismo marxista el que asentó el pensamiento ideológico invirtiendo al teólogo luterano Hegel.[14] para quien depende todo de la voluntad de Dios y el cristianismo.[15]

De acuerdo con Gray, los grandes conflictos políticos del siglo XX, cuyas consecuencias no han desaparecido, fueron conflictos religiosos inducidos por la fe cientificista del marxismo-leninismo. Sobre todo, la fe religiosa de Lenin en el poder de la ciencia. Sin Lenin, no hubiera sido «devastado por la demiurgia de los totalitarismos, que respondían a intentos de transfigurar el mundo humano».[16]

A la verdad, la ciencia debiera limitarse a recomendar la religión como una terapia para curar las psicopatías en constante aumento, debido, en buena medida, a la crisis de las religiones tradicionales.[17] Pero los hechos mandan: si el siglo XX fue el siglo del socialismo, sigue siéndolo el XXI, aunque la religiosidad socialista strictu sensu esté también en decadencia. Afectada por el ateísmo, del que es una de las causas, funge como un pretexto de las oligarquías para hacerse con el poder. No obstante, sigue reclutando fieles atraídos por su éxito, como es normal, por la propaganda o por conveniencia, que es también normal.

Como  fenómeno religioso, el socialismo es un revival contemporáneo de la antiquísima herejía de la apokatástasis, próxima, según el gran teólogo Von Balthasar, al gnosticismo, como es sólito en las herejías. La apokatástasis (restitución a su condición origina) por decirlo así, oculta, pero muy extendida,  interpreta «instaurar to­das las cosas en Cristo» (Ef 1,10), como el retorno de todas las cosas a su situación original. Incluye que todos se salvarán, pues el infierno no es eterno. Según san Gregorio de Nisa, incluso el demonio.

7.- La religión es madre de las culturas y las civilizaciones. Inseparable empero de la política, que presupone que unos mandan y otros —la mayoría— obedecen, la infraestructura esencial de los pueblos es la poderosidad del espíritu religioso encarnado en las costumbres, tradiciones e instituciones: Wer Religion verkennt, erkennt Politik nicht (quien no comprende la religión, no entiende la política).[18]  

Así, el anarcocapitalista ateo o no creyente Murray R. Rothbard reconocía que, en toda sociedad, tiene que haber una religión predominante: «Si el cristianismo, por ejemplo, es despreciado y desechado, alguna forma horrenda de religión va a ocupará su lugar: ya sea el comunismo, el ocultismo de la Nueva Era, el feminismo o el puritanismo de izquierda».

Leer en La Gaceta de la Iberosfera

 

Murray R. Rothbard 

Jueves, 21 de Septiembre

 

Valle de Esteban

 

Septiembre

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Y en gacería ¿para cuándo?

 

El principito en gacería

 

Francisco Javier Gómez Izquierdo

 

Amanece el día con toda la parroquia de Antonio, mi bar de confianza, clamando contra una torre de Babel que constato no tiene claro la concurrencia cómo viene contado el episodio en la Biblia. Rafaé, que fue hermano mayor, se pone interesante y contundente y pontifica que las lenguas las hizo Dios para castigar la soberbia de los hombres. Rafaé es cliente que siempre se ha hecho respetar por su corrección en el vestir, hablar y convidar y no hay habitual que le corrija. Unos cadetes de entre dieciséis y dieciocho, que estudian no sé qué cosa moderna al lado del Bar y a los que pincha Falín con su natural inquiridor no les suenan de nada las historias de la Biblia y confiesan que ni ven los telediarios ni les interesa la política y que votarían al que bajara el precio de esas tostadas de aceite virgen extra que Antonio no ha tenido más remedio que subir 20 céntimos.

 

 Alucinado con la mamarrachada consentida ayer en el Congreso, me permito apuntar a Rafaé que si leemos correctamente el capítulo 11 del Génesis, Yahvéh (un Yahvéh casi humano) se incomodó del poder de los hombres porque la Tierra tenía un solo lenguaje y unas mismas palabras y que los hombres se establecieron en la tierra de Sinar (Mesopotamia) y decidieron fundar una ciudad y construir una torre que llegara al cielo y... etc. Por eso, porque se entendían, el Dios de la Biblia les condenó a no entenderse y dispersarse por todo el mundo.


       ¿Temió Yahvéh el que todos los hombres de la Tierra se entendieran en un sólo idioma? ¿Temor de dioses al poder de la lengua más hablada? Uno lleva tiempo sin creer a nadie pero no puedo dejar de admirar la jeta que tienen algunos para mentir con solemnidad y llamarte tonto e incapaz con una soltura y desvergüenza que sólo puede venir del carácter divino que a sí mismo se adjudica un racismo con varias ramas: las de los que lo son a conciencia, las de los que les da para Audi y casoplón practicándolo y aquéllas que lo son sin saberlo o mejor aún, sin comprenderlo.


       Los independentistas catalanes, convencidos de su naturaleza divina, han encomendado a su profeta, un tal Puigdemont, que como Moisés ante el Faraón de Egipto, exija imposibles al hombre que quiere mandar a todas las tribus de España, como si España fuera esa Mesopotamia que sigue sin entenderse desde lo de Babel. Los secesionistas parece que piden imposibles, pero no; exigen como si fueran dioses. Dioses menores, quizás..., pero dioses. Y así, lo que se consideraba sede sagrada de la soberanía nacional, donde todos estaban obligados por leyes y reglamento a entenderse en el idioma oficial, ha perdido categoría y se convierte en patio con corrillos donde unos hablan para que lo importante no se entienda. Viejo truco que el gran Melquíades nos explicaba con la gacería de Cantalejo, su pueblo. La gacería es un idioma que viene de los trilleros; los que venden trillos; no los del trile cubiletero. Es idioma que permanece porque lo cuidan los briqueros, que es como se llama a los de Cantalejo y que significa constructor de trillos. Consumada la mamarrachada ¿por qué no exigir intérprete de la gacería en el Congreso, que es idioma que se formó hacia el siglo X cuando el Sur del Duero fue repoblado por burgaleses, sorianos y navarros ¡¡¡QUE HABLABAN EL VASCO!!! ?


          "¡Qué siertería garlear sin que aterven los manes!" O lo que es lo mismo: "¡Que gozada hablar del negocio sin que se enteren los primaveras!"

Nieve


 
 
Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Con las primeras nieves, las primeras damas y caballeros sin faldas ni pantalones en el Metro de Madrid: no es una protesta, es una “performance”.

    Sin faldas y a lo loco.

    Sin pantalones y a la que salte.

    Esta vez no son los Bardem, uno de cuyas ramas, la tabernera, ha incluido en su bestiario bardemí el término “fachamonguers” para designar a “mourinhistas y liberales”.
    
Los Bardem andan ahora ocupados en hacer tortuga con Mayor Zaragoza (a Zaragoza o al charco) para forzar la suelta de los presos etarras, que harían compañía a Bolinaga en el bar de veteranos.
    
Todo el mundo tiene derecho a cambiar –me amonesta mi frutero, que en lo que hago cola me sube un euro las mandarinas.

    Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.

    Cambiar a la contra, como Pío Moa, que son los menos, o cambiar a favor, como Mayor Zaragoza, que son los más.
    
Cambiar a favor es el cambio a la española. Ser subsecretario, y subsecretario laureado por el Caudillo un 18 de julio con la Gran Cruz de la Orden de Cisneros a propuesta del ministro secretario general del Movimiento, subsecretario del último Gobierno que fusiló a etarras, y pasar a dar voces por la suelta de esos mismos etarras, presentados como risueños apóstoles de Lanza del Vasto predicando en la lengua del Paraíso, que fue el vascuence, como demostró el gran Juan Bautista Erro Azpiroz y Beloqui en su obra incompleta “El mundo primitivo”, de 1814.

    –Tenemos, pues, que el Paraíso –dice Alfonso Reyes, para asombro de los emergentes Borja Sémperera la Provincia Vascongada de la Creación, donde discurrían un Adán y una Eva tales como los concibió el Creador (y Mayor Zargoza): él, muy jebo, ella, muy chirene.
    
Pero los Bardem son, como Marañón, unos “traperos del tiempo”, y ya sacarán algún rato para enfrentarse en Madrid al bombardeo francés de Mali, si se comprobara que, en efecto, son bombas y no una fuga de gotelé del cuaderno de barro de Barceló.
 
 
 [Publicado en Enero de 2013]

La tragedia del catalán



 
Por Julio Camba
24 de Julio de 1917

A todos los españoles suele indignarnos mucho el que los catalanes hablen catalán. Hay algo, sin embargo, que nos indigna más todavía, y es el que hablen castellano. Pasamos el acento gallego, pasamos la sintaxis vascongada, lo pasamos todo, pero este dejo especial de los catalanes lo tomamos casi como una ofensa. No concebimos que pueda decirse nada espiritual con acento catalán, nada amable ni nada galante. El catalán, por razón de su acento, está incapacitado para la mayoría de las cosas en cuanto sale de Cataluña. Fracasan sus chistes, sus piropos y hasta sus mismos discursos políticos. Si los viajantes catalanes han vendido en las otras provincias españolas tantos paños de Sabadell y de Tarrasa, no habrá sido, seguramente, por sugestión oratoria. Hay quien le atribuye el éxito a los aranceles. En todo caso, esta benevolencia arancelaria no ha hecho más que equilibrar las cosas. Es como una compensación que el Estado español le debía a Cataluña para que su acento no la colocara en condiciones de desigualdad ante las demás regiones y ante los mismos países extranjeros.

Porque transigimos con el acento inglés y con el acento francés, y hasta con el acento prusiano, antes que transigir con el acento catalán. Y lo terrible es que el catalán no logra nunca abandonar su acento. El acento es más fuerte que el hombre. Hay catalán que a los treinta años de vivir en Castilla se expresa con un acento tan duro que se podría patinar sobre él, como decía un escritor irlandés del acento alemán con que hablaba cierta Reina inglesa. A veces el acento catalán, de tan pronunciado que es, llega, por sí solo, a constituir casi un idioma. La categoría de acento resulta demasiado pequeña para clasificarlo, y hay que ponerlo en una categoría superior...

No. No pueden prescindir del acento los catalanes. Su acento es algo así como su destino. Hay una historia por escribir, en la cual se contarían por millones los catalanes que han hecho esfuerzos heroicos para abandonar su acento regional y que han sucumbido ante la magnitud de semejante empresa. Y, si el acento catalán le produce a estos hombres tantos disgustos, ¿qué de particular tiene el que los catalanes renuncien a hablar castellano y se pongan a hablar catalán?

El catalán, como idioma, no estaría tan desarrollado si los castellanos hubieran tenido alguna tolerancia con el acento de los catalanes. No la han tenido, y los catalanes hablarán más catalán de día en día. Es más: si el catalán, como el andaluz, sólo fuese un acento, si no hubiese un vocabulario catalán y una sintaxis catalana, los catalanes tendrían que inventarlos. De otro modo, su vida sería muy triste, porque el acento catalán les incapacitaría para hablar de toros, para ir de juerga, para decir chistes y para otras cosas que les gustan mucho.
 
 
(Del libro Maneras de ser español, de Luca de Tena Ediciones)

Hispanidad, separatismo y la guerra del 98


Cuba, 1898

Javier Bilbao

 

La declaración de guerra de Estados Unidos contra España corrió como la pólvora por las calles bilbaínas el mismo 21 de abril de 1898, nos cuenta la prensa de la época. Ese día el Teatro Arriaga, núcleo vital de la capital vizcaína, hizo sonar repetidamente ante una audiencia puesta en pie la Marcha Real y la Marcha de Cádiz —zarzuela muy popular en la época sobre la lucha contra las tropas napoleónicas—, culminando el acto con la lectura de improvisados poemas de ardiente patriotismo como «si hoy el yankee, tal vez loco / con grandísimo descoco, / sin ley declara la guerra, / a la guerra irá esta tierra, / ¡que eso le importa muy poco! / ¡Luchará noble, sin saña!… / Esta nación una hazaña / logrará, no cabe duda, / que esta bandera la escuda, / ¡Vascongados! ¡viva España!». La cosa, naturalmente, no acabó ahí. A continuación, una gran manifestación recorrió la Gran Vía, sigue la narración, «dando los acostumbrados gritos de ¡viva España! y ¡mueran los yankees!», se hondearon e izaron banderas mientras veteranos de guerra eran alzados en hombros, el gobernador civil arengó a las masas entre una ruidosa ovación, se asaltó la sede de una pequeña asociación fundada unos años antes llamada «Sociedad Euskalerría» para obligarles a poner una enseña nacional en su balcón y, finalmente, se apedreó la casa de Sabino Arana. Una jornada patriótica muy completa, en resumen.   

(...)



El caso catalán


Explica Ucelay-Da Cal que «la pérdida imperial comportó automáticamente una larga lista de redefiniciones: se quisiera o no, había que replantear la identidad colectiva, la noción de ciudadanía, el rol de las fuerzas armadas, la función misma del Estado, la pulcritud política y la eficacia administrativa». El 98 fue una patada en el tablero que reubicó las piezas y permitió a algunos encontrar espacios antes inexistentes, de manera que, por ejemplo, el Partido Nacionalista Canario fue fundado en La Habana en 1924; el «arredismo» fructificó antes en los centros gallegos americanos (primero en Buenos Aires, luego La Habana) que en la propia Galicia; sobre el caso vasco no es necesario insistir y el caso catalán, por su parte, merece una atención más detallada.

Según el historiador Joan Manuel Ferrán Oliva «La Habana a inicios del siglo XX fue quizás la ciudad más catalanista del mundo fuera de Cataluña»; el mismo Oriol Junqueras tiene un libro publicado bajo el título Los catalanes y Cuba y la estelada, como es sabido, fue diseñada a comienzos del siglo XX inspirándose en las banderas de Cuba y Puerto Rico. Hubo una doble vertiente en el impacto del desastre del 98, por el lado más pragmático la burguesía catalana pasaba a encontrar en ese nuevo escenario una manera de ejercer poder sobre el Estado por la vía de autonomía regional y la amenaza secesionista. Para otros, sin embargo, no era una táctica sino fruto de una convicción: el medio de orientación catalanista La Veu de Catalunya pasó a publicarse a diario en 1899 y en él se referían a España en la guerra como un barco que se hunde y del que era preciso aflojar las ataduras, había una identidad catalana a la que querían liberar de su opresión. De nuevo asistimos a una reescritura de la historia en la que el imperio maligno pasaba a ser Castilla, como si la unión de coronas con los Reyes Católicos no hubiera existido y Cataluña resultaba ser ahora otro pueblo indígena maltratado.

 Así lo explica Marcelo Gullo: «Fue entonces, a partir de 1898 y no a partir de 1714, cuando se inició el conflicto con el nacionalismo catalán, que poco a poco irá construyendo su propia ‘leyenda negra’, esto es, la de la ‘conquista de Cataluña por España’. El nacionalismo separatista catalán y el indigenismo fundamentalista balcanizador son hermanos gemelos, pues comparten el mismo afán por borrar todo lo español (…) el nacionalismo catalán ataca la verdadera identidad de Cataluña, y el fundamentalismo indigenista hace lo propio con la verdadera identidad de Hispanoamérica. En el relato imaginario inventado por el nacionalismo catalán, el ‘sitio de Barcelona’ de 1714 es el equivalente al ‘sitio de Tenochtitlan’ de 1521».

En conclusión, no es casualidad que España viviera a lo largo del siglo XX de espaldas a América y simultáneamente naufragase en la división y el enfrentamiento interno. Sería un planteamiento absurdo de raíz reclamarse hispanista detractor de la leyenda negra y, simultáneamente, mostrarse indiferente ante el separatismo. Pero defender la unidad de España y desentenderse de la Hispanidad también sería un posicionamiento cojo y de escaso alcance. Si bien por el contexto tan complicado en el que nos encontramos reivindicar la unidad nacional es de una urgencia inapelable, mientras que el hermanamiento y la cooperación cultural, económica, política entre países hispanos es algo que requiere un plazo más amplio, como he intentado mostrar en las líneas anteriores ambas son, en el fondo, la misma lucha.


Ler en La Gaceta de la Iberosfera

Miércoles, 20 de Septiembre

 

 

Prohibido Antonio García-Trevijano

 

[Foto: @FXlosCaidos]

martes, 19 de septiembre de 2023

Aplaudir ¿para qué?

Franco Corelli

 

 Jean Marais



Luis Rubiales


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Aplaudir ¿para qué? Ésa sería la pregunta ontológica de Lenin, porque lo de la libertad, a la vista, hoy, de lo que hay delante (y detrás), resultó ser lo que se llamaba “pregunta capciosa” (“ociosa”, escribía siempre un compañero de Redacción, autor de la mejor greguería involuntaria a propósito de Ágata Lys: “Agata, felina, como su propio nombre indica…”).


    Madame de Staël, para Stendhal “la mujer más extraordinaria que se haya visto nunca”, y que nos perdone Nadia Calviño (no parece lo mismo ser la hija de Necker que la hija de Calviño), tenía el aplauso por lo más grande de la vida, y hacía teatro sólo para obtenerlo.


    –En las bellas artes improvisadas el estrépito de los aplausos actúa sobre el alma como el sonido de la música militar: este ruido embriagador hace circular la sangre más deprisa


    Somos el país que aplaudía a la policía que nos mantenía ilegalmente confinados, y venimos de montar un auto de fe a quienes aplaudieron un discurso… de Rubiales, chivo expiatorio (algo así como “El canto creciente del macho cabrío” de Botho Strauss) de la ley del “Sí-Es-Sí”, obra de un poder sin control político, es decir, una dictadura.


    Para quienes creen que en el principio era el Verbo, que el Verbo estaba con Sánchez y que el Verbo era Sánchez, un amigo de Sevilla, Valenzuela, rescata de “La Gran Armada” de Parker y Martin esta noticia: “Durante la Semana Santa de 1581, un grupo de jóvenes cortesanos de Madrid aprovechó el momento en que apagaban todas las velas de la Iglesia y la congregación hacía gran ruido durante un servicio de ‘tenebrae’ para manosear y besar a las jóvenes que estaban a su alcance. Entre los detenidos, multados con 2.000 ducados cada uno y desterrados de la corte, se encontraba el conde Paredes, dos hijos de don Diego de Córdoba (camarero del rey) y Ascoli (…) Estos malhechores seguían en el ostracismo en marzo de 1588, cuando Felipe convocó a todos los nobles para que se dirigieran a Lisboa y se unieran a la Armada, y aprovecharan la oportunidad de redimirse (o morir)”.


    Francia tiene a Jean Marais, el actor que en un teatro de París, con gran escándalo reseñado por Pemán, sacó la lengua a una espectadora de brazos cruzados mientras todo el público aplaudía. Italia tiene a Franco Corelli, el tenor que saltó del escenario y abofeteó a un espectador que aplaudía… a la tiple, señora Barbier. Y España tiene a Rubiales, cuyo discurso de Gettysburg arrancó aplausos de los seleccionadores de fútbol femenino (Vilda) y masculino (De la Fuente). El primero añadió al aplauso la agravante de expresarse en correcto español, y cayó. El segundo, para amarrarse al puesto, se sometió a un Bujarin, el lúser que en los Procesos de Moscú, “con plena libertad”, confesó “haber envenenado todo el trigo de Ucrania”, y fue ejecutado en el 38 (rehabilitado en el 88).


    ¿Cómo aplaude usted? ¿En la línea de los hombros, como los trepas, o en la línea de la cintura, como los flamencos?

 

[Martes, 12 de Septiembre]

Malecojones


El Maleconazo, 1994 (Karel Poort)

 

Orlando Luis Pardo Lazo

Hypermedia Magazine

 

La gente estaba raquítica. Era una Cuba escorbútica. Se estaban quedando ciegos. Por falta de vitaminas, por el desastre de dieta, por la desesperanza rampante.

El único horizonte que quedaba era salir a la calle, a despingar nuestra amada ciudad en ruinas o hacernos despingar por los militares junto con nuestra odiada ciudad en ruinas.

A los habaneros se nos había unido el cielo con la tierra. El malecón era la última frontera para fugar o morir. Brutalidad de una voluntad empujada hasta el límite por la dictadura. Libertad súbita de un lenguaje sometido por años, humillado durante décadas, mangoneado bajo la bota parlotera del monólogo estatal.

Era la hora. Era ahora o ahora.

La violencia tendría que ser bella, verdadera, virtuosa. Un hito histórico. Una partitura coral, desafinada a golpe de malecojones.

No habría mejor sinfonía que gritarle un redentor “singao” a Fidel Castro en plena capital cubana, bajo el quinto mediodía de agosto de 1994.

Vete, tirano. No te queremos, no te respetamos. No inspiras compasión en tu vejez, sino simplemente pánico. Y un asco atroz.

Qué penoso escenario, después de tanto buscar la gloria del planeta y el amor de un pueblo de pronto presto a escupirte en vida y defecarse en tu tumba.

Helos de nuevo aquí. El populacho antiheroico, parias sedientos de justiciera venganza. Sin yuxtaposición de sentido, ni contradicción: la venganza de tomar justicia por mano propia; la justicia de vengarnos del vil verde de los verdugos.

Están en harapos. Casi desnudos. Cimarrones del castrismo terminal. Terrorismo de tetas, bajichupismo radical.

Hay quien se lleva ambas manos a los oídos, como una autista al margen de la emancipación espontánea. Algunos avanzan al azar, con los brazos en jarra a la cintura. Y otros se tocan la rajeta del bollo o el cabezón de la pinga, para hacerle saber al mundo que la libertad no es una tesis teórica, sino una cosa muy corporal.

Fidel Castro nos había impuesto una Revolución a imagen y semejanza de sus genitales. Y por esos mismos genitales el pueblo cubano se la tendría ahora que derrocar.

Ya se notan los primeros palos al aire. El gobierno respondió a esos palos y piedras disparando con pistolas.

Ese viernes de un verano inverosímil, los cubanos estuvimos a puntos de volver a ser contemporáneos. De reconocernos los unos a los otros. De expresar a tope de presión la voz secuestrada por el Hegémono.

La respuesta del Caballo con Garras fue despiadada. La represión hizo zafra. Y, enseguida, la eterna mentira novelesca con que Fidel Castro no ha hecho a millones perder nuestras vidas en su voz.

Nos queda por ganar esa guerra. Antes y después del 5 de agosto de 1994. Antes y después del 11 de julio de 2021. Antes y después del 1º de enero de 1959.

Seguimos habitando una biografía dañada estructuralmente por el Mal. Vivimos y morimos mediocremente, en la narrativa de una Revolución que, para colmo, nos hizo felices hasta que nos hizo infelices. Y no aparece nuestra cura de caballos todavía.

La mayoría de esos cubanos son ya cadáveres. Murieron en las cárceles y hospitales obligatoriamente gratuitos del castrismo. Maldito sea el código penal cubano. Maldita sea la salud pública cubana.

Fidel Castro también es un cadáver, tras sus dos muertes en tándem del 2006 y 2016. Y Raúl Castro ha muerto este año, sin tener la delicadeza de avisarnos.

Queda esta foto hecha por un extranjero de apellido más o menos impronunciable. Quedan las miradas extraviadas en un horizonte que se esfumó. Quedan los bigotes rancios, las pieles requemadas, los moños y pañuelos de cabeza sucios, el sudor incesante del trópico hecho trizas.

Hace rato que las fechas así no me dan ni rabia. La edad me ha puesto de rodillas ante las miserias de nuestra Historia con H mayúscula de Horror.

Miren esta marea de equivocados, incapaces de encontrar el hilo del laberinto. Mírense, maravíllense. Ahí estamos, en medio de la muerte y cuando menos nadie se iba a morir.

Martes, 19 de Septiembre

 

Chiles

lunes, 18 de septiembre de 2023

El manicomio español

Estampa marroquí

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    El parón liguero impuesto por el Combinado Autonómico (Combinado Federal-Pi y Margall, dentro de nada, con la inclusión de Lamine, el nuevo Oliver Twist del Maresme) lo aprovecha España para saber la calificación penal que el pico de Rubiales tiene en Australia, que no por nada fue colonia penitenciaria de los ingleses.


    Tan tremenda necesidad jurídica nos pilla sin coche, que acaba de cerrar la Seat, y sin teléfono, que acaban de vender la Telefónica, con lo cual la indagación que tiene en vilo a España obliga a la Autoridad a viajar en avión, con el daño climático que eso supone, teniendo en cuenta que Australia está casi en nuestras antípodas, que son Nueva Zelanda (Madrid capital Tapakau), la isla de Jacinda. La tensión de estos días se palpa en el ambiente y, con los nervios, al repartir las laureadas del Mundial de Fútbol el Ministerio de Cultura ha confundido, en página del BOE, a una “influencer” de nombre Ivana con una futbolista de nombre Ivana, lo que da una idea del interés por el fútbol del ministro Iceta, que en la Universidad no pasó de primero de carrera.


    –…vengo a conceder su ingreso en la Real Orden del Mérito Deportivo a Ivana Icardi Rivero.


    El 28 de marzo del 35 Fernández Flórez recogía en estas páginas el escándalo de la víspera en el Congreso por las meteduras de pata en el concurso para cubrir ochocientas vacantes en el Cuerpo de Carabineros. Dieciocho mil españoles firmaron su instancia. En siete días fueron examinados los méritos de los dieciocho mil concursantes y comenzaron a hacerse las designaciones. Y cuando la Administración esperaba recibir los plácemes del Parlamento por esta labor increíble, se levanta el diputado Rodríguez de Viguri, con las manos en la cabeza, jurando no haber conocido mayores desatinos. Y anota el cronista:


    “Sí, hay algunos lunares. Por ejemplo, se nombró carabinero a un respetable señor que escribió una carta pidiendo la plaza para un Fulanito cualquiera. Se confundió al recomendado con el recomendante. Un error de la secretaria muy disculpable cuando se despachan con ritmo acelerado tantos centenares, tantos millares de cartas de recomendación. Pero ¿qué hay en esto de incorregible? Supusimos al respetable autor de la carta, viejo ya, con gota, con una posición social elevada, en trance de sufrir las consecuencias de la equivocación. Pálido, con la ‘Gaceta’ (hoy, Boe) donde constaba su nombramiento caída a sus pies y gruesas gotas de sudor en la calva, se nos representaba aquella víctima de un descuido burocrático abrazando a su familia antes de decir: ‘Estoy perdido. He recomendado para carabinero al hijo mayor de la portera y el ministro me ha nombrado a mí. Nunca supuse que mi brillante carrera terminase en el examen del doble fondo de los baúles. Ahora tendré que hacer guardias en alguna playa desierta o en algunos picos nevados. Con lo que me fastidia la humedad. ¡Adiós, hijos míos; parto a ser el azote del contrabando, que nunca me interesó con exceso! Dadme de baja en la Gran Peña y no os olvidéis de enviarme calcetines de lana.’ Esto sería cruel. Pero nada de ello ocurrió, sino que el caballero escribió diciendo sencillamente: ‘¡Que no soy yo, que es Fulanito!’ ‘¡Ah, perdón!’, contestaron. Y nombraron a Fulanito.” Que es la futbolista.


    Pero con toda España mirando a Australia, el “paquete” se lo quieren meter, no al covachuelista de Iceta responsable del ridículo, sino a Carvajal, que tuvo la desfachatez de declarar que las cosas de la justicia eran cosa de los jueces. ¡Cancelar a Carvajal! Ni siquiera a Cantalejo, el de los árbitros, a quien nadie ha preguntado aún su opinión sobre Rubiales (¡o sobre Australia!). ¡A Carvajal! Y tantearon a Nadal, que juega al tenis, deporte raro en el que algo tendrá que ver Rubiales.


    La rareza del tenis la explicó Foxá con el cuento de la última emperatriz de la China, cantada por Rubén: ante un partido en su honor entre el embajador inglés y su esposa contra un secretario estadounidense y la suya, al ver el sudor y la fatiga comentó:


    –¿Por qué no ordenan a sus criados que jueguen a esto?

 
    Los wokes han ordenado a sus wokes preguntar a Nadal por el pico de Rubiales. No a Cantalejo. ¡A Nadal! Y si no, a Carvajal, que tiene pinta de pueblo. Nada que no hayamos leído en “La facultad de las cosas inútiles” de Dombrovski, que se limita a anotar lo que de Carroll hay en Stalin.


    –¡No, no! La sentencia primero, luego el veredicto –dijo la Reina de Corazones de Carroll.


    Y eso es todo.


El pico II


CABOS SUELTOS


Lo había anunciado Ibrahimovic (“está escrito que Messi levante el trofeo”), y ahora es Van Gaal, “siempre positivo”, el que dice que en el Mundial de Catar todo fue “premeditado”, y aclara: “¿Debía Messi convertirse en campeón del mundo? Creo que sí”. El dictador moral del fútbol, Infantino, devoto de Raúl Castro y víctima infantil del “bullyng” por pelirrojo, declaró que lo de Messi sin copa del Mundo era “una injusticia a reparar”, opinión que compartía el país organizador, del que ahora nos llegan los cabos sueltos de la eurodiputada socialista Kaili hasta los personajes ozorísimos (de Ozores) del fútbol español citados en una demanda americana por corrupción, entre los que no está Rubiales, suspendido “A Divinis” por el papa Infantino. 

 

[Lunes, 11 de Septiembre]

Desafío Pablo Romero / Sobral en Las Ventas, con capotes rotos, muletas al viento y pasadas en falso. Márquez & Moore


 

JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ

 

Para que nadie se llame a engaño diremos que la preferencia que uno siente por la ganadería de Pablo Romero (ahora Partido de Resina) arranca de la más tierna infancia, de cuando a uno le llevaban al Batán a ver los toros y una mañana descubrió al toro más bonito, más armónico y más guapo del mundo. Amor a primera vista. Luego, a los pocos días, esos toros en Las Ventas, andanada del 3, y ya para siempre de Pablo Romero, pase lo que pase. Y mientras el indocumentado profesor Buñuel intentaba explicar la Teoría de Conjuntos, de la que todo lo ignoraba, uno, que no tenía apego a aquellas incomprensibles uniones e intersecciones, se dedicaba con ansia a dibujar en el cuaderno escolar la boca del horno que es el hierro de Pablo Romero, divisa celeste y blanca, antigüedad 8 de abril de 1888.

 
Queda dicho lo anterior para que se entienda la rabieta por el pañuelo verde que le ha sacado don Ignacio Sanjuán Rodríguez en uso de sus atribuciones a Capotero, número 8, que es al que habíamos venido a ver, para cambiarlo por un tren de mercancías de los Hermanos Collado Ruiz, antigüedad sin antigüedad, que se caía lo mismo o más que el que habían echado al averno. Las cosas de Las Ventas. La cosa es que con el remiendo de Collado, el “Desafío Ganadero” se ha quedado en un tresillo con dos de Partido de Resina, uno que pasaba por allí y tres de Sobral. Tampoco la ceguera que produce el amor nos va a llevar a poner por las nubes a los de la boca del horno, que si el primero, Tronador II, número 13, cárdeno hocico de rata,  era una pintura en sus 512 kilos de hermosura ganadera, los otros dos eran menos guapos y de hechuras menos clásicas, digámoslo así, y que los tres han adolecido de falta de fuerzas tras su paso por la tropa del castoreño, si bien han acudido con presteza y vigor a la primera vara y con algo menos de convicción a la segunda mostrando una preocupante falta de fortaleza a partir de ese momento.

 
Ignoramos cuál es la razón por la que se han dado uno de Partido de Resina y uno de Sobral y después dos de Partido de Resina y dos de Sobral: otro de esos Expediente X de Las Ventas que nadie explica. Con el primero, Tronador II, confirmó la alternativa que posee Juan de Castilla desde enero de 2017. Se espatarró mucho y gritó más de lo conveniente al toro. No le echó cuentas la cátedra al colombiano, dadas las blanduras sicomotrices del burel y el hombre se esforzó en que se fijasen en él, que con esos gritos que metía  era imposible no enterarse de que estaba en el ruedo. Se aturulló con el estoque y le dieron dos avisos, tras agarrar el descabello sin haber cobrado una estocada medio decente. Finalmente cazó al toro para alivio de todos.


Salió en segundo lugar Recluido, número 14, un toro que, por su capa, podría haber firmado don Vicente José Vázquez. Era un sardo de 501 kilos excelentemente presentado, que fue recibido con aplausos. Lo paró Octavio Chacón con una eficaz brega y el animal acudió al caballo con alegría cumpliendo en la primera más que su picador y acudiendo a la segunda con ganas y empuje. A partir de ahí el animal empieza a cambiar y cuando llega a la muleta se ha transformado en una complicación andante. El bicho se orienta una barbaridad y en el remate de cada pase ya está buscando al que maneja las telas que tratan de burlarle. Embestidas a lo bruto, de una en una, ante las que se planta la asolerada torería de Chacón que no está dispuesto a dejarse ganar la partida por la violencia del toro y que, en un ejercicio de valor sereno y de conocimiento, ha ido labrando como ha podido al toro, aguantando impávidamente un parón de esos que hielan la sangre, hasta culminar su labor con unos naturales recios y secos extraordinarios. Una pena fue que se le diera tan mal el uso del estoque y del verduguillo, especialmente porque el toro no estaba dispuesto a dejarse descabellar y metía unos arreones de espanto, que privaron a Chacón del premio que merecía su labor. Recibió una ovación tras los dos avisos que escuchó, pero la faena era de muchísimo cuajo y merecía haber sido rubricada con la espada.


El tren de mercancías de los Hermanos Collado Ruiz que hizo tercero bis le tocó a Ángel Sánchez, que es torero de buen corte y de maneras clásicas y que no huyó de plantar cara a las condiciones tan poco halagüeñas de Dispuesto, número 15. En este toro dejó Ángel Sánchez su mejor labor de la tarde, por firmeza, claridad de ideas y torería ante un enemigo harto complicado al que costaba pasar y que se defendía como podía. Remata su labor con dos naturales enjundiosos y un soberbio ayudado para, a continuación, pinchar y dejar una estocada entera.


El segundo de Octavio Chacón, Nervioso, número 1, era más de Partido de Resina que de Pablo Romero en sus hechuras. Fino y algo acanijado, pese a los 539 kilos que le atribuía la báscula venteña, fue recibido con hostilidad por el respetable. Acudió al caballo de El Bala, que no quiso dejar en mal lugar a su compañero Chamorro y picó también de aquella manera, y se dejó pegar sin demostrar más celo que el que va al banco a pagar una multa. En el último tercio no dijo nada y Chacón no pudo darnos otros momentos de tanta intensidad como los que nos brindó con su primero. Estocada tendida y descabello marcaron el fin de la vida pública de Nervioso, al que le va bien eso de «dime de lo que presumes y te diré de lo que careces».


Segunda comparecencia de Juan de Castilla, esta vez con Preso, número 62, de Sobral, de capa salpicada muy veragüeña, al que se encargó de bregar, sacándoselo a los medios en su primer encuentro. El toro se portó frente al penco de Iván García, dejando buena nota. Tras brindar al público, Juan de Castilla se fue a los medios y desde allí citó al toro y comenzó su labor algo atropellada, muy voluntariosa y, por fortuna, con menos griterío. Pese a las enormes ganas del colombiano la faena no cobra vuelo porque su labor se centra más en acompañar la embestida que en torear. Apenas manda sobre el animal, que queda por encima de él en cada encuentro. El torero no se arredra y pone ahí su valor y su decisión, pero el resultado que sale es dar pases y realmente la emoción la pone el serio comportamiento de Preso, que consigue que no se le echen cuantas a Juan de Castilla de su colocación. Mata de estocada arriba y el Presidente, con buen criterio, no le da la oreja que le pedían algunos, y eso que los benhures de la mula han puesto a las acémilas a paso de caracol, como suelen hacer si se huelen una propineja.


Y por último el jarro de agua fría de Ángel Sánchez, al que tras su actuación en el primero se le esperaba con ganas. Jabato, número 57, de Sobral no quiso saber nada de los caballos, huyendo al sentir el hierro. Sánchez brindó al público y comenzó su faena sacándose muy toreramente al toro hacia el tercio, pases limpios con la derecha y andando y… ahí se acabó todo. No vio el madrileño la distancia que el toro le pedía y, desde el principio Jabato se le vino al cite antes de haber acabado el cite. El toro pedía metros y Ángel Sánchez, o los que le asesoraban desde el burladero, querían proximidad. No hubo acuerdo entre el de cuatro patas y el de dos y el que pareció ser el toro más claro de los seis de la tarde, sin que eso signifique que no tenía sus complicaciones, no recibió el trato que demandaba. Le pinchó un par de veces y lo tumbó de una estocada fulminante que echó al toro al suelo sin puntilla.


Debe ser reseñada la labor de Octavio Chacón a lo largo de toda la tarde como director de lidia en esta entretenida tarde de toros de capotes rotos, muletas al viento y pasadas en falso o clavando una banderilla, para demostrar, otra vez más, que habiendo toro en el ruedo nadie se aburre.

 


 

 

ANDREW MOORE 

 



 


Chacón



Sánchez




Juan de Castilla



FIN

Lunes, 18 de Septiembre

 

No a la tala

domingo, 17 de septiembre de 2023

Hideputas


 Expulsión del Paraíso
Masaccio

Hughes

 

Pérez-Reverte, primero de nuestros novelistas, en plena promoción de su último que quizás sea el penúltimo libro ha entrado de lleno en el candente asunto del feminismo: «La mujer es más compleja porque tuvo que sobrevivir a los hijos de puta de los hombres». Lo primero aquí es advertir el elegante rechazo de la primera persona del plural. Se coloca en una curiosa distancia gramatical, como si no fuera con él.

Lo segundo, y hay que aplaudirlo, es que Pérez Reverte, pudiendo hacerlo, no usa el término hideputa. Por ejemplo: «Los hombres son muy hideputas». Si alguien puede usarlo es él, ¿por qué no ejerce ese privilegio? Eso le honra.

Su frase podría servir para explicar por qué, para tantos, las mujeres son siempre «muy maduras para su edad». Porque son complejas, ya lo dice él. Más complejas. Parece entonces una fórmula propicia al halago predatorio, pero a la vez, y esta es su magia, de aceptación profeminista, digamos que de vocación aliada. Un aliado que no renuncia a la vieja masculinidad, que prefiere llamar hijo de puta al cromosoma XY antes que deconstruirse y hablar de patriarcado.

La suya es una frase que podría usar el que las entra y el que las defiende. Pérez-Reverte puede estar siguiendo aquí el mismo método de sus novelas: crear un héroe español mientras asume, a la vez, la leyenda negra. Su españolazo negrolegendario sería una joya paradójica y esta salida suya la continuación de lo mismo en la guerra de sexos: el tipo duro (corresponsal de guerra, lobo de mar, novelista infatigable, académico intrépido…) que reconoce que los hombres nos equivocamos de Dios en Trento y salimos así, hijos de puta.

Reverte suena a la vez duro con los hombres (implacable) y condescendiente con las mujeres. No lo hace cualquiera esto. ¡Síntesis de aliadez machirula! «Te descifro, mujer». Flaubert hablando a las Bovary.

La mujer no viene de la costilla de Adán, vendría de la hijoputez de Adán.

 

Leer en La Gaceta de la Iberosfera

En busca de la prevalencia de los idiotas (XVI)


Antonio García-Trevijano

 

Martín-Miguel Rubio Esteban

 

Los estudios clásicos en la Ilustración tuvieron a su disposición intensas y diversas ramificaciones políticas del Mundo Antiguo, que tuvieron gran utilidad social e importantes repercusiones políticas. Baste recordar un incidente particularmente conocido en la historia cultural de esa época, el éxito del estudio ficticio del mundo antiguo en muchos volúmenes presentado en el libro Voyage du jeune Anacharsis en Grèce. La popularización combinada con los mensajes políticos hicieron del viaje de Anacarsis una guía para las inquietudes e indagaciones de los intelectos liberales y democráticos de las últimas décadas del siglo XVIII. Para los griegos subyugados a la sazón aún por los turcos, la traducción griega estaba asociada con la cristalización final de la visión de la libertad. La admiración por la antigua democracia ateniense fue inequívoca para los rebeldes estadounidenses de 1776 y los revolucionarios franceses de 1789. Como fuente de inspiración de su visión, la democracia antigua fue el modelo instructivo según el cual los jacobinos intentaron construir su «república de la virtud». Desde hace algún tiempo, la investigación ha dilucidado exhaustivamente los detalles relevantes y no hay razón para repetirlos aquí. Sin embargo, cabe señalar que fue Plutarco quien llegó a ser la fuente de información en la que se inspiraron los revolucionarios, y el prisma interpretativo a través del cual entendieron su significado fue, en particular, el pensamiento político de Montesquieu y Rousseau.

El desenlace final de la inspiración política clasicista de los jacobinos, el Terror de Robespierre, tuvo consecuencias críticas para la actitud del pensamiento político posterior hacia la antigüedad clásica. No sólo se reivindicó el anterior escepticismo de Montesquieu acerca de la inadecuación de las antiguas formas de gobierno a las condiciones del mundo moderno y se validó el modelo representativo de gobierno inglés, sino que se manifestó una profunda cautela con respecto al radicalismo asociado al neoclasicismo político de la Ilustración, inculcado en el pensamiento político del siglo XIX. El principal exponente de esta actitud fue Benjamin Constant, pero también lo repite Alexis de Tocqueville. La expresión clásica de esta nueva confrontación liberal de la antigüedad es la comparación de Constant de las concepciones antigua y moderna de la libertad. Efectivamente, la conferencia pronunciada en el Ateneo de París, en febrero de 1819, por Benjamin Constant, titulada De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, es uno de los textos políticos más deslumbrantes del siglo XIX. Es el escrito político más citado de Constant, y fue ampliamente citado por Isaiah Berlin en su famoso ensayo Dos conceptos de libertad. La libertad de los Antiguos (pampálaioi) consistiría, primordialmente, en la participación directa, activa y constante, de los ciudadanos (idiôtai entre los atenienses) en la toma de decisiones políticas de la República. En el fondo, esa libertad antigua tiene mucho que ver con la que Antonio García-Trevijano llamaba «libertad política colectiva», y a la que consagró su vida y su fortuna. Ahora bien, Trevijano acepta la representación política, cosa de la modernidad desconocida entre los antiguos, y que deviene de la concepción de la libertad de los modernos, que no impele a la ciudadanía total a la participación directa, activa y constante en las cosas de la República, sino que la deja descansar en su individualidad, gozando de sus placeres particulares, gracias precisamente a la representación, que nos trae la usurpación institucional que constituyen esas máquinas siniestras de los partidos políticos. Toda la obra de Trevijano consiste en el descubrimiento del uso de la representación sin la usurpación de la soberanía constante que tienen los idiôtai. Los Antiguos tenían libertad política, esto es, soberanía; los modernos, libertades, esto es, derechos otorgados. Constant reconoce que Atenas fue la república más libre de la Antigüedad –y de toda la Historia humana– gracias al comercio. Y reconoce que «nosotros ya no podemos disfrutar de la libertad de los Antiguos, que consistía en la participación activa y continua en el poder colectivo. Nuestra libertad debe consistir en el disfrute apacible de la independencia privada». Por otro lado, no podemos entender la libertad entre los griegos sin estudiar el significado etimológico de ese vocablo. Así, el estudio comparado del griego «eleuthèros» y del latín «liber» llevó a pensar a Emile Benveniste que un hombre «libre» es ante todo un hombre de nacimiento legítimo: que ha nacido en una oikos de la pólis. Esto es, tiene libertad quien es hijo de una familia que compone la pólis. Precisamente los romanos llamaban a sus hijos «liberi». La libertad antigua supone ser de algo que te pertenece y al que tú perteneces. En ese sentido tiene relación con la isogonía, que la Revolución Francesa tradujo por «fraternité». Desde la mentalidad antigua esclavos son los extraños. El esclavo es el extranjero absoluto. De ahí que Platón y Aristóteles nos insistan en que los esclavos no deben tomarse de Grecia ni entre los que hablen el griego de primera lengua. Plutarco nos recuerda que Solón promulgó la ley que prohibía a los esclavos ir a los gimnasios y amar a los jóvenes. Sólo es libre el idiôtês de casa que acude a la Asamblea.

El pensamiento del siglo XIX sobre la antigüedad clásica es verdaderamente dialéctico. La cautela liberal articulada por Constant se inspiró en el intento del radicalismo revolucionario de resucitar modelos antiguos mediante el uso indiscriminado de la violencia. La consecuencia de todo esto fue el abandono definitivo del modelo espartano y la condena de Rousseau. Otro resultado fue la recuperación de la idea de la democracia ateniense como un sistema de instituciones libres, que podía proyectar ejemplos de ética pública ante la conciencia del individualismo egoísta moderno. En gran medida, esta postura fue adoptada por el liberalismo inglés del siglo XIX. Los liberales ingleses solían jactarse de que su gobierno representativo era una versión moderna de las instituciones libres atenienses. Sin embargo, la idea de la democracia directa de la antigüedad fue rechazada como inalcanzable, dada la escala de las sociedades modernas, y la regla representativa se estableció en el pensamiento político liberal como la «mejor forma ideal de gobierno» (John Stuart Mill). Fue en este contexto que se fraguó la relación entre democracia y educación clásica, con todas sus sobredeterminaciones y racionalizaciones ideológicas inherentes. Esta relación también favoreció al movimiento filohelénico, facilitando así la combinación de las reivindicaciones liberales, apuntaladas por el prestigio de la erudición clásica, con el apoyo de la lucha griega por la independencia. Nadie expresó con más nobleza que el poeta Shelley esta unificación del liberalismo inglés en la que la admiración por la antigüedad clásica se centró en su expresión política en la democracia ateniense. Su drama Hellas (1822) es un espléndido testimonio de su filohelenismo.

El mayor admirador de la democracia ateniense en el siglo XIX fue un verdadero vástago del clasicismo alemán, G.W. F. Hegel. Alimentado por el desarrollo y la explosión ideológica de la Revolución Francesa, y él mismo como agente de la reorientación filosófica en la línea divisoria entre el clasicismo y el romanticismo, Hegel dio forma política a las inquietudes de toda una generación intelectual de la cultura alemana, incluidos Goethe, Schiller, Hölderlin y Fichte. La deuda de Hegel con Montesquieu fue decisiva en la formación de su pensamiento político e histórico. Las opiniones de Montesquieu sobre el espíritu y la disposición ética de las democracias antiguas determinaron el contenido de las concepciones de Hegel sobre el tema. La crítica de Hegel a la Revolución Francesa fue, sin embargo, diametralmente opuesta a la de los herederos liberales de Montesquieu, como Constant y los Ideólogos (Destutt de Tracy, profesor del primer Napoleón). Para Hegel, la Revolución Francesa, con sus estallidos violentos y su resultado tiránico, parecía personificar las consecuencias perturbadoras de los excesos del egoísmo en la sociedad moderna. A este modelo moralmente degradante y autodestructivo, Hegel yuxtapuso la democracia de la antigua Atenas, que aseguraba la libertad mediante la participación individual de los idiôtai en la vida colectiva de la ciudad. Según Hegel, la actitud de Antígona simbolizaba esta unidad ética. Siguiendo estas reflexiones en su Fenomenología de la mente, Hegel concluyó que el verdadero desafío para quienes luchan por imponer el orden político en el caos del mundo posrevolucionario no consiste simplemente en defender la libertad individual, como sugería Constant, sino en combinar la libertad personal con la libertad individual, la recreación de la calidad moral de la vida pública. Éste fue el logro insuperable de la democracia ateniense según Hegel y su mensaje más significativo para la posteridad. «Aquella democracia ateniense era una espléndida aurora. Todos los seres pensantes gozaban de aquella época. Una sublime emoción reinaba en aquella época, un entusiasmo del espíritu estremecía el mundo, como si por vez primera se lograse la reconciliación del mundo con la divinidad» (Philosophie des Geschichte, 1840). Esta cuestión de la unidad de la existencia humana y la precedencia de los valores de la vida colectiva sobre el interés privado constituyó el sustrato hegeliano de la teoría social revolucionaria de Karl Marx. La relación intelectual de Marx con la antigüedad clásica es multifacética (él mismo fue doctor en Filología Clásica con su tesis Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epicuro) y de ninguna manera se agota en las predisposiciones de ética política que heredó de Hegel. Sin embargo, estas predisposiciones determinaron, en gran medida, el temperamento filosófico y la dirección general del pensamiento de Marx. Hegel expresó la nostalgia de un período histórico asediado por las fuerzas de transformación social y política radical que dieron origen al mundo moderno, por los valores por excelencia del humanismo cívico que simbolizaba la democracia ateniense, como la Prevalencia de los Idiotas. Los acontecimientos políticos e ideológicos posteriores nublaron con graves malentendidos las intenciones de la filosofía política de Hegel. También Engels, el mejor conocedor de Marx, fue un admirador absoluto de la Democracia Ateniense. Para darse cuenta de ello sólo hace falta leer el capítulo quinto de su obra El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. «No fue la luminosa democracia la que condujo a Atenas a la ruina, como lo pretenden los pedantescos lacayos de los monarcas entre el profesorado europeo, sino la esclavitud, que proscribía el trabajo del ciudadano libre»...

 

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