Fidel llevando la Navidad a los pobres (Granma)
Orlando Luis Pardo Lazo
Diciembre es un mes triste, precioso, de luz azul y silencio soñador. En este mes nací yo. Y en este mes, de un año no tan lejano como ahora parece, regresaré a Cuba con un Premio Nobel de Literatura, el primero de los Nóbeles cubanos, el que restregaré en la cara de la dictadura que todavía tendremos en Cuba para esa fecha, y cuyo monto en metálico usaré hasta arruinarme en arrimar un poco la llegada de nuestra libertad.
Diciembre termina apenas comienza. Es un mes atemporal, acronológico, casi ucrónico, fuera del almanaque, al borde de ese misterio que es el cambio de año.
Somos otros y morimos a pedazos en cada diciembre. De hecho, casi nunca llegamos todos los que empezamos cada año. Los que nos reunimos ahora en este mes no sabemos si llegaremos al próximo mes dentro de un año. La muerte va cosechando a los mejores entre nosotros. Cada diciembre vamos quedando menos y menos cubanos. Los sobrevivientes somos los peores, somos los desechados hasta por los dioses.
Estas Navidades de 2014 son también nuestras primeras Morbilidades sin el dictador, que se nos murió sin enfrentar jamás la justicia. Fallecido Fidel (1926-2014), ya todo parece fácil, expedito, innecesario. La Revolución fue una pesadilla de unos pocos millones. La memoria se renueva a velocidad vertiginosa. En un ratico, los nuevos cubanos no sabrán ni deletrear el innombrable nombre de Fidel Castro, que en unos meses resonará apenas en la asignatura Prehistoria de la Nación, absorbido por la virtud de apatía y amnesia de las nuevas generaciones.
La muerte del hegémono nos ha sorprendido a todos. No se despidió el muy pendejo, como mismo no anunció su entrada sino que la impuso a golpes de muerte, mentira y maldad. Fidel Castro se ha ido para siempre de nuestro pueblo y nos ha dejado incrédulos, desconfiados, al punto de que preferimos no prestar atención a este hito histórico. Todavía no nos creemos que estamos solos, sin el déspota delirante. No lo creeremos tampoco cuando su hermano Raúl Castro nos lo anuncie, rodeado de su octogeniosa élite militar, acaso el 28 de enero de 2015, para hacer coincidir la muerte de Fidel con el nacimiento de José Martí.
Pero hoy vuelve a ser Navidad. Una parte del país perdido reconcentra lo mejor de su espíritu en esta fecha. La esperanza deja de ser una enfermedad congénita y la luz azul del niño dios entibia nuestros hogares-pesebres, haciéndolos menos pésimos, haciéndonos menos perversos en tanto ceros humanos que aspiramos a seres humanos, tras más de medio siglo o medio milenio de matarnos multitudinariamente por nada.
Vuelve a ser Navidad, hermanos y hermanas del alma, y en el 2015 brillarán las palabras que hace siglos debieron ser pronunciadas entre cubanos, pero que han permanecido sepultadas por la ristra de tiranos que ha traído nuestra innecesaria independencia. Acaso sea la época de aproximarnos más a la civilización de los cosmopolitas libres y alejarnos de la barbarie esclavoamericana.
Es Navidad y yo os amo.