Hughes
A Ancelotti le sale todo. Pleno de victorias europeas y rehabilitación de los suplentes. Redistribuye la felicidad del panettone entre ellos como un míster navideño. Rodrygo tenía una mala racha y ahora es la estrella del ataque; Brahim se hizo importante; Nico Paz se integra con los mayores y ahora son Joselu y Ceballos los que encuentran su foco. A Ceballos le dio un cariñoso abrazo Ancelotti. Los dos gritaron sus goles mucho más allá de lo normal, de forma reivindicativa.
No quiero que se vaya Ancelotti. No me reconozco y ya sólo quiero que se quede en el Madrid siempre, como un Lobanovski.
El público alemán es distinto. Canta en modo mantra, pero cantos tristes. Hay un punto lúgubre. Parece que cantan canciones legendarias alrededor de un fuego. Y esos coros contagiaron al Madrid que tuvo posesiones de minutos. Era un juego ligado, seguro y blando sin oposición del muy socialdemócrata y verde Unión de Berlín.
Había veteranos y noveles en el once y se notaba en el juego. Con algunos jugadores el fútbol cambia. En la misma jugada combinan dos épocas. Me pasa con Bellingham, que ha cambiado (para mí) la disposición del Madrid, su geografía, su orografía. Años de 4-3-3 quedaron atrás. Reaprendo a ver al Madrid.
Bellingham pudo marcar, estuvo a punto, y jugó otro partido excelente. Todo lo que ejecuta es bueno. Hasta produce cierta ansiedad. ¿Cómo es posible que todo lo haga como ha de hacerse? Hay que fijarse en sus tobillos, en cómo toca la pelota porque tampoco ahí da puntada sin hilo conductor.
Hace lo que toca, cuando toca, como toca y además estéticamente bien. Y no es que lo haga a menudo, es que lo hace siempre. Es Inteligencia Artificial, es inquietante. Es tan bueno que parece que ama el fútbol además de bordarlo y esto siempre hace temer que sea un efímero milagro. ¿Cómo es posible que dure lo perfecto, si la belleza es fugaz? ¿Nos han estado mintiendo los poetas? Viendo a Bellingham , parece que sí.
Bellingham tiene el grandísimo efecto madridista de hacer que nos creamos todo lo que nos contaron de Di Stéfano. Por él sabemos que sí pudo ser así, porque lo estamos viendo. Trae color a todo lo visto e imaginado, ¡colorea congruente la historia blanca, ya para siempre en color!
Florentino quería ser Bernabéu y ahora tiene su Di Stéfano, ¡qué tío!
Con él el Madrid juega a otra cosa. No es presión ni es contragolpe. Es llegar. Llega. Juega a llegar, a una combinatoria nueva y feliz.
El juego estaba siendo muy centrado, con pocas bandas hasta que se buscó a Joselu decididamente. Había marcado el Berlín en una cante imputable a Alaba, así que se abrieron las alas y con ello llegaron los goles. Rodrygo llevaba semanas maravillando por la izquierda pero esta vez centró con perfección por la derecha, donde todo es menos agradecido (ay). Fran García hizo otra gran jugada corriendo solo toda la banda y centrando a Joselu, que remató de cabeza los dos goles. En el primero se colgó del rival como si fuera una capa anudada a su cuello; en el segundo, zigzagueó hacia el primer palo, desmarque erotizante que separa al delantero del que no lo es. Pudo marcar otro e hizo un gran partido. Dio presencia siempre y capitalizó los centros, les dio sentido y revalorizó a los pasadores. El centro de cordel de pesca de Rodrygo se hizo propicio y la larga carrera de Fran García cogió empaque y propósito. Parecieron mejores porque fueron gol. No asiste el pasador, es generosidad del delantero, que hace al compañero asistente. La gestación del gol le convierte de repente en progenitor.
Empató el equipo local en otra jugada aislada y poco significativa en la que no sé muy bien a quién se culpará, creo que a Kroos, pero el Madrid no se puso nervioso. Alemania no es lo que era y ahora es mucho peor jugar en España donde el odio, lo cerril y la corrupción se hacen fútbol o antifútbol.
El 2-3 lo marcó muy titubeante Ceballos, por el que sufrí. Fui siempre ceballista sin muchos argumentos. De fallar habría caído sobre él todo el peso de la hiel madridista porque el pase de Bellingham era bueno. Por la otra banda, solventó la presión y vio la oportunidad del compañero. No sólo tiene la claridad de ver los desmarques al gol, también ve claros del bosque, espacios como un cinco, como un director de juego que mirara desde el mediocampo. Fue mitad asistencia-mitad pase a lo Kroos.
Se ha dicho siempre que con diez se juega mejor que con once. Ancelotti se apaña casi mejor sin media plantilla. El equipo juega, gana y la felicidad se reparte con ese socialismo feliz y cordial del Gordo de Navidad.